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Cada hora por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

Notas del capitulo:

Después de siglos les vengo a traer este pequeño shot recién salido del horno.

 

Cada hora se diluía como agua. Cada minuto se escurría como arena. Cada segundo se iba como el viento. Y cada paso dado por el tiempo sentía que sus piernas en cualquier momento cederían ante su peso. Los músculos de la cara le dolían ante la pequeña sonrisa que se esforzaba por mostrar ante los demás, sonrisa que sólo dos personas o quizá más sabrían de su verdadero significado. La algarabía se encontraba a sus espaldas, correr no era una opción, mostrar la verdad era impensable. Su mente se encargaba de torturarlo y someterlo ante el futuro incierto que se mostraba ante él.

Sabía que debía resistir. Tenía que resistir, después de todo ¿no poseía una fuente de energía inagotable? Pero para esos momentos ya dudaba de ella. Sus manos temblaban en ansia, necesitaba con urgencia aquel pequeño tubo blanco lleno de tabaco y nicotina recorriendo su sistema respiratorio, y, sin embargo seguía ahí, resistiendo los disparos de felicidad de familia, amigos y su pareja.

Se repite cual mantra: un poco más, sólo un poco más.

Cerró sus ojos ante el aire frío chocar contra su cara, ventajas de vivir en el quinto piso de un lujoso edificio de departamentos, maldito niño rico. Su mente viajó al verano de segundo de preparatoria, donde un viaje que tachó de aburrido y tedioso se convirtió en el mejor de su vida. Bastó sólo un mes para caer rendido ante aquel joven desconocido que le mostró demasiadas cosas que nunca tuvo en cuenta. Las estrellas, la luna, la puesta de sol, el mar, la marea, las personas, la naturaleza incluso le enseñó el funcionamiento de la arena; todo de manera poética, filosófica y con sonrisas.

Por primera vez encontró la vida divertida. Sus deseos de vivir aumentaron, de buscar y enfrentar retos tanto dentro como fuera del país, y, de la misma forma en que sus deseos se mostraron ante sus ojos tan deslumbrantes como abrumadores se topó con una pared que durante mucho evito. Se había enamorado de aquel joven de ojos, cabello y personalidad singular. Siempre retándolo. Siempre riendo. Siempre divirtiéndose.

Y así como la marea se lo presentó, le dio las fuerzas bajo la luz de la luna el decirle su sentir. Mental y sentimentalmente se preparó para un rechazo, para rogar por una  amistad que quizá con el tiempo sus sentimientos bajarían de nivel, no para ser tomado con tanta gentileza entre unas manos cálidas para después ser besado con calma. Su primer beso cargado de verdades y no de falsedades. De sus labios apenas saldría una pregunta cuando ya tenía a sus oídos atiborrados de palabras hermosas en compañía de una pregunta tan estúpida. Esa noche se dedicó a besar y contemplar el mar entre los brazos de su novio.

El verano pasó de ser genial a algo asombroso. Las caricias siempre se encontraban presentes al igual que los besos robados. Las sonrisas dadas eran auténticas. Se sentía dichoso y sumamente feliz, sin embargo aquella felicidad se veía opacada conforme el tiempo transcurría y el verano llegaba a su fin. Con resolución le pidió estar juntos por una semana en una cabaña que poseía su abuela cerca de la playa a las afueras del pueblo. Con beso y chapuzón obtuvo su respuesta.

No obstante nunca se sintió tan… ninguna palabra podría describir lo que sintió aquel 6 de agosto. Una cena, besos, historias contadas para después caer en la vorágine de sentimientos más perturbadora y deliciosa que nunca antes hubiera experimentado. Se sintió fuego. Se sentido hielo derritiéndose ante cada toque, beso o caricia. Se sentía asfixiar con cada embestida. Por primera vez dejó ver su verdadero sentir.

Un toque le sustrajo de su memoria. Su sonrisa fue puesta cual robot acatando una orden. La mirada verde de su hermana le dejó claro que dejara de fingir. Negó con la cabeza y su mirada se volvió hacia el interior del lugar. Los chicos reían ante un juego ofrecido por Kise alrededor del comedor, su novio al lado de Takao con sonrisa de oreja a oreja. Sus miradas se encontraron para perderse en aquel hermoso fuego. Le dio una sonrisa para regresar al mundo de los recuerdos.

Dos meses después de aquel verano, seguía mensajeando con su novio, pues decidieron intentarlo de lejos, está feliz pero extraña encontrarse entre sus labios o brazos. Su flojera se desvanecía con sólo escuchar la música característica. Lástima que ese día se llevaría una desilusión que le puso por unas semanas en las manos de la depresión. Al abrir la puerta del gimnasio donde su equipo se enfrentaría amistosamente con el de su viejo amigo, su sonrisa murió, un nudo en la garganta lo invadió al igual que un abismo en su estómago. Las risas cedieron conforme se daban cuenta de su presencia, y, aquella sonrisa que le fascinaba se volvió grotesca y repulsiva pues ante sus ojos tenía a su novio que al parecer nunca existió.

Ignoro llamados. Ignoró las súplicas. Ignoro a su cuerpo que quería convulsionar y derramar lágrimas de impotencia, dolor y tristeza. Sin embargo no ignoro los mandatos de su capitán y entrenador. Actitud que tomó a todos de sorpresa pero no a cierto chico que se mordía el labio en un acto reflejo de la impotencia o desesperación corriendo por su cuerpo.

No soporto estar un momento más en su presencia. Detuvo su carrera en busca del balón para girarse, tomar sus cosas y salir de aquel lugar venenoso. Detrás de sus pasos la persona a la que se entregó. Golpeo, grito y volvió a golpear. Su cerebro no registraba las palabras dadas. Sus mejillas humedecidas por el llanto que ya no pudo retener. Golpeo, grito y se alejó sin esperar más. Unas semanas después tenía a su verdugo sobre su cuerpo pues el maldito como ladrón de quinta se metió a su cuarto, entrelazo sus manos y con la mirada le advirtió que no gritara y que lo escuchara; a regañadientes y murmurando un sinfín de maldiciones le escucho.

Al parecer su hermano le había jugado una broma pintando su cabello de negro a días de viajar, su sorpresa fue mayor al encontrarlo en la playa así que reuniendo valor se acercó a hablarle. Le dio el nombre de su padre porque no sabía cómo reaccionaría al saber quién era realmente y mucho menos le habría dejado acercarse como lo hicieron, todas las facetas y cosas que le dijo eran verdad salvo con su familia pues no quería que se diera cuenta. Realmente deseaba contarle pero temía la reacción y perderlo. Le suplico mil veces perdón acompañado de lágrimas, besos y caricias.

Después de aquella noche se maldijo ciento de veces por tener un corazón de pollo ante lo que hiciera su novio.

El sonido de un vaso roto le regreso. Se adentró a la habitación que ante su presencia quedó sumida en silencio, las miradas lo seguían cual halcones a su presa, con toalla en mano recogió los pedazos de cristal. Analizó la cocina, suspiro, tomo sus llaves y salió del recinto.

Necesitaba calmarse. Necesitaba tiempo en calma para digerir todo lo ocurrido en sólo una semana.

Como autómata entró al supermercado de 24/7 para comprar lo faltante en aquella fiesta. Tomo una botella de jugo y su mente abandonó su cuerpo.

Su relación no fue aprobada del todo de parte de ambos padres. Sus amigos o conocidos se dividieron en felicitaciones, tolerancia o ignorancia. Aquello lo perturbó un poco pero dado que se encontraban en preparación y elección de universidad y carrera eso quedó en segundo plano. Al final ambos postularon en la misma escuela con diferentes carreras. Ambos fueron elegidos por el equipo de baloncesto de la universidad como titulares. Sus horarios compaginaron el primer periodo por lo que casi no sufrían de abstinencia uno del otro; en el segundo no tuvieron mucha suerte y en el tercero ni se diga. Cada vez que se veían terminaban enredados entre las sabanas donde no sabía qué miembro pertenecía a quien, después las charlas, besos y caricias se hacían presentes, incluso hubo días en los que apenas salían de la cama.

Un llamado le regreso a la realidad. El dependiente le miraba con gesto preocupado pues se había quedado inmóvil observando el envase, le respondió que no era nada. Busco el resto de las cosas, pago y camino de regreso a casa tan lento como su cuerpo se lo permitió. Su mente le volvía a jugar bromas crueles al proyectarle el mismo recuerdo.

Una semana atrás su novio había regresado a casa tan pálido como el papel, preocupado se acercó preguntando el porqué de su estado, segundos que le parecieron eternos la tan ansiada respuesta le llegó: fui seleccionado para jugar en la NBA y cursar el resto de mi carrera en Londres y Estados Unidos. Aquel mensaje fue un balde de agua fría para él. Apenas se encontraban cursando su segundo año, a él le restaban todavía tres años y si ya era seleccionado para jugar en la NBA significaba que no lo vería más. Cinco minutos después su chico estalló en carcajadas y felicidad. Felicidad que no pudo poner objeción ante su forma de celebrar y mucho menos ante aquellos ojos brillosos y sonrisa de idiota.

Una semana había pasado de aquello. Una semana en la que no se pudo concentrar del todo en sus clases o prácticas y cuando por fin hizo aparición el bendito viernes se topa con una jodida fiesta de celebración y despedida para con su novio. Amigos y algo de familia de la misma edad se habían auto invitado a aquella fiesta. Su enojo y frustración murieron ante la felicidad irradiante cual faro emanaba su pareja.

Entro y apenas lo hizo se le abalanzaron cual leones en busca de comida. Las bolsas fueron arrebatadas de sus manos, camino aún un poco sorprendido por el ataque. Observó a su alrededor, todos irradiando felicidad y diversión, y él sólo quería paz. Quería alejarse, quería caminar a la estación de trenes comprar el tiquete del tren que fuera lo más lejos de su casa pero sabía que aquello quedaría en sólo deseo. Estaba harto, los oídos le punzaban por la música y las risas estridentes, le dolían los músculos de la cara por mantener una sonrisa que no sentía y todos los músculos de su cuerpo gritaban por relajación. Con una mirada busco a Kuroko o Satsuki pues eran los único que seguían sobrios, aparte de él, para pedirles que los cuidaran pues ya no podía más.

–Los cuidaremos.

No necesito escuchar más para girarse, dar un tenue gracias y perderse en el pasillo. Se adentró en la habitación, conforme iba caminando se fue desprendiendo de las prendas para meterse en la tina. No supo cuánto tiempo estuvo ahí pero su cuerpo se sentía demasiado laxo que dudaba siquiera tener la fuerza para salir. Demasiados suspiros para alguien tan joven se dijo. Salió sin importarle que mojaba a su paso, tomó una toalla para secarse lo necesario, cogió lo primero que vio para ponérselo. Abrió las mantas para enredarse entre ellas. Jalo su mochila para de ella sacar un sobre que marcaría el resto de su vida.

Sus ojos se atrevieron a desobedecer una orden directo de su cerebro y corazón. No llorar. No derramar una lágrima más. Sin embargo sabía que aquello sería imposible pues dolía. Dolía saber que en poco tiempo ya no tendría un soporte a cual aferrarse. No habría más sonrisas, caricias o besos. No habría más desayunos en la cama o duchas compartidas. No más salidas. No habría nadie a quien aferrarse cuando la tormenta se desate.

Se acostó observando aquel sobre. Sus pensamientos eran tan ruidosos como aquel día en la playa, y, sin embargo una parte de su ser se sentía feliz por su pareja pues con aquel programa podría conocer mundo y enfrentarse a grandes adversarios, pero… él no deseaba soltarlo, no cuando lo iba a necesitar. Sus manos se fueron alrededor de su cuerpo, sus piernas fueron subidas y doblas hasta su propio pecho quedando en forma fetal mientras su cuerpo sufría de los espasmos de un llanto que hacía mucho no dejaba ver la luz.

Cuando menos se dio cuenta unos brazos ajenos ya lo rodeaban. Palabras eran susurradas a su oído mientras pequeñas mariposas eran dejadas en parte de su rostro, y, aquello en lugar de confortarlo lo hundió más con la diferencia que sus manos soltaron su cuerpo para aferrarse al contrario, sus piernas dejaron su posición para mezclarse con las contrarias. Siguió llorando. Se dijo que aquella noche entre esos brazos que lo protegían y amaban se derrumbaría, lloraría lo que no podría en años. Lloraría por todo el futuro turbio que se mostraba ante él.

Al abrir nuevamente sus ojos la luz del sol se colaba por la venta. El viento silbando su melodía mientras las cortinas danzaban a su alrededor. Salió de la cama. Su pareja se situaba tras la estufa mientras un olor delicioso invadió sus fosas nasales, al igual que la noche, se aferró a él por la espalda.

El resto del día las palabras iban y venían como la marea. Sus besos y caricias igual que el viento. Por la noche en compañía de la luna ambos cuerpos cayeron en aquel lecho testigo mudo de un sinfín de noche color fuego o hielo.

Entre su mano sus cabellos se deslizaban con suavidad, la otra repartía caricias en su rostro mientras sus labios regalaban toques tan suaves que las flores le tendrán envidia al ser que recibía aquellos mimos.

–Hazme el amor todas las noches.

Tatúa en mi piel tu marca. Pensamientos no dichos pero si gritados con la mirada.

­–Haz la maleta cuando yo esté dormido o fuera de casa.

Para no saber cuándo te irás de mi lado. No quería saber del tiempo restante a su lado.

–No me despiertes para despedirte, que nuestro último recuerdo sea el rostro contrario, sudoroso causado por las veces que hicimos el amor.

Quiero despertarme de un sueño, para enfrentar la realidad como un día más antes de conocerte. Las lágrimas volvieron a descender por su rostro. Lágrimas usurpadoras del placer.

 

 

 

Cinco años después.

En las playas de California se podía apreciar un hombre de musculatura firme, ojos fieros y cabello singular surcando las olas que le mostraron un tesoro sin igual. El tiempo había hecho su trabajo en aquel ser al igual que los entrenamientos recibidos en dos de los países patrocinadores. Su corazón seguía goteando sangre ante la desaparición de su dueño. Cansado y su cuerpo pidiendo algo de alimento abandonó las aguas para acercarse a sus cosas, su celular viejo temblaba como una hoja al viento. La extrañeza no se hizo esperar pues la mayoría mandaba textos por alguna de las aplicaciones que actualmente eran parte de la vida diaria.

Lo tomo, para su sorpresa un texto fue recibido. Para su extrañeza una foto del mar reflejando la luna venía adjunta.

 

Si tu corazón aún me pertenece después de todos estos años, búscame, búscame hasta debajo de las piedras, atraviesa los mares cual pirata en busca de su tesoro para que al final de la travesía encuentres mi corazón en compañía de una estrella que no dudaras en amar y proteger.

 

Notas finales:

Espero les haya gustado.

Nos seguimos leyendo.

Yanne. xD 


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