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Confesiones por Kai s bitches

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Notas del capitulo:

Fic participante en el Desafío de Festivales organizado en el grupo de facebook Por el harem de Kai

Confesiones


 

-          Tengo que contarte algo.

Te escucho decir mientras tomas mi mano y tiemblo, tus ojos estaban llenos de decisión, los míos de miedo, asiento silenciosamente dejándote empezar y aun así te quedas en silencio. Un minuto,  luego dos más. Me empiezo a desesperar, tu calor me confirma que sigues a mi lado, tu ceño fruncido que te has ido a otro lugar, sonrío.

-          ¿Es tan grave lo que quieres decirme?

-          Me temo que sí.

Ahora suelto una carcajada, ¿qué puede ser más grave que lo que pasa en este momento?

Me miras aún más duramente y me tengo que calmar.

-          Sabes que puedes contarme lo que quieras.

Suspiras asintiendo y aun así pasa un momento antes de volverte a escuchar.

Empiezas recordando cuando nos conocimos, esa pequeña banda fundada en una sucia cantina, el amigo en común, las risas, los tragos y tú requerimiento de entrar. Confiesas primero que tenías confianza en que lo lograrías, que sabías que te aceptaríamos sin dudarlo.

-          Fuiste demasiado optimista.

-          Sabía que no tenían a nadie más.

Reímos un momento y continúas tu relato, que decidiste ser líder para que no te pudiéramos echar, confiesas que temías el no seguirnos el paso, y que te esforzaste por encajar en nuesta extraña amistad.

Me confiesas que querías golpear a Aoi desde que lo viste “coquetearme” tanto y que la discusión de ese entonces solo era una excusa y eso me ha desubicado.

-          ¿Cuándo según tú me intentó seducir?

-          No lo recuerdo, solo quería golpearlo.

Tu eterna sonrisa se hace presente de nuevo y me contagió, quieres empezar a hablar pero te interrumpo pensando un poco más en tus palabras.

-          En ese entonces tú tenías novia.

-          La tenía, sí.

Nos quedamos en silencio y buscas mi mirada.

-          Es tu culpa por seducirme.

Mencionas tan serio que no puedo evitar reírme.

-          Eres un idiota.

Ríes conmigo.

Continúas hablando mientras revelas cosas que ni siquiera hubiera sospechado, desde la desaparición de la comida de todos en el grupo hasta el miedo que en un tiempo te invadió cuando pensaste en desistir de todo.

Me confesaste que temías que al empezar algo conmigo se desmoronará todo, y que el miedo te invadía aún ahora cosa que comencé a negar. Sonreímos otra vez.

Empezaste otra vez y me contaste de tu padre y del perdón que nunca se llegará a dar, me contaste que rompiste los platos una vez cuando eras pequeño y que saliste corriendo de la casa, tu madre talvez sabía que eras el culpable pero nunca te llegaste a disculpar. Me contaste de tus amores y aventuras y entonces las fechas no comenzaron a cuadrar. Te observé molesto y tus ojos me contaban que era verdad. Suspiro, en verdad han pasado muchos años y no te puedo culpar, tampoco he sido un santo aunque de eso ya estás enterado hace mucho.

-          Lo siento.

Niego restándole importancia, aprieto un poco tu mano para animarte a continuar. Y me sigues contando de tus miedos y tus sueños, de tu infancia, de tu escuela, de tu madre y de tu abuela, de los chicos y de porqué siempre dejabas todo fuera de su lugar.

Y aunque aún no terminaba la tarde tú seguías hablando y por primera vez yo solo me dedico a escuchar, tus manos tiemblan un poco y de un momento a otro ya no te puedo escuchar.

Busco tu mirada con miedo y ahí está, tu eterna sonrisa y una mirada cansada. Aprieto los labios para no llorar.

-          Takanori no tengas miedo, solo voy a cerrar los ojos para descansar, solo será un momento. Puedes hablarme, te voy a escuchar.

Y asiento y cierras los ojos, y empiezo a hablar todo lo que no hablé en estas horas, y mis palabras se cruzan y tartamudeo un poco, y no sé ni de qué hablo y empiezo a temblar, porque siento que tu mano me aprieta cada vez menos, pero me dijiste que me ibas a escuchar, y recuerdo a Korón y te cuento que no ha aprendido ningún truco, y recuerdo a la viejita del departamento del lado a la que su hijo por fin fue a visitar, y antes de darme cuenta estoy llorando, porque ya has soltado mi mano y sé que no te volveré a escuchar.

 


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