Harry
Tenso. Totalmente tenso.
Abracé mis piernas contra mi pecho en la amplia y vaporosa bañera. Por el rabillo del ojo
advertí como Tom iba desnudándose. Qué haría yo sin la espuma… Un momento…
—¿Tom?
Fijé la mirada en el vaivén de la espuma.
—¿Hm? — respondió empezando a desabrocharse los pantalones.
—¿Qué haces?
—Creo que tengo el derecho de tomar un baño contigo si me apetece, al fin y al cabo eres mi esposo.
Lo miré airado dispuesto a responderle. Mala idea. Su escultural cuerpo acaparó toda mi atención. Unos hombros anchos, un cuello apetecible, un torso definido y largo y sin una sola pizca de vello a la vista, unos brazos agradablemente trabajados, la famosa “V” se marca provocativamente obligándote a descender un poco más al sur. Un poco de vello oscuro te advertía de lo que venía a continuación y joder… Toda la sangre de mi cuerpo se arremolinó en mis mejillas. Es enorme y porque está dormido… ¡Por las barbas de Merlín! ¡Si eso te tiene que comer! Madre mía… es que ¡impone respeto! Con razón tiene una pitón como mascota. Ay…
—¿Ves algo que te guste?
Mi corazón salió disparado al encontrarme con esa sonrisa maliciosa y el desvergonzado brillo sugerente en sus ojos. Mis mejillas ardían, en estos momentos mi cara no tenía nada que envidiarle a la de un gusiluz*.
Si me ahogara en estos momentos no pasaría nada.
Pero qué digo, desde cuándo me he vuelto tan tímido. Observé como se metía en la bañera, frente a mí.
—Deberías hacerle un monumento a tu polla.
Sus ojos se abrieron ante la sorpresa de mi declaración y en seguida una profunda y cosquilleante risa inundo mis oídos. Las pocas veces que lo he visto reír o sonreír me ha deslumbrado, nunca he visto unos dientes tan perfectos, me gusta verlos.
Solté un suspiro complacido, relajándome contra el atlético cuerpo del mayor mago de la historia mientras él enjabonaba pacientemente mi pelo.
—¿Qué conjuro utilizaste para dejar de utilizar las gafas?
Aun con los ojos cerrados sonreí.
—No todo es magia y hechizos, son lentillas.
—¿Son cómodas?
—Bueno — me encogí ligeramente de hombros —, al principio no mucho pero una vez que te acostumbras sí.
Una vez con la parte de abajo del pijama puesta me senté en la cama comenzando a secarme el pelo con la toalla. Aunque en el tiempo que duró el baño trate con todas mis fuerzas en no fijarme en el par de marcas púrpuras que adornaban su cuello y clavícula no pude evitarlo. El sonido de la puerta del vestidor cerrarse me avisó de que era hora de dejar de pensar.
Tom
Como todas las mañanas desperté antes de darle al despertador la oportunidad de sonar. Apagué la alarma y caminé hasta el vestidor.
Reajusté el nudo de la corbata del suntuoso traje y salí nuevamente al dormitorio. Harry
seguía durmiendo apaciblemente. Me acerqué. Había cambiado de posición, ahora estaba tumbado boca arriba con la boca ligeramente abierta, su pecho subía y bajaba acompasado. Alcé una ceja divertido al divisar un pequeño hilillo de baba por la comisura contraria a la herida. La herida. Escasamente llegaba a rozar el corte cuando cerré la mano, la caricia se quedo en la esperanza de ser una.
Conduje durante veinte minutos hasta mi propia empresa en la City de Londres. El enorme rascacielos me dio la bienvenida. Subí en mi propio ascensor hasta mi despacho en la última planta.
—Señor, la señorita Paige lo está esperando en su despacho. — me informó mi secretaria.
—Gracias, Jessica.
Entré con firmeza a mi despacho cerrando la puerta a mi paso.
—Creía haberte dicho que hoy estaría muy ocupado. — aseveré, caminando directamente hasta mi sillón, sin molestarme en mirarla.
—Siempre tan gruñón — rió dulcemente. Miré a la hermosa chica de pelo color caramelo y enormes ojos grises. Ella rodeó la mesa y se apoyó en el reposabrazos del imponente sillón negro —. Solo quería llevarte a desayunar algo—
—Abby… —
—Tom, el desayuno es la comida más importante del día — repuso con un falso tono molesto.
—De acuerdo, vamos.
Sonrió triunfante al ver que me levantaba. Me disponía a abrir la puerta cuando el travieso tono de su voz me detuvo.
—¿No se te olvida algo?
Me di la vuelta y en un par de zancadas estuve frente a ella, la cual me miraba desde abajo. Una media sonrisa repleta de complicidad se dibujó en mi rostro. Situé una de mis manos en su cintura, atrayéndola más a mí, e inclinándome tentativamente atrapé sus labios en un ardiente beso. Ella paso su menos por mi cuello con la intención de profundizarlo aún más, mas yo me separé impidiéndoselo.
— Buenos días, señorita Paige — susurré socarronamente sobre sus labios. Acto seguido me volví hacia la puerta.
¿Continuará?
Gusiluz*: Bebé de peluche que al apretarlo se le enciende la cabeza de un color rojo chillón.