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El dolor de ser. por Kishi Amane

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Notas del capitulo:

Hola n.n

Pues les traigo el capitulo.

 

CAP 3

Todo había regresado a la normalidad en las dos semanas siguientes. Como era rutina todo fue casual, menos para Adeline quien estaba esperando el día de la reunión a la cual su padre iba a asistir y que por primera vez iba a ir.

 

Esa mañana se levantó como era de costumbre, eras las 7 am. Su vestido ya confeccionado por su madre reposaba en la silla de una esquina de su alcoba, y al despertar fue lo primero que vio y su mirada se iluminó. Iba hacer un día precioso y el sol brillaba. Amarró su cabello en una coleta mientras estaba frente a su espejo de cuerpo completo. No era muy pretenciosa, pero ese día ella se vio un poco bonita, no era que le gustará admirarse a sí misma, de hecho era muy penosa y no soportaba que le dieran cumplidos, pues según ella eran falsos y poco verdaderos, a veces incluso llegaba a pensar que solo lo hacían por burlarse de ella. Su poca autoestima y ser diferente al nivel que su madre nunca hablará de ello, hacían sentirla demasiado insegura, y era muy coherente que pensará de un modo similar.

Y aunque le habían dicho varias veces que era hermosa, ella se negaba a creerlo. Pedro era un trabajador de la hacienda y siempre estaba diciéndole piropos cuando salía a tender la ropa o hacia algunas de las actividades del hogar, y ella siempre se avergonzaba hasta más no poder; al límite de evitarlo lo más que podía, aunque queda decirlo que el ayudante de caballería siempre era respetuoso, pues sabía que se metería en un problema si aumentaban de nivel. No solo se metía con la joven hermosa sino con el dueño y en sí con su patrón y sus hermanos que eran muy celosos con ella.

 

 Pero ese día su rostro era adornado con una hermosa sonrisa. Y ella se sentía esplendida. Acabando de atar su cabello se puso un vestido casual y bajo enseguida a la cocina. Pero al entrar a la sala pudo observar que su familia estaba en ella, sus hermanos y padres estaban vestidos para la ocasión y ello le sorprendió.

 

-Mamá ¿qué pasa? Pensé que la reunión era comida y que sería a partir de las dos- se dirigió a su madre pero no respondió- ¿Papá me he confundido de hora?- ahora le preguntaba a su padre.

-No, no te has confundido- se aclaró la garganta- Javier, el socio de altamar nos ha invitado a un almuerzo y después de ello iremos junto con él a la reunión de negocios.- miraba a su hija de arriba abajo- Ayer estuve informándoles a la servidumbre, pero al parecer no te llegó a tiempo el recado, tal vez Verónica se le ha olvidado avisarte. Como sea, ya es tarde. Solo tenemos 20 minutos.

-Espérenme, no tardo ni diez minutos en alistarme- le decía mientras emprendía carrera hacia a su habitación.

 

No esperó en arreglarse lo más rápido que pudo, su corazón latía deprisa. Era una carrera contra el tiempo. Se puso el vestido de inmediato. Se colocó los zapatos tipo zapatilla y fue al tocador a solo pasarse un labial color coral en los labios. Se puso un collar y se soltó el cabello. Con eso se veía presentable. Tomo su paraguas y su bolso. Bajo enseguida por las escaleras. Entró a la sala, pero cuando estuvo en ella no había nadie. Se quedó un momento paralizada, hasta que escuchó el carruaje en la entrada principal. Corrió hasta la puerta y a pie de la carreta estaba su padre, pues todos ya estaban dentro de ella y varios empleados estaban despidiendo a su patrón como siempre.

 

-Lo siento- dijo casi sin aire- esperó que no me hayan esperado demasiado- se repuso un poco- en el camino me daré un retoque en el maquillaje.- Iba caminando frente a su padre y levanto una pierna para poder subir al carruaje, cuando su padre la tomó del brazo y la apartó de un empujón.

 

-Tú no vas Adeline- tenía una voz casi helada.

-Padre ¿por qué dices eso?- acercó el bolso a su pecho- Me prometiste que íbamos a ir toda la familia- le miró con unos ojos suplicantes.

Roberto la miró una vez más y subió enseguida al carruaje. Cerró la puerta de su lado y dio órdenes de dar marcha.

Antes de que partiera Adeline se agarró de la ventana y no pudo proseguir el conductor.

-¿Porque me haces esto? Me ilusionas tanto padre y al final no cumples-  en su pecho le faltaba aire, se comprimía y sintió ese hueco que de pronto era un vuelco de soledad, de desesperación y un poco de nostalgia.

Roberto bajo y la quito de la ventana. La empujó haciéndola caer de sentón.

-Papá ¿quiero ir? Por favor- lo miraba desde abajo. Sentía que las lágrimas en cualquier momento saldrían a flote.

-¿Qué no te das cuenta?- su voz era agotadora- no quiero llevarte- cambió su expresión a enfado- lo único que das es vergüenza a la familia, ¡levántate! – le ordenó.

Se levantó y bajo la cabeza. A su alrededor ahora la veían los sirvientes y ese hueco creció más. Elevó la mirada.

- Padre, llévame por favor- le suplico con ojos cristalinos.

-¡No me escuchaste!- le dio un golpe en la mejilla- ¡te quedas aquí! Maldita sea, odio repetir las cosas más de una vez.- la tomó del brazo fuertemente hasta que Adelina se quejó- Me das vergüenza, no sé cómo puedes ser mi hija- y la volvía a empujar.

Sintió su rosto arder junto con su pecho y ese hueco que de pronto desaparecía inundándola de tristeza. Pudo escuchar como su padre volvía al carruaje, daba órdenes y partían. No levanto su mirada, la mantuvo en el suelo por unos minutos, no supo cuántos hasta que Verónica la tomó de los hombros y la abrazó. Fue en ese momento que se percató que estaba llorando y que sus lágrimas no se detenían. Verónica la tomó de una mano y la condujo a su habitación. Cuando estuvo ahí Adeline soltó un grito ahogado y lloró aún más. Vero nunca dijo nada, solo la consoló. Se tumbó en la cama y se perdió en sus pensamientos.

 

Vero la dejó hasta que el llanto se calmó y pudo controlarse un poco más. Veía a Adeline como una hermana, sabía que su padre la rechazaba por alguna razón, no sabía cuál, solo había rumores en la hacienda los cuales no eran muy alentadores. Uno de ellos se decía que la joven no era hija suya y por eso el rechazo. Pero esto se contaría con la sobre protección de Roberto a Adeline, que a veces era exagerada y el gran parecido con él. Alguna otra es que Adeline estaba enferma y no querían que nadie supiera, aunque a la muchacha se le veía perfectamente. Y muchas como esas e escuchaban entre los empleados. No sabían cuál era la verdadera razón, pero en momentos como el anterior, a veces dudaba que si fuera su padre, pues la trataba tan indiferente a como los demás hijos. Pero lo que aún no podía entender es como Lorena, su madre, permitía todas aquellas escenas sin decir alguna palabra, solo observando y no protegía a su única hija.

 

Adeline estaba perdida en sus pensamientos ¿Cuántas veces de pequeña la retaban por cualquier cosa? Llegaba a golpearla por insignificancias y nunca salían de paseo con ella. Eso le dolía mucho más, se sentía rechazada por su propia familia y aunque la protegían, más que eso era como si la quisieran apartar de todos. Haciendo que no encajará ni con los empleados. No era digna de ir a biblioteca o tocar el piano de cola que estaba en la sala de estar, alguna vez pensó que era por ser mujer, pero con el tiempo analizó que era a la única que le prohibían o exigían cosas que a las demás no. Haciendo su mundo más pequeño en el cual muchas veces no podía jugar ni con sus hermanos, pues ellos eran hombre. Pensaba en algunos momentos que la querían demasiado y que la sobreprotegían pero ese día pudo disipar sus dudas, su padre se avergonzaba de ella y no sabía no el porqué. Siempre trataba de complacerlo, en la cocina, en los deberes, en no desobedecerlo pero al parecer eso no daba frutos.

 

Se quedó un buen rato así, solo pensando, hasta que escuchó algunos disparos fuera de la casa. Limpió su rostro y se paró de inmediato. Iba saliendo de su habitación.

-¡No Adeline, no, no salgas!- era Vero que corría a la habitación para avisar.-

-¿Qué pasa Vero? ¿Qué se escuchó hace un momento?- se alarmó.

-¡Son unos delincuentes!- temblaba- ¡tal vez vienen a robar!- agarró a Adeline de la mano y la regresó a la habitación.- ¡no salgas!

-Pero…pero ¿qué está pasando?- de pronto el miedo de Vero se le contagió.

-No importa lo que esté pasando afuera. Hay que esperar a que se vayan y si quieren que se  roben lo que quieran- se notaba sumamente nerviosa.

-Bien, no hay que hacer ruido- miraba a Vero realmente aterrada- Tranquila Vero. Tranquilízate.- le decía tratando de calmarla.

Se quedaron en silencio. Al parecer afuera de la habitación era un caos, se escuchaba gente ir y gritar y demasiados disparos. Hasta que trataron de abrir la puerta, ambas se miraron y entraron en pánico.

 

-¡Abran, maldita sea!- se escuchaba del otro lado- ¡abran, sé que están ahí!

El miedo las inundó. Hasta que Vero reaccionó y empujó a Adeline en el closet.

-Quédate ahí y no hagas ruido- le dijo en un susurro. Adeline solo asintió.

 

Se escuchó como forcejearon con la puerta hasta que la destrozaron de un disparo. Vero casi no podía ni respiraba.

Entraron dos hombres, el primero entró cubierto de la cara y se dirigió a la sirvienta.

-¿Dónde están los dueños?- le preguntó. Pero Vero no podía ni contestar.

-No…no sé, salieron.

-¿A dónde?- se le podía ver la mirada de furia.

-No sé con…no sé con exactitud…yo…

-¡Habla bien! ¿A dónde fueron? ¡Ehh!

-A un almuerzo, se fueron desde la mañana, no han regresado.- Vero tenía lágrimas en los ojos.

-¡Maldita sea!- se agarró la cabeza- llegamos tarde- miró a su colega- Avisa que llegamos tarde-

De la nada se escuchó algo caer en el armario. El segundo estaba por irse pero alcanzo a oír.

-Espera. He escuchado algo en el armario- se acercó al mueble y lo abrió. Adeline estaba temblando y mirando realmente asustada.

-¿Quién es está?- se acercó el primero, el segundo hombre que estaba esperando.

-Es una muchachita- le dijo, Adeline cambiaba su mirada de un hombre a otro.

-¿Más servidumbre?- le preguntó el que abrió el armario

-No creo.- la observaba por todas partes atreves de la máscara.

-¿entonces?-tomó a Adeline del brazo, forzándola a salir.

-Mira su ropa, una sirvienta no trae ese tipo de ropa.- ambos analizaron

-¿No la llevamos o qué?- se dirigía al enmascarado, pues al parecer era el quien mandaba en esa situación.

-Sí, tráela.

Se acercó y la tomó de ambos brazos, haciendo que caminará hacia la salida.

-¡No, no me toques!- estaba aterrada y totalmente a la defensiva.

-¿Ves? No es una sirvienta- le dijo- tráela, ya veremos quién es- la tomó de la cintura y la cargo.

-¡Bájeme!- su desesperación estaba al máximo- ¡Ayuda! ¡Vero!- pataleaba al hombre que la tenía en un hombro.

Vero trató de ir por ella –Tú ni te atreva, que te vuelo la cabeza de un tiro- se quedó petrificada.

Iban abajando las escaleras y Adeline soltaba patadas y golpes, que al parecer no hacían ningún efecto con el hombre que la llevaba acuestas.

La bajo al piso y enseguida Adeline corrió, no llegó a dos metros cuando el hombre enmascarado la golpeo de lleno en la cara. No supo más, quedo inconsciente.

 

Sus ojos le pesaban, tratando de abrirlos le incomodó, enseguida sintió arder su rostro, se incorporó un poco y enfocó la imagen que se le presentaba enfrente. No sabía dónde estaba, parecía una especie de habitación desalojada y en mal mantenimiento. Su cabeza de pronto le dolió y la hizo marearse. En el fondo de aquella habitación se escuchaban voces, no supo distinguir ninguna. Se paró de lo que parecía una improvisada cama y se sostuvo de la pared. Llegó a la puerta y trató de abrirla pero no esta no cedió. Y de pronto alguien se acercaba y de inmediato se alejó.

Al abrirse la puerta entraron tres hombres y miraron a la muchachita. Uno de ellos se le acercó.

-¿Cómo te llamas?- preguntó dirigiéndose a Adeline. Pero ella no contestó, aún estaba desorientada- He dicho que ¿Cómo te llamas?- Adeline no respondía aun- Tranquila, no te haremos daño, solo ha sido un error, me ¿podrías decir tu nombre?- le brindó una sonrisa y Adeline pudo identificarlo como Bast, aquel hombre que la salvó en la plazuela. Y con ello se relajó un poco.-Bien, si no quieres contestar, está bien además…

-Adeline- por fin hablo. Me llamo Adeline.- y Bast también la identificó.

-¡Vaya! Tú sí que te metes en problemas- la observó más detenimiento y confirmó que era la misma muchachita de hace un par de semana- Y dime Adeline ¿cómo es que estabas en esa casa? ¿Trabajas ahí?- le preguntó más relajado.

-No trabajo ahí- se mordió los labios nerviosamente- los tres hombres se le quedaron viendo con una cara de simple interrogación. A lo que prosiguió- Soy miembro de la familia… soy hija de Roberto Bosco- ahora sí que a los tres hombres no podían descifrar otra cosa que sorpresa en sus rostros.

-Espera- intervino un hombre de los que antes no habían dicho palabra alguna- Que nosotros sepamos El Duque Bosco no tiene ninguna hija ¿cierto?- ahora los tres hombres no sabían que hacer.- solo tiene hombres, para más exactos tres.

-Tranquilo Klein. Tiene que haber una explicación.- decía el último de ellos.- A ver, niña… explícate ¿cómo es que nadie sabe de ti?- se dirigió a Adeline y todos la miraban.

-No lo sé- se puso nerviosa de pronto- Mi padre jamás me deja salir de hacienda.- bajó la miraba.

Los tres hombres salieron y cerraron dejando Adeline nuevamente sola.

 

-¿Qué opinas Bast?- preguntó Klein- ¿crees que diga la verdad?

-No lo sé.- estaba realmente pensativo.

-Llegamos tarde por Bosco, él era el objetivo o alguno de sus hijos, pero ahora tenemos a esa niña.- el quien hablaba era Charly.

-Bien, hay que hacer lo siguiente- miró a sus dos socios y amigos- si esa muchachita dice la verdad, tiene coherencia que Bosco la haya ocultado de la sociedad, sabe que tiene muchos enemigos.

-Sí así fuera, hubiese ocultado a sus hijos ¿no?- Charly estaba dudando de toda aquella situación- ¿Para qué a una niña?

-Puede ser que la quiera demasiado- dijo Klein.

-Ese bastardo no quiere a nadie- a Bast le cambió la mirada a una de odio.

-¿entonces?- preguntaba nuevamente Klein.

-Esperaremos a que la busque. De plazo una semana.- Bast observaba la puerta- si realmente es su tesoro secreto, no dudará en buscarla y lo atrapáremos en el intento. Y si no, tenemos tiempo para idear un nuevo plan.

-Estoy de acuerdo- Charly dio el lado bueno- Además no había documento alguno en la casa, que nos pueda servir para recuperar las tierras.

- Ese bastardo- Klein apretaba sus puños- nos las pagará.

-Guarda esas energías para batalla- le dio un golpe en la espalda- No toquen a la princesita, es nuestra invitada- todos rieron en sintonía. Y como el líder que era se respetó su decisión.

 

Adeline estaba aún con miedo, desde que se fueron esos hombres nadie había entrado. Aunque una parte de ella se sentía mejor al reconocer a Bast. Sonrío inconscientemente y volvió al colchón en el suelo, recordando como la salvó por segunda vez. Pasaron horas hasta que se volvió abrir la puerta, pero esta vez era una mujer.

-Toma- le dijo de mala gana- tienes que comer- y le aventó una charola con algo que parecía pasta, un bolillo duro y una botella de agua- comételo todo.

-Esperé- agarró a la mujer de la falda y esta de una manera brusca se zafó y se alejó de ella

-¡No me toques!- la miró con rencor.

-¿¡Cuando saldré de aquí!?- le preguntó con voz temerosa- Bast dijo que había sido una confusión y…

-¡No le llames así! – Le gritó- Tú no eres nadie.- y así como entró, salió del cuarto. Dejandola nuevamente sola

 

 

 

Habían pasado tres días desde que Adeline estaba en aquella habitación. Solo había entrado la mujer a darle comida, que cada vez se veía peor y aunque Adeline siempre preguntaba lo mismo, la mujer la ignoraba y no decía palabra alguna.

Y mientras tanto los líderes discutían el proceso que se llevaba hasta ahora.

-Bast, no han venido por la niñita esa- Klein estaba desesperado.- ¿Qué hacemos?

-Ayer fui al pueblo. Nadie ha hablado de lo que paso en hacienda de Bosco o del secuestro- se paseaba por la sala de juntas que no era más que la cocina de la casa en donde estaban- Charly dio una vuelta a hacienda y no hay movimientos tampoco.

-¡La chiquilla esa mintió!- dijo realmente enojado- y nosotros estamos perdiendo tiempo valioso, antes de que decida viajar al extranjero ese bastardo.

-Si, tal vez sí mintió- dile a Cassandra que se encargué de ella, no podemos tenerla como invitada cuando hay carencias.-

-Bien, iré a ver nuevamente al pueblo para dar marcha al siguiente plan.- salió de la cocina y cumplió la orden de Bast.

 

Se abrió la puerta y entró Cassandra a donde estaba Adeline. Quien estaba en el colchón y se incorporó de inmediato.

-Por fin te vas mocosa mentirosa.- le dijo aventando veneno- me tenías harta.- se acercaba a ella- Pero antes tienes que pagar por la comida que te has tragado como cerda- le arrojó un vestido mal hecho y sucio.

-Pero ¿qué?- Adeline se emocionó, saldría de ahí- Bien, me iré.- Se levantó y fue directo a la puerta.

-¿Qué no oíste? Mocosa- tienes que pagar por los días que estuviste aquí- quítate el maldito vestido y lárgate.

-Pero ¿por qué?- no pedí que me trajeran aquí.-contestó

Cassandra ya había tenido suficiente, era una mujer de poca paciencia y había alimentado a esa mocosa durante esos días para que ahora siguiera con esa letanía que aborrecía. Se acercó y le dio una bofetada. Adeline no pudo reaccionar de inmediato y recibió el golpe.

-¿qué te pasa? Yo no decidí que…-recibió un golpe más. Cassandra era mayor y podía con la mocosa sin mucho esfuerzo- espera…- solo pudo meter las manos cuando estaba por recibir otro golpe.-Bien, bien. Me lo quitaré. No me golpes más.

 

Cassandra sonrío al escuchar esas palabras y le arrojó nuevamente le vestido viejo. Adeline lo tomó, miró a Cassandra y al darse cuenta que no se iría de la habitación comenzó a desvestirse.

Conforme iba desvistiéndose, Adeline se dio la vuelta queriéndose tapar un poco ante la miraba de Cassandra, pues nunca había hecho eso delante de quien no fuera su madre. Se quitó el velo que llevaba por debajo y quedo en solo calzoncillos y corsé. Cassandra pudo ver que la mocosa no tenía pecho, era raro, aunque a su edad algunas aún no se desarrollaban por completo. Pero lo que no dejó pasar por alto fue cuando Adeline tomó el viejo vestido y estiro los brazos para ponérselo por la parte de arriba, o que dejó en descubierto la parte inferior y Cassandra pudo observar con toda claridad la zona intima de Adeline.

-¡Alto ahí mocosa!- Cassandra estaba tan impresionada que hizo una maniobra rápida y levanto la falda del vestido y bajó los calzoncillos, dejando a la vista esa zona- ¡¿eres un puto doncel?!- de la impresión dio un paso hacia atrás.

-¿Qué?- Adeline no sabía de qué hablaba.

 -Esto…esto…-no acabo la frase y salió y cerró la habitación  lo más rápido que pudo.

 

 

Bast estaba con Klein y otros en la sala de juntas cuando todos vieron como Cassandra venia casi corriendo.

-¡Bast!- se paró a su lado- ¡la bastarda que está en la habitación no es una bastarda, es un puto doncel!- casi dio un grito en lo último.- ¡Es un doncel!

De pronto todo quedo en silencio hasta que al líder se le transformó su rostro a total irá.

-¡Me las pagará ese puto bastardo!

Notas finales:

Los próximos capitulos serán más explicitos.

¡Saludos!


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