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Un buen cliché por DrugSucks

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Notas del fanfic:

Regalito de cumpleaos para la Rox uwu.

Esta idea la tenía desde hace un año, inició siendo el intento e regalo para mi amigo secreto, pero la idea no era lo que me habían pedido así que la guardé porque era demasiado buena.

Está ambientada en el universo Alfa/Omega, que creo no es muy popular entre los fics de Jrock, pero en los de Kpop brotan como margaritas, y a mi me dieron ganas de escribir algo así y pues ya :D. Si, tiene un mpreg pero es ligerito y le di más prioridad de esos dos bobos. Luego lo edito, porque quiero que lo lea ahora uwu. 


En fin, disfruten y gracias por leer.

 

 

 

 

—¡Voy a matarte!, ¡¿me oyes?!

 

Ah si, esos encantadores gritos se oían desde los pasillos hasta la recepción del hospital. Algunos pacientes salieron de sus propias habitaciones intrigados, algunos de ellos, molestos por semejante falta de respeto. Las enfermeras,  doctores, parteras, en fin, casi todo el personal, negaba la cabeza y hacía oídos sordos. No era la primera vez que tenían una escenita así.

 

—Voy a arrancarte el pene y hacer que te lo tragues!

 

Con tanto escándalo, muchos estaban curiosos de lo que estaba pasando en realidad en esa habitación. Los gritos iracundos sólo eran opacados a ratos por otros tantos de júbilo; lo curioso era que la mayoría eran voces masculinas; un poco extraño viniendo del área de maternidad. Pero en ese mundo nada de eso era un caso aislado, no cuando la tasa de fertilidad se disparaba entre los diferentes habitantes de la comunidad y a los genes les importaba muy poco si se tenía un pene o una vagina.

 

Así que el feliz padre, Naoki Yamada ahí presente, sin saber si estaba sonriendo por la noticia que le habían dado, o si se estaba teniendo un derrame. Al menos, su padre y hermanos le estaban dando algo de crédito; el marica de la familia al final había probado ser merecedor del apellido y renombre (hasta con pruebas, por si algún pariente lejano dudaba de la veracidad de la noticia). Eso no quitaba que estuviese detrás del doctor, blanco como un papel, protegiéndose de la bestia salvaje a la que sometían en cama, tratando de no lastimarle por su "delicado" estado.

 

 

—¡Estoy embarazado!... oh mierda, se oye tan mal... —No esperaba ver tan pronto los signos de los cambios tan radicales de humor, pero el hombre recostado en la camilla había pasado por tantas expresiones como colores en el rostro que la verdad ya dudaba de lograr salir entero del hospital; y el tanto que apreciaba su bella humanidad pronta a volverse padre. Que diosito lo ayudara. — ¡Voy a tener un bebé , ¡y de éste maricón degenerado!

 

 

—¡¿Degenerado yo?! —Uy, ahora él tenía la culpa de todo, como si el trabajo hubiese sido responsabilidad de uno; a esas alturas, sólo era culpable de haber estado en el lugar y tiempo equivocados. No señor, Naoki por lo menos tenía que responder para mantener la poca dignidad que todavía le quedaba. Nunca se dijo que fuera bueno defendiéndose; de hecho, el vómito verbal que siempre le brotaba de la boca era parte de su mecanismo de defensa, uno que traía consigo verdades incómodas y desastres. Como ahora. —¡Tú fuiste el que se dio de sentones contra mi como si su vida dependiera de ello!

 

La enfermera se sonrojó al punto de parecer semáforo, el doctor quiso desaparecer, las respectivas madres se dieron una palmada en la frente, sus hermanos y padre volvieron a aullar alegres ante la confesión del menor. Y la persona que estaba en la cama, aprovechó la confusión para saltarle encima. Esta vez, para ahorcarlo con sus propias manos.

 

La verdad, Naoki no se esperaba estar en una situación tan surreal como esa. Pensaba que sería el único alfa en ir contra lo dictado por la comunidad; en ser el primero de su familia en graduarse como un muerde almohadas sin serlo en realidad. Incluso ya se había colado a una clase de educación sexual para omegas en otro distrito —con su rostro, no había sido problema—. Por desgracia, el aroma no era fácil de ocultar, podría tener la carita de un dulce sumiso, pero los genes con los que había nacido le delataban antes de intentar fingir ser de un rango diferente al que pertenecía. 

 

Desde que salió del útero placentero de su mamá comenzaron sus problemas. Naoki nació siendo un alfa.

 

Dentro de un linaje donde los hombres estaban destinados a la grandeza, a ser fuertes especímenes dominantes en las altas esferas de la comunidad. Y él, bueno, era el chiste viviente de su familia. No tenía pelo en pecho, ni los músculos tonificados; más bien era enclenque, con un rostro de muñeca, y toda la actitud para que lo recluyeran en las casas de fraternidad Omega —¡le habían confundido más de una vez, en realidad—. Cuando nació, su madre lloró de alegría pensando que tendría por fin una hija con la que compartir tiempo de calidad; mientras que su padre y hermanos mayores, ya estaban haciendo arreglos para evitar que otros betas y alfas se metieran con su princesa... hasta que vieron que le sobraba un pedacito de carne entre las piernas.

 

En un inicio no se preocuparon, pensaron que como era un bebé prematuro, agarraría fuerzas con una dieta de ejercicio y carnes rojas; hasta que Naoki siguió creciendo, sin tener las señales de pertenecer a una familia de sudorosos y agresivos alfas que pisoteaban a los que se interpusieran en su camino. El chico resultó ser amante de otros placeres, en lugar de ir a pavonearse con su aroma alfa a los edificios habitados por omegas junto con los de su clase, prefería caminar solitario, pasar un buen rato a tomarse una cerveza —¡no era tan afeminado, hasta el futbol le gustaba! ¡Arriba Japón!—, pero sobre todo, prefería evitarse pensar en el hecho de que algún día tendría que enlazarse con un omega.

 

Vamos, ya sabía como funcionaba el asunto, el enlace eran más que promesas escritas en papel y anillos con frases cursis grabadas en su interior; entre los suyos era un acontecimiento más bien carnal, que sucedía en el coito del alfa —no sin causarle daño a su pareja—, y él no estaba seguro si podía siquiera llegar a penetrar a alguien. Sus abuelos y bisabuelos ya podían retorcerse en su tumba, mientras llevaba lentamente a su padre al mausoleo familiar por culpa de la vergüenza.

 

Por un tiempo se la pasó fingiendo que no era un alfa, menos que pertenecía a la comunidad; pero no podía engañar a un sistema regido por olores y feromonas en el aire. La personalidad  y los deseos de romper esquemas quedaban sobrando cuando todo debía suceder de una sola manera.

 

Naoki veía su suerte negra desde que le cortaron el cordón umbilical y a su manera había tratado con todas sus fuerzas mandar al demonio su condición de una forma más sutil y mientras él deseaba ser un muerde almohadas… la no tan feliz recién descubierta madre —Si, el hombre que intentó ahorcar a Naoki en la escena pasada—, había pasado gran parte de su vida escupiéndole a lo que era. Para Yutaka Uke —uy, hasta el apellido era una burla constante—, el haber nacido con el estigma de ser un omega era algo a lo que no podía hacerse a la idea. Las leyes naturales lo rebajaban a ser un sumiso por el simple hecho de que llegaba un periodo en el año que sus feromonas enloquecían a los alfas debiendo encerrarse por ese tiempo si no deseaba ser atacado sexualmente; su clase no podía aspirar nada más que estar bajo las alas de su alfa. Y estaba hasta los huevos de que se lo recordaran, desde su infancia, en las clases de educación sexual, hasta en la propia televisión.

 

Pero él siempre fue cabrón tozudo, no se iba a conformar con algún alfa cabeza dura que esperaba a una "esposita" con delantal, dispuesta con su trasero parado para satisfacerlo. Tenía un carácter de los mil demonios, se había encargado además —para las canas de su madre— de hacerse de una reputación que lo catalogaba como un delincuente en menor grado por un par de robos, peleas callejeras, y violación a la propiedad privada. El estar en prisión le restaba puntos en las reuniones de omegas casaderos… como si en realidad no lo hubiese hecho con el fin de verse menos atractivo para los grupos más conservadores.

 

Lo único que tenía asegurado era su virginidad, y eso era por los constantes chequeos a los que estaba obligado a ir, por la salud mental de su madre. De alguna manera, eso le daba cierto valor —si, porque ahora resultaba que un omega era un objeto valioso si aun no era desflorado, ¿Siglo XXI? Hello?—; pero Yutaka ya sobrepasaba los veinticinco años, siendo un omega sin oficio ni beneficio más que el estar en empleos irregulares con salarios bastante cuestionables; no tenía mucho que ofrecer salvo su primera vez; sin embargo él envejecía, a ese paso tener las piernas cerradas no le ayudaría en nada.

 

 

Ahora que ya conocemos las triste historias de ambas almas en desgracia, es un deber moral hacer que esta historia se vaya por la línea del cliché, en el que sale la premisa ¿en qué momento uno podía pensar en que se llegara a dar un encuentro?, pero el mundo era pequeñito en realidad, y el cliché servía para hacer del destino un cabrón que tenía a la casualidad de su lado; y por casualidad, a Yutaka se le olvidó una fecha importante en el calendario porque, ¿Qué tanto era tantito?, cuando el partido de Japón del mundial había estado cardíaco y no se había dado cuenta de las 10 cervezas que se había bebido.

 

En el bar notó a los alfas que le rodeaban nerviosos, más de lo usual; le observaban con sus ojos opacos, casi cegados por el deseo. Yutaka de alguna manera en su estado de ebriedad nivel dios intentó salir del bar o por lo menos irse al lado de los omega pero apenas si podía enfocar bien lo que tenía a un par de metros, caminar sin estampar la boca contra el suelo ya era un logro. 

 

Por otro lado, la casualidad decidió que ese día Naoki iba a ver ese mismo partido en ese mismo cochino bar porque le quedaba de paso del trabajo. Porque el que Japón estuviese jugando era tan importante que el muchacho iba a hacer oídos sordos de los demás alfas que llegaran a burlarse o a quererse pasarse de listos. Porque hasta iba uniformado con los colores de la selección; tenía el presentimiento de que iba a ser parte de un momento colosal.

 

Por desgracia, la casualidad decidió que no sería la victoria del equipo nipón contra su rival; sino, lo que pasaría después de que cierto hombre borracho tropezara con él. Al principio, no encontraron problema alguno, ambos se miraron y decidieron dejarlo pasar; entonces la nariz del alfa fue golpeado por un cúmulo de feromonas que lo desorientó al punto de no saber en dónde estaba parado. Pero pronto tocar los hombros de ese desconocido le estaban picando y no sabía porqué. Bueno, si lo sabía, pero la idea lo espantaba tanto que prefería hacerse el loco.

 

Vamos, no había nadie más gay que Naoki, ¿cómo le iba a hacer para comportarse como un alfa si ni siquiera lucía como uno?, pero eso no hizo falta, porque el tipo lo arrastró a  los baños y lo atrapó en un cubículo como si fuese su presa.

 

Fue el sexo más traumatizante de su vida, y considerando que había sido virgen hasta ese encuentro, ya se encargaría de no tener contacto del tipo triple equis en lo que restaba de la vida. Había bajado la guardia, culpaba de eso a aquel hombre mandón con toda la pinta de un alfa hecho y derecho; lo había engatusado un omega en su periodo del celo. Había pensado que se volvería un poco más salvaje en su primer encuentro, casi sin noción de quien era o a quien se estaba tirando; pero no contaba con estar bien lucido y aparte muerto de miedo —con una erección, gracias—, y no sabía cómo, si él ya estaba pensando en salir huyendo con erección y todo, pero cuando se dio cuenta ya estaba sentado encima de la tapa e un inodoro desnudo de cintura para abajo, mientras que el hombre cabalgaba su pene erguido, en movimientos erráticos.

 

 

En términos prácticos, lo habían casi violado… no sabía si le había gustado o si se sentía demasiado ultrajado. Por desgracia, no podía ir y llorar en el regazo de su madre. Pero si en el hombro de su mejor amigo, como lo había hecho el día después del ataque.

 

Recordaba el calor del cuerpo del desconocido encima de él, porque ni sus nombres se habían dicho. Tardó como unas semanas, analizando lo que había pasado, o de lo que se acordaba; y pensaba, con el terror recorriéndole las venas, tal vez si no hubiese sido asaltado con esa perversión, tal vez se hubiera dado cuenta que había encontrado a su pareja. Porque las señales se le presentaron en el momento, y bueno, Naoki recordaba, se había consumado el nudo de enlace entre ambos.

 

—¡Completaste el nudo!, ¡Hombre, estás hundido en mierda hasta el cuello! —Ah, su fiel amigo —y alfa— Akiya imbécil traidor Kazuhiro, le había dado tanto apoyo al contarle con reírse de su situación. El que Yutaka le hubiese usado como consolador humano sólo le había impedido verlo. Pero, ¿por qué las feromonas decían que ese omega impertinente, loco y descarriado era lo que había estado buscando toda la vida?

 

—Eres suertudo, muchos alfas deambulaban quitándole la virginidad a cuanto hoyo se encuentran, si no es que usan a su fiel amiga mano hasta encontrar al o a la indicada… pero no siempre a tu propia pareja de enlace. —Si claro, suertudo, Naoki había lanzado quejas propias de una señorita hormonal mientras escuchaba hablar al alfa quien podía estarse riendo, pero muy en el fondo sentía envidia. ¿Envidia de qué?, pues que Naoki, con todo y su torpeza, sería el primero de sus hermanos en formar un enlace y tener a alguien a quien amar.

 

¡Por favor!, Naoki no amaba a ese loco, pero agradecía que no lo estuviesen presionando para casarse; lo malo fue que, después de haber contando las buenas nuevas a toda su familia, tuvo que aventurarse a encontrar al hombre… sólo para enterarse de que estaba embarazado.

 

 Joder, eso sonaba terrible.  

 

 

De vuelta al cuarto de hospital, la numerosa familia de Naoki y la mamá de Yutaka habían salido para darles un poco de privacidad justo después de que le sacaron de encima al omega que estaba a un paso de arrancarle la garganta el desafortunado alfa de un mordisco. Ahora ambos estaban enfrascados en un silencio incómodo que amenazaba con romperse si Naoki decidía abrir su boca y decir la primera estupidez que llegara a ocurrírsele. Culpen a los nervios, no todos los días arruinabas tu vida porque las feromonas estaban en el aire.

 

 

—¿Y?, ¿qué vas a hacer? ¿Trabajas en algo? —Por fortuna, el omega decidió hablar primero. De alguna manera le preocupaba un poco el destino financiero que tendrían que afrontar en adelante, con honestidad, el alfa que le había tocado no parecía ser muy hábil en muchas cosas, más bien lo tildaba de nini o mantenido. Cualquiera de las dos opciones lo desanimaban demasiado.

 

—Trabajo como técnico informático en la empresa familiar. —Menudo empleo más soso, dios, pensaba Yutaka, además eso de familiar, indicaba que se las había visto demasiado fácil, malditos alfas y sus oportunidades en la vida.  —¿Tú qué…?

 

—Desempleado por golpear al jefe. — Le interrumpió por sus pocas ganas de querer ser cortés con ese idiota. El pensar siquiera que también era su pareja de enlace no ayudaba en nada, salvo en hacerlo enojar. ¿Qué seguía en adelante?, ¿una boda?, ¿una casa, ¿años y años de miserable matrimonio que no podía ser deshecha porque era unión que iba más allá de los papeles?

 

Miró a Naoki, sin importarle si lo incomodaba con su mirada que gritaba “muérete”, no le apenaba que ese tipo supiera que no estaba a gusto con eso, tampoco le importaban sus sentimientos; porque, bueno, el no iba a cargar con una pequeña vida en los próximos meses. No quiso darse cuenta de que, de alguna manera ambos se sentían perdidos, como adolescentes enfrentando una situación no deseada; y como los hombres adultos que eran, se sentían estúpidos sin poder pensar en una solución. Criar a un niño no iba a ser problema teniendo en cuenta el apoyo familiar de ambos lados, pero al final, eso sería la tarea de ambos.

 

Pero apenas si podían verse sin que estallase la Tercera Guerra Mundial en un cuarto pequeño, se suponía que al encontrar a la pareja de enlace todo sería como esos dramas en la televisión, o de perdida que la historia siguiera con los clichés predispuestos para una comedia romántica exitosa. Pero primero debe haber un poco de drama, porque las buenas historias siempre tienen un detonador antes de llegar al clímax impactante.

 

— Al menos no han pedido que nos casemos... —Balbuceó el idiota con una mueca intento de sonrisa. Naoki planeaba aligerar el ambiente, porque dios, se estaba asfixiando, y si, el detonador de esta historia viene de la mano de la gran capacidad de Naoki para decir estupideces.  —Digo, tampoco quiero casarme y menos tú… de seguro tienes pareja ya o varias parejas, no sé como lleves tu vida.  

 

Alguien debía ponerle un bozal a ese hombre delgado para que evitara hablar en momentos de constante estrés. Tal vez no lo dijo con mala intención, no iba a juzgar la vida sexual —de seguro, liberal— que debía tener un hombre con la apariencia de Yutaka, pero, después de que éste le hubiese lanzado el florero de lleno a la cara, decidió que debía pensar antes de hablar cuando se trataba del hombre embarazado, que ya se había puesto rojo de nuevo del coraje. 

 

— Eres un imbécil... aparte de marica, ¡IMBÉCIL! —El omega le gritó desde lo más profundo de su ronco pecho, antes de tomar cualquier cosa para aventarle y así correrlo de la habitación.  Podía verse como una niña, pero seguía siendo un simple alfa criticón y arrogante.

 

 

Logró que el tipo se fuera no sin antes sacarle un par de chillidos femeninos que ponían en duda su inexistente masculinidad; tenía demasiadas cosas en qué pensar. Era demasiado para él, hasta ganas de llorar tenía; aunque lo negara, aunque fingiera que no tenía sueños más allá de seguir viviendo su libertad a su antojo; en su interior, el pequeño Yutaka deseó algún día casarse, formar una pequeña familia. Sueños que Yutaka decidió enterrar para no ser herido como su madre, porque si iba a quedarse solo, sería por decisión propia, no porque un alfa haya decidido algún día arruinarle la vida. Pero ahí estaba, que ironía, un alfa se encargó de joderlo —literal y metafóricamente—, para colmo alguien con la cara de una niña con retraso, del cual ni drogado sentiría alguna atracción.

 

Pero borracho ya se había descontrolado, y no se acordaba siquiera si lo había visto atractivo antes; no recordaba su rostro de éxtasis y con lo poco que lo conocía, sabía que sólo había puesto cara de pánico esa vez. Demonios, lo único que le preocupaba esas semanas era el hecho de haber perdido la virginidad con un extraño, no con su puta pareja de enlace.

 

Ahora estaba embarazado y su puta pareja de enlace pensaba que era un salido. Así que, si no lo volvía a ver sería mejor, porque así no lo mataría y no dejaría a su bebé huérfano de padre y con su madre en prisión.

 

 

Estaba jodido.

 

 

Pero súper jodido porque nadie le había dicho que el embarazo en omegas de más de veinticinco años podía ser de alto riesgo. Ahora estaba de vuelta en el hospital, con una amenaza de aborto. Creyó que podía seguir con su vida hasta que el peso de la criaturita le impidiera mover los pies, por lo menos esperaba ahorrar lo suficiente como para darle unos primeros meses de vida fáciles antes de que tuviera que volver a preocuparse por fórmula de leche, biberones y pañales. Yutaka había vuelto a trabajar en un restaurante, cuidando un poco su condición, pensando que el empleo de mesero sería lo más seguro. Pero lo volvió a pensar después de caer desmayado en plena hora pico del establecimiento.

 

Por supuesto perdió el empleo.

 

Ahora si que se sentía como la protagonista de un drama a punto de tener la crisis existencial de su vida, sólo le faltaba el personaje principal masculino en turno que llega a salvar a su princesa y vivir una vida de ensueño. Pero lo único que entró por la puerta fue Naoki.

 

¿Pero qué diablos…?, no lo había vuelto a ver desde que casi lo mata con la biblia de cortesía de la habitación del hospital, debía ser en verdad muy estúpido para volverse a jugar la vida. Estaba embarazado —apenas si se le notaba, pero era un exagerado— y con ganas de ver sangre.

 

 

—¿Qué haces aquí?, ¿no ves que te quiero fuera de mi vida? —Fue lo primero que se le salió de la boca al muy hormonal en camilla, el alfa se quedó de pie, y no se acercó al muchacho que ya estaba listo para arrojarle hasta la bolsa de suero y la intravenosa si era necesario.

 

— Pero... — empezó con algo de temor en su voz; sin embargo, Yutaka no estaba como para tenerle paciencia, joder no, ese tenía la vida resuelta mientras que el debía matarse, ahora el doble porque tenía una boca más que alimentar.  

 

—No!, ¡vete! —No quería escucharlo decir más cosas que terminarían por molestarlo y claro, herirlo un poco. Si debía hacer una rabieta de omega despechado para sacarlo de nuevo, entonces se rebajaría con gusto.

 

—Yutaka, basta... —Pero, el alfa, quien se había puesto los pantalones por fin, alzó la voz e impuso su voluntad en ese cuarto, aplausos para Naoki, ya decidido en poner orden a su vida. —  Sé que no soy lo que esperabas, la verdad tampoco me esperaba vivir esto. Pero, quiero dejar de huir y hacerte frente, voy a ayudarte con esto. Pero no sólo eso, quiero aprender a tener una vida contigo.

 

Y eso fue suficiente para que el corazón del omega se ablandara y decidiera optar por la opción más fácil que aceptar por primera vez lo que el sistema y sus genes le tenían predispuesto. Ya había encontrado a su pareja de enlace, con todo y lo maricón que podía ser, no parecía un mal sujeto. Lo único que se interponía era su propio orgullo, el alfa había decidido pisotear el suyo porque era la opción más sana para ambos. Esa fue la primera vez que Yutaka se sintió bien de habérselo encontrado en su vida, pero eso era algo que no podía saberlo el otro, se le notaba a leguas lo presumido que podía ser.

 

 

—Eres un idiota.  —Yutaka sonrió y Naoki descubrió que era la primera vez que lo veía en ese estado y le gustó demasiado. En su interior nació el deseo de ser el causante de todas las alegrías del omega desde ese momento en adelante; así que dio su primer paso hasta quedar a un lado de la camilla sin temor a ser golpeado.

 

—Si quieres, nos casamos antes de que engordes.

 

—Ibas tan bien, Naoki, ¡ibas tan bien!

 

 

Naoki podía ser un muerde almohadas, un deshonor para la imagen de su familia durante muchos años, pero no era tan cobarde, era un alfa al fin y al cabo. En un principio había decidido hacerse cargo del niño —lo había decidido segundos antes de entrar a la habitación del hospital, para ser honesto—, después de todo, él había contribuido para engendrarlo. Pero al ser su pareja de enlace, la indiferencia no era algo con lo que podía jugar para mantener una sana relación con el otro por el bien de su hijo. Ambos se necesitaban, en su interior sabían que no podían estar separados por tanto tiempo; habían escuchado historias románticas sobre lo importante que era estar con la pareja enlazada. Y si bien Naoki los consideraba bonitos cuentos para aminar el golpe de la realidad, Yutaka se proclamaba escéptico de ellos.

 

Pero, en esas semanas que intentó alejarse del hombre bonito, su piel le quemaba, su humor era peor y la verdad ya no tenía caso negarse a la necesidad que tenía por volver estar cerca de él. No para culminar infinidad de encuentros sexuales, sino que su propio cuerpo pedía un contacto cariñoso que sólo su amante iba a poder darle durante el resto de sus días. Tal vez no estaba mal, para ambos, comenzar a imaginarse su vida juntos, formando una familia bajo el techo de una casita cursi, con un jardín cursi lleno de plantas y juguetes esparcidos por el lugar.

 

 

A final de cuentas, ambos llegaron a un acuerdo de conocerse mejor, ver cuales eran sus virtudes y vicios, descubriendo que podían lidiar con sus demonios sin llegar a tener fuertes discusiones, podían construir un amor tranquilo con ciertos matices de histeria y violencia, pero eso era lo que lo hacía más emocionante. Naoki comenzó a llamarle Kai, porque era menos corto, y porque tienes cara de Kai, más único, y así me ahorro tres letras cuando te mande mensajes. También aprendió después de muchos golpes que Kai era bastante explosivo y voluble, pero que, al final de día disfrutaba recostarse con él mientras el alfa le platicaba entre risas y bromas su día.  Tenían contacto con la familia del alfa, pero de forma limitada porque Kai se alteraba con facilidad y digamos que la familia de su pareja no era la cosa más tranquila del mundo.

 

(De hecho, ya había mandado al demonio a su suegra cuando ésta les sugirió —demandó— que se fueran a vivir con ellos en su enorme casa, para que le enseñara a criar a su hijo, como si ésta hubiese hecho un gran trabajo con los suyos. Naoki apenas si podía cambiar un bombillo.)

 

Nao — porque también el omega le había acortado el nombre—  descubrió lo mucho que le encantaba la sensación pacífica que proyectaban la pequeña familia de su pareja.  Sólo eran su madre y él, la señora era una mujer sencilla y dulce, a diferencia del glamour y vanidad que su madre cargaba. Naoki había encontrado una progenitora de verdad, una que le había intentado enseñar a cocinar y desistió antes de que la cocina de su pequeño hogar fuera considerado un estado de guerra. Así que estaban conformes con que Kai cocinara al final de las jornadas y éste se encargara de hacer la limpieza, porque las compras comenzaron a hacerla ambos después de que el pequeño primogénito naciera y trajera por fin esa estabilidad en ambos hombres.

 

 

Por falta de tiempo y del estado delicado del embarazado, Naoki y Yutaka se casaron después de que su hijo cumpliera un año de edad. Fue un momento memorable para los involucrados, en especial porque el neófito había resultado un alfa. Afortunadamente, el parecido físico lo había heredado de "la progenitora". Esa fue la primera vez que Naoki vio a su padre llorar en cuanto cargó a su nieto. Claro que él también lloró, antes se desmayó en el quirófano.   

 

Ahí tenían su gran y único alfa.

 

Su hijo le decía a Naoki "mamá" (que ni el cereal con leche podía servir sin armar un campo minado en la cocina) y así siguió diciéndole hasta que entró a la preparatoria. Ya no podía hacer nada más por su destruida masculinidad. Yutaka por su parte, no se molestaba en ser el "hombre" en la relación, él si podía cargar las cajas de mudanza más pesadas sin llorar como una nenita en el suelo.  


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