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Partes de un Libro por clumsykitty

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Título: PARTES DE UN LIBRO

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU – AU (universo alterno)

Pareja: Stony

Derechos: Ja.

Advertencias: es un universo alterno, situado en años de la Segunda Guerra Mundial. No existe nada de Capitán América ni súper suero. Cero poderes o armaduras. Esta historia pertenece al #StonyFictime del grupo Multiuniverse Stony, eligiendo como temática el de bibliotecario, ávido lector, como punto de partida.

 

Gracias por leerme.

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PARTES DE UN LIBRO

Corte

 

Verano 1945

Bahía de San Francisco, California.

 

-“… Pero cada hombre no es solamente él; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca más, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención…”

-¿Qué sucede?

-Esto es realmente bueno. ¿Por qué nunca lo tuvimos?

-¿Será por la guerra?

-Y por eso mismo no quiero saber cómo lo obtuviste.

-Por ti, puedo ir hasta el centro de la Tierra si ahí se encuentre el tesoro que te haga sonreír.

-¿Cómo sabes que sonrío?

-Por tu voz. Hay un timbre diferente para cada gesto tuyo.

-Me siento ligeramente acosado.

-Debes sentirte plenamente amado.

Anthony solo rodó sus ojos, continuando con su lectura de Demian de Herman Hesse mientras en la radio sonaba Rum and Coca-Cola de The Andrew Sisters. Steven le prestaba atención, con su cabeza reposando en el regazo del castaño con una mano suya haciendo figuras sobre la camisa de éste, sonriente ante la voz que leía para él. Igual que en las grandes tragedias griegas, habían pasado por una serie de eventos llenos de malentendidos y confusiones que por nada estuvieron a punto de separarles definitivamente. El joven millonario no olvidaba la llamada angustiada de James cuando le informó que se habían llevado de emergencia al hospital a Anthony, luego de caer frente a su edificio corporativo. La propia Peggy le había acompañado al verle tan perturbado, desconcertado por el suceso y lo que su amigo le había contado que no tenía ni pies ni cabeza, hasta que al hablar con una muy furiosa Lafayette fue que comprendió su error.

No le había contado toda la historia al castaño sobre lo ocurrido entre Margaret, James y él, porque sentía mucha culpa al respecto, no quería empañar su relación con Anthony pero al final terminó confesándole en su camilla, cuando éste despertó, lo que debió haber sabido antes. Era muy cierto que de adolescentes, Peggy y Steven habían sido novios, una relación de años pero lentamente fueron distanciándose hasta que terminaron solo como amigos aunque nadie cercano a ellos lo vio así porque siguieron con la misma rutina. Entonces Peggy conoció a James, compañero de la universidad que ayudaba a Steven como le protegía de los graciosos que se burlaban de él. Ahí brotó el romance con pinta a convertirse en un matrimonio cuando la guerra estalló y James deseó unirse al voluntariado de la Cruz Roja, pese a las quejas de su novia.

Ella culpó a Steven –quien sí tuvo algo de responsabilidad- de que James se marchara a Europa con semejante conflicto bélico encima. Aquella era la situación cuando conoció a Anthony, el rubio sintió mayor remordimiento al haber encontrado el amor de su vida y haberle arrebatado a su hermana y amiga el suyo. Por eso había decidido viajar a Europa pese a sus propias dificultades con la determinación de traer de vuelta a James, quien sufrió un accidente cuando una esquirla de bala de metralleta quedó clavada en su hombro izquierdo durante un fuego cruzado entre aliados y una avanzada nazi en Francia donde se encontraba. Primero consiguiendo un médico que le operara, buscando salir de aquella zona de guerra y al fin regresando a América, los tres se habían reunido como en los viejos tiempos.

Steven fue a hablar con la Familia Carter como intermediario de James para solicitar la mano de Peggy, tal como lo dictaba el protocolo, ignorando que Anthony se había hecho de otras ideas, encontrando a James quien a cambio del favor que su amigo estaba haciéndole, iba a buscar al castaño para entregarle aquel infame cheque con el fin de que pudiera renunciar a su empleo, pagar lo que pudiera tener de adeudos porque Steven iba a llevárselo a San Francisco. Tanto Peggy como James ya sabían todo del castaño y su relación, como los buenos e incondicionales amigos, iban a respaldarles, alcanzándoles después de la boda en aquel lugar donde en teoría los cuatro comenzarían una nueva vida si la guerra se los permitía. El rubio lloró lágrimas de arrepentimiento sobre la mano de Anthony en el hospital, mismas que éste limpió cuando entendió todo.

Luego de la severa amonestación de Lafayette, los dos volvieron al plan original, Anthony conociendo al fin a Peggy Carter y mejor a James Barnes, quien estuvo disculpándose una y otra vez por sus palabras que causaron su infarto hasta que el propio castaño le amenazó con sabotear su boda si no dejaba de pedirle perdón. 1942 comenzó con un mundo atraído ya hacia las tierras europeas llenas de muertos y amenazas de invasión nazi y ellos dos dejando atrás todo aquel evento, mudándose al fin hacia San Francisco, luego de despedir en el aeropuerto a los recién casados, Peggy y James. Mientras ellos iban a su viaje de bodas a Florida, Steven puso manos a la obra a su plan, de la mano de Anthony quien entró a la Biblioteca Pública de San Francisco en primer lugar y luego, con las recomendaciones del rubio, a la UCLA donde terminaría sus estudios truncados hacía muchos años.

Ahora era uno de los consejeros de la propia biblioteca de la universidad y parte del grupo de investigadores. Había encontrado un lugar donde todo lo que sabía y podía hacer era reconocido, como pez en el agua según el rubio, a quien siguió leyendo cada libro que llegaba a sus manos, preguntándose si no necesitarían una casa más grande o comprarse una biblioteca porque un día ya no iban a caber entre tantas obras en la no tan pequeña pero tampoco inmensa construcción en el barrio de Ashbury donde residían. Otra de las adquisiciones, idea de Anthony, era Capitán, un labrador dorado, guía de Steven, primero reacio a la idea más con el tiempo él y el perro hicieron migas muy pronto, entendiéndose a la perfección. No era común ver perros guía porque requerían entrenamiento especial y prácticamente nadie sabía de ello, pero en la universidad, el castaño había conocido a un profesor ex veterano de guerra y que había entrenado perros en la milicia.

La idea era similar, así que Capitán llegó un día, como cachorro a la casa, en el cumpleaños del millonario. Juntos, entre tropiezos y momentos chuscos, aprendieron a coordinarse. Eso le facilitó más las cosas a Steven, dejando el bastón solamente para casos muy particulares, teniendo más libertad de acción, que necesitó al establecer su oficina principal en aquel lugar, con ayuda de James y Peggy quienes les visitaban en casa a menudo, igual que Abraham quien se había quedado a cargo de la mansión Rogers en Manhattan. Anthony volvía a Brooklyn un par de veces al año, para visitar a Lafayette y Rhodey, llevándoles obsequios al igual que respondiendo a sus preguntas. Lafayette tenía una fobia tremenda a tomar un avión, pero prometía que un día lo haría, porque deseaba conocer el lugar donde ahora vivía el castaño, asegurándose de que estaba sano y salvo.

Hitler, al fin, había sido vencido. Después de la milagrosa reunión de Stalin, Churchill y Roosevelt, por fin habían logrado dejar a un lado sus intereses personales para unirse en un frente común, logrando un plan que seguramente pasaría a la historia, el Desembarco de Normandía. Rusia había entrado a Berlín pero no atraparon al Führer, fugitivo de sus soldados. Sin el resto de las facciones aliadas a los alemanes, lentamente Europa volvió a respirar tranquilidad, aunque el horror de la guerra estaba lejos de terminar. Anthony había escuchado en la universidad sobre los trabajos del genio en física, Albert Einstein, a quien después pudo conocer. Un hombre brillante que fue más tarde traicionado por el ansia de poder, la mancha que siempre llevaría su nombre en el Proyecto Manhattan. Japón era el último bastión de resistencia y Estados Unidos ya no quería seguir perdiendo tiempo con ellos, so pretexto del ataque a Pearl Harbor.

Por primera vez en la historia, y para horror del castaño, la ciencia había tenido un gran tropiezo al crear un arma de destrucción masiva. Hiroshima y Nagasaki. Inocentes asesinados con una frialdad que le harían unirse al grupo de intelectuales que pidió al gobierno de Truman no volver a repetir semejante ataque. Anthony le había comentado a Steven sobre las consecuencias de esas bombas atómicas, no solo eran las muertes, los heridos y una tierra devastada. Los militares, que su padre tanto adoró, eran unas cabezas huecas que no estaban considerando las posibles repercusiones ambientales de una reacción en cadena. Esperaba que el tiempo le desmintiera, pero Anthony estaba seguro que cuando la Humanidad volviera sus ojos a esas horribles fechas, les señalarían como culpables de un desastre mayor. Con esas bombas como el descubrimiento de los campos de concentración, lo pondría en el archivo histórico de la biblioteca entre los peores desastres de aquel conflicto bélico.

-Te he perdido de nuevo –murmuró sonriente Steven, acariciando su mejilla.

-Solo pensaba.

-Por eso mismo, huyes a un sitio donde no te puedo alcanzar.

-Es tu culpa.

-¿Mía?

-Sí, toda tuya.

Steven negó, levantándose del sofá al tiempo que buscó una mano del castaño para que se pusiera de pie.

-Quisiera añadir otro cargo a mis crímenes.

-Sí, claro, Rodión Raskólnikov.

Anthony se dejó abrazar, reposando su frente sobre el hombro del rubio, sonriendo oculto en su pecho al sentirle como empezaban a bailar. En la radio sonaba otro éxito del momento, una balada del ya conocido Frank Sinatra, cuyas letras escuchó cual poema en su oído con la voz seductora de Steven, quien le pegó a él por completo.

If you are but a dream
I hope I never waken,
It's more than I could bear
To find that I'm forsaken.

If youre a fantasy
Then I'm content to be
In love with lovely you,
And pray my dream comes true.

I long to kiss you
But I would not dare,
I'm so afraid that
You may vanish in the air,

So darling,
If our romance would break up,
I hope I never wake up,
If you are but a dream.

 

-Debes medir cuánto me consientes, señor millonario, o un día ni toda tu fortuna podrá costear mis caprichos.

-No importa.

-Steven, eres imposible.

-Por eso me amas.

-Hm.

Capitán ladró, moviendo su cola, sentado no lejos de ellos mientras la música seguía y ellos dos bailaban lentamente. La ventaja de haberse mudado a San Francisco era la tolerancia que tenían respecto a relaciones como las suyas, aunque la agresión y rechazo seguía en buena parte de la bahía, en su barrio eran más abiertos, posiblemente por la población tan cosmopolita que estaba formando Ashbury. Había dos clases de movimientos de población en el país, aquellos buscando comenzar de nuevo en otras tierras y los que deseaban volver a Europa, trabajar duro para levantar una vez más sus hogares. Se dejaba entrever con el próximo fin del conflicto, uno nuevo, que Steven le había comentado al castaño, la entrada de Rusia a Berlín en lugar de los Estados Unidos. Si bien no parecía haber enemistad entre ambos países, el bloque socialista iba a convertirse en otro nuevo tema internacional a resolver.

El mundo iba a dividirse, sin duda alguna, con los juicios próximos a celebrarse en Nuremberg, la reunión de los dirigentes políticos de varios países para determinar el castigo para el Eje, las compensaciones a familiares de víctimas de campos de concentración como las naciones que también recibirían sanciones por crímenes de guerra, más de uno iba a quedar en descontento. Pero al menos confiaban en que las riñas que fuesen a aparecer ya no provocaran más peleas a tal nivel. En broma, James Barnes decía que la Cruz Roja ya tenía bastante trabajo atendiendo a los refugiados, exiliados y testigos clave, entre otras situaciones como para que estallara una nueva guerra de orden mundial. Y luego de ver el poder destructivo de la bomba atómica, esperaba que más de un presidente tuviera la sensatez de establecer un protocolo de seguridad mundial.

-Capitán –llamó Steven cuando la melodía terminó- La caja.

-¿Qué pretendes ahora? –Anthony observó al perro perderse en un pasillo- ¿Otro nuevo regalo? Steven, creo que debemos hablar de tu obsesión por cuidarme.

-No volverá a pasar.

-Tengo una vida lo suficientemente tranquila, gracias, así está bien.

-Aún puede ser mejor –sonrió misterioso el rubio.

-En verdad, si son más libros vamos a tener que comprar otra casa.

-Ya sabrás de qué se trata.

Anthony entrecerró sus ojos, pero hizo caso, esperando paciente a que Capitán volviera con una pequeña bolsa en el hocico que tendió a Steven. De la bolsa extrajo una cajita de terciopelo que hizo al castaño contener el aliento, mirando aquel objeto y el rostro frente a él como asegurándose de que no estaba viendo una ilusión, que no estaba soñando. El rubio le sonrió, buscando sus manos para besarlas por el dorso tomándose su tiempo antes de abrir aquella cajita y mostrarle un par de anillos de oro. Anthony apretó las manos del millonario en respuesta, notando las siglas de sus nombres en el interior de los anillos.

-Yo sé que no hay manera de que ley alguna pudiera avalar lo que tenemos, pero no importa –comenzó Steven, ladeando apenas su rostro- Porque no hay libro, código o escrito que pueda reflejar lo que siento por ti, Anthony. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, ser parte de tu vida como yo de la tuya, escucharte leer, sentirte junto a mí, saberte feliz. Quiero que tengamos una casa llena de libros, que hagamos nuestra propia biblioteca, nuestra propia historia. Anthony Edward Stark, ¿me harías el honor de ser mi esposo?

Primero hubo un silencio de parte del castaño, cuya mirada no se despegaba de los anillos. Luego, salió de aquel ensueño para abrazar con fuerza a Steven casi a punto de tirarle, riendo de felicidad.

-Duda que ardan las estrellas, duda que se mueva el sol, duda que haya verdad, mas no dudes de mi amor.

El rubio se carcajeó, besando la mejilla de Anthony. –Esto no hubiera sido perfecto de haber omitido alguna cita de Shakespeare, ¿cierto?

-Acepto, Steven.

Asintiendo a sus palabras, el rubio tomó su mano izquierda para colocar el anillo que llevaba sus siglas, dejando que Anthony hiciera lo propio con el otro. Capitán ladró de nuevo y ellos le abrazaron entre nuevas risas al igual que varios lametones del labrador más que contento de verles así. El castaño recordó que tenían una botella que Peggy no hacía mucho les había obsequiado, dejando por unos minutos a Steven en la sala para ir corriendo a la cocina y sacar aquel vino con que celebrar, tomando un par de copas del estante, volviendo con una sonrisa de oreja a oreja sintiendo su corazón latir aprisa pero sin alarma alguna. Tuvo que pedir la ayuda del rubio por el sacacorchos que pareció desobedecerle más lo cierto era que estaba nervioso, emocionado. Algo de espuma corrió de la botella que Capitán lamió mientras sirvieron las copas, alzándolas al unísono y chocándolas en el aire con un beso de por medio.

-Señor Rogers –anunció coqueto Steven.

-Claro que no, tú eres ahora Stark.

-Por alfabeto, me corresponde.

-Yo soy mayor que tú, así que obedeces a tus mayores.

-Esa clase de obediencia no es mi fuerte.

-Steven…

-Lo siento, tú mejor que nadie sabes que cuando me propongo algo, lo cumplo.

-¿Ah, sí? Puedo arrepentirme, Señor-Todo-Lo-Puedo.

-Tengo varios trucos bajo la manga para convencerte –el rubio le besó varias veces.

-Mmmm… puedo meditarlo… mmm… necesito tiempo.

Fueron a caer entre tropezones al sofá donde previamente estuvieran sentados. Anthony se quejó, bufando al sacarse debajo de la espalda el libro, gruñendo al verle unas hojas maltratadas pero rápidamente distraído por unas manos y labios que buscaron los suyos. Las caricias subieron de intensidad hasta que el castaño fue quien una vez más detuvo los avances de Steven, parpadeando para enfocar su vista, respirando entrecortadamente con su pareja encima de él, separándose apenas con una expresión confundida que calmó con una mano, prestando atención a la radio que abruptamente había suspendido su transmisión. El rubio lo notó al fin, levantando su rostro hacia donde el aparato para escuchar.

Era la voz del presentador del programa, hablando con un timbre emocionado un anuncio gubernamental. Japón había firmado su rendición. La guerra terminaba formalmente con la victoria de los aliados, el mundo estaba de fiesta. Se declaraba como el Día de Victoria sobre Japón, el término de la Segunda Guerra Mundial, un día de celebración nacional. Todos debían parar sus actividades y celebrar ese gran acontecimiento en la historia de la Humanidad. Anthony fue abriendo sus ojos lentamente conforme escuchaba toda la noticia completa, sus manos aferrándose con fuerza a los brazos del rubio quien también fue sonriendo, de pronto subiendo una mano a la nuca del otro para atraerle y depositar un beso conmovido en su sien. La pesadilla acababa un 15 de agosto de 1945.

-¿Qué sucede afuera? –preguntó el rubio al percibir unos sonidos provenientes de la calle.

-Espera aquí.

-¡Anthony!

Éste corrió, tropezando con la orilla de los muebles hacia la ventana con balcón de la casa, haciendo a un lado las persianas para ver a la gente salir a las calles, de sus autos. Todos estaban compartiendo aquel momento entre fanfarrias, abrazos y vítores para los soldados que habían peleado en el frente. De la nada estaban esparciendo confeti, papelitos blancos y flores. Anthony sonrió, volviendo al lado de un consternado Steven cuya mano tomó llamando a Capitán para ambos salir de la casa, uniéndose al festejo callejero, engrosando el número de personas que atiborraron toda la avenida, cantando el himno nacional, cantando cualquier canción que celebrara aquel momento. El castaño rió, abrazándose a su pareja mientras eran rodeados por más gente. Manos vinieron a ponerles coronas de flores en sus cabezas, recibiendo por igual sonoros besos, algunos dejando su marca rojiza en sus mejillas. De pronto, todos eran hermanos.

-¡STEVEN!

El rubio levantó por su cintura a Anthony, dando una vuelta así con él mientras Capitán ladraba pegado a su pierna, también recibiendo un collar de flores y abrazos. Ambos rieron con ganas, los brazos del castaño rodeando el cuello de Steven con un beso largo entre una lluvia gruesa de confeti y papelitos blancos, gorras de marinero siendo lanzadas al aire igual que boinas verdes, sombreros e incluso elegantes guantes femeninos. Varios reporteros comenzaron a tomar fotografías para inmortalizar el momento. Anthony más tarde recortaría todas ellas al verlas en los periódicos locales, teniendo sus propias copias enmarcadas sobre la repisa de la chimenea cuando pudiera contactar con los diarios para solicitarles una copia. Entre todo el tumulto, ahí estaban ellos dos, sonrientes, más que dichosos con sus anillos en sus respectivas manos celebrando con un beso entre risas y aplausos un momento más que especial para ellos que jamás olvidarían.

Su boda el día en que la paz volvió al mundo.

 

F I N


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