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Amores Cruzados por Bloqued 1

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Notas del capitulo:

A partir de ahora, ese café era un lugar sagrado para ambos.

—Entonces, al final de cuentas, lo perdonaste.

—No, aun no.

—Follaste con él ayer.

—Pero hoy lo eché a patadas.

—Deberías ser un poco más honesto contigo mismo, Tsukishima.

Una vena palpitante resaltó en la sien del rubio, quien giró el rostro a un lado para proferir un imperio en voz baja. Odiaba que Akaashi fuera tan bueno leyéndolo.

— ¿Cómo están las cosas con Bokuto-san? — indagó de forma maliciosa.

Akaashi tuvo que hacer fuerza para retener la taza de café que tenía en su mano. Kei sonrió satisfecho; había dado en el blanco.

—Aún sigue llamándome. — dijo luego de aclararse la garganta e intentar mantener la compostura. — Y llora.

— ¿Vas a perdonarlo?

—No soy como tú.

—Eres peor.

Ambos volvieron a quedarse en silencio y retornaron a sus actividades dentro de aquel café; Keiji siguió observando la gente pasar y Kei volvió a posar sus ojos en las líneas de su libro.

La gente ajena a ese par de chicos altos y de expresiones insondables, llegaban a pensar que siempre que estaban juntos se llevaban muy mal, puesto que cierto aire tenso los rodeaba. Pero, la verdad era que, se llevaban demasiado bien a pesar de que se conocieron gracias a dos personas que en ese momento les generaba cierto porcentaje de ira en la sangre.

La campanilla del local sonó y solo el pelinegro desvió la vista sin mucho interés, encontrándose con la llegada de tres jovencitos que, a su parecer, solo se encontraban en el primer año de la universidad. Kei, absorto en su libro y ajeno a todo lo que lo rodeaba, no reparó en lo concentrado que estaba su amigo mientras miraba a aquellos tres extraños.

—Pecas. — dijo Keiji de repente y casi en un susurro, llamando la atención del rubio, el cual levantó la mirada.

— ¿Qué?

—El chico que ayudaste ayer, cuando llovía. Dijiste que tenía pecas, ¿verdad?

Tsukishima no contestó y solo se limitó a alzar una ceja con total incredulidad, sin entender del todo de qué demonios estaba hablando su amigo. Akaashi suspiró resignado y tomó el mentón del más alto con su mano, obligándolo a girar la cabeza para que dirigiera su mirada en la dirección donde aquellos tres chicos se habían sentado.

Tuvo que hacer un esfuerzo casi sobre humano para contener el fuerte grito de emoción que nació en su garganta en cuando divisó aquella cabellera castaña y esa mirada tan tímida. Aquel muchacho, con el que apenas había cruzado palabra a pesar de haber compartido un paraguas, estaba sentado a solo dos mesas de distancia, en el mismo café donde él solía pasar sus tardes luego de la universidad.

—Es bastante lindo, si me lo preguntas. — dijo el pelinegro en un suspiro, mientras sonreía tontamente y apoyaba su rostro sobre la palma de su mano.

—No te lo pregunté. — contestó el rubio de forma seca.

—Eso, mi amigo, en mi casa, se llama celos.

Tsukishima bufó irónico. ¿Celos? ¿Él? ¡Por favor! Ni siquiera sabía el nombre de ese chico, ¿cómo iba a sentir celos por una persona que ni siquiera conocía? Aunque si le molestaba el hecho de que estuviera acompañado por dos jóvenes más.

¿Quiénes eran? ¿Qué relación tenían con el pecoso? ¿Por qué parecía que aquel castaño era mucho más extrovertido en presencia de esos dos?

—No te acongojes tanto. — le dijo Akaashi con tono burlón luego de tomar un poco de su café. — Al parecer el enano está con el que tiene cara de culo.

—No me interesa en lo más mínimo.

—Eres pésimo mintiendo.

—Recuérdame no volver a salir contigo.

El pelinegro rió por lo bajo y volvió a posar su juguetona mirada en el pequeño joven de cabello castaño y sonrisa tímida, ignorando por completo la forma amarga con la que el rubio lo miraba.

Conocía muy bien a Kei, a pesar de solo haber pasado juntos seis meses. Sabía que el rubio era admirador de las cosas lindas, por algo había caído rendido a los pies de Kuroo, que dejaba mucho que desear si se le sacaba su atractivo. Y este muchacho, menudo y con rostro aniñado, era exactamente el tipo de persona a la que Kei le echaría el ojo sin pensarlo dos veces.

Y porque conocía muy bien al otro, se puso de pie, sin avisar y sin importarle llamar la atención de la gente, para encaminarse hacía aquella mesa que estaba invadida por esos tres extraños muchachos.

— ¡¿A dónde crees que vas, idiota?! — masculló el rubio por lo bajo al leer las intenciones del mayor.

—Agradécemelo luego. — dijo el pelinegro con una sonrisa arrogante para luego volver a girarse y seguir su camino.

 

 

 

Admiraba su autocontrol en situaciones como esta, y mucho. De todos los lugares de Tokio, de todo los cafés de la ciudad, ¿justo tenía que encontrarse con él en ese? Había ido allí desde que había empezado la universidad y nunca lo había visto, a pesar de que su presencia jamás pasaba desapercibida para sus ojos.

Podía sentir como sus mejillas hervían y la fuerza sobrehumana que sus labios hacían para mantenerse juntos y no dejar salir ningún sonido que delatara su ansiedad. No oyó lo que Shouyou y Tobio estaban hablando, pero se las ingenió para controlar el tembleque de sus piernas y seguir a sus amigos hacia una de las mesas del local.

—Un latte con un pastel de fresa para mí y un cappuccino italiano con un croissant para él. — le dijo Hinata a la camarera con una sonrisa, refiriéndose a él mismo y a su novio. — ¿Y tú, Guchi?

La voz del más bajo lo sacó de la pequeña ensoñación de la que había sido presa, con la intención de ignorar al cien por ciento que se encontraba en el mismo bar que el rubio. Levantó la mirada algo desconcertado y parpadeó un par de veces, como asimilando las simples palabras que había oído.

—Puedo esperar a que te decidas, si quieres. — le dijo la amable chica de cabello rubio, al ver lo confundido que Tadashi se encontraba.

— ¿Ah? ¡Oh, l-lo siento! — dijo el castaño con vergüenza. — U-Un café doble con crema y un donut está bien.

La joven asintió con una sonrisa y luego de una reverencia, desapareció de sus vistas, prometiéndoles la entrega pronta de sus pedidos.

— ¿Sucede algo? — indagó Shouyou al notar lo distraído que estaba su amigo.

—N-No, nada.

—No mientas.

—Hinata, déjalo. — intervino Kageyama.

— ¡Tobio! — se quejó el más bajo. — Ya te dije que me digas Shou cuando estamos solos.

—No estamos solos. — dijo el pelinegro con un sonrojo.

—A Guchi no le molesta. — dijo el más bajo con tono cariñoso. — ¿Verdad?

—P-Para nada.

—No importa. — dijo Kageyama aclarándose la garganta. — De todas formas, hemos venido a estudiar. Asi que, saquen sus libros, los ayudaré.

Mientras se agachó para sacar su cuaderno y su lapicera de su mochila que estaba en el suelo, no pudo evitar estremecerse al sentir cierta mirada clavada en su persona. No quería pensar que estaba paranoico, pero estaba casi seguro de que alguien lo estaba observando con verdadera insistencia desde la otra punta del local.

Con algo de miedo, levantó la cabeza, encontrándose con unos ojos negros como el cielo en un día de tormenta. Una sonrisa algo maliciosa se debía dibujada debajo de esos orbes y podía jurar que una risa burlona se escapaba de ellos.

De forma rápida se irguió y colocó sus pertenencias sobre la mesa, intentando ignorar a aquella persona que tanto lo estaba mortificando tan solo con sus ojos. A pesar de su miedo, justamente infundado, intentó divisar el rostro de aquella persona que tanto lo estaba penetrando con sus pupilas.

—Yamaguchi. — dijo Kageyama por lo bajo. El aludido lo miró con sorpresa. — ¿No es ese el chico que te prestó su paraguas ayer?

— ¡¿Está aquí?! — exclamó Hinata mientras giraba la cabeza en todas direcciones.

— ¡Ssshhh! ¡Cállate, tonto! — exclamó Tadashi por lo bajo mientras tapaba la boca de su amigo con sus manos.

Más allá de la vergüenza que le generaba volver a encontrarse con aquel muchacho que tan genial le parecía, parte de su tensión se debía a que esperaba que sus amigos no se dieran cuenta de que esa persona estaba allí, sobre todo Shouyou que era muy poco disimulado, como se podía notar en ese momento.

Estaba tan feliz de haber podido estar al lado de la persona que estuvo viendo desde lejos durante seis meses, que no pudo evitar contarles todo a sus amigos apenas puso un pie en su hogar. No quería parecer una maldita colegiala pero el amor es asi, vuelve a uno la persona más idiota del universo. Y Tadashi no iba a ser la excepción a la regla.

—Ve a hablarle. — le instó Hinata cuando liberó sus labios de las manos de su amigo.

— ¿Qué? ¡No! — se negó el castaño moviendo las manos y negando con la cabeza. — No sabría qué decirle.

—Invítale algo como agradecimiento por lo de ayer. — le aconsejó Kageyama guiñándole un ojo, gesto que sorprendió a Yamaguchi, puesto que el pelinegro no era muy afín a él a pesar de ser el novio de su mejor amigo.

—P-Pero yo…

—Disculpa. — dijo una voz a su lado.

Tadashi giró el rostro, al igual que los otros dos, para encontrarse con aquellos profundos y negros ojos que lo habían estado intimidando minutos atrás. La garganta se le hizo un verdadero nudo y de repente comenzó a sentir como la acidez en su estómago iba en aumento.

 

 

 

Iba a matarlo. Iba a drogarlo para atarlo a una cama y luego cortarlo en pedacitos. Sabía lo sin vergüenza que podía llegar a ser Akaashi pero hacerle pagar las consecuencias de su personalidad era algo imperdonable.

Mientras observaba como su pelinegro amigo intercambiaba palabras con aquellos tres jóvenes no pudo evitar sentirse nervioso y ansioso. ¿Qué le estaba diciendo al castaño? ¿Lo haría quedar mal? ¿Por qué se estaba preocupando por cosas como esas cuando tenía un trabajo de literatura qué hacer?

Agudizó el oído inconscientemente, intentando escuchar la conversación ajena a pesar de disimular su interés, fijando fuertemente la mirada en las páginas de aquella complicada novela de Anne Rice. Oh, como le hubiera gustado ser perro para poder oír con claridad lo que los otros estaban hablando.

Entonces vió como el libro frente a él temblada, imposibilitándole leer correctamente. De repente sintió calor y las gafas le molestaban la vista por tener los ojos algo húmedos.

‘Tiene que ser una broma.’, se dijo a sí mismo, sintiéndose patético por dejarse llevar por la ansiedad y los nervios.

Sabía a la perfección lo que Keiji buscaba, y por alguna extraña razón esperaba que consiguiera su objetivo con muchas ganas. Pero se negaba a aceptarlo. Estaba seguro de que solo podía sentirse así con Kuroo, con nadie más. Entonces, ¿por qué esas ganas enormes de que el castaño pecoso se acercara a su mesa y le hiciera compañía?

Giró la cabeza en dirección a donde la causa de sus ansias se encontraba, haciendo contacto con aquellos ojos color café que tan tiernos le parecían. No iba a decirlo en voz alta y su orgullo no le permitía admitirlo, pero estaba en problemas.

En unos problemas muy graves.

 

 

 

¿Aquello era una ilusión? ¿Había escuchado bien? De repente sintió la estúpida necesidad de escarbarse la oreja con su dedo meñique para cerciorarse de que la cera de su oído no le obstruyera los sonidos provenientes del exterior.

Si ya le parecía problemático aquel tipo de encuentro, esta situación había empeorado mucho más. Buscó apoyo moral en los ojos de sus amigos, pero solo encontró confusión, la misma que lo estaba invadiendo. Asi que volvió a posar la mirada en aquel joven alto y de rostro apacible que le sonreía de forma coqueta y simpática.

— ¿Entonces? — indagó el más alto de todos con insistencia.

— ¿Por qué tiene que ser él? — intervino Kageyama con algo de molestia. Por alguna extraña razón, aquel joven de ojos negros no le agradaba demasiado. — ¿Acaso no es tu amigo?

Akaashi sonrió de forma arrogante.

—A diferencia de los estudiantes de primero, los de tercero tenemos una vida mucho más ocupada. — contestó de forma despectiva. Al ver que Tobio no encontraba palabras para refutarle lo dicho, volvió a mirar a Yamaguchi. — Entonces, ¿podrías hacerme ese favor?

Sentía como los ojos se le desorbitaban y como el pecho amenazaba con explotarle en ese momento de los nervios que lo invadían, además de un poco de pánico. Tragó con fuerza y volvió a mirar a sus amigos. Kageyama aún estaba enfurecido por haber sido callado de aquella manera por el mayor y Hinata estaba casi o más confundido que él.

Estaba perdido.

Akaashi sonrió triunfante. No sabía cómo lo hacía, tampoco quería averiguarlo, pero siempre lograba que la gente hiciera lo que él quería, sin siquiera tener intenciones de ser cien por ciento convincente. Asi que, luego de lanzarle una mirada arrogante a Kageyama, el cual apretó las manos en puños, acompañó a Yamaguchi hacia la mesa donde Tsukishima se encontraba.

Tenía que admitir que sus nervios y miedo eran exagerados, teniendo en cuenta la simple petición que el de cabello negro le había hecho.

Sin dar muchas justificaciones convincentes, Akaashi le había pedido si, por favor, podía hacerle compañía a Tsukishima mientras este terminaba su trabajo de literatura que, casualmente, era el mismo que él tenía que hacer junto a Kageyama y Hinata.

No le parecía una idea muy disparatada, teniendo en cuenta que ambos compartían esa clase en la universidad. Pero si le parecía algo dudoso el hecho de que tuvieran que hacer solos el trabajo, separados de sus amigos, con los cuales había quedado primero para hacerlo.

Dos pasos hicieron falta para que terminara frente a la mesa de aquel chico que le robaba el aliento, y que lo hizo nuevamente en cuanto sus miradas se encontraron. Detrás de ellos, Keiji sonreía con malicia a la vez que observaba la presencia de cierto joven de veintiuna años que pasaba por la calle que estaba en frente del café.

 

 

 

El día en el trabajo había sido bastante agotador durante la mañana y el entrenamiento en el club no había ayudado a su cansado cuerpo, ni hablar de lo quemada que tenía la cabeza por haber pensado cosas innecesarias durante todo el día, desde que se levantó.

Bueno, no eran innecesarias realmente, simplemente que le molestaba darse cuenta de que se encontraba pensando en esas cosas cuando nunca lo había hecho, ni siquiera por una chica.

El viento soplaba algo fuerte y golpeaba con fuerza su piel, pero estaba tan sumido en sus pensamientos que no le importó sentir aquel cambio drástico de temperatura en su cuerpo, olvidándose, casi por completo, de que llevaba su chaqueta de cuero colgada al hombro.

Llegó a una calle donde sabía, gracias a Bokuto, que había un bello local donde hacían un exquisito café negro. Y ya que ese día había recibido su paga del mes, decidió darse un gusto y disfrutar de una merienda inusual, en un lugar diferente a su departamento.

Según lo que le había dicho el peligris, el local quedaba en medio de la calle, pero el idiota no le había dicho de qué lado. Por lo que se mantuvo del lado por el que venía, desviando la mirada de vez en cuando para cerciorarse de que no se había pasado.

Y entonces lo vió. Él había tardado casi cuatro meses en poder ver esa sonrisa.

Se detuvo en seco en medio de la vereda sin despegar la mirada del enorme ventanal que daba al interior del lugar del café que justamente estaba buscando. Del otro lado del vidrio pudo divisar cono Tsukishima sonreía con libertad hacia otra persona que no era él.

Y todos esos pensamientos que lo inundaron durante todo el día lo golpearon de una sola vez.

Porqué quería evitarlo, porqué sabía cómo iba a terminar todo aquello si se entregaba por completo, porque ya lo había sufrido una vez y aún no había sido capaz de superarlo por completo.

Pero también sabía que no podía seguir mintiéndose a sí mismo por mucho tiempo más; las mentiras, aun no dichas a otras personas, tienen patas cortas, y él bien lo sabía.

Por eso se comportaba como si Kei no le importara. Por eso nunca había vuelto a pronunciar aquellas dos palabras que, bien sabía, iban a marcar su sentencia.

Pero ahora, aquel sentimiento estaba desbordándose de su pecho con mucha ferocidad, llenándolo por completo y dejándolo sin oxígeno. Tsukishima era suyo, aunque no lo dijera en voz alta, le pertenecía, era de su propiedad y no iba a permitir que alguien más lo tuviera.

 

 

 

Ajenos a todos, ajenos a la falta de presencia de Akaashi, ajenos a la presencia de Kuroo de otro lado de la calle, Yamaguchi y Tsukishima reían con ganas mientras hablaban de cualquier cosa diferente al trabajo que, se suponía, debían estar haciendo.

A partir de ahora, ese café era un lugar sagrado para ambos.

 

 

 

Había dormido condenadamente mal, los ojos le ardían, al igual que su garganta y la cabeza estaba a punto de estallarle. La noche anterior se había quedado dormido luego de haber bebido más de cinco cajas de cerveza solo y luego de haber llamado a Akaashi para pedirle perdón entre sollozos y suplicas, como todas las noches desde hacía una semana.

A diferencia de su amigo, él no tenía problemas con arriesgarse a algo tan complicado como él amor, y más cuando ese amor era dirigido a alguien de tu mismo sexo, sin contar que se trataba de una persona que siempre lo había tratado de forma fría pero amable.

Y porque sabía que se había arriesgado porque quería, no podía terminar de entender cómo la había cagado de esa manera.

Kuroo nunca le había parecido atractivo, ni siquiera se había tomado el tiempo de considerarlo. Siempre había sido su amigo de la infancia, su hermano del corazón, su compinche en sus locuras. Haber terminado en la cama con él, haber sido penetrado por él, era algo de lo que se arrepentía enormemente.

Y ese mismo arrepentimiento era el que quería hacerle llegar a Akaashi, el chico por el que había movido montañas y dividido océanos con tal de que lo aceptara y le diera el sí para ser su pareja.

El timbre de su departamento lo sacó de su frustración y, sin siquiera preocuparse por su apariencia, demasiado dejada, se encaminó a la puerta para abrirla, sin preguntar quién era.

—Estás terrible. — le dijo una voz monótona desde abajo.

Bokuto se puso blanco, como si hubiera visto un fantasma, y uno muy aterrador.

El más bajo lo observó unos instante, intentando entender porque no le había contestado a aquel comentario, como lo había hecho otras veces, cuando iban juntos a la secundaria. Olisqueó un poco, disimuladamente, y le atribuyó aquel desconcierto a la increíble cantidad de alcohol que, de seguro, el más alto había consumido.

Koutarou, ni en sus más locos sueños pensó que Kozume Kenma iba a aparecerse ante él. Al menos no después de tanto tiempo y después de todo lo que había pasado.

Notas finales:

Ohaiooooooo! Aqui he vuelto, mas rapido de lo esperado, para actualizar este nuevo fic que he comenzado a escribir! Espero no les haya parecido muy larga la espera! Ayer rendi un examen muy complicado -el cual aprobe, vale aclarar- y cuando publiqué el primer capitulo estaba en la etapa de estudio intensivo donde casi no dormía. Ahora estoy llenisima de energías y estoy escribiendo los demás capitulos de los demás fanfics que tengo preparados para publicar!

Espero este capitulo les haya parecido interesante! Por favor, haganmelo saber porque eso es lo que más me motiva! Saben, por trabajos anteriores, que acepto cualquier tipo de comentario y que no me ofendo, además de que siempre intento cumplir con todas sus expectativas! Asi que, que no les de verguenza escribir un rw, lo contestare al instante!

Muchisimas gracias por tomarse el tiempo de leerlo y si lo comentan, gracias por tomarse la molestia de hacerlo! Nos leeremos pronto, más pronto de lo que esperan porque ya estoy hiper despejada durante dos meses y podré escribir en paz! Matta ne!


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