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Blanca y Negra Nube por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

De nuevo me adelanto con la actualización pero quería subirlo, ya no aguantaba la tensión XD

 

Personalmente esta es mi historia de vida favorita ^^

 

A leer~

 

 

 

Una vida en la sociedad industrialista, época de defensa de derechos humanos, de igualdad, de paz, de regocijo porque el mundo progresa, de sonrisas al ver el futuro prometedor. Pero donde las cosas cambian con rapidez, las personas no siempre consiguen seguirle el ritmo. Cierta castaña tuvo la mala suerte de comprobarlo en carne propia, caminaba hacia la estación de policía mientras aguantaba las lágrimas, una de sus amigas la ayudaba a caminar y la dejó sentada en una sala llena de agentes, se sentía nerviosa

 

 

-sígame por aquí – le ordenaron y la castaña armándose de valor caminó siguiendo a aquel hombre alto que la condujo a una oficina pequeña. Su amiga le sonrió para darle fuerzas, así la castaña continuó con un poco más de firmeza. Tomó asiento con temor de los hombres que por allí pasaban, presionaba con su pañuelo la herida de su labio, y esperaba con paciencia a ser atendida. Llevaba aún la falda y la blusa que usaba en su trabajo de cajera en un banco

-su nombre por favor –

-Sawada Tsunayoshi – seguía las instrucciones de aquel hombre de mirada fría que la atendía, no lo miraba a los ojos y ni siquiera quería que se le acercaran. Tenía manchadas sus manos por la sangre derramada, su ojo derecho estaba hinchado y tornándose de un color opaco, sus lágrimas brotaban de vez en cuando…  esperaba la siguiente orden

-pronto vendrá Hibari-san a tomar su declaración

-gra-gracias – tartamudeó cohibida por las personas a su alrededor, se acomodó el mechón que caía por su rostro y suspiró tratando de no sucumbir ante la necesidad de salir corriendo

 

 

-yo la ayudaré el día de hoy… señorita Sawada Tsunayoshi – una mujer de alto porte ingresaba a la sala, sentándose detrás de ese escritorio lleno de papeles que la castaña veía con curiosidad

-si… – susurró mientras veía a la mujer de cabellera totalmente negra, largas hebras acomodadas en una trenza y un mechón que se recogía detrás de la oreja

-puede contarme que pasó – estaba seria, la pelinegra tenía puesto el uniforme de la policía, un brillante adorno reposaba en el bolsillo derecho de la chaqueta que traía.

-yo… - La pequeña castaña no se atrevía a mirarla directamente, esos azules metalizados la ponían nerviosa

-puede contarme con tranquilidad – esa voz calmada resonó en la mente de Tsunayoshi, quien suspirando, al fin se dio el valor de ver a la mujer que la ayudaría – tranquila, estoy aquí para ayudarla

-yo… quiero denunciar a mi… esposo – soltó con amargura observando los rasgos finos de aquella mujer que le superaba en estatura, se veía segura, dominante, sin miedos… la castaña desearía ser como esa policía

-¿él le hizo eso? – apuntó a las heridas en la mujer en frente suyo, un labio partido, un ojo morado, hematomas en el cuello y brazos, lágrimas secas en esas mejillas sonrojadas

-si… mi amiga me trajo… para denunciarlo

-¿podría decirme todo lo ocurrido? ¿desde cuándo pasa esto?, el nombre de su esposo y detalles más específicos – ordenó mientras una gran pena se instauraba en su pecho, podía parecer fría y brusca, pero no lo era del todo, al menos no si tenía que tratar con una personita atemorizada y en malas condiciones

-Julie… Kato – susurró mientras sentía las inmensas ganas de llorar nuevamente – yo… lo siento – se disculpó cuando sus lágrimas empezaron a salir de improvisto

-no se preocupe – habló la pelinegra levantándose hasta posarse en frente de la castaña, frágil y temerosa – tome… – se arrodilló enfrente de la chica ofreciendo un pañuelo

-discul…pe… – Tsuna la vio levantarse y con elegancia acercar una silla hasta quedar frente a frente – bueno… esto pasó… hace un par de horas

-¿primera vez?

-no… – respondió avergonzada, se había callado eso por mucho tiempo pero esta vez Julie se había pasado de la raya – él… él suele hacerlo cuando… se enfada

-sabe que usted tiene derechos, ¿verdad? – la castaña asintió – nunca más vuelva a callarse algo así – acarició la cabellera de la castaña con sumo cuidado para no asustarla más – estoy aquí para ayudarte – susurró mientras la abrazaba, una extraña necesidad de protegerla nació ese día… una necesidad muy familiar

-gracias – susurró aferrándose al cuerpo de la mayor, quien ahora le brindaba un cálido abrazo reconfortante – gracias… Hibari-san – susurró aferrándose a la mujer de extraña calidez que la llenaba de paz

-no volverá a tocarla

-hay un… una cosa – sollozó con más fuerza mientras se separaba de aquella policía

-¿qué es?

-estoy… estoy… tengo seis semanas – se mordió el labio al pronunciarlo y sintió la caricia en su mejilla, levantó su rostro hasta toparse con esos hermosos ojos azules, se avergonzó pues su apariencia no debía ser la mejor de todas en ese momento – yo no quiero…

-el jamás volverá a hacerle daño, se lo prometo… esa criatura crecerá sin problemas – aseguró mientras apretaba la mano de la menor y solicitaba ayuda médica inmediata

 

 

Las heridas superficiales fueron el menor problema para la castaña, que con miedo se escondía detrás de aquella policía cuando iban a sacar a Julie de casa para ponerlo bajo custodia. Tsuna se aferró a la mayor mientras se encogía debido a los insultos y promesas de muerte que su esposo le lanzaba antes de que lo metieran a la patrulla. Sin poder evitarlo se aferró al uniforme de la pelinegra y escondió su rostro apoyándolo en la espalda de Hibari. El miedo fue su compañero durante mucho tiempo, demasiado como para salir al mundo y enfrentarlo con la frente en alto. Tsuna se casó joven, cuando las promesas de amor parecían un hermoso futuro, nunca se había arrepentido tanto. Las flores cambiaron por insultos, los regalos cambiaron por gritos, las caricias por golpes y su vida se convirtió en un infierno del que no podía salir… eso solo hasta esa mañana, cuando quiso contarle a Julie sobre su embarazo, con la idea de que tal vez así su esposo cambiaría pero… Julie no estaba de buen humor y como siempre se desquitó con ella

 

Durante la recuperación y el divorcio en trámite, la pelinegra visitó a la castaña constantemente, la mantenía informada del proceso que se llevaba a cabo para encerrar a ese infeliz que le causó tanto daño. Hibari se aseguró de tenerla a salvo y Tsuna agradecía tanta atención, Kyoya incluso la ayudó para que encontrara un nuevo hogar, amplio, lo suficiente para una familia pequeña, hermosa y cálida, perfecta para Tsunayoshi. Así volvieron los días de paz… empezó una enorme amistad entre esas dos mujeres que vivían en mundos sumamente diferentes

 

 

-¿quieres que te acompañe a la siguiente visita al médico? – estaban en la casa de la castaña, quien en su día de descanso invitó a Kyoya para que almorzaran juntas

-no quiero molestarla – sonrió cuando dejó el plato correspondiente a su actual amiga, aliada y protectora – usted es una mujer ocupada… ya hizo mucho al dejar su deber y aceptar mi invitación

-no tengo problema alguno – adoraba la calidez de esa muchacha, con el aura pura, inocente, no entendía como ese hijo de perra fue capaz de dañar algo tan delicado

-insisto en que no quiero molestarla – sonrió Tsuna al ver la expresión satisfecha de la pelinegra en frente suyo cuando probó la comida – supongo que no puedo depender de usted por más tiempo – acarició su vientre de cuatro meses, un bultito delicado que marcaba su figura, un regalo que le dio la vida y su motivo de valentía para alejarse de aquel hombre que ahora esperaba condena definitiva, encerrado en una cárcel provisional pues por alguna razón sus abogados eran demasiado buenos y evitaban que fuera trasladado a una cárcel especializada

-el juicio final es la próxima semana – suspiró Kyoya, pues cuando eso sucediera ya no vería más a esa pequeña mujer – no te preocupes, esta será definitiva, no lo soltarán

-muchas gracias Kyoya-san – sonrió con tristeza pues le agradaba compartir pequeños momentos con aquella mujer, desde el incidente de la denuncia siempre se veían cada día, por motivos del proceso, o simplemente por apoyo moral… pero eso se acabaría – usted ha sido mi salvavidas

-fue un placer – devolvió la sonrisa fijándose en el leve rubor de la muchacha

-es la primera vez que la veo sonreír así – comentó mientras jugaba con sus dedos

-¿te acuerdas? – suspiró al ver la confusión de aquella muchacha – ¿te acuerdas de nuestra antigua vida? – su mirada se posó en la chocolate y sintió una punzada al entender que era solo ella la que tenía memorias antiguas

-¿usted cree en la reencarnación? – ladeó su cabeza sorprendida

-si – sonrió dándose por vencida, desde que la vio por primera vez, ese clic en su cabeza le trajo todas las memorias pasadas, una vida junto a su amado Tsuna, quien ahora tenía una figura femenina al igual que la suya

 

 

Ese día se separaron, Kyoya no quería obligar a Tsuna a recordar por la fuerza, tampoco quería traerle recuerdos dolorosos así que se quedó callada. Tal vez en esa vida, su destino era estar lejos una de la otra, sus almas no podrían vivir juntas como en algunas antiguas ocasiones. Kyoya siguió con su camino, liderando redadas, patrullando, enfrascada en su trabajo de protección a la ciudadanía, recordando muchos detalles de su última vida en donde formó una familia con Tsuna… de vez en cuando suspiraba a la vez que molía a golpes a cualquier atrevido que se atreviera a verla con doble intención, pues no estaba dispuesta a compartir su vida con alguien que no fuese su castaña alma gemela… la misma que siempre conservaba esa aura dulce

 

 

-¡Hibari-san! ¡Malas noticias!... Tenemos que ir a la casa de Sawada-san – su corazón se estrujó al escuchar el aviso de su compañero

-¿qué pasó?

-Julie escapó de prisión – Kyoya condujo como demente hasta llegar a esa casa que ocasionalmente visitaba, cuando llegó solo vio partir a la ambulancia y la siguió sin pensarlo dos veces

-¿cómo está la señora Sawada? – exigió saber a las enfermeras del lugar, las mismas que negaban pues la castaña no salía de la sala de operaciones

 

 

Dio vueltas en la sala de espera, ni siquiera le importó saber que Julie fue capturado, que la llamada fue hecha por una vecina que escuchó los gritos, le importaba muy poco lo que pasara al mundo. Lo que Kyoya quería saber era el estado de aquella castaña a la que amaba en silencio, tal y como lo hizo en muchas vidas pasadas, con tanta intensidad como la primera vez. Lloró de impotencia al ver a su alma gemela reposando en una camilla en terapia intensiva, le prometió cuidarla y al final no lo hizo. Se recargó en el cristal que mostraba el cuerpo herido de Tsuna, tubos, cables y la blanca sábana… la misma que evidenciaba la carencia de aquel bultito que hacía ver a Tsuna malditamente adorable

Cuando Tsuna despertó una semana después del desastre, lo único que hizo fue llorar, mirando al techo derramando silenciosas lágrimas en ríos que no se detenían. Kyoya estuvo allí apoyándola en silencio, observando con impotencia como la luz de aquellos ojos caramelo se desvanecían de a poco. Se mantuvo seria todo el tiempo, mordiéndose el interior de sus mejillas hasta sentir el sabor metálico de su propia sangre

 

 

-Kyoya… – llamó a la mujer que a pocos pasos de ella se encontraba mirando por la ventana – lo recordé… – susurró ganándose la total atención de la pelinegra

-lo siento – sollozó en silencio, sentándose junto a la cama y sin mirar a la más joven quien jugando con sus dedos se perdía en sus pensamientos

-el destino es cruel – se quejó llorando nuevamente – me quita lo que más amo de formas inhumanas –

-debí haberme  quedarme contigo

-no es tu culpa… yo no recordaba nada – pues en la operación cuando veía la muerte y luces brillantes, muchas imágenes surcaron su mente… en todas estaba Kyoya

-debí ofrecerte mi amistad incondicional

-pero no es eso lo que sientes – sonrió con melancolía mientras tiraba de la mano de Kyoya acariciándola con devoción – es algo más fuerte – besó el dorso de la mano de su acompañante

-Tsuna… yo te amo a pesar de las diferentes vidas que llevamos – se levantó sentándose en el filo de la cama de aquel hospital, mirando aquellos ojos dulces, juntó sus frentes mientras dejaba caer un par de lágrimas, después de tantas vidas ya llorar se le hizo costumbre – daría mi vida por tu felicidad

-quédate conmigo – susurró mientras posaba sus labios sobre los de la pelinegra – por favor

-lo haré – correspondió al beso y lo continuó, poco le importaba si alguien la veía

-perdí a mi hijo… – sollozó abrazándose a la mayor y reposando su mejilla en los pechos ajenos solo para escuchar los latidos acompasados con los suyos

-el maldito pagará caro – sentenció la pelinegra mientras acariciaba las hebras revoltosas

 

 

Kyoya estuvo al tanto de todo el proceso, fue testigo, fue colaboradora en las investigaciones, estuvo sentada justo detrás de Tsuna en el juicio, brindándole apoyo moral. Sonrió satisfecha cuando le rompió la nariz al malnacido que la llamó “mierda de policía, mujer débil… zorra de traje” poco le importó los insultos, pero los usó como excusa para molerlo a golpes antes de dejarlo con los guardias para que lo trasladaran a la nueva cárcel. Y por supuesto movería influencias para que lo trataran como la basura que era.

Kyoya se mudó con la castaña apenas la menor salió del hospital, no la iba a dejar sola, debía aprovechar todo el tiempo que podía tener en aquella vida. Fueron felices los tres años siguientes, compraron un pequeño cachorro que era el consentido de la castaña, paseaban en las vacaciones, viajaron un par de veces a recorrer los lugares que desconocían aun, se juraron amor eterno una vez más... y una vez más todo se truncó por obra del destino

 

 

-Kyoya… Kyoya – llamaba desesperada pues en frente de ella tenía a Julie, la mirada del que fue su esposo, era maligna. Estaba sola en casa, su mascota no le avisó del intruso… seguramente Julie se encargó de su pequeño perro antes de subir a la planta alta

-sucia zorra asquerosa – amenazaba sosteniendo un bate de béisbol en su mano. La castaña no sabía a donde correr, mejor dicho, no tenía a donde correr, estaba en su habitación, en el segundo piso de su casa – por tu culpa me podría en la cárcel

-aléjate – suplicó mientras trataba de ubicar las tijeras en su mesita de noche, lo que fuera necesario para defenderse – aléjate… por favor – peros sus manos solo tocaban el vacío cajón

-y mira que vivir con la otra zorra que me golpeó y arruinó mi vida – se acercaba a paso decidido hasta que tomo la muñeca de Tsuna y la arrojó contra el espejo de cuerpo completo, rompiéndolo por el impacto

-ayuda… – susurró al sentir como el cristal se calvaba en sus palmas y veía horrorizada a aquel hombre acercarse – por favor… – temblaba al ver como el bate era levantado y lazó un grito cuando sintió que el primer golpe iba a ser lanzado

-¡no te atrevas! – Kyoya llegó justo a tiempo, con todo el entrenamiento recibido combatió al tipo, lo golpeó con fuerza hasta hacerlo sangrar por la nariz – jamás le volverás a poner un dedo encima

-mereces la muerte – gruñó el hombre caído mientras usando el bate que soltó debido al primer golpe, arremetía contra la policía dándole de lleno en el estómago y dejándola sin aire  para después patearla en la cabeza y verla caer

-¡Kyoya! – gritó Tsuna quien temblorosa no sabía cómo reaccionar – ¡vete! ¡Vete! – pedía entre sollozos mientras se ponía en frente de la azabache. Julie la tomó por el cuello arrojándola lejos de nuevo, pateó las costillas de Kyoya con mucha fuerza. La castaña se lanzó encima del tipo pero siempre terminaba siendo arrojada en contra de la pared nuevamente

-debería matarlas lentamente – sonrió con malicia antes de desaparecer por la puerta

-Kyoya, Kyoya – trató de levantar el cuerpo de su amada, pero era imposible cargarla y correr – por favor despierta – un golpe la hizo caer en la inconciencia y lo último que vio fue la sonrisa maniática de su antiguo esposo

 

 

Cuando Tsuna abrió los ojos nuevamente la luz la cegaba, pero no era el sol… eran las llamas que consumían las cortinas y las sábanas. A su lado tenía a la pelinegra a la que golpeó en el rostro hasta despertarla. El calor abrasador consumía todo a su paso, tosían debido al humo. Tsuna gritaba por ayuda desde el segundo piso pero la ventana no cedía, estaba bloqueada, la puerta también, el cuarto se estaba consumiendo con rapidez y Kyoya estaba mal herida, con un par de costillas rotas. Tsuna intentó romper el vidrio para que el aire entrara pero sus fuerzas se desvanecían, se abrazó a Kyoya con desesperación llorando nuevamente. Kyoya se movía erráticamente buscando algo para romper el vidrio, pero caía de rodillas por el fuerte dolor, Tsuna la trataba de levantar pero no había forma. Veían el techo desquebrajarse, no sabían si su casa se consumía entera o solo era su habitación pero… Tsuna tenía que hacer algo. Con todas sus fuerzas arremetió contra la puerta, lo hizo aunque su hombro le doliera horrores. Cuando la puerta cedió, Tsuna  se horrorizó al ver que el fuego ya volvía cenizas el resto de la casa

 

 

-Tsuna – la azabache gimió adolorida, apenas podía moverse – Tsuna ven aquí – le ordenó mientras se arrinconaba a uno de los muebles, el armario era lo único que no estaba en llamas, el humo negro se adentraba en sus pulmones cuando abrazó a la castaña

-Kyoya… tengo miedo – susurró abrazándose al cuerpo de su amada

-tranquila – tosió sintiendo el cansancio consumirle, cuando vio que alguien rompía el cristal de la ventana

-¡vamos! ¡Acérquense! – ordenó el bombero mientras ingresaba la manguera para aplacar el ardiente fuego

-Kyoya, vamos – ayudó a la pelinegra a levantarse, caminaron despacio hacia el bombero, todo bien hasta que Tsuna escuchó un crujido. Desesperada empujó a Kyoya a los brazos de los bomberos – ¡salgan! – les gritó mientras con horror veía el mueble que no se quemaba empezar a separarse de la pared

-¡¡TSUNA!! – pataleó cuando el bombero la sacó por la ventana – ¡Tsuna! – estiró su brazo hasta la ventana que de pronto escupió llamas intensas

-¡bájala! – ordenaba el otro bombero – ¡bájala ahora!

-Tsuna…. Debo ir por ella – gruñó tratando de zafarse aunque le dolía sus costillas, trató de regresar pero no se lo permitieron

-señorita primero es su salud – y así la bajaron por las escaleras sin darle oportunidad de correr hacia la casa en donde perdió de vista a su castaña. El dolor la dejo sin aire, sus piernas le temblaban pero trataba de no caer en la inconsciencia mirando la ventana de donde los bomberos luchaban usando mangueras

-¡¡TSUNA!!! – gritó desesperada al ver que nadie más salía… se quebró de nuevo ese día

 

-lo sentimos – informó uno de los hombres de traje rojo mientras entregaba el collar que Kyoya le regaló a Tsuna cuando durmieron juntas la primera vez – la sacamos pero… el mueble cayó encima de ella… murió instantáneamente 

-no… no… ¡no me mientas! – gruñó lanzándose en contra de aquel hombre, le dolía todo el cuerpo pero más le dolía el corazón. Peleó con el hombre, lo amenazó una y otra vez pero la respuesta era la misma

-en verdad lo siento…

- ¿hasta cuándo?... – sollozó arrodillada en el suelo – ¿hasta cuándo pasará esto?... – se quejó en medio de sus lágrimas – ¿hasta cuándo debo perder a Tsuna? – golpeó el suelo hasta que sus palmas sangraron – ¿hasta cuándo?... por favor… ya basta – suplicó al aire, sollozó desesperada mientras su cuerpo le punzaba entero – ya no puedo…. Aguantar… ya no puedo verlo morir…

 

 

 

 

 

somos crueles!… ¡¿acaso no podemos terminar con esto?! – protestó desesperado, su mente se quebraba con cada atroz forma de castigarlos 

-alguna vez se acabará – afirmó con calma

-¿cuándo? – protestó

-no lo sé

-¡¿acaso no pueden dejar de torturarme así?! – lloró… un ente que derramaba finas lágrimas

-debes aguantar un poco mas

-¿por qué? – hipaba… se tiraba de los cabellos  rubios

-porque ellos deben expiar su falla

-¿tan malo es enamorarse?

-ellos incumplieron – se mordió el labio cuando observó a su compañero golpear su frente con el suelo

-ya basta… ya no soporto esta tortura

-aguanta una vez más

-ya no… ya no…

-tienes que hacerlo

-Alaude por favor… ¡maldito idiota! – gritó derramando sus lágrimas en aquella vasija llena de cristalina agua en donde una figura se mostraba – por favor… ¡haz algo!

-sabes que debes castigarlos – no se inmutó al ver las lágrimas de ese rubio ser, con un par de alas blancas y hermosas

-ya no… ya pagué mi error – se arrodilló en aquella nube en la que residía en soledad… sin poder tocar a nadie más que a sí mismo

-ellos no acaban aún – el rubio mayor se mostraba  con ropa oscuras, de su espalda brotaban un par de alas negras – Giotto… una vez más

-ya no – suplicó mirando a través de la vasija a la mujer pelinegra llorando en la tumba que tenía escrito “Tsunayoshi Sawada, hermosa mujer, poderosa guerrera” – ellos no… ya no…

-ceder la esencia de un demonio para que un ángel viva es inaceptable, ceder la esencia de un ángel para que un demonio viva es imperdonable, combinar las esencias de un ángel y un demonio es sacrilegio, es atroz – comentaba Alaude quien veía su propia vasija con la misma imagen de la misma pelinegra arrodillada en frente de esa tumba

-ellos se amaban – sollozó mientras levantaba su mirada hasta ver la nube adjunta, tan oscura como el carbón,  en donde el ángel de alas negras reposaba, estaban cerca como para hablar, mas no para tocarse – ¿qué hicieron mal?

-lo mismo que nosotros – suspiró mirando como el rubio ángel se limpiaba las lágrimas de su rostro – combinar orígenes no está permitido

-que cruel – se quejó mirando al otro rubio con rabia – ¡¿por qué no lloras?!

-porque no puedo… soy un ángel caído… un condenado

-¿tan malo fue que yo te amara? ¡¿Tan malo fue que Tsuna lo amara a él?! – apuntó a la vasija de agua cristalina

-no hacemos las reglas – gruñó harto de esa situación, esa tortura

-pero las rompemos – se quejó mientras ya recompuesto sacaba un par de conchas blancas

-una vez más – sonrió de medio lado… Alaude sabía que Giotto tomó razón nuevamente

-¿la última?

-la última – le aseguró como lo hizo varias veces antes… mentía con descaro pero esta vez no lo haría

-¡te arrancaré las alas con mis propias manos  si me mientes de nuevo!

-no te miento… esta es la última – Alaude llevaba la cuenta, él recordaba cada vida de ese par de humanos… antiguos ángel y demonio

-¿entonces puedo solo hacerlos renacer y ya?… - al fin sonreía después de años, siglos… no sabía

-ya no tienes que provocar sus muertes… ellos ya son libres

-¿y nosotros?

-también

 

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció?

Yo adoré escribir esto, ¿Por qué? porque... bueno si no estoy mal, esto es como mi primer yuri jajajaja Además, esta historia me conmovió demasiado, esta vida es la más trágica creo 

 

Muchas gracias a las personitas que leen mis locuras, aunque a veces me paso y las ahuyento de mis fics jejejeje... aunque supongo que no todos comparten mi pequeño gusto por destrozar la vida de mis parejas favoritas, de vez en cuando siempre es bueno escribir algo dramático, trágico y que no tenga final feliz. Lo que me recuerda que aun me protestan por no dejar juntos a Reborn y Lambo en otro de mis fics... bueno, aceptar el odio de todos también es mi deber

 

Muchas gracias a las personitas que me han dejado reviews, en verdad los aprecio y son mi fuente de energía~~ los responderé en seguida

 

Bueno, sin más que decir me despido. Nos veremos en la finalización de esta pequeña historia. Un capítulo más larguito que los anteriores para terminar ^_^

 

Cualquier duda, sugerencia, reclamo, lo que deseen pueden dejarmelo en un review o un mensaje e facebook, les contesto con gusto 

Nos vemos 

bye bye~

besos~


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