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Regreso a Nunca Jamás por HizakiDoujinshi

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Notas del capitulo:

Dos días tarde jejeje, ya es una mejora si tomamos en cuenta que no fueron meses.

Muchas gracias al anónimo que dejó su review en el capítulo pasado. En efecto, fue un parte aguas. 

Debo decir que este capítulo es el más largo que he escrito y el mas dificil de todos. Me gustó mucho el resultado pero anticiparé que posiblemente surjan algunas dudas (espero que no mcuhas) Sin embargo espero que sea de su agrado.

 

 

 

Itachi tenía la apariencia de un demonio. Pocas veces lo había visto en ese estado, en los últimos años ni una sola vez. Y es que escuchar que de repente alguien afirme que la seguridad y bienestar de la familia está en peligro no solo alarma, a Itachi, por ejemplo, lo volvía una fiera. Sus malestares y cansancio parecieron haberse ido en el momento en el que la puerta azotó contra la pared; parecía dispuesto a todo, a asfixiarle tan solo por haber sugerido alguna tragedia que acechara a su hijo.

 

-Sigo esperando Naruto- dijo con voz de trueno.

 

El bebé no paraba de llorar, Deidara lo abrazaba y mecía contra su pecho arrullándolo mientras que fulminaba con la mirada a su marido, contradictorio, puesto que hubiera preferido mil veces abrazarlo en aquel momento de angustia, pero ahora su bebé era prioridad.

 

-No dije que fuera a pasarle algo malo- Naruto intentaba no temblar en su sitio. Se rascó la nuca, visiblemente nervioso. No paraba de pensar que simplemente había metido la pata, no buscaba causarles más problemas de los que ya tenían, al contrario, solo buscaba ayudar y esperaba que si no Itachi, al menos Deidara lo viera de esa forma.

 

-Tranquilízate por favor Ita…

 

-¡No me pidas que me calme!- vociferó el pelinegro mordiéndose inmediatamente la lengua al ser consciente de su tono de voz y del llanto inconsolable que había provocado con ello -¿cómo pides que me tranquilice después de lo que acabo de escuchar?- volvió a decir esta vez en un susurro forzado, exagerando los ademanes para tener cómo expresar su molestia.

 

-Yo, no trataba de preocuparlos, es solo que…

 

Error, ahora sabía que intentar componer la frase se escucharía peor.

 

-¿Qué no intentabas preocuparnos? –interrumpió el pelinegro con el mismo susurro que cada vez podía controlar menos. –No llegas hablando de que mi hijo está en peligro sin querer que me preocupe, ¿o creías que me harían gracia tus palabras?

 

Naruto inclinó la cabeza para ver al piso. Estaba completamente arrepentido de haber revelado sus sospechas así como así, sin pensar antes en las consecuencias. Esperaba que aquello no fuera motivo de que lo echaran a patadas sin siquiera poder explicarse, pero temía demasiado ver a los ojos al hombre de la casa, temía recibir toda la frustración de esa mirada y temía la reacción meditada de Itachi, más que la inmediata.

 

El mayor respiró profundo al no recibir una respuesta. La expresión de angustia de los rubios sumada al llanto de su hijo lo hizo regresar a tierra. Se pasó una malo por el pelo ya despeinado y sintió el peso del agotamiento y la preocupación caer sobre sus hombros. No quería seguir pensando esa noche, estaba demasiado cansado, mentalmente y físicamente como para mantener una discusión con el muchacho rubio y aún más si dicha discusión tendría de fondo los lloriqueos de un bebé. Decidió dejar pausado el asunto hasta que estuviera en condiciones de lidiar con aquello, y aunque el tema le picara en lo más hondo de la mente mandó al adolescente a dormir en la habitación de huéspedes recalcándole que hablarían al día siguiente. Por su parte, el pelinegro solo pudo exigir en silencio misericordia a su doncel para que le concediera una noche de sueño, petición que el rubio no discutió, igualmente el bebé pareció entender la desesperación por la que su padre pasaba y cesó su llanto permitiéndole dormir todas las horas de la noche.

 

 

 

La mañana siguiente fue “maravillosamente blanca” en palabras de Deidara. Se levantó con ánimos de relevar a Itachi de sus tareas temporales de “ama del hogar” solo para devolverle un poco de los cuidados y atenciones que tuvo con ellos durante los días después del parto, y no que era que ya pudiera levantarse a seguir con su rutina diaria, simplemente hoy era un buen día. No se sentía dolorido ni cansado, todo lo contrario. Eso sí, hacía demasiado frío como para que quisiera salir del baño caliente y vestirse con los vestido que utilizaba diario así que decidió quedarse en su tibia y suave bata de dormir sumándole a su acogedor atuendo algunas prendas térmicas.

Su día comenzó con un poco de limpieza. Si hacía la cuenta, había estado casi una semana en cama, una semana de las cuatro que había recetado el médico, pero no se imaginaba qué sería de su hogar con él en cama durante tres largas semanas más. Al bajar al recibidor no pudo más que poner los brazos en la cintura y negar con la cabeza mientras dibujaba una sonrisita en sus labios. Itachi podía ser el hombre más astuto y dedicado en los negocios, el más osado cuando se trataba de hacer arriesgadas inversiones bancarias, el más encantador y –se sonrojó-, el mejor esposo del mundo, pero definitivamente era un desastre cuando de mantener una casa en orden se trataba.

 

Puso manos a la obra levantando mantas de los sillones, biberones y pañales de los estantes, colocó los cojines en orden, abrió una ventana para sacar el polvo y sacudió las cortinas. Para cuando entró a la cocina ya pasaba del medio día y se dio cuenta de su estómago vacío. Decidió ignorar por el momento la montaña de trastos que le esperaba en el fregadero y preparó un almuerzo ligero y puso en el fuego agua para té. Si algo había aprendido en casa de la familia Uchiha era que el té se servía religiosamente al medio día, después de cada comida, cuando había problemas o cuando se quería consentir al señor de la casa.

 

Cuando llevaba el almuerzo a la habitación se percató de que había pasado toda la mañana aseando y sintió el peso del cansancio en las piernas. Sonrió con ironía y siguió el resto del camino con paso lento y descubrió, al llegar al cuarto, que su esposo aún dormía. Pero su sonrisa se ensanchó al ver al pequeño completamente despierto y activo, jugueteando con los cabellos largos de su padre inconsciente. Dejó la bandeja en la mesa de noche y se sentó en la cama, el movimiento pareció inquietar al bebé quien hizo un puchero que amenazaba convertirse en llanto desconsolado.

 

-No bebé, no llores, todo está bien, no debes despertar a papá.

 

El pequeño decidió que ya había dado mucha tregua a sus padres y rompió a llorar, logrando con ello despertar al pelinegro.

 

-Hora de volver al trabajo- dijo Itachi aun adormilado. Se estiró y se incorporó hasta sentarse en la cama, tomó al bebé en brazos y le sonrió al rubio al ver la bandeja con emparedados y la taza de té humeante. -Se supone que tú deberías estar en cama y yo limpiando y haciendo la comida y todo eso.

 

-Se supone que deberías estar trabajando y  aquí estás- se acercó a darle un beso de buenos días.

 

-No sería un buen padre ni un buen esposo si te dejara solo en casa con todo el trabajo.

 

-Tienes razón, pero eres un desastre, así que yo me encargo de la casa y tú de que bebé no se aburra mientras no estoy con él, y para eso debes estar fuerte y despierto- le acercó un emparedado y tomó al pequeño para darle su respectivo almuerzo –come.

 

Naruto sonrió desde el otro lado de la puerta, el llanto del niño lo había despertado. Al parecer el demonio Itachi había desaparecido, solo faltaba esperar con calma el momento apropiado para la charla pendiente pues no quería interrumpir el bello despertar familiar así que con el mayor sigilo bajó a la cocina a seguir con el trabajo faltante, había ido a ayudar después de todo. No se tocó el tema de su conversación con Sai hasta después de dos días en los cuales Naruto, bajo órdenes de Itachi, corría de aquí para allá trayendo que biberones calientes, que pañuelos húmedos, que jabones, pañales, mantas, etc., mientras Deidara cocinaba e Itachi atendía al bebe. Por la noche se juntaban a cenar con amenas charlas de su relación amistosa con Gaara, la invitación a su fiesta de compromiso, y dos días más tarde tocaron el punto que más preocupaba. La cena había terminado y la familia estaba reunida en el salón; Itachi bebía brandy, intranquilo, Deidara ignoraba su taza de té mientras acunaba al pequeño Uchiha para amamantarlo y Naruto se auxiliaba en su tercera taza de té.

 

-¿Cómo puedes estar tan seguro de lo que dice?- rompió el silencio Itachi intentando que los nervios no nublaran su juicio.

 

-No lo estoy, solo quiero creerlo porque, tiene sentido para mí.

 

-Repíteme exactamente qué fue lo que pasó.

 

 

Flashback:

 

-Últimamente has venido muy seguido Naruto, ¿puedo saber por qué?

 

Naruto estaba junto a la pared viendo la lluvia a través de la ventana. Esos días no les había sido posible salir al jardín a causa del mal tiempo, entonces había llevado a Sai algunos libros para que no se aburriera ahí dentro.

 

-Es para compensar todo el tiempo que dejé de venir, además tengo bastante curiosidad.

 

-Sobre qué- respondió el pelinegro que hojeaba uno de los libros con poco interés, ¿Qué no sabía el rubio que detestaba los libros sobre ciencias y números y cosas complejas?

 

-Sobre las visitas que recibes- A Sai de inmediato le cambió el semblante –me parece que quien viene a visitarte es una persona muy importante…

 

-No tienes que fingir que es un extraño, ¿recuerdas que jugábamos juntos y esperábamos a la noche para escuchar sus cuentos?  Aunque ahora lo que menos hace es jugar o contar historias.

 

Naruto le siguió la corriente a pesar de que era doloroso y difícil para él asimilar que hablaba de alguien posiblemente inexistente.

 

-¿Y qué es lo que hace ahora entonces?

 

Sai se levantó de la cama para acompañar al rubio junto a la ventana y ver también la lluvia afuera.

 

-No sé muy bien, cosas de piratas– Naruto lo vio dubitativo –tú sabes, robar, engañar cristianos, navegar por el mar, secuestrar…

 

Naruto soltó una risa.

 

-Debe ser la gran vida, no tener responsabilidades y hacer el vago todos los días.

 

-Oh no, tiene muchas responsabilidades- Naruto lo miró con atención –todos los días debe cerrar bien con llave para que nadie ponga mano en sus tesoros, después debe poner su cara ruda para que nadie se atreva a cuestionar sus órdenes…

 

-Ja, pensé que era muy feo y de rostro temible, los piratas son feos ¿no?

 

-Tienes razón, lo son, pero él no, es como una muñeca de porcelana, aunque me mataría si me escuchara decirlo- susurró –y todos en el barco lo molestan, pero él los pone en su lugar de inmediato. Dice que al principio fue molesto pero después comenzó a divertirle cuando comenzaron a apostar por hablarle a la cara, no me dio detalles pero siempre que lo menciona se ríe, en fin, aparte de eso, debe ir a sus entrenamientos con Garfio, son muy duros en verdad, y termina muy cansado y triste.

 

-¿Triste?

 

-Todos sus entrenamientos lo obligan a deshacerse de cosas, de partes de él que no quiere olvidar, y por lo que dijo la última vez, al parecer está por concluir sus lecciones para volverse un pirata completo, solo debe cumplir una última misión.

 

-¿No te vuelves pirata solo con subirte a un barco y usar ropa mugrienta y parches en los ojos o patas de palo?

 

Sai ignoró el comentario burlón.

 

-No él. Estamos hablando de Garfio, para ser su sucesor no solo debes ser más malvado, sino más listo.

 

-¿Y qué es lo que debe hacer, robar dulces de algún niño inocente?- volvió a burlarse el rubio. Sai fue hacia la cama y de debajo de la almohada sacó una fotografía, se la extendió.

 

-Son Deidara e Itachi –comenzó a atar cabos- ellos, ¿les hará daño? –se alarmó.

 

-Esta triste porque debe llevarse lo más valioso en la vida de un ser querido, destruir el corazón de quien más quiere por segunda vez…

 

Naruto ignoró las palabras de Sai al conectar todo y recibir una respuesta afirmativa a sus sospechas.

 

-El hijo de Itachi…

 

 

 

 

-Eso fue todo. Salí de ahí sin despedirme y corrí a casa, al día siguiente fui con el padre de Gaara para disculparme por no ir con ellos al campo. Todo lo que ocurre con Sai de alguna manera a logrado coincidir con una gran cantidad de cosas y de verdad tenía que verlos y saber que estaban bien, que él estaba bien.

 

-Itachi- dijo Deidara intentando mantener la calma después de escuchar el relato. Sus brazos presionaron con más fuerza el abrazo con el que sostenía  su hijo, como si algún fantasma de la nada fuera a llevárselo.

 

Itachi dejó el vaso de cristal sobre la barra y se sentó en su sillón especial de lectura.

 

-No puedo pasar por alto nada, pero, tampoco puedo hacer caso a las palabras de Sai tan solo porque han coincidido con lo que tu sientes.

 

-Itachi yo…-interrumpió Naruto también haciendo a un lado su taza de té. Tomó aire y miró seriamente al mayor. -…de verdad creo que Sasuke está vivo, no solo lo creo, de alguna forma sé que está vivo, lo vi en la fiesta de disfraces, estoy casi seguro de que era él, y puedo decir que tú también lo crees porque lo conoces más que yo, también lo viste, y has estado evitando que te lo recuerde solo para no tener que lidiar con el pasado, yo tampoco quiero recordar, algo no me deja hacerlo, pero si con eso traigo de vuelta a Sasuke a casa no me importa lastimarme un poco.

 

Itachi se quedó un momento sin decir nada dándole tiempo al cúmulo de emociones en su interior para que apaciguaran. Creer, ese era el problema. Actuar como un adulto y seguir la razón le obligaba a ignorar las palabras del perdido de su primo, actuar como un padre responsable le inclinaría a no bajar la guardia. La seguridad de su familia estaba primero que sus propios sentimientos y temores, por sobre lo que pensaba acerca de Sai, por sobre las esperanzas de que Sasuke estuviera vivo, esas ya habían quedado muy ocultas en el fondo de su baúl “no abrir, el contenido es solo apto para inmaduros”. Se levantó del sillón y ayudó a Deidara a ponerse de pie con el niño dormido en brazos para llevarlo a la cama.

 

-Agradezco tu preocupación Naruto, por Deidara, por mí y sobre todo por nuestro hijo, pero no creo que haya algo por qué temer. Soy un hombre responsable y me haré responsable por el bienestar de mi familia yo mismo, Sai es un caso perdido para mí, al igual que Sasuke, y si quieres que tu vida siga tranquila y estable, deberías dejar de escuchar las fantasías que salen de la mente de un pobre diablo como Sai.

 

Subieron a su habitación dejando al rubio confundido, desolado y sintiéndose más inútil que nunca. Orgulloso por un lado, de Itachi y decepcionado, por otra parte. ¿Era eso en lo que se convertiría al casarse? Viviría ocultando sus sentimientos por siempre para tener espacio para las decisiones que la razón le obligaría a tomar. Tenía sentido. Así lo había elegido, y por un feliz momento pensó que los ojos negros brillantes que aparecían en sus sueños a diario cambiarían su mundo, por un momento pensó que huir era una buena opción, y que aquella opción no sería un espejismo como el dueño de los ojos bonitos.

 

 

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El mes pasó más rápido de lo que Naruto hubiera querido. Había disfrutado pasar tiempo con Deidara, Itachi y el pequeño Relámpago, habían decidido ponerle al bebé el nombre del difunto padre de Deidara en lugar del poderoso nombre del abuelo de Itachi para que el rubio sintiera que parte de su familia también los acompañaba en esa nueva etapa de sus vidas. Y por alguna razón a Naruto le encantaba la elección. El niño por su parte, a pesar de ser prematuro rebosaba de salud y durante su primer mes de vida había demostrado ser una criatura muy despierta, atento a su alrededor y activo a mas no poder. Se habían vuelto bastante compatibles, y cuando no era Itachi quien lo cuidaba, era él quien lo hacía reír.

 

También durante ese mes descubrió cosas de Deidara y de Itachi que no había notado antes, como que Itachi solía despertar antes que todos tan solo para poder ver a su esposo despertar, o que casi siempre andaba por la casa con el periódico diario bajo el brazo pero apenas y le echaba un vistazo rápido durante el día. Deidara por otra parte, era el último en ir a la cama cada día, siempre asegurándose de que todos estuvieran arropados y con los dientes limpios, o que tarareaba canciones viejas siempre que preparaba el té, y lo más importante de todo, algo que extrañaría cuando la vida le impidiera ya visitarlos tan seguido; recibir la cuchara de mezcla al final cuando el doncel cocinaba postres de chocolate. Le había hecho prometer que lo mantendrían ambos en secreto, Naruto era un hombre, y ningún hombre decente quería ser visto con restos de chocolate en el rostro por lo tanto Deidara suministraba el crimen y luego ambos lo ocultaban al mundo, cosa que a Deidara le hacía sentir como un hermano grande cubriendo las travesuras del pequeño, les gustaba verlo de ese modo. Ojalá no se hubiera terminado tan pronto.

 

Tuvo mucha suerte, sin embargo, cuando al volver a casa sus padres le habían anunciado el ligero cambio de planes con respecto a su compromiso. Decidieron aplazar unos días más la celebración para que ambos pudieran pasar las fiestas navideñas si preocupaciones de ningún tipo, y al notar que Naruto estaba tan encandilado con el nuevo miembro de los Uchiha, le permitieron pasar la víspera de navidad en la casa de la familia de Itachi, pero de igual forma, hubiera deseado que el tiempo no transcurriera tan rápido.

 

Aquella cena fue demasiado alegre y sencilla, nada comparado con las ostentosas celebraciones que se llevaban a cabo en la mansión Senju. La señora invitaba a todas las amistades de la familia, ancianos del banco y personalidades de la alta sociedad. Todas aquellas señoritas que había catalogado en su libro de “cuentas sin sentido” asistían, llegó a ver también en una ocasión a los señores Uchiha, pero así como llegaban se iban, y ahora podía entender la razón.

 

La casa Uchiha no eran tan grande como la suya, pero respiraba tan o más cálido que en ella. El aroma a comida recién horneada, madera al fuego y pinos le llenaban de sentimientos acogedores. Nadie hablaba más de la cuenta, pero tampoco habían silencios incómodos, y menos con un bebé en casa. Los señores Fugaku y Mikoto siempre habían sido muy cordiales con él, algo apartados pero amables, pero al ver la cercanía del pequeño retoño con el muchacho Senju, la distancia se acortó un poco. Todo era como se supone que debe ser en tiempos de fiesta navideña, hasta Itachi parecía más alegre y menos estresado que de costumbre.

 

Pasada la media noche, una tormenta de nieve les impidió a los jóvenes volver a casa, eso no fue problema realmente. Los señores cedieron su habitación a la joven pareja para que pudieran dormir sin complicaciones con el pequeño tornado que era su hijo, ellos fueron a la habitación de huéspedes, mientras que a Naruto lo enviaron al antiguo cuarto de Itachi. El muchacho quiso replicar pero al final tuvo que ceder a petición de su tan considerada madre.

 

Después de obligarlo a tomar un baño, Naruto entró en la habitación sin pasar por alto la puerta contigua de color azul, sintió un hueco en el estómago al ver la pequeña placa donde se leía. “S.U.” volvió a la habitación que se le había designado y cerró con llave.

 

Al entrar sintió algo extraño, algo conocido y extraño a la vez, como si hubiera pisado ese cuarto antes, un disparate puesto que era la primera vez que entraba. Vio tantas cosas que le hablaron de un Itachi más joven, menos amargado, quizá más despreocupado, uno completamente distinto al que conocía. El antiguo huésped había dejado rastros de una vida ocupada, una vida llena de éxitos, una vida que había compartido con un hermano pequeño. Vio sobre la cama un dinosaurio de peluche y recargada en una pared, una vieja espada de madera.

 

Caminó hacia la ventana y abrió las cortinas. Afuera seguía nevando, le agradaba la vista. Se metió en la cama y contempló aquellos copos bailar frente a sus ojos y pudo jurar que de pronto los copos cambiaban su tono blanco por un rosado brillante, sus ojos se cerraban y sintió una brisa fría, seguro el viento había abierto la ventana, <qué importa> pensó.  Una sombra le tapó la vista de los copos rosados y luego un tacto frío pero suave como una nube le acarició el rostro

 

Te extraño. Le dijo un susurro. ¿O era el viento?

 

Te veré pronto. El mismo tacto frío y suave le acariciaba los labios. ¿Era eso un beso?

 

Fui al cuarto de paredes blancas, Sai estaba ahí sentado, solitario, esperando el momento para volver a la Isla, pude quebrarme con él, estoy confundido, Él quiere que sea el mejor, pero no sé si pueda cruzar el límite, sólo lo hago porque sé que vendrás si funciona el plan, si tan solo aun me recordaras…

 

Sin saberlo, entre sueños el rubio dibujó una sonrisa y siguió durmiendo plácidamente ignorando las huellas de nieve que dejaba el doncel de hierro al volver hacia la ventana.

 

Esa misma noche, horas antes de aquella visita, en una habitación de paredes blancas, un pelinegro veía por la ventana los mismos polvos rosados bailar al ritmo de la nieve, y un pelirrojo terminaba su noche de visita navideña cuando sin quererlo pasaba por el cuerto del pelinegro y escuchó algo que le puso los pelos de punta.

 

-Llévame contigo Sasuke. No quiero estar aquí.

 

-Hoy no Sai. Hoy iré a visitarlo también.

 

-¡¿Es que no te das cuenta de que él no te recuerda?! Ya es un adulto, no va a recordarte jamás.

 

-Lo sé, pero no pierdo nada ya con intentarlo, también quiero que vuelva.

 

-Estás loco si piensas en cumplir la orden de Garfio. Es algo terrible. Y ese tonto va a odiarte, al igual que tu hermano.

 

-Debo hacerlo, no hay opción, o Naruto nunca regresará.

 

El pelirrojo salió disparado a casa aterrado por lo que acababa de escuchar, ni siquiera se atrevió a abrir la puerta y descubrir al intruso. Ya en su habitación y cubierto hasta la cabeza con las mantas no dejaba de preguntarse si de verdad aquello había sido obra del cansancio o de su imaginación, no podía ser real que alguien hubiera estado ahí con Sai, siendo que había cerrado la habitación con llave. Mas entrada la noche aún seguía sin poder dormir, y en sus pensamientos solo estaba aquella voz dura y suave a la vez, como si un pajarillo cantor intentara imitar un trueno, y la pregunta lo acechó hasta el cansancio a pesar de que en el fondo conocía la respuesta.

 

¿Quién quería llevarse a Naruto?

 

 

 

 

Se veía al espejo mientras arreglaba su corbata. Estaba desganado y se sentía como autómata, como si el solo hacer las cosas más lento impidiera que lo que se avecinaba ocurriese. Suspiró. Ya había tenido mucha suerte por no tener que festejar un compromiso durante navidad así que no podía pedir nada más, no se podía evitar. En lugar de fiesta de año nuevo celebrarían una pomposa fiesta de compromiso. Pensó en Gaara, seguramente él se encontraba tan poco emocionado como él, con lo estrictos que eran sus padres no dudaba que en ese mismo momento lo estuvieran presionando con los preparativos de último minuto al grado de hacerle llorar.

 

La fiesta se llevaría a cabo en el enorme jardín de la mansión Sabaku, él mismo estaba ahora en una de las habitaciones terminando de arreglarse. Podía escuchar todo el bullicio afuera, se ordenaban mesas y colocaban arreglos florales por doquier, parecía más bien una  boda que un compromiso. Rodó los ojos. Tanto trabajo para que todos los presentes disfrutaran de algo con lo que ninguno de los dos jóvenes estaban de acuerdo, pero eso era ser adulto, ¿cierto?

 

Salió del cuarto para ver en qué podía serle útil a su madre o al ama de llaves que solo por la relación tan buena que tenía con el doncel pelirrojo, comenzaba a tratarlo mejor. No vio rastro de ninguna, así que se dedicó el resto de la tarde a revisar la enorme biblioteca de la mansión. Se sintió un poco más a gusto con aquello, al menos podría matar el tiempo distrayéndose buscando libros de su interés.

 

-Así que aquí te escondes- le dijo la conocida voz de Itachi distrayéndolo de su lectura. ¿A qué hora había llegado?

 

Cerró el libro de administración que había estado leyendo durante todo ese tiempo, ¿cuánto tiempo había pasado? Se estiró y puso atención al recién llegado. Vestía también un traje de gala. ¡Santo cielo! Había olvidado donde se encontraba. Se levantó de un brinco.

 

-¿Qué hora es?

 

-Tranquilo galán, aun no pasan de las seis, no te has perdido de nada- Naruto volvió a sentarse y esta vez el mayor se sentó a su lado. -¿Nervioso?- el rubio no respondió. –Sé lo que se siente, cuando me comprometí con Dei, estaba tan o más desubicado que tú– el menor entendió el significado oculto de aquella frase –nos llevábamos muy bien, pero después de salir del loquero, yo lo trataba pésimo y aun así accedió a este circo sin quejarse de nada. Tú estarás bien, el señorito Sabaku no es como Dei pero, he visto que se llevan bastante mejor de lo que él y yo a su edad.

 

-No estoy nervioso por esto- habló por fin el rubio –solo no estoy a gusto, creí que ponerme a leer un rato me haría sentir mejor pero solo me distrajo más, hasta olvidé que día era hoy.

 

Itachi rio.

 

-No será tan malo, y pasará pronto, lo prometo- dijo antes de levantarse y arreglarse el saco. –Tu madre y los demás invitados han estado preguntando por ti, a Gaara ni siquiera le han permitido salir de su habitación porque no estás presente, vamos…

 

-Itachi- lo detuvo – ¿están bien?- no supo ocultar el tono de preocupación en su voz.

 

-Perfectamente, rubio tonto- le dijo sonriendo –Minato ha dejado de llorar bastante desde que te fuiste de casa, al parecer tu presencia le molestaba.

 

-¿De qué hablas, si el pequeño monstruo me adora?- se relajó un momento pero después volvió esa inquietud que había tenido desde la mañana al ver todo quieto dentro de la casa. El silencio solo presagiaba cosas malas ¿no? Al ver su semblante, Itachi se detuvo, justo antes de abrir la puerta.

 

-Le hice una visita a Sai, pero no me permitieron verlo, al parecer estaba muy conmocionado desde la noche de navidad, hablé con el doctor Yamato y me contó que llevaba días sin dormir y eso lo tenía muy inquieto y con delirios constantes acerca de un bebé.

 

-Eso significa…

 

-No significa nada Naruto, sin embargo tomaré en cuenta tu advertencia, primero porque confío en ti, y segundo porque Deidara está muy preocupado, ni siquiera quiso dejar a Minato con el ama de llaves hoy, disfruta la fiesta- terminó antes de salir hacía la fiesta. Naruto lo siguió. El hueco en el estómago y la sensación de que algo andaba mal no lo abandonaron el resto de la noche, ni siquiera cuando vio a Gaara bajar la escalera del brazo de su hermano mayor Kankuro, ataviado con un vestido por demás elegante y enorme. Definitivamente parecía que contraerían matrimonio esa misma noche.

 

Al contrario de lo que pudo haber pensado, no pudo hablar con Gaara por varias horas ya que siempre que lo buscaba se encontraba rodeado por damas y donceles que seguro no hacían más que alabarle y sospechaba que hablando del “gran partido” que había conseguido para desposar. Él, en cambio paseaba esquivando invitados, saludaba a uno que otro y forzaba a su sonrisa a no desaparecer, siguió entonces uno de los consejos más tontos que el viejo pervertido le había dado, “no hay mal humor que un poco de brandy no quite”. Y entonces aburrido y fastidiado como estaba, pronto se vio a si mismo sentado en la mesa más retirada del centro, mas mareado de lo que había estado en su vida y eso que tan solo había probado medio vaso de licor. Su vista estaba fija en los arbustos del jardín, donde las pequeñas luces de la decoración bailaban frente a sus ojos y las figuras de los invitados se movían irregularmente. Una sombra extraña le llamó la atención, parecía que buscaba ocultarse y aquello por alguna razón le causó algo de gracia.

 

-Estúpida sombra- dijo.

 

-Naruto- una mancha roja apareció frente a sus ojos. –por el amor de Dios, Naruto, ¿estás ebrio?

 

-¡Gaara!- exclamó contento lanzándose a abrazarlo. El rubio intentó apartarlo y hacer que se levantara como una persona decente. –Vi una sombra por allá –señaló los arbustos- ¿crees que se haya perdido? Eh, espera, se metió a la casa…

 

-Naruto, basta- el pelirrojo le lanzó un vaso de agua directo a la cara, estaba demasiado abrumado por la gente como para soportar toda la sarta de tonterías que balbuceaba el rubio. Pensaba que si alguien estaría sereno ese día seria su amigo, pero por lo visto, ya podía perder las esperanzas. –Padre hará el anuncio ahora y debes estar consciente. Vamos- dijo por último jalándolo del brazo hacia el centro de la congregación, donde los padres de ambos los esperaban con copas de champaña en mano.

 

Todos los presentes los recibieron con aplausos. Su madre abrazó al pelirrojo primero y a Naruto solo le acomodó la corbata frunciendo el ceño al verlo con la cara mojada. Jiraiya no pudo contener una carcajada al ver al rubio tambalearse, ganándose únicamente un codazo en las costillas de parte de Tsunade seguido de un <compórtate>.

 

El señor Sabaku abrazó a su hijo y tan solo dedicó un movimiento de cabeza a Naruto al ver las condiciones en las que aparecía. Kankuro intentó ser un poco más condescendiente con el rubio, pues se veía terriblemente mal, y le ofreció la mano. Gaara deseaba que se lo tragara la tierra.

 

-Gracias a todos los presentes por compartir con nuestras familias esta fecha tan importante en la vida de estos dos jóvenes- inició el señor Sabaku con voz poderosa, todos guardaron silencio observando hacia los futuros esposos con caras de ilusión. –Esta noche no solo se formaliza la unión de dos vidas, también celebramos la próxima unión de dos clanes, años de generaciones que se juntan en una sola- el hombre tomó la mano de su hijo y le indicó al rubio que se acercara a colocar la mano sobre la de este. Fue como ver su vida pasar reflejada en los ojos aguamarina.

 

-Este día oficialmente estipulado que Naruto Senju, mi hijo- o Jiraiya ya estaba ebrio también o de verdad estaba muy contento, pensaba en lo primero –y el joven Sabaku no Gaara, quedan comprometidos en matrimonio.

 

Los vítores no se hicieron esperar, todos los presentes levantaban su copa y brindaban a su salud. Naruto, aún mareado, solo pudo llevar la vista hacia la mansión, las luces estaban apagadas. De pronto sintió el piso temblar bajo sus pies, la emoción del momento comenzaba a contagiarlo pero en sentido opuesto. Sentía una inexplicable adrenalina.

 

De pronto escuchó un estruendo dentro d la casa, al parecer nadie más se había percatado, todos parecían muy contentos, miró a Gaara, él tampoco lo había escuchado, parecía ausente.

 

 

-Gaara- intentó llamar su atención por sobre el brindis –algo no anda bien.

 

El pelirrojo no le había escuchado, vió a una pareja acercarse a abrazar al doncel, eran Itachi y Deidara, era la primera vez que convivían directamente con su prometido y al parecer Deidara intentaba llevar una buena relación dando el primer paso.

 

Escuchó otro estruendo, algo parecido a vajillas y cubiertos estrellándose contra el piso, no podía apartar la vista de la casa.

 

-Gaara- repitió – ¿recuerdas la sombra que te mencioné?- de nuevo fue ignorado.

 

Un estruendo nuevo lo hizo brincar en su sitio, ¿había sido eso un disparo?, ¿por qué nadie más escuchaba?

 

-¿¡Acaso están sordos?!- gritó Naruto al ver a Itachi acercarse a abrazarlo.

 

-¿De qué estás hablando Naruto?- ese era Deidara. Los dos donceles y el varón lo veían como si le hubiera dado por salir en ropa interior en público, y ahí fue que se dio cuenta.

 

-Deidara, ¿dónde está Minato?- Naruto empezó a temblar y a sudar frío.

 

-En la casa durmiendo, le pedí al ama de llaves de Gaara que lo cuidara un momento mientras salíamos al brindis- respondió el doncel con toda la tranquilidad del mundo. El rostro de Naruto palideció.

 

-Está ocurriendo- dijo el rubio mirando a Itachi con el semblante surcado por el terror. El pelinegro sintió que su corazón se detuvo al ver al muchacho salir disparado hacia la casa. No dudó en seguirlo a toda velocidad dejando a los donceles con la duda, ambos los siguieron con todo el decoro posible no sin antes detener un poco las habladurías que se empezaban a formar al ver a ambos varones correr despavoridos.

 

Naruto llegó antes a la casa, subió de dos en dos los escalones y buscó cuarto por cuarto azotando puertas, todo estaba oscuro, lo cual dificultaba la tarea. Escuchó golpes dentro de una habitación, supo que ahí era. Entró sin cuidado y no vio nada fuera de lo común, la habitación estaba en tinieblas y completamente tranquila. Abrió el armario y revisó ajo la cama. Nada, ni siquiera Minato se encontraba ahí. Suspiró cansado y se dio un tiempo para retomar el aire que le faltaba antes de salir de la habitación. Tal vez si estaba ebrio y había alucinado todo por culpa de la bebida, se pasó una mano por el pelo y se dispuso a salir de la habitación, lo cual no consiguió pues sintió un fuerte golpe en la cabeza que lo tumbó de inmediato. Se sentía pesado, como un costal de arena.  Sintió como algo o alguien lo levantaba, la cabeza le pesaba como para mantenerla erguida. Alguien estaba delante de él riendo, vió un destello dorado frente a sus ojos, y luego el frío se apoderó de su cuerpo al darse cuenta de que ya no podía seguir en pie lo ultimó que recordó haber visto fue un par de ojos amarillos.

 

 

 

¿Dónde demonios se había metido ese rubio idiota? Pensaba una  y otra vez Itachi. Había llegado a la habitación donde su pequeño dormía plácidamente. Había entrado con el corazón en el puño debido a las acciones de Naruto y lo único extraño que había encontrado fue que el ama de llaves no se encontraba ahí y la ventana se encontraba abierta. Después de comprobar que su bebé no tenía ningún daño le dio un beso en la cabecita y se dirigió a cerrar la ventana. Respiró profundo y el aire pareció no haber llegado a sus pulmones cuando al volverse, un objeto largo y puntiagudo le apuntaba directamente al cuello. Alguien le estaba apuntando con una larga espada. Tragó seco y sintió que el corazón se le saldría del pecho, aquel extraño sostenía a Minato en brazos.

 

-Le pido de la forma más atenta que baje el arma y deje a mi hijo en la cama- se aventuró a decir el pelinegro sin saber qué reacción tendrían sus palabras en aquel extraño. Debía intentar algo para mantener a salvo al niño.

 

El extraño no cedió ni respondió.

 

-Seamos civilizados- intentó por segunda vez dando un paso lento hacia adelante. El extraño retrocedía, eso significaba que n quería hacerle daño, sin embargo aún no bajaba el arma. –No levantaré cargos, lo prometo, solo deje a mi hijo en la cama.

 

El extraño no respondía, tan solo le apuntaba, pero Itachi no podía verle bien por más que lo intentaba, deseaba saber si se distraía o algo para poder actuar, tenía mucho que perder si algo fallaba, y aun así lo intentó. En un movimiento rápido intentó golpear al extraño para arrebatarle la espada pero solo logró recibir un fuerte golpe en la sien con la empuñadura de la misma. Creyó que moriría ahí mismo sin poder salvar a su hijo. Cayó de rodillas y para su suerte la cama detuvo su caída hasta el piso. El extraño volvió a apuntarle con la espada.

 

-Buen intento, maestre Uchiha- habló por fin el extraño logrando con esas cuatro simples palabras poner de cabeza su mundo. Sólo había una persona que lo había llamado así en toda su vida. No podía creerlo. Sintió algo tibio y húmedo que se deslizaba por su mejilla, pero no le dio importancia, ahora no quería perderse de nada de lo que estaba viendo, y por más que deseaba levantarse para detenerlo, su mente ya no le respondía, comenzaba a ver borroso. La figura del doncel que tantos años había imaginado envainaba la espada y hacía una reverencia frente a él, tal como alguna vez le había enseñado.

 

-Devuélveme a mi hijo, por favor- suplicó con la voz quebrada, y la fuerza por los suelos; no quería perder esa batalla contra la inconsciencia.

 

 

Ahí estaba, el gran y perfecto primogénito Uchiha, su hermano mayor, desplomado en el piso tan débil y acabado como una presa a punto de ser devorada. Había roto la regla de Orochimaru al dejarse ver, pero es que deseaba verlo con toda el alma, a pesar de que le partía el corazón verlo de esa forma. Jamás había sido tan fuerte como para causarle algún daño, mucho menos para derribarlo y dejarlo indefenso. Se desconoció. Tenía mucho que decir, pero las palabras sobraban en el plan.

 

La ventana se abrió de golpe dejando entrar la luz de la luna a la habitación y ahí fue que lo vio. Esa figura no era otra que la de Sasuke Uchiha, pero ese no era su Sasuke, no podía ser que aquella mirada fiera y cruel fuera del mismo doncel que él arropaba en las noches. No podía ser que aquella voz tan fría fuera del mismo doncel que contaba los más maravillosos cuentos del mundo. Definitivamente ese muchacho alto y feroz no podía ser su hermano.

 

El intruso le dio la espalda y caminó hacia la ventana sin decir una palabra más. El mayor extendió la mano hacía la figura del doncel, como si con ello pudiera detenerlo.

 

-Sasuke- se atrevió a decir, sin saber que con ello había herido al muchacho más profundo que con cualquier espada –no por favor.

 

-Lo lamento Itachi- respondió forzándose a no mostrar nada de lo que sentía. Dolor, ira, frustración, culpa. –Pero no lo volverás a ver nunca. –dijo por último y saltó por la ventana al mismo tiempo que Itachi perdía la consciencia.

 

 

 

 

 

Despertó rodeado de plantas y un aroma floral tan agradable que supo de inmediato que no estaba en su casa. Su padre jamás habría consentido plantas dentro. El piso estaba húmedo y las mantas le picaban la piel, pero prefirió mil veces eso a destaparse pues sentía frío en todos los rincones del cuerpo. Se incorporó y descubrió que, en efecto estaba en un lugar desconocido. Intentó no alarmarse antes de tiempo, pero la horrible punzada que le atacó la cabeza pedía todo lo contrario.

 

-Despertaste- dijo una voz alegre que le resultaba familiar. Volteó recorriendo la choza (si a aquel lugar podía llamársele choza) y le sorprendió ver a Sai parado frente a él con una canasta de frutas en los brazos. Pero eso no era lo que llamó su atención. Nunca lo había visto con otra cosa que no fueran las piyamas blancas que usaban en el hospital, y verlo ahora vestido con ropas de piel zurcidas burdamente y pedazos de tela de diferentes texturas, sumado a esa invaluable sonrisa que dibujaba en su rostro lo hicieron sentir infinitamente más tranquilo que hacía unos instantes. –Pensé que estarías hambriento y te traje algo de comida- dijo sin borrar la sonrisa extendiéndole la canasta con un par de mandarinas y algunas nueces.

 

Gaara agradeció la atención con una sonrisa tímida y tomó la canasta, no se sentía con ganas de comer nada antes de saber en dónde se encontraba pero, pero tampoco quería desairar la acción del pelinegro. Le había agradado verlo tan fresco y contento.

 

-Sai- dijo al ver que el pelinegro tomaba una de las mandarinas y la pelaba cuidadosamente, él hizo lo mismo –no intento sonar descortés, pero ¿tienes idea de en dónde estamos?

Antes de que el pelinegro pudiera responderle, escuchó un montón de voces acercarse, sintió miedo y se arrinconó cubriéndose con las mantas y frunció el ceño al ver que Sai se reía. Vio entonces a un puñado de muchachitos no mayores de doce años entrar por diferentes partes de la choza, todos armando un escándalo que su padre calificaría como inmoral y de vagos. Se rio internamente, se sentía en la casita de Oliver Twist*, llena de ladrones e infantes bandidos.

 

-Sargento- dijo uno de ellos parándose frente a Sai y haciendo un saludo militar. El pelinegro lo imitó y luego ambos escupieron al suelo, Gaara hizo una mueca de asco al ver la acción tan natural en los varones.

 

-¿Está a salvo?- preguntó el pelinegro poniendo las manos atrás de la espalda y caminando con paso firme hacia el resto de los niños que habían formado una hilera. Uno de ellos (el más corpulento) sostenía un pequeño bulto que se removía, se lo tendió con cuidado al pelinegro, él lo sujetó y caminó hacia Gaara. Entonces los niños rompieron la hilera y corrieron detrás de él para rodearlos. Cuando Sai le mostró el bulto, el doncel contuvo la respiración.

 

-¿Qué significa esto?- preguntó alarmado el doncel.

 

-El capitán Susano pidió una tregua con los niños perdidos- habló un muchacho que a su parecer tenía la cara de fastidio más obvia que hubiera visto en su vida.

 

-A cambio de detener las persecuciones pidió que el camarada Relámpago fuera resguardado en secreto por los niños perdidos. Y lo pidió específicamente a él para ser nuestra nueva madre- finalizó otro muchacho con los caninos más prominentes que hubiera visto antes, el chico lucía igual que un cachorro de lobo feroz, y lo estaba señalando a él. ¿Por qué?

 

Se hizo el silencio, uno bastante incómodo a decir verdad, más para Gaara que para cualquier otro de los presentes. ¿Niños perdidos?, ¿Sargento Sai?, ¿un bebé?, ¿madre? No entendía ni una palabra de todo aquel discurso, y el único que podía ayudarle un poco le veía con ojitos esperanzados como si aquello fuera el juego más rutinario de todos. Se levantó de la cama ante la atenta mirada de todos. Dio gracias por encontrarse vestido con las ropas que había utilizado la noche anterior, que aunque en ese momento le estorbaban, le hacían recobrar algo de compostura.

 

-Agradezco la hospitalidad de todos ustedes –comenzó a buscar alguna salida –pero de verdad debo marcarme a casa. No quiero parecer maleducado pero no es correcto que un doncel decente permanezca mucho tiempo en una casa ajena. De tanto andar de aquí para allá, el vestido del pelirrojo se atoró con una rama salida en el piso y se rasgó parte de él haciéndole caer al piso en el proceso y los niños estallaron en risas. Gaara se sintió avergonzado como nunca en su vida, pero aun así se mantuvo firme y serio cuando vio a Sai acercarse a extender su mano para ayudarle a levantarse.

 

-No tienes que irte aún Rojito, no cuando el camarada Relámpago necesita de nuestra ayuda.

 

El doncel se sacudió la tierra y miró con una mueca de tristeza el trozo de tela que se había desgarrado. Después su mirada se trasformó en una súplica que Sai pudo entender.

 

-Sasuke lo pidió específicamente, Rojito debe cuidar del camarada Relámpago para que el malvado Garfio no lo encuentre- dijo Sai entregándole al bulto de mantas hasta que el doncel lo tomó en brazos.  –Rojito es un gran cuidador, y ahora lo necesitamos.

 

Gaara suspiró, se sentía atrapado en algo que no podía comprender, pero a la vez, las palabras del pelinegro lo habían conmovido, logrando que se sintiera importante como nunca, y además ¿cómo podía negarle algo al chico que lo hacía sonreír todos los días? Y menos podía hacerlo cuando ahora él le sonreía de aquella forma tan especial. Respiró desechando todas las ideas que se formaban en su mente sobre el peligro que podía correr en aquella “choza”

 

-De acuerdo- respondió el doncel derrotado –pero todos ustedes deben tomar un baño porque en realidad este sitio apesta desde que llegaron.

 

-¡Ya escucharon a Madre pequeñas sabandijas!, ¡vayan a bañarse!- gritó Sai haciendo saltar a Gaara en su sitio mientras que los niños armaban alboroto, unos rechistando, otros alabando la orden. Después le dedicó  una mirada tranquila y el doncel supo que de alguna forma, todo estaría bien.

 

 

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Orochimaru bebía de su copa mientras observaba el espectáculo. Estaba ansioso por intervenir, pero se había prometido a sí mismo no mostrar ningún tipo de clemencia con el doncel si llegaba a fallar.

 

Un nuevo balde de agua helada cayó de golpe sobre el doncel sin ninguna consideración. Si algo debía admirar del muchacho era aquella resistencia de hierro, no se había quejado ni una sola vez con aquel castigo que ya llevaba más de tres horas. Lo habían hecho subir a cubierta y ahí, en plena helada y frente a toda la tripulación, despojarse de su elegante casaca negra, de la camisa de algodón, las botas y el sombrero, dejándolo únicamente con los pantalones y una ligera camiseta de lino. Después fue encadenado de las manos al mástil principal del barco para que no pudiera moverse con demasiada libertad mientras cada miembro de la tripulación le lanzaba agua helada, o bolas de nieve.

 

No fue hasta que el cuerpo del doncel azotó contra la madera, que Orochimaru detuvo el castigo con un ademán y se levantó de su silla para encarar a su segundo al mando. Esperó pacientemente a que el doncel se pusiera en pie para poder admirar las marcas rojizas en la piel clara que ya había adquirido un todo levemente azul entre moretones y la temperatura del ambiente, los labios resecos por el frío, los cabellos y la ropa empapada seguro lo harían pescar un resfriado. Pero la mirada helada seguía ahí sin pisca de arrepentimiento. Eso lo hizo enfadar.

 

-Hubiera aceptado mínimo una batalla sangrienta entre hermanos ya que no pudiste evitar el tierno encuentro familiar- la tripulación rio. –Creí que querías que el niño viviera.

 

-El niño no hubiera vivido de cualquier forma rodeado de tantas ratas pestilentes.

 

Orochimaru sonrió complacido. Adoraba lo afilada y vulgar que se había vuelto esa lengua con el paso del tiempo. Pero en ese momento ninguna de las tantas virtudes del doncel podrían salvarlo de saldar deudas

 

-Eso lo decido yo, querido –el mayor retiró los mechones mojados del rostro amoratado –sin embargo, el trato fue que tu amado hermano no debía verte, de lo contrario el niño moriría. Y ahora resulta que el eficiente Susanoo, ni siquiera volvió a la nave con el encargo que se le pidió tan…

 

Una risita hizo callar al capitán.

 

-¿Qué es tan divertido, mocoso?

 

Definitivamente había fallado la misión y con ello tal vez había perdido ya su derecho a ser el líder supremo del Jolly Roger, como tanto había deseado. Estaba cansado y dolorido como nunca, posiblemente hasta enfermo, pero todo aquello había valido mil veces la pena. Había valido la pena saber que su hermano aún lo recordaba, y se había sentido la peor escoria del mundo al llevar a cabo la misión, así que aceptó el castigo, pero no por no haber llevado a las garras de Garfio al niño, sino por haberle roto el corazón a su hermano. Merecía una y mil veces sufrir por aquello. Y antes de llegar a su destino decidió que, aún si Garfio mandaba cortar su cuello para desquitarse, mantendría a salvo a aquel pequeño.

 

-No hay trato, Orochimaru- respondió la voz de trueno del doncel al tiempo que le mostraba al capitán una sonrisa cínica. El mayor, furioso, lanzó un golpe contra la nuca del doncel dejándolo de inmediato inconsciente.

 

-Cúbranlo bien y llévenlo al calabozo- ordenó el capitán.

 

-¿Y qué hacemos con el rubio?- preguntó Kabuto intentando ocultar su entusiasmo al ver el tormento al que sometieron al pequeño intruso.

 

-Déjenlo dormir, pronto tendrá una audiencia con el Capitán, y no queremos que se pierda de nada.

 

La tripulación entera explotó en risas mientras un grupo llevaba al pequeño doncel al calabozo para cumplir con el resto del castigo

Notas finales:

Y hasta aqui por ahora. Espero sus comentarios, quejas, opiniones, inconformidades, etc. 

Posiblemente este capítulo sea la mitad de la historia, así que espero que la siguiente mitad satisfaga todas sus espectativas.

Muchas gracias a los que han llegado hasta aqui. 

Hasta el póximo capítulo


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