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Cuando Hyung conoció a Jung capítulo 4 por Rann-Lee

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Algo que podríamos decir en retrospectiva sobre esa noche, fue que Hyung ganó bastantes puntos al defender al joven dibujante de la peor violada de su vida, pero en esos momentos él no sabía nada de esto, y se limitaba a mirar la película con un aire de aparente indiferencia, aunque por dentro se estaba quebrando de miedo. ¿Podría ser que el motociclista estuviera esperándole a la salida? ¿Y si amenazaba a Jin y a Jung de alguna manera? ¿tendría Hyung la fuerza para volver a asestarle un golpe en la entrepierna? En esos momentos él lo dudaba, y hasta se sentía un poco mal por haber tenido ese arranque de ira. De todos modos las pelotas eran el área sagrada de los hombres, que otro les pegara era bajo, sucio, tramposo, ruin, despiadado, rompía todos los códigos de honor establecidos por la sacrosanta biblia de los hombres machos pelo en pecho…


Y sin embargo lo volvería a hacer si alguien amenazaba de nuevo a Jung. ¿De dónde había surgido ese valor? ¿Por que no fue antes, cuando su mejor amigo lo necesitaba y él no estuvo allí para protegerlo? De pronto se sintió más alicaído que antes y se la pasó toda la hora restante de la película recordando a su buen colega de la universidad y preguntándose si él ya lo había perdonado por cometerle semejante traición. Hyung, de nuevo, lo dudaba.


De más está decir que Jin no se creyó nada de la valiente muestra de poder masculino de Hyung. La mujer se rió sonoramente y no por la paliza que supuestamente su amigo le dio al otro, sino por la idea ridícula de un motociclista pasadito de peso haciéndole caras a Hyung y lanzándole besos volados y miradas lascivas.


—Parece que todos los hombres quieren contigo últimamente —comentó Jing, y esto hizo que Jung, quien iba en el asiento trasero, parara la oreja.


—¡Pff! Ni me lo recuerdes. Creo que sería mejor irme a vivir a un sitio lleno de mujeres.


—Ajá.


—Ah, perdón. Olvidé que ese era tu sueño.


Jung seguía un poco asustado por todo lo ocurrido. Mientras iban por la carretera, cada vez que él veía pasar a un hombre en motocicleta, se alteraba e imaginaba qué habría pasado si Hyung no hubiese acudido a su rescate, o peor aun, si ese mastodonte los hubiese tirado a los dos al suelo, les hubiese arrancado la ropa y entonces… entonces el mastodonte se transformó en Hyung arrancándole la ropa a Jung, y este pensamiento hizo que el muchacho se sonrojara en demasía y mirara a través de la ventana.


—¿Estás bien, chiquitín?


—¿Qué? Ah, sí. Sólo me preguntaba si volveremos a ver a ese panzón violador de niños.


—Olvídalo ¿quieres? Si se acerca me encargaré de mantener sus manos alejadas de nuestros traseros.


—Qué bueno saberlo.


Jing volvió a estallar en risas ante la imagen de ese hombretón rudo ocultando un pequeño secretillo de sus demás compañeros motociclistas, pero después de unos segundos se calló abruptamente.


— ¡Para aquí!


—¿Qué?


— ¡Que te detengas!


Hyung frenó tan rápido que Jung se estampó la frente contra el asiento. Debió de haberse puesto el cinturón. Olvidaba que Hyung no era precisamente bueno al volante.


—¿Qué es lo que pasa? ¿Te has vuelto loca o qué?


—Mira a esa chica… —dijo Jin mirando por el espejo lateral. Hyung y Jung volvieron la vista, y antes de poder preguntar qué pasaba. Jin se apresuró a bajarse del coche y correr hacia esa mujer.


—¿Acaso la conoce? —preguntó Jung.


—Mmm. Me temo que es más que eso.


Jin la conocía y muy bien. Se detuvo frente a la otra mujer, que tenía el cabello largo teñido de un rojo oscuro, la piel olivácea y los ojos almendrados de un tono que recordaba al azul del cielo de primavera. Al ver a Jin, se sonrojó y retrocedió un paso a causa del nerviosismo.


—¿Snow? ¿Eres tú?


—¿Jin? ¿Qué haces aquí?


Los ojos de Jin se llenaron de lágrimas y de dos grandes zancadas se tiró a los brazos de la otra mujer, que se había quedado de piedra, con las cuencas oculares desorbitadas y las manos rígidas como ladrillos, sin embargo esto cambió rápidamente y entonces envolvió a Jin con sus brazos y la sostuvo cariñosamente cerca de su cuerpo. Pegó la nariz a su cuello y sorbió el suave perfume que se desprendía de ella. Luego ambas chicas se miraron llorosas, y se besaron con ternura en medio de la calle.


Jung se sonrojó. Hyung lanzó un silbido travieso.


—¿Ellas son… son…?


El joven empresario lo miró con curiosidad.


—La razón por la que Jin y yo podemos vivir como pareja sin serlo es porque ella no tiene el más mínimo interés en mí como hombre. A ella… le atraen más las mujeres. Creo que esa Snow fue su novia.


En cierta manera a Jung le pareció poco creíble porque con los atributos de Jin, ella seguramente podría tener a cualquier hombre comiendo de sus pies, y sin embargo prefería estar con una mujer antes que con cualquier otro. Sin duda eso cambiaba su percepción de las cosas.


—Entonces… ¿te sorprende, chiquitín?


—Eh, un poco. Jin no parece ser lesbiana.


—Lo es, y con mucha honra. Tuvo una serie de problemas cuando era una adolescente. No solía aceptar sus preferencias, pero conoció a una chica que fue su primer amor y su mundo dio vueltas. Creo que es precisamente esa a la que está abrazando. Su primer amor, Snow.


—¿Deberíamos dejarlas solas?


Hyung tocó la bocina, y aun así a Jin le costó separarse de su primer amor. Le tocó la nariz con un dedo y corrió al coche.


—¿Te quedarás o qué? —quiso saber su amigo.


—Tenemos mucho de qué hablar —mencionó Jin con una sonrisa de oreja a oreja. Todavía estaba un poco chillona, pero notablemente feliz.


—¿Segura? ¿Quieren que las lleve a algún sitio para que estén más tranquilas?


—No, agarraremos un taxi. Creo que cenaré doble ésta vez. Ustedes sigan adelante ¿vale? No se preocupen por mí —le lanzó una sonrisa a Jung —. Después hablamos, cariño.


—Vale…


—Bueno, bueno, vete ya. No la dejes esperando.


—Claro. Te veré en casa.


Y se fue dando felices saltitos hasta caer en los brazos de Snow, la pelirroja. Hyung sonrió y volvió el coche al tráfico. Honestamente se sentía un poco celoso de que Jin se hubiese vuelto a encontrar con su antigua novia, porque finalmente el amor busca la forma de abrirse paso y parece mágica la manera en la que logra conectar los corazones de las personas, incluso a través del tiempo y del espacio. Miró por el retrovisor al chiquitín que estaba en el asiento trasero de su coche y se preguntó si él ya habría conocido al amor de su vida. Honestamente lo dudaba, pero no hacía mal preguntar.


—¿Tienes a alguien que te guste, Jung?


El dibujante se sintió de repente cohibido.


—¿Qué cosas preguntas? No… no hay nadie.


—Porque deberías tener a alguien especial.


—¿Tú hablando de amor? No me parece la gran cosa.


—¿Las relaciones? No todos debemos estar solos.


—¿Y tú tienes a alguien en especial?


A Hyung se le vinieron un par de hombres nombres a la cabeza, pero honestamente a ninguno de esos consideraba algo especial. Decidió no volver a preguntarle a Jung sobre el tema. No quería que el chico indagara más sobre su vida personal. De todos modos no iba a ser su amigo. Cuando los padres de Jung volvieran a casa, él se presentaría, les diría lo sucedido, entregaría el cheque por los daños del seguro médico, la bicicleta y todo se habría terminado.


 


Llevó a Jung hasta su casa y se detuvo justo en la puerta.


—¿Qué? ¿quieres que suba a arroparte?


—Estaré bien, gracias —respondió con una visible cara de enojo y salió rápidamente del coche.


Hyung no volvió a saber nada de él durante esa noche.


Al día siguiente se despertó muy temprano y fue al cuarto de Jin. La mujer no estaba allí. La cama seguía igual de desarreglada que la última vez, lo que le hizo pensar que posiblemente Jin y Snow le dieron rienda suelta a su pasión en más de una forma. Bueno, bien por ella. Honestamente Jin merecía el amor.


Empacó sus cosas y se fue hasta su empleo para volver al negocio de las camisetas y resistirse a los constantes afectos de su asistenta Ming, que ese día llevaba una coqueta minifalda y una blusa cuidadosamente pensada y diseñada para atraer las miradas de los hombres. Su sujetador incluso se le veía, trasparentando por la delgada tela. Era azul, azul como los ojos de Jung, según pudo comprobar Hyung.


Cuando volvió a casa por la tarde, antes de la puesta de sol, Jin todavía no aparecía. Preocupado, le llamó.


—¿Estás bien?


—¡Sí! No tienes ni idea de todas las cosas que Snow y yo hemos hecho.


—No tienes que describirlas.


— ¡En la cama no, tonto! Estamos en el zoológico. Perdón por no llegar a dormir anoche. Me quedé en su departamento.


—Sí, lo imaginé. Bueno, pues vuelve cuando quieras. Ya no eres una niña.


—Ni tú un niño ¿cómo está Jung?


—No lo sé. No lo he visto.


— ¡Pues ve a verle! Qué tal si le ha pasado algo malo.


—No seas exagerada.


Hyung cortó la llamada antes de que Jin se pusiera a darle de sermones. No obstante hasta él reconocía que la ausencia del muchacho era algo que no le importaba mucho. Se fue a la cocina para prepararse un rico sándwich y después, a la sala a mirar la televisión. Sin embargo Jin había plantado en él una pequeña duda que le invitaba a ir a casa de Jung sólo para ver qué estaba haciendo el pequeño mequetrefe. Trató de reprimir ese pensamiento varias veces pero no lo pudo hacer.


Molesto consigo mismo decidió que sería mejor ir a echarle un ojo, al menos para asegurarse de que siguiera vivo. Sin embargo no podía ir nada más porque si. Necesitaba una escusa. Se fue a la cocina y buscó en su refrigerador. No halló mucho. Revisó en las alacenas y se encontró con una desesperante necesidad de ir al supermercado a llenar la despensa. Luego miró en los cajones secretos de Jin y descubrió un paquete de palomitas de maíz con mantequilla extra. De acuerdo a lo que Jung había dicho en el cine, esas eran sus favoritas.


Todavía indeciso, Hyung salió de su casa. Avanzó unos pocos metros y tocó la puerta. Nadie le respondió. Llamó por el timbre. Nada. Absoluto silencio. Frunció las cejas y giró el pomo de la puerta. ¡Estaba abierto! Los nervios se le erizaron y entró hecho una tromba como un policía buscando algún sospechoso.


—¡Jung! ¡¿Estás aquí?!


Subió las escaleras. Nunca había estado en la casa del muchacho, y le parecía terroríficamente igual a la suya. Luego recordó que era así porque todas las casas partían del mismo diseño y se tranquilizó. Vaya paranoico. Entró en cada uno de los tres cuartos del segundo piso. Ni rastro del chiquitín. Sacó su teléfono, listo para llamar a la policía. Sólo le quedaba un cuarto por vigilar. Entró y vio que era el baño.


Efectivamente Jung estaba ahí, en la bañera. Cerró de inmediato nada más lo vio. No obstante no oyó ruido de quejas o nada parecido. Volvió a abrir y se acercó con cuidado. El chiquitín estaba con medio cuerpo dentro del agua, vestido gracias a Kami-sama, y parecía estar durmiendo. Tenía las mejillas rojas y respiraba con la boca un poco abierta.


—¿Chiquitín? —se le acercó y le tocó el hombro. Jung se despertó con mucha lentitud.


— ¿Hyung?


Le tocó la frente. Quizá fuera por el agua o no, pero estaba hirviendo en fiebre.


—¿Qué tienes?


—¿Qué no ves? Me siento mal.


—¿Y te metiste a la bañera con la ropa puesta? ¡estás ardiendo!


—Creo que me enfermé…


—Sí, claro. Crees. Ven, déjame ayudarte a salir.


Jung se apoyó en Hyung y los dos salieron del baño. Lo llevó hasta su habitación, la cual previamente ya había abierto y lo ayudó a sentarse en la cama. Acto seguido revisó sus cajones para buscarle un poco de ropa. Le tendió unos shorts y una camisa.


—Toma. Sécate y cámbiate.


—Mm… me siento mal. Creo que algo me hizo daño de la cena.


Hyung fue al baño. Trajo una toalla y le secó todo el cabello. Le quitó la camisa y se la pasó por el torso (la toalla) y finalmente las piernas. No sabía si sería correcto quitarle el resto de la ropa. Se contuvo.


—¿Te puedes cambiar?


—Sí… estoy bien.


—¿No acabas de decir que te estás muriendo? Anda, cámbiate y te llevaré al hospital.


Jung parecía un zombie, y le costó un poco de trabajo cambiarse. Hyung se dio la media vuelta para no mirar, pero accidentalmente vio por el espejo cuando el chiquitín se quitaba los pantalones. No era tan “chiquitín” como él imaginaba. Se sonrojó y miró para otra dirección. Otro espejo. ¡Es que ese niño era vanidoso o qué! Tragando saliva, decidió esperarlo afuera, todavía algo apenado por haberle visto cosas que no debía mirar.


Poco después salió Jung.


—Listo.


—Eh… bien. Vamos. Dame la mano. No te vayas a caer de las escaleras.


—¿Sabes? Ya me lo dijo mi hermana… los hombres somos unos maricas cuando nos enfermamos.


—Sí… Jin me dice lo mismo.


Hyung lo subió a su coche e hizo que se recostara en el asiento trasero. Le mandó un mensaje a Jin para que no se preocupara si volvía a casa, y allí va de nuevo el querido Hyung, llevando a su chiquitín de regreso al hospital. 


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