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Libres por Luthien99

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La directora se movía de aquí para allá detrás del escritorio sin saber bien que decir. La mujer quería una respuesta y la quería ya, pero ninguno de los tres chicos sentados frente a ella parecía querer responderle.

Albus se imaginaba a si mismo explicando a McGonagall cual había sido el porqué de aquella horrible pelea que había tenido lugar en la plaza principal de Hogsmeade. Se imaginaba una y otra vez maneras de explicárselo y cada cual se le antojaba más ridícula que la anterior. No podía decirle nada a McGonagall, nadie debía saberlo. Albus estaba convencido de que si alguien llegará a enterarse de cualquier relación que él y Scorpius pudieran tener —más allá de una simple amistad—, lo único que provocaría serían mofas e insultos, y su estada en Hogwarts sería si cabe más insoportable que nunca.

—Quiero una explicación y la quiero ya —exigió la directora desde su posición dominante. Les miraba enfurecida, más enfadada que nunca.

A Daren le sangraba la nariz y tenía varios moratones por toda la cara, la camisa algo desgarrada y el pelo mucho más revuelto que de costumbre. Scorpius se masajeaba los nudillos rojos y doloridos, con los botones de la camisa desabrochados. Albus le miraba las manos mientras Scorpius se frotaba la sangre que aun tenía entre los dedos. Malfoy apenas tenía un rasguño, solo un débil y sutil moratón en el ojo, que apenas se notaba.

—¿Nadie va a hablar? ¿Ninguno de los tres me va a decir a que se debe el espectáculo que habéis armado en Hogsmeade? —volvió a insistir McGonagall.

Ninguno de los tres dijo nada.

—Bien, muy bien —dijo—. Entonces tendré que expulsarlos. Una falta de estas dimensiones no puede ser pasada por alto y el castigo será agraviado si no hay explicaciones por parte de sus autores. Y no me dejáis otra opción que tomar esta severa decisión. Los tres quedáis expulsad…

—Yo empecé.

Para sorpresa de Albus y Scorpius, Daren habló con decisión.

—¿Señor Harrelson? —dijo McGonagall—. Le escucho.

—Yo empecé. Albus y Malfoy llegaron a la plaza a la hora prevista para la salida de los carruajes y yo fui a molestarles, ellos se defendieron. Lo tengo merecido.

—¿Eso es todo?

—No —dijo Daren y continuó—. Dije cosas de las que no me siento orgulloso y lo siento.

—Tarde —espetó con brusquedad Scorpius—. Podrías habértelo pensando mejor antes de llamarme… ¿Cómo fue? A sí…. Hijo de puta.

—¡Scorpius! —exclamó horrorizada McGonagall.

—Es lo que él dijo después de coger a Albus por el cuello y que yo saliera en su defensa —dijo Scoprius—. Directora… —se pensó detenidamente sus palabras—. Albus y yo caminábamos tranquilamente cuando Daren nos abordó con ánimo de hacer daño.

McGonagall suspiro iracunda.

—¿Me puede explicar, señor Harrelson, la naturaleza de su comportamiento? —preguntó.

Albus lo miraba atónito. ¿A que se debía aquel cambio en Daren? ¿De dónde estaba sacando la valentía para confesarle a McGonagall lo que había hecho? Albus no salía de su asombro, Daren iba a confesar.

—¿Señor Harrelson? —insistió la directora.

Y lo dijo.

Albus no salía de su asombro, sino pensaba que todo aquello era solo un sueño era solo porque Scorpius apretaba su mano con fuerza, y aquello lo mantenía atado la realidad. Daren dijo todo lo que había estado pasando, no excluyó nada. Dijo todo aquello que durante tanto tiempo había estado callando.

—Fue culpa mía, Señora —dijo Daren—. Estaba celoso porqué Albus me había dejado por Malfoy y he querido molestarlos. Hoy en la plaza he querido dejarlos en ridículo, pero el único que ha quedado en ridículo he sido yo todo este tiempo.

Albus le miró terriblemente asombrado, Daren había confesado delante de McGonagall.

—Ha sido todo culpa mía —volvió a decir mirando al suelo.

—Bien —McGonagall se quedó sin palabras durante unos segundos—. Bien… Entonces, parece que el tema esta solucionado.

—Sí, ha sido culpa tuya —Albus pasó por alto las palabras de la directora y le habló directamente a Daren, dándole igual quien estuviera delante—. ¡Ha sido todo culpa tuya desde el principio! Me has estado utilizando, has sido un cobarde y me has hecho sentir como una mierda todo este tiempo. Nunca entenderás el daño que me has hecho todos estos años, utilizándome a tu antojo como si fuera un juguete.

Daren levantó la mirada, tenía los ojos rojos y llenos de vergüenza.

—Lo siento.

—Esta redención repentina no me sirve de nada, Daren —siguió hablando Albus—. No voy a poder borrar todo lo que ha pasado con un simple lo siento. No lo entiendes…

McGonagall rodeó el escritorio y se sentó en su butaca.

—Bien. Dado el porque de todo este jaleo creó que tendrían que solucionarlo por su cuenta —dijo la directora—. Pero déjenme decirles que aquí en Hogwarts no se permiten las agresiones entre alumnos, y que lo que han hecho hoy es una gran falta por su parte, por la de todos. Señor Harrelson, me temo que tendrá que cumplir con un castigo proporcional a la falta cometida… —hizo una pausa y su rostro se relajó—. No voy a expulsarle, pero estará castigado cuatro semanas. Todas las tardes, después de clase, vendrá a ayudarme a limpiar la clase de transformaciones y acabará sus deberes conmigo. Nada de entrenamiento de quidditch ni tiempo libre entre semana.

Daren asintió cabizbajo. No podía librarse del castigo e intentar negociar ahora supondría una empeora de la sentencia.

McGonagall miró a Scorpous y suspiró.

—Señor Malfoy, usted a reaccionado agresivamente contra el señor Harrelson, cuando debería haber buscado una forma pacífica de solucionar el problema —hizo otra pausa—. Creo que los lavabos de chicas de la primera planta necesitan una buena limpieza… Así que ya sabe por donde empezar.

Scorpius asintió con resignación.

—Y usted… —McGonagall se dirigió a Albus—. Puede ayudar al señor Malfoy con su labor. Y le diré una cosa… No siempre depende de los demás sentirnos queridos o importantes, es cuestión de aceptarnos tal y como somos. Y eso, Señor Potter, sólo depende de nosotros mismos —hizo una pausa—. Eso es todo, pueden irse. Espero que no vuelva a repetirse un incidente como este, la próxima vez no seré tan benevolente.

Los tres chicos se levantaron.

—Una cosa más… —dijo la directora—. Lo que más me preocupa de todo este asunto es que no hayan sido capaces de darse cuenta de que aquí en Hogwarts somos libres de amar a quien queramos y de ser amados sin importar de quien se trate. Me duele que no se hayan sentido libres de poder abrirse al mundo y de ser quienes realmente son. Pero los primeros que han de cambiar eso son ustedes mismos. Nadie los aceptara si ustedes no lo hacen primero —McGonagall suspiró—. Pueden irse.

Abandonaron el despacho en silencio. Cuando salieron y la puerta se cerró tras ellos, Daren buscó a Albus con la mirada. Scorpius y él iban con cogidos de la mano, incapaces de dejar de tener contacto entre ellos. Daren se dio cuenta y cambio la expresión de su rostro. Tensó la mandíbula y apretó los puños, intentando controlar sus emociones.

—Supongo que se acabó —dijo Daren mirando a Albus.

—¿El que?

—Todo. Tu y yo… —miró las manos de Scorpius y Albus—. Lo que fuera que tuvimos o lo que fuese nuestra amistad.

—Supongo que si.

—¿Hay alguna forma de que puede recuperar… algo?—Daren, por primera vez y después de mucho tiempo, se mostró sincero y transparente—. Una amistad…

—Dame tiempo, Daren.

—Vale… Supongo que puedo conformarme con eso.

Daren se fue sin mirar atrás. La noche ya había caído y Daren se mimetizó con la oscuridad de los pasillos, su sombra se perdió entre la inmensidad de las centenarias rocas del castillo. Albus tardó en poder perdonarle, pero aprendió a entender lo que había pasado entre ellos. Daren se distanció de su vida en silencio, sin ser visto. Y poco a poco, Albus pudo aprender a convivir con todo el dolor que le causó, con ayuda de su espíritu renovado, sus heridas cicatrizaron y Daren pasó a ser solo un recuerdo borroso del pasado. Aquel cariño que sintió por él se convirtió en una experiencia más que guardar junto a todas las demás.

—Vaya día —dijo Scorpius con un tono irónico.

Albus le dio un golpecito amistoso en el brazo.

—¡Auuh! se quejó Scorpius después del golpe.

—No ha sido tan fuerte —Albus sonrió.

—Acabo de salir de una pelea por ti, guapo… Me duele todo.

—Te he visto soportar golpes más fuerte en Quidditch.

—Harrelson tiene fuerza.

—Sí… —Albus suspiró y miró a Scorpius—. Tenemos que limpiar los lavabos de chicas.

—Podría haber sido un castigo peor —dijo Malfoy y Albus asintió con al cabeza—. No me importa limpiar lavabos siempre que sea contigo.

—Eres un romántico —dijo Albus burlón

—Lo sé.

Notas finales:

Pido disculpas por la tardanza de la publicación. Espero que les haya gustado y el próximo intentare tenerlo escrito dentro de poco. Manténganse atentos a las actualizaciones! 

Besos, Lúthien


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