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OktoberDrabbles por DraculaN666

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Notas del capitulo:

En frustración por el capítulo de hoy y Michimiya intentando meterse donde nadie la llama. Los pantalones –y todo lo que contienen- de Sawamura son de Sugawara. Punto.

 

DaiSuga con el tema de boda. A este punto podrán notar que me paso los temas directamente por el arco del triunfo. Já. Me dijeron que con mencionar las palabras, bastaban.

 

Nada es mío, sólo los malos finales. Vivamos con ello.

1

 

Suga ama a sus compañeros de equipo. En el sentido más heterosexual -y materno- en el que se puede amar a otro hombre. Le gusta darles consejos, no sólo para jugar al vóley y alimentar su espíritu de equipo, como viene haciendo con Tsukishima desde que el mundo es mundo. Y, aunque todos lo saben pero dejan creer a Suga que no lo han notado, Hinata siempre será su favorito. Admira a Kageyama como setter y está orgulloso de sus progresos con su forma de jugar. Pero Hinata es Hinata. Para niños consentidos y rebeldes están Tanaka y Noya. Para idiotas está Asahi. Pero Hinata es adorable en todos los sentidos. En sus reacciones, en su ingenuidad, en su forma de lograr lo que desea.

 

Por eso, un día cualquiera entrenando, cuando Suga le entregó una botella de agua al pequeñín, siempre atento a mantenerlo bien hidratado -en su emoción a veces olvida que es humano y necesita cosas tan vitales como tomar agua o respirar-, sintió una punzada al escuchar su respuesta.

 

—Gracias mamá.

 

Hinata se puso tan rojo como un tomate al darse cuenta de su error, como cuando un niño pequeño se equivoca al decirle mamá a su profesora. Comenzó a dar una y mil excusas mientras Tanaka y Nishinoya no disimulaban sus carcajadas. Tsukki dijo un par de comentarios hirientes que sólo hicieron botar un par de lágrimas de vergüenza en el más pequeño.

 

—Ya basta —fue Daichi quien logró poner un poco de orden, antes de que Suga pudiera regañar a sus compañeros—. Un error lo comete cualquiera, vuelvan a entrenar.

 

Su rostro era una mezcla entre intentar ser imponente y no reírse también por el comentario, por lo cual nadie pudo tomarlo demasiado en serio.

 

—Si Sugawara-san es la mamá —dijo Yamaguchi, con una de sus manos sosteniendo su barbilla y una mirada concentrada. Como si eso fuera un tema de verdad relevante—, ¿Daichi-san es el papá?

 

No hubo poder humano que detuviera las risas de Noya y Tanaka.

 

2

 

Broma o no, por alguna razón Sugawara y Daichi pasaron de ser "kun, san o senpai" a mamá Suga y papá Daichi. Con las bromas correspondientes. Lo cual parecía divertir e irritar a Daichi y Suga respectivamente.

 

—¡Mamá Suga! Has unos pases para nosotros —chilló Tanaka, emocionado ya que Kageyama, al igual que Suga, tenía una mal disimulada predilección por Hinata. En todo.

 

—Pregúntale a tu padre si te deja —masculló irritado, tomando un poco de agua y secando el sudor de su rostro.

 

—Suga-saaaaaaaaaaaan —continuó lloriqueando.

 

El problema con las bromas no eran los apodos cariñosos o los chistes malos con respecto a la noche de bodas. Era el mismo Daichi diciendo que no se metieran con su "linda" esposa. Eran los abrazos inesperados por la cintura diciendo "querida, los niños necesitan de ti". Era su brazo sobre su cadera, juntando sus cuerpos como un esposo orgulloso de su esposa. Era el cálido sentimiento que recorría el cuerpo de Sugawara, los sonrojos difíciles de esconder, la sensación de desear eso más allá de una broma y el amargo sentimiento que le dejaba al ya estar los dos solos y Daichi sólo dijera un "hasta mañana, Suga", como si deseara, en realidad, que le diera un beso en los labios, una cálida sonrisa, y un "hasta mañana, amor".

 

Era tan estúpido, y tan molesto, que cada que alguien hacía un comentario, le era complicado reprimir una mueca molesta y mandar de paseo a quien estuviera incordiando.

 

Nadie parecía notarlo hasta que...

 

—¡Mamá Suga! ¡Has pases para mí! —Hinata brincaba sobre las puntas de sus pies, con un balón entre las manos y una sonrisa soñadora en los labios.

 

—¡No soy la madre de nadie! ¡Demonios! —gritó frustrado. Daichi acababa de hablar sobre la intimidad del matrimonio mientras tocaba distraídamente una de sus mejillas, disfrutando del sonrojo de Yamaguchi y las risas de Tanaka y Tsukishima. Él tenía un límite y de momento no le importaba contra quien debiera descargar toda sus frustración.

 

Sin embargo, al ver la cara de susto de Hinata, seguida de una mueca desilusionada que apagaron un poco sus vivaces ojos, le hicieron reflexionar que, en realidad, podía pagarla contra cualquiera, incluido Kageyama y su carita de perrito adorable cuando Suga lo elogiaba por un trabajo bien hecho, menos con Hinata, sobre todo al ver su sonrojo de pena, la calma de sus movimientos y sus ojos tristones.

 

—Hinata, yo...

 

¿Él qué? ¿Estaba frustrado? ¿Sufría como colegiala por un amor no correspondido? ¿Desearía sí ser su madre y poder enviarlos a todos a sus habitaciones para tener privacidad con su marido? ¿Quería darse de topes contra la pared?

 

Sí, sí, sí y a todo sí.

 

Por eso, sí, sí salió corriendo del lugar. Humillado y más frustrado que antes.

 

3

 

Si  podemos llamar huir al sólo esconderse detrás del gimnasio y revolcarse en su miseria, Suga es todo un experto. Pero necesitaba un momento para sí mismo e intentar recuperar la calma.

 

—¿Suga? —escuchó el llamado de Daichi e intento disimular el susto de muerte que le causo al tomarle desprevenido.

 

—Ahora no, Daichi —masculló, intentando no desquitarse con nadie más.

 

Volvería a ser un senpai -o madre- ejemplar. Consentiría a Hinata hasta que Tanaka  y Noya se retorcieran de celos. Reñiría a Tsukishima por sus odiosos comentarios y a Kageyama por tratar de tonto a Hinata. Fingiría que no le revolvía el estómago que Michimiya estuviera rondando cerca de Daichi con todas sus feromonas femeninas.

 

Ese era el plan, al menos, hasta que sintió los brazos de Daichi envolver su cintura desde atrás, pegando su pecho a su espalda. El bum-bum de su tranquilo corazón arrullando sus emociones hasta tranquilizarlo.

 

—¿Qué sucede? —Intentó de nuevo el moreno, dejando caer su aliento sobre su níveo cuello.

 

Suga se negó a abrir la boca. Estaba seguro que primero soltaría un sonido nada digno, parecido a un gemido o un jadeo y después se mordería la lengua para poder morir con tranquilidad.

 

—Sugaaaaa —esta vez fueron los labios de Daichi los que acariciaron la piel de su cuello, subiendo y bajando para poder sentir la suave textura.

 

—Nada —contestó con rapidez, deseando sonar tranquilo—. Suéltame.

 

No puso nada de su parte para que se cumpliera esa orden, aunque su cuerpo seguía rígido entre los brazos del mayor, quien, al parecer, no tenía intenciones de soltarlo.

 

—Nuestros hijos están preocupados —¿era su imaginación o eso colándose entre su playera era la cálida mano de Daichi?— Yo estoy preocupado.

 

Fue sentir la mano sobre la piel de su vientre y saltó como gato enfrentándose al agua, logrando separarse del calor del mayor y poner, más o menos, 3 metros de distancia.

 

Sentía su rostro tan caliente, que seguramente estaría compitiendo contra todas las tonalidades de rojo existentes en el mundo.

 

—¿Qué haces? —preguntó al ver que Daichi avanzaba lentamente hacia su dirección, acorralándole contra una de las paredes y viéndole desde arriba, aunque no hubiera mucha diferencia de alturas, con esa mirada analítica de “yo todo lo sé, lo sabes, el mundo lo sabe, dime la verdad”.

 

—Tengo una teoría —fue lo primero que dijo el mayor, ignorando la pregunta y pasando su mano distraídamente por la suave piel del cuello de Suga, subiendo y bajando entre su clavícula y su mejilla, una y otra vez como si intentara calmar a un gatito asustado—, Shimizu tiene una teoría —corrigió, encogiéndose de hombros restando importancia—, de por qué estás tan raro últimamente.

 

Oh no, Shimizu no.

 

La mano que lentamente le acariciaba detuvo sus movimientos, posándose en su barbilla y obligando que Sugawara levantara el rostro, encontrando sus ojos con los de Daichi.

 

—Dijo que quizás te sentías incómodo con las bromas porque, la verdad, quisieras que no fueran bromas ¿no?

 

—Yo… yo no… yo —tartamudeó, sintiendo un ligero escozor en los ojos, pero negándose a llorar por todas las emociones atoradas en su garganta, por la vergüenza, por las ganas de golpearlo y besarlo con fuerza.

 

—Pero no es una broma, Suga —fue la frase que le dejó el cuerpo rígido, negándose a creer, o entender, lo que escuchaba.

 

—¿Qué?

 

—Mis ojos siempre están sobre ti, deseo tocar cada parte de tu cuerpo, me siento orgulloso por todos tus logros aunque tú no creas en ellos. Cuando nos despedimos lo que más deseo es regresar corriendo para sujetarte entre mis brazos y no dejarte ir. Besarte a cada segundo. Frente a los chicos, frente a todo el mundo. Eres mi esposo, mío. Tengo derecho a todo eso.

 

Suga ha enfrentado en partido a chicos que le sacan una cabeza y tienen el doble de masa muscular. Ha vivido los últimos dos años lidiando con Tanaka, Nishinoya y Asahi. Ha incluido a todo eso lidiar con Tsukishima, Kageyama y Hinata. Y nada de eso es fácil. Hay que tenerlos bien puestos para lograr ser temido y respetado por partes iguales, a la vez de ser amado. Pero nunca, y puede jurar que nunca, se ha sentido tan nervioso y falto de reacción como en ese momento. Por más que quiere reaccionar, está ahí, rígido y al punto del desmayo.

 

—¿Qué? —repitió como tonto, porque sino su cerebro haría corto circuito y terminaría desplomado sobre el suelo.

 

Los ojos analíticos de Daichi le miraron fijamente, como analizando cada una de sus emociones, para después sonreír cálidamente, comprendiendo. Dejó un suave beso sobre los labios del menos. Un beso tranquilo y rápido, intentando calmarle al mismo tiempo que le intentaba hacer entender que no era una broma, ya no más, ni un sueño. Suga se aferro a su espalda, profundizando el beso, bebiendo de él como si no lo pudiera repetir de ahora en adelante.

 

—¡Mierda! ¿Quién me pisó? —fue el gritó que logró separar sus labios del susto, mas sus cuerpos seguían juntos y poco dispuestos a separarse.

 

—¡Hinata, idiota! Deja de moverte.

 

—Me aplastan… —lloriqueó Asahi desde debajo de una pila de cuerpos, presumiblemente los integrantes del Karasuno, mientras los más jóvenes se peleaban para poder escapar del enredo de piernas y brazos.

 

—Les dije que era mala idea —masculló Tsukishima, retirando molesto la pierna de sabrá dios quién de su rostro.

 

Pasado el susto inicial, Daichi y Suga se sonrieron, cómplices, caminando de la mano hasta el grupo de jóvenes que, una vez más recuperados, temblaron como hojas al ver a sus senpai caminar hacia ellos e intentaron culparse mutuamente.

 

No importaba, ya habría tiempo de castigar a sus hijos. Ahora sólo querían un tiempo de calidad como pareja. 

Notas finales:

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