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Amores Cruzados por Bloqued 1

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Notas del capitulo:

'Cita. Noviazgo falso. Traición.'

‘The cat smiled at Alice.

It seems to has a nice temper, Alice considered; but also has long nails and a big number of teeth, so she thought that she has to treat him with due respect.’

Un momento.

Ya había leído esa parte, ¿no?

O, tal vez, ¿se la había salteado?

— ¡Agh! —exclamó Yamaguchi, arrojando la lapicera muy lejos y rascándose nervioso los cabellos. Aquel trabajo de Literatura Inglesa le estaba costando algo más que la vida.

Nunca había sido bueno con el inglés y, ahora que lo pensaba mejor, tal vez hubiera sido una buena idea asistir a aquellos seminarios extras que el profesor de la materia ofrecía para poder traducir los párrafos necesarios para el trabajo.

Un suspiro resignado se escapó de sus labios y se dejó caer sobre la alfombra de su living, con los ojos fijos en el techo.

Todo estaba empeorando. Su mente estaba demasiado difusa y le estaba costando las notas en los exámenes. Ni siquiera podía concentrarse mientras hacía un estúpido trabajo práctico.

Suspiró de nuevo.

Ya habían pasado dos semanas desde que había hablado con Tsukishima y éste aun no le mandaba ningún mensaje. Y, como frutilla del postre, dos días atrás se lo cruzó en uno de los pasillos: él iba camino a la biblioteca y Tsukishima salía de ella. Se quedaron frente a frente por unos momentos, mirándose como unos idiotas. Yamaguchi iba a decir algo pero el rubio solo bajó la mirada y pasó a su lado, alejándose detrás de él por el pasillo.

El pecoso se quedó estático en esa posición hasta que alguien lo empujó levemente cuando quiso ingresar a la biblioteca. Solo en ese momento se despertó de su pequeño letargo y siguió con su camino.

Y ahora, mientras intentaba buscar concentración para seguir leyendo aquella novela de Lewis Carroll, una voz en su mente le dijo que, tal vez, nunca recibiría una respuesta por parte del rubio. Que la respuesta en sí había sido aquel encuentro, en donde Tsukishima le dejaba en claro que no quería volver a verlo porque había decidido amar a la otra persona que venía ocupando su corazón desde antes.

—Yamaguchi, voy a salir. Tengo que… ¿Estás bien? —dijo Hinata deteniéndose en medio del living, observando con curiosidad la postura de su amigo. Yamaguchi solo giró su rostro sobre el piso para enfrentar a su amigo.

—Estoy bien. —mintió lo mejor que pudo. —Es solo que éste trabajo me está volviendo loco.

Hinata se acercó un poco y miró por encima la novela que su amigo había elegido para el trabajo de la semana siguiente. Comenzó a reír de forma escandalosa.

—Habiendo tantos cuentos simples en inglés, y tú te complicas la vida con Alicia en el País de las Maravillas. —dijo aun riendo. Yamaguchi frunció el ceño.

—Sabes que tengo que levantar mi promedio en ésta materia o sino…

Pero un sonido lo detuvo. Era su celular. Había recibido un mensaje.

Luego del furtivo y penoso encuentro con Tsukishima, Yamaguchi había dejado de darle tanta importancia a su celular y había comenzado a concentrarse más en su carrera —más que nada para mantenerse distraído y no entrar en una depresión nuevamente. Por lo que casi que se había olvidado de que tenía un aparato de comunicación.

No obstante, lo tomó algo curioso para saber quién le estaba hablando en ese momento.

El celular cayó de su mano y aterrizó en su rostro.

— ¿Yamaguchi? —preguntó Hinata con temor al ver aquello.

—Es él. —contestó el castaño aun con el celular sobre su rostro, empañando la pantalla con su respiración agitada.

— ¿El cuatro ojos?

—No le digas así. —dijo el pecoso molesto al tiempo que se incorporaba y miraba nervioso su celular.

Justamente estaba pensando en él y ahora esto. ¿Acaso era brujo?

Su dedo pulgar temblaba desesperado mientras pensaba en sí debía o no abrir aquel mensaje. ¿Qué sucedería si era una confirmación de lo que había estado pensando hasta el momento? ¿Podría ser capaz de soportar un rechazo vía mensaje si ni siquiera pudo superar uno sutil en persona?

Aunque tampoco debía ser tan pesimista. También podría contener un mensaje de aceptación, donde dijera que quería que ambos estuvieran juntos como pareja, ¿no? Pero, si así era, ¿por qué se había tardado tanto tiempo en hacérselo saber? ¿Quería jugar con él?

Tan sumido estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando Hinata salió del departamento luego de un leve portazo.

Apoyó sus codos sobre la mesa central del living y se quedó mirando de forma fija la pantalla de su celular que aún estaba entre sus manos. Aún estaba entre abrir o no aquel mensaje, cuando el aparato vibró entre sus dedos y lo dejó caer por el susto.

 

Llamada entrante de Tsukishima…

 

— ¿Q-Qué? —murmuró el pecoso inconscientemente. ¿Por qué lo estaba llamando?

Ahora su corazón latía totalmente desbocado y sentía que en cualquier momento se le saldría del pecho.

¿Qué hacer? ¿Respondía o dejaba que siguiera llamando?

Tal vez sería la última vez que pudiera oír su voz.

Aun con miles de dudas rondándole en la cabeza estiró su mano y deslizó su dedo índice por la pantalla, dándole al signo del teléfono color verde. Con rapidez lo tomó y lo acercó a su oreja para contestar.

—Ho-Hola. —no pudo evitar que su voz titubeara al principio.

—Yamaguchi. —dijo la grave voz de Tsukishima del otro lado. Yamaguchi tragó con fuerza.

—Hola, Tsukishima.

— ¿Estabas ocupado? ¿Quieres que llame más tarde? —preguntó el de gafas con real preocupación al oír el tono con el que el más bajo le contestó.

—N-No, no. No estaba haciendo nada. —dijo Yamaguchi con una sonrisa. ¿Tsukishima estaba preocupado por él?

— ¿Por qué no contestaste mi mensaje? — preguntó el rubio algo molesto. Yamaguchi se estremeció.

¿Sería adecuado decirle la verdadera razón? ¿Estaría bien decirle que no había contestado el mensaje porque tenía miedo del contenido del mismo? Sabía que si lo hacía quedaría como un idiota pero tampoco quería mentirle.

Al ver que el pecoso se tardaba demasiado en contestarle, Tsukishima dejó salir un suspiro y volvió a hablar:

—Te envié ese mensaje —comenzó algo nervioso. —porque quería saber si podíamos vernos el fin de semana que viene.

No estaba muy seguro pero Yamaguchi estaba casi seguro de que su corazón se había detenido completamente y no solo por un microsegundo. La voz de Tsukishima sonaba tan suave y amable que no podía creer que realmente él tuviera el privilegio de oírla. No obstante, aquella petición lo había dejado más que anonadado.

— ¿Por qué quieres verme? —preguntó sin pensar en lo que estaba diciendo. Cuando cayó en la cuenta de lo que había dicho no pudo evitar ruborizarse fuertemente.

Del otro lado, el rubio suspiró.

—Necesito decirte algo. —dijo resignado.

— ¿No puedes decírmelo por mensajes o… ahora mismo? —le instó el pecoso. Él estaba igual o más nervioso que el de gafas seguramente estaba.

—No es algo que deba decirte de esta manera. —confesó. — ¿Puedo verte o no? — preguntó un poco más molesto que antes. Yamaguchi volvió a tragar con dificultad.

—S-Sí, si puedes. —dijo el castaño apenado. —La verdad es que… yo también quiero decirte algo.

— ¿No puedes decírmelo por mensajes o ahora mismo? — preguntó el rubio. Yamaguchi rio y Tsukishima se sintió muy aliviado de oír aquella risa que tanto le gustaba.

—No… Además, quiero verte. —confesó el pecoso con real vergüenza. Del otro lado, Tsukishima pareció atragantarse porque de un momento a otro comenzó a toser.

—Entonces, ¿el sábado que viene en la plaza a las tres, está bien? —preguntó Tsukishima con tono serio, intentando disimular la toz de antes y su ansiedad.

—Sí, está bien. —contestó Yamaguchi. —Allí estaré. No llegues tarde.

—Jamás llego tarde a ningún lado. —comentó el rubio con arrogancia. Luego se quedó unos segundos en silencio antes de volver a hablar: —Extrañaba tu voz, Yamaguchi. —dijo y cortó la llamada.

No supo bien cómo ni en qué momento había pasado, pero de repente la temperatura de su departamento subió drásticamente y un abrazador calor lo estaba derritiendo de adentro hacia afuera. Se tocó el rostro y se dio cuenta que el mismo estaba ardiendo. Y estaba seguro de que, si se miraba en un espejo, descubriría que tenía la cara del mismo color que un tomate bien maduro.

¿Había oído bien? ¿Le había dicho que extrañaba su voz? ¿No estaba soñando? ¿No se había muerto mientras hacía el trabajo de Literatura Inglesa?

Nuevamente se dejó caer sobre la alfombra pero esta vez con una amplia sonrisa en su rostro sonrojado. Un suspiro ilusionado salió de entre sus labios y cerró los ojos, dejándose llevar por algunas fantasías con respecto a la futura cita que tendrían.

Ya no había forma de negarlo: estaba loca e irrevocablemente enamorado de Kei.

 

 

 

 

La noche estaba bastante fría a pesar de que se encontraban en primavera. La gente en las calles iba un tanto abrigada y se alegraba de haber tomado su chaqueta antes de salir de su casa.

Kageyama caminaba con paso tranquilo por una de las calles centrales de Tokio camino al bar donde sería aquella reunión de los estudiantes de tercero. No obstante, antes tenía que pasar por un lugar específico.

Oikawa le había dicho que, para que fuera más creíble la idea de que ellos eran novios, debían llegar juntos al lugar. Al principio el menor se negó, alegando que aquello le parecía una estupidez. Pero, luego, aquel brillo entusiasta apareció en los ojos del castaño y a Kageyama no le quedó otra opción que ceder.

Por lo tanto, allí estaba: yendo hacia la casa del mayor para recogerlo antes de llegar al bar.

Tranquilamente podrían haber elegido un punto medio para encontrarse —de todas formas, la idea era que solo los vieran llegar juntos. Sin embargo, a Oikawa parecía gustarle demasiado la idea de fastidiarlo. Puesto que le había sugerido al menor que fuera a buscarlo a su casa para compenetrarse más con su papel de novio.

Por supuesto que Kageyama pensó en una lista infinita de improperios dirigidos a Oikawa, pero se contuvo. Tarde o temprano se la cobraría. Después de todo, le estaba haciendo un favor y era claro que, algún día, lo obligaría a devolvérselo.

Se detuvo frente a un alto edificio de color marfil que estaba iluminado por unas cuantas luces blancas. Sacó un trozo de papel del bolsillo de su chaqueta y chequeó si estaba en la dirección correcta.

Claramente, así era. Porque, cuando levantó la vista del papel, un torbellino de cabello castaño arrasó con él y casi terminó tirado en medio de la calle.

— ¡Idiota! —exclamó Kageyama cuando pudo mantener el equilibrio, aún con Oikawa entre sus brazos. —¡Casi me caigo por tu culpa!

El mayor —que aún no lo soltaba— rio divertido.

—Siempre tan puntual, Tobio-chan. —dijo Oikawa con una sonrisa, separándose un poco del menor.

Kageyama iba a dejar salir varios insultos más pero algo lo detuvo.

Como el mayor lo había tomado por sorpresa, no pudo observarlo apropiadamente. Ahora que lo hacía, temía que su mandíbula se desencajara en cualquier momento.

Oikawa llevaba puesta una camisa blanca con los primeros tres botones desabrochados, dejando a la vista parte de su pálido pecho. Su cuello se encontraba cubierto por una fina bufanda de color lila y algo brillante, que hacía juego con su campera de algodón del mismo color. Un ajustado jean gris hacía resaltar sus musculosas y largas piernas —producto de siempre haber pertenecido al club de vóley—, y que se escondían dentro de unos borceguíes color negro.

Tal vez estaba alucinando, pero Kageyama estaba casi seguro de que un aura blanquecina y brillante estaba rodeando la hermosa y perfecta figura de Oikawa.

Ojala y solo fuera una mala pasada de sus ojos al estar presentes ante tantas luces.

— ¿Tobio-chan? —indagó el castaño al notar la estupefacción del otro. — ¿Estás bien?

Kageyama parpadeó un par de vece confundido. Solo cuando se dio cuenta de que sus mejillas se habían ruborizado —y, sobre todo, al notar el calor que éstas emanaban— frunció el ceño y desvió la mirada hacia un lado.

Oikawa aún esperaba su respuesta muy atento y con una sutil sonrisa en sus labios. Pero el menor solo se dio media vuelta y comenzó a caminar al son de un:

—Apúrate o llegaremos tarde, idiota.

El castaño comenzó a seguirlo, pidiéndole que fuera un poco más lento, pero Kageyama simplemente lo ignoraba. No podía permitirle verlo de esa forma tan vergonzosa.

¿Por qué diablos se había sonrojado de esa manera al ver la forma en que estaba vestido el mayor?

Y, peor aún: ¿por qué había pensado que se veía sexy?

Definitivamente le estaba por dar algo a causa del frío.

Sí. Eso debía ser.

Tal vez en el pasado hubiera sido normal que reaccionara de esa forma, después de todo estaba enamorado de él. Pero reaccionar así después de que ambos habían terminado le parecía bastante absurdo.

Él ya no sentía nada por Oikawa. Su novio era Hinata y lo amaba más de lo que había amado a alguien más en su vida. Tener ese tipo de reacción frente a su ex novio realmente lo irritaba.

Durante el recorrido casi no intercambiaron palabra. Aunque lo más acertado sería decir que Oikawa se la pasaba hablando de cualquier cosa y Kageyama lo ignoraba olímpicamente.

Sin embargo, en algún punto de toda aquella perorata, algo llamó la atención del pelinegro.

— ¿Cómo está el Chibi-chan? —preguntó el mayor con tono amable. Kageyama se estremeció pero no detuvo su marcha.

—Bien. —dijo con tono serio. —Se quedó en su casa, estudiando.

Si bien Oikawa sonrió ante aquello y siguió hablando de váyase a saber qué, Kageyama se quedó con un mal sabor en la boca.

Porque, obviamente, aquello había sido una vil mentira.

Tobio no sabía nada de Shouyou desde el día anterior en la tarde, solo que estaba muy enojado con él y en total desacuerdo con que estuviera en esa situación esa noche.

No lo había dicho directamente, pero el pelinegro sabía que su pequeño novio no confiaba mucho en aquel plan del castaño. Y, si tenía que ser sincero, él también pensaba lo mismo.

Pero por culpa de una extraña fuerza, que iba más allá de su humilde comprensión, no había podido negarse, por mucho que lo quisiera.

Sabía que, por un lado, no estaba haciendo nada malo. Pero, de todas formas, se prometió a sí mismo que, al día siguiente, compensaría a su pelirrojo como nunca lo había hecho antes.

El escándalo de las diversas voces juveniles se oía fuertemente cuando se encontraron fuera del pequeño bar. Cuando entraron, el volumen de aquello aumentó drásticamente y Kageyama pensó que iba a quedarse sordo.

— ¡Vaya! —exclamó uno de los jóvenes que estaba en la mesa junto a la puerta. Sus mejillas estaban algo rojas y no porque estuviera avergonzado en ese momento, precisamente. — ¡Ya llegó el alma de la fiesta!

El resto de los muchachos y varias jovencitas levantaron su mirada y la dirigieron hacia la figura sonriente de Oikawa. Luego, estallaron en gritos de júbilo.

El castaño amplió su sonrisa y, para sorpresa del menor, tomó a Kageyama firmemente de la mano. Al principio, el pelinegro se resistió un poco. Pero luego recordó por qué se encontraba en aquel lugar y decidió relajarse.

Tomaron asiento junto a los que, Kageyama supuso, eran los amigos que Oikawa e Iwaizumi tenían en común. Sin embargo, éste último no se encontraba presente.

Al parecer, la misma incertidumbre había atacado a Oikawa. Puesto que, luego de notar que el amor de su ex novio no estaba presente entre aquellos jóvenes, Kageyama escuchó hablar a uno de ellos:

—Fue a buscar a su novia a la parada del autobús. —dijo la voz gangosa de aquel chico. De seguro también estaba ebrio.

Automáticamente, los ojos de Tobio viajaron al rostro de Tooru. Y no pudo evitar sorprenderse al ver la despreocupada sonrisa que los labios del mayor dibujaban en su rostro.

Talvez era la falta de costumbre —después de todo, hacía casi tres años que no estaban juntos— pero Kageyama no notó lo forzada que era aquella sonrisa. Sobre todo porque los ojos de Oikawa no brillaban como solían hacerlo cuando sonreía de verdad.

El castaño había presentado a Kageyama como su novio y no soltó su mano en ningún momento. No obstante, cuando Iwaizumi apareció abrazado a una jovencita de cabello rojizo y ojos azules, la actitud de Oikawa cambió rotundamente.

No solo no le soltaba la mano sino que, también, se le tiraba encima en todo momento. Abrazándolo constantemente y llamándolo por aquel estúpido apodo que muchas veces recalcó que le molestaba.

Kageyama estaba a punto de mandar al mayor al demonio y echar todo a perder cuando notó que la novia de Iwaizumi comenzaba a despedirse del ruidoso grupo.

Si bien Iwaizumi se había ofrecido a acompañarla nuevamente a la parada del autobús, la muchacha le dijo que un taxi la estaba esperando fuera. Por lo que el pelinegro volvió a sentarse tan rápido como se había puesto de pie.

Oikawa también había prestado real atención a aquello, o al menos eso pensó Kageyama. Ya que, de un momento a otro, el castaño había abandonado su lado para entablar una animada conversación con el otro pelinegro.

Al principio Tobio se sintió realmente aliviado de estar libre de los brazos y la molesta y ruidosa voz de su ex novio. Pero todo cambió cuando notó la forma en que Tooru miraba a Hajime.

Algo despertó en su subconsciente y sin darse cuenta se encontró recordando la forma en que Oikawa miraba a los demás muchachos cuando aún eran pareja: con aquel incesante aleteo de pestañas y esa juguetona sonrisa.

El castaño siempre había sido muy llamativo ante los ojos del resto y Kageyama siempre ignoró la idea de que, tarde o temprano, él también sería una pobre víctima de aquella apariencia.

Y, por supuesto que, el hecho de ignorar aquello, no lo había ayudado a evitar que terminara con el corazón hecho trizas.

Por culpa de aquel recuerdo —que no sabía muy bien por qué había aparecido— fue que no pudo aguantar la ira y los extraños celos que lo invadieron de repente. Y terminó tomando la nuca del castaño para obligarlo a girar el rostro, enfrentándolo.

Incluso el resto de los jóvenes detuvieron su charla al ver la reacción de Kageyama. Tenía el ceño fruncido y de sus ojos parecían salir llamas mortales de odio.

Pero el más sorprendido era Iwaizumi, puesto que no comprendía muy bien por qué el menor lo miraba de esa forma. Sabía que era el novio de Oikawa —uno de sus amigos se lo hizo saber— pero no creía haber hecho algo para que el pelinegro menor se pusiera celoso.

Por su parte, Oikawa se sentía totalmente perdido. Unos segundos atrás estaba teniendo una agradable charla con el chico que le gustaba y más tarde se encontraba casi inmovilizado por la mano de su ex novio.

Si aquello no se consideraba extraño, entonces no sabía qué lo era.

Sus labios de movieron para hablar pero nada salió de entre ellos. Su mente aún estaba tratando de procesar lo que había pasado hasta el momento y se encontraba algo bloqueada. Además, la forma en que Kageyama lo miraba, lo oscuros que se habían puesto sus ojos, lo hacían sentirse incómodo, casi desnudo.

—To-Tobio-chan, ¿qué…? —comenzó Oikawa con una sonrisa nerviosa. Pero no pudo terminar su pregunta.

Sin que pudiera preverlo, los labios del menor terminaron estampados contra los suyos. Y mientras Kageyama sentía como su orgullo volvía a reconstruirse, Iwaizumi sentía como su corazón se detenía lentamente.

 

 

 

 

Luego de que su novio le contara lo que haría con su antigua pareja, no dudó ni dos segundos en revisarle el celular para averiguar la dirección del bar al que Kageyama asistiría para que el plan de Oikawa se llevara a cabo. Por lo que se sentía muy orgulloso de haber memorizado bien aquello.

Si bien había decidido seguirlo, a último momento consideró que no sería apropiado correr aquel riesgo —sobre todo, teniendo en cuenta lo poco discreto que era cuando se encontraba ansioso. Asi que, simplemente se dedicó a mantenerse distraído durante el día y, por sobre todas las cosas, a ignorar a Kageyama desde el día anterior.

Hinata no era una persona insegura de sí misma como lo era Yamaguchi. Pero si era lo suficientemente desconfiado.

Y cuando su sexto sentido —a falta de una mejor manera de llamarlo— le indicó que nada bueno saldría del plan de aquel castaño de sonrisa asquerosamente perfecta, no lo pensó dos veces antes de actuar.

No quería creerlo pero algo en su pecho le decía que su novio aún tenía profundos sentimientos por aquel viejo amor. Y sabía que aquello no era la mejor forma de averiguarlo, pero se sentía realmente desesperado.

No estaba dispuesto a dejarse ganar de esa manera. Jamás permitiría que alguien le arrebatara a Kageyama de esa manera y menos después de lo mucho que le había costado ganárselo.

Además, tenía la esperanza de que su mal presentimiento fuera erado y aquella situación solo quedara como una vergonzosa anécdota de su pasado cuando fuera mayor.

Sin embargo, aquella esperanza era de un escaso porcentaje. Y se dio cuenta de ello cuando sus ojos lo presenciaron.

Kageyama, su novio, el amor de su vida, su futuro para toda la vida, estaba besando a Oikawa. Tal y como su sexto sentido se lo había dictado.

No tenía antecedentes de asma y no era fumador terminal. No obstante, el aire comenzó a faltarle y su pecho le dolía como si su corazón fuera a detenerse en cualquier momento.

Sus ojos dejaron escapar un par de lágrimas que decoraron sus mejillas como brillantes y cristalinas líneas de agua hasta terminar en sus labios con aquel sabor salado tan común.

Pero había otro sabor rozando su lengua además del de las lágrimas. Era un sabor amargo y fuerte, muy difícil de disfrutar y digerir.

¿Acaso aquello era sentirse traicionado?

Notas finales:

Konbawa Minna-san!! Cómo han estado? Cómo estuvo su semana hasta ahora? Espero que muy bien y que estén con muchas ganas de leer!

Lamento darles la triste noticia -sobre todo para mí- que me fue pésimo en el exámen que debía dar esta semana y que, para ser más exacta, rendí el día de ayer! Tan mal me fue que hasta me retiré a mitad del exámen y cuando llegué a casa lloré como una desgraciada y amenacé con dejar la carrera de medicina.

Gracias a Buda, Oka-san me dió unas buenas bofeteadas -figurativamente hablando- y me hizo reaccionar para que no entre en una depresión profunda!

Es muy feo cuando estás estudiando algo que te gusta, que te apasiona y de lo que vas a vivr en un futuro, y que te vaya mal después de todo el tiempo que le dedicaste. Pero también es verdad que la vida no es fácil -porque si lo fuera sería muy aburrido- y siempre hay que encontrar la forma de autosuperarse, no importa qué. (Sabias palabras, Oka-san!)

Bueno, dejando de lado el melodrama de mi vida, les vengo a decir -como siempre y de forma religiosa- que son libres de comentar lo que quieran y que estoy muy agradecida de que sigan leyendo este fic!

Si llegaron hasta aquí abajo es porque les gustó, y espero que así haya sido! Nos leemos la semana que viene con el capítulo 13! Tengan un hermoso fin de semana! Matta ne!


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