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Mörder por Dara17

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Notas del capitulo:

¡A Leer!

Capítulo 2.

 

 

Seúl. Agosto 22 de 2017, martes.

 

Despertó empapado en sudor, las articulaciones de los brazos le dolían por culpa de la fuerza con la que abrazaba la almohada. Estaba en posición fetal sobre la cama y sus ojos se encontraban un poco acuosos. No comprendía por qué no lograba olvidar su pasado, ni por qué la mayor parte del tiempo soñaba con éste. Era una tortura recordar a su bella madre, presenciar una y otra vez su muerte antes de que fuese llevado a la base militar. Sabía a la perfección que todo había sido planeado por su padre, pero no podía hacer nada, sólo continuar con su poco orgullosa vida, tratando de dejar de lado los recuerdos que sólo eran desbloqueados en sus sueños, y omitiendo cada uno de los muertos que dejaba a su paso.

 

Jaebum observó el reloj digital de mesa, faltaban pocos minutos para ser las cinco de la madrugada. En frente de su cama, se encontraba el armario que lo llamaba para tomar sus cosas y marcharse. Con pereza se levantó de la cama, se vistió, guardó en una maleta la ropa que se pondría para asistir a la universidad y dejó el lugar.

 

 

 

—Son las siete en punto, Jaebum —avisó el entrenador Han. Un hombre en sus cuarenta, bajo y acuerpado, que se encargaba de hacerle la vida cuadritos a todo el que omitiera tan sólo una de sus instrucciones así fuese muy tonta—. Tienes quince minutos para estirar un poco y luego debes correr veinte kilómetros, ya tú decidirás a qué velocidad, aun así espero no verte caminando por el aeródromo. Si lo haces, los soldados que estén por esa zona me avisarán.

 

—No soy como Kunpimook —bufó Jaebum—. ¿Alguna vez me has visto caminando?

 

—Es un aviso —dijo el hombre sin importancia, mirando la hora por enésima vez.

 

—Entendido —el joven hizo el intento de marcharse pero el entrenador lo detuvo.

 

—Cuando termines de correr puedes complementar con ejercicios suaves y luego pasas a la piscina —miró a Jaebum y sonrió macabramente—. Debes nadar por lo menos una hora y luego debes pasar al gimnasio, allí estaré esperándote.

 

Jaebum le miró con el ceño fruncido y abrió la boca para decirle cuanto lo irritaba, pero el entrenador Han se le adelantó:

 

—Lo siento, sé que es muy pesado pero todo implica esfuerzo, ¿quieres estudiar? Cumple con tus treinta horas de entrenamiento semanales. Y ya deja de mirarme así, tus compañeros pagan treinta y nueve horas, Jaebum —aquel hombre fingía entenderlo pero su presente sonrisa le demostraba lo mucho que disfrutaba viéndole sufrir.

 

—Siete horas por día en semana y cuatro el fin de semana, ¿alguna vez me dirás algo diferente? —resopló Jaebum sin poder controlar su mal genio.

 

—Sí, y a la próxima te diré que debes correr el triple si continúas mirándome de esa forma. ¡Márchate!

 

Jaebum relajó la expresión por obligación y se alejó del entrenador mientras maldecía por lo bajo y aseguraba lo mucho que lo odiaba. Se sentía muy enojado y deseoso de correr más rápido de lo normal pero sabía que se cansaría y estaría hecho trizas al medio día si lo hacía. Cumplió con los veinte kilómetros más lentos de su existencia y se fundió en la alberca liberando su cabeza de cualquier pensamiento, hasta que el sonido del cronómetro de su teléfono inteligente le avisó que eran las nueve de la mañana. Salió de la piscina olímpica justo cuando sus compañeros comenzaban a llegar para dar inicio a la jornada de entrenamiento diaria. Los primeros en aparecer fueron Hongbin y Sanghyuk, iban tomados de la mano y le sonrieron con amplitud al verlo. Hyuk, a diferencia de los otros dos jóvenes, no sólo se encargaba de asesinar, su trabajo consistía más en ser uno de los hackers de las FES2000, al igual que su hermano Jaehwan y de Kunpimook. Siendo asesinos temporales en caso de que todos los chicos estuviesen en una misión.

 

—¿Cómo ha estado todo? —preguntó Jaebum, notando una venda en el hombro de Hongbin.

 

—Todo sigue igual —se encogió de hombros el mayor.

 

—Lo único genial ha sido el cambio de color del cabello de Jackson, pero no duró mucho tiempo —expresó Hyuk dejándose abrazar de su pareja.

 

—¿Y Wonsik? Me dijeron que tendría una misión con él esta semana pero Kunpimook no lo mencionó ayer.

 

—Ravi, N y Leo partieron hace menos de una hora a una misión en los límites con Corea del Norte. Fue difícil conseguir la información pero lo logramos ayer en la tarde —aclaró Sanghyuk.

 

—Oh… —susurró Jaebum— entiendo.

 

—Bueno, debemos hacer el calentamiento antes de que el entrenador Jung llegue. Nos vemos luego, deja de fruncir el ceño —bromeó Hongbin cuando el sol comenzó a darle en el rostro a su amigo.

 

Jaebum sólo se despidió con la mano siendo interceptado por Kunpimook, el cual fruncía el ceño y buscaba a alguien con la mirada mientras se acomodaba su pantalón de baño.

 

—¿Has visto a Ken? —preguntó sin tan siquiera mirarlo.

 

—No. —El mayor intentó continuar con su camino pero el tailandés lo tomó del brazo.

 

—No me dejes hablando solo. Necesito encontrar a ese tonto, él fue el que desconfiguró el sistema para que no enviáramos a su novio a esa misión. ¡El ministro Im estuvo a punto de ahorcarnos y él continuó haciéndose el tonto!

 

—Jaehwan cuida mucho de Taekwoon —fue lo único que pudo formular Jaebum.

 

—Cuando lo encuentre voy a… ¡allí está! —el menor salió disparado.

 

Jaebum sólo pudo hacerse de lado e ignorar la situación. Debía llegar al gimnasio antes de que el entrenador Han la tomara contra él. Cuando pudo dar dos pasos más, se cruzó con Mark y Jinyoung, ambos iban tomados de la mano, sonriendo por culpa de la algarabía formada por Ken y BamBam. La pareja no dudó en detenerse para abrazar al joven que hacía lo posible por marcharse, y luego se separaron de él para continuar con su camino. Jaebum se sintió aliviado por no tener que suspender su camino para hablar con ellos, sin embargo, Jackson apareció en frente de él extendiendo sus manos.

 

—Los dulces, ¿dónde están? —inquirió enarcando una ceja.

 

—Te los traeré mañana en la tarde.

 

—Perfecto —Jackson le dio un exagerado beso en la mejilla y se marchó. El mayor no pudo evitar seguirlo con la mirada, el chino había alcanzado a Mark y a Jinyoung para abrazar a cada uno y darles su respectivo beso en los labios. Jaebum negó con la cabeza y continuó con su camino mientras sentía su cuerpo estremecerse.

 

—Realmente no comprendo su relación —musitó—. Es demasiado extraña.

 

 

 

Su cuerpo dolía en exceso, había tenido boxeo y levantamiento de pesas de nueve treinta de la mañana a una de la tarde tan sólo por haber llegado media hora después de la estipulada. Ya se encontraba en la universidad semi-dispuesto a recibir las cuatro siguientes horas de clases. Pasó cerca de una de las cafeterías de la universidad, percibiendo el aroma de la comida. Aquel día tenía mucha hambre pero por falta de tiempo no había podido tomar el almuerzo antes de entrar a su clase de dos de la tarde. No tenía ánimos de ir hasta la cafetería por comida por lo que se comió un rollo de Kimbap al salir de clase a las cuatro de la tarde. Caminó con paciencia hasta la biblioteca permitiéndose pensar en Youngjae sólo porque lo vería, porque siempre era igual, evitaba pensar en el castaño durante el tiempo que estuviese alejado de él. Jaebum conocía que no tenía derecho a esperar algo de él, así que por lo regular evitaba ilusionarse, sin notar que ya lo estaba por completo.

 

La tarde pasó de la misma forma que siempre. Sus miradas sólo se cruzaron al saludarse y cuando el mayor decidió marcharse debido a la fatiga. Jaebum creyó ver que Youngjae lo miraba con tristeza, pero se reprendió mil veces por prestarle atención mientras abandonaba la biblioteca. Al estar fuera, se dirigió a fumar el habitual cigarrillo en el pequeño parque que, al parecer, sólo él conocía porque nunca encontraba a nadie allí. Aplastó el cigarrillo contra el suelo cuando hubo terminado y luego arrojó lo que quedaba al cubo de la basura. Se metió la mano en el bolsillo buscando de nuevo la cajetilla de cigarrillos, su cuerpo necesitaba más nicotina, por lo que encendió el nuevo cigarrillo e intentó darle una calada pero no lo logró. Alguien se lo había arrebatado, se giró para quedar en frente de la persona que había osado a molestarle, sintiendo sus orejas enrojecer cuando se dio cuenta de que había sido Youngjae.

 

—Lo siento. No es bueno que fumes —se disculpó el castaño, deshaciéndose del cigarro sin una chispa de vergüenza a pesar de que estaba muriendo de la pena por dentro. Jaebum se le quedó mirando absorto. «Estás muy cansado, Jaebum, es sólo una ilusión, ese no es Youngjae, no.», se dijo sin parar de repararlo de arriba a abajo—. Es lo mejor para ti —el menor deseó ventilarse con las manos pero lo evitó para no verse más patético de lo que ya se sentía.

 

Un largo y penoso silencio se extendió entre ellos. Jaebum no dejaba de repetirse que estaba soñando, que sólo necesitaba un par de segundos más para que aquella bella ilusión de Youngjae desapareciera. El otro se maldijo, recordándose que llevaban aproximadamente seis meses conociéndose, que había tenido muy buenas oportunidades para hablarle de manera normal, no obstante, había escogido la peor oportunidad, arrebatarle el cigarrillo. Todo lo que planeó decirle se esfumó en el momento en que el moreno lo miró. Recordó la bolsa de papel que llevaba en la mano  junto con los cafés helados en lata que guardó en la maleta. Había comprado aquello para compartirlo con Jaebum, pero ya no se sentía capaz de entregárselo. Miró por última vez al mayor decidido a marcharse, pero sus ojeras y palidez provocaron una enorme pena dentro de él. No, no se iría sin verlo comer.

 

—Q-quería… eh, compré esto —alzó la bolsa de papel—, son cruasanes —le extendió la bolsa casi obligándolo a recibirla—, también traje un par de cafés de la máquina —aprovechó que ya tenía las manos vacías para sacar las latas de la maleta.

 

Jaebum cayó en cuenta de que aquello realmente no era un sueño y que había hecho avergonzar tanto a Youngjae que su rostro de un momento a otro se había tornado completamente rojo.

 

—No te preocupes, yo… —Youngjae no le dejó hablar.

 

—Escuché tu estómago rugir durante toda la tarde, así que quise… hacerlo —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas de la vergüenza. Estaba mintiendo, en ningún momento escuchó el estómago de aquel joven rugir. La verdad tras aquello era que no lo había visto almorzar ese día y se había preocupado.

 

—Lo siento, por mi culpa no has podido concentrarte —Jaebum hizo una reverencia mientras pegaba la bolsa de papel y el café a su pecho.

 

Youngjae negó con la cabeza, y tomó al mayor de un brazo haciendo que éste se estremeciera y se dejara llevar hasta una banca que los esperaba a pocos metros.

 

—Come —fue lo único que dijo, manteniendo su rostro igual de rojo.

 

El moreno no se resistió. Nadie en la base se enteraría que estaba allí comiendo acompañado de un civil. Youngjae aprovechó su distracción y le quitó el café, lo destapó y se lo devolvió. Jaebum no tardó en recibirlo y dar el primer sorbo, degustando del mejor café helado que hubiese podido tomarse en la vida, aunque sabía que todo era una exageración y que ese café sabía mejor por haber sido obsequiado por Youngjae.

 

—A pesar… —Youngjae de repente olvidó lo que iba a decir, así que disimuló su torpeza abriendo su lata de café hasta que logró recordar—. A pesar de llevar medio año compartiendo la misma mesa nunca nos hemos presentado —el color en su rostro disminuyó.

 

Jaebum irguió su espalda cuando lo escuchó. Sus palabras fueron como una amenaza, si se presentaban debían actuar como amigos, ¿no era así? Y él no podía hacer aquello, no podía tener amigos. Su cuerpo tuvo el impulso de levantarse de la banca para salir corriendo, pero algo dentro de él le dijo que Youngjae no merecía aquello. Eliminó todo de su cerebro como solía hacerlo, y miró fijamente a Youngjae por primera vez en todo el tiempo. Asintió con la cabeza mientras reparaba cada facción del rostro del menor, su corazón se aceleró y tuvo que volver a bajar la mirada, fingiendo sacar el cruasán de la bolsa y darle un mordisco enterándose de lo hambriento que estaba.

 

—Me llamo Youngjae —dijo atropelladamente, sin que Jaebum se lo preguntara.

 

Jaebum volvió a meter el cruasán con rapidez en la bolsa de papel y le extendió la mano para presentarse como normalmente todos hacían —o por lo menos aquello se lo había enseñado Yewon, la hermana menor de Wonsik—. Youngjae no pudo evitar sonreír y dejar que su mano fuese apretada por la de Jaebum, se sentía tan cálida y encajaba tan bien con la suya que deseó no soltarla. Jaebum pensó lo mismo, hasta que el tacto de su mano con el frío anillo de bodas de Youngjae lo hizo caer en cuenta de que debía soltarlo.

 

—Yo… Jaebum.

 

El menor asintió sin saber que aún continuaba sonriendo. Al fin conocía su nombre, luego de tantos días y noches pensando en miles de nombres que él podría tener.

 

—Nos llamamos casi igual —bromeó y luego estuvo a punto de golpearse. «¿De verdad, Youngjae? ¿No podías decir algo mejor?».

 

Jaebum se limitó a asentir sintiéndose mal por no saber qué decir en respuesta. Él no estaba acostumbrado a socializar con nadie. Youngjae debía estar pasándola mal por su culpa.

 

—Se te va a enfriar el cruasán y el café se va a calentar —dijo el castaño con una mueca para después tomar su propio café sin detenerse.

 

Jaebum le hizo caso y comió todo con rapidez, pero sin dejar de degustar el sabor del cruasán y del café helado. Si pudiese sonreír estaba seguro que tendría una enorme sonrisa en el rostro, pero ya había olvidado cómo hacerlo. Sin detenerse, pensó en qué podría decir para continuar con la conversación, el problema era que su mente estaba en blanco por el miedo de arruinarlo todo y hacer que Youngjae se marchara y no volviera a acercársele, aunque aquello le convenía. Suspiró mientras masticaba el último pedazo del cruasán, el cual pasó con el último sorbo de café que le quedaba, y sin pensarlo más soltó una pregunta:

 

—¿Has tenido muchos exámenes? Te he visto leyendo más de lo común los últimos días, por lo que supuse que has estado estudiando para algún examen importante —de nuevo su mirada estaba sobre Youngjae, el menor se veía relajado, haciéndole sentir envidia.

 

—Oh, no. He estado un poco interesado en un libro que no puedo llevarme a casa, por eso he estado pegado de él, es difícil que te lo presten —aclaró—. Aun así acostumbro mucho a leer, me gusta hacerlo, además es mi método preferido de estudio —sonrió—. A diferencia de ti, que tiendes a transcribir las cosas, yo debo releer unas cuantas veces más lo que quiero estudiar para que se me quede en la cabeza.

 

Jaebum no pudo evitar quedársele viendo. ¿Cómo sabía él aquello? Su corazón pegó un salto, al parecer Youngjae le prestaba un poco de atención. Una risa escandalosa lo hizo volver en sí. El menor se movía con exageración y no paraba de reírse de la vergüenza mientras se reprendía por haberse visto como un acosador.

 

—No lo malentiendas —se escondió en su sobreactuada risa—. Un día no quería estudiar y… quise mirar lo que hacías… ajá…. Entonces me di cuenta de… agh… ¿Qué estudias? —cambió bruscamente el tema. Jaebum se rascó la cabeza y se reacomodó en la banca volviendo a tener una lucha interna que no tardó en olvidar de nuevo.

 

—Me encuentro en el segundo año de Historia… ¿y t…?

 

—Yo estoy en mi primer año de Lenguaje Coreano y Literatura —se apresuró en decir.

 

—Oh… ¿Y te ha gustado? —preguntó Jaebum con seguridad, pero ésta se vio interrumpida por el sonido del teléfono móvil de Youngjae.

 

—Lo siento —se disculpó el menor antes de sacar el teléfono del bolsillo, mirar la pantalla y silenciar la llamada sin poder ocultar su incomodidad—. Me gusta lo que he aprendido hasta el momento, es como… —de nuevo el móvil comenzó a sonar. Jaebum miró el aparato, en la pantalla de éste resaltaba la palabra “Cariño”, que terminó destrozándolo.  Youngjae volvió a silenciar la llamada, intentando retomar la conversación pero la dura mirada del mayor lo hizo volver a sentirse incómodo, sin saber que detrás de esa mirada, Jaebum escondía su dolor.

 

—Gracias por el cruasán —pronunció, siendo interrumpido de nuevo por el sonido del teléfono. Youngjae intentó apretar el botón de bloqueo para que la llamada fuera silenciada de nuevo, pero Jaebum lo tomó de la mano antes de que lo hiciera—. Debe ser tu… esposa —imaginó a una hermosa chica desesperada porque su esposo no le contestaba—, creo que deberías tomar la llamada —le dijo con calma fingida. Youngjae asintió sin ganas, quería sonreírle pero ya no podía. No quería contestar, no cuando al fin había logrado entablar una conversación con él, no cuando se sentía tan lleno y animado.

 

—Él puede esperar un poco —aclaró.

 

Jaebum no supo cómo sentirse con ello. «¿Él?», fue incapaz de dejar de lado su envidia, por lo que no dijo ni una sola palabra.

 

—Si le contesto deberé marcharme —explicó, rogando porque Jaebum comprendiera qué había entre aquellas palabras, aun así el mayor no se enteró de lo que realmente quería decirle Youngjae.

 

—Está bien, de todas formas ya me iba —falseó—. Estoy muy agradecido por tu gesto pero… creo que no deberías volver a hacerlo —en su pecho se formó un gran orificio causado por su propia culpa. A causa de su dolor y del insistente tono de llamada que arruinó el momento, le fue imposible notar el rostro desfigurado de tristeza de Youngjae—. Fue un momento agradable, ha sido bueno hablar contigo —y sin mirarlo de nuevo, se marchó.

 

Youngjae apretó el móvil entre sus manos hasta que éste volvió a dejar de sonar, luego de eso, activó el modo silencio y se dedicó a deambular como un alma en pena por la universidad, cayendo en cuenta de que no se había enterado de cuándo había anochecido. No sabía si esto había sucedido cuando le había entregado la comida a Jaebum o cuando por fin el mayor había hablado por su cuenta.

 

—Hubiese sido genial ver la puesta de sol con él —musitó sintiéndose cansado de caminar tanto—. Es hora de regresar —continuó, sin sacar el teléfono del bolsillo que a pesar de lo tarde que era no dejaba de iluminarse por las llamadas entrantes.

 

El camino fue largo y deprimente. Tuvo que cruzar de nuevo toda la universidad para llegar hasta el estacionamiento, donde los hombres que siempre lo acompañaban daban vueltas sin dejar de hablar por sus teléfonos móviles. Youngjae no les prestó atención porque ya sabía la razón de tal algarabía: él. Los vio acercársele, reparando cada espacio de su cuerpo intacto. Todos suspiraron a la vez. El menor desbloqueó el auto y se metió dentro, pero el jefe de los hombres que vestían de negro tomó la puerta antes de que él la cerrara.

 

—Joven Youngjae, creímos que alguien… que algo le había sucedido —Youngjae quiso mirarlos de la peor forma pero sintió pena por aquel grupo de hombres que se pasaban el día entero cuidándole.

 

—No fue nada, Hyunwoo. Me concentré de más en la biblioteca —sonrió con amabilidad e intentó cerrar la puerta pero el otro no se lo permitió.

 

—El jefe ha estado muy preocupado por usted, debería llamarlo —sugirió.

 

—Hazlo tú, dile que estoy bien y que no tardaremos en llegar —le pidió, logrando al fin cerrar la puerta del automóvil.

 

En bien escuchó el sonido de los seguros del auto se sintió más tranquilo.

 

—No debí hablarle —gimió.

 

El camino a casa fue más corto de lo que esperó, la refulgente y moderna mansión Ok se alzó cuando subió la última colina. Se llenó de alivio al verla, realmente necesitaba descansar y fundirse en la cama hasta el día siguiente. Las rejas de la mansión estaban abiertas como si ya hubiesen sido avisados de su regreso a casa. Un par de empleados lo esperaban en frente de la entrada principal, como siempre. Detuvo el auto y bajó de él para que uno de los señores tomara las llaves y llevara su auto hasta el garaje. El otro, hizo una pronunciada reverencia y le sonrió con amabilidad.

 

—Bienvenido a casa, joven Youngjae —dijo con formalidad.

 

—Muchas gracias, señor Lee —no pudo evitar sonreírle y seguir su camino.

 

Miró hacia el lado derecho de la mansión, donde un enorme ventanal le permitía mirar hacia la sala en la cual su esposo movía las manos bastante animado por verlo. Le sonrió y siguió por el camino de piedra que lo llevaba hasta allí, siendo recibido con un fuerte abrazo y un necesitado beso que le quitó el aire e hizo que su corazón se acelerara con desenfreno. Los fuertes brazos del mayor, que minutos antes lo habían apresado, lo soltaron.

 

—Me tenías preocupado, fue tanta la desesperación que terminé llamando a Yugyeom —le golpeó la nariz con dulzura.

 

Youngjae pasó sus manos por la cintura del mayor y fijó su mirada en él. Se veía muy bien, con su cabello negro y sedoso, sus fuertes facciones, esos pronunciados músculos y su perfecta estatura que lo obligaba a mirarlo desde abajo. Taecyeon era todo un adonis, tal vez por eso hacía que su corazón quisiera salírsele del pecho y su cuerpo temblara cada que lo veía. Tal vez.

 

—Lo siento —Youngjae se sintió nervioso.

 

—Lo peor de todo fue que él no quiso pasarte —Taecyeon hizo una mueca y acarició el cabello de su esposo.

 

—No debes llamar a Gyeom —expresó con tranquilidad—, sabes que él nunca me pasará al móvil —suspiró—. De nuevo lo siento, es sólo que estaba concentrado estudiando y tenía el teléfono en silencio, además estaba en el fondo de la maleta, y el tonto de Yugyeom no me dijo la hora hasta que ya era bastante tarde —mintió con tanta gracia y tranquilidad que cualquiera le hubiese podido creer.

 

—Lo mismo me respondió Yugyeom —Youngjae sonrió internamente por estar tan conectado con su mejor amigo, al cual  ni si quiera necesitó llamar para que le ayudara con su coartada—. Intenta tener tu móvil pegado de ti si no quieres que me vuelva loco por tu culpa —suplicó con un notable puchero.

 

El castaño asintió, dentro de él se plantó una leve culpa por haberle mentido, aun así ya estaba tan acostumbrado a hacerlo que se olvidó por completo de ella.

 

—Lo haré —se paró en puntitas y le besó la barbilla para marcharse.

 

—¿Adónde crees que vas? Debes ir a cenar —el mayor lo arrastró hasta el comedor y lo dejó en frente de un conjunto de platos recién servidos—. Cómetelo todo y te dejaré descansar —dicho esto, abandonó la habitación dejando al menor comiendo sin ganas.

 

Al terminar la cena, Youngjae arrastró sus pies por un conjunto de pequeñas escaleras de mármol blanco hasta la habitación. Ésta era amplia y decorada con diferentes cuadros modernos situados estratégicamente. Caminó por un corto pasillo que lo llevaba directamente a la puerta del baño, pero se desvió un poco y bajó un par de escalones a la zona más amplia de la habitación, en donde se encontraba la cama matrimonial ya preparada para dormir. Deseó lanzarse sobre ésta pero el sonido del teléfono de su esposo lo obligó a desechar esa idea. Se acercó a la mesa auxiliar y revisó la pantalla virando los ojos en bien vio quién llamaba, aun así se vio obligado a contestar.

 

—Minjun —casi gruñó.

 

Ah, eres el tonto que hizo que Taecyeon faltara a una de las reuniones más importantes con los altos cargos del Hospital —escupió el otro haciendo que el cuerpo de Youngjae se llenara de ira.

 

—No voy a decirle a Taec que lo has llamado —anunció para después colgarle.

 

Le fue imposible no sonreír victorioso y caminar hasta el baño para darse una ducha, encontrándose a su esposo saliendo de la habitación con una toalla medio puesta y la piel húmeda resaltando su color canela y pronunciados músculos.

 

—Debí esperarte, pero creí que sólo te tirarías a la cama a dormir, te ves muy cansado —explicó el mayor pasándose una toalla por el cabello.

 

—No hay problema —Youngjae se encogió de hombros y siguió su camino. Quería una ducha rápida, por lo que no se inmutó en cerrar la puerta.

 

Tomó un baño corto como había planeado y salió de nuevo con su pijama puesta, escuchando el tono de llamada del teléfono de su esposo y luego la voz cansina del mismo:

 

—Antes de que puedas decir cualquier cosa déjame hablar —alegó—. Min… oye, ¡no te enojes! Estaba preocupado por Youngjae, sabes que cualquiera puede hacerle daño por ser mi espo… ¡déjame hablar! —el menor, que era el tema de aquella conversación, caminó sin darle importancia hasta la cama y se metió entre las sábanas. Odiaba al mejor amigo y mano derecha de Taecyeon, y sabía que Minjun también lo odiaba a él. Lo único bueno que tenía aquel joven era su hermano, Yugyeom.

 

»Si hubiese ido de todas formas no habría aportado nada —el mayor le hizo una cara triste a su esposo y se recostó a su lado—. Sí, soy el presidente, me lo repites todos los días. Lo que no entiendo es por qué, a pesar de todo el tiempo que llevamos juntos, nunca has comprendido que eres el único apto para ese cargo. Yo sólo sirvo para dar otro tipo de órdenes y ninguna está relacionada con un tonto Hospital de niños —viró la mirada dándole poca importancia a lo que decía Minjun—. Deja de preocuparte, todas las decisiones que tomes serán buenas.

 

Youngjae intentó concentrarse en algo más, ya estaba cansado de aquella típica pelea de amigos, no obstante, no pudo dejar de recordar las razones de aquello. Su esposo, Ok Taecyeon, era uno de los mafiosos más reconocidos dentro del país; su fortuna se debía al narcotráfico, trata de blancas, tráfico de armas entre otro tipo de acciones que Youngjae prefería no recordar. Todo había iniciado con su padre, y en el 2010, cuando éste fue asesinado, cada centavo obtenido de la peor forma pasó a nombre de Taecyeon. El muy reconocido Ok Yoo Su, fundó uno de los hospitales materno-infantiles de alta complejidad más reconocidos en toda Asia, su fin era camuflar el incremento desmesurado de todos sus ingresos económicos con fuentes de ingreso legales, lo cual le funcionó a la perfección. Cuando éste murió, el hospital quedó en manos de su poco interesado hijo, que tiempo después obligó a su recién graduado mejor amigo a encargarse de la subdirección mientras él fingía verse como el imponente Director del Hospital.

 

«Yo también estaría enojado si tuviese que encargarme de todo», por un leve momento sintió pena por Minjun, hasta que recordó lo egocéntrico y soberbio que era, justificando que merecía aquello. Permitió que su mente quedara en blanco por un momento, hasta que llegó el bello y frío rostro de Jaebum a atormentarlo, intentó imaginarlo sonriendo pero como nunca le había visto haciéndolo, no lo logró. «No debí hablarle», se repitió sin lograr arrancar su imagen de la cabeza. «No debo fijar mis ojos en alguien más», casi se exigió mirando de reojo a su esposo, que continuaba hablando por el teléfono móvil. «Hubiese sido genial pasar más tiempo a su lado», agregó al final.

 

Taecyeon dejó su teléfono móvil sobre la mesa auxiliar con un rostro cansado.

 

—Creí que nunca terminaría —bufó.

 

Youngjae se quedó en silencio y cerró los ojos con ganas de dormir. Taecyeon se mordió el labio inferior, se le acercó con una sonrisa ladina y se posicionó sobre él, besándole el cuello y metiendo sus manos por dentro de la delgada camiseta del pijama. La imagen mental de Jaebum se esfumó de la cabeza del menor, que no tardó en corresponder aquellas caricias, sintiendo de nuevo su corazón a punto de explotar por culpa de sus acelerados latidos. La cabeza del castaño volvió a quedar en blanco mientras ambos iban quitándose la ropa y su cuerpo tomó cierta torpeza cuando al fin Taecyeon comenzó a embestirlo con movimientos certeros que lo obligaban a gemir su nombre tal y como a él le gustaba. Al terminar, el mayor se le acercó, lo besó con afecto en la frente, y volvió a tomar su espacio en la cama, abrazándolo por detrás a pesar de lo sudados que se encontraban.

 

—Te amo, Jae —le susurró en el oído, moviendo unos cuantos cabellos que se le había pegado a la frente.

 

—Yo… te amo más —musitó Youngjae pegándosele más al pecho y tensionando sus piernas para que dejaran de temblar luego de aquel momento.

Notas finales:

Gracias por leer <3


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