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Me destruyes por UkloveY

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Notas del capitulo:

Gracias por leer :D espero que disfruten del capítulo

Retrocedamos una semana atrás...

“Joder más le vale a ese maldito nerd estar en la casa bien portado, de lo contrario tendré que darle una lección” murmuraba para sí mismo el rubio, quien furiosamente subía las escaleras de su apartamento. Vigilaba a sus alrededores en caso de que el peliverde quisiera escapar, cuando en eso miró a un joven alto de cabello bicolor bajar junto con otra persona cubierta por un abrigo “Nunca he visto a estos tipos”pensó cuando pasó junto a ellos, aunque no les puso mucha atención.

 

Continuó subiendo hasta que llegó al piso que le correspondía, buscó en la bolsa de su pantalón por las llaves de la puerta y se percató de que no las andaba “¡Tsk! Mierda” dijo frunciendo el ceño “¡¡Deku!! ¡Abre!” dijo luego golpeando la puerta, la cual se abrió sola.

La casa no tendría porque estar abierta, si Midoriya había sido tan estúpido de hacerlo recibiría una paliza de castigo, el rubio entró, no se quitó los zapatos ya que no le importaba ensuciar el tatami, después de todo él no era quien lo limpiaría.

“¡Deku! ¿Dónde estás?... ¿crees qué es divertido esconderse?” el silencio era lo único que respondía a sus preguntas. Empezando a pensar que no había nadie en la casa, Bakugou elevó su ira.

“¡¡Maldito, no juegues conmigo!!” gritando, empezó a lanzar cualquier cosa que se hallara en frente de él. Después de una exhaustiva búsqueda y sin resultados positivos, decidió sentarse cerca de la mesita de la sala de estar.

Su enojo aún era notorio, pero intentó calmarse un poco para pensar las cosas, cuando su mirada se focalizó en un punto, mas específicamente en una mancha marrón que se hallaba en el suelo. “Qué puto asco” dijo apartando su mirada, al parecer no recordaba quién había sido el causante de ella.

La noche llegó, y no había respuesta alguna de Midoriya, una especie de ansiedad empezó a crecer dentro del rubio “Si no llega ¿quién carajos me va a hacer la cena?, mierda, es tan estúpido pero al menos servía para eso... apenas regrese le daré su merecido...” no podía de dejar de hablar solo, ni de maldecir al peliverde y así fue durante los primeros días de la semana.

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Tres días habían pasado desde que el de pecas se desapareció del apartamento, y el rubio llevaba esos días completos sin comer, no porque no pudiera cocinarse algo sino porque la ¿preocupación? lo estaba volviendo loco.

“Salió y se desmayó” “Huyó” “Me denunció” “Se suicidó”, éstas y otras cosas venían a su mente, no tenía idea de que fue lo que sucedió, tampoco sabía si lo vería de nuevo, ¿Qué pasaría si no volvía?, ¿entonces él no volvería a comer ni a dormir?, ya que la preocupación ocupaba la totalidad de su mente.

 

Por momentos sucumbía ante la rabia, y deseaba agarrar el delgado cuello del de pecas entre sus manos y apretarlo hasta que el contrario le suplicara con lágrimas que lo soltara, ...en otros momentos quería simplemente verlo entrar por la puerta.

El enojo, y sed de sangre disminuía con cada día que pasaba. Sin embargo el no saber que iba a suceder acabaría por volverlo loco. Y aunque consiguió el número de teléfono de Ida, pero este nunca contestó.

Las horas, los días, pasaban tan dolorosamente que lo rompían física y mentalmente. A pesar de esto Bakugou asistía al trabajo, ya que de esa manera se distraía un poco.

Empezó a recordar esos momentos en los que Midoriya lo recibía con un beso en la puerta, las veces que le cocinaba lo que él pidiese, cuando le decía repetidamente -te amo-. Se estaba atormentando con cada recuerdo que revivía en su mente, ya que después de todo no pudo recordar una sola vez en que el mismo trató con amor al peliverde.

Tampoco pudo pensar en un momento en el cual no estuviesen juntos, era la primera vez que pasaban tanto tiempo separados, Bakugou jamás se había planteado la idea de que su novio pudiera enamorarse de otra persona. Pero siendo sincero con él mismo, se dio cuenta que eso podía pasar perfectamente, ya que cualquiera sería más romántico que él, más atractivo, más atento, más cariñoso y sobre todo cualquiera podría querer más a Midoriya de lo que el lo quiere.

Estaba al borde de la locura, con ambas manos agarró su cabeza, la cual estallaría en cualquier momento; cayendo al suelo lo primero que se encontró con su mirada fue la mancha marrón, la cual a pesar de molestarlo a la vista, no había limpiado por pereza.

La miró por un rato, como si fuera lo más interesante. De repente un líquido bajó desde uno de sus ojos... ¿una lágrima?, el rubio no entendía exactamente a que se debía ya que él no era de llorar. “...Sangre... esta mancha...yo lo hice...Deku... esta sangre es suya...” dijo mientras pasaba su mano por encima del suelo sucio.

Una culpa tan pesada que parecía ser capaz de romperlo por completo, le llenó. Un arrepentimiento como nunca antes había sentido, ocupó su pecho. Lágrimas, algo que desconocía, recorrieron los corredores de sus ojos hasta mojar su rostro.

Si el analizaba, la mierda de persona era él, se cuestionaba siquiera si podría denominarse como -persona-. Bakugou tenía serios problemas, y apenas si se estaba dando cuenta de esto.

Pasaron dos meses y el rubio había bajado notoriamente de peso, y sus etapas de enojo eran casi nulas, todos los días pensaba en Midoriya, y en ocasiones se sentaba por horas en la entrada de la puerta esperando a que éste apareciera.

Cansado de sentirse como la peor basura, decidió ir al médico, aunque realmente no tenía muchas ganas.

Cuando llegó a la casa luego de la cita, se tiró en su futón y no paraba de pensar en lo que el doctor le había dicho. “Tienes el trastorno de la personalidad antisocial, las personas que sufren de esto disfrutan con el sufrimiento ajeno, y no sienten pena por otros...” estas palabras resonaban incontables veces en su mente.

Tendría que iniciar una terapia y medicamentos si quería curarse, o al menos disminuir los efectos de la enfermedad. Todo esto era duro para él, no sólo por el hecho de saber que tenía un padecimiento, sino porque a causa de esto había tratado por años al peliverde como un objeto, y por su culpa probablemente él también habría desarrollado una serie de traumas, tal vez incurables.

La culpa venía en oleadas cada vez más fuertes, por su mente pasó la idea de quitarse la vida, pero después de pensarlo un poco se dio cuenta que no debía de huir de la realidad, por lo menos deseaba como mínimo redimir sus pecados en contra del peliverde.

Como los meses seguían pasando al rubio no le quedó más opción que empezar solo la terapia, se esfozaría por cambiar, aunque en ocasiones deseaba romper todo. Cuando se sintiese lo suficientemente preparado para disculparse iría en busca de su ¿novio?, no, ya ellos no eran nada... de hecho tal vez nunca lo fueron.

Desde entonces Bakugou empezó a asistir diariamente a terapia, y con la única ayuda de su autocontrol, ya que no tenía ningún amigo o familiar con el que pudiera contar. Era duro, bastante duro, pero si se comparaba con el hecho de ser maltratado por la persona que amas, entonces no era nada.

Notas finales:

Hasta el próximo :3


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