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Amores Cruzados por Bloqued 1

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Notas del capitulo:

‘Entrecruzamientos del destino que molestan.'

Todo quedó en silencio luego de aquel estruendo. El piso estaba manchado con medianos charcos de agua que se confundían con trozos de cristal y las flores habían quedado regadas alrededor de los mismos en forma de corona. Contra la pared, Kenma se encontraba temblando y mirando, con verdadero miedo en los ojos, a Kuroo, que estaba del otro lado de la habitación, aun en la posición que había adoptado antes de arrojar el jarrón contra el piso.

Ninguno de los dos se movía, solo sus pechos subían y bajaban agitados con la intención de acompasar los latidos de su corazón.

—Ku-Kuroo… —decidió hablar Kenma aun con miedo. El pelinegro levantó los ojos y posó su mirada en él, fulminándolo.

—No me hables. —siseó por lo bajo, con tono amenazante. Estaba furioso.—Ni siquiera pienses en acercárteme. No quiero tener nada que ver contigo, ¿entiendes?

Kenma tragó nervioso, sin romper la postura de sus brazos y piernas —sus manos sobre su pecho como protegiéndose y sus talones bien pegados al sócalo de la pared—, y luego asintió. Frente a él, Kuroo se irguió y salió caminando por la puerta de la habitación, esquivando con maestría los vidrios y charcos de agua.

Se sentó en el sofá y tiró hacia atrás la cabeza, dejando salir un suspiro de entre sus labios.

Ahora que, más o menos, tenía la cabeza fría, comenzó a pensar en qué maldito momento se había salido todo de control mientras ayudaba a Kenma a decorar su habitación.

Al principio todo parecía ir muy bien, aunque él no estuviera muy contento con todo el asunto de vivir con su ex novio. Pero Tsukishima no le había vuelto a hablar en esas dos semanas y él ya no tenía la llave de su departamento como para ir a molestarlo —además de que tampoco tenía muchas oportunidades de hacerlo con Kenma dentro de la casa.

Asi que, luego de una extenuante charla con el más bajo—donde tuvo que contenerse más de una vez para no romperle la cara porque su paciencia no era infinita y el otro era bastante tonto—, Kuroo decidió que no estaría mal empezar de cero con él y volver a conocerse para ver si llegaban a algo.

Pero Kenma era totalmente insufrible.

Como todo prodigio en el estudio, sabía muchas cosas sobre lo que sea y era muy inteligente a la hora de resolver problemas. Pero al parecer, le faltaba algo esencial. Y eso era la capacidad de relacionarse correctamente con las demás personas.

No es que fuera antisocial y no le gustara estar con otros seres humanos. Simplemente no parecía comprender muy bien qué debía hacerse a la hora de compartir el mismo espacio con alguien más.

No conocía el concepto de espacio personal, y eso era algo que Kuroo veneraba demasiado. El hecho de que Kenma se le estuviera tirando encima cada vez que el más alto se recostara en algún lugar ya lo desplazaba de su centro. No tenía ni vergüenza ni pudor —aunque eso no le molestara realmente a Kuroo— y se paseaba totalmente desnudo por la casa cada vez que salía de ducharse. Ni hablemos de su concepto de privacidad: siempre que tenía la oportunidad y el pelinegro no lo estuviera viendo, se tomaba la molestia de abrir cada cajón y puerta de la habitación de Kuroo para husmear lo que sea que hubiera allí.

Esos y muchos otros defectos más —que podía seguir enumerando hasta que se le agotara el aire en los pulmones— eran los que realmente lo sacaban de quicio. Y si se lo ponía a pensar con más detenimiento, a veces tenía la sensación de que vivía con un gato.

Uno callejero, rebelde y sin domesticar.

‘Supongo que, simplemente, ya no sirvo para vivir con alguien.’,  pensó al darse cuenta de que absolutamente nada había desencadenado su reacción de hacía un momento atrás.

En realidad, Kenma solo se había acercado a su habitación para preguntarle dónde guardaba el café porque quería hacerse uno. Y por alguna extraña razón su sangre había comenzado a hervir en el momento en que oyó su parsimoniosa voz llegar a sus oídos.

Sinceramente sentía que ya no conocía al chico que estaba frente a él. Y también comenzó a pensar que tampoco se conocía a él mismo. Había algo en su pecho que dolía pero no sabía bien qué ni tampoco la razón de aquel dolor. Podía considerarlo un rejunte de varias cosas: el rechazo de Tsukishima, el hecho de que el rubio ya tenía a alguien más y la repentina aparición de la persona que más lo había lastimado en el pasado. Pero creía que aquello no era justificación suficiente.

Necesitaba irse, alejarse de Tokio por un tiempo y pensar. Pensar qué era lo que realmente quería para él. Porque suponía que lo sabía pero al parecer estaba equivocado. Decidió darle una oportunidad a Kenma pero aun pensaba en Tsukishima. Se había dicho a sí mismo cien veces que no volvería al pasado pero cuando éste apareció no se mutó mucho y lo dejó pasar sin problemas dentro de su casa.

Unas leves pisadas recorrieron el corto camino desde la puerta de su habitación hasta el living y antes de que pudiera reaccionar, Kenma ya tenía su cabeza apoyada en su regazo, dándole la espalda. Iba a quejarse y sacárselo de encima, pero la verdad es que no tenía ganas de seguir enojándose sin un fundamento firme. Asi que solo lo dejó estar.

Por su parte, Kenma se sentía bastante mal con él mismo y no sabía cómo reaccionar ante aquella situación. Él aún tenía en su memoria al viejo Kuroo que siempre reía y le hacía bromas, que era su amigo además de su novio. ¿A dónde se había ido?

Sabía que no estaba comportándose de forma apropiada pero no podía evitarlo. Quería recuperar el tiempo perdido. Si bien en su momento no se había hecho mucho drama cuando el más alto se alejó de su vida, ahora todo aquello ya no tenía importancia. Lo necesitaba y necesitaba que todo fuera cómo antes.

Porque él no había vuelto solo para recuperar a Kuroo. Había más motivos detrás de sus acciones y aún estaba debatiéndose internamente si era o no correcto contárselo al pelinegro.

Un celular vibró sobre la mesa central del living y el pelinegro se estiró para tomarlo. Era un mensaje.

 

Re: Tsuki

Asunto: —

Mensaje: Debemos vernos. Necesito hablar contigo. ¿Cuándo es tu próximo día libre en el trabajo?

 

Una sutil sonrisa caminó por los labios de Kuroo y Kenma notó aquello de inmediato. Quería preguntar quién le había hablado o por qué estaba así de feliz, pero prefirió callar teniendo en cuenta la situación anterior. Mientras tanto, el pelinegro tecleó rápidamente una respuesta y cerró el aparato, tirándolo en la otra punta del sofá.

—Lo siento, Kenma. —habló el pelinegro mientras le acariciaba los cabellos. El más bajo se sobresaltó un poco al sentir aquello.

—N-No importa. —contestó un poco aturdido. —Fue mi culpa por molestarte tanto…

Kuroo suspiró y lo tomó de los hombros para acunarlo entre sus brazos cual bebé.

—No fue tu culpa y no me molestas. —dijo hamacándolo levemente. Kenma parecía un gato en alerta, totalmente confundido por el cambio rotundo en el accionar del otro. —Estos días estuvieron difíciles para mí y me irrito por cualquier cosa. Prometo no volver a hacerlo y… repondré tu jarrón.

El más bajo solo fue capaz de asentir, apenas relajándose y dejándose acunar por el más alto. No sabía qué era lo que había recibido en ese mensaje ni quién se lo había mandado pero lo alegraba en cierto modo. Si no fuera por ello, Kuroo seguiría de mal humor y no se hubiera disculpado como lo había hecho minuto atrás.

Tal vez, ahora, podía empezar a considerar decirle las verdaderas razones por las que fue a Tokio.

 

 

 

 

Siempre era lo mismo.

Intentaba tener algo para él solo pero le terminaba durando lo mismo que un trozo de carne frente a un león hambriento. Tal vez no había sido buena idea decidir ser amigo de Hinata cuando eran pequeños.

Desde que había llegado a la casa de Shimada, el pequeño pelirrojo no había dejado de llorar y gritar —sí, gritar— sus problemas con Kageyama.

Por lo que Yamaguchi pudo interpretar, mientras Shimada intentaba calmar al más bajo, Kageyama se había encontrado con su ex novio un par de días atrás, en la universidad. Y a pesar de que Hinata le preguntaba por qué había ido a buscarlo allí, el otro simplemente lo ignoraba y no le respondía. Al principio, el pelirrojo lo dejó pasar. Sin embargo, esa tarde, antes de que Yamaguchi saliera de su departamento para ver a su otro amigo, ambos jóvenes discutieron.

¿La razón? Kageyama iba a salir a tomar un café con su ex novio, Oikawa Tooru. Y, además, Kageyama le confesó que habían arreglado el encuentro por medio de mensajes de texto.

‘— ¡¿Lo puedes creer?!’, decía Shouyou entre lágrimas mientras caminaba al lado de Tadashi, camino a la casa de Makoto, horas a atrás, ‘— ¡Le pasó su número y no me lo dijo! ¡Y hasta habló con él! Creí que teníamos una relación de plena confianza…’

Yamaguchi lo escuchó todo el camino de ida, respondiéndole con monosílabos las veces que creía eran necesarias. Pero cuando Shimada abrió la puerta de su hogar, un suspiro de alivio se escapó de sus labios y con un ‘Es todo tuyo.’, se deshizo de Hinata y se dirigió a la cocina.

No es como si no le importase lo que le sucediera a su amigo en su vida amorosa, no era tan egoísta. Pero ese día, su cabeza estaba en otro lugar totalmente diferente al cuadrado de tristeza y reproches en el que se encerraba Hinata.

La conversación que tuvo con Tsukishima en aquel claro, dos días atrás, realmente lo había dejado pensando.

 

Dos días atrás…

Luego de que Tsukishima se disculpara con él por haberlo hechado de su departamento, ambos se sentaron en medio de aquel claro frente a frente y con las piernas cruzadas entre sí. El viento soplaba algo frío pero el sol que se colaba entre las copas de los árboles que los rodeaban acallaba cualquier bajón de  temperatura en sus cuerpos.

—Tengo una… situación con alguien más. —le dijo el rubio con duda en su voz. Yamaguchi alzó las cejas confundido.

— ¿Una situación? ¿Qué clase de situación?

—Estoy con alguien más en otra relación. —confesó el más alto mirándolo a los ojos fijamente. El corazón del pecoso se saltó un latido.

—Tienes novio. —dijo con tristeza.

—No, no. Espera, no es así. —habló el de gafas algo preocupado. —Es decir, follamos. Pero no es algo… tan serio.

—Un amigo con derechos. —acotó el más bajo.

—A-Algo asi…

Por un instante, Yamaguchi bajó la mirada al hueco entre sus piernas y contempló el pasto que había en él y que brillaba alegre gracias a la luz solar. Sonrió con amargura en su fuero interno y maldijo en varios idiomas —que ni siquiera sabía que podía hablar— a Shimada.

— ¿Lo amas? —preguntó aun sin levantar la mirada. Tsukishima alzó las cejas sorprendido ante aquel interrogante.

—N-No lo sé… —confesó apenado. —Pero quiero averiguarlo y…

—Y quieres tomarte un tiempo para hacerlo. —lo cortó el más bajo. Frente a él, el rubio asintió.

Entonces, Tadashi alzó la vista al cielo y se preguntó qué debería hacer ahora. Era de suponer que algo malo iba a pasarle, además de todo lo que le venía pasando hasta ahora. Pero digamos que algo de esta magnitud no se lo esperaba.

Había sentido la forma en que Kei le había correspondido aquel beso, una semana atrás. Y estaba seguro de que había detectado cierto sentimiento que no era cariño pero que se le asemejaba bastante. Sin embargo, solo había sido una pizca de aquello y ahora lo estaba confirmando.

Se dijo a si mismo que, tal vez, lo mejor sería decirle a Tsukishima que no iba a esperar a que se decidiera por él o por el otro muchacho. Porque quería mantener su dignidad un poco intacta a pesar de todo y la idea de ser la segunda opción no le agradaba bastante. Pero también pensó que no tenía nada que perder si aguardaba pacientemente: el que no arriesga no gana, pensó, y consideró que debería hacerle caso a aquel dicho solo por esa vez.

No podía explicar bien cómo había pasado ni en qué momento, pero sabía, muy en lo profundo de su pecho, que Kei era el chico indicado para él y que se merecía esa oportunidad, aunque las posibilidades de que saliera ganando fueran mínimas.

—Probablemente debes estar preparando una lista enorme de insultos para mí. —dijo el rubio cortando la línea de pensamiento del más bajo. Yamaguchi lo miró un poco perdido. Tsukishima continuó. —Y estás en todo tu derecho de hacerlo. Pero, por favor, no pienses que estuve jugando contigo en estos días, yo no soy esa clase de persona.

Kei se quedó en silencio luego de haber dicho todo aquello de una sola vez y bajó la mirada, temeroso de lo que podía encontrar en los ojos de Tadashi si lo miraba a la cara. Sin embargo, éste último solo fue capaz de sonreír ampliamente, llegando así a una decisión definitiva.

—Tengo paciencia de sobra. —dijo aun sonriendo. —Pero no la gastes de un solo golpe.

Frente a él, Tsukishima lo miró anonadado, como si le hubiera hablado en cualquier otro idioma menos el japonés. El rostro de Yamaguchi aun mostraba aquella sonrisa sincera y amable que había visto por primera vez en aquel café cuando Akaashi tuvo la brillante idea de juntarlos en la misma mesa para terminar un trabajo de literatura que aún seguía pendiente en la casa de cada uno respectivamente.

No fue un impulso, tampoco es que lo hayan invadido unas ganas tremendas de hacerlo. Pero antes de que pudiera tener conciencia de sí mismo, el rubio se había estirado lo suficiente como para atrapar el torso del pecoso entre sus brazos y apretarlo con fuerza contra su pecho.

Tadashi se sorprendió por aquella acción tan repentina al principio. Pero luego relajó los músculos de su cuerpo y una de sus manos viajó a la cabeza de Kei para acariciarle los rubios cabellos. Creyó oír un ‘Prometo no defraudarte’ salir de los labios del más alto, pero no le importaba si había sucedido o no realmente.

Jamás se había sentido tan seguro en su vida.

 

—Dios, ese chico sí que tiene energías cuando se trata de llorar. —dijo Shimada sentándose a su lado. Yamaguchi se sobresaltó en su asiento al oír la voz del mayor, que rompió el camino que había tomado el tren de sus pensamientos.

El de gafas lo observó algo confundido y luego le sonrió con amabilidad antes de volver a hablar:

—Entonces, ¿qué venías a contarme? —preguntó con calma.

— ¿Qué le pasó a Shouyou? —preguntó Yamaguchi algo preocupado al percibir que ya no oía la escandalosa voz de su amigo en aquella pequeña casa. Shimada sonrió.

—Le puse algo a su té para que se quedara tranquilo y ahora está durmiendo en mi cuarto. —contestó el mayor con un tono que heló la sangre del pecoso. —Ahora, dime. ¿Has hablado con ese chico de la otra vez?

Yamaguchi tragó nervioso y bajó la mirada.

—Hice caso a tus consejos. —confesó casi en un susurro. Shimada asintió. —Tenías razón en lo que dijiste, todo pasó como lo comentaste el otro día.

—Me alegro. —dijo el de gafas con alivio. —Entonces, ¿qué vas a hacer?

—Esperar.

— ¿Esperar? ¿A qué?

—Solo… esperar. —dijo con una sonrisa y luego bebió un poco de su té.

 

 

 

Kageyama Tobio no era un creyente muy devoto. Cuando era niño asistía a los templos y rezaba en los festivales porque su familia lo obligaba y porque su abuelo cuidaba un templo en su pueblo natal. Pero realmente, aquel tipo de cosas no le importaba.

Sin embargo, tenía la certeza de que una fuerza de tipo divina o algo parecido se encargaba de hacerle la vida mucho más complicada de lo que ya era. ¿Por qué, sino, iba a estar en un café del centro de Tokio esperando a su ex novio de secundaria que, encima de todo, llegaba tarde?

La campana de la puerta del local tintineó y levantó la cabeza para ver si la persona que había llegado era la que estaba esperando. Pero, por cuarta vez esa tarde, el destino le jugó una mala pasada.

Dejó salir un suspiro resignado de entre sus labios y dejó su taza de café sobre la mesa para apoyar el codo sobre la misma y colocar su mentón en su mano, girando la cabeza en dirección al enorme ventanal que estaba a su lado.

El cielo era de un celeste hermoso y no había ni una sola nube flotando en él. La gente caminaba de aquí para allá por la vereda: algunos con niños de la mano, otros con bolsas de compras colgando de sus codos y varios hablando por celular a viva voz. Pero ninguno de aquellos extraños era Oikawa.

En un lugar muy recóndito de su mente, una voz le preguntaba por qué estaba allí y qué lo había impulsado a terminar en una situación tan estresante. Pero la respuesta era todo un misterio hasta para él mismo.

Él ya no sentía nada por Oikawa, el amor de su vida era Hinata y nadie más. Pero cuando vió el brillo esperanzado en los ojos del mayor, simplemente no pudo negarse a la petición que éste le había hecho.

Si bien sabía que iba a ser un martirio soportar las mil y un quejas del pelirrojo, aquello no le importó al momento que aceptar verse con su amor del pasado. Y, más allá de que casi escapó del departamento de su novio —pues éste estaba siendo sostenido por Yamaguchi para que no le saltara directamente a la yugular—, se sentía bastante tranquilo consigo mismo.

Nuevamente, la campana tintineó. Pero Kageyama no levantó la mirada, absorto como estaba en sus pensamientos. Solo cuando la voz de Oikawa le perforó los tímpanos, el pelinegro levantó la cabeza y enfrentó el rostro alegre y enfermizamente brillante de su ex novio.

—Hola, Tobio-chan. —lo saludó Oikawa con una sonrisa antes de sentarse frente a él. Kageyama frunció el ceño.

—No me digas así, maldición. —se quejó fulminándolo con la mirada. —Y llegas tarde.

—Lo siento, lo siento. —se disculpó el mayor agachando la cabeza un par de veces pero con una tonta sonrisa en su rostro. —Me quedé dormido y ya sabes lo que tardo en prepararme.

—Sí, sí. Lo sé. —asintió el menor con un movimiento de mano para terminar el tema. — ¿De qué querías hablarme?

Oikawa infló los mofletes haciendo un puchero con sus labios.

— ¡Qué cruel, Tobio-chan! —exclamó. Una vena palpitante apareció en la frente de Kageyama. — ¿No vas a invitarme a tomar nada?

El menor respiró hondo y cerró los ojos con la intención de buscar un poco de paciencia donde, sinceramente, nunca había existido. Frente a él, Oikawa ya había deshecho su gesto de molestia y ahora lo miraba expectante y con una tonta sonrisa en los labios que solo lograba enfadar más a Kageyama.

Con un ademán de su mano, el menor llamó a la camarera que lo había atendido anteriormente y dejó que el castaño le dijera lo que quería comer. Cuando la joven se fue, luego de una reverencia, el pelinegro se inclinó sobre la mesa, apoyando ambos codos, y mirando de forma asesina al más alto.

—Si tienes conciencia de los problemas que me estas causando en este momento, habla de una maldita vez o juro que te romperé esta taza en la cabeza. ¿Oíste? —le habló Kageyama con tono amenazante. Oikawa rió.

—Ah, Tobio-chan. No cambiarás nunca, ¿verdad? —le dijo con voz cantarina. El menor apretó con fuerza la pequeña taza de café. —Ese Chibi-chan parece ser muy celoso.

—Hinata. —espetó el menor cruzándose de brazos y apoyándose en el respaldo de su silla. No tenía sentido seguir enojándose cuando el otro no le daba importancia. —Se llama Hinata. Y si, es bastante celoso. Mucho, diría yo.

—Me alegro que seas feliz. —soltó Oikawa con una sonrisa. Kageyama no estaba seguro pero sentía que se estaba burlando de él. —Podría decirse que te envidio un poco…

El menor aflojó su ceño y lo miró algo confundido. ¿Acaso…?

—No me malinterpretes. —habló de nuevo el castaño con una sonrisa. —Yo ya no siento nada por ti, Tobio-chan. Solo envidio lo que tienes.

— ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Kageyama descruzando sus brazos.

Para ese momento, la camarera llegó con la orden del mayor y la conversación se vió interrumpida. Pero cuando ésta se fue, Oikawa lo miró fijamente a los ojos antes de hablar:

—Estoy enamorado y no soy correspondido. —confesó sin quitarle los ojos de encima. —Y por eso vine a pedir tu ayuda, Tobio-chan.

— ¿Mi ayuda? —indagó con incredulidad Kageyama. — ¿Qué tengo que ver yo en todo esto? ¿Me ves cara de Cupido?

Oikawa rompió en risas y Kageyama frunció el ceño molesto.

Pero, en serio. ¿Cómo se suponía que iba a ayudarlo? Ni que él fuera una casamentera.

Apenas y se las había ingeniado para llamar la atención de Hinata, pedirle que interviniera en una historia de amor ajena le parecía de lo más absurdo. Y más aún, por parte de Oikawa que sabía a la perfección como era su forma de ser.

—Verás. —habló el mayor cuando se recompuso de su risa. Kageyama lo escuchó con atención. —El chico que me gusta va a tu universidad, es dos años mayor que tu asi que debe ser un estudiante de tercer año.

Kageyama asintió dándole a entender que lo estaba escuchando.

—Tiene novia. —dijo bajando la mirada pero sin borrar su sonrisa. —Pero hace poco descubrí que lo está engañando con otro chico…

— ¿Quieres que yo vaya y le diga que su novia lo engañó? —preguntó el pelinegro con voz seria. Oikawa casi escupe su café.

—No, por dios. No voy a ganármelo de esa manera. —dijo intentando tragar. —Ese tema saldrá a la luz tarde o temprano.

—Entonces, ¿qué demonios quieres que haga? —preguntó de nuevo, esta vez, más molesto que antes.

—Este fin de semana sus amigos harán una reunión en un bar y me invitaron porque saben que a mí me gusta él. —dijo el castaño con calma a pesar de la mirada asesina que el menor le dedicaba. —Y necesito que vayas conmigo para hacerle creer que eres mi novio.

Kageyama se sintió perdido por un segundo.

—Pero si él cree que soy tu novio, ¿no te será más difícil atraerlo? —indagó totalmente confundido de verdad. Oikawa rió por lo bajo.

—Vamos, Tobio-chan. —dijo aun riendo. —Sabes que nadie se resiste a esto. —señalando su cara. —Por más que sepa que tengo novio, sé que va a insistir en tenerme.

Kageyama frunció el ceño.

Pero no por la petición que el mayor le había hecho. Sino por el comentario que hizo y el recuerdo que aquello trajo a la luz.

Porque, si. Era verdad que nadie se resistía a los encantos de Oikawa. No obstante, por eso mismo su relación había terminado años atrás. Porque Oikawa lo había engañado y lo había hecho justo en frente de sus narices, aunque no lo hubiera visto realmente.

Y ahora, aquel comentario: ‘Sabes que nadie se resiste a esto.’, había sacado a la superficie aquel desagradable sabor en su boca que pensó había olvidado por completo.

Ya había sufrido la traición en carne propia, y no había sido una experiencia maravillosa de hecho. Tener que sufrirla en la ficción también, le parecía casi una burla indirecta de la vida en su cara. Porque justamente, la misma persona que lo había engañado en la vida real le estaba pidiendo que, por favor, se dejara engañar en la ficción para poder lograr su cometido.

No podía aceptar así como así esa propuesta.

—Entonces, ¿me ayudarás? —preguntó Oikawa con una sonrisa, sacando de su oscuras cavilaciones a Kageyama.

El menor lo miró fijamente y volvió a recordar el pasado.

La palabra NO bailaba de aquí para allá en su mente y sabía que esa era la respuesta que debía dar. Sin embargo, no pudo. Simplemente no pudo hacerlo. Porque eso significaría romper en pedazos la esperanza que yacía en los ojos de Oikawa en ese momento. Y ese brillo era el que lo había impulsado, en el pasado, a estar con él.

Había sido un cretino, un mentiroso y había jugado con él. Pero el cariño que le había tenido años atrás aún seguía allí. Con un brillo tenue y en muy poca cantidad, casi inexistente. Pero allí estaba, sin importar qué.

Su amor había nacido de la admiración que le tenía cuando compartían la misma cancha de vóley en la secundaria. Y, obviamente —por mucho que le costara admitirlo—, aquella admiración no se había ido de su pecho.

Y era por todo eso que no podía negarse.

—Tú saldrás en mi defensa si Hinata intenta dejarme. —fue toda la respuesta que le dio al mayor antes de llamar a la camarera de nuevo para que le trajera otro café.

Oikawa sonrió complacido y Kageyama se dedicó a mirar por el enorme ventanal sin mirarlo realmente.

‘Este tipo de entrecruzamientos del destino es lo que más me molesta.’, pensó mirando de reojo el sonriente rostro de su ex novio.

Notas finales:

Ohaioooooo Minna-san!! Aquí vengo otra vez con otra actualización de este fic!

No saben lo histérica que me puse ayer cuando vi que la página no abría, creí que el mundo estaba por acabarse -luego me di cuenta de que era por mantenimiento y el alma me volvió al cuerpo.

Me da pena decirles esto pero quiero que lo sepan por si más adelante me llego a atrasar con la actualización: en unas semanas voy a tener un exámen de neuroanatomía y, para ser sincera, es el módulo más difícil de la materia y requiere mucha preparación para tener una buena nota. Por lo tanto, la escritura de la historia en mi computadora está pausada momentaneamente hasta que esté un poco liberada del estrés que conlleva dar un exámen.

Por supuesto que tengo capítulos de respaldo y no van a quedarse sin continuación de la noche a la mañana pero espero que con esto que les digo ahora entiendan mis razones si dentro de dos o tres capítulos empiezo a atrasarme en la actualización semanal que vengo llevando hasta ahora.

Como siempre, sientánse libres de comentar lo que quieran en los rw: saben que sus palabras son más que bienvenidas!

Sin nada más que aclarar, les deseo un lindo fin de semana! Nos leemos dentro de una semana! Matta ne!


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