But you were never all alone
and soon It will be clear blue skies
Song for the Night; Stanfour.
El país elegido resultó ser Francia. El hecho de que Kaiba supiera el idioma autóctono influyo notablemente en la decisión final de Yugi (le haría sentirse más seguro que Kaiba pudiera comunicarse en el lenguaje local que intentar comunicarse con el inglés). Aunque la decisión del país fue relativamente fácil organizar el viaje no lo fue tanto. La duración del mismo, los lugares que visitarían, dónde dormirían… Yugi terminó totalmente estresado de tantas cosas que debía revisar y organizar.
(No fue algo malo del todo. Empezó a dormir profundamente. Sin pesadillas).
—Podrías ayudarme un poco. El viaje es para ambos —recordaba haberse quejado. Kaiba le había besado y luego había sonreído ladino. El muy bastardo.
—Te dije que tú te ibas a encargar de todo. Además, es bastante divertido verte en esta situación —le había respondido.
—Solo estás disfrutando porque por una vez no eres tú el que está organizándolo todo —había resoplado.
—Lo estoy supervisando todo, Yugi, no es como si no estuviera ayudándote en nada.
—Porque eres un controlador —había rezongado. Kaiba había vuelto a sonreír con esa sonrisa tan suya de bastardo prepotente y así había concluido la discusión. En la mente de Yugi el pensamiento de que su novio debía sonreír más era recurrente. Aunque lo hiciera con burla, aunque fuera retorcida el rey de los duelos disfrutaba saber que de una u otra manera conseguía sacarle aquellas muecas. El deseo de que ambos fueran felices a veces era la obsesión en la que él se veía inmerso.
Por eso él también quería que ese viaje fuera perfecto.
El sonido del altavoz del aeropuerto indicándole que su vuelo saldría en breves le arrastró fuera de sus recuerdos, fuera de sus ensoñaciones. Se colocó en la cola junto a Seto y Mokuba.
—Creo que me has pegado algo de tu complejo obsesivo compulsivo —masculló Yugi.
—Entonces habrías aceptado ir en uno de mis aviones y no en la simple primera clase de una compañía cualquiera —replicó el castaño. Toda aquella situación era tan cotidiana para él que le resultaba casi aburrida. Casi. Pero tenía a Yugi y Mokuba y eso era demasiado nuevo como para aborrecerlo.
—La simple primera clase de una compañía cualquiera —un gallo acompañó las palabras del más bajo—. Seto, es la mejor compañía de todo Japón. Con ir en clase turista habría incluso bastado…
—Ni hablar —interrumpió el CEO casi en un gruñido—. Tengo dinero para esto y más. Es ridículo no usarlo por tu vena agarrada.
—¿Vena agarrada? —¿Seto Kaiba acababa de llamarle tacaño? ¡Oh! Pensaba vengarse de eso.
—Reconoce que eres terriblemente ahorrador. No voy a quedar en bancarrota por usar un par de miles de yenes —en realidad Yugi prefería no pensar en todo lo que el viaje había costado e iba a costarle a Seto. Quizá su novio tenia, al final, algo de razón.
—Deberías haberme dejado pagar la mitad del viaje… puedo permitírmelo —murmuró. Kaiba Corp le pagaba por usar su imagen como publicad y los premios que ganaba eran lo suficientemente cuantiosos como para que no supiera que hacer con tanto dinero.
—Usa tu dinero para cosas que no me incluyan a mí, soy el amigo más rico que tienes —se quedó en silencio—. Organízale una fiesta a tu chupipandi o algo así —sugirió al final.
—Chupipandi… te quiero pero a veces eres un verdadero cretino —suspiró y entonces cayó en la cuenta—. ¿Amigo?
—No solo eres mi novio, ¿no? —replicó Kaiba mientras se dejaba caer en su asiento asignado en el avión. Rebuscó en su largo abrigo su teléfono móvil para asegurarse de que todo estaba correcto—. También eres mi mejor amigo.
Después de todo ese tiempo…
A Yugi le sorprendía aún la facilidad con la que Seto Kaiba podía dejarle sin palabras.