Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amores Cruzados por Bloqued 1

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

'Entrecruzamientos que ayudan.'

Lo último que se oyó fue el golpe de la puerta contra el marco mientras todos miraban en la dirección por la que Kageyama había salido corriendo.

Oikawa parpadeó varias veces seguidas aun observando la entrada del lugar en tanto todo a su alrededor había vuelto, más o menos, a la normalidad. Bajó la mirada y descubrió que Kageyama se había olvidado su chaqueta.

—Debo ir a llevársela… —murmuró para sí mismo, creyendo que nadie más lo había oído.

Pero se equivocó.

De forma brusca Iwaizumi se puso de pie y a grandes zancadas acortó la distancia que había entre él y la puerta del baño, la cual azotó con gran fuerza luego de ingresar. Esta vez, nadie en el bar le dio importancia —tal vez con la intención de no seguir arruinando la noche. Sin embargo, Oikawa volvió a sobresaltarse y llegó a la conclusión de que ya nada podía sorprenderlo esa noche.

Aun con la chaqueta de Kageyama en la mano se puso de pie y lentamente fue caminando hacia el baño de hombres, sin darse cuenta de las furtivas y rápidas miradas que los amigos de Iwaizumi le lanzaban.

Empujó la blanca puerta del baño y, aún a paso lento, ingresó.

A simple vista el lugar parecía totalmente desierto y Oikawa se quedó pensando si no había sido su imaginación que Iwaizumi hubiera desaparecido por esa puerta. Pero un leve ruido, como un jadeo, le dio a entender que no estaba tan errado.

— ¿Iwa-chan? —preguntó el castaño mientras avanzaba por el angosto pasillo que formaban los pequeños cubículos de ese baño. — ¿Dónde estás?

Mientras Oikawa seguía avanzando lentamente por el pasillo, mirando por debajo de las puertas por si llegaba a encontrar los pies del otro en el piso, Iwaizumi estaba sentado en el inodoro de uno de los cubículos de en medio, con los pies sobre la tapa del retrete y ambas manos bien pegadas a su boca.

Su misión en ese momento era no dejar salir ningún otro sonido que delatara que había estado dejando escapar un par de lágrimas de furia e impotencia. Pero el eco de las pisadas de Oikawa hacía aquella tarea bastante difícil. No podía evitar ponerse realmente nervioso cuando sentía que el castaño estaba bastante cerca de su cubículo.

Iwaizumi era una persona muy orgullosa, a pesar de que era amable con casi todo el mundo. Y no iba a permitir que el chico que le gustaba lo viera en esa situación. Si bien podría echarle la culpa al alcohol la verdad era que no había ingerido tanto como para llegar a la etapa de borracho melancólico. Por lo tanto, si el castaño lo veía en ese estado no tendría forma de excusarse.

Al ver que el pelinegro no parecía estar en ninguno de los cubículos de aquel baño, Oikawa retrocedió y se dirigió a donde estaban los lavamanos para sentarse sobre uno de ellos y sacar su teléfono celular.

Buscó entre su lista de contactos y cuando encontró el deseado presionó su pantalla táctil y se llevó el aparato a la oreja. El tono de llamada resonó alrededor de unas tres veces hasta que una voz perezosa y áspera habló.

— ¿Sí?

—Mattsun. —habló el castaño con tristeza. —Todo salió mal, Mattsun.

— ¿Cómo qué salió mal? —indagó Matsukawa del otro lado. Por un lado estaba un poco dormido, por el otro no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Oikawa perdiendo a un chico? ¿Acaso estaba en otra dimensión?

—Iwa-chan me odia. —dijo Oikawa conteniendo su llanto. —Me odia, Mattsun. Lo sé.

—Espera, espera. —espetó el otro. Tooru podía oír como las sabanas se revolvían de aquí para allá. — ¿Por qué dices que te odia? ¿Qué pasó, Oikawa?

El castaño suspiró por tercera vez en esos quince minutos y luego de masajearse el tabique de la nariz con su dedo índice y pulgar, comenzó a hablar sobre lo que había pasado hacía no más de veinte minutos atrás en el bar: el beso de Kageyama, la aparición del pequeño pelirrojo y la abrupta desaparición de Iwaizumi luego.

Matsukawa, del otro lado de la línea, solo oía atentamente el relato que su amigo le estaba comentando y solo cuando éste dejó de hablar, respiró hondo y exclamó:

— ¡Te dije que era una mala idea involucrar a tu ex novio! —lo reprendió en un casi susurro. Aunque su amigo no lo estuviera viendo, Oikawa infló los mofletes en un tierno puchero.

—No tenía otra forma de llamar su atención, Mattsun. —espetó molesto. Del otro lado, Issei bufó. —Además, ¿qué sabía yo que iba a ser Tobio-chan el celoso?

— ¡Ese no es el punto, Oikawa, idiota!

—Entonces, ¿cuál es, genio? ¿Qué otra cosa podía hacer para que Iwa-chan se diera cuenta de que me gusta?

En cuanto Oikawa terminó de pronunciar aquel interrogante, una de las puertas de los cubículos se abrió y la figura alta y fornida de Iwaizumi apareció en medio del pasillo, mirando de forma fija al castaño.

Al principio Tooru no se dio cuenta de la presencia del pelinegro, pero cuando lo hizo, se quedó en silencio y dejó que su celular se deslizara por su mano hasta terminar sobre sus muslos. Se mantuvieron la mirada firmemente —Oikawa nervioso, Iwaizumi con fiereza— y no movieron ni un solo musculo, tanto de su cuerpo como de su cara.

La voz de Matsukawa aún se oía del otro lado de la línea telefónica pero apenas era un suave eco que traspasaba las barreras del denso aire que había entre aquellos dos. Tooru tenía los ojos bien abiertos, como si fueran un par de platos, y Hajime no podía evitar que sus manos temblaran violentamente a ambos lados de su cuerpo.

Ambos tragaron con fuerza al mismo tiempo, y mientras Tooru pensaba qué decir para romper la tensión que había en el aire, Hajime se le adelantó y habló primero:

— ¿Qué dijiste?

 

 

 

 

Al ver que nadie le contestaba —y luego de haber oído la voz de Iwaizumi casi como un rugido de advertencia— Matsukawa cortó la llamada de forma rápida y apagó su teléfono para dejarlo sobre el mármol de la cocina.

— ¿Issei? —dijo una voz medio bostezando. El de cabellos oscuros se giró y contempló el semidesnudo cuerpo de su pareja en la entrada de la cocina, con el cabello totalmente revuelto y una de sus manos rascando el plano abdomen. — ¿Qué haces aquí? ¿Qué hora es?

Matsukawa sonrió y con parsimonia se acercó a él para abrazarlo por la cintura y besarle la frente. Hanamaki estaba algo dormido aun pero de todas formas sonrió satisfecho por el pequeño beso.

—Lo siento. —dijo Issei aun sonriendo. — ¿Hice mucho ruido? ¿Te desperté?

Takahiro negó.

—La verdad es que me había levantado para ir al baño y luego escuché tu voz… —comentó antes de volver a bostezar. — ¿Está todo bien? ¿Pasó algo?

—Solo el estúpido de Oikawa con sus idioteces de siempre.

— ¿Ya se folló a Iwaizumi?

—No.

— ¿Entonces?

— ¿Y si volvemos a la cama?

—No cambies el tema, Issei. Dime…

—Ah, que sueño que tengo. —dijo Matsukawa fingiendo cansancio. Acto seguido, tomó a Hanamaki de las piernas y lo colgó de su hombro cual saco de papas, dejándolo con la cabeza hacia abajo.

El de cabello claro se quejó y pataleó por unos segundos hasta que el otro lo arrojó a la cama y lo acurrucó entre sus brazos.

—Odio que no me cuentes las cosas, Issei. —se quejó Hanamaki con un puchero en sus labios. Matsukawa rió.

—Mañana de seguro te enteraras por la misma boca de Oikawa. —dijo cerrando los ojos. —Ahora, vamos a dormir…

Ambos se quedaron en silencio, pero Hanamaki no había cerrado los ojos aun. Y no porque siguiera pensando en el tema de Oikawa, precisamente.

—Issei…

— ¿Hmm?

—Beso…

Matsukawa rió y agachó su cabeza para llegar a los labios del más bajo y besarlos con dulzura.

 

 

 

 

Finas y pequeñas gotas de sudor se deslizaban por las sienes de Oikawa. Tenía la espalda totalmente pegada a la pared de azulejos y los labios firmemente apretados a causa de los nervios. Frente a él, Iwaizumi lo miraba con real ansiedad en sus pupilas. Estaba acorralando al castaño entre la pared y su propio cuerpo mientras se apoyaba con ambas manos en los azulejos a los dos lados de la cabeza del castaño.

Después de que el pelinegro le preguntara qué era lo que había dicho por teléfono, Oikawa se había negado a contestarle aquello e intentó zafarse de la situación con frases ridículas y risitas nerviosas. Pero Iwaizumi era bastante temperamental y no le gustaba que lo tomaran por idiota tan fácilmente.

Así que, con paso firme, se acercó a Tooru y lo tomó de la muñeca. Lo obligó a bajarse de aquel mármol que conformaba el lavamanos del baño y lo llevó a la pared que estaba justo al lado de la puerta. Donde lo acorraló y se pegó tanto a él que ambos podían sentir la respiración del otro sobre su piel.

—Repite lo que dijiste. —insistió el pelinegro por segunda vez, sin despegar los ojos del castaño. Oikawa tragó con fuerza.

— ¿Re-Repetir qué? —preguntó con una sonrisa torcida por los nervios y algo de miedo.

—Estabas hablando con Matsukawa, ¿no es así? —dijo Iwaizumi con el ceño fruncido. Oikawa asintió sin saber que lo estaba haciendo. —Repite lo que le dijiste, Oikawa. Repítelo.

—N-No. —contestó el castaño pegándose más a la pared —si es que eso era posible—como si aquello aumentara la distancia entre los cuerpos de ambos. Hajime frunció el ceño y enfrió su mirada.

—No me gusta que me contradigan. —dijo por lo bajo, con cierto tono amenazante. Un escalofrío recorrió la espalda de Tooru.

Hasta ahora, solo conocía el lado amable y simpático de Iwaizumi, y ese era justamente el lado que lo había enamorado. Jamás pensó que el pelinegro tuviera semejante carácter al punto de darle tanto miedo.

No es como si quisiera desafiarlo realmente, pero estaba en su naturaleza no dejarse pasar por encima. Cada vez que se veía en aprietos y su orgullo parecía ser pisado en cualquier momento, tendía a comportarse con mucha sorna y orgullo que solo lograban meterlo en más problemas que antes.

Por eso no pudo evitar contestarle de esa forma tan sobradora al pelinegro:

— ¿Y qué pasa si lo hago?

Ojala no lo hubiera hecho.

Todo parecía haber pasado demasiado rápido como para que sus ojos, y sobre todo su conciencia, se dieran cuenta de que había sido encerrado en uno de los cubículos. Iwaizumi lo había controlado con tanta agilidad y fuerza que no pudo evitar terminar con el pecho pegado a los azulejos y con sus brazos fuertemente sostenidos a la altura de su espalda baja.

No podía verlo, pero por la forma en que lo retenía, el pelinegro parecía realmente enojado, a punto de estallar como la bomba que destruyó Hiroshima. Oikawa por su parte se sentía realmente perdido e indefenso. A pesar de estar dándole la espalda, podía sentir la intimidante aura que salía del cuerpo de Iwaizumi y que solo iba dirigida a él.

—Si hay algo que detesto —comenzó el pelinegro con tono venenoso. —es que me tomen por idiota.

Oikawa solo tragó con fuerza y se mantuvo en silencio, a la espera de que el otro comenzara a agredirlo físicamente.

—Suficiente que permito que Kana me engañe con el idiota de su mejor amigo, no voy a permitir que tú también te burles de lo que siento. —murmuró Hajime con impotencia. Oikawa abrió los ojos con real sorpresa.

¿Había dicho Kana? ¿No había oído mal? ¿Acaso sabía sobre las travesuras que estaba cometiendo su linda y pequeña novia?

Realmente no pudo evitar girar la cabeza para enfrentarlo. Y cuando lo hizo se encontró con un decepcionado Iwaizumi que miraba el piso y apretaba los dientes con real fuerza.

— ¿I-Iwa-chan? —indagó Oikawa por lo bajo.

—Dijiste que te gustaba, ¿no es cierto? —habló el pelinegro sin levantar la mirada. —Se lo dijiste a Matsukawa.

Oikawa parpadeó varias veces seguidas.

—Y-Yo… —comenzó el castaño pero no sabía muy bien qué decir. La vergüenza de saber que debía confesarse en esa situación no era de mucha ayuda. Movió sus labios para seguir hablando pero Iwaizumi lo interrumpió.

— ¿Es verdad?

Oikawa tragó con fuerza.

¿Qué hacer?

¿Qué decir?

La verdad podía ser casi una salvación pero también podía ser su condena. Y lo mismo iba para la mentira.

Tal vez esa sería la única oportunidad que tendría en su vida de poder confesar lo que sentía. Y, si era rechazado, luego encontraría la forma de superarlo, como siempre lo había hecho en otros momentos de su vida.

Aun se encontraba acomodando las diferentes palabras que quería decir dentro de su cabeza, cuando la impaciencia de Iwaizumi estalló y un duro puño terminó a pocos centímetros de su rostro, contra la pared de azulejos.

— ¡Dímelo! —exclamó el pelinegro molesto. — ¡Dime la verdad!

—S-Sí. —contestó el castaño con todo el miedo del mundo.

—Sí, ¿qué? —insistió Hajime en un gruñido.

—S-Sí me gustas, Iwa-chan.

 

 

 

 

El departamento se encontraba a oscuras y solo algunos rayos provenientes de la luna se filtraban por entre las cortinas de la sala, iluminando levemente la alfombra del living.

Por el pasillo se podían ver diversas prendas de ropas regadas por todo el suelo, desde la entrada hasta aquel punto donde aparecía una puerta que estaba un poco entre abierta.

El chirrido del colchón tenía un ritmo constante e iba acompañado por los múltiples gemidos y jadeos que provenían de aquellos dos cuerpos que ahora se estaban volviendo uno por segunda vez, desde que habían llegado, dos horas atrás.

Unas manos ásperas pero bronceadas recorrían la nívea piel desde los muslos hasta el pecho para luego llegar al rostro y apresarlo con fuerza, con miedo de que se escapara.

Los labios de Iwaizumi chocaron de forma brusca contra los rosados de Oikawa y en la consumación de ese beso ambos dejaron salir su esencia como aviso de que habían llegado al clímax solo por ese contacto tan sutil.

Aun sobre sus piernas y sin haberse separado de su miembro, Oikawa abrazó con fuerza el torso de Iwaizumi y depositó varios besos en su hombro y cuello. El pelinegro, por su parte, solo se dedicó a dibujar círculos en la espalda del castaño mientras se inundaba las fosas nasales con el dulce perfume del otro.

—Entonces… -comenzó Oikawa mientras se separaba de él para besarlo. — ¿Yo te gusto?

Iwaizumi frunció el ceño.

—Acabamos de hacer el amor por segunda vez y todavía lo dudas. —dijo molesto. — ¿Eres idiota?

Oikawa rió por lo bajo y se acercó a besarle la punta de la nariz con dulzura para luego recostar su mejilla en el hombro del otro.

—Creí que me odiabas porque me gustabas. —confesó el castaño con cierta tristeza en su voz. El pelinegro solo lo abrazó y chasqueó la lengua.

—Definitivamente eres un idiota.

Se quedaron en silencio un par de minutos y luego decidieron que hacía el suficiente frío como para separarse —atar el condón y guardarlo en su bolsita hasta la mañana siguiente que sería tirado a la basura— y acomodarse entre las sabanas. Ambos de costado y enfrentándose.

La mano de Iwaizumi se estiró hasta tocar la de Oikawa y cuando se encontraron sus dedos se entrelazaron con fuerza y terminaron apoyadas y unidas sobre la almohada.

— ¿Qué harás con tu novio? —preguntó el pelinegro un poco avergonzado. Oikawa sonrió.

—No es mi novio. Solo lo estaba usando.

— ¿Usando? ¿Para qué?

—Para darte celos.

—Eres un idiota.

—Pero funcionó. —dijo Oikawa mostrándole la unión de sus manos. Iwaizumi suspiró.

—Así que eso es lo que había salido mal… —murmuró por lo bajo. El castaño alzó las cejas.

— ¿Escuchaste cuando hablé con Mattsun?

—Estabas hablando muy fuerte.

—Chismoso.

— ¡Qué no! —exclamó y luego volvió a suspirar y se llevó las manos de ambos a la cara para taparse el rostro. —Estaba escondiéndome de ti y lo escuché sin querer…

Oikawa se lo quedó mirando con real incredulidad en sus ojos e Iwaizumi comenzó a pensar que, quizá se había equivocado a la hora de enamorarse de semejante ser humano.

No era bueno expresando lo que sentía, no había nacido con esa cualidad realmente. A él se le daba mejor expresar las cosas con acciones y no con palabras.

Así que, tomando por sorpresa al castaño lo atrajo hasta su pecho y lo abrazo con fuerza al tiempo que le acariciaba la espalda baja.

Oikawa sonrió.

Quizá no era un chico cien por ciento amable y no tenía siempre el carácter tan lindo y llevadero que todo el mundo conocía pero le agradaba saber que era el único que podía ver aquella faceta del pelinegro. Lo veía como un privilegio y le gustaba la posición en la que se encontraba.

Por lo que, comprendiendo al instante lo que aquel abrazo quería decir en el extraño idioma del pelinegro, Oikawa rodeó la cintura del otro con sus brazos y se acomodó contra el pecho de Iwaizumi dejando salir un suspiro de alivio de entre sus labios.

— ¿No vas a preguntarme cómo me enteré lo de Kana? —indagó el pelinegro de la nada. Oikawa solo se encogió de hombros.

—Mientras me digas que, a partir de hoy, eres solo mío, me alcanza. —contestó con parsimonia.

—Diablos, de verdad eres un idiota. —comentó Iwaizumi al tiempo que le besaba la frente y cerraba los ojos para poder dormir un poco.

En su lugar —y en su mente— Oikawa rió a carcajadas, muy feliz. Y muy en el fondo, casi en silencio, le agradeció a Kageyama por haberlo besado esa noche frente al pelinegro mayor.

A veces, los entrecruzamientos ayudaban más de lo que complicaban.

Notas finales:

Ohaio, Minna-san! Cómo han estado? Espero que bien.

No puedo creer lo que ha pasado con la página! Maldita gente intolerante que no nos deja disfrutar de nuestro vicio que es totalmente sano y no molesta a nadie. Nótese mi enorme odio hacia ese tipo de gente.

Pero, bueno. Mejor hablemos de cosas lindas y felices como, por ejemplo, de este tierno capítulo en el que Oikawa al fin consigue estar con Iwaizumi! Tengo que admitir que mientras escribía sentía que estaba escribiendo sobre Kise y Kasamatsu -si, extraño escribir sobre KnB-

Espero les haya gustado lo que leyeron y que me lo hagan saber en los rw como lo vienen haciendo desde el principio!

Muchas gracias por seguir presentes hasta ahora! Aprecio mucho ese tipo de apoyo!

Que tengan un lindo fin de semana y se me cuidan! Nos leemos la semana que viene! Matta ne!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).