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Libres por Luthien99

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Las puertas del Gran Comedor se abrieron de un solo movimiento.

Todos los presentes, alumnos y profesores, dirigieron su mirada hacía allí. Albus estaba tan distraído intentado no derramar el zumo de calabaza que no alcanzó a levantar la mirada al mismo tiempo que los demás. Se hizo el silencio mientras el chico que había abierto las colosales puertas entraba en el Comedor. Todos le miraron evaluando, susurrando a la oreja del de al lado los rumores que se habían esparcido durante semanas por toda la escuela. El chico entró sin prestar atención a todos aquellos ojos curiosos que le observaban, algunos con recelo, otros sometidos bajo el yugo de su misteriosa aura.

Albus levantó la vista y tardó unos segundos en encontrar el epicentro de aquel extraño comportamiento. Cuando fijó sus ojos en el chico que caminaba hacía su mesa, el mundo adquirió un nuevo color. Todo lo antes visible se tornó borroso y todo lo antes importante dejó de serlo. El zumo se vertió cuando Albus se levantó bruscamente.

Scorpius Malfoy estaba en Hogwarts de nuevo.

Albus se había puesto en pie y ni si quiera se había dado cuenta. Caminó hacía Scorpius con desesperación. Cuando el chico percibió que se acercaba, caminó con decisión hacía él. Todo el mundo los miraba mientras Albus y Scorpius se unían como dos imanes. La fuerza que les unía se escapaba a su control, sus pies avanzaban y ellos se dejaban llevar por aquella desenfrenada inercia. Renunciaron a escuchar los murmullos de aquellos que encontraban escandaloso aquel espectáculo. Albus caminaba hacía Malfoy, sin parar a pensar en las consecuencias que aquello pudieran comportar. Miraba sus ojos y avanzaba sin miedo, más que decidido.

Cuando —después de aquellos eternos segundos—, los dos amigos se encontraron él uno frente al otro, Albus saltó a los brazos de Scorpius. Se enroscó alrededor del cuello de Malfoy, lo arrimó a su cuerpo con toda la fuerza que le fue posible y contuvo la respiración mientras durara aquel contacto.

Las voces a su alrededor se volvieron demasiado fuertes como para ignorarlas. Albus fue quien deshizo el contacto y miró el suelo avergonzado. Sus mejillas se habían vuelto rojas y el corazón estaba a punto de estallarle.

—¿Nos hemos abrazado antes? —dijo Scorpius con una sonrisa—. ¿Desde cuándo nos abrazamos?

Albus subió y bajó los hombros.

—Vamos a sentarnos —la sonrisa de Scorpius parecía intacta a pesar de lo que había sufrido, pensó Albus—. Todos no están mirando, Al…

Cuando los dos chicos estuvieron sentados a la mesa de Slytherin, todos volvieron a poner la atención en sus respectivas vidas. Albus y Scorpius se mantuvieron en silencio hasta que todas las miradas curiosas se habían apartado de ellos.

Apenas probaron bocado aquella noche, estuvieron hablando durante toda la cena. Se mantuvieron al margen de todo lo que pasaba a su alrededor. Albus dejó que Scorpius le contara lo que quisiera sobre su madre, permitiéndole el espacio que le fuera necesario para sentirse cómodo con el tema. No hizo demasiadas preguntas, dándole a Scorpius la libertad necesaria.

—Me hubiera gustado escribirte para vernos —dijo Scorpius una vez sentados en la Sala Común—. Pero no me vi capaz de…

—No importa —le interrumpió Albus—. No importa, en serio.

—Me hubiera gustado contestar a tu carta… —esbozó una peculiar sonrisa, la cual Albus no llegó a entender. Escondía un extraño sonrojo mezclado con unas gotas de ponzoñosa lujuria.

Albus no contestó

—Tomo tú silencio como una falta de interés —dijo Scorpius—. Pero ya no tiene importancia.

—Si la tiene.

Había algo que Albus no sabía. Aquella carta que él creía haber enviado no era la misma a la que realmente envió. Scorpius solo necesitaba un pequeño incentivo para hacer lo que quería hacer, solo le faltaba un empujón que le ayudara a llenar aquel espacio que había entre su amigo y él.

—¿Cómo lo llevas? —dijo Albus.

Scorpius retrocedió. No había hablado con nadie sobre el tema. Su padre evitaba su mirada, se encerraba en su habitación y no salía en todo el día. ¿Con quién iba a hablar sino era con Albus? Él era el único que parecía escucharle de verdad, aunque no estaba seguro de querer hablar de ello por ahora.

—Mal.

—Lo imagino —Albus le buscó con los ojos—. Lo siento mucho, de veras.

Malfoy intentó esbozar una sonrisa de agradecimiento.

—No hace falta que finjas estar bien. Quiero que te sientas libre de expresar lo que sientes y si en algún momento necesitas… No sé —balbuceaba Albus sin saber muy bien que decir—. Si necesitas desahogarte, yo estoy aquí. ¿De acuerdo?

Scorpius asintió.

—Para cualquier cosa, Scorpius —dijo—. No lo dudes nunca.

A Scorpius le faltaba tan poco para saltarse aquella barrera, para romper aquella distancia y besarle. Estaban tan cerca en cuerpo y alma que dejarlo para otro momento sería la estupidez más grande de su vida. La Sala Común estaba vacía, estaban ellos dos solos en el sofá, sus cuerpos muy juntos, rozándose, ojos contra ojos, respiración alterada, verdades y confesiones. Solo un paso más y sus labios estaría sobre los de Albus. Solo uno.

Scorpius se arrepintió mucho tiempo de no haberlo hecho. Era tan solo un paso y no se atrevió a darlo. Fue un cobarde y retrocedió.

Las mejillas de Albus estaban rojas y aquel hoyuelo se acentuaba más que nunca.

—¿Jugarás el partido de mañana? —preguntó Albus.

—¡Claro que sí! ¿Lo dudabas? —la expresión de Scorpius cambió, su rostro brilló por unos segundos—. Es el gran partido de la temporada. No todos los días tienes la oportunidad de darle una paliza al gran James Potter. Gryffindor va a morder el polvo mañana.

—Espero que así sea.

—¿Cómo ha ido con James en casa? —preguntó Scorpius—. ¿Le prendió fuego al árbol de Navidad?

—No, pero casi —rieron—. Sorprendentemente hemos estado bien. Por alguna extraña razón, estuvo calmado y no se metió demasiado conmigo.

—¿Quién lo iba a decir?

—Supongo que contarle que soy gay ha ayudado bastante a nuestra relación.

Scorpius soltó una profunda y relajada carcajada. Su risa resonó en toda la Sala Común y Albus siguió escuchándola en su interior el resto de la semana, como una melodía.

—¿Lo dices enserio?

—Muy enserio.

—¿Sabe lo de Daren Harrelson? —preguntó Scorpius.

—No.

Había en su corazón un sentimiento encontrado. La carta que Albus le había enviado dejaba sus sentimientos al descubierto. ¿Por qué Albus no quería hablar del tema? ¿Por qué hacía como si aquella carta no hubiera significado nada? Cómo si no hubiera cambiado tantas cosas. ¿No era Albus consciente de lo que había provocado en él? Daren Harrelson y Albus seguían teniendo aquella relación toxica y Scorpius solo podía mantenerse al margen, mirar desde lejos como el Gryffindor destrozaba a su amigo.

—¿Lo has visto estas vacaciones?

—No.

—¿Seguís… juntos?

Albus esbozó una media sonrisa y miró a Scorpius.

—Joder, Al…

—¿Qué se supone que tengo que hacer? —se preguntó Albus—. Me dijo que me necesitaba y me besó.

—¿Te besó? —repitió Scorpius—. ¿Qué significa eso? ¿Qué antes no te besaba?

Albus negó.

—¿Y qué hacíais entonces? —Scorpius no necesitaba una respuesta, pudo imaginárselo. La imagen fue repulsiva e intento borrarla de su mente—. ¿Y sigues con él? No entiendo nada —El chico se puso pie, dejando a Albus sentado en el sofá.

—¿Por qué te enfadas?

—No me enfado. Me enfurece. ¿Cómo puedes estar tan ciego, Al? —gritó—. Él no te quiere.

—Es complicado.

—No, no es complicado.

—Me necesita.

—¿Y qué hay de ti? ¿Té que necesitas? —quiso saber Scorpius.

—¡Joder, Albus! Si yo fuera él… Si yo…

Albus se puso de pie.

—¿Si fueras él, qué?

Solo un paso. Solo había un paso hasta los labios de Albus. Un paso de darle aquel beso que llevaba escondido durante meses en su boca, esperando a su propietario, esperando a Albus Potter que viniera a reclamarlo.

—Si yo fuera él no sería tan imbécil —dijo Scorpius y se apartó—. Pero no lo soy.

—No, no lo eres.

Scorpius se dio media vuelta y se encaminó hacia los dormitorios.

—¿Así es como quieres que acabe el día? —preguntó Albus desde el sofá—. Has vuelto después de semanas. No quiero irme a la cama con este sabor tan amargo. No quiero discutir contigo, Scorpius.

—Yo tampoco, Albus —dijo—. Lo siento. Olvida lo que he dicho. Buenas noches.

—¿Scorpius?

—¿Qué?

Albus caminó hasta él. Se quedó parada frente a Malfoy y lo miró a los ojos fijamente. No se pensó dos veces en abrazarlo, lo hizo y punto. No hubieron dudas ni remordimientos, lo abrazó y se apretó con fuerza a su cuerpo. Dejó que sus brazos lo sujetaran y que su aroma inundara sus sentidos.

—Es la segunda vez que lo haces hoy, Albus —dijo Scorpius con una sonrisa cuando se separaron.

—Sienta bien.

—Ya lo creo —Scorpius daría el paso, pero no hoy—. Buenas noches, Albus.

—Buenas noches, Scorpius.

Notas finales:

¿Mejor, no? Ya me dirán que les ha parecido...

Hasta el próximo.

Besos, Lúthien.


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