Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

OktoberDrabbles por DraculaN666

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Creo que está de más decir que los diálogos fueron sacados de la obra "Romeo y Julieta" que me caga y creo que está sobre entendido que ni Haikyuu ni la obra mencionada me pertenecen. Yo sólo soy una cursi pastelosa que ha decido pisotear una aclamada obra de teatro. Jé, que bien se siente.


El tema era "amantes trágicos" y me lo estaban pidiendo a gritos estos dos con esa obra. Sorry but not sorry.

Akiteru contuvo las lágrimas como bien pudo, aunque al final se le terminaran escapando en finos hilos que caían por sus mejillas. El frío e inerte cuerpo reposaba entre sus brazos, las punzadas de su corazón le cortaban la respiración y los labios pálidos le llaman poderosamente.


Había tanto arremolinado dentro de su pecho. Tantos reproches, tanto dolor, tantos porqués. Aunque no era culpa del cuerpo ahí tendido, sólo de sus propias mentiras. Eres mi rival, me lo arrebataste todo. A mi hermano, a mis sueños y entonces, por qué… ¿por qué verte así me duele tanto?


El sonido de pisadas, gente agitada, el murmullo lejano de palabras que no entendía del todo. Pero él conocía sus tiempos, sabía cuánto podía seguir atormentándose en sus pensamientos antes de hablar, antes de dejarle ir. Antes de poder seguirle.


—Hablas de cordura a una tal desventurada —musitó como bien pudo, acariciando el cabello negro, los parpados cerrados, los labios casi azulados.


Se inclino un poco, sin que nadie lo notara. El estremecimiento fue involuntario, el calor en sus labios fugaz y que los otros le correspondieran brevemente, sólo imaginaciones suyas.


Abre los ojos. Pensó aún con dolor. Mírame sólo una vez, sólo una.


Sus labios comenzaron a moverse de forma mecánica, el diálogo se deslizo entre sus labios de forma pausada, sus dedos se entrelazaron con las frías manos del cuerpo entre sus brazos.


—…reposa ahí y déjame morir —su mano fue rápida. El diálogo terminó justo en el momento que la daga reposaba en su pecho y caía sobre el cuerpo que aún sujetaba con fuerza.


Hubo otro lapso entre voces lejanas, agitación a su alrededor y, al final, un corro de aplausos que se extendió por todo el gimnasio, ahora acondicionado para la obra de teatro que finalizaba en ese momento.


Un apretón en su mano le indicó que se estaba extendiendo demasiado al disfrutar del calor del cuerpo ajeno y, como si tuviera un resorte pegado al trasero, Akiteru saltó en su lugar, tomó sitio lo más alejado posible de él y agradeció al publico por presenciar el acto más bochornoso de su vida.


Dios, voy a llorar de nuevo. Pensó, pero esta vez de vergüenza. Sus compañeros se desvivían en elogios hacia su persona, hacia su maravillosa actuación. Si sólo supieran que imaginarle muerto de verdad había provocado esa reacción. La vergüenza de ser Julieta Capuleto ni siquiera se comparaba con el bochorno que sentía en ese momento. Sólo pensar en tener que enfrentarse a sus ojos acusadores por todas sus acciones, como si ilusamente creyera que no notó esas innecesarias atenciones. Sus dedos rozando más de la cuenta, los efímeros contactos de sus labios que estremecían cada fibra de su cuerpo, sus ojos soñadores de idiota enamorado, de idiota negando lo que siempre ha estado ahí.


Desde que su hermano descubriera sus mentiras no se había sentido tan miserable. Quería un hoyo, bien, bien profundo, y enterrarse en él. Morir. Eso es lo que necesitaba. No recordar su trato amable, ni sus arranques de furia, ni sus sonrisas radiantes, ni la forma en que su apellido se deslizaba deliciosamente entre sus labios, de forma lenta y pausada, como si saboreara cada letra. “Tsukishima-kun”. De sólo pensar en ello…


Quizás rasgó un poco el vestido al arrancarlo de su cuerpo, como si arrancara la vergüenza a tajos también. La peluca salió volando y… ¿en serio? Dónde se haya visto una Julieta más alta que Romeo. Como si él no tuviera un sequito se fanáticas dispuestas a arrastrarse a sus pies y enterrarse un puñal en su nombre.


El viento frío de la noche fue una bofetada reconfortante. Ignoró a sus compañeros de equipo y de obra de teatro (benditas ideas para conseguir dinero para las nacionales) y huyó como siempre había hecho.


Patético. Resonó en su mente y creyó que las lágrimas le cortarían las mejillas por lo frías que se sentían contra su piel.


—…mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura…


Al final resulta que, en realidad, él es sólo la envidiosa luna.


Retiró las lágrimas de su rostro con furia, hastiado de sentirse así. Envidioso, patético.


—Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla —escuchó a sus espaldas y por poco se le salé el corazón por la garganta del susto.


Se giró rápido, olvidando las lágrimas y la vergüenza. Cabello negro alborotado, casi veinte centímetros por debajo de él y, aún así, con un porte y presencia mucho más imponentes.


—¿Quién eres tú, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis secretos?


Akiteru estaba seguro que iba a estrellarse contra la primera pared que encontrara porque, ¿en serio? ¡¿EN SERIO?! Los diálogos ni siquiera iban en el orden correcto.


Sin embargo, la sonrisa en el rostro contrario fue casi contagiosa.


—Llámame sólo “amor mío” y seré nuevamente bautizado. Juro, por los rayos de la luna que platean la copa de los árboles…


—No jures por la luna, que en su rápido movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia —interrumpió con una mueca de desagrado, como si pensar en la luna fuera desagradable.


Hubo un largo silencio, los ojos del otro le taladraban casi el alma. ¿Querías que te viera no? Pues te está viendo, se dijo para sus adentros.


—Juro, por los rayos de la luna que platean la copa de los árboles —repitió con más fuerza en el diálogo, sin continuar con la obra original—, yo te sacrificaré mi vida e iré en pos de ti por el mundo. Tu fe por la mía. Mi fe hacia ti, Akiteru.


No había duda, ni en su tono, ni en su agarre firme entre sus manos, ni en su mirada brillante. Ese pequeño gigante tenía fe en él. Una fe que ni él se tenía. Cuando ya no se veía capaz de continuar porque, estaba en 3ro ¿qué más daba ya a esas alturas? Pero aún había un pequeño rayo de esperanza que apostaba por él. No ahora, pero sí en un futuro.


—Así no son los diálogos —dijo riendo tontamente, afianzando el agarre de sus manos y sonriendo como hace semanas no lo hacía.


El otro se encogió de hombros, restando importancia y tirando de su cuerpo para comenzar a caminar.


—Es una versión mejorada y no ñoñerías. Y si tú eres Julieta ganaríamos mucho.


Quizás fue la seriedad con la que lo dijo, pero Akiteru era una masa sollozante de risa y, sin soltarse de la mano, caminaron hacia el futuro.

Notas finales:

Puritanos de lo clásico, no me odien.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).