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Al salir del velo por Timothy_William_42

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Snape,


te escribo para comunicarte que la Orden del Fénix volverá a reunirse. Tenemos un problema mayor que Voldemort, y debemos actuar. Entenderíamos que prefieras quedarte al margen de todo esto. En caso de que te interese ayudarnos, a nosotros y a todo el Mundo Mágico, nos vemos esta noche en Grimmauld Place.


Un abrazo,


Sirius Black.


 


Arthur, te esperamos esta noche en mi casa. Tenemos que hablar de lo que te comenté la semana pasada.


Avisa a tu familia. Y trae a Ron. Y que él avise a Hermione.


Sirius.


 


Minerva, la Orden volverá a reunirse. Esta noche. Te ruego que vengas.


Sirius.


 


Kingsley, esta noche. En mi casa. Ya sabes a qué me refiero.


Sirius.


 


Harry,


mi querido Harry. Sé que tras Voldemort no tenemos derecho a pedirte nada más, pero de nuevo estás en medio de algo que puede cambiar el curso de nuestra historia. La Orden se reunirá hoy en mi casa, necesitamos que vengas.


Mándame una lechuza y Remus y yo iremos a buscarte a la casa de tus tíos.


Te quiero, Harry.


Sirius.


 


La orden había empezado a llegar al caer la noche, aunque tuvieron que esperar cerca de dos horas a que llegase todo el mundo. Según Remus, porque a Sirius se le había olvidado convocarlos en una hora concreta; según Sirius, porque aquí cada cuál llegaba cuando le daba la real gana.


La primera en llegar fue Hermione. De hecho, llegó tan pronto que tuvo que esperarse sola en Grimmauld Place mientras ellos iban a buscar a Harry a Privet Drive. Y Remus tuvo que aguantar durante todo el camino las quejas de Sirius acerca de que Harry todavía no viviese con él. La verdad es que era ridículo; con Voldemort ya muerto, la casa de los Dursley no le ofrecía ninguna seguridad. Además, ahora que Sirius había dejado de ser un prófugo, podía reclamar su custodia como padrino. Y ni por esas resultaba tan fácil. El Ministerio creía que debían salvaguardar las voluntades de Dumbledore en ese aspecto (que el chico viviese con los Dursley hasta su mayoría de edad). Tonterías, si le preguntaban a Sirius. Atajo de incompetentes. Lo máximo que habían conseguido en todos esos meses era que Harry se mudase a Grimmauld Place el próximo verano, a sus dieciséis años de edad, y eso con la ayuda de Kingsley, actual Ministro de Magia. Llegados a este punto, Harry había decidido no apelar más y esperar pacientemente el último mes que quedaba de verano antes de volver a Hogwarts. Luego estaría más que feliz de irse a vivir con Sirius Black.


Cuando llegó Minerva, que fue la última, Remus dio comienzo a la reunión agradeciendo la asistencia de todo el mundo pues, según dijo, no estaba convencido de que todos fuesen a acudir. El resoplido de Snape fue perfectamente audible.


Tras estas formalidades a las que Remus era tan allegado, Sirius comenzó a explicar el motivo de todo aquello, intentando que los más jóvenes entendiesen que un Voldemort enfadado era un niño con pañales y chupete en comparación con la ira de la Magia misma.


Empezó por el principio, contándoles lo que había descubierto acerca de la intervención de la Magia en la línea temporal del Universo. Todos los Elegidos -es decir, los magos más poderosos sobre la faz de la Tierra-, ya habían sido escogidos en un tiempo sin principio. Y nada podía cambiar eso, o la desestabilización que sufriría la Magia sería fatal para todos.


-El tema es el siguiente -decía Sirius-, ¿quién será el Elegido una vez Harry haya muerto?


Siguió asustándoles con la probabilidad de que uno de los tres hijos que Harry debería haber tenido con Ginny fuese el siguiente Elegido. Algunos miembros de la Orden todavía no habían oído aquella historia de la supuesta descendencia de Harry, y la verdad es que el mismo Harry nunca se cansaba de oírla, así que Sirius acabó hablándoles a todos de como Ginny Potter parió a dos preciosos magos y a una preciosa bruja.


Y ahora llevaban cerca de dos minutos atascados en ese punto de la conversación.


-Es broma, confío.


Sirius aprieta los labios, intentando no reírse.


-Oh, no. Qué va.


-Es ridículo.


-Oh, sí.


-Insostenible.


Ya no pudo más, y las carcajadas de Sirius resonaron por toda la cocina. Bastantes se le unieron, mientras Harry mantenía la mirada clavada en el suelo y sus mejillas furiosamente coloradas.


-Albus Severus Potter. Albus Severus Potter. Es que no puedo creerlo. Es ridículo.


Sirius rió todavía más fuerte cuando Snape volvió a repetir el nombre de ese niño que nunca nació una y otra vez, como si fuese un acertijo muy complicado.


-Albus Severus Potter… Albus. Severus. Potter. Esto tiene que ser una broma de mal gusto. Potter, explíquese.


-¿Qué? ¡Yo no tengo que explicar nada! ¡Ni siquiera he puesto ese nombre!


Pero Snape estaba decidido a mantenerse en su trance, y todavía repitió el nombre un par de veces más antes de posar su furiosa mirada en Harry.


-Potter, ¿eres consciente de que fui yo quien mató a Albus?


-Sí, señor -la voz de Harry era apenas un murmullo.


-¿Y por qué diantres le pondrías nuestros dos nombres a un hijo tuyo? Está claro que era una manera bastante retorcida de reírte de mi.


-¡Eso no es verdad!


-Albus Severus Potter…


-Eso no tiene sentido.


Aquella era Hermione. Y aunque a Snape le pareció raro que precisamente ella le apoyase, no se iba a quejar.


-Exacto. Gracias, Granger.


-No hablo del nombre -replicó ella, haciéndole un gesto con la mano-. Pero no tiene sentido que ningún hijo de Harry y… y Ginny fuese a ser el Elegido. Los Elegidos nacen en el mismo instante que su antecesor muere.


-¿Qué? Espera, espera -ese era Sirius-, ¿por qué tú sabes esto y yo no? Llevo días enteros leyendo sobre este tema.


La risita de Ron inundó tímidamente la sala.


-Oh tío, es imposible haber leído más que Hermione sobre cualquier tema. Créeme.


-Cállate, Ron -y antes de seguir hablando, Hermione le dio un pequeño golpe en el hombro-. Fue cuando nos enteramos de que Harry es el Elegido. Leí un par de libros al respecto.


-¿Estás segura de eso? -preguntó Kingsley.


-Sí. Bueno, no lo sé. Debería volver a revisar esos libros -Hermione se giró hacia Minerva-. Profesora McGonagall si usted me permitiese entrar en la Sección Prohibida…


Minerva no se sorprendió en lo más mínimo al constatar que su alumna de oro había entrado en un lugar prohibido sin su consetimiento, y accedió a dejarla entrar siempre que ella misma la acompañase.


-Entonces, ¿problema resuelto? -volvió a preguntar Kingsley.


-Mucho me temo que no -respondió Remus-. Que el próximo Elegido no sea un hijo de Harry y Ginny no implica que no sea uno de sus nietos, o bisnietos. Y en tal caso, que Harry y Ginny no vayan a tener hijos, implica que tampoco va a haber Elegido. Seguimos igual que al principio.


Arthur tosió, dubitativo, antes de hablar.


-¿Creéis que si Molly y yo tuviésemos otra hija, y esta tuviese hijos con Harry, podía funcionar?


-Papá, mamá está…


-Eso ya lo sé, Fred. Gracias -su tono había sido demasiado cortante incluso para él, así que le apretó el hombro a su hijo en un gesto de perdón antes de explicarse-. A lo que me refiero, es que si eso fuese posible… Podríamos intentar copiar el ADN de Ginny de alguna manera. Llegará el día en que me haréis abuelo, quizás así…


-¿Pretendes que Harry se acueste con una de tus nietas? -la voz de Sirius no podía sonar más espantada.


-No exactamente. Era sólo una idea. Y hay muchas maneras de tener un bebé con alguien sin incluir el sexo. Sólo digo que podríamos intentar copiar el ADN de Ginny, nada más.


-De todas formas eso tampoco funcionaría -siguió Sirius-. Aunque Molly y tú pudieseis tener otra hija, esta no sería idéntica a Ginny. No se trata de imitar nada. A la Magia no la vamos a engañar con una imitación.


-No creo que a la Magia se la pueda engañar de ninguna manera -opinó Geroge, y todos asintieron.


-Estoy totalmente de acuerdo contigo, pero tiene que haber otra solución… -dijo Remus-. Tenemos que empezar a pensar algo.


-¿Qué propones?


-No lo sé, Severus. Confirmar si la descendencia de Harry tiene algo que ver con el próximo Elegido sería un buen comienzo. Kingsley, quizás como Ministro de Magia, los Inefables te cedan algo de información.


-Lo intentaré.


Todos estuvieron de acuerdo en que aquél era el mejor camino a seguir, y la reunión duró poco más. Quedaron en que Harry y Hermione pasarían el resto del verano en Grimmauld Place, ayudando a Sirius a descifrar las decenas de libros que había comprado. Minerva quedó en pasar a recoger a Hermione al día siguiente, y explorar juntas la Sección Prohibida de la biblioteca de Hogwarts. El resto, simplemente, pensarían opciones, buscarían información y preguntarían aquí y allá. No era un gran plan, pero era algo.


 


Sirius acabó de lavarse la cara y los dientes, y de vuelta a su habitación, se dejó caer en la cama. Todavía tenía una sonrisita incrustada en el rostro, a pesar de lo tenso de la situación. Pero es que cada vez que recordaba la cara de Snape pronunciando sin parar Albus Severus Potter le subían las carcajadas por la garganta con tal fuerza que no las podía contener.


Claro que su favorito era el de James Sirius Potter. Y también estaba el de Lily Luna Potter. Merlín sabía que Sirius no había conocido mucho a Ginny, pero no entendía como aquella niña le había permitido eso a su marido. Además, ningún nombre tenía nada que ver con ella: el padre muerto de Harry; la madre muerta de Harry; el padrino muerto de Harry; el viejo director amigo de Harry, oh, y muerto; y el peor profesor ya muerto de Harry. Y Luna Lovegood. Nada de Ginny por ahí.


Vuelve a acordarse de la mueca de Snape y no puede evitar volver a reírse.


Una idea le cruza la mente y, aún riendo, se levanta de la cama de un salto y se dirige a su escritorio. Albus Severus Potter escribe en un trozo de pergamino, y tras llamar a Vana, su nueva lechuza, le manda aquél mensaje a Snape.


 


Si pretendes burlarte de alguien, Black, te equivocas de objetivo. Yo no soy quien puso ese estúpido nombre.


 


Oh, no te desanimes. Podría ser peor.


Sirius.


 


No veo cómo, la verdad.


SS.


 


Tres palabras, Snape: James Severus Potter.


 


Sirius estaba extasiado. Miraba el reloj cada medio segundo y no, no se equivocaba. Eran cerca de las tres de la madrugada y Severus Snape (su Severus Snape) estaba despierto mandándole cartas para hablar de idioteces. Que le matasen ahora mismo si aquello no era la felicidad.


Vana entró de nuevo en su dormitorio, con un pequeño pergamino atado a su pata.


Cállate, Black.


Sirius sonrió. Y siguió sonriendo mientras escribía una respuesta. Quería asegurarse de que Snape trasnochaba por él, y no por algún otro estúpido motivo.


 


Todavía se me ocurren algunos más. ¿Qué tal Sirius Severus Potter? O mejor: James Severus Sirius Potter. Suena ideal, ¿no crees?


Por cierto, Snape, ¿qué haces despierto a estas horas? Había oído que los Slytherin sois animales de la noche, pero nunca me acabaste de encajar en ese perfil.


Sirius.


 


Eres retorcido. Tu madre estaría orgullosa de ti.


Y estoy despierto porque hay un imbécil que no me deja dormir con sus tonterías etimológicas.


SS.


 


Le había llamado imbécil, sí. Pero ¿qué más daba? Estaba despierto por él. No había ningún libro, ni ninguna poción, ni ningún otro motivo que mantuviese despierto a Snape, a parte de él mismo. Su sonrisa hacía rato que ya no le cabía en el rostro.


¿No te dejo dormir? Pues bien que me contestas, Quejicus. Siempre quejándote. Los viejos vicios…


 


Está bien. No te responderé más. Y ahora olvídame y déjame dormir.


Y no me llames Quejicus.


 


Quejicus. Quejicus. Quejicus. Quejicus.


James Severus Sirius Quejicus Black. Si algún día tengo un hijo, le llamaré así.


 


Si algún día encuentras a alguien tan desesperada para tener un hijo contigo, no dudo en que estará lo suficientemente loca como para permitirte cualquier cosa.


Recemos para que no llegué tal día.


 


Creía que no me ibas a responder más. No hay que decir mentiras, ¿no te lo enseñaron cuando eras pequeño?


Espera, ¿alguna vez has sido pequeño? Me cuesta imaginarte como un bebé baboso y pringoso.


 


Yo no babeo. No digas tonterías.


SS.


 


Yo sí babeo. ¿Quieres saber por quién?


Sirius.


 


No.


 


No. Bueno, esa respuesta no convencía a Sirius para nada. Porque si no lo hubiese querido saber, no hubiese respondido. Así que, aún sin querer hacerse muchas esperanzas, empezaba a creer que lo suyo con Snape no era una idea tan descabellada. Al fin y al cabo, ya habían dado las cuatro de la madrugada, ¡y seguía despierto por él! ¿Por qué no arriesgarse? Además, seguro que Snape ya lo sabía. Era imposible no notarlo, a decir verdad. Incluso Ron, que era francamente negado para esas cosas, había notado algo.


Y él era un Gryffindor, a fin de cuentas. Debía hacer honor a su casa.


 


Babeo por ti.


Sirius Black.


 


No hubo respuesta, pero esta vez tampoco la había esperado. Y esa pequeña esperanza que se había instalado en el pecho de Sirius se negaba a irse.


No tardó mucho más en caer en los brazos de Morfeo, con una radiante sonrisa en la cara.


 


Al día siguiente, Sirius se despertó pasado el mediodía. Se dio una ducha rápida y bajó a por café. Remus y Harry ya estaban en el comedor de la primera planta, enterrados bajo montañas de libros.


-¿Y Hermione? -preguntó, sentándose con ellos.


-Ha dio a Hogwarts con la profesora McGonagall -le respondió Harry.


Hablaron poco aquella tarde, enfrascados en la lectura. Pero no parecían avanzar mucho. O nada. Al menos hasta que las protecciones de la Mansión avisaron a Sirius de que Hermione quería aparecerse ahí. Cuando les dio permiso, Hermione se personó en el pasillo, y entró como una flecha en la salita donde todavía se encontraban ellos tres.


-¡Lo tengo! -fue todo su saludo-. Lo tengo, lo tengo.


No había otras dos palabras que les pudiesen alegrar más, y en cuanto Hermione se hubo acomodado en el sofá y disfrutado un par de segundos de las miradas de admiración de los tres, empezó a hablar.


-No me equivocaba al decir que un Elegido nace cuando el anterior Elegido muere. Pero hay una excepción.


-¡Adoro las excepciones! -proclamó Sirius.


-Veréis, nos olvidamos de una cosa muy importante. No sólo hay un Elegido vivo cada vez, también hay una Elegida.


-¿Una bruja?


-Exacto, Harry. Siempre conviven un mago Elegido y una bruja Elegida. ¡No sé cómo no pensé antes en eso!


Remus se acomodó la voz antes de hablar.


-¿Cómo puede ser eso? Creía que era un Elegido, hombre o mujer, daba igual. Pero no dos al mismo tiempo.


-Dime una sola Elegida que conozcas -Hermione esperó pacientemente un par de minutos-. ¿Lo ves? Ninguna. Y no las conocemos no porque no hayan existido, sino porque parecía absurdo que una mujer pudiese ser la más poderosa del mundo. Quizás ahora no lo parece, pero en los tiempos de Merlín, incluso antes, el Mundo Mágico no se salvaba del machismo que inundaba el mundo entero. Y con los siglos, simplemente se dio por hecho que siempre eran magos. Sin más.


-Como siempre, un grave error olvidar a las mujeres -sonrió Remus.


-Exacto -replicó ella, orgullosa-. En cuanto a esto, hay una excepción. Aunque el siguiente Elegido varón, o mujer, fuese uno de los descendientes de Harry y Ginny, la Magia podría aceptar a un sustituto.


-¿Un… sustituto?


-Un sustituto, sí. De todas formas, deberíamos confirmar que el siguiente Elegido realmente dependa de la descendencia de Harry, y también deberíamos saber quién será la próxima Elegida. Pero lo que más nos urge, es averiguar quien es la Elegida ahora mismo. Si Harry y ella tuviesen un hijo, o hija, éste sería, sin duda, un Elegido.


-¿Quieres decir que un hijo de ambos Elegidos será un Elegido seguro?


-Sí, Sirius. Sí. Además, esta es la única excepción que os decía. Aunque Harry y la Elegida actual sigan vivos, su hijo será el siguiente Elegido, asumiendo su poder tras la muerte de Harry. O de su madre, si fuese una niña. ¿No es genial?


-Lo es, claro. Eres genial, Hermione -dijo Harry-. Es todo perfecto, si nos olvidamos del detalle de que tendré que tener un hijo con una mujer a la que no he visto en mi vida.


-Quizás no sea necesario. Si Kingsley confirma que tu descendencia no tiene nada que ver con el siguiente Elegido, no hará falta hacer nada de esto.


-De todas formas -dijo Remus-, deberíamos hablar con Kingsley y que les pida a los Inefables todas estas informaciones: quién es la Elegida, si los hijos de Harry tienen algo que ver, y si en caso de que lo tengan, el Elegido que llevará la sangre de Harry será hombre o mujer. ¿No puede pasar que ya haya una próxima Elegida que vaya a nacer sin problemas, y que cuando Harry y la Elegida actual tengan un hijo, nazca también otra niña? Necesitamos, entiendo, un Elegido de cada sexo.


-Eso no puede pasar. La Magia controla esas cosas. Estoy segura.


-Genial -bufó Harry. No entendía por qué siempre le pasaban todas esas cosas raras a él.


A los pocos minutos, Sirius y Remus salían de Grimmauld Place en dirección al Ministerio de Magia. Cuanto antes supiese Kingsley de todo aquello, mejor. Mientras tanto, Harry y Hermione se habían quedado en la Mansión de los Black, escribiendo a la Orden del Fénix para convocar una reunión al día siguiente.


Hermione se esperó a que acabaran de mandar la última carta, la de los Weasley, antes de encarar a Harry.


-¿Qué te pasa?


-¿Que qué me pasa? ¡Estoy condenado a tener un hijo con no sé quién! Por Merlín. Y ni siquiera soy mayor de edad.


-Eso no es exactamente así. Igual no tienes que hacer nada.


Harry bufó, derrotado.


-O igual sí, Hermione. Ya me pareció raro cuando Sirius volvió del velo diciendo todo aquello de mis hijos con Ginny, y quizás en ese otro mundo hubiese sido feliz así, pero en este no. En este, te lo aseguro, no puedo ser más gay.


Hermione se levantó para sentarse a su lado, pasándole un amigable brazo por los hombros y abrazándole.


-No te preocupes antes de tiempo, ¿vale? Además, ya oíste al Señor Weasley el otro día, hay muchas maneras de tener un hijo sin que deban incluir sexo. Tú solo… Relájate, ¿vale? Todavía no sabemos qué va a pasar.


Harry le sonrió, aunque por dentro seguía sintiéndose tan condenado como cuando tenía once años. Ya ni siquiera podía decidir con quién se iba a la cama.


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