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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Pues… espero que no haya OoC. Por lo demás yo diría que nada. Si has llegado hasta aquí esto es algo que se veía venir.

I will surrender tonight, before we both lose this fight

take my defenses, all my defenses.

I lay down this armor.

Armor; Landon Austin.


Hacer las paces había sido relativamente fácil, hablar del tema no lo estaba siendo. Yugi tenía claro que algo había pasado el día que vio las cicatrices de Seto, después, en el periodo de tiempo que aquella maldita borrachera había borrado de su memoria. Lo supo porque Kaiba empezó a evitarle justo después de ese desafortunado incidente. El castaño supo desde el primer momento que apenas se acordaba de nada y aún así no le ayudó en absoluto con el tema. ¿Qué había hecho? ¿Qué había dicho? Aunque había decidido olvidar el enfado que la ley de hielo del CEO le había provocado no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Porque era una brecha entre él y Kaiba y tenía que cerrarla, porque ya había demasiadas, porque no podía permitirse ni una más.

—Realmente eres débil al alcohol, ¿eh? —el castaño comentó, Yugi no supo cómo sentirse.

—No es gracioso —replicó en voz baja.

—No me estoy riendo —contraatacó el CEO—. Solo estoy constatando un hecho.

Yugi empezó a mover, nervioso, el pie, su talón chocaba rítmicamente contra el escalón que se encontraba más bajo de aquel en el que se había sentado. Quizá las escaleras de la mansión del presidente de Kaiba Corp no eran el mejor lugar para tratar aquel asunto pero él no soportaba más la incertidumbre, la niebla, el desconocimiento. Bastó una sola mirada de Seto para que parara con su ansioso movimiento y tuvo la decencia de avergonzarse un poco por ser regañado de aquella manera no verbal. No había podido evitarlo, por otro lado, su salud mental estaba rozando la histeria por no saber. Aunque saber no siempre era algo bueno. Ser consciente de lo que su rival causaba en él definitivamente no era algo que pudiera calificar como bueno.

—Solo... necesito saber que pasó, ¿vale? Creo que no pido tanto... —si Yugi solo hubiera sabido que le estaba pidiendo todo aquello que ambos más temían quizá se lo habría replanteado.

Pero no lo sabía.

Y la respuesta fue como una bofetada en la cara.

—Estábamos en mi habitación. En mi cama —aclaró. Yugi recordaba haber despertado allí (gracias a Ra, vestido)—. Estuvimos un rato hablando de estupideces, bebiendo más, comportándonos como borrachos y entonces me besaste —probablemente el crack que se escuchó tras aquella aseveración fue la mandíbula de Yugi desencajándose. Seto continuó, sin rodeos, sin anestesia, ni siquiera había tenido la decencia de prepararle para el golpe fatal—. Luego me dijiste que creías poder enamorarte de mí —y probablemente el muchacho estaba a punto de sufrir una taquicardia, un ataque de ansiedad y uno del corazón al mismo tiempo.

¡Una cosa era pensarlo y otra muy distinto decírselo!

E incluso en esos momentos en los que sentía que su cordura pendía de un hilo no pudo evitar lamentarse por la razón más estúpida de todas. Había besado a Seto y no se acordaba de haberlo hecho. Ni siquiera eso podía llevarse de su absoluta metida de pata. Aquel no era un buen momento para regodearse en su miseria pero aún así su instinto primario fue el golpear su cabeza contra cualquier superficie plana y dura, por suerte, no le hizo caso. Ya había quedado como un imbécil delante de él, prefería no quedar además como un loco.

—Yo... —Yugi tartamudeó sin saber que decir. El tinte pálido que su rostro había adquirido hubiera podido competir contra el de un muerto.

—¿Qué ha cambiado? —cortó Kaiba bruscamente. Sus ojos azules miraban a Yugi con una mezcla de curiosidad y demanda al mismo tiempo.

—¿Qué...? ¿A qué te refieres?

—Hace tiempo dijiste que intentaste enamorarte de mí —aclaró el CEO sin demasiada paciencia. Yugi recordaba la conversación—. No funcionó entonces, ¿qué ha cambiado para que ahora creas que pueda cambiar?

—No lo sé —reconoció el más bajo—. Quizá es porque ahora te veo yo y no a través de lo que Atem veía de ti, quizá es porque tenía que pasar así.

—Sabes que no creo en el destino.

—Y me gusta eso de ti —Kaiba vaciló y se quedó callado—. Me he dado cuenta de que hay muchas cosas de ti que me gustan, en realidad, y sé que suena estúpido porque realmente no has cambiado demasiado en todo el tiempo que ha pasado pero... para mí ha cambiado todo. Sé... sé que hice algo estúpido y lo siento y... Ra, no volveré a beber jamás —gimoteó.

—Muchos dicen eso y luego no lo cumplen —rezongó Seto, sin malicia.

—¿También estropean amistades? —preguntó.

—Más de lo que te podrías imaginar —respondió su rival. Medio minuto después volvió a hablar—. No has estropeado nada, Yugi. He sido yo el que ha estado a punto de joderlo —reconoció, suspiró, que Kaiba estuviera reconociendo algo como eso debía marcarse como un hito en la historia mundial—. Ahora me vendría bien un poco de ese estúpido alcohol o algo de esa tonta inocencia tuya que te hace tan sincero —se sentó a su lado. Mientras miraba todos y cada uno de sus movimientos Yugi se percató de que algo no iba del todo bien.

¿Había cierto deje de duda en los movimientos del castaño o era su imaginación?

—No soy tan inocente —se quejó.

—Ni siquiera me metiste la lengua —dijo Kaiba sin que le cambiara un ápice la expresión de la cara. Yugi soltó un pequeño quejido ante la implacable forma de contar las cosas que tenía el castaño. El largo brazo de Kaiba se movió yendo a parar sobre la cabeza de Yugi la cual palmeó un par de veces. Yugi se sintió como un perro pero supuso que aquello era lo más cercano al consuelo que Seto era capaz de dar.

—No es justo. No lo recuerdo.

Cuando el silencio se instaló entre ambos duró un largo rato hasta que finalmente, sabría Ra por cual extraño pensamiento, Kaiba lo rompió.

—¿Y quieres recordarlo? —a Yugi le costó procesar la pregunta, el tono que Seto Kaiba había empleado para formularla había sido prácticamente ronco. Instintivamente su boca se secó, su corazón palpitó con fuerza y buscó la mirada zafiro del contrario. Kaiba le miraba sin pestañear, tan tranquilo que el chico sintió el deseo de gritarle, de golpearle, de besarle para destrozar esa maldita fachada. Se relamió los labios sin pensarlo como si su cuerpo se anticipase a sus deseos, a su propia voz.

—Quiero —contestó finalmente con la voz secuestrada por el nerviosismo, con la anticipación retorciéndose en sus entrañas, con el deseo de que Kaiba no se estuviera burlando de él porque eso le dolería hasta en los huesos.

Y Seto se acercó a él, se cernió sobre la figura de su taquicárdico rival y le besó. El beso fue demasiado leve como el roce de una pluma contra sus labios, como un murmullo contra la oreja, fue inocuo, deficiente, frustrante e insuficiente y todo eso que le transmitió se reflejó en su rostro y lo supo porque Kaiba estaba sonriendo como un depredador que está a punto de zamparse a su presa, como el maldito bastardo que era. Como alguien que por fin estaba actuando sin pensar que todas sus acciones tendrían funestas consecuencias.

—¿Más?

Yugi ni siquiera lo pensó. No pudo pensarlo. Su cabeza se movió por si sola dándole un permiso silencioso a su rival para continuar.

Y la temperatura aumentó.

Si algo le quedó claro a Yugi aquel día fue que Kaiba sabía besar. Si el beso anterior había sido como una caricia en la espalda aquel fue como si arrojaran su cuerpo a las llamas recién prendidas de una forja. Se sintió derretir entre sus brazos, bajo sus labios Yugi creyó que se convertiría en un charquito de sí mismo y todo empeoró cuando la lengua del castaño invadió su boca y se coronó rey y señor de aquel lugar. Y debería haber sido asqueroso y lo sintió como el cielo y debería haber sido repugnante y en su mente solo podía gritar por más. Su respiración se aceleró, jadeó y, finalmente, el CEO se separó.

—Joder... —murmuró el rey del duelo de monstruos, las cejas de su rival se arquearon y Yugi sintió que enrojecía hasta las raíces del pelo—. Lo siento.

—¿Te estás disculpando conmigo por decir una palabrota? —si la mente de Kaiba no hubiera estado tan ocupada en los labios hinchados de Yugi quizá podría haber dicho algo más ingenioso y/o burlón.

—Sí. No. No sé —contestó finalmente al borde del colapso. Intentó pensar pero todo se desvaneció cuando la frente del castaño se presionó contra la suya y sus respiraciones se entremezclaron. Por un instante, para Yugi, todo lo que no fuera Seto Kaiba desapareció de su cerebro. Ni siquiera supo cuanto estuvieron así, mirándose, respirándose. Fue atrapado por aquellos brillantes zafiros y no quiso escapar.

No hubiera podido aunque hubiera querido.

—Quizá —hubo duda en el tono de Kaiba y él no recordaba haberlo visto jamás tan indeciso con algo—. Podríamos intentarlo.

Yugi supo instantemente el tremendo esfuerzo que al otro le costó pronunciar aquellas dos simples palabras, el tremendo esfuerzo que todo lo que estaban haciendo, que todo lo que le estaba prometiendo que podrían hacer le costaba a Seto Kaiba y le abrazó, le abrazó con una fuerza de la que ni siquiera era consciente y enredó los dedos en su cabello castaño mientras internamente suplicaba porque aquello saliera bien.

—Intentémoslo.

Ninguno de ellos podía permitirse que no saliera bien.

Notas finales:

Supongo que hay mucha gente que habrá pensado "¡por fin!" tras este capítulo. Espero que el viaje hasta aquí haya sido entretenido (y coherente y creíble x'd), sin embargo, debo recordar que intentarlo no es todavía triunfar (lalala).

 

Okey, no soy tan mala, ¿o quizá sí? El tiempo os lo dirá. Espero que os haya gustado este capítulo y, en fin, lo típico, cualquier comentario es bienvenido.

 

Nos leemos~


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