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Amores Cruzados por Bloqued 1

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Notas del capitulo:

'Forzado a volver al pasado.'

Sus manos enredaban sus dedos entre sus cabellos, estirándolos y forzándolos, mientras intentaba comprender cómo había llegado a estar en esa situación.

Levantó la mirada y lo vió sentado frente a él con las piernas cruzadas y con su celular entre sus manos, como si estuviera mandando algún mensaje.

Suspiró.

Después de una hora, Bokuto no volvió a su hogar y no tuvo más remedio que tomar el brazo de Kenma y arrastrarlo hasta su departamento, siempre rogándole a todas las deidades existentes que Tsukishima no lo viera.

Para su suerte, el edificio estaba completamente vacío cuando el regresó de la casa de su amigo y, aun así, a toda prisa se llevó a su ex novio dentro de su departamento, cerrando la puerta con llave y dejándose caer al piso de la entrada aliviado.

Desde que habían llegado no habían intercambiado palabra alguna y el más bajo se había dedicado a prestarle más atención a su celular que a la situación de la que ambos estaban participando.

Por un lado lo agradeció, aun no se había mentalizado la idea de estar cara a cara con la persona que tanto lo había hecho sufrir en la secundaria. Por el otro, aquel silencio, como sepulcral, lo estaba poniendo cada vez más nervioso, al punto de que ni siquiera fuera capaz de pensar con claridad por más de un minuto.

Tenía demasiadas dudas. Como, por ejemplo: ¿Qué hacía Kenma en Tokio? ¿Qué quiso decir con aquello de que había vuelto a recuperarlo? ¿Acaso estaba burlándose de él?

Las cosas entre ellos no habían terminado de la mejor manera. El rubio con raices se había encargado de hacerlo sufrir casi como si lo hubieran torturado con un tenedor en el ojo por una semana. Y él no era de temperamento fácil, él no perdonaba con facilidad.

Con decir que le había entregado todo se quedaba corto. El hecho de haber sacrificado tantas cosas solo para estar a su lado fue lo que más le dolió a la hora de ver como Kazume hacía trizas su inocente corazón. Y esas memorias justamente eran las que lo habían llevado a un mar dicotómico, donde no sabía muy bien qué hacer con la cantidad inmensa de sentimientos encontrados.

¿Aún lo amaba? ¿Podía ser eso posible? ¿No era anormal no odiarlo después de todo lo que le había hecho? ¿Era tan estúpido como para, aun, mantener intactos aquellos sentimientos que algún día sintió hacia él?

Frunció el ceño.

No. Él no era tan estúpido.

Él tenía un orgullo que cuidar, un corazón que aún no se había recuperado, una vida que no había terminado de empezar con otra persona. Y no iba a permitir que el pasado volviera como si nada hubiera sucedido, preparado para arruinarlo, para arruinarle lo poco que había construido en esos tres años.

‘¡Ni una mierda!’, se dijo a si mismo decidido a acabar con todo aquello.

Se puso de pie, haciendo un fuerte estruendo en el piso con la intención de llamar la atención del otro. Pero no funcionó.

Comenzó a caminar hasta su ex novio, clavándole la mirada de forma acusatoria y respirando entrecortadamente por los nervios. Aun no sabía qué iba a decirle pero lo pensaría sobre la marcha. Era bueno improvisando.

Comenzó por la primera duda que quería despejar:

— ¿Por qué diablos has vuelto a Tokio? — las palabras salieron como un siseo, un gruñido de desacuerdo.

Los ojos dorados y felinos del más bajo se despegaron de la pantalla de su teléfono y viajaron hasta el rostro del más alto, indagándolo a profundidad y sin transmitir emoción alguna.

—He vuelto por ti. — fue la escueta respuesta que dio antes de volver a teclear sobre su celular.

Kuroo apretó los labios con enojo y, apoyando su peso sobre los apoyabrazos del sofá individual donde Kenma se encontraba, se inclinó hasta quedar a escasos centímetros del rostro del otro.

— ¿Por qué ahora? — volvió a indagar más molesto que antes. — ¿Por qué después de tanto años?

Kozume suspiró resignado, algo que llamó la atención del más alto, y luego se sentó correctamente para volver a mirar a su ex novio.

—Yo nunca dejé de amarte, Kuroo. — dijo solemnemente.

— ¡Ni un carajo! ¡Joder! — exclamó el pelinegro colérico mientras golpeaba los apoyabrazos con sus manos. — ¡Deja de decir estupideces y dime por qué has vuelto a molestarme!

—Te estoy diciendo que-

— ¡No! — lo cortó el otro de forma violenta. — ¡Ya no digas eso! ¡Ya no lo digas!

Chasqueó la lengua y se alejó del más bajo, sin dejar de mirarlo con congoja y angustia.

Se giró, dándole la espalda, y comenzó a caminar hacia su habitación, desapareciendo detrás de un sordo portazo.

Se desplomó sobre el colchón —desordenado y con las sabanas desorientadas — y enterró el rostro en la mullida almohada, dejando salir un ahogado rugido de furia.

Se sentía estúpido por dos razones: primero, seguía sin entender por qué había llevado a Kenma a su casa en vez de dejarlo en la casa de Bokuto e ignorarlo. Segundo, no quería admitirlo, pero había sentido aquello.

Había sentido como su corazón se saltaba un latido luego de fijar sus negros ojos en los dorados del más bajo. No era la misma sensación que los ojos de Tsukishima le provocaban, era algo más fuerte, más profundo.

Conocía a la perfección aquel sentimiento, aquel calor, aquella ansiedad. Pero no iba a reconocerlo y, mientras le fuera posible, lo reprimiría hasta el día de su muerte.

Porque él no podía seguir amándolo, él no podía pasar por alto la traición de la que había sido víctima. Porque Kenma no solo había besado a Bokuto cuando eran novios, sino que se había acostado con Lev luego de una noche de festejo y alcohol.

Tal vez, lo del beso no había sido tan grave; estaba seguro que con el tiempo iba a olvidarlo. Pero el hecho de que le entregara el cuerpo a otro hombre le generaba asco, rechazo, dolor.

Se suponía que él era el único con el que Kenma podía sentirse bien, él único que lo hacía reaccionar, él único en su vida.

Pero no.

No pudo evitar mojar la funda de la almohada con algunas de las lágrimas que se escaparon de sus ojos al recordar aquello, sobre todo la forma en que lo había descubierto.

Porque lo había visto con sus propios ojos, los había captado in fragantti en su propia casa, en su propia cama, aquella que tantas noches había compartido con el rubio.

Estiró su mano hasta su mesa de noche y tomó su celular, tecleando de forma automática la aplicación de su reproductor de música, dándole play sin importarle la canción que comenzara a sonar.

 

You used to call me on my cellphone, late night when you need my love.

 

La armoniosa voz de aquella muchacha que hacía el cover de aquella canción le penetró los oídos de forma violenta, llegando a lo más profundo de su pecho, golpeando una fibra sensible que ni él mismo sabía que tenía.

 

Ever since I left the city you, you and me we just don’t get along.

 

Aun con lágrimas en sus ojos, se encontró tarareando aquella melodía que no escuchaba hacía ya dos años, desde que se había mudado a vivir solo.

En su momento, cuando la ruptura había sido reciente, se sentía terriblemente identificado con aquella letra cada vez que Bokuto le contaba por teléfono las incontables veces que se había cruzado con Kenma en algún bar del pueblo durante la noche.

Aquellos relatos solo lograban ponerlo peor, aumentaban su angustia, lo hacían sentir miserable y patético por no poder ser capaz de superar a alguien que ya ni se acordaba de él. Se había sumido en un pozo muy profundo, negro, solitario, del que creyó nunca poder salir.

 

And I know when that hotline bling, that can only mean one thing.

 

La puerta de su habitación se abrió lentamente, chirriando, pero él no la oyó. Estaba demasiado sumido en sus pensamientos como para percatarse de aquellos sigilosos y pequeños pasos que se iban acercando a su cama.

Su menta daba vueltas una y otra vez sobre las mismas preguntas. Quería estar seguro antes de cometer alguna estupidez por la que se arrepentiría el resto de su vida.

Ya lo había asimilado, la relación terminada y destrozada que había quedado atrás solo era un mal recuerdo. Pero el amor que sentía no podía reemplazarlo por más que quisiera. Sabía que era un idiota pero tampoco podía hacer mucho al respecto si eso era lo que su corazón le dictaba.

—Kuroo, tengo hambre. — dijo una voz detrás de él, asustándolo y logrando que saltara de la cama, tirando su teléfono al piso y apagando la música de forma brusca.

Se llevó una mano al pecho para digerir el semi paro cardiaco que la aparición de Kenma le generó y luego suspiró aliviado.

—Ve a prepararte algo tú mismo. — le contestó para volver a enterrar su rostro en la almohada, esta vez tapándose con las sabanas de su cama.

—Kuroo. — insistió el pequeño rubio, tironeando levemente de una de las sabanas que tapaban el cuerpo del más alto.

El monologo del más bajo continuó por unos buenos minutos hasta que el pelinegro se hartó de no poder estar en paz con su propia conciencia y, a regañadientes, se levantó y se encaminó a la cocina, pasando de Kenma, haciendo de cuenta que no estaba allí.

 

 

 

 

Re: Lev

Asunto: —

Mensaje: ¡Espero tengas suerte recuperándolo! Mándale saludos a Kuroo-san de mi parte.

 

Era como la quinta vez que leía aquel último mensaje recibido hacía un par de minutos atrás y aun le molestaba el hecho de saber si aquello había sido ironía o no.

Sabía que se estaba comportando como un chiquillo malcriado, que estaba siendo egoísta y muy poco flexible. Pero no podía evitarlo.

Él no había sido el que había terminado la relación, él no había sido el que había escapado del pueblo y se había internado en la ciudad, fingiendo que todo aquello nunca había pasado y dejándolo atrás.

Él no había dejado de amar a Kuroo de la noche a la mañana.

Si sabía que había hecho las cosas mal, lo sabía muy bien, y se sentía más que arrepentido. Pero el tiempo no podía retroceder, él no podía hacerlo por más que lo deseara con todas sus fuerzas. Si las cosas habían sucedido de esa manera era porque asi estaba premeditado pero de todas formas no podía evitar querer forjar su propia vida.

Dejó el aparato sobre la mesada y se dedicó a observar con absoluta atención la espalda del pelinegro que le preparaba el almuerzo que quería. Los músculos se tensaban exageradamente por debajo de aquella remera negra cada vez que un brazo se estiraba para tomar alguna verdura o algún utensilio. La curva de la espalda se hacía más profunda cada vez que Kuroo se tronaba el cuello, como solía hacerlo desde siempre, cuando estaba nervioso o ansioso. Y aquella vista no le parecía otra cosa más que deseable.

Durante tres años estuvo añorando ese cuerpo, las caricias de esas manos que ahora danzaban inquietas entre las verduras y la tabla de madera, los besos de aquellos labios que se apretaban cuando el pelinegro se daba cuenta de que le faltaba agregar algo a aquel caldo.

Un impulso desconocido para él logró que se pusiera de pie y terminara abrazado a aquella estrecha cintura que tan veces había visto desnuda mientras él la cabalgaba.

Oyó el tintineo del cuchillo al momento de chocar con el piso pero no le importó y se apretó aún más contra aquel cuerpo, esperando que aquella mínima demostración de añoranza lo ayudara a conseguir lo que había ido a buscar.

—Kenma… — comenzó el más alto con resignación, decidido a girarse y separar al más bajo de su cuerpo.

—No. — lo cortó el rubio. — Déjame estar así un poco más.

Conocía el temperamento aleatorio de su ex pareja, lo conocía como la palma de su mano. Y por eso fue que insistió. Porque sabía que Kuroo no iba a salirse de sus casillas con él. Sabía que no iba a ser capaz.

Porque lo que los unía era algo más que una relación defectuosa pasada. Era algo que iba más allá del entendimiento de ambos pero que sabían era muy fuerte, casi tan fuerte como el hierro.

— ¿Por qué viniste? — volvió a preguntar el más alto, esta vez con angustia en su voz.

—Te dije que he vuelto por ti. — contestó de forma monótona el más bajo mientras enterraba aún más su rostro en la curva de la espalda que abrazaba.

—No voy a volver al pueblo.

—No quiero que lo hagas.

—Entonces vete.

—No quiero.

Kuroo suspiró desganado.

De forma lenta tomó los delgados brazos y los separó de su cintura para girarse y enfrentar al más bajo. Frunció el ceño a ver la desesperada mirada que su ex novio le regalaba, como si con aquello su corazón de ablandase a primeras.

—No voy a volver contigo, Kenma. — dijo sin destensar sus cejas.

—Lograré que lo hagas.

—Yo ya no te amo.

—No mientas.

—No lo hago.

—Nadie te conoce mejor que yo.

Y dicho aquello, se puso de puntillas para alcanzar los labios ajenos con los suyos, creando un sutil roce que descolocó por completo al más alto.

Rodeó con sus brazos el cuello del pelinegro, para estabilizar su postura y para profundizar el beso, forzando su lengua dentro de la cavidad ajena. Las manos de Kuroo se posaron en su pecho con intenciones de separarlo pero su voluntad estaba flaqueando y él podía notarlo por el leve tembleque que las invadía.

Se aferró con más fuerza a aquel cuello y ladeó el rostro, haciendo encajar las bocas de ambos como si de un par de piezas de rompecabezas se trataran, mientras acariciaba con la punta de su lengua la ajena y el paladar del pelinegro.

Entonces, para su sorpresa, Tetsurou le devolvió el beso, volviéndolo arremetido e insistente, violento pero cálido. Lo tomó de los muslos y lo empujó contra la pared antes de separar las bocas de ambos para volver a juntarlas y comenzar a caminar con él entre sus brazos en váyase a saber qué dirección.

Por un instante nada a su alrededor importaba, no oía otra cosa que no fuera las respiraciones de ambos en una bella melodía que pensó nunca más iba a escuchar. Los labios de Tetsurou seguían siendo tan suaves como antes, con aquel sabor dulzón que nunca supo de dónde provenía.

Las manos que sostenían sus glúteos eran fuertes y grandes, cálidas y encajaban a la perfección con lo redondeado de sus nalgas. No sabía cómo explicarlo, no creía mucho en el destino, pero sabía que él y Kuroo habían sido hechos el uno para el otro.

Entonces un pequeño click lo sacó de su ensoñación, dándose cuenta de que ya no estaba dentro del departamento de su ex novio, si no, en el pasillo del edificio de este, apoyado contra la pared y con los pies nuevamente sobre el suelo.

—Vete. — le dijo el pelinegro cuando se separó de sus labios.

El más alto se giró para irse pero las manos de Kenma fueron más rápidas y tomaron una porción de su remera, haciéndolo retornar de forma brusca y obligándolo a buscar apoyo en la pared, colocando sus manos a los lados de la cabeza del más bajo y dejando su cuerpo inclinado hacia adelante, con los rostros de ambos nuevamente a escasos centímetros.

—No me iré sin ti. — fueron las decididas palabras del rubio antes de volver a unir sus labios en otro beso más demandante que el anterior.

Tetsurou no sabía qué más hacer. Aquella situación se le estaba yendo de las manos de forma lenta y tortuosa, arrastrándolo a un lugar al que no quería volver. Porque si volvía allí ya no podría volver a escapar, ya no podría despegarse.

No quería vivir prendido del pasado, no quería volver a sufrir, no quería salir lastimado una vez más. Pero eso era lo que su mente le decía; su corazón, mientras tanto, le gritaba otra cosa.

Aun no quería admitirlo, aun no podía aceptarlo pero lo sabía. Sabía que aun amaba a Kenma y le dolía reconocer que no se sentía culpable de estar besándolo tan cerca de la puerta del departamento de Tsukishima.

Cada célula de su cuerpo reclamaba por el ajeno. Su mente solo estaba centrada en aquellos labios, en aquella lengua, en los recuerdos que ahora decidían salir a flote como un submarino que ha estado muchos años debajo del mar y desea ver la luz del sol.

Odiaba estar bajo presión pero ese momento era el único que tenía para poder tomar una decisión de una vez por todas.

Y estaba a punto de hacerlo, seguro y dejando atrás todo tipo de raciocinio, cuando un portazo lo desestabilizó, lo sacó de su burbuja, y provocó que se separara de forma brusca de los labios de Kenma para girar su cabeza en la dirección de donde había provenido ese ruido.

Llámenle sexto sentido, culpa, ser vidente, pero estaba seguro de que aquella puerta que había sonado era la del departamento de Tsukishima.

— ¡Maldición! — exclamó frustrado antes de dejarse caer a los pies de Kozume que lo miraba algo incrédulo.

La había cagado —de nuevo— y esta vez la había cagado peor que antes.

—Iré a casa de Bokuto a buscar mis cosas. — dijo la voz del rubio, pero Kuroo no le dio importancia.

En esos pocos minutos su vida amorosa se había ido al reverendo carajo.

Notas finales:

Ohaio, Minna-san!! Cómo han estado? Me extrañaron? No? Bueno... -se va caminando despacio y con la cabeza gacha-

No, mentira. No importa. La cosa es que espero que les haya gustado este capítulo y que se les hayan cerrado un par de dudas que tal vez tenían desde que nuestro inocente y pobre Kenma apareció.

Muchísimas gracias, de nuevo, a aquellas personas que se toman la molestia de dejar un rw luego de haber leído el capítulo! Sepan que eso me hace muy feliz y me da ánimos para seguir escribiendo este fic!

Sepan que estoy escribiendo esto mientras escucho los openings en español de animes muy viejos como, por ejemplo: Ranma 1/2, Digimon, Pokemon (solo hasta los 150), Saint Seiya y (real) Mikami La Cazafantasmas y Sailor Moon Así que ando como algo sensible porque extraño mi infancia -deja escapar unas lágrimas de emoción-

Bueno, no los aburro más con mi vida. Si llegaron hasta aquí es porque les gustó y espero así haya sido! Nos leemos pronto, en la próxima actualización! Matta ne!


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