—¡Llegué!—Dijo el de cabellera azul apenas entrar a su departamento compartido. No recibió respuesta alguna de la persona que estaría allí adentro. El recién llegado suspiró tratado de no hacerlo notar. Cerró la puerta y se adentró más en su Hogar. Dejó sus cosas de trabajo sobre el sillón. Se dirigió al mini bar y cocina que tenían, y se sirvió un poco de leche que quedaba en la nevera justo al lado de las manzanas recién compradas. Entre eso, se extrañó un poco de que Jaden no estuviera por ahí haciendo algo, recién eran las 10, por lo general él se quedaba viendo alguna serie nocturna hasta tarde. Aunque, ahora que lo recordaba, él había dicho que lo esperaría para algo. ¿Por qué no se había asomado ya? Era raro. A menos que...
Ni se percató de donde dejó el vaso de plástico Semi lleno de leche. Salió de la cocina y atravesó el mini bar doblando la esquina y encontrándose con los vacíos pasillos. Pasó de la primera habitación como si fuera un rayo y llegó al fondo en frente de uno de los dos baños. Dobló a la derecha y abrió la chapa sin detenerse a tocar la puerta.
La verdad, abrió un poco los ojos cuando abrió.
—Que... Adorable...—murmuró sonriente. Jaden, se había quedado dormido en el escritorio. Todo el desorden de cosas ocultaba un poco lo que estaba haciendo. Johan se acercó a él y le puso una mano en la espalda.—Jaden...—le llamó en un susurro.—Jaden...—no reaccionó siquiera. El de ojos esmeralda sonrió. No se atrevió a volver a hablar más. No quisiera que ese estado de paz fuera perpetrado. Se alivió de que solo se había dormido, se había alarmado por nada.
Se las arregló para hacerlo. Cargó al castaño por la espalda y los pies. Avanzó paso a paso y se detuvo en frente de la cama. Quitó la cobija que había allí encima y la corrió a un lado. Lo dejó sobre la parte desnuda de la cama. Cuando lo soltó se percató de qué estaba cerca de su rostro. Su hermoso y angelical rostro. La boca un poco abierta y una respiración suave, logró que Johan se hipnotizara por completo. Detalló toda su cara, cada lunar, cada poro, cada pelo o arruga estaba a merced de los ojos esmeralda. Hasta que su mirada se posó en sus labios. Sus delgados labios. Su indecisión se volvió masiva. ¿Debería? Se acercó un poco a sus labios con la intención de besarlos. Pero entonces sintió la cálida respiración del castaño y recapacitó. No eran novios. ¿Cómo demonios se iba a atrever a hacer aquello? Se retractó y tiró su rostro un poco para atrás con una expresión de impotencia. Me retiro de alli y lo arropó. Dolía, pero sabía que dolería mucho más perderlo para siempre. Tenía que contenerse si no quería que su amigo se fuese. Lo dejó debajo de las suaves sabanas que tenía y se retiró por de la habitación.
No se percató ni siquiera de la carta que había sobre el escritorio con un "Te amo" impregnado en su hoja con un fuerte marcado rojo y al lago de unos pequeños corazones.
A la mañana siguiente....
—¡Y aquí está!—anunció con gracia cuando llegó a la sala donde estaba Johan junto con sus cartas. Una mirada esmeralda se posó sobre él y sobre la bandeja con dos manzanas con un cuchillo que portaba.
—Ah...—pronunció algo sorprendido sin saber bien qué era lo que pretendía el castaño frente a él.—¿Qué es eso?
—Eso es queso—bromeó con una sonrisa. Johan soltó una pequeña sonrisa. A veces los chistes de Jaden no eran los mejores, pero él prefería eso a nada. El de los ojos café soltó una risita.—Es que hace rato me dijiste que tenías hambre.
Oh. Ya era más claro.
—Ah... Gracias—agradeció con una sonrisa. Entonces alargó su mano con la intención de coger una manzana. Jaden lo detuvo.
—Espera, espera, tengo que quitarles la piel. —Y entonces se sentó con los pies cruzados. La bandeja la puso a un lado y agarró a una manzana y el cuchillo.
—Gracias, pero no hace falta.—dijo Johan. Jaden le mostró una pequeña sonrisa.
—Sé que no has comido desde que te levantaste,—dijo Jaden.—no sé cómo puedes aguantar tanto sin comer.
—Y yo no sé cómo te mantienes flaco...—dijo alzando una ceja.—Y hermoso...—agregó murmurando mirando a otro lado disimuladamente.
—¿Dijiste algo?—preguntó al parece oír un murmuro por parte del de cabellos azules. Este último inmediatamente se alarmó un poco e inventó cualquier cosa para responder.
—Q-Qué a veces comes mucho—aunque tartamudeó, la respuesta no fue discutida por el castaño.
—Mmm... Tienes razón...—aceptó sin más. Entonces procedió al pelar la manzana. En sí, tenía un corte muy irregular y su manera de cortar tampoco era muy segura. Johan lo miraba algo preocupado. A este paso el terminaría...
Y sucedió.
—¿Estás bien?—preguntó algo alarmado al ver que había alejado repentinamente la mano de la trayectoria de la hoja del cuchillo. Repentinamente él se metió un dedo a la boca. Fue un poco más visible que había sucedido. Johan suspiró, tomó la manzana que estaba pelando su amigo el castaño y también cuchillo.—Déjame, te vas a terminar lastimando tú.
—Pero yo...—empezó Jaden. Johan sólo negó y se puso a pelar la fruta. Sin embargo, tras unos segundos él se volvió hacia el lado contrario de donde estaba su amigo y siguió cortando. El castaño intentó mirar lo que estaba haciendo pero cada ver que se acercaba, el de ojos esmeralda se encogía más, tenía el plan de no dejarse ver. Unos minutos más terminó de pelar y con su mano derecha le acercó la fruta al de ojos cafés.
—Ya está—dijo sonriendo un poco. Este la recibió con un pequeño puchero en su rostro. De repente el de cabellos azules se levanta sin razón aparente. El castaño se quedó extrañado.
—¿Qué pasa?—Johan volvió a él y le miró por un instante. Varias sensaciones pasaron por los cuerpos de ambos.
—V-Voy al baño, ya regreso...—explicó y se fue un poco rápido de la escena.
Jaden se quedó mirándole un momento y después bajo su vista a la fruta recién pelada.
—Gracias Johan...—dijo justo antes de atacar la comida con su dentadura. Sonrió al darse cuenta de que estaba deliciosa.
Johan entró al baño y cerró la puerta algo desesperado. Abrió la llave del lavado y puso su mano izquierda empuñada debajo del lugar de donde salía abundante agua. Se permitió jadear levemente. Dolía un poco, tenía que admitirlo. Abrió su mano y vio el corte algo profundo que se había hecho. Volvió a jadear. Pero muy dentro de sí sabía que estaba bien.
Al menos no había sido Jaden el que había sufrido.