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Lágrimas enjuagadas en licor por ladyriddle

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Notas del capitulo:

¡Hola!, aquí os dejo el nuevo capítulo, que lo disfrutéis. 

 

¡Muchas gracias a Hanaru15, ChiRuChiRu-chan, misaki eku, Roochii, megumi san, Sekiyu, Andrew, Anónimo, Cris, Nina y a Hideky que fue la/el primero/a! Muchísimas gracias por el apoyo y los animos, sin vuestros comentario no creo que hubiera seguido, mil gracias (;

Capítulo 2


 


Harry


 


 


Las gotas caían acompasadas sobre el frío cristal. Veía a la gente pasar con sus paraguas y en sus coches. Le di otro pequeño sorbo al café con cuidado de no quemarme. 


     Esta mañana estuve hablando con Tom, le dije que iba a salir, que tenía que comprar unas cosas en Londres, y no era mentira del todo, pero él no se opuso en lo más mínimo, simplemente dijo que para la hora de la cena tenia que estar de vuelta, ya que tenia que acompañarlo como buen consorte en su cena con los mortífagos. 


La puerta del viejo café se abrió con un desagradable chirrido, dando paso a un cuerpo menudo y una melena pelirroja. Observé como me buscaba entre las mesas hasta que al fin esos ojos castaños dieron con los míos y una radiante sonrisa, que llegó hasta sus ojos, tiro de sus rosados labios. 


— ¿A qué viene esa sonrisa, Harry? — preguntó alegremente, sentándose frente a mí. 


—¿Estoy sonriendo? — reí al darme cuenta de ello. 


— Sí — rió, apoyándose sobre sus codos para poder llegar a mi boca. Nuestros labios se unieron en un tierno y necesitado beso, mis labios hormiguearon en el reconocimiento de los suyos. Jamás he tenido tanta necesidad de volver a besar unos labios. 


— Te he echado tanto de menos, Ginny… — susurré roncamente contra sus labios. 


— Vámonos de aquí, Harry— capté la enmascarada suplica en su voz. 


Me levante a prisa de la silla, cogí mis cosas y la arrastré fuera de allí. 


 


 Notaba como los cortos mechones negros de mi nuca se pegaban por el sudor a mi cuello. Gin estaba tumbada sobre mi pecho, acariciándolo con la mirada perdida en sus propias ideas. 


— ¿La próxima vez llamaras a todos? Sirius se volvió loco después de dejarte en el altar. 


— Sí… 


— ¿Te has acostado con él? 


Mis ojos se posaron en ella, la cual mantenía su mirada puesta en esa esquina de la habitación. 


— ¿Qué?


— ¿Te has acostado con Voldemort? 


No creía que fuera a repetirlo. 


Suspiré: 


— No, Ginny, no me he acostado con él. 


— Dormís en habitaciones diferentes. — No era una pregunta. 


— No.  


La respuesta pareció perturbarla, ya que arrugó el ceño y se removió incómoda.


— Entonces no entiendo nada.  


Entorné los ojos; no lo entiendo ni yo. 


— Es mejor así. No sería capaz de acostarme con un psicópata, sádico como él. 


Ella se rió al escucharme. 


— Pero sí duermes con él. 


Ese fue mi turno de reír.


  


 


No terminaba de poner un pie en el comedor cuando siete pares de ojos fueron a parar en mí. En mi vida me he sentido tan examinado. Las miradas y rostros de los seis mortíferos enfrente de mí reflejaban la incredulidad absoluta. Después estaba Tom, sus ojos se clavaban en mí como un hierro al fuego vivo; no me atreví a hacer algo tan simple como levantar la vista y enfrentarlo. Si las miradas mataran, habría muerto de la peor de las formas hace diez segundos. 


La cena fue asfixiante. 


Tuve que sentarme a la derecha de Tom — como siempre — y él no tocó su plato en toda la noche. Cada vez que miraba sus manos estaban apretadas en puños hasta el punto que sus nudillos se tornaban blancos y las venas se le marcaban. Sus propios aliados temían por sus vidas… 


Al cabo de media hora todos se despidieron con una cortés reverencia de su amo y de mí. Pude ver una maliciosa sonrisa en el rostro de Bellatrix cuando se despidió de mí; perra.  


La puerta principal se cerró suavemente. 


Lo único que se escuchaba en estos momentos en el gigantesco comedor era el canto de los grillos y mi respiración. Nunca había encontrado tan interesantes las losetas del suelo. 


— Llegas tarde a la cena, con la ropa desarreglada y con el olor de esa chica impregnando tu piel.  Todo esto delante de mis súbditos y de mis propias narices. — Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron al captar el tono peligrosamente estable de su voz. — ¿En qué lugar crees que me deja esto como hombre, marido y líder? — Pasé saliva — ¡Responde!


Respingué entre sorprendido y asustado. Lo miré a los ojos y sentí el miedo florecer en mi pecho. En algún momento sus iris se tintaron de un rojo oscuro. En un movimiento tan rápido que difícilmente llegué a ver se situó a un pie de mí y me dio un fuerte revés. Sentí como la esquina de mi labio se abría bajo el fuerte impacto.  


— Ni se te ocurra mirarme — rabió.


Dicho esto salió de la sala a grandes zancadas. 


Instintivamente toqué la ardiente herida. No tarde en encontrar las yemas de mis dedos manchados de sangre. 


 


 


 


Acurrucado en el sofá del porche trasero veía el apagado paisaje invernal. El agua de la fuente central ya llevaba un tiempo congelada. Como parecía hacerse costumbre elevé la vista al oscuro cielo nocturno. Tomé una larga inhalación. ¿Se podía ser más capullo y egoísta? Él puede hacer lo que se le ponga en los huevos, follarse a quien quiera cuando le dé la gana pero yo si lo hago, con mi propia novia, me deja la cara hecha un cuadro. 


     Un vientecillo helado revolvió mi pelo erizando mi piel a su paso. Encogí los dedos de los pies ante el frío, retrayéndolos en la manta. 


Me levanté del sofá envuelto en la manta. Bajé las escaleras del porche y caminé hacia la fuente. 


Sentado en el borde de la fría superficie de piedra veía como los pequeños pececillos nadaban por debajo de la fina capa de hielo. Estaba apunto de rozar con mis dedos la frágil lámina, no obstante, me detuve en seco al observar la copiosa lluvia que caía sobre esta. ¿Cómo? Ladeé la cabeza en dirección al porche. Estreché la mirada. El orgulloso señor Riddle me devolvió la mirada recargado en una de las columnas. Todo a un metro de mí se mantenía seco. Si se cree que por protegerme de la lluvia con un hechizo voy perdonarlo va listo.


— Vamos dentro, te vas a resfriar… 


— Estoy bien aquí — gruñí, interrumpiéndolo. 


— Harry, cómo no entres…


— Vete hacer gárgaras, Riddle. 


— No me hagas meterte a la fuerza.  


— Vete a dormir, seguro que mañana tendrás un día muy duro — cada palabra que salía de mi boca estaba más tintada de malicia y sarcasmo que la anterior. , tendrá un día muy atareado preguntándose qué le hará a su secretaria, cabronazo…


Volví a mirar en su dirección y para molestia venía a por mí sin importarle que se estuviera empapando. 


— No te acerques.  


 Nada. 


Ya lo tenía encima.  


— ¡Qué no me toques! — le grité forcejeando para que no me cogiera de las muñecas. 


— ¿Quieres estarte quieto? — contraatacó él.


— ¡Qué no me toques! ¿Qué entiendes cuando te digo que no me toques! 


En ese último arrebato conseguí que cesaran sus intentos de intentar agarrarme. 


— ¡Menos mal…! — mis palabras acabaron en un grito como perdí el equilibrio cayendo hacia atrás. 


El agua congelada de la fuente mandó a través de todo mi sistema una inyección de adrenalina. Salí súbitamente del agua con la boca abierta y temblando. Subí lenta, muy lentamente, la vista y me encontré con que Tom tenía una estúpida sonrisilla y la diversión se reflejaba en sus ojos café. 


— ¡¡Muérete ya, Tom!! ¡¡Muérete ya!! — exclamé, quisquilloso.


Comencé a caminar con firmeza. Mi objetivo en estos momentos era la ducha y el agua caliente, muuuy caliente. Escuché la seductora carcajada que vibró en su garganta. 


Refunfuñé en respuesta. 


Iba a poner un pie sobre las escaleras cuando fui levantado en el aire por unos fuertes brazos.


— ¡Tom! — ladré, intentado que me soltara.


— Donna se enfadará como le mojes el suelo, querido. 


— ¿¡Desde cuando te importan tus sirvientes!?


Sonrió.  


— Vamos a prepararte un baño, anda. 


— ¿Cómo que “vamos”? — silencio. — ¡Tom!


 


Fin del segundo capítulo


¿Continuará?

Notas finales:

Si queréis saber cómo seguira solo tenéis que comentar, besos y cuidaros.


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