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Un regalo desde Rusia con amor. por LaGataenelTejado

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Notas del capitulo:

Gracias por todas las lecturas en el primer capítulo :) espero que les guste como se irá desarrollando esta historia.

Capítulo 2. Por supuesto, Jeevas.

 

Uf. Su madre iba a matarlo por llegar de madrugada. Y todo por culpa de Elle y Light, que le habían convencido para pasar el día fuera, de bar en bar, ojeando chicos guapos mientras que él se aburría como una ostra. Sus dos amigos se habían pasado la tarde diciéndole que tenia cara de “uke”, ¡De Uke!. Santo Dios. Ni por todo el oro del mundo dejaría que un tío le metiese eso ahí dentro. Puaj.

 

Se plantó frente a su casa, apretando los dientes y con un quejido lastimero que mas bien sonó a gemido desesperado. Tenia dos opciones, o subir a su dormitorio trepando como un mono idiota o entrar lo mas silenciosamente posible desde el recibidor. Bueno, cualquiera de las dos tendría como resultado el cabreo monumental de su querida madre.

 

Decidió que si era lo suficientemente cuidadoso, quizás nadie se enteraría de la hora de su llegada. A quien quería engañar, lo matarían igualmente. A lo hecho, pecho.

 

Despacio, muy despacio, metió la llave en la cerradura, cerrando los ojos con fuerza como si eso solucionase el “click” brevemente sonoro que sonó al girar el mecanismo. Soltó el aire aliviado, sintiéndose mas ligero al notar su garganta relajada. Con cuidado, cerró la puerta de nuevo y se movió como un gato por el oscuro pasillo donde sus pasos, resonaban muy leves en comparación al maldito reloj de pared que con su Tic-Tac, le estaba poniendo de los nervios. Suerte que la semana de vacaciones en el instituto aún no había terminado. Y le quedaban dos días de descanso, que supuso que se los pasaría castigado sin consola ni ordenador hasta nuevo aviso. ¿Había valido la pena solo por ver como sus amigos miraban culos por ahí?, pues no. Porque le habían tomado el pelo con que Lindsey iría con sus amigas a uno de los bares que habían visitado. Las palabras de Light, aún le sacaban de sus casillas. “Matt, eres tan gay que cuando te inclinas, todos nos echamos la mano a la entrepierna.” Puto. Mas que puto. Puto Light Yagami.

 

Andando a pequeñas zancadas y tragando saliva, llegó a la zona conflictiva del camino. El segundo piso. Donde dormían sus padres y su recién nuevo inquilino, Mello. Todo en orden. O eso parecía cuando de repente, el ruido de unos breves sollozos le hizo arquear la ceja. Se deslizó cerca de la pared, llevándose cómicamente la mano al pecho cuando el poderoso ronquido de su señor padre casi le hizo pegar un salto debido al susto. Mierda, es como un jodido oso.

 

Ese ruidito que se repetía una y otra vez, se hacia mas firme conforme se iba acercando al cuarto de baño. Se quedó parado frente a la puerta, viendo que estaba entre abierta y la luz traspasaba la parte inferior. Respiró algo incómodo, rascándose la nuca. ¿Debía entrar y ver que ocurría?. Esas situaciones se le antojaban realmente privadas, y no quería sentirse un intruso metiéndose donde no le llamaban.

 

Bueno, a la mierda, era un maldito entrometido.

 

-¿Mello?... - se asomó despacio por el hueco que había entre la puerta y el marco, frunciendo el ceño al no ver al rubio. - ¿Estás bien?. - tuvo que entrar del todo, sobretodo cuando otro ronquido monstruoso le sobresaltó de forma vergonzosa.

 

Caminó un poco, dirigiéndose directamente al único lugar que debido a la gruesa cortina impermeable, no dejaba mucho que ver a la vista. La bañera.

 

Y allí fue donde encontró a Mello, con las piernas flexionadas y la cabeza hacia abajo. El cabello le ocultaba el rostro y su piel se antojaba fría, como si hubiese estado todo el día escondido allí.

 

-Oye, ¿Estás bien?. - se puso de rodillas, con las manos sobre el mármol del bordillo de la bañera, mirando curioso al ruso que apenas se había movido. - ¿Es que estás llorando?. - era una pregunta realmente estúpida, pues había podido escucharle llorar desde que puso un pie en el pasillo.

 

-Por supuesto, Jeevas. Mi madre está muerta. - su voz...le congeló la sangre. No solo fue el erizar peligrosamente su vello corporal, si no la forma en la que había dicho su apellido.

 

Jeevas. Sonó jodidamente caliente, a pesar de provenir de aquella persona que parecía un cubito de hielo.

 

No supo que decir, es más, juraría que estuvieron en silencio durante al menos cinco minutos. Matt desvió la vista, mirando los viejos azulejos del baño.

 

-Lo siento.

 

-Está muerta. Está muerta, Matt. - vio como temblaba, sollozando de nuevo y ocultándose el rostro con la mano, sin poder dejar de sentir pequeños espasmos temblorosos.

 

¿A esto es a lo que llaman asimilación de la realidad?. ¿Mello no había asimilado todavía la muerte de su madre?. El pelirrojo se dio cuenta de que quizás el ruso, no era tan fuerte e indiferente como aparentaba.

 

-Ei, sal de la bañera. Cogerás un resfriado si sigues aquí. - incómodo y viendo como el chico pasaba de aquel consejo, se puso en pie y estirando los brazos, agarró con cada uno de ellos los delgados hombros de Mello. - No me obligues a cargar contigo como si fueses una princesa.

 

Gracias al cielo, Mello decidió ponerse en pie por si mismo a pesar de que sus piernas entumecidas por la postura le fallaron un par de segundos, haciendo así que el pelirrojo tuviese que sujetarlo, rodeándole con un brazo la espalda. Era como abrazar a alguien frágil que se sentía muy pequeño.

 

Su corazón desbocado, y aquellos ojos como zafiros que ahora se clavaron en los suyos, le sonrojaron hasta el punto de sentir como si tuviese una locomotora a vapor dentro de las malditas orejas. Giró el rostro, apretando los labios y ayudándolo a salir de la bañera.

 

-Vete a dormir ya. - sus ojos se movieron, siguiendo los pasos del rubio que al caminar, se contorneaba muy levemente de un lado a otro. Como si fuese algún tipo de modelo de revista.

 

¿No le dolía el trasero por lo ajustados que llevaba los pantalones?. Matt se enderezó en el acto, sintiéndose tan homosexual de repente que las palabras “uke” “culo” y “lubricante” volvieron a inundar su entrometida cabecita. Y todo por culpa de los asquerosos de sus amigos, que se pasaban el día contándole como practicaban el sexo y las diferentes posturas que Elle obligaba a Light a que hiciese en plena faena sexual. Se masajeó el puente de la nariz, con un ojo entre abierto para ver como el otro ya había desaparecido de su campo visual.

 

El ruido de la puerta del dormitorio de Mello al cerrarse, fue breve y sordo, dejando a Matt plantado en el pasillo y mirando como parecía estar cerrada a cal y canto frente a él. Bueno, ya iba siendo hora de irse a dormir. La bronca que le esperaba al día siguiente pasaría a la historia del libro “Guinness de los Records”.

 

--o0o--

 

 

Abrió los ojos despacio, notando un ligero escozor y un cansancio que se le hacia familiar desde el día en el que su madre murió a causa del accidente. Mello metió mas los brazos bajo la almohada, aspirando el perfume de las sábanas limpias que al menos, le hacían sentirse algo mas arropado.

 

Agradecía mucho que los Jeevas le hubiesen dado un nuevo hogar y si le preguntasen si echaba de menos Rusia, su respuesta era clara. No. No echaba de menos un lugar en el que ya no le quedaba absolutamente nada. Jamás tuvo amigos verdaderos, solo eran personas que iban y venían, sin preocuparse de nadie excepto de si mismos. Y el único “novio” que había tenido, resultó estar metido en temas complicados. Temas turbios que deseaba olvidar desesperadamente.

 

Se puso boca arriba, con el brazo flexionado sobre la cara y una sonrisa leve al escuchar a Aline regañar a su hijo desde la planta inferior. Le gritaba como una madre grita a su niño, echándole en cara que estaría castigado hasta el inicio de sus clases. Unas clases que por cierto, también le tocaban a él. En realidad tenia ganas de retomar el curso, pues a pesar de lo que pudiese parecer a primera vista, Mello era un estudiante bueno, que no tenia problemas en memorizar temario ni resolver problemas matemáticos. En Rusia se ganaba algo de dinero dando clases particulares.

 

Vaguear no era lo suyo, por lo que rápidamente se desperezó en la cama, poniéndose en pie y alcanzando su pijama invernal. Tenia la extraña manía de dormir en ropa interior hiciese el tiempo que hiciese. Su cuerpo parecía algo neutro, que no se veía afectado por el frio ni el calor, aunque claramente el rubio preferiría el frio antes que sudar o sentirse pegajoso. No le gustaba demasiado la época veraniega.

 

Rebuscó en una de las maletas a medio deshacer, una tableta de su chocolate preferido. 90% de puro cacao amargo que se deshacía en su boca placenteramente. Si le preguntasen que podía comparar con un buen orgasmo, sin duda elegiría el chocolate.

 

Cuando se abrochó la cómoda sudadera negra que tenia para andar por casa y unos pantalones de chándal, se guardó el resto del chocolate envuelto en el bolsillo, caminando hasta la puerta y bajando las escaleras del pasillo. La regañina de la señora Jeevas parecía no tener fin.

 

-¡Y estoy muy enfadada, Mail!.

 

-Mamá, deja de gritarme. - lastimero, como un perrito, Matt se cubrió un oído, bostezando y moviendo la cucharilla dentro de su zumo de naranja.

 

Ambos miraron al ruso en cuanto puso un pie en la cocina. Mello miró discretamente la zona, dándose cuenta de que seguramente Henry se habría ido a trabajar.

 

-Buenos días. - educado, se sentó junto a Matt, sirviéndose un vaso de leche fría con cacao en polvo.

 

-Oh, Mello, ¿Te hemos despertado?. - Aline le acercó la bandeja de galletas caseras que había preparado. - ¿Has dormido bien?.

 

-No se preocupe señora Jeevas. Todo bien.

 

Matt puso los ojos en blanco cuando vio un leve rubor en las mejillas de su madre. ¿Seria posible?. Su madre poniéndose tonta con un adolescente.

 

-Llámame Aline. Señora Jeevas suena muy de persona mayor. - riendo, puso los vasos sucios en el fregadero, dándoles la espalda a los muchachos para fregarlos.

 

-Me gustaría salir a comprarme ropa. - la voz indiferente del ruso, hizo que Aline girase el rostro y Matt le mirase con el ceño fruncido. - Pero no conozco la ciudad.

 

-Ah, Mail te ayudará.

 

-¿No me habías castigado?. - Matt reclinó un poco la silla, con los brazos flexionados tras la cabeza y sonriendo inocentemente. Si tenia que acompañar al rubio, al menos se saltaba el castigo unas horas.

 

-Por supuesto Mail. En cuanto terminéis, vendrás derechito a casa.

 

Refunfuñó y suspiró, volviendo a centrar su atención en el zumo de naranja. Mello le observó de reojo, fijándose en como los nudillos de Matt se marcaban bajo su piel. El rubio tenia una extraña afición a observar los huesos de la gente. Le gustaba ver las extremidades en movimiento, y por eso solía ver a menudo documentales sobre el cuerpo humano. Era una rareza heredada de su madre.

 

Aline era ajena a la situación en la que su hijo se encontraba en aquel momento. Matt recordó lo ocurrido en el baño, las lágrimas que habían bañado el rostro de Mello en la bañera. Se preguntó si hoy se encontraría mejor, pero era demasiado orgulloso como para preguntar algo de índole sensiblera. No quería convertirse en un blando ni tampoco hacerle creer a Mello que se preocupaba por él. Un comportamiento absurdo, ¿Pero que esperan de un adolescente que se hace el machito heterosexual?.

 

El móvil del pelirrojo vibró sobre la mesa, indicándole que tenia algún mensaje de texto de Elle. Al moreno le había puesto su propio tono de mensajería, para distinguirlo de Light, que tenia otro. Rápidamente y aprovechando que su madre charlaba con el ruso, Matt deslizó el pulgar sobre la pantalla táctil, haciendo de inmediato una mueca seguida por un “puaj”, que intentó soltar lo mas bajito que pudo.

 

No se le había ocurrido otra cosa a su amigo que enviarle una foto de Light en la cama, sonrojado con la boca semi abierta y Elle sobre su cuerpo, dándole una cereza y agarrando el móvil sobre ellos para que posasen con una de sus lascivas sonrisas hacia la cámara. El mensaje decía:

 

Mira lo que te pierdes, uke encubierto. Si nos dejases...la de cosas que te haríamos...”

 

-Dios, ¿Pero que...? - tuvo que guardarse rápidamente el teléfono, sobretodo porque la mirada acusadora de Mello y su madre, le hicieron titubear. - Cosas de amigos. - carraspeó avergonzado la garganta, terminando su desayuno.

 

Mataría a Elle y Light, oh, claro que los mataría.

 

--o0o--

 

 

Como apenas hablaron durante el trayecto en metro, Matt decidió llevar al ruso al centro comercial mas cercano donde se concentraban diferentes tiendas de ropa con estilos muy variados. Al principio pensó que lo mejor seria ir al mercado de Candem, pero se sentía incómodo si tenia que pasear con una persona a la que apenas conocía, y mas después del momento “intimo” que compartieron en el baño. ¿Era el único que tenia problemas con eso?. De vez en cuando le miraba con discreción, toda la que podía fingir cuando aquellos ojazos azules no le pillaban en medio de una de sus eternas miraditas.

 

-¿Qué miras tanto, Jeevas?. - el rubio salió de la boca de metro, siguiendo los pasos del muchacho. Tampoco se perdía detalle de la ciudad, pues Londres siempre le había llamado la atención.

 

-No te miraba, si a eso te refieres. - no sabia ni por qué estaba tan molesto, simplemente notaba las mejillas ruborizadas y un calor que le llenaba las entrañas. Y eso no le gustaba, para nada. Claro que no. Mas adelante descubriría lo mucho que se había engañado a si mismo.

 

Entraron en el centro comercial y mientras caminaban observando los diversos escaparates, Mello le hizo un gesto con la cabeza para que entrasen en una de las tiendas alternativas cercanas. Típico, pensó Matt. Estaba seguro de que entraría sin dudarlo en aquel establecimiento.

 

Tan solo por el escaparate ya se podía adivinar que lo gótico, punk y metal era exclusivo en aquella tienda. Sonrió al andar hacia la parte mas enfocada a la moda electrónica, fijándose en camisetas a rallas con logotipos coloridos y pantalones desgastados de los que tanto le gustaba llevar. Miró hacia ambos lados para no perder de vista aquella cabellera rubia tan infalible, cuando sus ojos se encontraron con los de Lindsey, que reía acompañada de dos de sus inseparables amigas. ¿Que hacia en una tienda como esa?. Las manos del pelirrojo temblaron tanto que tiró sin querer un par de perchas al suelo, recogiéndolas torpemente y escondiéndose de forma un poco patética entre los colgadores de las prendas.

 

El cabello color miel de la muchacha, estaba perfectamente trenzado sobre su espalda, con aquellos reflejos rubios que tanto la favorecían. Tragó saliva al mirar su trasero, que se lucia con la mini falda ceñida que se había puesto y el top ajustado que le llegaba hasta el ombligo. Y esas piernas. Esas piernas perfectas que a Matt se le antojaban jodidamente suaves...

 

-Chucho, ¿Que diablos haces?. - la ceja arqueada, el rostro un poco inclinado y los brazos cruzados del rubio sobre su pecho, le hicieron ser consciente de la postura tan cómica en la que se encontraba.

 

-¡Nada! ¡No hago nada!. - un salto que terminó derivando en un golpe contra los percheros, fue suficiente para hacer que la muchacha y sus amigas se girasen para mirarlos en silencio.

 

Hubo un breve contacto visual que a Matt se le hizo eterno. Y que la chica se acercase con una sonrisa hacia él no ayudó a rebajar el rubor de su cara.

 

-¿Matt?. - aquella sonrisa perfecta, que nunca solía dedicarle, le dejó con la boca entre abierta. - ¿Que haces aquí?. - sus ojos observaron durante milésimas de segundo al ruso que aún estaba de pie, a su lado.

 

-Yo...eh... - mierda, mierda, mierda. Buen momento para atragantarse, Jeevas. - ¿Comprar?.

 

Mello bufó, masajeándose la sien y mirando aquel patético intento de ligoteo por parte del pelirrojo. Él también hizo contacto visual con la chica, solo que a Mello, las mujeres no le interesaban en absoluto.

 

-¿Y tú quién eres?. Soy Lindsey. Encantada. - se puso el cabello tras la oreja, mirándolo con intensidad y un deseo palpable en el aire. Se notaba que mojaba las bragas por él.

 

-Mello. Ahora vivo con Matt. - no le pasó desapercibido el gesto molesto que cruzó brevemente la cara del pelirrojo. - Os dejo solos, tengo que seguir mirando ropa.

 

No dejó de mirar a Mello alejarse, hasta verle desaparecer de su vista. Enseguida carraspeó para intentar que su boca no estuviese tan jodidamente seca. Lindsey también había seguido con la mirada los pasos del ruso, para acercarse mas a Matt y acariciar muy suavemente su brazo.

 

-¿Vive contigo? ¿Es el chico que se incorpora a clase la semana que viene?.

 

-Aham... - el calor le subió hasta la punta de las orejas, y el escote de la chica no ayudaba en absoluto.

 

-Voy a dar una fiesta el último día de las vacaciones. Podrías venir. - le sonrió coquetamente, cruzándose de brazos y haciéndoles un gesto a sus amigas para que la esperasen fuera.

 

-¿Yo?. ¿En serio? - sabia que había sonado patético, pero es que las fiestas de Lindsey solían ser bastante exclusivas. No invitaba por invitar.

 

-Si, Matt. Y tráete a Mello, queremos conocerle más. - se puso bien el bolso, mirándose las uñas un par de segundos. - Debo irme, te mandaré por correo electrónico mi dirección. Chao. - se despidió con la mano y moviéndose de forma inocentemente seductora, consiguió que las piernas del pelirrojo pareciesen de mantequilla.

 

Mierda. Una fiesta en casa de Lindsey. Una de las tías mas guapas del instituto. Y tenia que llevarse a Mello con él. ¿Por que aquello que debería de ser perfecto se le comenzaba a antojar un desastre?.

 

Andó hacia los probadores al no verle, dirigiéndose al del fondo cuando observó en la parte del suelo como caia ropa de cuero sin mucha delicadeza.

 

-¿Mello?.

 

-Oye, Chucho. Tráeme la chupa de cuero que hay en la percha de al lado.

 

Se cruzó de brazos y refunfuñó por lo bajo, porque odiaba que la gente le diese órdenes. Sin darse cuenta, ya estaba volviendo de nuevo junto al probador con la chaqueta en la mano. Metió el brazo, tanteando tras la cortina hasta chocar sus dedos con la piel fría del rubio.

 

-Toma, mandón. - el sonido del tejido rozando contra su piel, le erizó el vello corporal. ¿Por que mierda se sentía tan homosexual cuando estaba con Mello?. Era incómodo.

 

-¿Tanto te gusta la piba de antes?.

 

-Pues...pues si. ¿A quién no?. Está buenísima. - apoyó la espalda contra la pared,resoplando hacia arriba para apartarse con el aliento la parte del flequillo que le molestaba.

 

-A mi no me gusta. - su mano saliendo del probador, hizo que el pelirrojo se moviese repentinamente.

 

Se quedó pasmado, literalmente. Mello tenia el torso al aire, con aquel rosario negro que llevaba como collar y le caía sobre la parte central del pecho. Los pantalones semi desabrochados que también se estaba probando, dejaban entrever unos bóxer negros que realzaban la maldita marca de sus oblicuos. Unos oblicuos que estilizaban aún mas si eso era posible, el cuerpo que tenia.

 

-Mierda, chucho. ¿Te ha dado una pájara o que?. Muévete y dame la otra chaqueta.

 

El pelirrojo parecía un robot, de esos que cumplen las órdenes instantáneamente. Le alcanzó la chaqueta y cuando la cortina se cerró frente a sus narices, soltó parte del aire que había retenido en la garganta. No estaba bien el sentir de nuevo aquel fuerte calor que se concentraba en su bajo vientre.

 

-Y esto...bueno... - se rascó la nuca, porque parecía haber olvidado por un momento el tema de conversación. - ¿No te gusta?. Es muy guapa.

 

-No me van las tías.

 

Genial. Estupendo. Tenia la parte mas erótica de Rusia viviendo en su casa y para colmo resultaba que lo que le iban eran los hombres. Matt solo supo que en aquel momento, lo único que le venia a la cabeza era el cuerpo semi desnudo del rubio. Y menudo cuerpo... Uf.

 

Estaba bien jodido. Y eso lo iba a averiguar muy, pero que muy pronto.

 


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