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Amores Cruzados por Bloqued 1

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Notas del capitulo:

'Primer entrecruzamiento'

Ya le había parecido extraño que el sábado en la noche estuvo tan tranquilo, pero lo que realmente le llamó enormemente la atención, el domingo por la mañana, fue haber encontrado la copia de la llave de su departamento sobre la alfombra de su entrada, con una nota debajo de ella.

 

“Ya no la necesito.”

 

Aquella letra la conocía muy bien, siempre tan despatarrada pero entendible. Aunque esta vez parecía un poco más histérica que de costumbre.

Bebió de su café sin despegar la mirada de aquella llave y la nota, que reposaban tranquilas sobre la encimera de su cocina. Algo no cuadraba, no entendía por qué aquel comportamiento por parte de su vecino y amante.

‘Tal vez se cansó de insistir.’, pensó ilusamente antes de dejar la taza en el lavabo de la cocina y aventurarse al living con la nota y llave en mano. Iba a guardar ambas en un cajón del mueble que sostenía su televisión cuando su celular vibró sobre la mesa central del living.

Dejando los otros objetos en el piso, se sentó con las piernas cruzadas, abriendo el aparato para leer el mensaje que le había llegado.

Sonrió.

Y luego se asustó.

Él no era así. Al menos no con otra persona que no fuera Kuroo. Entonces, ¿por qué?

 

Re: Yamaguchi

Asunto:

Mensaje: Me gustaría que hoy nos viéramos de nuevo para terminar el trabajo. Ayer ni siquiera tocamos los libros y me siento algo culpable, ¿sabes? Jajaja

 

Era un mensaje tan simple, sin ninguna intención detrás; el típico mensaje que se le envía a un compañero de universidad con el que estás haciendo un trabajo de literatura. ¿Por qué le emocionaba el hecho de volver a ver a Yamaguchi?

Ah, sí. Porque luego de haber estado casi dos horas hablando de cualquier cosa en aquel café que tanto frecuentaba, recién en ese instante, cuando se estaba despidiendo, recordó hacer las respectivas presentaciones.

—Yamaguchi. Tadashi Yamaguchi.’, le dijo el castaño con una sonrisa amable, una que le pareció la más linda de todo el mundo.

Sin cerrar el aparato, se llevó la mano al mentón y meditó sobre qué respuesta debía de darle. Le parecía algo absurdo, pero realmente se encontraba en un dilema.

Por un lado, quería ver al pecoso de nuevo, estar a solas con él en su casa y conocerlo un poco más. Pero, por el otro, algo en su pecho le decía que debía de ir a hablar con Kuroo en ese mismísimo instante, porque era obvio que algo grave había pasado como para que el mayor le devolviera aquella llave que él nunca le dio pero que jamás se quejó de que tuviera.

—Se supone que yo ya acepté el hecho de que él no me quiere como yo lo hago. — dijo en un susurro, intentando darse consuelo y algo de ánimos para contestarle al castaño.

 

 

 

Estaba hecho un pequeño ovillo sobre su colchón, abrazando con fuerza un enorme almohadón color blanco y enterrando su sonrojado rostro en el mismo, dándole la espalda a su teléfono celular, que aún seguía abierto en su mensaje enviado.

Seguía sin poder creerse lo que había hecho. Solo habían hablado un par de horas en aquel café y tampoco habían arreglado ser compañeros en aquel trabajo que tan simple era. ¿Cómo había podido ser tan descarado de pedirle que se vieran de nuevo?

—Deja de darle tantas vueltas al asunto. — le dijo Hinata desde su habitación. — Puedo oír como tu estomago se derrite por su propia acidez desde aquí.

En ese momento su celular vibró en su espalda y logró asustarlo tanto hasta el extremo de hacerlo caer al otro lado de la cama.

Sobándose la cabeza con una mano, tomó el aparato con la otra, casi olvidando su nerviosismo y miedo. Cosas que regresaron al darse cuenta de que había recibido, efectivamente, una respuesta.

‘MierdaMierdaMierdaMierda.’, pensó fuera de sí, con la mano temblando cual porción de gelatina.

Su mete divagaba entre apretar el botón de open o simplemente cerrar el aparato y fingir demencia un par de horas más tarde, cuando estuviera en un estado aceptable para contestar. Pero ninguna de las opciones le parecía la más apropiada.

— ¡Solo contesta el maldito mensaje! — le gritó el pelirrojo como leyéndole el pensamiento. — ¡Por Dios!

Aquel gritó lo asustó un poco pero le dio el valor suficiente como para abrir el mensaje.

 

Re: Tsukishima

Asunto: —

Mensaje: Te espero en mi casa a las 15.00hs. Esta es mi dirección.

 

Y adjunto a ese corto texto, estaba una foto con su dirección escrita y a forma de llegar a ella.

Por un minuto sintió como el corazón se le detenía para luego volver a bombear con mucha más energía que antes. No solo había respondido a su mensaje y había aceptado verse, sino que lo había invitado a su casa. Tendría el privilegio de ir a la casa de Tsukishima Kei, el chico más genial de la universidad, su amor platónico. Estarían solos en su casa y…

Esperen.

¿Qué?

 

 

 

Sabía que Kei estaba despierto, y no porque lo conociera demasiado, sino porque él vivía en el departamento de abajo. Y ya había oído como este se movía de un lado a otro.

Y eso era lo que más furioso lo ponía.

¿Por qué diablos no venía a hablar con él?

Oyó con extrema claridad como el rubio abrió su puerta minutos atrás y era obvio que se había encontrado con su nota y la copia de la llave; a pesar de usar lentes, sabía que el menor no estaba tan ciego.

Se encontró caminando como tigre enjaulado en el propio espacio de su living, golpeándose el pie con la esquina de su sofá reiteradas veces. El hecho de que Tsukishima lo estuviera ignorado lo ponía muchísimo más ansioso que si estuviera esperando algún paquete importante proveniente de su revista de juguetes sexuales favorita.

Necesitaba tener una excusa para verlo y que, por supuesto, él no estuviera ebrio. Porque necesitaba confesarse, necesitaba reclamar al rubio como suyo de una vez, antes de que alguien como el castaño del día anterior, el del café, se lo arrebatara.

Pero su orgullo, que aún seguía algo herido por su pasado amoroso, el cual no podía superar todavía, no le permitía subir al departamento de su amado como si nada, para luego escupir la verdad de una sola vez.

Aún estaba asustado, tenía miedo de ser rechazado o, peor aún, ser utilizado como con su última pareja.

Su celular sonó de forma estridente sobre la mesa central del living, asustándolo y sacándolo de sus cavilaciones. Tardó en reconocer que era una llamada y cuando lo hizo, casi que rompe su mesa central por la forma en que se abalanzó para tomar el aparto.

— ¿Diga? — dijo con cierto tono desesperado.

— ¡Kuroo! — exclamó Bokuto del otro lado, casi en un susurro.

— ¡Bokuto, idiota! — se quejó el pelinegro. — Creí que eras Tsuki, maldición.

— ¿Tsuki? — indagó el peligris del otro lado, por un momento su voz sonó más calmada que al principio. — ¿Qué sucedió con Tsuki? Creí que se habían arreglado.

—Sí, bueno. — comenzó Tetsurou mientras movía sus manos como si el otro lo estuviera visto. — La verdad es que-

— ¡Ah, eso no importa ahora! — exclamó Bokuto algo irritado, interrumpiéndolo. — ¡Escúchame bien, Kuroo!

Nuevamente la voz de Bokuto se volvió un susurro áspero y, a pesar de sentirse ofendido porque el otro lo había interrumpido en plena charla sentimental, aquello lo hizo ponerse en alerta. Se podía oír preocupación por parte de su mejor amigo.

— ¿Qué sucede? — indagó de forma seria.

—Kenma. — susurró el peligris. — Kenma está en mi casa desde ayer.

Kuroo sintió como su corazón se detuvo y dejó de respirar de un momento a otro.

— ¿Por qué está ahí? — dijo a pesar de la hiperventilación que le afectaba.

—Dijo que vino a Tokio a recuperarte.

 

 

 

Se sentía un completo estúpido por estar sentado correctamente frente a la mesa central de su living cuando todavía faltaba una hora y media para que Yamaguchi llegara a su hogar. Pero es que, por la ansiedad y una extraña emoción que le recorría la espina, apenas envió el mensaje, comenzó a ordenar su departamento a la velocidad de la luz, para luego ducharse y vestirse de forma apropiada.

‘Maldición, que patético.’, se dijo a sí mismo al darse cuenta de lo desesperado que estaba porque el castaño apareciera por esa puerta.

Entonces su estómago sonó.

Bueno, faltaba una hora y media. Tiempo suficiente para cocinarse algo simple y luego volver a dejar todo impecable.

 

 

 

Malditas sus ganas de ser extremadamente puntual que terminó llegando una hora y media antes a la dirección que el rubio le había enviado por mensaje.

Hacía alrededor de quince minutos que se encontraba mirando con cierto miedo el enorme edificio que se elevaba frente a él, como un enorme gigante de concreto que lo miraba con sus cientos de ojos en forma de ventanas.

Apretó la correa de su bolso con fuerza y tragó nervioso antes de avanzar hacia la puerta de entrada y decidirse a tocar el timbre.

Cuando su dedo índice estaba por tocar el pequeño botón metálico, un chico alto, musculoso y de cabello negro atravesó la puerta del edificio a toda velocidad, dejándola abierta de forma descuidada antes de desaparecer por una de las calle aledañas al edificio.

Yamaguchi se sobre saltó un poco por aquello pero decidió ignorarlo por el momento. Tal vez Tsukishima sabría sobre ese vecino y luego chismearían un poco sobre eso.

Su cuerpo volvió a tensarse al saber que cada vez estaba más de cerca del hogar de aquel rubio que tan enamorado lo tenía.

‘Tal vez hoy pueda decírselo.’, pensó con una sonrisa antes de adentrarse al edificio y cerrar la puerta detrás de él.

 

 

 

Le pareció extraño que Bokuto no lo hubiera llamado esa mañana, como lo venía haciendo desde hacía una semana. Por eso, luego de pasar por una pastelería y comprar cuatro pequeños cupcakes de chocolate, —la golosina preferida del peligris— Akaashi se encaminó al departamento que antes frecuentaba más que la universidad.

No es que hubiera perdonado aun a Koutarou por lo que le hizo; serle infiel con el inútil de Kuroo le parecía de lo más repugnante, además de imperdonable. Pero no podía negar que aquel escandaloso y extraño muchacho de cabello gris derretía todas y cada una de las paredes de hielo que rodeaban su corazón.

Le resultaba rarísimo que, a pesar de nunca haberse abierto por completo frente a él, Bokuto siguiera idolatrándolo como desde el principio. Se había enojado miles de veces con él, dejando al descubierto su verdadera personalidad —algo fría y distante, además de bastante egoísta— pero el peligris seguía allí, a su lado, siempre invadiendo sus pensamientos.

‘Supongo que, después de todo, estoy enamorado de él.’, admitió mentalmente, con una sutil sonrisa en sus labios.

Llegó al edificio de su “ex” pareja y el portero lo dejó pasar como si nada, puesto que lo conocía desde años. No tenía apuro, asi que subió por las escaleras, después de todo, Bokuto vivía en el tercer piso. Tomó la copia de la llave que tenía en su bolsillo y con un click ingresó.

Por un momento, su corazón se detuvo y, luego, comenzó a temblar de furia.

 

 

 

Se había arremangado las mangas de la camisa y se había colocado un delantal blanco para comenzar a preparar su almuerzo cuando el timbre sonó. Sacudió las manos, desprendiéndose del almidón que las papas habían dejado en sus manos y, antes de abrir, se las seco en el delantal.

La sangre le subió hasta el rostro, instalándose en sus mejillas de forma casi permanente, por la vergüenza que sintió al ver quién era su visitante.

Yamaguchi, por su lado, quedó más embobado que antes al ver el fino rostro de Tsukishima sin las gafas y con el cabello algo desarreglado. Los primeros tres botones de la camisa blanca que estaba usando estaban desabrochados y, a pesar de que el delantal cubría esa porción de su anatomía, era una imagen bastante sexy.

— ¿Yamaguchi? — dijo el rubio algo ido. Todavía no podía creer la presencia del más bajo.

—Ho-Hola. — contestó el castaño avergonzado. Nunca en su vida se había sentido tan estúpido.

—Creí que nos veríamos a las tres.

—S-Si, bueno. Y-Yo… Yo estaba de paso y… — comenzó rascándose la nuca.

Kei rió internamente enternecido. Al parecer no era el único que estaba ansioso con aquel encuentro. Tadashi, por otra parte, no sabía cómo disimular sus nervios. La excusa de que estaba pasando justo por allí cuando nunca había caminado por esa zona de la ciudad le parecía la más estúpida del mundo y una voz en su cabeza se estaba encargando de recalcárselo con tono burlón.

— ¿Almorzaste? — preguntó el más alto sacándolo de sus cavilaciones.

—N-No. — dijo agachando la mirada y sonrojándose aún más.

‘Qué lindo.’, pensó Tsukishima mientras sentía como su corazón se derretía por presenciar aquella expresión en el rostro ajeno.

—Estaba preparándome algo, ¿te molesta acompañarme? — lo invitó a pasar con una amable sonrisa; algo raro en él.

Si hubiera muerto en ese momento, de seguro habría muerto feliz.

Tadashi simplemente no podía creer lo afortunada que se había vuelto su vida desde que aquel chico alto, de mirada inexpresiva y vida universitaria casi solitaria le había compartido su paraguas y lo había acompañado hasta la parada de su autobús. Además de qué tampoco podía entender cómo aquel mismo chico, ahora, le estaba sonriendo de manera gentil e invitándolo a almorzar con él en su propia casa.

Definitivamente, si se moría en ese momento, iba a morir feliz.

Asintió tímidamente y, casi en un susurro, se anunció en el hogar ajeno con un suave ‘Perdón por la intromisión.’, que apenas hizo que sus labios se movieran.

—Siéntete como en tu casa. — le dijo el rubio antes de desaparecer  por la puerta que daba al living-comedor.

Yamaguchi se quedó unos momentos parado en la entrada, despojándose de sus zapatillas de forma lenta, inspeccionando con cuidado cada esquina de aquel departamento. Dejó su bolso sobre en el piso, apoyándolo contra la pared, y avanzó con sigilo por el mismo lugar por donde el más alto se había ido.

‘Huele a él.’, dijo mentalmente mientras olfateaba sutilmente el living-comedor. Una sonrisa de sincera felicidad se le grabó en el rostro al reconocer lo mucho que le gustaba el perfume de Tsukishima.

Avanzó un poco más y llegó a la sencilla y pequeña mesa del comedor, donde pudo ver la cantidad de libros y cuadernos apilados, probablemente los que usarían para hacer el trabajo para el que se habían citado.

—Estoy haciendo un estofado, ¿está bien? — preguntó el rubio del otro lado de la encimera, dándole la espalda y desenfocándolo de su inspección silenciosa.

—S-Si, gracias. — le contestó nervioso nuevamente.

Como nunca lo había tenido tan cerca, jamás se había dado cuenta de lo esbelta que era la figura de Tsukishima cuando este estaba parado. Su torso era largo, al igual que sus brazos, y su cuello era pálido y delgado, con un pequeño hueco justo a la altura donde terminaba la columna cervical y empezaba la torácica.

Los músculos de sus hombros se tensaban un poco cuando estiraba su brazo para alcanzar algo o cuando se dedicaba a cortar alguna verdura y, cuando inclinaba un poco su cuello, podía verse como los cabellos de su nuca se tornaban enrulados en su nuca, diferentes a los que, prácticamente, eran lacios en la punta de la cabeza.

Era perfecto, lo mirara por donde lo mirara, para Yamaguchi, Tsukishima, era el chico más perfecto sobre la faz de la tierra. Y asi, con cara de enamorado e ignorando el hecho de que estaba en casa ajena y debía comportarse, se apoyó con ambos codos sobre la encimera, reposando su rostro entre ambas manos, dejando salir un cálido suspiro de entre sus labios.

Kei, algo distraído, pues le gustaba mucho cocinar y casi siempre se perdía demasiado en esa labor, se giró sin prestar atención al castaño, apoyando una bandeja de verduras recién cortadas sobre la encimera.

—No soy muy fan de los estofados — dijo aun con una sonrisa en sus labios y los ojos algo entrecerrados a causa de la concentración. —, pero no se me ocurrió otra cosa que cocinar… — su voz se fue apagando lentamente en el momento en que levantó la vista y se encontró con el angelical y pecoso rostro de Tadashi a poco centímetros del suyo.

Las gargantas de ambos se secaron en menos de un segundo y la nuez de adán les comenzó a pesar demasiado de un momento a otro. Por alguna razón inexplicable, sus corazones comenzaron a latir de forma frenética y sus sentidos se agudizaron en extremo, hasta el punto de sentir como el aroma del otro les inundaba las fosas nasales como olas salvajes.

‘Está muy cerca.’, pensó el castaño, pero tampoco hizo ademán de separarse. No sabía cómo explicarlo pero, aquella cercanía le gustaba y demasiado.

Tsukishima tragó con fuerza e, inconscientemente, los ojos de Yamaguchi terminaron en sus labios, carnosos pero finos, algo húmedos por haber hablado hace un poco, y extremadamente suaves a simple vista.

Quería probarlos, quería saber que sabor tenían. Y Kei se encontraba en la misma situación.

—Yamaguchi. — susurró el rubio y, sin quererlo, acercó aún más su rostro; casi que los labios de ambos se rozaban.

El aire se había tornado algo denso y, de repente, le estaba costando mucho respirar. Pudo sentir como el aliento del más alto le acariciaba la punta de la nariz y como el calor de otro cuerpo humano lo abrazaba a pesar de estar ambos separados por una ancha encimera.

Ese era su momento. Tenía que besarlo, tenía que decirle lo que venía sintiendo desde hacía seis meses. Tenía que dejar salir aquellos sentimientos encerrados y superar, de una maldita vez, su estúpida timidez.

 

 

 

Corrió como nunca en su vida lo había hecho, sin parar y terminando con la garganta seca frente al edificio de su mejor amigo.

Cruzó la entrada, sin saludar al portero que, ahora, se encontraba roncando en su silla de trabajo. Gastando sus últimos alientos, subió los escalones de a dos, con grandes y desesperadas zancadas. Cuando llegó al piso donde Bokuto vivía, tragó nervioso.

A la vuelta de aquel pasillo estaba el departamento donde se alojaba aquella persona que tanto lo había hecho sufrir en el pasado. A pocos metros de él estaba la persona que se había jurado nunca más enfrentar.

Respiró hondo, un poco para recuperar energías, un poco para calmarse, y luego, a paso lento, comenzó a avanzar hacia la esquina del pasillo para dar la vuelta y seguir hasta el departamento de su amigo.

El choque fue inminente. De un momento a otro terminó tendido en el suelo y con mucho peso sobre su pecho. Se sintió aturdido por unos segundos y luego algo mareado a causa del golpe. Se rascó la nuca, la zona golpeada contra el suelo, e intentó enderezarse aun con aquel extraño peso sobre sí.

— ¿Akaashi? — indagó extrañado al divisar el lloroso rostro del novio de su mejor amigo.

— ¡Tsk! — fue toda la contestación que recibió antes de que Keiji se pusiera de pie y siguiera su rumbo, primero caminando rápido, luego corriendo otra vez.

‘¡Pero, ¿qué demonios?!’, pensó algo anonadado por aquella escena de la que fue protagonista. Y luego, algo hizo click en su cabeza atolondrada.

Se puso de pie como alma que lleva al diablo y salió corriendo hacia el departamento de su amigo, al final del pasillo.

— ¡Akaashi! — gritó Bokuto desde la puerta de su hogar intentando colocarse las zapatillas para salir corriendo detrás de su amado.

—Bokuto, ¿qué pasó? — indagó Kuroo.

— ¡Maldición! — exclamó frustrado el peligris sin prestarle atención para luego salir disparado por el pasillo del edificio en dirección a donde se había ido su novio, con un pie descalzo y una zapatilla en su mano derecha.

— ¿Kuroo? — dijo una voz monótona detrás de él, una que le crispo todos los nervios del cuerpo.

Notas finales:

Ohaioooo! Aqui de nuevo actualizando este fic! Perdon que no me explaye mucho en las notas finales de hoy pero estoy contra reloj porque tengo cosas de la uni para hacer!

Espero les haya gutado este cap y si lo comentan, muchisimas gracias por tomarse la molestia de hacerlo!

Nos leemos pronto mis queridos saltamontes! Matta ne!


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