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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Confianza es un concepto en el que Kaiba y Yugi difieren pero aún no lo saben.

Mirror, mirror, what will be?

I feel that love is killing me.

Je ne sais pas; Azuro feat. Elly.

 


No podía creer que finalmente hubiera acudido a aquella estúpida fiesta. No podía creer que realmente estuviera otra vez rodeado de esos idiotas. Era como si hubiera vuelto a su maldita adolescencia. Aunque, por suerte, no estaban todos. Si ya de por si era agobiante estar rodeado de tanta gente que trataba de ser amable con él por motivos que no llegaba a comprender si hubiera estado la chupipandi de Yugi al completo habría tenido que ir a algún rincón a suicidarse.

De acuerdo.

Quizá no se habría suicidado pero era probable que hubiera acabado cometiendo un asesinato.

Y la verdad era que no le apetecía ir a la cárcel.

¿Alguna vez siquiera se había dirigido a ellos para dedicarle algo que no fueran palabras de desdén? ¿Por qué Yugi seguía insistiendo entonces en que eran sus amigos? ¿Es que acaso el joven no veía la clara diferencia que había entre su amistad y la que decía que le profesaban aquellos sujetos? Yugi le había buscado. A pesar de que sabía como era Seto Kaiba había ido en su busca y había puesto todo su empeño en forjar alguna clase de vinculo con él más allá del que compartían los rivales. Yugi Mutō se había ganado a pulso el que Seto Kaiba lo considerara su amigo aunque no fuera a reconocerlo en voz alta (ni siquiera era capaz de reconocérselo a sí mismo).

¿Pero ellos?

Ellos habían visto la personalidad de Seto y habían decidido que no la querían en sus vidas.

Y no los culpaba.

Porque el castaño sabía que si se lo proponía podía llegar a ser una persona realmente tóxica. Pero eso no significaba que fuera a aceptar con los brazos abiertos a todo el que intentará entrar en su vida. Tampoco significaba que fuera a llamar amigos a aquellos que simplemente estaban junto a él porque querían demasiado a Yugi como para traicionar su confianza por tener que aguantarle un par de horas. Seto estaba convencido de que así iban las cosas. Por eso no entendía por qué Yugi se empecinaba en decir que él también era parte de aquel grupo de locos (aunque no negaría que quizá él también estaba algo bastante loco).

—¡Oh, dioses! ¡No puedo creerlo! ¡Está vivo! ¡Está vivo y ha decidido honrarnos con su presencia! ¡Dichosos los ojos que te ven, Kaiba! —por mucho que odiara reconocerlo no había forma humana de que Seto no reconociera esa estridente voz. Katsuya Jōnouichi era de esas molestas personas cuya existencia se incrustaba en tu cerebro a pesar de que lo más sano para la salud mental de uno era olvidarlas. Hubiera dado la mitad de su fortuna solo para olvidar el timbre de la voz de ese sujeto. ¿Y eso qué diantres había sido? ¿Un intento de sarcasmo? Kaiba no podía creer que hubiera intentado hacer algo así. El sarcasmo requería algo que el rubio no tenía. Necesitaba de inteligencia.

—Mai —directamente se dirigió a la rubia acompañante de Katsuya e ignoró al chico, por completo. No sería ni la primera ni la última vez que hacía eso—. No me dedico a la confección de bozales pero por ti podría hacer una excepción. Es más te regalaré uno o mejor aún... cientos: Predigo que vas a necesitarlos —las esperadas quejas del rubio no tardaron en hacerse oír en la habitación, sin embargo, para absoluta sorpresa de Kaiba la chica empezó a reír.

—Tan agudo como siempre, ¿eh, niño rico? —la felicidad de la rubia realmente descuadró por completo a Kaiba y lo dejó, por un corto espacio de tiempo, sin palabras—. Creo que voy a tomar al pie de la letra tu oferta así que no tardes mucho en enviármelos. Le diré a Yugi que te mandé mi dirección —le guiñó un ojo antes de ir a buscar algo de beber seguida de su enfurruñado novio.

Y el hombre no supo exactamente que pensar de toda aquella escena tan... ridicula.

—Se les ve muy felices, ¿verdad? —por segunda vez en aquel día Kaiba tuvo un pequeño sobresalto al escuchar a sus espaldas la voz de la chica del grupo de Yugi. Anzu. Después de que su cabeza diera un pequeño giro hacía ella pudo apreciarla en su totalidad. La castaña parecía ser la que más había cambiado de sus amigos. Se notaba cierta madurez en sus facciones, su cuerpo estaba ligeramente más delgado y parecía moverse con una gracilidad que antes no estaba ahí, sin embargo, seguía llevando el mismo corte de cabello. Intuyó, más no aseveraría, que quizá el cambio solo era externo.

—Uhm... —algo parecido a un supongo (o ella pensó que eso era lo que quería decir) que sonó más bien como un mfongbo salió de los labios del CEO. Anzu sonrió débilmente para luego soltar una tímida risa.

—No has cambiado nada —murmuró la mujer logrando de ese modo que Seto frunciera levemente el ceño. Probablemente ambos habían pensado lo mismo—. Vamos, hombre, no pongas esa cara, no lo decía a malas. En realidad, quería agradecerte que te encargaras del lugar. Quiero decir, guau, este sitio es impresionante.

Después de que Yugi le hubiera comunicado la fecha de aquella reunión él había dispuesto el sitio. Un restaurante. Entero para ellos y por supuesto no era nadie más que él quien corría con todos los gastos. No era solo una muestra de su poder, también era una forma de decirle a Yugi que iba a tratar de que la noche transcurriera sin incidentes. También era una manera de llevar todo aquello a su terreno pues la idea de pasar toda una velada en la casa de su rival con todos sus amigos era, a sus ojos, la mejor manera de tener una fuerte resaca sin probar una gota de alcohol. Y él odiaba que le doliera la cabeza. Pasaba con demasiada frecuencia.

—No hay nada que agradecer —le restó importancia con sus palabras y gestos. Después se quedó cruzado de brazos, sin mirarla pero sabiendo que ella estaba a su lado. Era extraño. Ellos dos habían sido también rivales (en un aspecto muy diferente a su rivalidad con Yugi), sin embargo, aquella mujer nunca le había despertado el más mínimo sentimiento, la más mínima pasión. Su rendición ante el hecho de que él y no ella había comenzado una relación con Atem había sido tan contundente que Kaiba se había preguntado si realmente Anzu había sentido por el faraón algo más que un capricho infantil. Porque de ser lo contrario no comprendía porque no había jugado ya sus cartas con Yugi.

La recordaba, en aquel maldito lugar, intentando detener al faraón, y también recordaba que Atem le había comentando en alguna ocasión los confusos sentimientos de la muchacha. Por supuesto, él no le había dado ninguna importancia, sin embargo, en esos momentos su curiosidad apelaba a su lengua y tuvo que mordérsela para no comenzar una de las conversaciones más desagradables que probablemente pudiera tener en su vida, sin embargo, como si el destino se burlara de él fue nuevamente otra persona quien le obligó a arrastrarse fuera de su zona de confort.

—Me gustaría que Atem estuviera aquí —la simple mención del causante de sus desvelos revolvió las tripas del CEO, sin embargo, cuando le tiraban de la lengua era incapaz de detener el torrente de preguntas e ideas que sacudían su ser.

—¿Estás segura de eso? De no haberse marchado las cosas no habrían cambiado —respondió sin mirarla. Claro que las cosas habrían cambiado, en muchos aspectos, pero a lo que Seto se refería era a que nunca le habría dejado apartarse de su lado. No sin una buena razón. Él nunca la habría correspondido de la forma que ella hubiera querido. Ambos lo sabían. Anzu sólo suspiró.

—No era solo el chico que amaba, Kaiba —el aludido enarcó una ceja ante la utilización del verbo amar. La miró—. También era mi amigo y dejó muchas heridas con su marcha. ¿Sabes? Yo envidiaba vuestra relación —y mientras el castaño la miraba ella miró a Yugi y, por un momento, vio el anhelo brillar en sus ojos azules. Casi fue gracioso que una persona que nunca le había removido lo más mínimo dentro de sí de repente le provocara una irritación tan grande. Casi.

—Nunca se dará cuenta si tú no le dices nada —la vio sobresaltarse ante su brusco cambio de tema. Ni siquiera estaba seguro de por qué lo había dicho. Ni siquiera estaba seguro de si Yugi gustaba de ella como lo había hecho en el pasado. Yugi. Miró al muchacho que no estaba excesivamente lejos de ellos aunque desde aquella distancia era imposible que los escuchara. Kaiba tardó en darse cuenta de que las personas que lo rodeaban eran su hermano e Ishizu. Vagamente se preguntó cuando había sido que la egipcia había llegado al restaurante.

—Lo sé, ¿pero realmente quieres que hablemos de ese tema? —preguntó la castaña algo nerviosa. Él bufó.

—Sería la cosa más incomoda del mundo —reconoció. Ambos se sumieron en un profundo silencio hasta que finalmente Anzu empezó a alejarse de él para ir en dirección a Yugi. No hizo ningún ademán para retenerla, ¿por qué lo haría? Lo que ocurriera entre ellos dos no era asunto suyo.

Sigh.

Se le había cerrado el apetito.

—¿Seto? —una nueva voz, masculina está vez, provocó que sus ojos rodaran hasta quedarse en blanco.

—Supongo que ya es imposible convencerte de que me llames Kaiba, pequeño Ishtar —sus palabras que parecieron más un gruñido que una oración lograron que el egipcio sonriera un poco. Era de esperar que si Ishizu estaba allí su hermano hubiera venido con ella. Suspiró. Aún no terminaba de creer el hecho de que se estaba acostumbrando a la presencia del chico. Era irónico si tenía en cuenta que la primera vez que Marik acompañó a Ishizu hasta su mansión fue porque no se fiaba de él. Terriblemente irónico.


—Entonces... ¿Marik y Kaiba se llevan bien? —preguntó una sorprendida Anzu a la mujer que se encontraba a su lado mientras miraba en la dirección en la que se encontraban los dos mentados. Yugi quien usualmente pensaba que estaba mal espiar conversaciones ajenas no pudo evitar poner la oreja tras convencerse así mismo de que al estar tan cerca de ellas técnicamente formaba parte de la conversación.

—¿Sorprendente, verdad? —Ishizu sonrió como si escondiera una terrible verdad que sólo ella conociera—. Deberías haberlos visto al principio. Marik odiaba que fuera a visitar a Seto por más que le dijera una y otra vez que a ninguno de los dos le interesaba el otro de esa forma —rodó un poco los ojos al recordar aquellos días—. Se llevaban como el perro y el gato. Incluso discutí con Seto por el hecho de que Marik siempre viniera conmigo y, pum, un día, de repente, empezaron a tolerarse. Supongo que influyó que mi hermano dejará de comportarse como un cretino con él —Ishizu adoraba a su hermano pero negar que había estado bastante insoportable sería tapar el sol con un dedo de la mano.

Y mientras ellas seguían hablando, de Kaiba, de Marik, de otras tantas cosas que realmente Yugi no terminaba de comprender el muchacho dirigió su vista en dirección a los chicos. Kaiba parecía tranquilo e incluso relajado al lado del rubio. A leguas se notaba entre ellos una confianza que él por mucho que lo intentaba no había logrado forjar con el castaño. Y no era tan idiota como para echarle enteramente la culpa a Seto, sabía que él tenía gran parte de responsabilidad en la situación en la que se encontraban.

—¡Ah! Yugi, ya que estás aquí, hay algo que llevo tiempo queriendo preguntarte —el aludido escuchó a Ishizu de fondo, asintió levemente a todo lo que la mujer decía mientras su mente permanecía lejos, fija en los dos hombres que charlaban a escasos metros de distancia. Y pensó en su parte de culpa nuevamente. Porque siempre dudaba cuando se enfrentaba a Kaiba, porque nunca era capaz de ayudarle, porque nunca le dejaba las cosas claras desde el comienzo como parecía hacer Ishtar.

Yugi creía ser el tipo de persona que Kaiba odiaba.

Por primera vez en lo que se refería al CEO sintió celos. Celos de la facilidad con la que Marik parecía hablar con él, de la facilidad con la que se entrometía en su vida sin ser invitado y no era echado a patadas al instante.

Y en aquel lugar, en aquel momento en el que se suponía que debía sentirse feliz porque por fin sus amigos estaban reunidos de nuevo y pasándoselo bien, se sintió pequeño, patético y dolido.

Y se odió por ello.

Notas finales:

NdA: Curiosamente el tema de los celos es uno que encuentro interesante y excesivamente explotable y, sin embargo, este capítulo fue un completo dolor de ovarios.

En fin, al principio había pensado que fuera Ishizu quien hablara con Kaiba ya que veo una buena química entre ellos pero honestamente hubiera sido raro hacer que Anzu y Marik marujearan mientras que Ishizu es lo suficientemente metomentodo para que no me costara imaginar la escena con ella, lel.

Nos leemos.


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