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Detective de los recuerdos por SophieLestat

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Notas del capitulo:

Mientras que algunos eligen libremente ir hacia la oscuridad, hay quienes no pueden decidir hacia dónde ir, porque nacieron para estar sumidos en ella. No pueden mirar hacia atrás, porque todo lo que ven es un color negro envolviéndolo todo, y solo nos espera el miedo, que nos acompaña hasta la muerte. Pero lo realmente aterrador no es la oscuridad en sí, si no, la soledad que nos tortura de diferentes maneras, sobretodo porque existimos en un mundo repleto de otros como nosotros, pero vivimos encerrados dentro de nuestra jaula llamada egoísmo, de la que no podemos escapar fácilmente.

 

Viendo el reflejo del otro al mirarse frente a frente, solo hay algo que queda claro, y es que ya no podrían vivir separados.

 

Pudieron saciar sus atormentados corazones, en medio del caos, ellos se encontraron mutuamente y recordaron como sonreír.

 

 

 

"Detective de los recuerdos".

                     "Primeras impresiones".

Esa noche, sus superiores enviaron al equipo de investigación a cargo del caso del asesino de muñecas a descansar al menos por un par de horas. Todos llevaban varios días sin dormir adecuadamente, ya que el desgaste que había en ellos era demasiado notorio y no había ningún progreso en la investigación. Llevaban más de dos semanas tratando de pisarle los talones a ese maldito desquiciado. El joven detective Saito Hayato sabía lo inútil que era pedirles descansar, seguramente ninguno de sus subordinados dormiría tampoco, ya que tenían más que suficiente con la pesadilla que estaban viviendo como para encima querer dormir. Pero Saito estando demasiado harto de todo, decidió pasarse por su bar favorito. Eran cerca de las 10 de la noche, se sentó en la barra, pidió un whisky a las rocas al camarero, y comenzó a beber, mientras aflojaba el nudo de su corbata. Dio un suspiro y miró a sus alrededores, a veces platicaba con el lánguido hombre que le servía sus bebidas, pero esta vez no tenía ganas de hacerlo, solo quería embriagarse lo suficiente como para olvidarse hasta de su propio nombre. Unos minutos más tarde, una chica llegó y se sentó al lado del detective.

- Que expresión tan desconforme... -Dijo ella con una sonrisa en un tono informal. El hombre se sintió un tanto incomodo con la inusual mirada de la chica. Era muy hermosa, parecía una muñeca, pero su actitud era como la de alguien que no respetaba el espacio personal de los otros, inmediatamente el detective pensó que estaba pasada de copas o algo parecido.

- ¿Ya no tienes quien te compre las bebidas? Tal vez deberías probar suerte en otro lado, esta noche no quiero compañías. -Replicó en tono altivo. Para luego pedir al bartender que le dejara la botella.

- Siempre pides el mismo trago... Te he visto venir antes, llamas mucho la atención en este bar de cuarta...

- ¿Me dices a mí que llamo la atención? Estoy seguro que tu personalidad y atuendos son los adecuados para ser el centro de atención a donde quiera que vayas... -Respondió el joven detective mirando a la chica, que llevaba puesta ropa de encaje negro y maquillaje de estilo gótico.

- Evasivo e hiriente, la combinación perfecta para alguien que no puede dejar su pasado atrás... -Respondió ella, con una sonrisa algo retorcida y mirando hacia un costado de donde se encontraba el detective. Apuntó su mano derecha débilmente hacia ese lugar y luego volvió a mirarle.

- Así que... Atraes tus fantasmas del pasado con mucha fuerza... Por cierto, ¿Me invitas a un trago? -Preguntó con descaro la chica a su acompañante.

- ¿No prefieres ir a un lugar más privado? Donde estemos solos tu y yo... -Preguntó entre sonrisas irónicas el detective a la extraña chica, entonces acercó su mano hasta la de ella, llevaba puesto unos finos guantes de encaje, y al sentir el contacto, le respondió con un movimiento casi por inercia y alejó su mano de la de él.

- Eres gracioso... -Le respondió ella. Él se llevó la mano hacia su cabeza y despeinó un poco su ondeado y rubio cabello, miró hacia el lado contrario. Luego le preguntó:

- ¿Nombre...?

- ¿Ahora estás interrogándome...?

- Bueno, tú estás acechándome, ¿No puedo al menos preguntar cómo te llamas? Yo me llamo, Saito, Hayato Saito.

- Aika... Me llamo Aika. -Respondió ella, entonces le pidió otro vaso al camarero. Se sirvió de la botella de whisky que tenía el detective sobre la barra.

- Destilas orgullo y arrogancia a donde sea que vayas, ¿Verdad...? ¿Saito san? Bueno, no me quejo, después de todo te sienta bien. -Dijo ella en un tono coqueto y le sonrió.

- Tu eres una chica tan directa que de seguro asustas a los cobardes... Pero a mí no me asustas, ¿Te gusta fisgonear, eh? Lo siento, pero no hay nadie que pueda ser más entrometido que yo en este mundo. -Le respondió Saito.

- Estuvieron unos minutos en silencio, hasta que la chica le dijo:

- Ya no seguiré con rodeos. -Guardó silencio un par de segundos, dio un suspiro y prosiguió.

- Hay una mujer de mediana edad que está a tu lado... Se ha vuelto loca al no poder avanzar hacia el más allá... La estás reteniendo... ¡Déjala ir de una vez, está sufriendo! -Continuaba diciendo Aika, mientras miraba hacia el costado del detective y derramaba débiles lágrimas. Su rostro demostraba una tristeza inexpresiva que se reflejaba solo en sus negros ojos. El detective Saito la miró atónito por unos momentos, luego solo atinó a reírse.

- ¿De qué hablas? ¿Mujer...? No hay nada como eso aquí... ¿Vas a decirme que ves fantasmas? ¿De eso se trataba todo esto? Me decepcionas... ¿Qué eres, una especie de adivina o algo parecido? -Expresó entre burlas y arrogancia mientras seguía tomando whisky. Aika inmediatamente se notó molesta después de escucharlo, se mordió los labios y miró hacia abajo, luego se paró del asiento junto a la barra.

- Supongo que ya no tengo nada que hacer aquí... -Añadió con voz seca.

- Oh vamos, no es para que te vayas... ¿Tanto quieres timar a sujetos ebrios? Si quieres dinero puedo dártelo sin que tengas que andar inventando historias de fantasmas... ¡Vamos, quédate un poco más...! ¡Tengo muchos de éstos, soy rico! -Respondió con ironía Saito, mientras le enseñaba billetes, la chica lo miró con desprecio y salió del local.

Esa fue la primera vez que ellos dos se encontraron, bajo extrañas circunstancias, y sin que ninguno supiese la identidad real del otro.

"El que ve a través de la máscara".

El brillante as bajo la manga del departamento de policía de Tokio estaba siendo puesto a prueba, la intriga que le proporcionaba la bestia a la que intentaba cazar era tan adictiva y excitante que no se daría por vencido. A sus veintiséis años, Hayato Saito ya se enfrentaba a uno de los casos más controversiales que vería Japón en la década, y todas las esperanzas estaban puestas en él y en su equipo conformado por el detective Nakamura Kenzo, el forense Nakahara Rin y la investigadora informática Tosaki Yumi.

Saito era reconocido por las artimañas que usa a la hora de descubrir las mentiras de las personas que le rodean, son claramente dignas de adulación. Un inescrupuloso que no mide sus actos con fin de atrapar a los criminales que persigue, pero con éste, nada era suficiente.

Alto, de complexión delgada y cuerpo fuerte. Sus grandes ojos verdes y frívolos demuestran siempre una pisca de burla y arrogancia. Siempre viste traje de tonos oscuros, que resaltan su corta y ondulada melena rubia bien peinada. Suele hacer bromas y reírse de estupideces, pero en realidad es un cínico sin precedentes, como un arma de doble filo. La gente que le rodea es como un libro abierto para él, tiene facilidad leyendo a las personas con solo observarlas por un rato, aquello le parece un poco cansador y a la vez decepcionante, ya que no hace más que encontrarse con el mismo tipo de gente una y otra vez, eso lo frustra y aleja del resto, haciendo que al final de cuentas, solo sienta emoción estando rodeado de cadáveres. Piensa en los muertos como criaturas que abandonaron sus rasgos y actitudes que los convertían en seres predecibles, ahora solo quedan rastros borrosos de lo que fueron, y lo que les mató está escondido en algún rincón de ese cuerpo inerte. Esto le motiva a encontrar al culpable, es alguien que disfruta su trabajo, después de todo hay algo de morbo y frialdad en él.

En ese entonces, llevaba un par de semanas trabajando en el mismo caso, uno que le consumía a él y a sus compañeros de equipo, iban tras el infame "asesino de muñecas", quien estaba a un paso de ser considerado un asesino en serie, porque tenía dos víctimas hasta el momento: Miketsukami Aya y Miyamura Kanade.

Aya con tan solo 21 años de edad, fue encontrada muerta en una plaza de mala muerte en las afueras de Tokio, sentada en una banca, con un vestido elegante estilo renacentista y maquillada majestuosamente. Miyamura Kanade, 19 años, su cuerpo fue hallado en un parque para niños sentada en un columpio. Vestía ropas y maquillaje similares a la anterior víctima. Ambas muertes fueron fotografiadas artísticamente, aparentemente por el asesino y sus fotos abundaban en la red.

"¿Otra vez...?".

En medio de una noche lluviosa, una chica apuñalada que vestía un elegante vestido antiguo de color blanco, apareció en las puertas de un hospital de urgencias de Tokio. Fue ingresada inmediatamente, ya que la herida que tenía en el abdomen, era medianamente profunda y había perdido bastante sangre, dejándola al borde de un shock hipovolémico. Pero al ser tratada, el personal médico se dio cuenta que se trataba en realidad de un hombre vestido de mujer.

Todo daba vueltas, su cabeza iba a estallar, el dolor que sentía en ese momento era sencillamente insoportable, como un ardor profundo, un hormigueo extraño, punzadas que al tratar de moverse o enderezarse de la cama, se volvían más y más constantes.

El chico se encontraba ingresado desde la noche anterior y había reaccionado por la mañana, a eso de las once. Sentía a lo lejos bullas algo distorsionadas, como ecos o algo parecido, su vista estaba borrosa y le dolía hasta respirar. De repente, una voz se oye con más claridad que el resto de los sonidos que podía percibir.

- Y nos volvemos a encontrar, ¿Cómo era tu nombre... Aika? -Cuando el chico escuchó ese nombre, reaccionó violentamente e intentó enderezarse de la cama del hospital.

- Qué dijiste... ¿Q-quién eres? -Preguntó confundido él.

- ¿Yo...? Me intriga más saber quién eres tu... Es gracioso, de alguna manera... -Añadió el hombre que estaba junto al chico y sonrió hilarantemente. Mientras el muchacho herido intentaba procesar todo lo que estaba viviendo, se quedó en silencio mirando hacia todos lados por un momento.

- ¿Q-que día es hoy? -Titubeó confundido más tarde.

- ¿Por qué? ¿Qué día piensas que es? -Le respondió el otro.

- N-no sé, p-podría ser cualquier dia... Miércoles quizá... O tal vez domingo, no lo sé...

- ¿Hacer bromas de mal gusto es una especie de pasatiempo para tí? -Añadió su interrogador mientras acomodaba su cabello rubio hacia un lado.

- Como sea... Hoy no estoy aquí para jugar, Soy Saito Hayato, detective del departamento metropolitano de Tokyo, he venido a hacerte un par de preguntas.

- ¿D-detective...? ¿Q-qué está pasando exactamente? D-duele -Se quejó luego.

- Estás muy agitado, deberías mantenerte tranquilo, tal vez más tarde tendré que llevarte conmigo a la estación de policía por pasearte a las dos de la mañana en un auto robado por las calles como si nada... Aunque eso es solo un detalle menor.

- ¿D-de qué demonios está hablando Señor? No entiendo nada de lo que dice...

- Será mejor que hagas memoria... Aika chan. -Dijo burlesco Saito, entonces, el chico al oír ese nombre nuevamente, volvió a tener una reacción violenta. Se levantó de la cama abruptamente y agarró al detective de las ropas.

- ¡Maldito! ¡Qué sabes tú de Aika! Mierda, duele aghhh... -Al hacer esto, su herida se abrió.

- Como te dije, deberías mantenerte tranquilo, Tsunetsuki Hino san. -En eso, la enfermera apareció, se alegró de que el joven hubiese despertado, la mujer se acercó a él y notó que su herida se había abierto, su ropa blanca y las sábanas estaban manchadas con sangre. La enfermera le pidió al detective Saito que saliera y esperara afuera, ya que su presencia había alterado al paciente y necesitaba descansar un poco más. Éste, un poco molesto, accedió a salir de la sala y esperar afuera. Más tarde llegó el doctor y le hizo un par de preguntas al joven herido.

- ¿Cuál es tu nombre?

- T-tsunetsuki Hino. -Respondió el muchacho aturdido.

- ¿Qué día es hoy?

- ¿Ah...? No lo sé... ¿Qué día es? -El doctor hizo un silencio y luego escribió en la tablilla que traía.

- ¿Recuerdas lo que pasó anoche? -Hino hizo un silencio y se mostró muy confundido.

- ¿Recuerdas haber llegado herido en la madrugada? -El doctor volvió a escribir nuevamente tras el silencio del chico.

- ¿Qué es lo último que recuerdas? -Volvió a preguntar el doctor mientras le miraba con el ceño fruncido a través de sus lentes.

- Y-yo... Estaba en mi c-casa... Dibujando... N-no, no recuerdo... -Hino se cubrió la cara con una de sus manos y la restregó.

- Está bien, tranquilo. Estás bajo los efectos del estrés post traumático, es normal que no recuerdes lo que te pasó. Por ahora, debes descansar.

Luego de que el doctor asumiera que el estado del paciente Tsunetsuki Hino no era del todo legítimo, aconsejó al detective no insistir en interrogarlo, pero él era obstinado y un tanto insensible. Además, había razones de sobra para querer interrogar al muchacho. Así que volvió a entrar a la sala donde se encontraba ingresado.

- Asi que no recuerdas... Que mala suerte la mía, en verdad necesitaba saber qué fue lo que pasó... -Saito venía con una bolsa, la vació sobre los pies de la cama donde estaba Hino.

- ¿Te gusta el encaje y el blanco invierno? Es bonito... Y es de tu talla... Oh... Si. Justo tenía que ser de tu talla, ¿No es gracioso? -Era un vestido estilo renacentista, prácticamente igual al de las dos víctimas anteriores. Estaba salpicado de sangre en algunas partes, pero justo en la parte baja del abdomen, estaba roto y cubierto de un profundo rojo oscuro.

- Ah, y no olvides esto. -Agregó Saito y le mostró también una peluca. Era una del clásico corte de cabello de una japonesa, larga, lisa, negra y con flequillo. Saito esperaba que Hino al menos mostrara nerviosismo en su cara, o algo que indicara que reconocía esos atuendos, pero no había nada, ningún gesto, como un completo muro impenetrable.

- ¿No está refrescándose tu memoria ahora? -Hino le miró con la misma cara que había tenido todo el día, esa expresión desorientada que reflejaba su incomprensión ante la situación que estaba viviendo.

- Agh... Vamos, al menos di algo. -Expresó después Saito un tanto cansado.

- Señor detective, en verdad no sé qué está pasando... ¿I-iré a la cárcel?

- ¿Qué...? -Preguntó atónito Saito.

- Bueno... Es probable que hayas sido víctima de un intento de asesinato, a manos de un verdadero hijo de puta que ha matado a dos chicas antes, pero estás ahí mirándome con esa cara de idiota preguntando si irás a la cárcel... ¡Deberías estar ayudando con tu declaración para poder avanzar con la investigación! -Los negros ojos del chico se abrieron en signo de sorpresa y preocupación, pero siguió callado.

- Señor Tsunetsuki san, necesito que me diga todo lo que vio anoche, vamos, coopere... ¿Sí?

- Emmm, yo... L-lo siento, no sé de qué me está hablando detective, no sé qué estoy haciendo aquí... Ni como llegué. -Le respondió con una débil voz Tsunetsuki Hino. Saito intentó mantener la calma, pues se sentía extrañamente irritado, probablemente por haber conocido antes a Hino y haber sido engañado por él, aun así, le volvió a suplicar.

- Mira, en realidad no tenemos nada, mis compañeros y yo, parecemos verdaderos simios golpeando nuestras cabezas contra la pared... Mis senpais están nerviosos porque están siendo avergonzados por un infeliz que anda suelto. Lo que es a mí... Solo me interesa disfrutar este momento... -El rubio le sonreía forzosamente y le miraba con cinismo.

- Me gustaría creer que tú podrías ayudarme a esclarecer un poco este asunto. Asi que, en verdad te agradecería mucho mucho mucho, que pusieras a trabajar esa cabeza tuya. -El chico le miraba asustado y no objetaba ninguna respuesta.

- Tsk, este idiota... ¡¿Acaso usas tu cabeza solo para llevar estas pendejadas?! -Exclamó irritado el detective, en eso, se acercó a Hino y con algo de rudeza colocó la peluca sobre la cabeza del chico.

- ¡Deja de colmar mi paciencia maldita sea!

- ¡D-duele, suélteme! -Se quejó Hino, dando manotazos al detective. Éste agarró uno de sus delgados y pálidos brazos, pero al ver la expresión en la cara del chico, lo soltó inmediatamente. Saito se sintió realmente incómodo en ese momento, Tsunetsuki Hino era demasiado menudo y delicado, en verdad había sido completamente engañado por él la primera vez, cuando se conocieron en ese bar que él frecuentaba, y ahora, volvía a verlo con la peluca puesta, y se veía completamente como una mujer. Después de un incómodo silencio entre ambos, el chico titubeaba como queriendo preguntar algo, pero le costaba decidirse, en ese momento, Saito dio un salto sobre su asiento y reaccionó y balbuceó algo que Hino no alcanzó a escuchar.

- Ya veo... El asesino, no conoce a las víctimas personalmente, él solo se limita a observarlas... Se siente atraído hacia ellas por como lucen... Todas con las mismas características, piel blanca, cabello negro, delicadeza fina, como la de las muñecas de porcelana... Por eso él no sabía que la víctima que había escogido era en realidad un tipo con peluca.

- Ya me tengo que ir. -Saito se paró de su silla y se dirigió hacia la salida. Hino se quedó mirándolo algo incrédulo y sin entender qué demonios pasaba con ese detective.

- ¡Hey, detective, espere!

- Lo siento, tengo que irme por ahora.

- Demonios... Quería que me dijera como es que sabe sobre Aika... -Añadió Hino malhumorado. Después de eso, miró con extrañeza el vestido y la peluca que Saito le había enseñado, pero no supo que pensar al respecto. El detective no volvió a visitarle durante ese, ni los siguientes días.

Mirando de cerca.

Saito Hayato era una persona obstinada. Sus superiores le ordenaron dejar en paz a la víctima Tsunetsuki Hino mientras estuviese en el hospital, ya que no querían sumar más problemas, ni verse más perjudicados como organización a causa del complicado caso que estaban tratando. Además, de comprobarse que Hino era en efecto, la tercera víctima del asesino de las otras dos chicas, se tendría que admitir ante los medios que estaban tratando con un peligroso asesino en serie del cuál, no tenían ningún indicio de su identidad. Sin embargo, sus superiores le encargaron a Saito no quitarle el ojo de encima al chico, pero debía ser prudente, hacerlo de manera sigilosa y que no llamase mucho la atención. Eso lo motivó para llevar su fisgoneo a niveles inescrupulosos. Después de todo, Hayato era el indicado para hacer tal cosa, ya que estaba acostumbrado a acechar a sus sopechosos o a importantes testigos de un crimen, indagaba y husmeaba a sus alrededores sin nada de tacto, era frecuente en él, inmiscuirse en la basura de los sujetos, o seguirles a todas partes, incluso en este caso, poner cámaras en su departamento. Y es que, mientras Hino estaba en el hospital, Saito fue a registrarle su casa, a ver si encontraba alguna pista, algo que le vinculara con el asesino o similitudes especificas con las otras víctimas, pero lo que encontró en su mayoría, fueron extrañas pinturas. Había unas que se quedaron grabadas en él en particular, donde retrataba a una mujer de contextura robusta y mediana edad, que yacía en el suelo, con una expresión de dolor en su rostro, y un niño pequeño que lloraba y reposaba junto a ella. Lo extraño era que también había bosquejos y dibujos de diferentes personas, todas ellas con las mismas expresiones cadavéricas, angustiosas, realmente tétricas. Pero esa mujer de la pintura le causaba escalofríos, y la había dibujado varias veces más en otros cuadernos y croqueras. Aquel cuadro, le era realmente familiar a Saito, tanto que incluso le tomó una fotografía con su celular.

Cinco días después.

El paciente Tsunetsuki Hino había sido dado de alta esa tarde, eran alrededor de las seis, él llegó hasta su pequeño departamento. Notó que el lugar estaba todo revuelto. Era un espacio sencillo, lleno de pinturas y dibujos apilados por todas partes, con un sillón viejo, una televisión y una mesita. Tenía una pequeña habitación para dormir, la cocina y un baño.

- ¿Qué demonios pasó aquí...? -Se preguntó Hino, mientras se dispuso a reorganizar todo.

Esa tarde, Saito salió temprano del departamento de policía, Pasó por una tienda de comida y compró ramen y onigiris. Después de eso, manejó hasta las afueras de un edificio de departamentos alquilados y se estacionó cerca de éste.

Encendió su laptop y se dispuso a ver videos que mostraban a Hino estando en su departamento.

- Bien... Ahora podré saber que estás escondiendo idiota. -Sonrió expectante y sin quitar la vista de la pantalla. Se acomodó sobre su asiento y lo reclinó un poco, aflojó el nudo de la corbata y esperó a que transcurrieran los minutos para que su sopa de fideos instantánea estuviese lista. En la computadora, se podía observar a Hino comiendo ramen en la sala de su apartamento, sentado en el sillón y mirando la tele. Ambos envolvían los fideos en los palillos y lo comían, Hino comía lento y sin ganas, mientras que Saito lo hacía rápido y se quemaba, pero aún asi, no quitaba la vista de la pantalla de su computadora. Pasó como una hora más o menos, Hino no hacía absolutamente nada, solo estaba tendido en su viejo sillón con la vista perdida, eso causó que Saito cogiera un montón de sueño, y se quedó dormido echado hacia atrás sobre el cómodo asiento de su costoso auto. Minutos más tarde, despertó abruptamente y se enderezó, entonces volvió a poner atención en la pantalla mientras se frotaba los ojos. Hino ya no estaba en la sala recostado en el sillón, rápidamente lo buscó entre las otras cámaras que tenía, estaba mirándose frente al espejo de su habitación. Cuando Saito le vio, se sintió extrañado, Hino se notaba ido e inerte, aquello capturó la atención del minucioso detective, asi que hizo un zoom en la cámara para poder mirarle de cerca y ver qué clase de expresión tenía en su rostro. Una vez que lo hizo, Hayato dio un salto sobre su asiento. Era insólito, aquella mirada completamente diferente en los negros ojos del chico, daba escalofríos. El rubio detective sonrió levemente, entusiasmado por ver la verdadera identidad de su presa. Hino luego de estar en trance por unos segundos más, comenzó a abrigarse con ropa holgada y se dirigió hasta la puerta de su apartamento, entonces salió. Saito quedó completamente en alerta, dado que estaba a punto de ir hasta allí para seguirlo, no le tomaría más de tres minutos encontrarlo, ya que estaba estacionado afuera del edificio donde vivía Hino. Pero esperó unos segundos.

- Este imbécil... -Saito mordió su labio y luego recordó que también tenía acceso a las cámaras de vigilancia del recinto. Asi que rápidamente abrió la aplicación que le conectaba a ellas. Allí buscó el piso del edificio donde estaba el departamento de Hino, entonces lo pudo ver caminando por el pasillo. Hayato miró expectante y se preparó para salir de su auto e ir hasta el lugar, pero en ese momento preciso, Hino se detuvo en frente de otro apartamento, el 109, él vivía en el 106, sin embargo, escribió la clave en la cerradura de éste y entró con naturalidad. Saito recordó en ese momento, que cuando había conversado con el conserje del edificio, éste le había mencionado algo que le dejó inquieto sobre uno de los vecinos que vivían en el mismo piso que Hino: "Una chica joven llamada Amano Lisa vive en el departamento del 109, pero ella siempre está de viaje y casi nunca en casa". Cuando Saito le preguntó cuál había sido la última vez que la había visto, el conserje le respondió que solo la había visto una vez, cuando comenzó a rentar el apartamento hace como un año atrás. Cuando el detective le preguntó si podía describir a la chica, éste le dijo que era una muchacha de unos veintitantos años, delgada y con cabello oscuro. Aquellas palabras del conserje respecto al inquilino del 109, habían estado haciendo ruido en la cabeza de Saito todo el tiempo, y ahora sabía el por qué. Salió corriendo de su auto y se dirigió a toda prisa hasta el edificio. Entró en el ascensor y se bajó en el onceavo piso. Allí corrió hasta llegar al apartamento 109, estando afuera, comenzó a tocar la puerta. Golpeó un par de veces, sabía que Hino estaba adentro, así que continuó con más fuerza, ahora diciendo:

- ¡Policía, por favor abra la puerta! -Pasaron unos minutos más, entonces finalmente, Saito escuchó girar la cerradura, la puerta se abrió, las conjeturas del joven detective se esclarecieron al ver quien estaba tras esa puerta.

- ¡T-tú! Sabía que eras tú, infeliz... ¿A qué demonios estás jugando...? -Exclamó con desprecio y se metió a la fuerza adentro del departamento.

- ¿Ah, qué haces aquí...? -Preguntó en tono tranquilo e informal Hino. Estaba nuevamente vestido como chica, y actuaba afeminadamente, como si se tratara de una persona completamente diferente.

- ¿Crees que es divertido, eh? -Añadió Saito y comenzó a mirar a su alrededor. El lugar estaba desordenado, la mayoría de las cosas eran negras, como las cortinas, los muebles y accesorios. También habían un par de acríles con pinturas a medio terminar. El detective se dirigió con rapidez a husmear entre las cosas que había en el departamento, se dirigió hasta las demás habitaciones, la cocina era extremadamente limpia, estaba la despensa vacía.

- Hola, si... Permiso, ¿Podría revisar tu casa? ¡Gracias, de nada! -Expresó Hino mientras seguía a Saito por su recorrido en la casa.

- Así que... ¿Tú vives aquí... Aika chan? -Preguntó Saito, se había dirigido hasta el que se supone era el dormitorio, pero no había cama, en vez de eso, había instrumentos musicales y un cómodo sillón, además, un enorme armario y un espejo. Saitó se apresuró a abrir el armario, estaba repleto de vestidos y ropa negra.

- Vaya... En verdad eres fielmente gótica...

- ¿Ya estás satisfecho? ¿O vas a seguir husmeando entre mis cosas?

- ¿Sabes que eres un tipo verdad? ¿Crees que es divertido? -Hino solo sonrió burlescamente y se tapó la boca.

- Bueno... Admito que si lo es un poco. Aunque si yo tuviese un alter ego, no sería una chica, eso tenlo por seguro... - Saito se cruzó de brazos y miró con arrogancia a Hino. Éste sonrió y siguió colocándose un abrigo negro y elegante encima de su ropa de encaje.

- ¿Vas a salir...?

- Sí... ¿Por qué? ¿Quieres acompañarme? Puede que sea buena idea, después de todo, iré a buscar a ese desgraciado que le hizo esto a mi hermano. ¿Tú también lo buscas no...? Cómo fue que dijiste.... Emmm... ¡Ah si! Parecen simios golpeándose la cabeza contra la pared... Jajajajaja, es divertido que alguien como tú lo dijera, debes estar desesperado... -Continuó hablando Hino, con un tono muy informal e irónico. Caminó hasta la sala principal de su apartamento, y se dirigió hasta la entrada, donde estaban sus zapatos.

- Estás completamente loco, ¿Lo sabes no? Me pregunto a cuantos idiotas has engañado...

- ¿Además de a ti? -Le respondió el chico y se echó a reír, mientras continuaba colocando sus zapatos.

- Suplantación de identidad, conducir un auto robado, ¿Qué más puedo agregar a tu lista de delitos? ¿Eres estafador también no...? -Hino siguió arreglándose para salir afuera e ignoró al detective que intentaba provocarle.

- Entonces, dirás que irás tras el que te hizo esto, Tsunetsuki Aika... ¿Verdad? -Añadió Saito, poniéndose serio y mirando al chico cautelosamente. Había logrado provocarlo, pués Hino había alzado la vista para mirarle sorprendido.

- Entonces... Tú estabas al control cuando fuiste atacado... O atacada, como sea...

- En verdad eres bueno... Detective. -Le respondió Hino, el rubio detective suspiró y mordió su labio, para luego decir:

- En realidad, no me importa si eres tu hermana o tu prima o el señor Jekyll... Solo me interesa saber si recuerdas lo que pasó esa noche.

- Agh, pero que molesto eres... Eso es obvio, si te estoy diciendo que iré a buscarlo... -Respondió el chico, cambiando su expresión, demostrando algo de aflicción en su rostro. Saito pudo percibir su miedo y angustia, así que se quedó un momento en silencio y luego se determinó a decirle:

- Agh, demonios... Lo siento. En verdad me encantaría acompañarte a buscar a ese bastardo, pero es demasiado peligroso para ambos... Y si algo sale mal, los senpais me regañarían de por vida... Y, no sabes lo molestos que son.

- De que estas hablando ahora... -Expresó Hino con algo cabreado y ya listo para salir afuera.

- Lo siento, pero tendrás que venir conmigo a la estación de la policía.

- ¡¿Ah...?! ¿Y por qué? ¡No quiero! -Rezongó el pelinegro. Entonces se acercó a la puerta para irse, pero Saito se abalanzó sobre él. Ambos forcejearon por unos momentos, Saito intentaba contenerlo, ya que le estaba arañando y dando golpes para que le soltara.

- ¡Ya quédate quieto, maldita sea! -Exclamó harto el rubio detective. Entonces lo acorraló contra la puerta y agarró del brazo derecho con fuerza, Hino agarró la mano de Saito para intentar soltarse, y fue entonces cuando ocurrió. Pudo ver a través de él. Los recuerdos dolorosos casi siempre son los que perduran más en la mente de las personas, y Saito Hayato no era la excepción. Hino comenzó a sufrir una especie de crisis de pánico, su cuerpo temblaba, sus negros ojos tomaron un color plomizo, como si tuviesen cataratas. Saito reaccionó asustado y le soltó inmediatamente.

- H-hey, H-hino... ¡Hino! ¿Q-que tienes, que te sucede? -Preguntó alarmado y retrocedió unos cuantos pasos atrás, el chico no pudo mantenerse de pie, y cayó al suelo a causa del extraño ataque que estaba sufriendo.

- ¡E-espera, te llevaré al hospital! -Continuaba diciendo Saito, entonces el chico, que estaba arrinconado en el suelo, indefenso y perturbado, comenzó a llorar.

Tsuba san... -Murmuró, Saito estaba poniéndose sus zapatos cuando le escuchó.

- ¿Q-que dijiste...? -Preguntó con la voz entrecortada.

T-tsuba san... Despierta, por favor Tsuba san... -Los verdosos ojos de Saito se tornaron opacos y vacíos del espanto. Hino murmuraba con una forma de hablar muy peculiar y diferente a la que solía tener,incluso a la voz que tenía cuando se vestía de chica y se llamaba a si mismo Aika. Esta voz era más bien como la de un niño asustado, había sido poseído por los recuerdos que Saito albergaba en lo más profundo de su corazón.

L-lo siento, no me dejes solo... Tsuba san... ¡Te lo prometo, no volveré a desobedecerte! -El terror que sintió el detective en esos cortos segundos, fue uno que no había sentido desde hace mucho, pues aquellas palabras, fueron las que él pronunció en su infancia, cuando su niñera falleció, tirada sobre las heladas baldosas del baño de su antigua casa, como un animal. Inmediatamente aparecieron en su cabeza las imágenes de esos dibujos que Hino había hecho, aquella pintura que había llamado su atención, eran él y su niñera. Cuando reunió todas las piezas en su mente, sus brazos y piernas dejaron de responderle, temblaba aterrorizado de lo que había en frente de él y la expresión de su rostro se había desfigurado completamente... ¿Quién era ese extraño sujeto que había en frente de él? ¿Y por qué estaba haciéndole esto a él?

Tan solo fueron unos segundos, en las que las manos de ambos estuvieron unidas, pero Saito logró sentir que algo no estaba bien, esa persona definitivamente no era normal, lo pudo sentir cuando fue tocado por él, fue como una invasión a su mente, ¿Qué era...? ¿Un monstruo? ¿Un alienígena? ¿Un brujo o mago? ¿Cómo podría contra eso, fuese lo que fuese...? ¿Debería huir y olvidarse de lo que pasó...? La mayoría de las personas, sienten un profundo miedo de lo que no pueden entender y prefieren evadirlo. Lo desconocido, causa pánico, pero Saito no era conocido por ser un hombre cobarde. Sus ojos derramaban lágrimas, al igual que el perturbado Hino. El rubio intentó mantener las fuerzas en ese instante, respiró hondo y se armó de valor, luego su cuerpo que estaba paralizado del miedo, comenzó a responderle. Decidió quedarse a pesar de haber sido invadido por el terror, pues sintió una profunda tristeza al ver que un mocoso de no más de veinte años, soportaba un dolor tan grande, y él siendo mayor, se acobardaba. Se odió a si mismo por haber pensado en escapar, así que se acercó a Hino para ayudarle. Titubeó unos momentos antes de tocarle nuevamente, sus manos estaban frías y sudorosas.

- Tsuba san... ¡T-tsuba san...! -Continuaba balbuceando el pelinegro, lloraba igual que un niño, aquello partía el corazón de Saito, porque podía recordar el sentimiento que tuvo en ese entonces, cuando perdió a la única persona que le trató con amor y a quien él consideraba una madre.

- Hino... E-está bien, está bien Hino... E-estoy aquí contigo, por favor contrólate... -Intentó calmar al chico, sus ojos seguían extraños, grises y carentes de vida, Saito comenzó tomándolo con cautela de ambos brazos para levantarlo del suelo. Cuando logró ponerlo de pie, el chico logró calmarse un poco. Cabizbajo, con la mirada perdida, ya había logrado separarse de los recuerdos de Saito, éste le contenía y lo presionaba con fuerza, lo movía para hacerlo reaccionar. Transcurrieron unos segundos, hasta que Hino recuperó completamente la consciencia. Una vez que lo hizo, quedó atónito al notar que estaba de nuevo en ese lugar y que además de eso, tenía compañía.

- Detective S-saito -Murmuró aturdido, miró a su alrededor, no había duda, era de nuevo el apartamento 109.

- ¡Ahh, mierda! -Agregó después, miraba sus manos y se tocó la ropa, el abdomen, la peluca y siguió mirándose con extrañeza. Al cabo de unos segundos, se agarró la cara con ambas manos.

- ¡Demonios, no otra vez...! -Añadió y suspiró. Saito le miraba con extrañeza y ya se sentía más tranquilo, pero su cara estaba llena de sudor helado, al igual que las manos. Hino se dirigió hacia él y le preguntó serio y sin vacilar:

- ¿Qué está haciendo aquí...? ¿Qué relación tiene con...c-con e-ella? -Saito tardó unos segundos en reaccionar, seguía aún tratando de procesar la experiencia más extraña de su vida.

- ¿E-ella...? Disculpa es que... T-tengo que irme... T-tú ya estás bien asi que... -Balbuceó Saito, y se acercó hasta la puerta.

- ¡Le estoy haciendo una pregunta, Saito san! -El rubio titubeó un momento mientras abría la puerta del departamento.

- ¿D-de verdad eso importa...? Murmuró entre dientes. Luego abrió la puerta. Aquella actitud, hizo que Hino pudiese recobrar la consciencia de lo que había acabado de pasar, en el momento en que logró recordar, sus grandes ojos negros se llenaron de preocupación y se cubrió la boca con ambas manos. Estaba pálido y comenzó a llorar inconscientemente.

- Espere, Saito san, por favor. -Exclamó y alcanzó al detective, pero no se atrevió a tocarlo. Éste se volteó ligeramente, Hino pudo percibir su aspecto demacrado y deprimido.

- Me voy. -Terminó diciendo Saito, salió del edificio y se dirigió hasta donde tenía aparcado su auto. Esa noche, el detective Saito bebió hasta quedar completamente ebrio.

 

Notas finales:

Espero disfruten de este fic tanto como yo disfruto escribiendolo :,^)

 

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