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Al salir del velo por Timothy_William_42

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-Ya he mandado llamar a Severus -comenta Albus, y vuelven a sumirse en el silencio.


Han pasado ya dos meses desde que Sirius salió del velo, y han avanzado significativamente en su guerra contra Voldemort. El diario y el anillo ya están destruidos, y han conseguido reunir el guardapelo, la copa y la diadema. Suman cinco horrocruxes. Esa misma noche planeaban destruir esos tres. Sirius había confirmado las sospechas de Dumbledore: el veneno de basilisco acabaría con ellos. Tan solo necesitaban usar la espada de Gryffindor, que ya tenían preparada sobre la mesa.


Oyeron como la escalera se movía. Severus debía haber llegado ya.


Sirius estaba nervioso. No lo había vuelto a ver desde la reunión de la Orden en Grimmauld Place dos meses atrás, pero sus sentimientos no habían cambiado en absoluto. Lo único que había cambiado era Remus Lupin, y Sirius se sentía orgulloso de él. Tras un par de semanas en las que Remus prácticamente desapareció de su vida, Sirius le fue a buscar. Había pensado mucho en eso. No quería que Remus pensase que no se interesaba por él, pero así es como se sentía cada vez que Sirius le aseguraba que no tardaría en superar su ruptura. Una mañana, harto de haber perdido a su único amigo, Sirius le invitó a Grimmauld Place y le pidió que lo acompañase a su habitación. Sabía que aquello era peligroso, que Remus no tenía que conocer más que lo imprescindible de su propio futuro, pero verlo sufrir por él de aquella manera tan desgarradora era más de lo que Sirius estaba dispuesto a soportar. Así que hizo caso omiso del sentido común, y una vez en su cuarto, le mostró algunos recuerdos en el pensadero. Recuerdos en los que Remus seguía llorando a Sirius, pero en los amigables brazos de Tonks. Recuerdos en los que cada vez le lloraba menos, hasta el día en que Tonks le confesó que le había amado desde el precioso instante en que se conocieron. A Remus no le gustó verlos, pero empezaba a hacer las paces con su destino. Además, cuando le preguntó a Sirius si él llegaría a corresponder a Tonks algún día, Sirius no le contestó. Se limitó a decirle, sonriendo, que la decisión era suya. Fue la primera vez que se abrazaron felices después de que Sirius confesase su nuevo enamoramiento.


Severus entró en el despacho y les saludó sin demasiado ánimo. En su cara era visible el horror en el que vivía esos días. Nunca su papel de espía le disgustó tanto.


-¿Esto son…?


-Sí, lo son -le sonrió Albus, solícito-. Y vamos a destruirlos hoy. Pero antes queríamos pedirte ayuda. En primer lugar, necesitamos tentar a Voldemort, que se deje ver, para que Harry pueda actuar.


-¿Quiere que le incite a venir aquí?


-Exactamente. Y es de vital importancia que lo haga con Nagini. Ella debe morir antes de que Harry mate a Voldemort -Severus asintió-. Perfecto. Y en segundo lugar, mucho me temo que tenemos que pedirte que vayas esta noche con él, una vez más. Si todo marcha como pretendo, mañana mismo Voldemort podría venir a Hogwarts, y acabaríamos con esta pesadilla de una vez por todas.


-¿Qué tengo que hacer?


-Como sabrás -continuó Albus-, quedan todavía un par de semanas para que finalice el curso. Presumo que Voldemort querrá venir aquí con la intención de matar a Harry, pues sabe que le será imposible hacerlo en casa de sus tíos. Lo que te pido que hagas, Severus, es que te presentes esta noche ante él y le digas que yo he conseguido averiguar dónde estaban sus horrocruxes, y que me dispongo a destruirlos. Que te crea o no es irrelevante, pues en cuanto Sirius los destruya, ya no podrá dudar de tu palabra. Cuando eso pase, y fingiendo actuar desde la vergüenza y el arrepentimiento por no haber sabido antes a cerca de mis planes, dile que regresarás a Hogwarts y, usando la confianza que yo tengo en ti, me ma


-¡No!


Sirius se había levantado del sillón donde escuchaba, nervioso. Aquél plan no le gustaba, y Albus lo sabía bien.


-Sirius, no podemos jugar con el futuro.


-Sabes bien que lo que propones no pasó así.


-Lo que sé es que mi muerte ya está programada, y no podemos jugar a cambiar su ejecutor. No sabemos las consecuencias que eso podría traer al mundo, así que sólo nos queda sacarle el mayor partido.


Empiezan las explicaciones, y Severus las escucha de la manera más serena que es capaz. Matar a Dumbledore. Sirius le habla de Draco, de una misión de Voldemort, de un juramento inquebrantable. Pero nada de eso ha pasado, así que no entiende la hosquedad de Albus en insistir que sea él quien le mate. No es que no aprecie la estrategia, desde luego si él mata a Dumbledore, Voldemort le perdonaría cualquier cosa, y sería absurdamente sencillo hacerlo venir a Hogwarts, incluso con Nagini.


-Moriré de todas formas, y lo sabes.


-Queda más de un año para eso. Contando que no consiga una cura antes, lo cual no deberías descartar tan rápido.


-Déjame tener una muerte digna y útil, Severus. Concédele un último deseo a este viejo.


Niega con la cabeza. No sabe en qué momento se ha sentado en un sillón, hundiéndose en él. Aunque ha llegado a dudar de la veracidad el relato de Black, no cree realmente que ese hombre mienta. El resto de información que les ha dado ha resultado ser exacta, así que no hay motivo para pensar que pueda fallar esta vez. Y comparte la opinión de Dumbledore de no jugar con el futuro. Ya han cambiado demasiadas cosas que estaban escritas.


Ni siquiera sabe porque se sigue negando. Al final aceptará, él lo sabe tan bien como lo sabe Albus, pero se resiste. No es matar lo que le detiene, ya lo ha hecho antes y seguramente volverá a alzar su varita algún día con esa intención, pero no contra Albus. No contra el único hombre que se fió de él. A pesar de las manipulaciones, de mandarlo a misiones suicidas sin remordimientos, a pesar de todo: confió en él cuando nadie más lo hizo. Le debe lealtad, pero incluso la lealtad debería tener límites.


-Puedes hacerlo.


Oye la voz de Black hablándole. Suena suave y lastimosa, pero no quiere su compasión. Hace ya cerca de una hora que discuten sobre lo mismo, y Albus ha logrado convencer a Black de que el apoye.


-Sé que sería más fácil si hablásemos de matar a alguien por quien no sientes nada, pero puedes y debes hacerlo, Snape.


-Desde luego sería más fácil si tuviese que matarte a ti.


Las palabras han brotado solas de su boca, pero no les da ninguna importancia. Al menos hasta que oye a Black hablar de nuevo, con la voz rota.


-Duele.


-¿Morir? -le pregunta. No obtiene respuesta, así que se dirige a Albus-. Está bien. Pero espero que sepas que no tenías derecho a pedirme esto.


-Severus, por favor.


-Ya he dicho que sí -se levanta, caminando hacia la puerta-. Es mejor que empecemos cuanto antes.


La puerta se cierra tras él. Tiene una hora para aparecerse ante el Señor Oscuro, convencerle de que no sabía nada del plan de Dumbledore hasta ese momento e informarle de que está a punto de destruir tres horrocruxes. Luego le suplicará perdón y le prometerá matar al director de Hogwarts, para que los mortífagos puedan tomar la escuela y acabar con Harry Potter de una vez.


 


Mientes, fue la respuesta de Voldemort cuando le habló de la inminente destrucción de los horrocruxes. Mientes, Severus, me has fallado. Pero ese discurso acaba de golpe cuando el Señor Oscuro nota en alma propia la destrucción de tres de sus pedazos. Grita, maldice y tortura a todo aquél que se le cruza, pero acaba por aceptar la propuesta de Snape. Debe matar a Potter lo antes posible, y aunque no se fía de él, le concede la oportunidad de enmendar sus errores. Matar a Dumbledore es una buena opción. De ninguna otra manera podrían invadir Hogwarts, eso lo sabe bien, así que obliga a Severus a formular un Juramento Inquebrantable. Cuando lo cumpla, y Albus Dumbledore esté definitivamente muerto, Lord Voldemort tomará Hogwarts.


 


Llega al despacho de Dumbledore acompañado por Bellatrix. Ella no lo cree capaz de hacerlo, y él mismo lo duda cuando Bellatrix lanza a Albus contra una pared de su despacho, riéndose al oler su sangre.


-Severus… Severus…


Le está suplicando. Suplicándole morir. En ese momento, Snape se olvida del plan, de su papel como espía, de Potter, Voldemort y Nagini. Se olvida de todo y sólo ve a un anciano torturado y tirado en el suelo, suplicándole morir.


-No vas a hacerlo. ¡Traidor! ¡Lo sabía!


Bellatrix alza la varita, emocionada con la idea de hacerlo ella misma, pero Snape la aparta con un brusco empujón.


-Cállate.


Lo vuelve a mirar. Albus todavía tiene impresa la súplica en sus ojos azules, ya casi sin vida. Y él no sabe de dónde sacar la fuerza. Una idea poderosa empieza a cobrar importancia en su cabeza: ya lo ha hecho antes. Black lo dijo, Black lo vio. Eso ya ha pasado. Con una última mirada a la mano putrefacta de Albus, Severus alza su varita contra él.


-Avada Kedabra.


Siente el peso del Juramento Inquebrantable desaparecer. Oye como Bellatrix chilla, histérica de júbilo, mientras rompe los ventanales y conjura la Marca Tenebrosa en el cielo que cubre Hogwarts. Nota como su propia Marca arde ante la llamada, y se obliga a sí mismo a no desfallecer. No aún. No sin arrastrar antes a Nagini con él, y darle la oportunidad a Potter de hacer su trabajo.


Cuando se coloca junto a Bellatrix en el balcón, a esperar al Señor Oscuro, ya no siente nada. De nuevo. Es una sensación familiar, casi reconfortante. Ha vuelto a partir su alma de la peor de las maneras, y ya ni siquiera siente interés alguno en recuperarla.


Sólo una noche más, se dice. Una sola noche más para despejarle el camino a Potter, y luego podrá derrumbarse hasta los confines del infierno.


 


La batalla ya ha empezado. La Orden del Fénix está allí, peleando codo con codo con los estudiantes de Hogwarts por mantener la escuela. Harry ya conoce el plan: debe ir a morir. Y cuando ya esté muerto, debe regresar a la vida y arrebatársela a Voldemort.


Ha ido en su búsqueda, hacia el despacho del director, junto con Ron, Hermione, Tonks y Remus. Ellos le cubren las espaldas, le aseguran llegar vivo ante su verdugo. Y Harry está dispuesto a cumplir su papel.


Mientras avanzan por los pasillos no pueden evitar ver cadáveres. Algunos enemigos, otros de los suyos. Harry sólo espera que entre esos cadáveres no esté el de nadie cuya muerte no pueda soportar. No quiere sentir dolor en aquellos momentos, porque sabe que si siente algo más que determinación, fallará. Y no puede fallar.


 


Sirius está aterrado. Lucha contra tres mortífagos mientras sostiene a Molly Weasley con su brazo libre. Molly sangra y sangra y parece que nunca vaya a parar de sangrar, y él ni siquiera puede lanzarle el más básico de los hechizos curativos.


-¡Protego! ¡Protego! ¡¡Protego!!


Uno de los mortífagos cae muerto y los otros dos voltean para atacar. Es Snape. Sirius le oye gritar que Nagini ya está muerta, y asiente mientras deja inconsciente a un mortífago más. Severus hace lo propio con el tercero.


-Snape, ¡Snape! Ven, te necesito -le chilla, su voz nunca había sonado tan desesperada-. Es Molly, yo no sé qué hacer. No sé qué hacer…


Pero no puede acabar la frase. La aguda voz de Bellatrix llega a sus oídos, y el corazón se le para cuando contempla como Severus cae al suelo. Una esperanza le hace latir de nuevo, ese rayo no ha sido verde. Deja a Molly en el suelo, aún viva, y corre hacia Snape, mientras ataca a Bellatrix. Ni siquiera se defiende; las maldiciones salen solas de su boca, una tras otra, una tras otra, hasta que la desarma.


-Cometiste un error.


Ella ríe, mostrándole sus ennegrecidos dientes.


-¿Cuál, primito?


-Atacar a Severus Snape. ¡Avada Kedabra!


La ve caer muerta y la olvida, deshaciendo sus pasos hasta Severus. Respira, todavía respira, gracias a Merlín. Sirius le lanza todos los hechizos curativos que conoce. Han llegado refuerzos y Kingsley les cubre las espaldas mientras él trata de reanimar a Snape.


-Respira, ¿vale? Tú sigue respirando, ¿vale? Por favor, por favor…


La que ya no respira, ni lo hará nunca más, es Molly Weasley. Pero Sirius es incapaz de pensar en ella cuando todavía está sosteniendo el cuerpo de Severus entre sus manos. Ni siquiera la recuerda al oír el desgarrado aullido de Arthur.


 


A la semana, el mundo mágico parece haber vuelto a la normalidad.


Los mortífagos han sido capturados y encerrados en Azkaban; Albus Dumbledore ha sido enterrado como merecía; Severus Snape ha hecho público su papel en todo eso, con el apoyo testimonial de Sirius Black y el respaldo de Kinglsey Shacklebolt, actual ministro; Minerva McGonagall luce ahora el puesto de directora de Hogwarts; y Harry Potter sale del hospital, hecho un héroe.


Sólo hay una cosa que sigue mal, y es la gente que perdieron en el campo de batalla. Molly Weasley ya no volverá a cocinar, ni Tonks a animar a Remus, ni tampoco Neville volverá a hacer explotar un caldero. Albus Dumbledore ya no dirigirá Hogwarts, ni Hagrid guardará sus terrenos. Tampoco Ginny besará a nadie nunca más.


Y Sirius, a pesar de haber dejado de ser un prófugo, no ha salido de Grimmauld Place desde entonces. Recuerda lo que vio en el velo, y no se cansará nunca de dar gracias a Merlín por que Remus y Snape sigan vivos. Ver a Fred, o oír hablar de él, también le anima. Pero eso no quita que los Weasley estén destrozados. Duda que Arthur supere jamás la pérdida de Ginny, y no tener a Molly para acompañarle en el duelo le parte el alma todavía más.


-¿Todavía pensando en eso?


Remus se instaló con él en Grimmauld Place después de la batalla final, pues los mortífagos destruyeron su casa. Sirius se siente cómodo con eso. Es esos meses, Remus ha enderezado su vida de manera admirable, y aunque Sirius sabe que todavía le mira con una ansiedad desesperada, esas miradas cada día son menos.


-No puedo quitármelo de la cabeza.


-Sirius, vamos, no fue tu culpa. Molly murió como podíamos haber muerto todos. Tú no empuñaste esa varita.


-Yo la tiré al suelo para salvar a Snape. La tiré ahí, y dejé que se desangrara sin dedicarle ni un solo pensamiento más, joder.


-Eso nos podría haber pasado a todos.


Le acerca un vaso con whisky de fuego bastante más lleno de lo normal. Sirius se lo agradece y empieza a beber. Lleva así una semana, y que un rayo parta a Remus si él no le conoce y sabe que se pasará así semana tras semana, para el resto de su vida. Esa historia ya la han vivido antes, con James y Lily Potter. Sirius sigue sintiéndose tan culpable de su muerte como el mismo día en que sucedió. Su dificultad para perdonar los errores de los demás es inmensa, pero es todavía mayor cuando se trata de sus propios errores.


Sirius no dice nada más. Conoce la teoría, sabe que un error lo comete cualquiera. No duda que si Molly hubiese estado en su situación y hubiese visto a Arthur como Sirius vio a Snape, también le hubiese dejado. Pero eso no cambiaba nada. Lo que pasó seguía estando allí, como una fantasma más.


-Hablemos de otra cosa -propone Remus, con toda la animación que es capaz de fingir-. Tú que eres experto en enamorarte de los recuerdos, dime, ¿cómo sucede eso?


-Tonks, ¿eh? Siento que ella…


-Y yo. Pero prefiero recordarla con esa sonrisa y ese pelo de colores.


Ambos se fuerzan a reír. Quizás algún día lo consigan.


Sirius se levanta y sale del comedor sin decir nada. A los pocos minutos vuelve, con una sonrisa real y traviesa dibujada en su rostro.


-Tengo algo para ti, Moony.


-Oh, sorpréndeme.


Le entrega un maletín. Cuando Remus lo abre, descubre un montón de frascos llenos de recuerdos y etiquetas.


-Antes no quería que lo vieras, con todo eso de no conocer el futuro. Pero este futuro ya no existirá, así que, bueno, son para ti.


-¿Qué son?


-Tus recuerdos. Es tu vida, Remus. La vida que hubieses tenido si yo no hubiese vuelto del velo -levanta una mano para callarle y seguir hablando-. Ya sé que no es mi culpa, ya lo sé. Sólo quédatelos, ¿vale? Es tu vida junto a Tonks, y junto a Ted.


-¿Quién es Ted?


-Tu hijo.


Había centenares de recuerdos en ese maletín, y con el tiempo, Remus llegó a vivir sus dos vidas. Llegó a conocer a su hijo, Ted Lupin, y a reírse con él. Verdad era que, en esos recuerdos, Remus estaba muerto, pero Sirius le había entregado también los recuerdos de Ted, y de sus nietos. Pero Remus todavía seguía en Grimmauld Place, y aún no había visto ninguno de esos momentos, así que sólo podía pensar en una cosa: seguía amando a Sirius Black. Por esos regalos, por esos detalles, por tenerle siempre tan estúpidamente presente como para pasarse días enteros encerrado seleccionando y etiquetando esos frasquitos de recuerdos.


Así que ahí estaba él, diciéndose que mientras pudiese vivir con Sirius, trataría de recuperarle. Al fin y al cabo, Snape no daba muestras de entender lo que se estaba perdiendo, ni siquiera de sospecharlo. Y Remus pensaba aprovecharse de eso.


 


No sé si duele morir, Snape. Espero que no. A lo que me refería ese día en el despacho de Albus era a que me duelen tus palabras. Todavía hoy. Desearía que llegase el día en que no te fuese tan fácil matarme.


Sirius Black.


Severus miraba la carta atónito. Al principio, ni siquiera sabía de qué le estaba hablando Black, pero acabó recordando sus propias palabras. Desde luego sería más fácil si tuviese que matarte a ti. No le había mentido, y todavía ahora seguían siendo tan ciertas como en el momento en que las pronunció, pero se sentía mal. Nunca había considerado la idea de que algo de lo que él le dijese a Black pudiese dolerle. Llevaban años diciéndose barbaridades mucho peores que esa.


Volvió a leer la carta y bufó, apurando su copa de vino tinto y cerrando los ojos. Ya era hora de dejar de hacerle daño a quien no lo merecía.


 


No sé qué esperas que te responda, pero me disculpo por esas palabras. Matar nunca es fácil.


Severus Snape.


 


No esperaba nada. Ni siquiera una respuesta. Pero te equivocas: matar, algunas veces es sencillo. O eso es lo que me dice mi experiencia. Mataría a Bellatrix Lestrange una y otra vez, y de ninguna de ellas me arrepentiría.


Sirius Black.


 


Gracias.


Esta vez no había firmado la carta, pero daba igual, Sirius no tenía ninguna duda de quién la había escrito.


-¡A cenar!


La voz de Remus, desde la cocina, le devolvió al mundo. Sonrió. Grimmauld Place era menos tétrica teniéndole a él ahí. A excepción, claro estaba, de cuando el cuadro de su madre estallaba en maldiciones al ver a un hombre-lobo durmiendo entre las paredes de su mansión.


Cenaron y jugaron a las cartas hasta altas horas de la noche. Bebieron como si no hubiese un mañana. Y cuando ya iban borrachos como cubas, Remus dejó de poder controlar sus bajos impulsos. No que se justificase en ello, pero la luna llena estaba cerca, y la llamada sexual del lobo siempre era difícil de ignorar.


-Para.


-No estoy haciendo nada -replica, fingiendo indignación.


-Estás ronroneando, Remus.


-No es verdad.


-Qué sí.


-Bueno, ¿y qué? Tengo ganas de ronronear.


-Remus…


-No significa nada.


-Te conozco.


-Me da igual.


-No podemos hacer esto, ¿vale? No podemos y ya está.


Pero Remus no está para discursos moralistas, así que se coloca a horcajadas sobre Sirius y empieza a devorarle la boca. No habían vuelto a besarse desde que Sirius cayó en el velo, pero aquello se sentía igual de bien que entonces. Además, Remus contaba con una ventaja enorme, y es que se sabía profundamente deseado. Siempre había sido así.


Se separa un poco y le mira, con el deseo grabado en sus ojos. Ambos pueden oler al lobo reclamando lo que quiere, y Sirius gime ante eso. Sería fácil caer en la tentación. Sabe qué hacer con Remus. Es más, cómo hacer que Remus Lupin gima es lo que mejor se le da a Sirius Black, de entre todas las cosas. Y por Merlín que Remus también sabe cómo tratarlo a él.


Pero aquello no le acaba de parecer correcto. No se quiere aprovechar.


Siente los labios del licántropo recorriéndole la mandíbula, mordiéndole con demanda el cuello, la clavícula. Ha empezado a desabrocharle la camisa, y le oye gemir contra su cuello húmedo.


-Joder, Moony. Esto no… no está bien.


-No te estoy pidiendo que te cases conmigo, Paddy -mientras le murmura en la oreja ha empezado a frotarse contra la polla ya algo dura de Sirius-. Sólo te pido que follemos. Una noche, como antes. Sabes que te gustará.


-Claro que me gustaría.


-¿Entonces?


A Sirius le cuesta dejar de gemir para hablar. Nota su polla frotándose con la de Remus, y nota como su autocontrol moralista se está evaporando.


-No quiero aprovecharme de ti. No quiero que pienses que ha cambiado algo, Moony.


-Oh, cállate -vuelve a besarle, con más ganas. El lobo le reclama, y ahora que sabe que Sirius no le rechazará, le reclama con furia desmedida-. Yo sí quiero que te aproveches de mi -le murmura, tras lamerle el lóbulo con lentitud-. Quiero que me folles la boca hasta que la tengas tan dura que no me la puedas hacer tragar, y luego quiero que me abras de piernas y te aproveches todo lo que puedas.


-Remus…


-Que me folles con todas las ganas que sé que tienes, Sirius. Que me rompas el culo como sólo tú sabes hacerlo y que me llenes cuando te corras. Quiero notar como se me escurre tu semen entre las piernas.


-Remus, por Merlín…


-¿Tú no quieres?


Vuelve a besarle para evitar que responda. Baja por su pecho, aún parcialmente cubierto de ropa, besándole, acariciándole. Sigue bajando hasta arrodillarse delante de Sirius y liberarle la polla. Entonces le mira. Quiere que vea bien cómo le lame la punta, goloso.


-¿De verdad que no quieres, Paddy?


-Eres un cabrón manipulador.


-Puedo parar, si quieres -dice, mientras sigue lamiéndole la punta y masajeándole los testículos.


-No puedes.


-¿Me estás retando?


Remus le sonríe, divertido. Se ha sacado la polla de Sirius de la boca, después de engullirla entera una sola vez, y ahora le mira con las manos levantadas. Esa pequeña broma no dura mucho, porque Sirius le agarra del pelo y le conduce hasta su polla con brusquedad, haciendo que se la vuelva a meter entera en la boca.


-Chupa y calla, Moony. Y luego te voy a follar tan fuerte que te vas a acordar de mi hasta tu próximo cumpleaños.


Oye como gime dentro de la mamada, y sonríe. Hacía tiempo que deseaba follar (joder, ¡y cómo lo deseaba!). Claro que no con Remus.


-Espera, para. ¡Para!


Sirius ya está de pie, nervioso. No con Remus, no con Remus. Se repite.


-¿Qué pasa?


Le mira. Sigue arrodillado en el suelo y puede notar su polla completamente dura debajo de los pantalones. Él la tiene igual. Se cubre un poco antes de volver a encararlo.


-No quiero esto, ¿vale? Joder, lo siento. No sé qué me pasa por la cabeza, pero esto no puede ser. Yo no siento por ti lo que… Remus, por favor.


Ya es la una de la madrugada. Algo tarde para mandar lechuzas con correo, pero eso no impide que una lechuza entre por la ventana y se pose sobre la mesa, mirando a Sirius.


-Es suya, ¿verdad?


-Es la de Snape, sí.


-No digas su nombre -su voz suena rota, como él.


Se levanta del suelo. Ya no se nota excitado, ni siquiera borracho, y ahora se siente ridículo. Sirius tiene razón, claro. Pero él está desesperado por hacerle entender que Snape nunca le dará lo que él sí puede darle.


-¿La vas a leer ahora?


-Puedo esperar a mañana.


Pero Remus niega con la cabeza.


-Dudo que quieras esperar a mañana.


-¿Y qué más da? Esta es nuestra noche -replica-. Podemos seguir bebiendo, jugando a las cartas, hablando, lo que quieras, ¿vale? Es nuestra noche.


-No Sirius, lo que yo quiero está claro que no va a pasar. Lo siento. De verdad que lo siento. No tengo derecho a pedirte… Me voy a dormir. Nos vemos mañana.


Cierra la puerta sin esperar respuesta, y es un acierto, porque Sirius no sabe qué responder.


Coge el pergamino que le ofrece la lechuza y se deja caer en el sofá. Se siente como una mierda. Se supone que Remus es su mejor amigo, su hermano. Su ex pareja. No debería jugar con él así. Quizás ni siquiera debería haberlo invitado a vivir en Grimmauld Place, pero no pudo dejarlo en la calle o decirle que se fuese a un hostal. Suspira, cansado. Quiere a Remus en su vida, pensar lo contrario sería una estupidez. Más que eso: le necesita. Siempre ha sido así, como con James. Pero no ve la manera de manejar esa situación con más madurez. El papel de sensato es el de Remus, no el suyo.


Se sirve otro vino. Ya va completamente borracho, pero qué más da. Tampoco es que tenga nada que hacer mañana, ni pasado, ni el otro. Le da un sorbo a su bebida y abre la carta.


Siento las horas, Black. Le he dado instrucciones a Niri para que no te despierte. Aunque si te encuentra despierto, esperará por una respuesta.


No quiero importunarte, pero hay algo que me ronda la cabeza. Dijiste que me viste matar a Dumbledore, dentro del velo, y que luego yo acababa muerto. No te estoy pidiendo detalles morbosos, simplemente me gustaría saber si sirvió de algo. Si todo lo que hice durante todos estos años, en ese mundo paralelo del velo, sirvió de algo. Si no le asesiné en vano.


Siento que, en este mundo en el que vivimos ahora, no ha servido de mucho. Potter podría haber cumplido la profecía sin mi ayuda. No me gusta reconocerlo, pero hubiese sido perfectamente capaz de lograrlo solamente con la ayuda de Granger.


Sólo eso. Sólo dime si, al menos dentro del velo, yo hice algo para ayudar.


Severus Snape.


 


Lo hiciste todo.


SB.


 


Ya son casi las dos cuando Niri vuelve con otra carta de Snape. Sirius sigue en el mismo sofá, acabándose la botella de vino.


Eso no es una respuesta, Black, por Merlín. Si no quieres responderme, sólo tienes que decirlo.


SS.


Pero Sirius sí quiere responderle. Y todo ese alcohol que tiene en sangre, le da una estupenda idea de la que se arrepentiría horas después. Él no era un gran experto en el arte de la seducción, mucho menos a través de las palabras, pero estaba seguro de que Snape lograría entender todos y cada uno de los dobles sentidos que su mente estaba pensando para él.


 


Sí quiero responderte. Quiero complacerte en todo lo que necesites. Pero te he dicho la verdad: lo hiciste todo. Igual que lo has hecho en este mundo en el que vivimos ahora. En ambas realidades, has logrado engañar a Voldemort y pasarnos información vital; has luchado con la mayor valentía que he visto jamás; y desde luego, le has salvado la vida a Harry en incontables ocasiones. Eso es hacer mucho, ¿no crees? Así que sí quería responderte, y con sinceridad: para mi lo has hecho todo.


Sirius.


Severus bufa, sin siquiera saber cómo se siente. Black es imbécil, se dice, y aunque ya estaba acostado en la cama, se vuelve a levantar y se prepara un té. No le gusta que Black se ría de él, y con el paso de los años, cada vez le gusta menos. Ese hombre tiene una capacidad desmedida para sacarlo de sus casillas.


Se sienta en la mesa de su escritorio, con el té a un lado, y empieza a redactar una respuesta. Dormir se le ha olvidado por completo.


 


Sólo te lo he preguntado porque realmente pensé que podrías ayudarme, pero ya veo que te está divirtiendo bastante esto de reírte de mi. Soy consciente de mi papel en todo esto, Black, y aunque engañé al Señor Oscuro, no olvido todo lo que tuve que hacer para lograrlo. Como matar a Albus. Y la valentía nunca ha sido algo que posea, ni admire. Así que deja de decir estupideces.


SS.


 


Eres un capullo, Snape. Te estoy diciendo todo esto de verdad, de corazón. De verdad quiero complacerte en todo, ¿sabes?


Dentro del velo Nagini te mataba por orden de Voldemort. Él creía que, como tú habías matado a Albus, la varita de sauco te pertenecía, y que él debía matarte a ti para que le obedeciese plenamente. Se equivocó. Aunque tú mataste a Albus, fue Draco Malfoy quien le desarmó. En ese futuro, Harry llegó a tiempo para verte antes de morir. Le entregaste algunos de tus recuerdos, y tras pedirle que los mirase, moriste. En esos recuerdos estaba tu papel como espía, el por qué habías tenido que matar a Albus, y también la explicación de lo que debía hacer Harry a partir de ese momento. Como ya te he dicho: sin ti no habríamos ganado. Ni en esa realidad, ni tampoco en esta.


En esos recuerdos que le diste a Harry también hablabas de Lily. Decías que siempre la habías amado. Es extraño, porque estando aún dentro del velo, vi un recuerdo de Albus en el que le negabas que eso fuese así. Es decir, vi cambiar el futuro mientras estaba ahí dentro. Supongo que esa es la prueba de que el futuro no está realmente escrito. Pero ¿cuál de los dos recuerdos es el que vale? ¿Todavía la amas?


Sirius.


 


Gracias por la respuesta, que ahora sí se puede considerar como tal. Pero hablar de mi vida privada contigo es algo que no va a pasar. No te interesa.


 


Nada me interesa más.


Sirius Black.


Severus lanza esa nota contra el suelo y le sisea a Niri que se marche de allí. Ya no habrá más correspondencia esa noche. Son casi las cuatro de la madrugada, pero no tiene sueño.


-Ese maldito Black…


De verdad que lo desestabilizaba. No se le habían pasado por alto las patéticas insinuaciones de que le gustaría complacerlo en todo, como tampoco se le habían pasado por alto las insistentes miradas que Black le lanzaba cada vez que coincidían. Pero nunca pensó que esa estúpida broma pudiese ir más lejos. Nada me interesa más. Por favor.


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