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Regreso a Nunca Jamás por HizakiDoujinshi

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Naruto despertó lentamente. No recordaba haber dormido tan bien en mucho tiempo como esta noche, aunque cuando despertó, lo único que estaba fuera de lugar eran todos esos ojos mirándolo con preocupación.

 

Giró hacia todos lados para ubicarse. Definitivamente se encontraba en su habitación, la mañana se sentía era fresca, y su estómago rugía de hambre, lo único raro eran los espectadores a su alrededor.

 

-¿Qué hacen todos ustedes aquí?- preguntó incorporándose mientras tallaba sus ojos.

 

-¿Te encuentras bien?-

 

-Nos diste un buen susto anoche. ¿Tomaste de más?- Su padre lucía el rostro menos preocupado de todos los presentes, aunque sabía que podía tratarse de una careta pues se encontraba fumando junto a la ventana y bajo sus ojos podía distinguir unas notorias ojeras.

 

-Cariño, ¿tienes hambre?-  Su madre también estaba ojerosa, cubierta hasta el cuello con su bata de seda morada.

 

Deidara le acariciaba el cabello, se veía preocupado y muy grande, aunque pensó que definitivamente el embarazo le sentaba bien; de no estar en esa situación, seguro se vería radiante. Itachi se encontraba detrás del doncel rubio y le acariciaba el hombro, se veía aún más preocupado que su esposo. Más al fondo, divisó una cabellera roja recostada contra un diván. Estaba seguro de que era Gaara. ¿Qué hacía Gaara ahí? Se sintió algo avergonzado porque nunca antes un doncel (que no fuera Deidara) había entrado en su habitación. Se cubrió hasta la nariz con las mantas. ¡Vaya! Hasta Kurenai descansaba en otro sillón junto a la señora Uchiha. Sacudió la cabeza. Se sentía como animal en zoológico.

 

-¿Me perdí de algo?

 

Itachi se acercó a la voluptuosa rubia y le habló en voz baja, con toda la intención de que Naruto le escuchara.

 

-Déjeme hablar con él Lady Tsunade, vaya a dormir un poco, ha sido una larga noche, vaya a descansar.

 

Por alguna razón se sintió más tranquilo al ver que Itachi convencía a cada uno de los presentes sin el menor esfuerzo, de salir de su habitación. Hasta Gaara, quien despertó solo para corroborar que Naruto se encontraba bien, accedió a volver a casa después de dirigirle al rubio una mirada de ¿reproche?

 

El único que no aceptó abandonar la habitación fue Deidara, y bajo una amenaza que Naruto prefirió omitir ya que tenía implícita la vida íntima de la pareja, Itachi no tuvo otra opción que dejarlo quedarse.

 

Cuando se quedaron solos, Naruto volvió a echarse en la cama cruzando las manos tras la nuca. -¿Qué fue todo eso?, nunca había despertado con tanta gente observándome-.

 

Itachi daba vueltas por la habitación, como pensado la forma de dirigirse a él.

 

-Estábamos preocupados por ti- inició el doncel de una forma conciliadora que contrastaba con el tono que le había dirigido a su marido hace unos minutos -te desmayaste de repente, en medio del salón, a mitad de la fiesta, tu madre tuvo que enviar a todos los invitados a casa porque Lord Jiraiya pensó que estabas ebrio. Llamaron al médico, y hasta que supimos que  no habías tomado, tus padres dejaron de preocuparse. El doctor dijo que quizá era el estrés, y la falta de alimentos sanos.

 

-¿Fiesta?

 

-Si tonto, la fiesta de disfraces que lady Tsunade celebró anoche- respondió Itachi al borde de un ataque de nervios.

 

-Cielos, así que no fue un sueño- su sonrisa no pasó desapercibida para la pareja.

 

-¿Sueño?- Deidara no tenía problemas para mantener la compostura, o al menos para fingir que se encontraba tranquilo.

 

-Sí, recuerdo que yo iba por ponche para Gaara, luego un doncel me detuvo y bailamos, fue asombroso, como si me elevara en el aire, y un montón de lucecitas nos rodeaban, había un mar cerca, lo juro, casi podía escucharlo en mi oído, y esos ojos, eran tan negros que brillaban- no sabía de la sonrisa que adornaba sus labios ni el sonrojo que cubría su cara. Itachi detuvo su caminata con los ojos tan abiertos que Naruto temió que pudieran salírsele de las cuencas.

 

-¿De qué demonios estás hablando?- Itachi se llevó las manos a la cabeza como si quisiera arrancarse el cabello.

 

-Del doncel que bailó conmigo anoche, pensé que lo había soñado, pero al parecer…

 

-¡Cierra la boca enano!- interrumpió Itachi, estaba muy agitado para tratarse de una simple conversación.

 

-Itachi, basta, no sabemos aún qué fue lo que pasó- el doncel ofreció su mano al pelinegro, quien la tomó para intentar tranquilizarse. Deidara sabía que su esposo no sería capaz de aclarar las dudas del muchacho. –Naru- se dirigió al menor –ambos te vimos bailar con alguien poco después de que tú y el doncel Sabaku abrieron la pista.

 

-¿En serio?- los ojos del rubio se iluminaron -¿y saben que ocurrió con él? Ni siquiera recuerdo como era, sé que vestía un sombrero muy grande y feo, con plumas negras, pero nada más, tampoco pude preguntarle su nombre.  Ustedes debieron haberlo visto.

 

Deidara soltó una risa forzada e Itachi miraba en otra dirección, solo fruncía el ceño con cada palabra que decía. Deidara carraspeó para llamar la atención del menor que observaba al nervioso pelinegro.

 

-Y, ¿era bonito?- preguntó exponiéndose a la afilada mirada de su esposo.

 

 

-Muy bonito- respondió Naruto incorporándose nuevamente sin borrar la sonrisa de su rostro. –No estoy seguro de si hablamos, fue muy extraño, puedo jurar que casi me ordenó que bailara con él, después me dio las gracias, no recuerdo nada nada más después de eso.

 

-Bueno- respondió Deidara haciéndose el desentendido. -Al parecer al fin encontraste un doncel que no te desagrada, ¿no te parece maravilloso Itachi?, ¿Itachi?

 

El pelinegro miraba a la nada, ¿en qué momento se había sentado en la cama? No lo sabía, pero parecía tan ido como si sus pensamientos hubieran decidido tomarse unas vacaciones a otro mundo. Ya no se veía molesto, sino triste.

 

 

En vista de que Itachi no había reaccionado positivamente a la conversación, Deidara decidió que era hora de volver a casa, claro que no sin antes asegurarse de que le rubio se encontraba bien. No era difícil ver lo contrario. El joven estaba mejor que bien tan solo con recordar al bonito doncel que lo había hipnotizado la noche anterior. La única molestia fue no poder recordar muchos detalles sobre el suceso. Por supuesto que le había importado muy poco que su amigo Itachi no hubiera dicho una palabra al respecto. Obviamente ignoraba su preocupación. Pasó el resto de la mañana tumbado en la cama intentando que su memoria le trajera la imagen del doncel de la fiesta, pero no había logrado más que visualizar el negro de sus ojos y esa blanca piel oculta tras un antifaz.

 

 

 

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-¿Estas bien?

 

Itachi había entrado estrepitosamente a casa azotando la puerta tan fuerte que esta solo había rebotado en el marco sin cerrarse. Deidara respiró profundamente y fue con calma a cerrarla.

 

-Sabes que no.- Itachi dio zancadas hasta el mini bar y se sirvió un vaso de brandy. Deidara por el contrario, caminó lo más firme que podía hasta la cocina a calentar agua para té y sacar de su canasto de emergencias unas cuantas galletas horneadas por él mismo que sabía que su esposo necesitaría en cualquier momento. -¿Tú me crees?- escuchó la voz de su marido completamente quebrada. ¿Cuántos tragos de brandy llevaba en tan solo unos minutos?

 

-Por supuesto que te creo- salió de la cocina y caminó hasta el sillón donde solía sentarse a leer. –Pero- Itachi movió la cabeza –tampoco espero que te ilusiones tan pronto.

 

El pelinegro bebió de su vaso, y sirvió más alcohol, que pronto desapareció de nuevo por su garganta. Itachi no miraba al doncel. Estaba de pie frente al librero al lado del mini bar, con la vista perdida en su trago.

 

 

De pronto un golpe contra la mesa del bar, y el sonido de vidrio quebrándose hicieron brincar de susto al rubio.

 

-¡Yo sé lo que vi!- gritó Itachi. Deidara inmediatamente reaccionó al ruido y corrió a la cocina por un pañuelo húmedo. Cuando lo tuvo, alejó a Itachi del bar llevándolo al sillón, lo sentó y se sentó junto a él para revisar su mano. Tenía algunos cristales incrustados en la piel y la sangre brotaba de diferentes cortes, mas, el hombre de la casa no lloraba. –Lo vi a él, Deidara, a mi pequeño.

 

El doncel terminó de limpiar la herida en silencio, y el pelinegro tampoco volvió a hablar mientras el rubio lo atendía.

 

-Lo lamento cariño- dijo cabizbajo el varón. Recibió como respuesta unos cálidos brazos que lo envolvieron hasta dejarlo recostado en el regazo del doncel. –Eran sus ojos, y esa forma de bailar, yo le enseñé a bailar así, no podría olvidarlo nunca, tan solo era un bebé cuando pasó, pero…- su voz se cortó en un sollozo.

 

-No creo que Naruto tenga idea de que tal vez el doncel con el que bailó, es tu hermanito.

 

Hubo un momento de silencio largo, en el que solo se escuchaban los sollozos del pelinegro calmados por las caricias que el doncel daba al cabello largo de su marido.

 

-Tengo miedo Dei, de que solo sea mi imaginación, y más de que sea real. ¿Qué pasó con él? ¿Por qué no vino a mí? ¿Y si no me recuerda?

 

-¿Has visto sus ojos Itachi?, los de Naruto, ¿has visto como brillan cada vez que mencionas a Sasuke?  El chico debe estar igual de confundido que tú, igual de ilusionado.- Deidara abrazó a su marido- El pelinegro temblaba. –Lo buscaremos amor, si realmente ese chico del baile era Sasuke vamos a encontrarlo.

 

 

La tetera sonó y Deidara sirvió te solo en una taza y preparó chocolate en otra, a la cual le puso las galletas que tanto amaba comer su Itachi cuando se sentía triste, tal como un pequeño asustado.

 

Sí había todavía algo en ese hombre fuerte y tenaz para los negocios que le recordaba al joven cuentacuentos y primer oficial de barco pirata de hacía ya tantos años atrás. Ese algo se escondía en los ojos tristes que antaño esperaban ansioso volver a ver a un pequeño doncel después de la jornada de trabajo para escaparse juntos a su mundo privado de aventuras.

 

Deidara acarició su abultado vientre. Esperaba que ese hombre dejara salir algún día, de nuevo, al niño que ansiaba jugar todas las noches con Sasuke Uchiha.

 

 

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Los días siguientes a la fiesta cualquiera podría decir que Naruto no era el mismo. Sonreía a todos, caminaba casi dando brinquitos por la calle, hasta cantaba en el trabajo. ¿El motivo? Había hecho un descubrimiento importante a la semana del baile, y esperaba poder ver a Itachi pronto para compartirle su teoría.  Había pasado sus ratos libres repasando cada momento que pasó con aquel doncel, y estaba casi seguro de que el personaje que vestía aquel sombrero enorme podría tratarse de cierto doncel Uchiha desaparecido.

 

Detuvo un momento su labor en la máquina de escribir. Aquel día no podía concentrarse en los perfumes de la señorita Yamanaka, ni en el bolso nuevo de la señorita Temari  Sabaku. Se dejó caer en el respaldo de su silla. f6;f6;Sabakuf7;f7;.  Desde el día de la fiesta no hablaba con Gaara, no era que se hubieran vuelto inseparables pero coincidían en que disfrutaban de la compañía del otro porque no existía presión de ningún tipo en sus conversaciones. Ahora que lo pensaba, nunca le había hablado sobre su intolerancia hacia los donceles, ni sobre el hermano de Itachi, su amor platónico, mucho menos sobre su recién formulada teoría que, aunque le fascinaba, mientras más pensaba en ella, más pensaba que era un disparate.

 

-¿De verdad eres tú?, o ¿solo es que quiero que seas tú?- acarició el botón azul que colgaba de su cuello. Tenía tantas dudas, y no estaba seguro de a quién recurrir para intentar despejarlas. Itachi era susceptible a cualquier tema que incluyera a Sasuke, Deidara (como todo doncel) era demasiado cursi como para sacarlo de las fantasías, su madre era demasiado “madre”, como para hablar con ella de algo tan vergonzoso, y ni hablar de su padre, no deseaba que sacara algún chiste sobre sus sentimientos. Sai, hace años que no tenía contacto con Sai. Quizás Gaara. Definitivamente lo buscaría para conversar.

 

Cuando la jornada terminó se dirigió a la mansión Sabaku, pero de camino tropezó con nadie más que con el pelirrojo al que iba a buscar. Lucía agitado, desaliñado y ojeroso, pero pensó que tal vez el doncel podría ofenderse si lo mencionaba. Se limitó a sonreír y saludar.

 

-Hola, iba camino a buscarte, me gustaría hablar contigo.

 

El doncel no se detuvo. Naruto lo siguió.

 

-¿Hablar sobre qué? –respondió acelerando el paso.

 

-Es sobre, -Naruto intentaba darle alcance pero el doncel iba más rápido de lo que lo había visto caminar antes. -¿Podemos detenernos?

 

-No tengo tiempo Senju, si quieres hablar, tendrá que ser de camino o puedes esperar a que termine mi turno.

 

Naruto no supo a qué se refería, pero al verlo tan apurado decidió darle el beneficio de la duda y seguirlo. Esperaría. Más nunca imaginó que tendría que esperar en ese lugar que no había vuelto a pisar desde hacía tantos años.

 

 

-Lo lamento Matsuri, se me hizo tarde- Sabaku se apresuraba a cruzar el vestíbulo del hospital bajo la atenta mirada de la recepcionista y de Naruto.

 

-Tranquilo, no has llegado tarde en meses, no creo que te reprendan por diez minutos de retraso, los doctores saben que debes estudiar duro. Por cierto, quien es el joven de ahí.

 

Naruto vio la sorpresa en la cara de la recepcionista y la vergüenza en la del pelirrojo ¿Qué no se había dado cuenta de que lo seguía?

 

-Oh no, vengo de visita- dijo de pronto el rubio. Gaara le agradeció por no hacerle pasar por un seguro interrogatorio al decir que venía con él. Ver a un doncel y a un varón juntos daba mucho de qué hablar, y Naruto sabía que a Gaara esas cosas no le ayudaban en nada para mantener la imagen de doncel decente que sus padres esperaban de él, ni a él mismo para evitarse una reprimenda por no ser caballero con los donceles.

 

La recepcionista lo miró un tanto insegura como inspeccionándolo. El chico se veía lindo, un tanto torpe pero de porte alto, pero seguro no tenía nada que ver con su amigo doncel, no era del tipo brillante para que el pelirrojo estuviera interesado, según ella.

 

-¿Paciente?- preguntó ella.

 

-Uchiha Sai.

 

Gaara, quien ya había salido por el pasillo se detuvo en seco al escuchar ese nombre de boca del rubio. ¿Qué tenía que ver Naruto Senju con Sai?

 

La recepcionista buscó en el archivo y le dio al rubio una hoja para registrar su visita, después de eso le indicó a un enfermero lo suficientemente enorme y corpulento que lo llevara a la habitación del paciente. Este lo guio por un pasillo, unos cinco pisos de escalera  y otro pasillo aún más largo que el primero hasta una puerta blanca asegurada con tres cerrojos, lo que hizo a Naruto preocuparse por su seguridad. Conocía poco a Sai pero estaba seguro de que no era un sujeto peligroso como para estar encerrado en un lugar así.

 

-Hoy no es día de visitas, pero este paciente tiene particular permiso para recibirlas, puesto que nadie viene tan seguido-el enfermero abrió la puerta permitiéndole el paso. –Estaré aquí por si me necesita, tiene treinta minutos- cerró la puerta sin hacer mayor ruido.

 

Naruto vio al pelinegro vestido con un traje de gasa azul claro. Contrario a lo que había visto la última vez que le visitó, no llevaba camisa de fuerza y se le veía bastante tranquilo. Ni siquiera se había vuelto a ver quién le visitaba, como si eso le importara nada en absoluto.

 

-Hola Sai- dijo el rubio sin saber qué decirle. ¿Debería disculparse por no haberlo visitado en tantos años?, no sabía. -¿cómo has estado?

 

-Estoy esperando- se limitó a contestar el pelinegro. Entonces Naruto se percató de que parecía tener la vista fija en la ventana. Se acercó a sentarse junto a él y comprobó que, efectivamente, Sai miraba hacia la ventana. Lo que le sorprendió fue el ansia que se apreciaba en sus ojos al verla.

 

-¿Qué estas esperando?- preguntó Naruto con real curiosidad.

 

-Lo mismo que tú- le respondió Sai sonriéndole a la nada.

 

Naruto le miró con extrañeza, luego sacudió la cabeza para despejar su mente de las fantasías que le venían a la cabeza cuando se encontraba con el pelinegro. Entonces reparó en que seguramente había sido una mala idea visitarlo, pero se arrepintió pronto. Debía contarle a alguien las ideas que tenía o se volvería loco, pensó irónicamente.

 

-Quisiera contarte algo amigo.

 

Sai pareció volver de un trance y lo encaró con una sonrisa más que radiante en el rostro. Naruto suspiró.

 

-Conocí a alguien en un baile, un doncel- hizo una pausa para ver alguna posible reacción en el paciente. Nada. Prosiguió. -¿Recuerdas a Sasuke, tu primo? –

 

Sai dio un leve respingo, como si le hubiera asaltado un escalofrío.

 

-Jugábamos todas las noches, él me leía cuentos, y yo destruía los lazos de sus osos, me gustaba verlo enojar, saltamos juntos la ventana y volamos a Nunca Jamás, jugábamos en la isla, y él juagaba a ser madre, y nos contaba cuentos para dormir, después él se fue con esa serpiente, pero es un gran pirata, pronto será capitán ¿sabes? Solo debe cumplir unos encargos y me iré con él, yo era su subordinado favorito cuando Itachi se fue- soltó una risita –estuvo aquí y preguntó por ti…

 

Naruto escuchaba intentando controlar su paciencia. Había olvidado lo inútil que era razonar con Sai acerca de esas alucinaciones sobre una isla de piratas, hadas, duendes y toda clase de fantasías que Naruto atribuía a los cuentos de hadas, pero esta vez algo le decía que Sai no estaba solo alucinando, se quedó de piedra al sus palabras. Sabía que todo lo que Sai veía era obra de las alucinaciones causadas por aquel trauma que les fue diagnosticado cuando eran niños y que él pudo superar, pero sus recuerdos sobre aquel doncel con traje de pirata con el porte y elegancia de un capitán le estaban haciendo dudar. Tenía tantas preguntas acumuladas en la mente que se agolpaban por salir por su boca pero no conseguía formular ninguna, estaba confundido. Y para cuando al fin pudo formular la pregunta más importante de todas, su tiempo se había agotado.

 

El enfermero abrió la puerta y le informó a Naruto que debía salir de la habitación para no alterar al paciente, Naruto exigió unos minutos más, pero él se negó a abandonar el cuarto y la conversación.

 

-¡Sai!- exclamó con fuerza logrando tener toda la atención del pelinegro -¿Sasuke está vivo?- El pelinegro no dejaba de sonreír.

 

-Bailaste con él ¿no es así?

 

Antes de que pudiera digerir la respuesta, la puerta le fue cerrada en las narices.

 

 

 

 

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí sentado. Le dolía el trasero, y el frío comenzaba a calarle. Solo pudo quedarse ahí afuera después de que aquel enfermero forzudo lo arrastrara hasta recepción, gracias al alboroto que armó fuera de la habitación de Sai, la directora del hospital lo reprendió diciéndole que se encontraba en un hospital psiquiátrico, no en un parque y que si estaba en sus planes volver a visitar al paciente, no le convenía seguir ocasionando disturbios. Esperaba que Gaara saliera en su defensa pero, se dio cuenta de que arrastrar al doncel en sus problemas solo le perjudicaría más que a él, así que, con el ultimátum de la directora, salió del edificio y se sentó en la acera a esperar.

 

No estaba seguro de qué esperaba; tal vez su siguiente oportunidad para ver a Sai, tal vez a que Gaara terminara su turno, tal vez a que las dudas que su reciente conversación había formado en su cabeza se disiparan. Lo único de lo que estaba seguro era que debía decirle a Itachi sus sospechas.

 

A su mente vino el doncel de la fiesta, no había duda  de que encajaba con todas las descripciones de Sasuske Uchiha que había recibido y alojado en su memoria. El único problema era que el doncel Uchiha estaba muerto. ¿O no? No tenía intenciones de escarbar en las memorias de su infancia que tanto se había esforzado por desterrar de su mente, solo encontraba pesadillas cada vez que hurgaba en ella, y la vida que habían construido los Senju para él no merecía que volviera a hundirse en esos recuerdos. Si lo pensaba bien, últimamente ni esforzándose por recordar algo del pasado conseguía lograrlo.

 

 

 

-Así que no te has marchado- dijo la voz de Gaara detrás de él. Naruto negó distraído y antes de que el rubio pudiera levantarse, el doncel ya había tomado asiento junto a él en la acera fría e incómoda. –Eso que querías contarme, ¿tiene algo que ver con el alboroto de esta tarde?- Naruto no respondió. –Dejé a Sai durmiendo en su habitación, hace días que no dormía, estaba muy contento, no dejaba de sonreír- dijo el pelirrojo en un tono sumamente dulce (según Naruto). -Conozco a Sai desde que empecé a trabajar en el hospital y me asusté al escuchar el escándalo que venía de su piso. Es un chico tranquilo, y no suele armar alborotos con las visitas, pero realmente me sorprendió el efecto que tuvo en él tu visita.

 

-Me alegro que se encuentre bien- dijo Naruto forzando una sonrisa- tiene tiempo que no conversábamos.

 

-Revisé el registro de visitas de Sai de los últimos ocho años, Naruto, ¿por qué nunca lo habías visitado hasta ahora?

 

Naruto encogió los brazos mientras él mismo intentaba responderse a esa pregunta. ¿Sería miedo? ¿Sentía pena por Sai? ¿Aborrecía que sus palabras le hicieran recordar lo que no deseaba recordar?

 

-Gaara, ¿tú crees que todo lo que dice Sai sea verdad?

 

El pelirrojo pudo intuír que lo que ocurría con Naruto le ocurría a él mismo.

 

-Creo que Sai dice las cosas tal cual las siente, y que lo que él siente es verdadero, creo que él puede ver cosas que nosotros no, tal vez Sai es más libre que los demás y por eso los que estamos encerrados en el mundo somos nosotros, sin embargo las cosas que él ve, y sabe, me confunden tanto como a ti. –puso una mano sobre el hombro del rubio para intentar confortarlo. No conocía mucho sobre el caso del doncel Uchiha, pero no era tonto, y se daba cuenta de lo importante que era ese doncel para Sai, y por lo visto, también para Naruto. –Sai jura que Sasuke Uchiha es el único que lo visita a diario, y me aseguró que solo es cuestión de días para que vuelva con él a casa, ¿piensas que debo creerle?

 

 

 

Esa noche, Naruto acompañó al doncel de vuelta a su casa pensando que si su madre se llegaba a enterar de que no había hecho, lo castigaría por su falta de educación, caballerosidad y cortesía. Ambos iban sumidos en un silencio que tenía nombre y apellido; Gaara estaba asustado de la amenaza que significaba el nombre de Sasuke Uchiha para su príncipe. Temía que las palabras de Sai fueran aviso de una inminente tragedia. En cuanto a Naruto, el revoloteo en su estómago que causaba el nombre del doncel Uchiha solo se veía opacado por el miedo de que sus ilusiones fueran tan solo eso, ilusiones. Y el paciente Uchiha no hacía más que confundirle la cabeza. No solo se trataba de creerle al chico que sabía más de él que él mismo, si no de que si lo que decía era cierto, podría descubrir aquellas cosas que se había empeñado en olvidar.

 

Tan perdidos iban en sus pensamientos que al llegar a la mansión Sabaku, a ninguno le extrañó la presencia de la familia Sabaku en el salón, acompañados de los padres de Naruto.

 

-Hijo, querido, que bueno que has traído al joven Sabaku a casa, eso habla muy bien de ti- exclamó jovial su madre. ¿Eso en sus ojos eran lágrimas?

 

-Como digas madre- respondió el rubio sin ganas de discutir. –Si me disculpan, me voy a casa.- se volvió después de hacer un gesto rápido de despedida con la cabeza en dirección a Gaara que apenas entraba al salón, y luego se dispuso a salir de la casa.

 

-Un momento jovencito- ese debía ser el señor Sabaku. Gaara se alarmó, y lanzó una mirada de terror a Naruto. ¿Se atreverían sus padres a algo tan cruel?

 

-¿Qué manera es esa de despedirte de tu prometido?-

 

Naruto quedó en shock apenas giró el pomo de la puerta. Escuchó un golpe sordo, se giró y vio al pelirrojo desplomado en la fina alfombra.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Lamento mucho la demora, hace casi un mesa que no tengo internet, apenas ayer volvieron a conectarlo.

Espero mucho que este cap[itulo valga la espera.


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