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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Altas dosis de prideshipping. Yo no resucito muertos, Kaiba puede intentarlo. Alto contenido angst. El que avisa no es traidor. Y creo que ya.

Shout your mouth, you make me sick with all the lies, all the lies that you spill

Kill the lights; Set if off.


Es la situación perfecta para que ría, para acabar en el suelo por culpa de la risa pero no lo hace. No ríe. La situación es hilarante y él lo único que siente es deseos de gritar, hasta que la garganta le duela, hasta quedarse sin voz, hasta que las ganas de llorar desaparezcan o derrame las lágrimas que tiene atrapadas en el nudo de su garganta, sin embargo, al final no hace nada.

No ríe.

No llora.

No grita.

Sólo mira en silencio, su obra, su creación, su obsesión. Ha gastado demasiado tiempo, esfuerzo y dinero en un callejón sin salida. Lo sabe, siempre lo ha sabido, que aquello era ridículo, que aquello no iba a ninguna parte y ahora que está terminado es cuando ya no lo necesita y ahora que está terminado ve el daño que le hace, lo inútil de la existencia de su creación. Porque esa cosa no puede darle las respuestas que busca y aunque siempre lo supo lo hizo igualmente. Porque no hay en el mundo nadie más cabezota que Seto Kaiba.

—¿Sabes lo masoquista que lo que has hecho te hace ver? —la perfecta recreación de la voz de Atem es como una puñalada directa a su corazón. A veces odia ser tan bueno en lo que hace. A veces solo le gustaría ser normal.

Pero las personas normales no recrean a sus ex-novios muertos en forma de inteligencia artificial.

Un holograma proyectado gracias a su tecnología.

Una recreación imperfecta.

Un fantasma.

¿Acaso había sido alguna vez algo más?

—No puedes culparme por intentarlo —replica Kaiba. Su voz es apenas un murmullo que suena a grito en sus oídos. Y se sorprende así mismo al mostrarse tan tranquilo porque por dentro es un volcán en erupción, un terremoto en la ciudad, en su interior es cualquier desastre natural, es muerte y es destrucción.

—¿Y puedo saber que intentabas exactamente? —Atem pregunta y Kaiba maldice una y otra vez el programa que ejecuta la voz del faraón porque por su culpa su mente no deja de acariciar con la yema de los dedos la idea de cerrar los ojos y aparentar que nada ha pasado, que los años no le han cambiado. Duele tanto que empieza a creer que lo suyo es realmente masoquismo. Lamentablemente no está disfrutando con la situación y no deja de arrepentirse. No hay nada que Seto Kaiba odie más que la sensación de arrepentimiento en la boca del estómago.

—Nada en lo que tú puedas ayudarme —responde finalmente.

—¿"Nada en lo que yo pueda ayudarte"? —pregunta Atem (el holograma; se repite una y otra vez, se lo grita así mismo en el oído), incrédulo—. Entonces, ¿cuál es el objetivo de todo esto? ¿Satisfacer tu ego personal al ser capaz de desarrollar una IA?

—No eres la primera IA que desarrollo —contesta. Aunque ninguna antes ha sido tan... humana. Tan consciente de su condición. No se lo dice. Sabe que esa pregunta no la habría hecho el faraón, sabe de dónde viene. Es él mismo reclamándose sus acciones.

—No lo estás mejorando —responde el holograma.

—Quizá no busco mejorarlo —replica.

—Estás siendo irracional, ¿qué demonios te pasa? —y suena tan humano que Kaiba se ahoga.

—¿Qué me pasa? —y, por fin, ríe, no es una risa alegre, libre, es amarga y está cargada de bilis, del veneno que anida en su alma—. ¡No lo sé! —estalla, se aleja del ordenador y se acerca a la fantasmagórica figura de Atem y son datos, se tiene que recordar una y otra vez, lo que está viendo—. No debería estar pasando esto —la frustración es palpable. El CEO es frustración, está lleno de ella.

—¿Y que debería estar pasando, Kaiba? —pregunta.

—¡No lo sé! —grita—. No lo sé —dice—. No lo sé... —susurra y calla por un rato—. Siempre supe que esto no iba a ninguna parte —ríe con desgana—. Solo eres un reflejo de Atem, eres lo que yo sé de Atem y lo que yo buscaba desesperadamente eran respuestas que tú nunca podrías darme. Porque tú eres lo que yo sé, tú no eres la respuesta a mis preguntas. Solo eres más preguntas —sisea—. ¡Mírame! ¡He creado el fantasma de un fantasma! —exclama antes de atravesar con la mano derecha a su obra. Es un holograma. Son datos. Así que su mano le atraviesa sin ninguna dificultad y no siente, no padece lo que Seto está sufriendo al recordarse con aquella simple acción que aquello no es real. Cuanto patetismo—. Quizá solo quería verte una vez más, hablar contigo otra vez —y es retorcidamente gracioso. Porque sigue queriendo verle pero ya no quiere verle solo a él.

Ahora que lo ha conseguido ya no lo necesita.

—Kaiba... —el holograma ni siquiera hace el ademán de retroceder, no le teme, es orgulloso y la nostalgia abofetea a Seto. Aparta la mano de la IA y se queda de pie, frente a él, no puede tocarlo, no puede abrazarlo. ¿Lo haría? Con el corazón divido no sabe la respuesta. Y es una sensación desconocida que, si es sincero, le asusta.

Es un poco estúpido, en realidad, tenerle miedo a lo imposible.

Seto conoce sus propias debilidades, sabe que es un cobarde, un continuo perdedor, un dragón moribundo. Debería haber reconocido el abandono como una constante natural en su vida en vez de cometer el error que había cometido con Atem. En vez de encender la llama de la esperanza. Esa llama que ya no existía y que a su paso había dejado una vela derretida y esparcida por el suelo, inservible. Que ahora otra persona está intentando revivir.

—Esto fue un error —reconoce Kaiba pero no está seguro de a que se refiere con sus propias palabras. ¿Al holograma? ¿A su relación con Atem? ¿A todo? Da igual. Es un error. Un error del que no puede culpar a nadie más que así mismo. Que trágica situación.

—Todos nos equivocamos, Kaiba —ser consolado por una IA entra de golpe en la lista de momentos más ridículos y aberrantes de su vida.

—Al menos esto tiene fácil situación. Tú eres un error con solución —abre los brazos y los extiende y de esa forma abarca toda la habitación. El sonido de los ventiladores de los ordenadores es lo único que rompe el silencio. Seto camina y se coloca delante del ordenador. Mira a los ojos, por última vez, al holograma (solo son ceros y unos y códigos)—. ¿Tienes miedo?

—Mira que eres retorcido —Atem suspira—. Lo único que temo es que te destruyas a ti mismo.

—Te puedes unir al club con Mokuba y Yugi, entonces —grazna, irritado, frustrado sin saber con quién. No le tiembla la mano, está decidido a exterminar los fantasmas de su pasado. Aunque, en el fondo, sabe que jamás podrá extirparle del todo de sus recuerdos, de su corazón.

¿Está seguro de que desea eliminar estos archivos de manera permanente? Una vez borrados no podrán ser recuperados.

Sí.

Los ventiladores dejan de sonar.

El sistema se apaga.

Y sólo quedan él y el silencio.

Notas finales:

Hace mucho tiempo vi un fan art que me destrozó el corazón y que inspiró por completo está idea (y luego salió la pelicula, lel). En fin, espero que leer este pequeño capitulo os haya gustado tanto como a mi escribirlo (aunque también fuera un dolor de narices porque realmente quería que quedara bien cuando lo escribía (?)).

Nos leemos.


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