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Cuando Hyung conoció a Jung capítulo 4 por Rann-Lee

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Notas del capitulo:

Hola! aquí les dejo la parte 3 de esta historia n.n disfrúitenla, me ha gustado mucho escribirla jeje 

Jung suspiró porque se sentía desanimado. A pesar de que Hyung no le caía muy bien, el hecho de que el hombre estuviera rechazándolo cuando creyó que era amable le estaba pesando más de lo imaginado. Sin embargo, aunque quisiera cortar todo contacto con él, todavía tenía que hablar con sus papás para explicarle lo del accidente, la bicicleta y demás. Jung no quería que Hyung se escapase tan fácilmente de sus obligaciones.

—¿Te pasa algo? —le preguntó Jin con una adorable sonrisa mientras le preparaba el almuerzo. La mujer, que no parecía tener nada mejor que hacer, había insistido en hacerse cargo de Jung como si este fuera su hermano menor —. Te ves triste.

—No, estoy bien —respondió el muchacho, intentando dibujar con la mano dolorida. Le era muy difícil y vio que sus trazos le salían algo burdos. Sin embargo no desistió. Quería terminar ese dibujo.

—Deberías descansar —le aconsejó Jin, poniéndole especias al estofado —. Así te sentirás mejor.

—En serio no tienes que venir a hacerme la comida.

—Tonterías —Jin sacudió la mano para quitarle importancia al asunto —. Eres mi adorable vecino, y me siento avergonzada por Hyung. Nunca se comporta así.

—Creo que le caigo mal.

—A Hyung todos le caen mal. Tuvo una infancia algo extraña. Problemas con su padre, en la escuela o cosas así —Jin se sentó frente a Jung, y el muchacho reparó en cómo se le tensaba la blusa debido a sus grandes pechos. Se sonrojó un poco, porque a pesar de que en su doujinshi dibujaba escenas de desnudos, tener a una mujer real le daba cierta vergüenza.

Jin pareció darse cuenta de esto y se irguió para no hacer saltar mucho su delantera.

—Bueno, tengo que ir a arreglar la casa. ¿Estarás bien? Llama si me necesitas.

—Gracias por todo.

 

Hyung estaba en su oficina mirando algunos papeles con total interés. Parecía que de repente las ventas estaban descendiendo ¿cómo es que nadie le había informado sobre esto?

—¿Cómo es que nadie me informó sobre esto? —le preguntó a Ming, su sexy asistente personal, que vestía una minifalda algo más corta que lo permitido y una escotada blusa blanca. Se le inclinó a Hyung de tal manera que éste pudiera verle los pechos.

—Es que usted ha estado muy ocupado y nadie ha querido molestarle.

—¡Pero si soy el jefe! —gruñó Hyung y dio un manotazo a la mesa. La pobre de Ming torció el gesto y se alejó un poco asustada —. Esto no puede ser ¿es que nos estamos saliendo de la onda? Llama a los diseñadores. Vamos a tener una reunión de emergencia.

—Sí… y creo que encenderé el aire acondicionado. Hace mucho… calor —la sensual Ming se desabrochó unos dos botones de su blusa. Hyung reparó en que se le veía el sujetador. Apartó la mirada —. No hagas eso.

—¿Qué? ¿Abrirme la camisa?

—Sí, y ve a hacer lo que te pedí.

Ming se marchó haciendo un puchero. Le molestaba que su jefe no le hiciera caso a sus insinuaciones. Como las cosas siguieran así, iba a tener que recurrir a formas de seducción menos ortodoxas, como bajarle los pantalones y empezar a darle un auténtico placer. Era como si a Hyung no le interesaran las mujeres. ¡Qué tontería! Pensó Ming.

Hyung estaba demasiado frustrado como para pensar en mujeres. Navegó en internet buscando cuál era la nueva tendencia de ropa entre la juvenil sociedad. Se dio cuenta que sí estaba un poco atrasado en lo que se refería a colores y estampados. Si no hacia algo, su negocio de camisetas iba a ir mal.

Sin embargo no lo culpaba todo a la moda. La aparición de Jung podría haber profetizado que algo malo iba a pasar. A Hyung le molestaba mucho ese chico. Bueno, no le molestaba tanto como para tener ganas de matarlo o de sacarlo a patadas de su casa. Simplemente le perturbaba un poco. Tenía la mirada inocente de él grabada en su cabeza, como un pequeño potro asustado. Cerró los ojos y rememoró el accidente. En efecto pudo haberlo matado y se alegró de que no fue así, porque de lo contrario su mala suerte sería peor.

Cuando los diseñadores llegaron, el joven empresario los reprendió a todos y les dijo que el negocio estaba mal y que era culpa suya por no mantenerse a la vanguardia. Agitó papeles y gruñó. Amenazó con despidos. Nadie le respondió porque sabían que él era el jefe. Así debían ser las cosas. Todos debían de obedecerle y rendirle plastecía a Hyung, el gran lord de las camisetas, el amo de la montaña de ropa y el dios que estaba allí para socorrer a los muchachos sin personalidad que se la pasaban caminando con camisetas de colores feos y poco sutiles.

Después de aquella melodramática expresión de autoridad como todo macho alfa espalda plateada, Hyung se sentó más relajado. Su mano en el ratón iba y venía dando clics hasta que ya no pudo aguantarse las ganas. Abrió la página de doujinshi y buscó el que Jung escribía. Se llamaba “besos de loto” y contaba la mágica historia de una pareja muy enamorada que se habían conocido desde niños. No tenía nada de especial en cuando a la premisa, pero a Hyung le gustaban los dibujos.

Se puso a leer los capítulos que se había perdido, y se puso al corriente. Fue entonces que se dio cuenta de que Jung ya no podía dibujar con la mano lastimada. Se sonrojó. Sin querer había atropellado a su artista favorito y por una larga temporada no iba a disfrutar de las aventuras de Kaze y de su novio. Se mordió el labio inferior y miró el reloj. Ya casi era hora de marcharse, y le dio pánico porque regresar a casa significaba estar con Jin, y ella sin duda lo arrastraría al cine con Jung.

¿Y si se quedaba en la oficina? Así lo hizo. Todos ya se habían ido y él seguía en su computadora mirando vídeos en YouTube. Le llamó la atención unos tutoriales de yoga, así que Hyung pensó en que sería buena idea contorsionarse para acabar con su estrés. Despejó su oficina haciendo a un lado la mesa y trató de imitar alguna que otra posición.

Se arrodilló y flexionó las piernas enviando toda su espalda y brazos hacia adelante como si hiciera una reverencia.

¡Crak!

—¡Ay, mi espalda!

Se sentó derecho, extendió las piernas y trató de alcanzar las puntas de sus dedos de los pies.

¡Crak!

—¡Ay… puta madre… mi columna!

Cuando Ming entró, vio a su señor a cuatro patas, y como sus conocimientos en yoga eran tan escasos como los de biología molecular, pensó que su señor estaba practicando el kamasutra.

—¡Ay, señor Hyung! ¿Qué está haciendo en esa posición? Usualmente es la mujer la que se pone de a perrito.

Hyung se sonrojó y se levantó rápidamente. Su espalda volvió a crujir y se arrastró pesadamente a su escritorio.

—Ming… ¿qué haces aquí?

—Estaba pensando en que tal vez usted y yo podríamos ir a cenar. Ya sabe, para disculparme por no mantenerlo informado.

Se sentó en su mesa y cruzó los muslos. Hyung vio que ella tenía unas piernas impresionantes. Se sacudió los pensamientos de la cabeza, tomó su abrigo y se fue.

—¡¿A dónde va?!

—Tengo que ir al cine.

Podrían decir que él era un cobarde por haber rechazado la deliciosa propuesta de la mujer, pero lo cierto es que Ming era una pequeña zorra que sólo quería seducirlo para agarrarle un poco de la fortuna, y él no se lo iba a permitir. Ni la fortuna ni otra cosa. Condujo hasta su casa y cuando llegó, tal y como había sospechado, Jing y Jung ya estaban esperándole. La mujer, con los brazos cruzados y dando golpecitos con el pie. El chico un poco más con pintas de aburrido.

—¡Hey! Creyeron que no vendría ¿verdad?

—Llegas tarde. ¡Vámonos!

Ni siquiera tuvo tiempo de entrar a hacer sus necesidades. Con la cara fruncida los llevó hasta el cine, y encima él tuvo que pagar las entradas y ponerles salsa a sus palomitas, mientras que Jing y Hyung hablaban animadamente sobre los doujinshi. Allí iba el joven empresario macho alfa pelo en pecho cargando y casi cayéndose con la bandeja de las palomitas, los refrescos y los dulces.

—Me gustaría algo de ayuda… ¡oigan!

Nadie le hizo caso.

Cuando al fin se sentó en la butaca su espalda se lo agradeció. Jung estaba a su derecha y Jing a su izquierda. Comenzó la función y después de cuarenta minutos, la mujer ya se había dormido. Sólo Jung miraba con los ojos muy abiertos y parecía a punto de sufrir un orgasmo con la escena donde el héroe tenía que enfrentarse contra una horda de zombies.

Hyung sonrió.

—¿Te gustan los zombies?

—Seee. Son geniales.

—Tenemos camisas con estampados de zombie.

—¿Tú no pierdes el tiempo para vender?

—No. ¡Agh! Tengo que ir al baño.

—Yo también.

Los dos salieron de la sala y se fueron a los baños del cine. Hyung, sin pena, se acercó al mingitorio para regar las plantas, pero Jung entró a un cubículo.

—¡Jaja! ¿tienes pena de mostrar algo, chiquitín?

—Cállate. Yo no soy un exhibicionista.

— Aquí sólo hay machos — replicó Hyung divertido y rió hasta que vio que el motociclista que estaba a su lado tenía los ojos puestos en su paquete, y le lanzaba una mirada un tanto lasciva.

—Buen tamaño —le susurró.

Hyung se asustó y se subió la bragueta antes. El motociclista le lanzó un beso y él, más asustado todavía, salió del baño y esperó a Jung. El muchacho no aparecía ¿cuánto tiempo había pasado? ¿y si el motociclista lo había detenido?

Entró con cuidado. Efectivamente el hombre de casi dos metros tenía a Jung contra la pared, pero no le estaba tratando con cariño.

—¡Si no me das el dinero, te hundiré la cara en el excusado!

—No te daré nada, viejo barrigón.

—No juegues conmigo niño…

Hyung frunció las cejas. Tendría que defenderlo. No le quedaba de otra. Tomó aire. Se persignó y entró con toda la actitud.

—Eh… disculpe, caballero. ¡Jeje! ¿le molestaría dejar a mi amigo en paz? ¿por favor?

—En seguida estoy contigo, princesa —dijo el hombretón y le lanzó otro beso.

—Me temo que debo insistirle señor..

—¡Dije que ahora estoy contigo! —dio un paso hacia Hyung y él retrocedió como tres. El tipo le sacaba varias cabezas de altura y su prominente pansa le hacía parecer un Snorlax.

Un momento. ¡Snorlax! Esa sería una buena idea para camisetas. A los chicos les gustaba Pokemon ¿verdad?

Hyung se sacudió la idea. No era bueno pensar en eso con Jung atrapado.

—En serio, déjelo.

El motociclista respiró profundamente y crujió sus nudillos. Se le acercó a Hyung con las manos alzadas para darle un golpe. Hyung iba a esquivarlo. Era fácil. Podría hacerlo. Iría por la derecha, luego por la izquierda, como un Hitmonlee, el Pokemon de lucha. ¡Hey! Cada vez sonaba mejor la idea de las camisetas con Pokemon.

Pero mientras él pensaba en diseños, las manos del fortachón empujaron a Hyung contra la pared, y acto seguido su inmenso cuerpo le aplastó el suyo.

—¿Cómo te llamas, princesita?

—Hyung… señor.

—Hueles bien —su voz era áspera y olía a cigarro. Hyung se encogió, casi podía llorar pero no por cobarde, sino al imaginar todas las cosas horribles que ese hombre podría hacerle. Cuando el motociclista, descaradamente, le colocó la mano en la entrepierna, algo subió por Hyung y no precisamente placer.

Recordó entonces un viejo trauma de la infancia. Unos niños que lo tenían atrapado en el baño. Bromas. Risas. La ropa que le quitaron y lo dejaron desnudo atrapado en el cubículo durante un todo el día. Eso lo molestó en el pasado y ahora.

Se irguió en toda su estatura. Ya estaba harto de los matones. Con todas sus fuerzas empujó al hombre, que retrocedió la impresionante longitud de dos centímetros.

—Ah ¿quieres pelear?

—¡Deja a mi amigo en paz! —dijo Hyung y acto seguido le lanzó al motociclista un puñetazo en la mandíbula.

Tanto el hombre gordo como el propio Hyung salieron heridos. Uno en el piso, mareado, y el otro chillando por sus nudillos. ¡Era como si ese tío estuviese hecho de metal! Y el empresario, aunque atlético, tenía las manos muy delgadas.

El motociclista hizo por levantarse. Hyung vio en sus ojos el mismo rostro del niño que tanto le había atormentado en la primaria, y volvió a encenderse de furia. Antes de que el sujeto volviera al ataque, él le propinó una patada en la zona donde más le duele a los hombres. Hasta Jung se tocó la entrepierna como si le hubiese dolido a él.

—¡No —pateó —te acerques — pateó — a mi — pateó — amigo! Y volvió a patear. El hombretón se quedó en el piso con los ojos en blanco, pálido, vomitando y convulsionando echando espuma por la boca.

Jung miró a Hyung con sorpresa. Él le tendió una mano y se quitó unos mechones de la cara.

—¿Estás bien, chiquitín?

—Sí… tío, eso fue alucinante

—Salgamos de aquí. La película ya va a terminar.

Jung pasó por encima del cuerpo del motociclista, y tomó la mano de Hyung. Los dos salieron victoriosos del baño.

 

Notas finales:

Jajaj! OwO ese Hyung salvando la vida de los demás, no todas las capas llevan heroe xD. comprarían una camiseta? xD saludos y no olviden dejarme su opinión si gustan n.n 


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