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Como debería haber sido por Malvary

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Se alejó del resto del equipo para sentarse en uno de los banquillos y secarse la cara. Como odiaba sudar. Era asqueroso. En general, le desagradaba cualquier cosa que implicara mucho ejercicio físico y por ende hacer deportes. Por eso seguía sin entender que hacía allí todavía... Ah sí, su madre le obligaba a venir.


La teoría de su madre de que cualquier joven en edad de crecimiento necesitaba, junto con una dieta equilibrada, hacer ejercicio para asegurar un sano desarrollo lo estaba sacando de quicio.
Si al menos se le dieran bien los deportes, pero era como pretender que un topo echara a volar. Imposible. Y ya no era que metiera la pata en todo lo que hacía. Aún por encima su madre lo había apuntado a baloncesto. ¡Baloncesto!


Mientras observaba a sus compañeros pasarse la pelota y hacer el habitual partido de entrenamiento, contaba en su cabeza el tiempo para que el entrenador se diera cuenta de su ausencia alrededor de la pista dando vueltas y le llamara la atención.


3...2...1


—¡Byun! ¡Vuelve a la cancha, aún te quedan cinco vueltas!


BaekHyun suspiró y se tomó su tiempo levantándose del banquillo y caminando perezosamente antes de ponerse a trotar de nuevo.


Cómo odiaba este deporte.


Si por él fuera, ya habría salido de ese odioso equipo hacía meses, nada más haber puesto un pie allí. Es más, ni se habría planteado jamás aparecerse por la cancha, pero su madre creía que su idea era brillante y era imposible sacársela de la cabeza, por mucho que BaekHyun insistiera o incluso suplicara.


Total, para todo lo que hacía. Desde el primer día que habían hecho las pruebas para medir el potencial de cada uno, BaekHyun fue clasificado como el "inservible".


Si alguien le pasaba la pelota, por mucho que intentara la perdería, como si tuviera mantequilla en las manos. Ya ni hablar si el lanzamiento era muy fuerte, se encogía para evitar que el balón le golpease (cosa que enfurecía a su entrenador). Y si por algún casual se hacía con el control, botaba la pelota más lento que un caracol enfermo por lo que quitársela de las manos era como robarle un caramelo a un ciego.
De esa manera, la única función que consiguieron darle a BaekHyun de utilidad fue la de calentar banquillo y repartir botellas de agua después de una jugada en los partidos.


No hacía falta ni decir que BaekHyun se sentía bastante humillado.
Al acabar de correr esas cinco vueltas que le quedaban, el entrenador finalizó el entrenamiento. Y como siempre después de cada clase, tocaba duchas.


Él siempre se quedaba rezagado, esperando a que los demás acabasen de asearse y vestirse para poder hacer lo mismo. No sé encontraba cómodo entre tanto macho de poco cerebro, porque inexplicablemente, a pesar de su poca capacidad intelectual, sí que podían poner a alguien en ridículo de formas crueles.


BaekHyun tenía su propia teoría de que su cabeza solo daba para maquinar complejas bromas, agotando todo su potencial y dejándolos sin nada para el resto.


Aquel era otro de los motivos por los que odiaba aquel equipo.
Después de que todos los neandertales esos se marcharan y dejaran el vestuario libre, BaekHyun se acercó a su taquilla sacando una toalla y un boté de champú. Como deseaba una ducha ahora mismo, se sentía asqueroso.


Abrió el grifo y esperó unos segundo a que el agua saliera caliente y se sumergió debajo del chorro, dejando que el agua lo recorriera por completo, lavándolo.


Se echó un poco de champú con olor a menta y se enjabonó su pelo negro, frotando fuerte para dejarlo bien limpio. Satisfecho, volvió a meter la cabeza debajo del agua, aclarándose y después se envolvió en la toalla, sacudiendo la cabeza para eliminar el exceso de agua.


Cuando acabó de vestirse y salió del vestuario, no se sorprendió al ver todo oscuro. Miró la hora en su móvil que decía que eran las ocho de la tarde y siendo como era invierno, era normal que ya fuera de noche.
También era normal que el entrenador se olvidase de que él aún estuviera allí dentro y ya apagara las luces de la cancha. Agradeció que ese simio se hubiera olvidado de las del vestuario, no sería gracioso ducharse a oscuras.


De lo que no se olvidó el estúpido de su entrenador fue de dejar todos los balones por ahí tirados para que él los recogiera. Como si ya no fuera suficiente con asegurarse que cada uno tenía una botella de agua y una toalla después de un partido, también tenía que recoger todo el material después de los entrenamientos.


Y sí, ya había intentado escaquearse, pero el todo-músculos-y-poco-cerebro de su entrenador le había mandado correr diez vueltas más de las habituales y no quería volver a correr el mismo riego.


Intentó no sentirse intimidado por el aura escalofriante que tenía el pabellón de noche. Con suerte tenía bastantes ventanas, como todo aquel ventanal que recorría la pared lateral (donde estaba la salida) y algunas pocas que había en el techo. Estas permitían que la luz lunar se colara por ellas e iluminara lo suficiente para que no hubiera necesidad de encender las luces. Sin embargo, esos rayos de luz le daban un toque tétrico al lugar, sin mencionar que hacía un poco de frío, y las sombras que se acumulaban en las esquinas parecían moverse, acechándolo.


Recogió las pocas pelotas que había por el suelo y las metió en una red. El eco de sus pasos se escuchaba por todo el pabellón y eso lo ponía un poco intranquilo, porque si no fuera por sus zapatos y su respiración, aquello estaría en absoluto silencio.


Al abrir la puerta de la sala de material se tropezó con algo, provocando un estruendo cuando un montón de cosas empezaron a caer. Cerró los ojos y esperó a que acabara.


Si es que allí la gente no sabía ordenar bien las cosas, si lo estuvieran, eso no habría pasado. Pero al parecer tardar un poco más de tiempo para que los distintos materiales estuvieran firmemente colocados y no haciendo equilibrio era mucho para ellos.


Cuando el silencio volvió a gobernar, se atrevió a echar un vistazo. No había mucha luz, pero la luna proporcionaba una iluminación suficiente para ver que todo allí estaba hecho un desastre.


«Mierda...»


Ahora tendría que colocar todo aquello. Dejó la red con lo balones en la puerta mientras entraba y empezaba a colocar en su sitio todo aquel material de Educación Física.


En su opinión las vallas y los potros eran solo un invento del demonio maquinado por aquellos profesores que no tenían nada mejor que hacer que ver como sus alumnos se ahogaban en su propio sudor.


Cuando acabó de poner todo en orden, lo que le llevó más tiempo de lo que esperaba, se sacudió las manos repasando la habitación con una mirada de aprobación.


«Perfecto».


Estaba a punto de salir e ir a recoger sus cosas para finalmente largarse de ese lugar cuando un crujido lejano lo alertó. Se quedó quieto esperando volver a escuchar algo parecido, pero los segundos pasaron y no se oyó nada, soló su -un poco- agitada respiración.


Con un encogimiento de hombros cerró la puerta de la sala de material y se dirigió de nuevo al vestuario para coger su bolsa.


Otro sonido volvió a resonar dentro del enorme pabellón. Esta vez pareció un pasó que procedía de la esquina del lugar, aquella que estaba llena de sombras y hacía a BaekHyun encogerse de incomodidad.


Miró fijamente la sombría esquina, esperando ver algo moverse.


Otro paso.


BaekHyun se tensó. Comenzó a pensar en hipótesis lógicas para que el miedo no empezara a atacarle. Bien podría ser que alguno de los orangutanes se hubiera olvidado algo... pero la puerta estaba del otro lado. A lo mejor fue su entrenador... No, lo mismo. Quizás algo se hubiera caído y...


Otro paso que resonó con fuerza, poniéndole los pelos de punta.


«Vale, BaekHyun, tranquilo. Seguro que es alguien que solo te intenta gastar una broma. Respira».


Pero por mucho que intentara calmarse, entre el aplastante silencio que lo envolvía junto con las sombras y la oscuridad que engullían el lugar y el resplandor de la luna que lo único que hacía era darle un toque lúgubre a todo aquello que tocaba con su resplandor, solo conseguían ponerle más nervioso.


—¿Hola? —se atrevió a preguntar, aún sin poder moverse del sitio—. Hola, ¿hay alguien?


Se dio la vuelta rápidamente cuando el sonido de unos zapatos chocando contra el suelo vino desde la otra punta de la cancha.


«¿Son más de uno?»


Decidido a que no quería ser la víctima de aquella terrorífica broma, se apresuró a entrar en el vestuario y coger su bolsa, saliendo rápidamente de allí de nuevo.


Estaba a mitad de camino de alcanzar la puerta cuando un gruñido, junto a un grito ahogado lo hizo detenerse. Se volvió, ya un tanto desesperado, hacía la oscuridad (escasamente disipada por la luna) que tenía detrás. Sus manos empezaron a temblar.


—Parad ya —su voz tampoco era estable—. No hace gracia.


Esta vez un golpe secó fue lo que se escuchó. Parecía que venía de una de las habitaciones del fondo. Aquellas que solo servían para acumular todo el material que ya no servía, a la espera de ser tirado a la basura.


No supo exactamente que fue lo que le impulsó a caminar en esa dirección, pero tampoco pudo detener a sus pies. A medida que se iba acercando, el miedo iba retrocediendo dando paso a la molestia. Ya era hora de acabar con aquella estúpida situación.


Se paró delante de la puerta y de un tirón la corrió. Aquella habitación tenía una ventana alargada que prácticamente ocupaba de punta a punta toda la pared trasera. Eso permitía que la luz de la noche iluminara de forma natural la sala.


Había un revoltijo de cosas que a simple vista no se podía identificar muy bien que era cada una. En general todo era muy normal, excepto por lo que yacía en el suelo.


BaekHyun se cayó al piso y no supo si fue de la espantosa impresión al ver los cuerpo destrozados de dos chicos que parecían de su equipo, o del repentino viento que lo azotó desde detrás.


Solo supo que de repente vio su cara a un palmo de un charco de sangre. Tardó dos segundo para que su mente procesara todo aquello. Levantó la cabeza, inspeccionando mejor el amasijo de carne y tela que tenía delante. Después de esos dos segundos, sus ojos se abrieron con terror y retrocedió con un grito de horror atrapado en la garganta y el corazón latiéndole tan rápido que era hasta doloroso.


Empezó a llorar cuando se dio cuenta de que aquello no era una broma. Su respiración se cortó cuando su espalda chocó contra algo duro.


Cerró los ojos con fuerza. No quería mirar, de verdad que no quería mirar. Se quedó ahí paralizado en el suelo, con su espalda contra aquella cosa dura y sus uñas clavándose en el suelo, aguantando la tensión.


Fue el cálido aliento que rozó su oído lo que hizo que abriera los ojos e imprudentemente girara la cabeza hacia un lado y un poco hacia arriba para mirar quién estaba detrás de él.


Lo primero que encontró su mirada fue una barbilla pintada de blanco. Se alejó un poco, tirando de su cuerpo hacia delante. Luego, sus ojos fueron subiendo por aquella cara. Un maquillaje blanco adornaba ese rostro hasta encontrarse con una maquiavélica sonrisa, acentuada con un rojo sangre, que la atravesaba hasta llegar a los extremos de este.


El resto quedaba oculto por las sombras. BaekHyun empezó a mover sus manos y sus piernas lentamente para apartarse de aquel hombre. Se fue moviendo hasta que una de sus manos cayó en algo pringoso. Miró de reojo para entender que había metido de lleno la mano en un charco de sangre.


Volvió la cabeza lentamente para observar como el individuo daba un paso, que rebotó en los oídos de BaekHyun, acompañando el incesante golpetear de su corazón. Con ese pequeño paso, el hombre dejó que su rostro fuera iluminado por uno rayo de luz que entraba en la habitación.


BaekHyun contuvo la respiración mientras sus ojos volvían a viajar a través de los rasgos del otro. Pelo enmarañado y oscuro, después bajó hasta encontrarse con aquel par de ojos que lo miraban con malicia. Esos orbes casi negro que por alguna extraña razón le parecían familiares.


Siguió mirando sin saber que hacer, dejando que el hombre se acercara a él. Cuando estuvo prácticamente encima de él, fue cuando su mente lo reconoció. Y no supo si aquello le alegraba o lo aterrorizaba.


Levantó la cabeza para continuar observando los ojos del hombre, mientras este avanzaba más. Y en el momento en el que ya estaba justo encima de él, su boca dejó que escapara el nombre de la persona que reconoció en esos ojos.


—ChanYeol.


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