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‘at dawn’ por Bastianxt99

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Notas del fanfic:

Co escrito:  Aelilim (as a cloud)

Aelilim al habla (?): Esto nació después de escuchar el mixtape asombroso de Suga y recién ahora terminó de tomar forma. De algún modo, acabó siendo 'yoonseok', pero el enfoque principal está en Suga, ojo.

Gracias por leer. ;)

   

Siempre preparo dos máscaras

para ocultar mi verdadero yo detrás de una imagen defensiva

Augst D - 140503 at dawn

 

Sintió como si una señal de alarma se hubiera encendido dentro de él, conocía los signos previos demasiado bien. La risa de Jimin y Taehyung sonó estruendosa en sus oídos y las pulsaciones en sus sienes parecían cobrar tal fuerza que su cerebro podría explotar. Jungkook lanzaba una pelota pequeña contra la pared y el sonido solo empeoró el martillar en su cabeza. No conseguía enfocarse, ni fijar su vista en nadie, y de pronto, el camerino se tornó demasiado pequeño. Empuñó sus manos y reparó en que su respiración también era demasiado errática. Murmuró un “Voy al baño”, ya que uno de los managers lo vio curiosidad, y estaba saliendo del camerino cuando se topó con Hoseok, que ingresaba, y fue detenido del brazo.

—Yoongi, ¿estás bien?

—Ho… —intentó decir—, Hob…

Pero su garganta no se lo permitió. Quiso decir “No” o negar con la cabeza, sin embargo, su orgullo lo mantuvo mudo.

Deshaciéndose del agarre sin responder, se alejó por el pasadizo a paso acelerado. El baño estaba vacío y no dudó en encerrarse y mojarse la cara con abundante agua. El agua fría no ayudó en nada y se forzó a mirar su imagen en el espejo: sus ojos desenfocados, su palidez más acentuada de lo normal. Y la odió. Se odió tanto que quiso romperlo. Romperse. Desaparecer. Cerró los ojos y los abrió de golpe al instante. De nuevo su imagen lo recibió, intacta, y ahora sus ojeras lucían incluso más acentuadas. Lucía más feo e insignificante. Llevó su mano hacia su nuca y limpió su sudor frío.

De pronto, se sintió asqueado y se alejó del lavabo; apoyando su espalda contra la pared, se deslizó hasta quedar sentado en el suelo, sus piernas encogidas contra su pecho. Depositó la frente en las rodillas y apeló a su raciocinio. Sabía cómo parar esto, claro que lo sabía. La pregunta era si podía. Movió su boca, o al menos lo intentó. Sus labios no se separaron ni un centímetro, y sintió que su tráquea comenzaba a cerrarse; sus ojos se desorbitaron y llevó sus manos hacia su cuello.

Yoongi detestaba perder el control. Lo hacía sentirse débil e inadecuado, como si no mereciera nada. Escuchó como un siseo lejano y tardó en darse cuenta de que el sonido provenía de su propia boca. Apretó sus manos que todavía seguían alrededor de su cuello, y tosió hasta que la garganta le ardió y sus pulmones punzaron. Las paredes blancas se cerraban en torno a él, amenazando con sepultarlo y el vibrar de su teléfono en su bolsillo junto a un golpeteo en la puerta lo sacudió.

En sus ataques de pánico no lo invadía el miedo a morir sino precisamente lo contrario, el miedo a vivir, a seguir vivo. A seguir defraudándose a sí mismo y a quienes lo rodeaban. Se forzó a controlar su respiración, como el psiquiatra al que recurrió años atrás le enseñó, inhaló profundo y contuvo el aire lo más que pudo antes de liberarlo. Repitió el procedimiento hasta que la cabeza dejó de darle vueltas, justo a tiempo para notar que tenía arcadas que amenazaron con hacerle devolver su escasa cena.

Los golpes en la puerta no se detuvieron, pero había perdido consciencia de ello. Apretó sus párpados como si pudiera escapar. Las lágrimas, juntándose tras sus párpados cerrados, lo obligaron a entreabrir los ojos y sus mejillas se humedecieron. No quería caer de nuevo. Si debía morir, quería que todo se detuviera de una buena vez, empezando por su corazón. El peso de su cuerpo no pudo sostenerse más entre sus rodillas y la pared, así que terminó acostado en posición fetal.

 

***

 

Hoseok estaba intranquilo y sin querer, este estado de ánimo se reflejó en el resto de miembros cuando al fin anunciaron que era hora de marcharse. El concierto no había finalizado ningún inconveniente y todos ansiaban tener una cena abundante y luego descansar. Sejin miró su reloj y frunció el ceño, preguntándole a otro de los managers dónde se encontraba Yoongi.

—Baño —le contestaron.

—Iré a buscarlo —dijo Sejin y como si tuviera resortes en los pies, Hoseok lo siguió. Los otros chicos intercambiaron una mirada tensa y Taehyung masculló por lo bajo. Algo ocurría, aunque no sabían qué con exactitud.

Dos golpes secos en la puerta que no tuvieron respuesta, y Hoseok temió lo peor. De nuevo resonaron los golpes, ahora de ambos managers. La fisonomía de Sejin cobró una expresión de preocupación y llamó a Yoongi varias de veces.

—Yoongi-ah, ¡abre inmediatamente! —exclamó.

Cuando Sejin se giró para pedirle al otro mánager que fuera a conseguir la llave, el resto del grupo estaba tras él. Jimin tomó la delantera y se pegó a la puerta, tratando de escuchar algo.

—¿Yoongi hyung? —pronunció con suavidad.

La preocupación generalizada, los golpes en la puerta, las exclamaciones fútiles de Sejin y las de Jimin, nada sirvió los eternos cinco minutos que el otro mánager se tardó en regresar.

—Deberíamos derribar la puerta —propuso Taehyung.

—No podemos —dijo Sejin con el ceño fruncido. Su cara transmitía que sentía que la situación estaba saliéndosele de las manos—. Estamos obligados a ser lo más discretos posibles —añadió, siendo sobreentendido a qué se refería.

Si por uno u otro motivo salía a los medios, desembocaría en mala publicidad e hipótesis desfavorables del público. Era triste, pero debían cuidar al milímetro cada acción, cada inhalación, cada palabra. Fallar no era una opción.

—Podría ser algo grave —apoyó Seokjin con incertidumbre, y el talante de Sejin aflojó todavía más.

Justo entonces apareció el mánager con la llave, la cual le fue arrebatada con brusquedad. La visión que los recibió fue impactante e inesperada: Yoongi estaba en el suelo, encogido, su mirada rojiza en extremo y perdida, como si estuviese fijada en un horizonte inexistente, y respiraba agitadamente. Sus mejillas se encontraban húmedas por las lágrimas y no pareció advertir la presencia de nadie. Sejin se hincó a su lado, alzándolo lo suficiente para apoyarlo en su pecho.

—Yoongi, dime qué pasa —ordenó. Seokjin avanzó seguido por Hoseok y Jimin.

—Estoy asustado —confesó Jungkook en volumen bajo, a lo que Taehyung reaccionó tomándole de la mano y ambos marchándose de vuelta al camerino.

Contando mentalmente del uno hasta el tres, Sejin se obligó a pensar con la cabeza fría. Reparó por el rabillo del ojo que tres de los integrantes se acercaban mientras el líder estaba estático y con expresión de no saber qué hacer. Los detuvo con una mirada.

—Regresen —demandó autoritario.

—Pero… —intentó decir Hoseok.

—No es una petición. —A pesar de la autoridad que tenía, era evidente que la preocupación de los chicos era demasiada como para ceder sin más. Giró la cabeza hacia los otros y decidió apelar a la lógica—: Saben cómo es Yoongi, detestaría que lo vean así y mucha gente a su alrededor lo aturdiría.

—Quizá si me quedara solo yo… —murmuró Hoseok, pero Sejin negó y frunció el ceño cuando Yoongi empezó a murmurar sin sentidos y se aferró a su camiseta.

—Márchense. Si el transporte ya está, vayan al hotel. Yo me encargo —dijo esto último con seguridad y cierta dureza.

Namjoon se adelantó y con obvia renuencia por parte de los miembros, los arreó hacia la salida, cerrando la puerta tras sí.

Sejin volvió los ojos hacia el chico entre sus brazos. Podía observar cómo sus labios se despegaban y murmuraba; al menos su boca no estaba sellada de forma rígida como minutos atrás. Agradeció secretamente el peso pluma de Yoongi y se paró con este para así sentarse en el bordillo de excusado. Estiró su mano hacia el lavamanos y le mojó la frente.

—Yoongi —llamó en tono bajo y cogió la toalla que colgaba cerca para secar su rostro y cabello—. Respira conmigo, ¿está bien? Inhala y exhala…

 

***

 

A raíz de lo sucedido, Yoongi evitó a todos lo máximo que su cronograma se lo permitió. Si estaban camino a cumplir con una presentación, no se despegaba de sus audífonos y era cortante en cualquier inicio de conversación que quisieran entablar con él. El resto del tiempo no salía de su estudio. Percibía las miradas preocupadas y curiosas, escuchaba fragmentos de las conversaciones que giraban en torno a su persona y que eran drásticamente interrumpidas al verlo, ¿pero qué quisieran que hiciera? Se sentía avergonzado de sí mismo por haber sido débil y permitir que, lo que fuera que estuviese mal en su cabeza, lo dominara. Lo peor era que estaba entrometiéndose en su trabajo.

Parpadeó, mirando la pantalla, y se agarró las sienes antes de gruñir de pura frustración. Resistió a duras penas el impulso de agarrar su silla y estamparla contra su equipo; sabía que un ataque de furia no solucionaría nada e incluso aumentaría la carga sobre sus hombros. Unos nudillos contra la puerta le hicieron gruñir otra vez, deseando mandar a la misma mierda a quien estuviera molestándolo.

—Yoongi, ¿puedo entrar? —Era la voz de Hoseok.

Hoseok, que era el más insistente de los seis, y quien más paciencia tenía con su humor de perros y toleraba lo distinto que se había vuelto frente a cámaras y fuera de ellas. Hoseok que le seguía el juego con eso del “Hwagae Market” y cada una de las raras veces en las que se hallaba con ánimo como para bromear. Hoseok que le tenía miedo a casi todo, excepto a él cuando se ponía a gritar atronadoramente que lo dejaran solo, y obstinado, no se marchaba de su lado.

—Estoy ocupado —exclamó, pero aun así, la puerta se abrió.

—Alguien ha venido a verte —le anunció y sin darle opción a que volviera a negarse, le dio paso a ese “alguien”. Sus pupilas se dilataron al reconocer a su hermano e hizo una venia marcada, precedida del honorifico correspondiente. Caminó a la puerta y la cerró en las narices de Hoseok.

—Gracias —masculló en tono amargo. Posó su frente sobre la madera de la puerta, y por un segundo, mil emociones convergieron en su estómago y en su pecho.

Lo habían llamado, era obvio, y se giró sobre sus talones para encontrarse a su hermano sentado en  el sillón.

—No era necesaria la hostilidad —le reprendió, llamándole con la mano para que se pusiera a su lado.

Yoongi obedeció. Había pocas personas a las que obedecía por voluntad propia, ya que la mayoría de veces hacía las cosas por educación, o mera tradición; pero, con el contrario, todo era auténtico con su hermano. Al dejarse caer a su costado, vio que este jugaba con un brazalete en su muñeca y sonrió.

—Aún lo conservas, eh —dijo, trayendo a su memoria el tesoro que habían encontrado de pequeños jugando en un área rural de Daegu. Su hermano era capaz de transportarlo a otros mundos, creando juegos y escenarios que lograban que olvidara la pobreza que se vivía en su hogar, la estricta personalidad de su padre y la remarcada sumisión e indiferencia de su madre.

—Por supuesto, no siempre la búsqueda del tesoro finaliza encontrando, de hecho, un tesoro —afirmó. Era un brazalete sencillo, y seguro se podría encontrarse algo parecido en cualquier tienda de bisutería.  Una sonrisa un tanto irónica asomó en los labios de Yoongi—. Hay objetos cuyo peso sentimental jamás se comparará con su peso en monedas, ¿lo sabes, verdad?

Yoongi se sonrojó, apenado por su sonrisa anterior, de la ironía intrínseca que lo acompañaba ahora a todos lados y en todas situaciones, que se volvía la voz en su hombro, desmantelándolo, haciéndole cuestionarse.

—Ese día, en especial, fue muy malo. Sé que no lo recuerdas, pero no podía verte retraído en una esquina, por lo que inicié una locura de piratas —le relató, recibiendo la botella de agua que Yoongi le alcanzaba—. Estábamos caminando y apareció el brazalete, tus ojos brillaron como nunca antes los había visto brillar, creíste en mí.

Yoongi tragó en seco y  su boca se movió de forma extraña.

—No cambias, eres igual. Solo que ahora te disfrazas más —suspiró su hermano—. Conservé el brazalete porque dijiste que el capitán debía quedarse con la mayor parte del botín… —Se sacó el brazalete de la muñeca, agarró la mano de Yoongi y lo depositó en su palma extendida—. Deberías de buscar ese brillo de nuevo. ¿Qué ocurre contigo, Yoongi?

—Ya deben de haberte contado —eludió, rompiendo el contacto visual y apretando entre sus dedos el objeto que tanto había valido en su infancia.

Los años que tenían de diferencia siempre habían sido relevantes. Su hermano representaba una fortaleza que le había hecho falta en las peores épocas. Y ese precisamente era el motivo por el cual detestaba que le hubiesen llamado. Era consciente que lo que había sucedido solo era muestra de su debilidad, de su incapacidad de lidiar con la vida de idol que era distinta de lo que había esperado en varios sentidos.

—Ahhh, conozco esa expresión. Sea lo que sea que estés pensando, detente ahora mismo y háblame.

A duras penas contuvo un infantil “Oblígame”, que los hubiese hecho retroceder a cuando eran todavía pequeños y él estaba atormentado por algo y su hermano, con temple, se sentaba a su lado y esperaba a que le contara. Podían ser horas, sin embargo, él seguía ahí.

—Tuve un ataque de pánico —dijo sin más, como si fuera algo simple, algo cotidiano. La falta de sorpresa en su hermano le confirmó que lo sabía de antemano.

—¿Qué más?

Su hermano era paciente, pero no se iba por las ramas; esa quizá era una característica de familia. Se encogió de hombros y escuchó otro pequeño suspiro.

—Se está poniendo muy denso —dijo, intentando ganar tiempo. Sus miedos eran claros, sin embargo, no sabía cómo ponerlos en palabras—. La gente espera mucho de mí y yo no doy la talla. No puedo. Los gritos, las cosas… las cosas —repitió— me abruman. No sé explicarlo.

—¿Las cosas? —repitió para ayudarlo a retomar el hilo. Yoongi asintió.

—Lo material me atormenta. Es tanto. A cada paso hay gente dándome objetos, regalos, y yo no puedo dejar de pensar “¿Merezco esto?”. ¿Por qué merezco que alguien me dé su dinero transformado en algo que vale miles de miles de wons cuando es posible no tenga lo mismo para sí?

—Ellos te dan cosas tangibles, tú les devuelves experiencias, momentos y sentimientos… El público lo valora así.

—No es tan fácil —dijo Yoongi. Como había empezado a hablar, era curiosamente más sencillo continuar—. Yo… Me ahogo, ¿entiendes?, y a la vez quiero mucho más. No dinero —aclaró y una sonrisa agria curvó su boca—, ¿o tal vez sí…? No sé, tiene que ver pero como te decía, me abrumo. Quiero llegar la cima, demostrarle a quienes dudaron de mí que puedo, y son sentimientos encontrados que no sé cómo pasar a limpio.

Ese “quienes” era una evidente referencia a sus padres. Una pedrada que ellos no sentirían, sin sospechar a fondo el daño que le habían causado a la ya psiquis frágil de su hijo al no apoyarlo en su sueño. Sin embargo, su hermano sí sabía.

—No ganas nada odiándolos, empieza por ahí…

—Sabes que no lo hago —interrumpió—, ni siquiera a él, a pesar de todos los insultos y deseos de que muriera de hambre y acusaciones de ser la desgracia de la familia.

Sin pensarlo, Yoongi había adelantado el cuerpo y apretado los puños. Leyéndolo, su hermano lo obligó a soltarse, dándole un golpe sin fuerza en el hombro.

—Vas bien encaminado, ¿eh? Un tour mundial no es algo que ninguno esperaba.

—Lo sé…

—Y en cuanto a eso de familia, ¿es que acaso no te das cuenta, genio de Daegu?

Yoongi sintió que un calor abrasaba sus mejillas. Era contradictorio cuán sencillo era autodenominarse así frente a los miembros de BTS o en programas a nivel nacional, pero en la boca del ser más cercano a él, le azoraba.

—¿Darme cuenta de qué?

—Tienes otra familia, Yoongi, una segunda familia.

—Se escucha cursi —formuló.

—Eres todo un caso, ¿crees que no lo sé? Siempre te preocupas por tu grupo, tratas de hacerlo más llevadero para los menores y aterrizas todo en la tierra para que haya armonía. —Yoongi quiso negarse, pero su hermano lo cortó—: Sabes que no miento. Me han dicho que entre ellos se han prometido no traspasar barreras contigo, conociendo tu carácter punzante cuando estás asustado. Porque sí, saben que estás asustado como para evadirlos día y noche, y no dudaron en llamarme debido a eso.

El resoplido de Yoongi tuvo eco en la sala, y pestañeó varias veces mientras su mirada se enfocaba de nuevo en el brazalete.

—Debes dejar que se acerquen a ti, no logras nada apartándolos. Repito, son tu segunda familia, y tus dudas sobre los regalos costosos y tus ambiciones, ¿qué mejor que conversarlo con quienes están atravesando exactamente lo mismo que tú?

Era fácil decirlo, pero llevarlo a la práctica… Yoongi llenó los pulmones de aire y lo dejó ir con lentitud. Y de pronto decidió algo.

—Mi mixtape —pronunció—, voy a hacer algo que no pensaba. Voy a…

«Mostrar mis heridas», completó en su mente, y arrugó la nariz.

—Voy a cambiar las líricas —anunció con firmeza y estiró las piernas, de pronto sintiendo como si un peso en plomo se hubiera quitado de encima de su espalda—. Gracias por haber venido.

—¿Ya me estás botando? —bromeó su hermano.

—Más o menos.

—Lástima. No pienso irme sin mínimo una invitación a comer.

—¿También te han dicho que me he estado saltando comidas?

—Siempre lo has hecho, Yoongi —dijo y sonrió, dándole una palmada en la rodilla e incorporándose—. Vamos, mi apetito está a mil, y tú pagarás, te aviso. Prepara la billetera.

—Pero si tú eres el hyung —murmuró quejándose, pero sonreía como hacía semanas que no lo hacía.

 

***

 

Hoseok encabezaba la comitiva que avanzaba con solemnidad y curiosidad hacia el estudio de Yoongi, que los había mandado a llamar.

—Estoy nervioso —confesó Jungkook cuando llegaron a su destino, y Namjoon meneó la cabeza, dándole un pequeño palmazo en el hombro.

Dos golpes en la puerta y tres más de manera desorganizada, junto con unos cuantos gritos de “Ya estamos aquí” de las gargantas de la línea 95, consiguió que Yoongi apareciera. Lucía bastante cansado, pero tranquilo.

—Nunca cambiarán, ¿eh?

Tanto Jimin como Taehyung negaron, aunque su actitud sí se transformó al entrar al estudio. Todo estaba completamente organizado, y en la mesa de centro, un pequeño banquete de comida rápida les esperaba.

—Dios, te amo, hyung —celebró Taehyung, acomodándose en el sillón con los ojos brillantes.

Yoongi hizo un gesto con la mano, dando a entender un “No es nada”, cuando en el fondo, sí lo era todo. Era importante que comieran y se sintieran bien, y sabía que las hamburguesas para Taehyung eran como música celestial; y una cena con frituras y soda, siempre era más que bienvenida por el resto.

Hoseok se quedó a su lado mientras el resto buscaba dónde sentarse, y le guiñó el ojo. Su relación había crecido mucho en los últimos meses. Contrario a lo que hubiese pensado, que este llamara a su hermano mayor, le había ganado algo así como un camino privilegiado hacia sus secretos y anécdotas más recónditos.

—¿Cuál es el misterio? —inquirió Seokjin, tomando una papa frita y llevándola a su boca—. Lo siento, no puedes poner comida frente a mí y esperar que solo la contemple.

—No te preocupes. Lo he terminado al fin… —reveló—, o mejor dicho, recién estoy satisfecho. Hablo de mi mixtape.

Los gestos y exclamaciones de sorpresa no se hicieron esperar. Todos sabían que la fecha de lanzamiento no podía estar lejana, considerando la pequeña colaboración de Hoseok y a Namjoon en un track, e incluso el pincelazo de Jungkook en las líricas de un coro. Pero que esas palabras hubiesen sido pronunciadas por Yoongi, volviendo un hecho que el producto de años de trabajo había concluido, era pasmoso.

—¡Hyung! —soltó Jimin—, vaya…

—¿Y tendremos la exclusiva? —intuyó Jungkook que tenía los ojos muy abiertos.

Yoongi asintió. Estar haciendo esto implicaba que se abría el pecho ante ellos para mostrarles los colores de su corazón, los pasajes turbios y lo que le causaba pavor y orgullo. Había decido ser honesto consigo mismo y el resto del mundo. Y su mundo empezaba por esos seis muchachos que lo rodeaban.

Volvió su mirada a Hoseok, que le sonrió, se sentó y  estiró su mano para accionar el archivo de sonido. De pronto, la música los envolvió. Quería escudriñar gestos y demás, saber las reacciones de su reducido público de primera mano, pero impidiéndoselo, Hoseok giró su silla y lo dejó dándole la espalda al resto.

—No busques ponerte ansioso, solo disfrútalo —dijo en tono bajo y antes de que el intro acabara, tomó su mano y cerró los ojos, recostándose en el respaldar de su propia silla. Estaba abandonándose a los ritmos y a su voz, y Yoongi decidió hacer lo mismo.

Al siguiente instante, dejó realmente de escuchar, y cambió a escucharse. Los meses anteriores pasaron como una película frente a su memoria. Todo había cambiado un poco, podía declarar que estaba mejor, lidiando con la súbita popularidad con todas las armas que tuviera a mano; y, en especial, reconociendo lo que su hermano le había dicho: tenía una segunda familia. Personas asombrosas que se preocuparan por él y a quienes quería.

Y entre ellos, tenía principalmente a Hoseok. Sí, su situación estaba mejorando y la influencia de su hermano en definitiva había marcado el principio. Giró su rostro a la par que iniciaba ‘so far away’, y lo atrapó observándolo. Intercambiaron una sonrisa cómplice y el brillo en los ojos de Hoseok coronó para sí mismo esa etapa de cambio.

Cuando la última canción terminó, preparándose, giró su silla.

Los rostros frente a él estaban llenos de orgullo. Los ojos de Jungkook lagrimeaban de forma sutil y Seokjin limpió sus mejillas. Namjoon había quedado con la cabeza colgando, los ojos cerrados, y tanto Jimin como Taehyung tenían los labios sellados. Ese silencio era significativo, tanto como sus actitudes y expresiones. Vio que Jimin abría la boca un par de veces para decir algo y terminaba cerrándola. Y sonrió. No necesitaba halagos o exclamaciones sobre lo genial que era su trabajo. Lo único que necesitaba era seguir hacia adelante. No sería fácil, pero tenía la seguridad de poderlo afrontar.

Después de todo, no estaba solo.


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