Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Máscara de encantos por deep desire

[Reviews - 64]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hey! Bueno, al fin ha llegado día de AoKise ¿no? aldsjsa espero que disfruten la lectura y muchas gracias por leer c: <3 y por supuesto, también a sus reviews que me animan mucho ;)

Capítulo 4


 


 


Aomine Daiki


 


 


Insoportable. Egocéntrico. Problemático. Enfermo. Sí, eso es lo que puede definir al maldito ese.


Sin contar las estupideces que dice. Realmente me pregunto si es un idiota. 


Después de esa bofetada digna de una mujer, no pude hacer más que morderme la lengua. Yo, guardando silencio, porque si quería hablar, era interrumpido por su boca parlanchina. No había caso.


Tratándome de idiota. Lo que más quería era darle un golpe en la cara… pero mirando todas sus heridas… y ese preocupante vendaje en su muñeca… desistí. Sólo porque me dio lástima, y temí que si lo golpeaba armara un escándalo con lo loco que se ve.


– Es un imbécil –niego con la cabeza recordando todo lo que dijo que era. ¿Qué fue? Natural, bipolar, tiene doble personalidad… ¿Y qué más era?... ah, sí, sonámbulo que mata personas. Joder.


Se me escapa una risita divertida.


Ese sujeto… es un disparate. De verdad. Habla tanto y la mayoría de lo que dice son estupideces. Tocándome las pelotas con sus… agh.


Acallo mis pensamientos.


Giro la cabeza para ver si ya han desaparecido de mi vista y sí, en efecto lo han hecho.


Necesito salir de este lugar pronto. O perderé la compostura con este… hombre. Pensándolo bien… creo que se alimenta de llamar la atención. Entonces si lo ignoro, y no caigo en sus juegos provocativos, entonces no va a ocurrir nada.


Muy bien.


Todo arreglado.


Cierro los ojos nuevamente volviendo a mi descanso. Se supone que deberíamos de salir al patio a esta hora. Todos. No sólo uno.


Se armará una gran revuelta si no abren las rejas pronto. Ese maldito guardia, va a saber lo que es enfrentarse a un cuarto de todos los reos de esta prisión.


Alboroto.


Se escucha más ruido del normal. Frunzo el ceño molesto. Un par de risas que ya he escuchado antes.


Abro los ojos mirando por el pasillo a ver si es lo que imagino. Y… claro, ahí está el rubio.  Caminando confiadamente, con una sonrisa arrogante en los labios y una mirada despreocupada en sus ojos.


Volteo los ojos. No puedo creer que sea tan… egocéntrico. Creyendo que todos caen a sus pies. Creo que le hace falta un poco de modestia, por no decir mucha modestia. Ni que esto fuera una pasarela de modas. Necesita un poco de realismo.


Tan pronto como nos liberen para salir al patio, va a conocer la realidad. Se lo van a querer comer vivo. Ya sé en qué categoría lo van a dejar. La perra.


Mientras camina hasta aquí con Dave resguardándole las espaldas, se escuchan algunos silbidos, palabras obscenas, insultos y gruñidos. El rubio ni siquiera se inmuta, sólo parece… satisfecho. Ahora que lo veo, parece no temerle a nada, ni siquiera a mí y eso que todos aquí me guardan respeto, pero a él no le importa. No le importa nada, salvo tocarme las pelotas.


Vuelvo a mi posición inicial sobre la cama, ignorando cualquier cosa, incluso los sonidos bulliciosos. Voy a comprobar mi teoría sobre llamar la atención.


Abren la reja de esta celda, se escuchan risas, palabras susurradas y un par de golpes sonoros que no quiero ni me interesa saber qué eran. La reja vuelve a cerrarse, me parece extraño porque debemos salir al patio. Todos.


Espero unos segundos a escuchar el próximo sonido. Las rejas se abren, todas menos la mía. Abro los ojos, a punto de explotar en gritos al maldito para que me abra la maldita reja, pero… aguanto el aire. Cuento hasta veinte y dejo salir todo en un muy largo suspiro.


– Así que… Aominecchi –su voz tranquila, tratando de sonar amable para obtener algo, me eriza la piel y me dan escalofríos.


– Ugh –digo una vez los escalofríos se van de mi cuerpo.


Demasiado dulce que me provoca diabetes.


– Aominecchi~ –alarga la última letra como si fuera un niño. Escucho un suspiro de molestia– A-o-mi-ne-cchi –.


Aominecchi… qué diablos. ¿De dónde salió el “cchi”? No le hago caso de todos modos. Me mantengo impasible, pensando en distintas cosas, completamente ajeno a la situación actual. Hago oídos sordos a los siguientes llamados que hace para tener mi atención.


– Aomine Daiki –murmura con un tono de voz más acorde a su edad– Me contaron varias cosas de ti –no sé si el tono bajo de su voz es adrede, pero… definitivamente me incomoda. Demasiado provocador para pertenecer a un hombre que a simple vista parece delicado, pero en realidad tiene una fuerza similar a la mía– ¿Así que… te vas en dos días?... –como no le respondo parece divertirle. Suelta una risa baja– Te acortaron la sentencia por buen comportamiento, según averigüé. Qué curioso ¿Te imaginas si te revocan el permiso y terminas quedándote un año más? –hace una exclamación de horror– ¡Sería horrible!...


– ¿Qué quieres? –gruño abriendo los ojos. Aprieto la mandíbula conteniéndome. Definitivamente tengo ganas de darle un buen golpe… entonces recuerdo que ya tiene golpes recientes en la cara, y se me quitan las ganas de hacerlo


– Oh~ ¿Así que estabas despierto? Qué malo –se apoya en el borde de la litera y me armo de la paciencia, que no tengo, para no otorgarle un puño en la boca.


– Qué. Quieres –mascullo. No lo miro. Suficiente tiene con llamar mi atención.


– Quiero… mi cama –está sonriendo inocentemente. Lo puedo ver de reojo– Son solo dos días, Aominecchi, no te va a costar tanto dejarme esta preciosa cama a mí –una de sus manos acaricia mi abdomen con sus dedos caminando lentamente hasta mi pecho y luego bajando, deteniéndose en mi cadera– ¿Qué dices?


– No –respondo molesto por su mano– Y quita tu mano. Ahora.


– Hmm~ –suspira quitando la mano– Bueno, lo intenté por las buenas –.


Luego de eso no lo veo apoyado a mi lado, por lo que vuelvo a cerrar los ojos tranquilamente. No escucho ningún sonido y eso es raro. Dos golpes suaves se escuchan en el suelo que no puedo identificar del todo. El sonido que hace la escalera cuando alguien sube se hace presente. Abro los ojos apoyándome en los codos para mirar si es lo que creo.


El rubio viene subiendo a la cama con su rostro relajado. Cruza miradas conmigo, pero no dice nada.


– Qué crees que estás haciendo –murmuro enarcando una ceja.


– Subiendo a mi cama –responde con un encogimiento de hombros.


– Estoy durmiendo aquí ¿no ves? Parece que también eres ciego.


– Te veo, Aominecchi –asiente con la cabeza observándome de pies a cabeza– Te veo muy bien –se muerde el labio y mira mis ojos con una expresión sufrida– Demasiado caliente para ser hetero.


– ¿Qué? –digo sin caer en su juego– Vete.


– Te lo pedí por las buenas Aominecchi, y no accediste –da otro paso más, ascendiendo un peldaño en la escalera.


– ¿Estas son las malas? –interrogo molesto.


– No, estas medidas son las intermedias –sonríe. Sus mejillas se elevan y se crean un par de arrugas en las esquinas de sus ojos que lo hacen ver atractivo. Hay una línea recta oscura en su pómulo izquierdo, supongo que es una cicatriz de algún corte.


– Ya dije, baja de ahí y duerme en tu cama –vuelvo a recostarme. Me estiro sobre la cama abarcando todo el espacio disponible. Ahora es imposible que trate de dormir aquí.


– Ésta es mi cama –responde.


– No hay espacio para ti aquí. Vete.


– Siempre puedo tener un calentador personal –es imposible pasar por alto ese tono sugestivo.


Abro los ojos nuevamente, pero ésta vez ya he sobrepasado el límite que había impuesto a mi furia.


– ¡No vas a dormir aquí, imbécil! Bájate –le grito.


Sus ojos se agrandan con sorpresa, traga saliva y su mirada se apaga como si lo hubieran reprendido.


– No quiero dormir abajo –murmura.


– Me importa una mierda –gruño– Baja. Ahora. Y deja de joderme.


– No te estoy jodiendo –murmura con un puchero– Aún.


– No estoy bromeando, idiota. Te vas a arrepentir si continúas fastidiando.


– ¿Qué vas a hacer? –su voz se torna seria, su expresión desafiante– ¿Me vas a golpear? Mira, cariño, no hay nada que no haya experimentado antes.


– Oh, qué bien por ti –elevo las cejas fingiendo interés– Entonces ¿quieres un premio? No, un reconocimiento ¿Te doy una medalla?


– Qué cruel~ –se ríe. Vuelve a su rostro serio y desafiante– Sólo digo que…


– No hay nada que puedas hacerme. No le tengo miedo a tus amenazas.


– Al parecer a ninguna –murmuro– ¡Maldición! Por qué me tocó el sujeto más tocapelotas de todos. Mierda. ¿No puedes cerrar la boca un segundo?


– Ahhh… no –contesta con sinceridad.


– ¡Cállate! –le grito exasperado.


Abre la boca para decir algo más, sin embargo ya me sobrepasó, así que le tapo la boca con las manos. Agranda los ojos y frunce el ceño hablando cosas que no entiendo porque son amortiguadas por mis manos. Siento su asquerosa saliva mojarme las manos. Hago acopio del control que me falta, y me niego a soltarlo, porque no quiero tener que escuchar su berrinchuda voz por al menos cinco minutos.  


Joder. Llegó este… idiota, y toda la tranquilidad que poseía en este espacio personal, se ha esfumado. El problema es que no le veo fin, no a menos que recurra a la violencia. Y si lo hago… me van a castigar de lo lindo, no hace falta decir que van a empezar a dudar sobre mi intachable comportamiento los últimos tres años, y quizá no me dejen salir en dos días más. Además de que no quiero arruinar ese rostro bonito, por más que me joda. Lo admito, el chico es bonito, tiene todo para ser modelo, por eso me pregunto qué hace aquí, aunque esa pregunta puede ser respondida por la mirada fría de sus ojos. Puede estar sonriendo, hablar dulce y actuar empalagoso, sin embargo, bajo esa fachada, está el vacío, la frialdad… la crueldad.


No estoy lejos de la verdad. Este sujeto ha matado a varias personas. Reconozco esa mirada. Una persona que ha perdido el valor de la vida y sólo se dedica a acabarla… probablemente por dinero, a no ser que realmente sea un enfermo que mate por diversión. Bueno, sólo estoy suponiendo, pero mi instinto jamás se equivoca. Antes de venir aquí estaba en la academia de policías. Ni qué decir tiene que mis sueños fueron arruinados gracias a esa supuesta amiga.


El chasquido de dedos frente a mis ojos me vuelve a la realidad. Parpadeo recordando qué era lo que estaba haciendo antes de entrar en cavilaciones sobre la vida de este sujeto.


– Deberías hablar con tu amigo Dave para que te cambie de jaula y puedas hacer lo que quieras –gruño soltándolo con fuerza.


Hago una mueca de asco al ver su baba pegajosa en mis dedos. Limpio mi mano en su traje pero aún así sigo necesitando lavarme.


– Joder,  quizá cuántos gérmenes hay en esa boca –le digo bajando de la cama de un salto para ir a lavarme en el pequeño lavabo de metal que hay en la esquina.


– Eso fue muy cruel~ –exclama.


Lo ignoro completamente. Lavo mis manos y las seco en la tela de mis pantalones naranjos. Aprovecho la instancia para estirar los músculos. Estiro los brazos por detrás de la cabeza y camino hasta la puerta de la celda que está cerrada con llave.


El resto de las jaulas más allá están todas vacías. El estómago me ruge de hambre y quiero salir a caminar afuera.


– Por tu maldita culpa no puedo ir al patio –mascullo apoyándome en los barrotes estirando los brazos por entre los metales.


– Dave dijo que era mejor quedarme en la jaula, ese pequeño paseo que di antes fue solo para que me conocieran como nuevo, dijo que mañana me iba a liberar con los demás, a ver cómo me recibían.


– No me interesa –digo cerrando los ojos con fastidio.


Tendré que quedarme en esta jaula por el resto del maldito día. Voy a terminar arrancándome las orejas y los ojos para no tener que escucharlo ni verlo pavonearse por el poco espacio que tenemos.


– Vamos a imponer un par de reglas –giro para encararlo y está sentado sobre mi cama con los pies colgando por el borde– Primero que nada, la cama es mía sí o sí, de eso no hay dudas, así que anda bajando ese ridículo trasero tuyo –me cruzo de brazos esperando a que baje.


Me queda mirando con un rostro inexpresivo. Ni siquiera pestañea. Yo tampoco lo hago, si quiere comportarse como un niño, entonces tendré que hablar su lenguaje para que entienda de una puta vez.


Comenzamos el duelo de miradas. Ninguno pestañea. No sé por cuánto tiempo estamos ahí, como idiotas, mirándonos, pero cuando sus ojos comienzan a lloriquear, los míos también le siguen. Frunzo el ceño cuando me arden los míos y quiero pestañear, pero no me dejo vencer. Los de él están rojos y sorbe por la nariz de vez en cuando como si quisiera llorar.


Le doy un par de segundos más para que se rinda. No le queda mucho. Los labios le tiemblan, un indicador de que ya está en su límite.


Y… Pestañea. Pestañea y pestañea. Cierra los ojos y se tira en la cama rodando de un lado a otro mientras se queja como un niño.


Yo me acuclillo en el suelo restregándome los ojos con ambas manos. Duele, pero al menos he ganado su estúpido juego. Mantengo los ojos cerrados un instante para luego abrirlos y estar como nuevo. Me pongo de pie y doy un paso hasta las camas.


Dejo de caminar porque parece que está llorando. Qué mierda. Yo no lidio con personas llorando.


– Oye, niño –digo provocándolo.


Gimotea palabras que no se entienden y toma asiento nuevamente. Tiene los ojos, la nariz roja y los labios hinchados…


Wow.


Definitivamente no estaba preparado para ver esa imagen que de seguro va a quedar grabada en mis recuerdos por bastante tiempo.


Demasiado provocador para tratarse de un hombre. No sé qué número de veces he dicho eso en mi mente, pero está comenzando a ser preocupante. Al menos para mí, que estoy comenzando a ser consciente de lo que pienso.


– Como sea –gruño. Aparto la mirada aclarándome la garganta– Primero, vas a bajarte de esa cama y dormir en esa de ahí –señalo– Segundo, deja de fastidiarme porque definitivamente no quiero tener que golpearte, a pesar de que si se tratara de otro imbécil definitivamente lo haría –levanto el tercer dedo– Tercero, si vas a coquetear y provocar a todo el mundo apróntate a las consecuencias, pero conmigo no lo vuelvas a hacer si no quieres tener serios problemas. Cuarto, deja de comportarte como un niño, me estás sacando de quicio seriamente –levanto el pulgar pero no tengo ninguna otra cosa que decir. Al menos por ahora– Creo que eso es todo ¿Entendido? –elevo las cejas esperando su respuesta.


– S-Sí, Aominecchi –responde. Baja la cabeza y se limpia los mocos con el dorso de la mano.


No voy a compadecerlo.


– ¡Entonces por qué no te estás moviendo! –exclamo haciéndolo saltar.


Demasiado sumiso como para que no sea sospechoso.


– Ah, y si tanto buscas que te jodan por el culo, entonces búscate a cualquier sujeto. Creo que hasta el guardia estaría dispuesto a hacerlo –le guiño un ojo– “Cariño” –lo imito sonriendo de medio lado.


Ah, ahí está la mirada fiera. Parece como si quisiera matarme.


– Yo tampoco te tengo miedo –susurro cuando baja de la cama– Deberías tenerlo en cuenta –.


Salto a la cama y me acomodo para dormir una siesta, así no tener que recordar el hambre que tengo ni las ganas de ver el sol unos minutos.


El sujeto rubio se queda de pie mirándome enfurruñado… ahora que lo recuerdo, no sé su nombre todavía.


Estoy por preguntárselo, pero me da flojera, así que me encojo de hombros y le doy la espalda volteándome hacia la pared.


Por supuesto que soy yo quien manda en este lugar. Parece que le ha quedado claro.

Notas finales:

No olviden dejar su review, con sugerencias, comentarios, críticas, lo que deseen c: nos leemos pronto.... y muchos besos y cariños para tod@s <3


https://www.facebook.com/DeepdesireFic


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).