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Libres por Luthien99

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El tren frenó en seco, habían llegado a Londres.

—Ya está.

—No quiero bajar del tren —Albus se abrazó a Scorpius con fuerza. Estaban sentados en los asientos del compartimento que habían compartido durante todo el viaje desde Hogsmeade. Llevaban todo el día allí dentro, apenas habían salido para comer algo o saludar a alguien. Solo Rose había estado con ellos por la mañana, para comprobar que todo seguía bien y que Albus seguía terriblemente afligido.

—Albus, no es para tanto.

—Parece que no te importe…

—Eres un drama, Al —Scorpius le sonrió—. Rose tendrá razón al final.

—¿Desde cuando te llevas tan bien con Rose?

—Albus, basta ya.

—Lo siento —y volvió a abrazarse al torso de Scorpius—. Lo siento…

Scorpius le correspondió el abrazo, apretando su cuerpo contra el suyo, intentando almacenar el recuerdo de su calor tanto como pudiese. Scorpius —por mucho que callara— iba a echar de menos a Albus demasiado como para poder expresarlo. Albus estaría acompañado la mayor parte del tiempo, rodeado de sus hermanos y el calor de su hogar. Scorpius, sin embargo, pasaría la mayor parte del tiempo en la Mansión, solo y buscando entretenerse con cualquier cosa.

—Mi padre está fuera la mayor parte del día —dijo Scorpius—. Puedo dejar la chimenea encendida cuando se marche para que puedas usar la red Flú cuando quieras.

—Acabarás cerrándola para que no te moleste más.

—¿Vas a ser muy pesado, Potter? —se burló Scorpius, rozando su nariz con la suya.

—Puede.

—Espero que lo seas.

—Tendré que escabullirme de mis padres y del cotilla de mi hermano, que siempre está husmeando —Albus rodó los ojos—. Tendré que hablar con mis padres sobre ti.

—¿De qué les hablaras concretamente?

—Primero les diré que eres mi amigo y tal… Luego, pues… Dejemos lo otro para más adelante.

—Pueden enterarse, el tuyo y el mío, el día de la boda —bromeó Scorpius con una sonrisa burlona.

—¿Qué boda?

—La nuestra.

—Eres tonto —Albus se abrazó a él de nuevo. Se sentía absurdamente pesado, siendo incapaz de apartarse de él, se hubiera quedado abrazado a su cuerpo durante días, sin necesidad de nada más—. Ahora si que tenemos que bajar del tren… —Albus fijó su mirada en el movimiento de alumnos que había fuera del compartimento, que caminaban de aquí para allá, cargados de baúles y jaulas y alegría—. Vamos.

Se separaron a duras penas finalmente, cogieron sus cosas y salieron del compartimento. Caminaron absortos en sus propios pensamientos hasta la salida del tren, al final del pasillo. Antes de bajar, Scorpius cogió a Albus por el brazo y lo arrastró hasta él.

—Último beso por unos días —dijo Scorpius con una pícara sonrisa dibujada en el rostro—. ¿Podrás soportarlo, Potter?

—Lo intentaré.

Fue un beso corto y conciso, pero tan suave y delicado como el balanceó de una pluma impulsada por una brisa veraniega. No había amargura ni pesar, solo dulzura. Un beso liviano, que dejaba la puerta abierta a todos los que estaban por venir.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Se separaron antes de atravesar la pequeña puerta del tren. Fuera se colapsaban centenares de familias y alumnos a su encuentro. Correteaban de aquí para allá cientos de alumnos, con sus baúles mientras la alegría inundaba toda la estación.

—Adiós, Potter.

—Adios, Malfoy.

Que vivaz sonrisa colapsó sus rostros en ese momento. Se querían, se necesitaban, se pertenecían el uno al otro.

Albus buscó apresurado a sus padres. Pudo distinguir entre la espesa multitud el cabello de Rose, tan naranja y rizado como siempre, sobresaliendo entre el gentío. Divisó con la mirada a sus tíos y en seguida encontró a sus padres. Toda su familia solía congregarse junta cuando venían a la estación. Era mucho más fácil encontrarlos a todos juntos que por separado. Un grupo de Weasley eran difíciles de pasar por alto, y eran fácilmente reconocibles entre mucha gente. Albus caminó directo hacía allí, perdiendo a Scorpius por unos minutos. Había demasiada gente como para mantener la vista fija en un punto y no perderlo.

—¡Allí esta Albus! —gritó Lily, agitando la manga de la túnica de su madre—. ¡Mamá, Papá, Albus está allí!

Sus padres caminaron a su encuentro. Le abrazaron con la misma intensidad de siempre. Los primeros años, Albus solía mostrarse un tanto reacio a muestras de aprecio en público, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que nadie iba a criticarle por abrazar a sus padres después de tantos meses sin verse. Cuando su padre le abrazó se dio cuenta de que ya estaba casi tan alto como él. Apenas necesitaba alzarse para dejarse abrazar, eran casi de la misma altura. Se sintió terriblemente mayor, siendo totalmente consciente que ni siquiera había cumplido los dieciséis. Normalmente, su padre le hacía sentir como un crío de diez años que no sabe nada de la vida, porque por mucho que le pese, nadie podía igualarse al gran Harry Potter.

—Te he echado de menos, Al —le dijo su padre, con tanta dulzura que Albus se estremeció y se pegó más a él. También lo había añorado.

—Yo también a ti, Papá.

—¡Papá, Papá! —exclamaba Lily, tirando de su túnica—. ¿Sabes que la escoba me responde a la perfección? La señora Hooch me dejó volar en la última clase.

—No lo he dudado ni por un segundo, mi amor —Harry alzó a su hija a los hombros, sintiéndose el hombre más afortunado del mundo—. Este verano quizás te deje practicar en casa, pero con la condición de que no vueles demasiado alto.

—Solo un poquito de nada

—Solo un poquito de nada —afirmó Harry.

Albus sonrió. Había vuelto a casa, y aunque sus labios aun recordaban la embriagante sensación de los suaves movimientos de Scorpius, su corazón revivía por el calor del hogar, de su familia.

—¿Nos vamos? —dijo Ron—. Estoy empezando a agobiarme con tanta gente... ¡Hugo, estate quito un segundo, por favor!

—Ronald, no grites —bramó Hermione—. Tu si que me estas agobiando a mí.

—Rose, dile a tu madre que deje de meterse conmigo —lloriqueo.

—Paso de vosotros.

Definitivamente, Albus había vuelo a casa.

Antes de que todos decidieran marcharse, Albus alzó la vista hacía la multitud y buscó a Scorpius. Por un momento pensó que ya se habría ido, para él era más fácil, no tenía que esperar a sus tropecientos primos a que se reunieran todos. Por un momento pensó en que aquella despedida antes de bajar del tren iba a ser el recuerdo más vivo que tendría de él en un tiempo. Pero antes de que su familia decidiera salir de la estación, divisó entre la multitud una cabellera rubia repeinada. Scorpius.

—Papá —Albus, guiado por el ciego impulso, se giró hacía su padre—. Tengo que pedirte un favor —Harry le escuchaba—. Me gustaría invitar a un amigo a casa el próximo fin de semana. Es un amigo muy especial, cómo mi mejor amigo.

—Albus, no sé... Bueno, sí... Supongo que no habrá problema.

Era la primera vez que su hijo quería traer a un amigo a casa. Era la primera vez que Albus mencionaba un amigo, alguien que no fuera Rose o los amigos de James. Recordó también lo importante que era para él que los Weasley lo recibieran a él con tanto jolgorio cuando era un niño, así que no pudo negarse.

—¿Sí? ¿De verdad?

—Si, claro —respondió Harry con el mismo entusiasmo que Albus mostró al recibir su respuesta positiva—. ¿Pero de quién se trata?

—Vamos a hablar con su padre y lo conoces.

Albus era incapaz de mencionar a Malfoy delante de su padre, así que supuso que lo mejor era que lo viera por el mismo. Era la ocasión perfecta y la forma perfecta de hacérselo saber. Así que el chico cogió a su padre de la manga de la túnica y tiró de él entre el gentío. El impulso le nació de muy adentro y se expandió por todo su cuerpo como una plaga, haciéndose dueño de sus pensamientos.

—¡Scorpius! —gritó Albus.

—Espera... ¿Cómo dices? —dijo Harry. Pero antes de que pudiera detener el impulso descontrolado de su hijo, ya era demasiado tarde. Harry se encontró cara a cara con Draco Malfoy y su hijo, al lado de Albus, que tenia una amplia sonrisa dibujada en el rostro.

Draco Malfoy.

—Hola, Al —saludó Scorpius, casi tan sorprendido como su padre.

—Papá, te presento a Scorpius, mi mejor amigo —dijo Albus triunfante. Le hubiera gustado presentárselo de otra manera, pero aquella no era la mejor situación para hacerlo.

Harry se mostró dudoso durante unos segundos, inspeccionando a Draco, demasiado sumergido en sus propios pensamientos. Reaccionó finalmente y posó sus ojos sobre Scorpius. Dejó de lado toda condescendencia y actuó como su hijo necesitaba que lo hiciera.

—Hola, Scorpius —dijo Harry—. Es un placer.

—Lo mismo digo, señor Potter. Me alegro de conocerle al fin.

Harry sonrío.

—Potter.

La voz de Draco le resultó demasiado familiar como para sorprenderse. Era como escuchar una melodía conocida, de la que no recordaba el nombre ni el compositor, pero que sus notas eran imposibles de olvidar.

—Malfoy.

Harry le tendió la mano y Draco, dubitativo, finalmente se la cogió. El contacto sólo duró unos segundos.

—Bueno, Papá —habló Scorpius—. Ya te hablé de Albus. Albus mi padre.

—Encantado, señor Malfoy.

—Igualmente —respondió Draco con una sutil sonrisa. Harry nunca le había visto sonreír de esa forma, nunca.

—Me preguntaba —dijo Albus dirigiéndose a Draco—, si Scorpius podría venir a pasar el próximo fin de semana a casa. Mi padre está de acuerdo, así que...

Una enorme y sincera sonrisa surcó el rostro de Scorpius iluminando sus ojos. Draco pareció percatarse de la reacción de su hijo y sonrió en un acto reflejo. Hacía tiempo que no veía la sonrisa de Scorpius y cualquier cosa —o persona— que le hiciera sonreír de esa manera era valioso, digno de alabanza.

—Sólo si tu aceptas venir a pasar unos días a nuestra casa también —dijo Draco—. Un favor por otro.

Harry miró a Draco y luego miró a su hijo, dándole permiso para que fuera él quien respondiera.

—Me encantaría.

—Aclarado entonces —dijo Harry—. Ahora tenemos que irnos. Ya acabaréis de concretar los detalles vosotros por carta. Te esperamos la próxima semana, Scorpius. Ha sido un placer —puso la mano sobre el hombro de Albus—. Me alegro de verte, Malfoy.

—Yo también, Potter. Adiós.

Albus envió una mirada de soslayo a Scorpius, una mezcla de picardía e ilusión se dibujaba en sus ojos. Scorpius le devolvió el gesto antes de que se girase, guiado por su padre. Albus se alejó de allí con un sentimiento triunfante oprimiéndole el pecho. Era magia, se decía, porque magias era lo que Scorpius provocaba en él.

—¿Tu madre sabe de esto? —dijo Harry cuando su alejaron lo suficiente.

—Sí —dijo Albus con la boca pequeña—. Lo siento, tendría que habértelo dicho. Tenia miedo de tu reacción supongo.

—Y lo mejor que se te ha ocurrido para decírmelo a sido esta encerrona...

—Lo siento.

—¿Es buen chico?

—El mejor —afirmó Albus.

Su padre le miró con algo que Albus no alcanzó a entender.

—Entonces todo está bien —Harry levantó la vista—. Volvamos con los demás, estarán preguntándose donde estamos.

Y entonces Albus lo entendió, todo está bien, todo era tal y como debía ser.

 

Notas finales:

Puede que este haya sido el último capítulo... Pero de aquí muy poquito colgaré el epílogo, así que por el momento, no es una despedida oficial. ¡Nos leemos pronto!

Besos, Lúthien.


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