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Libres por Luthien99

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Cerró la carta y la guardó en la estantería.

La dejó encima de todas las cartas abiertas y leídas que sus padres le habían estado enviado durante el curso. Solo llevaban tres meses en Hogwarts y el montón de cartas era de dimensiones considerables. Sus padres le habían escrito todas las semanas, sin excepción. Su madre más que su padre. Pero no lo culpaba por ello, sabía que estaba demasiado ocupado con el trabajo.

Quedaban pocas semanas para volver a casa por Navidad, y su madre le había escrito para hacerle saber las ganas incontenibles que tenía de verle, a él, a James y a Lily. En la carta también le incitaba a que hiciera un último esfuerzo en esos exámenes finales del semestre.

Albus suspiró.

La habitación estaba vacía. Sus compañeros habían salido corriendo a ver el partido de Quidditch entre Ravenclow y Gryffindor. Era el segundo partido de la temporada pero Albus no tenía ninguna intención de ir. Sabía que su hermano jugaba y que todo el mundo estaría eufórico de ver al intrépido James Sirius Potter en acción, pero Albus aborrecía todo aquello. Y se negó a ir.

Fue hasta la Sala Común con la intención de sentarse en uno de los sofás a ver pasar el tiempo. Un domingo de Diciembre en el que lo único que te apetece es sentarte en la cercanía de un buen fuego, mientras bebes chocolate en buena compañía. Pero Albus no tenía cerca ningún fuego, ni tenía chocolate caliente y tampoco compañía.

Se sentó en el sofá de piel negra, recogió las piernas poniendo los pies sobre la tapicería y perdió su mirada en algún punto de la Sala.

Rose estaría viendo a James jugar con entusiasmo, junto al resto de la Casa Gryffindor. Y allí sentado, totalmente solo, recordó vagamente aquel día de finales de diciembre de hace ya tanto tiempo, cuando estuvieron todos en casa de sus abuelos por Navidad. Los jardines de la Madriguera eran el escenario perfecto para que su padre y Ron les enseñaran a montar a escoba. Albus tenía 7 años; Rose y James 8; y Lily y Hugo eran demasiado pequeños para estar a la intemperie por el frío temporal que sufría Inglaterra aquel diciembre.

Harry y Ron habían traído todas las escobas que habían encontrado por casa. La gran mayoría eran de Ginny, de cuando jugaba para las Arpías de Holyhead. Cada uno se montó en una escoba. A James se le dio perfecto a la primera, ni siquiera escuchó a su padre en las explicaciones previas a levantar vuelo. A Rose le costó un poco más, pero no tardó en cogerle el truco a la escoba y superar a James en velocidad. Cuando llegó el turno de Albus la escoba se quedó inmóvil en el suelo y —en conseguir que alzara el vuelo— apenas pudo subirse y volar. Miraba hacía arriba y veía a su hermano surcar los bajos cielos de la Madriguera, meciéndose con el viento cual pájaro. Harry y Ron vitoreaban a James, felicitándole y asegurando que era el número uno. Albus siempre se había sentido inferior a su hermano. James siempre era el mejor en todo, siempre era un poco mejor, siempre destacaba sobre él.

Desde aquel día Albus lo entendió; jamás estaría a su altura.

—¡Hey! —Albus notó un suave golpecito en el hombro—. ¿Qué haces aquí solo?

Albus se giró.

Scorpius Malfoy se erguía frente a él.

Siempre con una sonrisa, siempre tan alegre y vivaz.

—Pensé que solo hablábamos cuando estamos en la biblioteca…

—Eso va a tener que cambiar, ¿no crees? —dijo Scorpius sentándose a su lado.

Albus asintió.

—¿Cómo que no estás en el partido? —le preguntó Albus—. ¿El Cazador de Slytherin perdiéndose un partido enemigo?

Scorpius suspiró.

—¿Y para qué voy a ir? ¿Para ver como Gryffindor gana a Ravenclow gracias al gran James Potter?

—Por eso mismo no voy yo… —confesó Albus con una media sonrisa.

Ambos se quedaron en silencio, dentro de aquella vacía sala común que les ofrecía el sitio perfecto de calma y tranquilidad que los dos necesitaban.

—No lo odio —dijo Albus después de un largo silencio. Scorpius le miró con intriga.

—Es tu hermano.

—Pero no se comporta como tal…

Scorpius le sonrió y quiso cambiar de tema.

—¿Has acabado los deberes de pociones? —le preguntó.

—¿Te sorprendería si te digo que si?

—Felicidades, Albus —Scorpius le dio otro suave toque en el hombro—. Por fin has logrado vencer a un cuaderno de papel… ¿Quién lo iba a decir?

Ambos rieron.

—Me fue muy bien el libro que me dejaste… Gracias.

—No se merecen, de todos modos no lo necesito...

—¿Para que iba a necesitar un libro Scorpius Malfoy, el gran mago de nuestro tiempo? ¡Por Merlín, lo tiene todo en su cabeza! —exclamaba entre risas un Albus que hacía tiempo que no reía.

—Tengo una mente privilegiada —decía orgulloso Scorpius, continuando con la broma.

Los dos chicos estuvieron allí sentados durante largo rato. Viendo pasar las horas, sin prisa por que pasarán y disfrutando de cada segundo juntos.

—¿Te apetece algo dulce? —Scorpius sacó del bolsillo una bolsa llena de caramelos y golosinas de todos los colores y formas—. Me siento muy orgullo de mi último ataque a Honey Ducks, me llevé los mejores caramelos de toda Escocía con diferencia.

Nunca habían coincidido hasta ahora. Nunca habían decidido hablar hasta ahora. Siempre se habían mantenido alejados él uno del otro, cohibidos por los apellidos que cargaban. No habían tenido la oportunidad de conocerse, hablar y saber que tenían más cosas en común de las que se imaginaban. Y de saber, también, que sus diferencias les hacían terriblemente similares. Entonces Albus supo que no necesitaba ningún fuego, ni chocolate caliente ni otra compañía que no fuera Scorpius Malfoy para ser feliz como lo era en ese pequeño instante.

Pasaron un par de días, la vuelta a casa se hacía inminente.

El día a día de Albus había seguido igual. Scorpius y él solo se hablaban mayoritariamente en la biblioteca, pero no dejaban de pasar todas las tardes juntos. Era su parte favorita de la rutina diaria que Albus seguía. Por las noches se veía con Daren, como siempre. Este se mostraba un poco más cercano últimamente, queriendo demostrar que él era quien mandaba sobre Albus y que ningún Malfoy podría quitárselo. En la cabeza de Daren se había creado una extraña obsesión sobre la amistad con Scorpius que Albus mantenía. Se mostraba reacio a cualquier contacto que pudieran tener, y le recriminaba cada momento en el que les veía juntos. Albus no podía hacer más que negarle que fueran algo más que amigos, básicamente porqué no lo eran. Pero Daren no estaba satisfecho con las respuestas que Albus le daba.

—¿Un Potter y un Malfoy? —decía Daren mientras reía y soltaba humo por la boca—. ¿En que piensas Albus?

Estaban en los lindes del Bosque Prohibido, detrás de un gran árbol. El gran tronco cubría sus dos cuerpos desnudos. Estaban tirados en el suelo, desnudos y descansando.

—Daren… —susurró Albus.

—¿Mmh? —El chico se llevó el cigarrillo a la boca y le dio una suave calada.

Allí, bajo la sombra de aquel árbol, parecía más atractivo que nunca. Con el torso desnudo y con sus intenciones al descubierto, Daren seguía siendo su apuesta segura.

—¿Siempre va a ser así? —preguntó Albus.

—¿Ya vuelves con esas, Al?

—Quiero saberlo.

Daren suspiró, sacando el humo por la boca.

—No lo sé.

Aquella fue la primera vez que Daren le daba esa respuesta a la pregunta que Albus siempre le hacía. Aquel No lo sé significaba que algo estaba empezando a cambiar y quizás Daren se daba cuenta de lo que Albus realmente significaba algo para él.

—Voy a volver ya… —Albus se levantó del suelo y comenzó a vestirse.

—¿Ya te vas? —Daren seguía sentado en el suelo cigarrillo en mano—. ¿Por qué?

—He quedado con Rose y quiero darme una ducha antes…

Daren asintió cabizbajo.

—Adiós, Potter.

—Adiós, Harrelson.

Albus caminó a toda prisa para llegar a su habitación. Tuvo un largo camino hasta el castillo, bajó a las mazmorras y —atravesando la Sala Común de Slytherin— llegó a su habitación. Volvía a estar vacía, siempre lo estaba. Sus compañeros de habitación hacían vida completamente al margen de la suya y pocas veces coincidían fuera del horario nocturno o matinal.

Fue hasta su estantería y cogió papel y pluma.

Se estiró en la cama y empezó a escribir.

Hola Mamá,

Te respondo a la carta de esta semana con una sonrisa, me hizo mucha ilusión que me escribieras. Yo también tengo ganas de pasar las vacaciones en casa, y tengo muchas ganas de que se acabe este semestre de locos. ¡Los exámenes van a acabar conmigo!

Lily está genial. El otro día estuvimos desayunando juntos… (ella vino a mi mesa). Tiene muchas amigas, se mueven en manada por la escuela y son la alegría de los pasillos. Me pidió que te dijera que esta semana no podría escribirte porque McGonagall ha castigado a todos los de primero sin correo. Se ve que enviaron por lechuza una encantamiento de pringue a un chico de segundo y los han castigado a todos. (No sé si Lily tiene algo que ver con eso).

Y dejando de banda todo este tema, me gustaría contarte algo… Quisiera que no dijeras nada a Papá por el momento y que esto quedará entre nosotros dos, ¿podría ser? ¡Gracias! Verás, tengo un amigo nuevo… Desde hace un mes o así que nos hemos comenzado a llevar muy bien, y me siento muy a gusto con él. Siento que nadie lo acepta y quisiera saber si realmente está tan mal como todo el mundo cree. Es Scorpius Malfoy.

Espero tu respuesta.

Te quiere, Albus.

Dejó volar la lechuza mientras oteaba el horizonte esperanzado por tener pronto una respuesta.


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