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Máscara de encantos por deep desire

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Capítulo 19

 

Kise Ryota

 

 

Es un idiota. Es lo único que puedo pensar de él al verlo llegar de esa forma. De hecho solo quiero matarlo con mis propias manos por ser tan tonto.

Su deuda estaba saldada. Su vida estaba arreglada. No entiendo, no me cabe en la cabeza cómo puede estar aquí, metiéndose en la mansión de Haizaki esperando salir con vida. Esto no es una maldita historia de amor en la que los trágicos amantes se preocupan el uno por el otro y mueren, pero al menos mueren juntos.

No hay amantes. No hay trágico. Es la realidad.

Maldito idiota. Lo odio. Sinceramente lo odio.

Haizaki solo está poniendo su atención en él, sacando conclusiones que no son reales. Pensando que el maldito moreno es un policía, cuando sólo es otro sujeto con las manos manchadas como yo. Veo fijamente a los ojos de Haizaki antes de que me golpee el rostro. La sangre de inmediato se hace presente en mi boca, la piel de mi labio se ha partido y sólo duele, pero no es nada comparado al ligero miedo que se comienza a instalar en mis entrañas.

Daiki sólo va salir de aquí con un agujero de bala en su cuerpo… probablemente muerto.

Apenas el aviso de que Yukio había invadido la mansión llegó a oídos de este imbécil peli gris, todo se decidió tan rápido como se pensó. Me ataron a la silla, me amordazaron y me situaron frente al sujeto que tantos problemas me ha dado desde que fallé la última de sus enmiendas. Sé que me trajeron aquí para golpearme un poco y luego matarme, pero las cosas se apresuraron una vez la policía llegó, dejando solo la escena de un discurso patético sobre “creíste que ibas a salirte con la tuya, maldito rubio. Nadie me desafía ¿oyes?” cosas así, justo antes de que Daiki entrara. Haizaki ya tiene el arma lista con la bala que lleva mi nombre en su cintura, sólo está esperando un poco más para tratar de “torturarme”, pero sabe que no tiene el tiempo, no cuando está a punto de ser capturado.

– No te atrevas a tratar de dañarle un pelo más, imbécil –gruñe Daiki detrás de mí, sujetando mi hombro con fuerza.

Suelto un bufido riendo lo mejor que puedo con la mordaza en mi boca. Esto es increíble. Alguien por favor mátelo por mí para que se quede callado y no empeore más la situación.

– Oh… no me contaste que tenías un protector en la policía –se burla el peli gris riendo con sorna– Eso explica el cómo te fugaste con tanta facilidad –no está tan lejos de la verdad… pero el problema es que fue Yukio, no Daiki.

Me encojo de hombros mirándolo a los ojos, como siempre he hecho, demostrándole que no soy un simple peón más en sus filas. Soy dueño de lo que hago y cómo lo hago. Jamás pudo controlarme, esa fue la razón de que siempre volviera a requerir de mis servicios de sicario.

– Señor… –un sujeto entra apresuradamente a la habitación, deteniéndose de inmediato al ver la escena tan tensa– Lamento interrumpirlo pero… tenemos un problema… –guarda silencio tragando saliva ante la fuerte mirada que le da Haizaki al voltearse.

– ¡Habla de una vez! –grita haciendo que el sujeto retroceda un paso.

– Han traspasado el bloqueo… y vienen en camino –dice retrocediendo otro paso más, de seguro que por la expresión de ira que debe de tener el peli gris ahora. No puedo regocijarme más de la situación. Joder, jamás creí que Yukio de verdad se iba a atrever a penetrar este castillo implacable. Al parecer le gusta jugar con fuego.

– ¡Maldición! –gruñe con desesperación– ¿Acaso no sirven para nada? ¡Estúpidos inútiles! –grita.

Suelto una risa que no puedo contener. Definitivamente esto me ha hecho el día. Me doblo lo más que me permiten mis brazos atados, y continúo riendo como si me hubieran contado el mejor chiste del mundo. El moreno me suelta pero permanece detrás de mí. Podría decir que me está usando como escudo, al menos de esa forma lo siento. No está haciendo nada por mí de todos modos… Sigo sin entender qué diablos hace aquí. Si venía a salvarme entonces no se nota.

– ¡¿De qué te ríes?! Maldita rata –grita acercándose a mí. Me obliga a enderezar la postura, pero es imposible detener mi risa. Sus golpes a mi rostro solo me hacen reír un poco más.

Daiki sujeta a Haizaki por el frente de su costoso traje y lo hace retroceder mientras trata de darle un golpe. Y digo trata… porque apenas levanta una mano, el que es la mano derecha del peli gris le dispara a quemarropa.

Cierro los ojos al verlo caer de rodillas frente a mí, aún de espaldas, con una mancha roja creciendo más y más en el medio de su espalda.

Suelto una risita incrédula mirándolo caer hacia el frente, sobre los zapatos costosos de Haizaki. Niego con la cabeza al ver que el supuesto héroe no fue más que un idiota todo el tiempo. Ni siquiera vino a salvarme, sólo vino a buscar su maldita muerte.

– Ahora tu amiguito ha muerto –se burla Haizaki como si realmente esto me afectara algo. Mi corazón ha dejado de sentir algo desde que traspasé las murallas dentro de esta casa– ¿Qué vas a hacer? Tu policía ha muerto, ya no tendrás a nadie que te salve si caes nuevamente a la cárcel –frunzo el ceño mirándolo con confusión. Entiendo perfectamente a dónde van sus ideas. Creí que iba a matarme, no a dejarme con vida y entregarme a la policía nuevamente… doblo el cuello hacia la derecha mirándolo con diversión, transmitiéndole con la mirada que yo todavía puedo hablar y delatarlo para que se vaya conmigo a la cárcel también– Tampoco creas que hay mucho que decir. Tú abres la boca y tu familia simplemente muere –.

Esa ya no me la creo. Comienzo a reír divertido. Definitivamente son más imbéciles de lo que creí si juran que pueden dar con mi familia.

Le hago una mueca para que me quiten esta maldita estupidez de la boca. Uno de sus tantos guardaespaldas me quita la tela y le sonrío al maldito frente a mí.

– Déjame decirte algo, Haizaki –murmuro sonriendo. Lamo mi labio inferior mirándolo con diversión– Ellos ya están muertos –comienzo a reír como un desquiciado loco– ¡Ya no tienen nada con lo que chantajearme! Murieron hace poco, mandé a que los acabaran de una vez. Uno por uno –.

Mi corazón quiere doler al decir esto, pero no se lo permito. Ellos han muerto. Realmente lo han hecho, se han llevado a cabo todos los detalles para que la muerte fuera creíble. Matthew me ayudó con ello.

Antes de llegar aquí, pedí que me prestaran un teléfono y hablé un par de detalles en clave con él, dejándole muy en claro que debía hacerlos desaparecer realmente del mapa, porque ya eran demasiados los que conocían de su existencia y sólo era un peligro. De esa forma es como murieron y ahora son personas totalmente desconocidas para estos malditos… y también para mí. Matthew es el único que sabe quiénes son ahora.

– ¿Qué pasa? –pregunto riendo– ¿Creíste que no podía hacerlo? Eran solo escoria. Un peso que arrastraba innecesariamente.

– No los mataste –dice sonriendo– Es imposible. Jamás te atreverías a matarlos, siempre los apreciaste demasiado.

– Cree lo que quieras, imbécil. Solo te digo que ahora ya nada me impide hablar, así que… –no hace falta seguir hablando.

Rápidamente saca el arma enfundada y la apunta contra mí. Sonrío mirándolo a los ojos. Esto es lo que tiene que hacer para que todos dejen de una vez por todas de buscarme, y mi familia vuelva a casa una vez las aguas se hayan calmado.

Su mano tiembla con el arma. El dedo cerca del gatillo. Veo todas las emociones en sus ojos. La duda, la ira, la frustración, el miedo. Demasiado cobarde como para disparar. Juro que si no me hubieran atado tanto, ya lo habría matado.

Jamás fue un rival para mí. Es demasiado cobarde para todo, por algo se refugia detrás de toda esta mierda de mansión, detrás de toda esa gente para que lo proteja. Por algo me contrató para hacerle el trabajo sucio.

– Anda, dispara ya –le insto con diversión.

Su mano derecha, aquel que ha disparado a Daiki, se acerca poniendo una mano sobre el brazo tembloroso del peli gris.

– Señor… no se manche las manos con sangre inmunda –le dice mirándome con odio. Le guiño un ojo riendo.

– Vamos, pequeño, vuelve a tu cuarto de vestidos y rositas –le provoco riendo– Al fin y al cabo no eres más que boca –.

Muerde el anzuelo. Lo sé al ver cómo sus venas se hinchan y su rostro se vuelve rojo. A lo lejos se escuchan los gritos de Yukio y eso hace que Haizaki solo se enfurezca más.

– Todo por tu maldita culpa –masculla.

Los gritos de forcejeos, los guardaespaldas corriendo fuera de la habitación para detener la inminente llegada del cuartel policial, los gritos para que el “señor” huya, se escuchan a lo lejos. Y yo solo me mantengo mirándolo a los ojos, a la espera de que su miedo se rompa, a la espera de que su maldita alma se manche con mi muerte.

Entonces lo hace. El impacto de la bala me hace caer con la silla hacia atrás. No sé qué ocurre primero en mi cuerpo. No sé si el ardor llega antes que el dolor. No sé si realmente algo duele, ni tampoco sé dónde llega la bala porque la adrenalina está amortiguando todos los efectos.

Lejanamente escucho unos pasos corriendo y el sonido de un arma siendo arrojada al suelo, pestañeo varias veces, debatiéndome sobre si los gemidos que se escuchan son realmente los míos.

Y el dolor llega. La conocida sensación de tener un líquido caliente corriendo por mi cuerpo, humedeciendo mi ropa poco a poco. La pesadez en los párpados por el sueño. El dolor lejanamente palpitando en algún lugar de mi torso.

Cierro los ojos con fuerza, escuchando ligeros gruñidos a lo lejos.

No sé en qué momento llega Yukio, pero de pronto lo tengo arrodillado a mi lado, hablando cosas que no logro comprender. Me mira con el rostro fruncido como siempre, creo que parece haber algo de desesperación en sus ojos. Le sonrío ligeramente. Siempre llega a rescatarme el trasero.

– ¡Kise! Reacciona, mierda –grita dándome palmadas en el rostro. Le frunzo el ceño para que deje de hacer eso– No se te ocurra dormir –ordena con molestia en la voz– Todavía tienes que cumplir una sentencia en la cárcel.

– Ándate a la mierda –murmuro tosiendo.

Me desata rápidamente y luego presiona sus manos contra mi pecho, usando mucha fuerza, solo logrando que me sea más difícil respirar.

– La ambulancia ya viene.

– Haizaki –digo mascullando– Debes ir a por él. No pierdas tu tiempo aquí –gruño.

– Ya lo atraparon –dice.

Cierro los ojos sonriendo ligeramente. Entonces recibo una bofetada tan fuerte que me deja escociendo la piel de la mejilla.

– No te duermas –gruñe volviendo a presionar.

– Te voy a matar –mascullo mirándolo con odio. Entonces veo detrás de él, a un par de policías que se ciernen sobre el inerte cuerpo del peli azul– Daiki… –susurro con algo de miedo– ¿Cómo está, Daiki? –Yukio frunce el ceño mirando hacia donde sus hombres revisan el estado del moreno.

– Parece que ha muerto –dice sin importancia.

Rápidamente me deshago de su presión y me remuevo hasta que estoy libre. Gateo hasta el cuerpo inmóvil del moreno y me cierno sobre él. Ignoro por completo mi dolor e incluso el ligero mareo que me invade, simplemente necesito saber si sigue con vida.

– Daiki –lo muevo un poco– Daiki –llamo otra vez con más fuerza.

Apoyo la cabeza en su pecho y acerco mi oído a su pecho. El latir de su corazón es débil. Tan débil que es prácticamente imposible de escuchar si no se tiene un buen oído. Suelto un suspiro de alivio, pero de inmediato me largo a llorar.

Lloro desconsoladamente.

– ¡¿Por qué has venido aquí, maldito idiota?! –grito llorando, dejando que mi garganta se desgarre– ¡Solo has conseguido morir! –lloro aún más.

Me acerco a su rostro y apoyo la frente en su hombro derecho, sollozo todavía con más fuerza si es posible. Yukio llega a mi lado tratando de alejarme, pero sólo me sostengo con más fuerza de su camisa, entonces me acerco a su oído.

– Huye apenas puedas correr –susurro en su oído– Yo te encontraré –.

Le tomo la mano dándole un apretón que de inmediato me es correspondido, diciéndome que ha escuchado mi mensaje. No ha muerto. No puede morir cuando ha recibido un disparo igual que el mío, casi en el mismo lugar. Solo está en shock y ha perdido mucha sangre, la suficiente como para sentirse adormecido, como estoy empezando a sentirme.

– Kise, no te duermas, maldita sea –gruñe Yukio.

Sin embargo no le hago caso y cierro los ojos. No estoy durmiendo, sólo descanso mis ojos.

Notas finales:

Y sólo queda el epílogo! D:


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