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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Aún no tengo muy claro de dónde nació la idea para esta palabra...

Hoy soy la manzana podrida, soy el pulgar en la herida, soy una gracia de más.

Hoy, hoy pasa el tiempo muy lento y si no lluevo reviento. Mañana espero aclarar.

Mi propio funeral; Georgina.


El sonido del chicle siendo masticado, hecho pompa y explotado una y otra vez estaba a punto de acabar con su cordura. ¡Qué maldita pesadilla! Más de una vez Kaiba había sentido la imperiosa necesidad de agarrar el bolígrafo de su bolsillo para pinchar la burbuja rosa que salía de la boca de Mai y así estallársela en la cara. Una parte de su cerebro le reprochaba haber aceptado la invitación de la rubia para tomar una taza de café, la otra era demasiado curiosa y se preguntaba que buscaba conseguir Mai con aquello. El ser asocial que llevaba dentro estaba realmente lamentando aquella decisión.

—¡Oh! Supongo que antes de todo debería agradecerte tu regalo aunque realmente no esperaba que fueras tan literal. ¡La verdad es que ha sido muy útil! —Kaiba no quiso saber qué utilidad le había encontrado la rubia a su regalo por mucho que lo intuyera.

—No hay de que —fue lo que se limitó a decir. Seto estaba haciendo lo posible por mostrarse cortés ya que no era que la chica le cayese mal o algo así (la verdad era que le resultaba bastante indiferente), sin embargo, el continuo sonido de aquella pompa estallar para volver a formarse estaba acercándose peligrosamente al límite de su paciencia—. No es que no... aprecie tu compañía pero me gustaría saber antes de que anochezca de que me querías hablar tan urgentemente.

Su rubia acompañante simplemente formulo un pequeño "oh" de entendimiento (o al menos eso es lo que quiso creer)—. Cierto, perdona, se me olvidaba que eras un hombre ocupado —y aunque al castaño no le gustase demasiado el tono con el que dijo esas palabras tampoco se lo reprochó. No sería la primera persona que encontrara que odiase el que Seto pareciera estar tan casado con su trabajo. Mai carraspeó y él terminó de perder la paciencia cuando la vio deshacerse lentamente del mugroso chicle para sustituirlo por un maldito chupa chups.

—¿Y bien? —preguntó en el límite de la desesperación. Juraba por toda la tecnología de su corporativa que como aquello no fuera algo importante inundaría la casa de la rubia de caramelos para que no volviera a molestarle en lo que le restaba de vida.

—Vamos, vamos, no pongas esa expresión de amargado. Estoy pensando en cómo poner en palabras todo lo que tengo en la cabeza, no te desesperes, Kaiba —la mirada fulminante que el mencionado le dedicó no hizo otra cosa que aumentar la sonrisa divertida de la mujer—. Jōnouchi me ha contado todo lo que... vivisteis en mi ausencia y después de una larga charla me di cuenta de que estaba... preocupado.

—¿A dónde quieres llegar? —Kaiba no entendía a que narices venía aquello. ¿A él que narices le importaba que el rubio amigo de Yugi fuera una maruja en potencia? Es más, ¿a él que mierda le importaba lo que al chucho le preocupara?

—Preocupado por Yugi —especifico la rubia al ver que el CEO no captaba las sutiles referencias que había introducido en sus frases. Seto mentiría si dijera que en esos momentos no sintió un frío pánico sacudirle de arriba abajo ante los posibles derroteros por los que podía transitar esa inquietante conversación.

—¿Qué? —haciendo gala de una labia fuera de lo común eso fue lo único que atinó a decir.

—Cree que estás tomando a Yugi como un reemplazo de Atem —y esa tajante afirmación provocó varias reacciones en cadena dentro del presidente de Kaiba Corp. La primera de ellas fue la de mirar a Mai como si hubiera perdido todos los tornillos de su cabeza, la segunda fue la revelación de que quería romperle algo más que las piernas a Jōnouchi (todos los malditos huesos del cuerpo, a decir verdad), la tercera fue volver a hacer gala de su prodigiosa labia.

—¿Qué?

Kujaku Mai había conseguido lo que nadie en años había logrado. Dejar sin palabras y ni un pensamiento coherente a Seto Kaiba.

—Uhm... creo que he sido bastante clara —respondió la rubia mientras se sacaba el caramelo de la boca para quedarse con él entre los dedos. Una parte del CEO había temido la posibilidad de que aquella mujer fuera a hablarle de unos posibles sentimientos románticos de Yugi hacia su persona en cuanto había dicho que estaban preocupados por su rival. Una vez aclarado ese punto había habido alivio.

(Y algo más, algo de una parte de él que acalla, golpea, destroza y humilla sin piedad antes de que salga a la luz o se inmiscuya siquiera en sus pensamientos).

—Entiendo que tengas un novio lerdo —empezó a decir el castaño—. Pero me gustaría saber en qué paralelo mundo alguien que sepa la existencia separada de esos dos idiotas sería capaz de confundirlos —porque, joder, incluso él había pensado que Yugi sufría un trastorno de personalidad disociativo antes de aceptar que eran dos entes separados. Sabiendo que lo eran, ¿cómo cojones iba a buscar en Yugi a Atem?

Después de lidiar con las dudas de su rival aquello era lo último que le faltaba.

¿Es que además de lerdos eran estúpidos?

No, no hacía falta que nadie le respondiera. Él ya sabía la respuesta.

Touché —murmuró la rubia antes de que se oyera el pequeño crack del caramelo romperse por un mordisco—. En realidad no me gusta estar haciendo esto pero realmente quería asegurarme, ¿sabes? No para de comerse la cabeza con que motivos ocultos tendrás para permitir que Yugi se acerque a ti —ella rodó los ojos, él simplemente volvió a querer estrangular al perro—. Me alegro de que se equivoque y solo seáis amigos. Tampoco es que fuera a poner el grito en el cielo si empezarais a salir pero asegúrate de que si eso pasa sea por los motivos correctos, ¿uh?

—¿Es que no hay nadie en vuestra maldita pandilla que no crea que Yugi y yo vamos a acabar teniendo una relación o alguna gilipollez semejante? —gruñó Seto. La duelista femenina simplemente le dio un nuevo mordisco a su caramelo.

—Realmente no has cambiado nada, Kaiba Seto.

—Por el contrario tú has cambiado por completo, Kujaku Mai —contraatacó el castaño ante lo que en labios de la rubia sonaba como una ofensa. Mai sonrió con el jodido palo de aquel maldito chupa chups entre sus labios.

Aquel día Seto Kaiba descubrió que odiaba con todas sus fuerzas los dulces que hacían ruidos molestos.

Notas finales:

Yo dije que sufrí con celos. Eso era porque aún no había hecho caramelo. No se me ocurría nada y al final se me ocurrió esto y aún sigo preguntándome qué es esto.

Quería que Kaiba fuera interactuando con los amigos de Yugi pero siempre acabo haciendo que todo gire en torno a Yugi [porque, siendo sinceros, con el cariño que la chupipandi le tiene a Kaiba (Seto tampoco los quiere) tampoco es que fueran a hablar de otra cosa a no ser que un señor oscuro estuviera intentando matarlos a todos. Entonces si tendrían tema de conversación, lel].

Nos leemos.


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