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Libres por Luthien99

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Potter's London Flat

Lo primero que escuchó al despertar fue el picoteó de la lechuza contra el cristal.

Se puso en pie y —totalmente adormecido— caminó hasta la ventana para abrirla y dejarla entrar. La lechuza se posó sobre el escritorio, dejó el sobre blanco que portaba y volvió a salir después de que Albus la acariciara sutilmente.

Antes de que pudiera leer el destinatario de la carta, su padre abrió la puerta.

—¿Puedo? —dijo con una sonrisa.

Albus asintió, dejó la carta sobre la mesa y se dirigió de nuevo hacía su cama. Su padre caminó hasta allí y ambos se sentaron en el borde.

—Sobre lo de anoche, papá… Yo no…

—Tu madre hablará con James y contigo sobre esto más tarde… —dijo Harry—. Solo quería decirte que me siento decepcionado. Me ha decepcionado que me mintieras… De James aún me lo esperaba, pero no de ti, Al.

Albus miró a su padre con incredulidad. Le miró la cicatriz, los negros mechones se la tapaban. Miró las gafas, limpias y bien colocadas sobre la nariz. Miró sus ojos verdes, tan intensos, tan iguales a los suyos.

—Imagino que fue idea de tu hermano…

Albus no dijo nada.

—¿Fuisteis tu y él solos?

Albus miró a su padre y asintió. Pensó en Rose. ¿La habrían descubierto?

—Me gustaría pensar que no consumisteis nada ilegal —Harry miró a su hijo— Pero a juzgar por el estado de James anoche, imaginó que si.

Albus bajó la mirada.

—Entiendo que querías divertiros y salir —dijo Harry—. Pero debéis contárnoslo. No podéis salir en plena noche por las calles de Londres. Podría ser peligroso, Albus.

Albus no dijo nada.

—Quizás si nos hubierais preguntado para salir os hubiéramos dejado. No hasta las 5 de la mañana, pero si hasta las 2 o las 3… Sois jóvenes, tenéis derecho a salir de fiesta, pero tu madre y yo debemos saber donde estáis. Es una insensatez lo que habéis hecho —Harry hablaba calmado—.

—Vale.

—De todos modos, tu madre me ha prohibido hablar con ninguno de los dos antes que ella… Opina que soy blando con eso de los castigos y que James se aprovecha de ello—dijo—. Está realmente enfadada, muy enfadada... Y no quiero saber nada cuando decida hablar con vosotros dos.

Albus no quiso decir que fue idea de James. Decirlo no le serviría de mucho. Estaba seguro de que su madre se defendería diciendo: "si James se tira de un puente, tu también".

—¿Has recibido correo? —Harry estaba mirando la carta sobre el escritorio.

—Eso parece… Todavía no sé quien me la ha enviado —el chico se encaminó hasta el escritorio y cogió la carta—. Es de… —cayó de repente.

Su corazón comenzó a latir con fuerza, veloz y extasiado. Aquella era la persona de la que menos esperaba una carta por navidad. La persona que Albus jamás hubiera imaginado poder recibir nada. Tener el placer de hablar con él ya era un trabajo arduo, recibir una carta era una misión imposible.

Albus había conseguido las dos cosas en menos de un año.

El nombre de Scorpius Malfoy estaba perfectamente escrito sobre la superficie del sobre. Las manos le temblaban.

—¿Todo bien, Al? Te has puesto rojo… —preguntó Harry con una maliciosa curiosidad—. ¿De quién es la carta?

Albus miró a su padre.

—De nadie.

Guardó la carta debajo de unos papeles que tenía sobre la mesa. Apenas era consciente de lo que estaba haciendo. Notó como las mejillas se le enrojecían, ardiendo con fervor. Su padre se había dado cuenta y lo conocía suficiente como para saber que no pararía hasta descubrir de quien era esa carta.

Harry se levantó de la cama y caminó hasta la puerta. Había en su rostro una pequeña y sutil sonrisa.

—Puedes hablar conmigo de lo que sea, Al… Recuérdalo —dijo su padre—. Mamá os espera a ti y a James en el salón para hablar con vosotros. Ves a buscar a tu hermano a su habitación y bajad a hablar con ella… Suerte.

Antes de salir y cerrar la puerta, le guiño un ojo a su hijo.

Cuando Albus comprobó que la puerta estaba bien cerrada y que no había nadie cerca de su habitación, volvió a acercase a su escritorio y cogió el sobre. Se lo llevó al pecho y aspiró con fuerza, mentalizándose para poder lidiar con lo que fuera que hubiera allí escrito. Lo abrió despacio y sacó la carta del sobre. La caligrafía era clara, totalmente reconocible.

Querido Albus,

Siento haber sido injusto contigo. Tu prima Rose me escribió explicándome lo que había sucedido en realidad el día que te escuché hablar con tu hermano en la biblioteca. Siento haber actuado tan irracionalmente, peco de no haberte escuchado cuando debí haberlo hecho. Lo siento.

Espero que estés disfrutando de tus navidades. Ojalá pudiéramos vernos antes de que empiecen las clases y pasar un día juntos en la ciudad. Te lo agradecería mucho.

Me gustaría que perdonaras mi vanidad y volvamos a estar bien.

Atentamente,  tu amigo Scorpius.

Albus dejó la carta sobre el escritorio y cogió papel y pluma. Todo fue rápido y fugaz, de un solo movimiento se encontró escribiendo una respuesta a su amigo. Ansioso y desesperado por verle, comenzó a escribir sin pudor, sin dejarse ninguna letra, sin censurar ningún sentimiento.

Querido Scorpius,

Te perdono. Claro que te perdono. Te necesito. No soy consciente de cuanto, ni si quiera lo llego a entender. Puede que sea una tontería, que esto no tenga sentido y nos estemos equivocando. Me da igual, Scorpius. Me da igual equivocarme, porqué quien no arriesga no gana y contigo quiero poner la mano en el fuego y dejarla allí hasta que arda.

Siempre tuyo, Albus.

 

Albus leyó lo que había escrito. No podía enviarle eso. Aquello era un cúmulo de todo lo que sentía en aquel momento, una cascada incesante de emociones desordenadas. No controlaba lo que escribía y tampoco controlaba lo que sentía por Scorpius. Algo tan intenso, tan inestable y confuso que ni el mismo llegaba a entender.

Dejó la carta sobre el escritorio, cogió otra hoja de fino papel y volvió a escribir, esta vez intentó canalizar sus emociones.

Querido Scorpius,

Te perdono. Realmente dudo que haya algo por lo que perdonarte. Me di por vencido demasiado pronto, debí haber hecho lo imposible para que escucharas mi versión. Ojalá pudiera recuperar ese tiempo —por poco que sea— que perdimos aquellos últimos días en Hogwarts.

Dime un día y nos vemos. El placer será mío.

Tu amigo, Albus.

Leyó esta segunda edición y decidió que sería esa la que enviaría. Bajo ningún concepto iba a enviar la primera. ¿Qué demonios iba a pensar Scorpius si Albus le enviaba aquellos locos desvarios? Prefería no pensar en ellos.

Cogió la carta escrita, un sobre en blanco y lo selló.

Carta en mano, Albus salió de su habitación y fue a buscar a James. Su hermano estaba en su habitación, tumbado en la cama.

—Mamá quiere que bajemos a hablar con ella… —dijo Albus.

—Vale.

James se puso en pie y bajó con Albus al salón.

Todavía no habían hablado sobre la confesión de Albus la noche anterior. Aquella frase aún resonaba en la cabeza de James "No me gustan las chicas". Sutil y preciso, no se imaginó una mejor manera de saber acerca de la homosexualidad de su hermano. Se sentía un tanto estúpido por no haberse dado cuenta antes. Puede que aveces se hiciera evidente, pero James estaba tan sumergido en su propia vida que apenas se daba cuenta de que a su alrededor existían otras posibilidades. Si algo le molestaba de que a su hermano le gustaran los tíos, era que no se lo había dicho antes. ¿Qué problema había? Estábamos en pleno siglo veintiuno, la aceptación y normalización de la homosexualidad no debería suponer ningún problema.

En llegar al salón su madre les esperaba sentada en la butaca salmón junto a la chimenea. Su rostro era del mismo tono que la butaca, quizás más intenso todavía. Las pecas de las mejillas parecían fuera de si, como si de ellas fueran a estallar chispas rojas.

—Sentaros —exigió Ginny y sus hijos la obedecieron—. No quiero oír ni una sola escusa. No me importa de quien fue la idea, ni cual de los dos se dejó llevar por el otro. ¡Llegásteis a las 5 de la mañana! ¡¿Estáis locos?! ¡¿Cómo os habéis atrevido a marcharos sin decir nada?! ¡¿Os creéis lo suficientemente mayores como para salir por la noche?! —se acercó a James que agachó la mirada—. ¿Te crees mayor, James? —dijo amenazadora—. Pues si tan mayor te crees para esto, podrías serlo para otras cosas. ¿Sabes cuantas cartas firmadas por McGonagall he recibido estos últimos tres meses? —hizo una pausa retórica—. ¡Siete, James! ¡Siete! A cual más pintoresca, a cual más original. ¡Si tan mayor te crees para llegar a las 5 de la mañana, también serás mayor para dejar de causar problemas en la escuela y que la directora pueda dejar de escribirme semana si y semana también! Y tu… —Ginny miró a su hijo. Albus la miraba con los ojos apenados y transmitiendo con la mirada a su madre que él no había tenido la culpa de todo aquello—. Hiciste caso a tu hermano y mira como habéis acabado los dos. Ya os he dicho que no me importa quien fue el que incitó al otro a hacer esta aventura —dijo con sarcasmo—. ¡Estáis castigados! Prohibido quedar en vacaciones, os quedaréis en casa todos los días.

—Pero… —intentó decir James.

—Sin excepción —reiteró Ginny—. Solo saldréis cuando tengamos que desplazarnos, pero siempre conmigo al lado —miró a James—. Prohibido quedar con Daren y Lance estas navidades, James. Lo siento, pero estas son las consecuencias por haber traicionado nuestra confianza y decepcionarnos como lo habéis hecho. 

La bronca acabó cuando Lily bajó al salón exigiendo ayuda de su madre para hacer funcionar las alas que Ron le había regalado para navidad. Albus y James se quedaron solos, sentados en el sofá y en silencio absoluto.

—Me parece que no vamos a salir en mucho tiempo... —dijo Albus.

—Oh, cállate. 

James miró el sobre blanco que su hermano tenía en la mano.

—¿Para quien es? —preguntó James.

—Scorpius…

—¿Scorpius y tu…?

—¿Qué?

—Qué si Scorpius y tu estáis… ya sabes…

—¿Juntos?

James afirmó.

—¡No! ¡No, no! Ni mucho menos... —Albus se alteró—. Solo somos amigos.

—Ah. Pensé que tu y él… quizás…

James estaba calmado, manso. Albus sintió que podía hablar con él de cualquier cosa después de haber confesado su secreto la noche anterior.

—Solo somos amigos —dijo—. Se enfadó conmigo por lo que dije en la biblioteca.

—¿De qué hablas? —quiso saber James.

—De lo que me hiciste decir en la biblioteca…

—Enserio, Al… No se de que me hablas.

Albus comprendió entonces que su hermano no lo había hecho a cosa hecha. Que todo aquel asunto de la biblioteca había sido una paranoia suya. Que el solo se había visto inmerso en aquella parafernalia y había culpado a su hermano a traición.

James no tenía la culpa de ser idiota, ni de que su hermano se aprovechara de eso.

—Olvídalo. Volvemos a estar bien.

James rodó los ojos y suspiró exasperado.

—Supongo que ya no hay remedio.

—Supongo que no.

Malfoy Manor

Solo habían dos cajas de adornos navideños en el desván. Scorpius las había encontrado después de una exhaustiva buscada las tres últimas horas. Antes de que pudiera abrir una de ellas, el picoteó de una lechuza contra el cristal le distrajo de su cometido.

La hizo entrar y cogió el sobre que portaba. Era de Albus. Lo abrió con calma mientras —con la otra mano— acariciaba el pájaro.

Querido Scorpius,

Te perdono. Claro que te perdono. Te necesito. No soy consciente de cuanto, ni si quiera lo llego a entender. Puede que sea una tontería, que esto no tenga sentido y nos estemos equivocando. Me da igual, Scorpius. Me da igual equivocarme, porqué quien no arriesga no gana y contigo quiero poner la mano en el fuego y dejarla allí hasta que arda.

Siempre tuyo, Albus.

Dejó caer la carta al suelo y se preguntó qué era lo que ardía en el fondo de su pecho. Se preguntó qué demonios había hecho Albus con él y cuándo había dejado que pasara eso. El muy idiota se tomaba la libertad de entrar en su vida sin preguntar y arrebatarle el aliento con cada mirada, ensordecer su alma con cada palabra y aturdir sus sentidos sin más. 

Scorpius ardía, ardía por Albus Potter.

Notas finales:

Ai, Albus... La próxima vez, presta más atención a cual de las dos cartas vas a enviar. ¿Esto ayudará o solo empeorará las cosas? UF! El tema empieza a caldearse entre estos dos.

¡He cumplido! La verdad, es que últimamente me estoy ciñendo bastante a lo que dije de publicar una vez por semana, los sábados o domingo, dependiendo de como me vaya mejor. Espero que esteis todos contentos con el hilo argumental con el que está avanzando la trama. Siempre se aceptan sugerencias y comentarios constructivos, no lo duden. Vuestra aprobación es muy importante para mi.

Hasta la próxima.

Besos, Lúthien.


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