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Libres por Luthien99

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Albus recordaba las palabras de su madre como un recuerdo borroso. Las palabras todavía sonaban en sus oídos y a medida que pasaba el tiempo, iban adquiriendo nuevos significados. Al principio Albus tuvo muy claro que se trataba de la aprobación total, pero luego entendió que el trato de aquella aprobación suponía un intercambio, debía contárselo a su padre.

Hablar con su padre era fácil siempre y cuando tratara de quidditch, clases, Hogwarts o el Ministerio. Todo lo que saliera fuera del mundo de Harry Potter era complicado de tratar. Para Albus no suponía ningún problema, tenía a su madre para hablar de todo el resto de cosas mundanalmente necesarias para su supervivencia y, de todos modos, su padre siempre había ejercido como tal y no podría tener otra queja que esa.

"Cielo, los apellidos no deben marcas fronteras", le dijo su madre. "No dejes que eso te aparte de él". Albus encontró el momento perfecto para hablar con ella poco antes de irse a Hogwarts de nuevo. "Háblalo con tu padre, Albus. Él sabe perfectamente que los apellidos y sus estereotipos solo traen problemas" dijo. "Habla con él".

Pero no lo hizo. Todavía no estaba listo. Hablar de Scoprius con su padre era algo para lo que no estaba psicológicamente preparado. Se había subido al tren sin haber tratado el tema con Harry, y Albus sabía que su madre acabaría diciéndoselo tarde o temprano.

Caminaba a través de los vagones con Rose tras él. La chica se había quejado por su persistencia en sentarse en el vagón de Slytherin. Albus tenía solo una idea en mente, quería ver a Scorpius lo antes posible. Caminaba con el corazón en un puño, apartando de un empujón a cualquiera que se interpusiera en su camino.

—Vigila por donde vas, Potter —mascullaron más de uno.

Pero Albus no aminoró el ritmo. Con su prima tras él y la única intención de encontrarle, seguía caminando.

—Albus… ¡Albus, por favor! —Rose hizo que se detuviera—. Vamos a buscar compartimento y luego lo buscas a él…

—Rose, no he vuelto a saber de Scorpius desde que le respondí a la carta —dijo Albus—. Tengo que verle ya.

—Puedes esperar cinco minutos más. Quizás no haya subido al tren todavía. Vamos.

Finalmente, Rose convenció a Albus para ir a buscar compartimiento y luego salir a buscar a Scorpius cuando el tren se pusiera en marcha. James, Lance y Daren se unieron al compartimento poco antes de que Albus quisiera irse. Se sentaron con ellos y dejaron sus cosas.

—¿Lance, llevas lo que te he dado antes?

—Sí, está aquí… —Lance se tocó el bolsillo de la chaqueta por encima de la tela.

—Bien —James sonrió con picardía.

Abus se puso en pie y anunció que se iba.

—¿A dónde vas? —le preguntó James.

Daren le miraba ensombrecido.

—Ahora vengo.

—Saluda a Malfoy de mi parte —dijo James con el mismo tono picarón de antes. Su hermano sabía que iba a ver a Scorpius. Albus miró a Daren, percibió el odio y la rabia en sus ojos. El chico estuvo pendiente de todos sus movimientos cuando salió del compartimento.

Buscó a Scorpius por todo el tren, pero no lo encontró. Entendía que su condición de prefecto pudiera hacerle desatender a sus obligaciones sociales, pero después de haberle buscado en el vagón de prefectos y no encontrarle, se empezó a preocupar.

Encontró a Eyden Woodland alrededor de unos alumnos de primer curso. Los niños preguntaban a la prefecta de Slytherin cuanto quedaba para entrar en Escocia. Albus se acercó mientras Eyden les exigía que se sentaran en sus asientos.

—Vamos, chicos —dijo Eyden—. Todos a sus compartimentos. Todavía no es ni mediodía.

Los niños le hicieron caso, se disiparon del pasillo y se metieron en diferentes compartimentos en grupos de cuatro y cinco.

—Hola, Albus —sonrió la chica radiante. Su rubia melena se movió con agilidad al girarse hacía él.

—Hola —dijo Albus sosegado—. ¿Sabes dónde está Scorpius?

La chica cambió la expresión de su rostro en un acto refeljo. Albus se asustó de aquella mirada.

—¿Cuánto hace que no hablas con él?

—¿Por qué lo dices?
—¿No te lo ha contado, verdad? —dijo la chica, como si estuviera hablando para si misma—. Maldición.

—Eyden… ¿De qué hablas? ¿Qué pasa? —quiso saber Albus,

—No sé si yo soy la indicada para contártelo.

—¿Él está bien?

—Sí, sí…. —Eyden suspiró—. Es su madre, Albus. Ha muerto.

No pudo pronunciar palabra. Sus labios se quedaron inmóviles y su mandíbula, de repente, pesaba quilos y quilos de más. Su cuerpo sufrió una repentina contracción, un momento de tensión total. No podía mover ningún músculo.

—¿Cómo? ¿Cúando? —preguntó Albus después de unos largos y eternos segundos.

—Fue hace una semana, por lo que sé. Y Scorpius no lo lleva muy bien.

¿Cómo coño lo va a llevar bien? —pensó Albus—. Se ha muerto su madre, joder

—Ya… —respondió.

—McGonagall le ha concedido el tiempo que necesite para incoporporarse.

—¿Y cuándo volverá?
—No lo sé, Albus —dijo Eyden—. Me escribió hace un par de días y no sé nada más.

Dio las gracias por la información recibida y dio media vuelta para vovler a su compartimento. Intentó —sin exito— asimilar que Scorpius estaba sufriendo y aquello provocó en él un sentimiento protector, cálido y ardiente hacía su amigo. Quería abrazarle, darle aquel carió que no iba a recuperar. Quería estar cerca suyo ahora más que unnca. Abrazarle, besarle, decirle lo importante que es, que él estaría a su lado pasara lo que pasara.

El tiempo se arrastraba por el suelo, sinuoso y lento. Las manecillas no avanzaban y el tiempo parecía conjelado. El día en el tren se hizo extremadamente largo para Albus, que estvo rodeado por us hermano y sus amigos durante todo el día. Cuando la noche cayó y llegaron finalmente al castillo, Albus se sentó solo en el Gran Comedor. Antes de conocer a Scorpius, Albus siempre se sentaba solo en el gran comedor. Siempre había sido así y nunca se había molestado en preguntarse porqué. ¿De qué le iba a servir?

Apenas cenó aquella noche. Tenía un nudo en la garganta y el estómago revuelto. Aquella devastadora noticia sorbe la madre de Scorpius le había quitado el hambre y el sueño. Cuando se tumbo en la cama, después de una cena desesperante, sus ojos luchaban contra su voluntado. Albus intentó de mil maneras conciliar el sueño, pero simplemente, no podía. Decidió que aquel era el momento perfecto para uno de sus paseos nocturnos. El imnsomnio era algo con lo que estaba acostumbrado a lidiar y los paseos nocturnos eran el mejor antídoto para su mal.

Los pasillos estaban sumidos en la más absoluta oscuridad. Albus tuvo que encender la varita para poder ver por donde iba. Escuchó algo parecido a un gorgoteó fantasmagórico, una especie de sonido gutural que le sacó de su ensimismamiento.

—¡Está ahí! —gritó Peeves—. ¡Está ahí, camiando a deshoras por los pasillos de la escuela!

El fantasma había dado la alarma. Había empezado a emitir gritos desesperados a la espera de Filch para atrapar a Albus. El chico retrocedió nervioso, no era la primera vez que Filch le encontraba por allí. Su segundo año fue descubierto por la señora Norris y castigado durante dos semanas limpiando las cocinas sin mágia por órden de McGonagall, quien reiteró ser bondadosa al poner el castigo.

Cuando escuchó los primeros gruñidos de Filch, alguien le asaltó por la espalda.

—No te muevas —Daren le cubrió con la capa de invisibildada y lo atrapó entre sus brazos para que no pudiera movierse.

Filch y Norris estuvieron muy cerca de descubrirlos, pero no lo hicieorn. Peeves se escondió y dejó que el conserje se marchará dejando ir un aspero gemido de desesperación.

—Vamos… —dijo Daren, haciendo que Albus caminara hacía otro lugar menos transitado.

Se quitaron la capa cuando llegaron a los pasillos inferiores, cerca de las mazmorras. Albus había insistido en bajar allí, a sabiendas de que Filch pocas veces vigilaba en su propia zona de confort.

—¿Qué estás haciendo por los pasillos a estas horas? —preguntó Daren.

—Podría preguntarte lo mismo.

—Bajaba a las cocinas a por chocolate —dijo—. James tiene un antojo.

Albus entró a Daren a la Sala Común de Slytherin y se sentaron en los sofás. A esas horas de la noche raramente encontrarían a alguien habiendo clase al día siguiente. Con un movimiento de varita, Daren cerró la Sala Común, hechizandola para que nadie pudiera entrar hasta que el lo decidiera. Albus y él se sentaron muy cerca, dejando que se creara una cálida atmósfera entre ellos. En aquel momento, Albus no quería otra cosa que calor y carió ajeno.

—¿Cómo han ido las navidades? —le pregunto Albus a Daren.

—¿De verdad quieres hablar sobre las navidades?

—¿De qué quieres hablar sinó? —quiso saber Albus.

Daren avanzó y besó a Albus, lento y suave.

—¿Quién dice que quiera hablar?

Albus se dejó llevar por aquella amarga sensación que el chico le hacía sentir. Sus estaban calientes, eran blandos y se amoldaban sin problema a los de Albus. Las manos del Daren estaban quietas y entonces Albus las cogió y las puso sobre sus caderas, dándole la motivanción necesaria. Daren acarició la piel desnuda que consiguió encontrar al mover suavemente sus manos sobre la zona. El Slytherin dejó que Daren hiciera de las suyas con la lengua, lamiéndole la mandibula, dibujando círculos hasta llegar al lóbulo de la oreja. Jugueteó con ansía, con rabía y desazón. Albus se dejó manejar, dejando que Scorpius…

¿Scorpius? ¡No! Daren… Daren…

Aquellas manos ansiosas eran de Daren, no de Scorpius. Aquella lengua vifida que mordía su cuello era la de Daren, no la de Scorpius. ¡Cómo deseó que así fuera!

—¡Para! —Albus puso las manos sobre el pecho de Daren—. Para, por favor.

—¿Qué demonios pasa ahora, Al?

Albus no sabía que decir. Bajó la vista, escondíendose de los penetrantos ojos de Daren, pero aun así, su mirada traspasaba cualquier barrera que Albus intentara ponerle.

—No quiero hacer esto ahora.

—Hace un momento no estabas tan convencido de eso —dijo Daren—. ¿Se puede saber a que viene todo esto? Me tares hasta aquí, me excitas sin más y ahora me haces parar… Lo siento Al, pero no entiendo nada.

Albus retrocedió, poniendo la distancia necesaria entre él y Daren para que no volvieran a tentarle sus labios.

—La madre de Scorpius ha muerto.

Daren guardó unos segundos de silencio.

—¿Y qué quieres que haga yo?

—¿Te da igual?

—Nadie se merece algo así, pero Malfoy me da igual.

Albus miró el reloj sobre la chimenea de la Sala Común, marcaba las 2 de la mañana.

—Será mejor que me vaya.

Dejó a Daren allí y se marchó sin más. No le costó deshacer su hechizó, caminar através del oscuro pasillo y entrar en su habitación. Dejar al chico atrás tampoco le importo demasiado, Albus estaba seguro que se sabía el camino de vuelta a la maldita torre de Gryffindor.

Cuando se metió en la cama, consiguió olvidarse del beso de Daren y pensó en como hubiera sido besar a Scorpius. Aquel pensamiento le envolvió por completo y se dejó llevar por la imaginación, se dejó llevar por aquel extraño sentimiento que despertó al sentir los labios húmedos de Scorpius sobre su boca, mordiendo su cuerpo, recorriéndolo hacía abajo, despacio y con precisión. Sabía que aquel era un pensamiento egoísta, debido a la situación en la que Scorpius se encontraba, pero no podía detener aquel sentimiento que tenía preso su cuerpo y alma.

Le hubiera gustado no haber despertado entre sábanas mojadas y ardientes pensamientos. Le hubiera gustado no tener que enrojecer bruscamente cuando despertó con la mano en los pantalones y la maravillosa sensación de que Scorpius estaba en su cama también.

Notas finales:

¿Hola? ¿Se acuerda alguien de mi? No hay forma de pedir perdón por todo el tiempo que he estado ausente. Voy a seguir publicando, no me he olvidado de esta historia ni mucho menos. Me he mantenido distante por cosas de la vida que han ido llegando sin más, pero me niego rotundamente a abandonar Libres. Voy a seguir publicando e intentaré volver a mi ritmo de antes. El próximo fin de semana tendréis otro capítulo y al siguiente, otro. Ya los tengo casi acabados, solo falta corregirlos.

De veras que lo siento. Espero que me perdonen un poquitín.

Hasta el próximo,

Besos, Lúthi


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