Capítulo I
...
Querida Tú:
Te amo.
Porque esto es lo que siento, pero tengo miedo de decirlo, llámame cobarde.
Nunca podré confesarte mis sentimientos y es que escogí enamorarme de alguien tan prohibida como tú.
Estas prohibida.
Muchos dicen que realmente no importa el género, que al fin y al cabo es amor, y están en lo correcto. Pero maldita sea ¡Sí que importa! Porque si ambas partes sienten amor, está bien...
¡Pero yo no sé siquiera qué es lo que sientes por mí! ¿Me odias? ¿Me quieres? ¿Siquiera recuerdas mi nombre? ¿Recuerdas que antes éramos amigas?
Porque me confundías, a tu lado me sentía tan estúpida como embobada y es que con una sonrisa tuya me agitabas la respiración, pero claro, tú no te dabas cuentas, y lo agradezco.
Tú sólo jugabas sin saber las consecuencias que causabas en mí. ¡Eso es! ¡Sigue! sigue abrazándome como si nunca nos volveríamos a ver, sigue haciéndome reír como si realmente te gustara escuchar mi risa, sigue haciéndome creer que era importante para ti con aquellas escenas de “celos de amigas”, al fin y al cabo la que terminó perdiendo era yo, ¿verdad?
Totalmente enamorada.
Y es que quizá confundí las cosas, simplemente eras demasiado amable conmigo y déjame decirte que fuiste una gran amiga.
Amigas…me acuerdo cuando me hablabas, la pasábamos tan bien, ¿Te acuerdas de nuestras salidas? Porque yo me acuerdo de cada una de ellas, si tan solo supieras lo mucho que me emocionaba por salir contigo y como si fuera poco siempre trataba de escoger mi mejor ropa, solo para ti, pero tú no sabías nada de esto, claro.
En nuestro tercer año de secundaria, pensé que todo sería igual.
Me alegré tanto al enterarme que nos tocaría juntas un año más, aquel día llegue emocionada por verte pero tú estabas distinta, me ignorabas, me tratabas con indiferencia, yo no entendía.
Poco después me enteré que habías peleado con mi mejor amiga y por lo tanto me dejaste de hablar a mí también, eso me lastimó. Después de esto pensé en olvidarte y olvidar los sentimientos que sentía hacia ti. … Pero te amé más.
Aquel año no hablamos, ni al siguiente ni en este. ¿Qué me quedó? Observarte, admirarte todos los días en silencio, esperando el día en que vengas a mí abrazándome como lo hacías antes. Pero ese día nunca llegará, sé que has estado hablando mal de mí y que has aportado al rumor de que “Soy rara”, pero yo te sigo amando.
Porque sé que nuestra amistad se acabó hace mucho pero lo que hiciste por mí en aquellos tiempos, siempre lo recordaré.
¿Sabías que aún conservo el peluche que me regalaste por mi cumpleaños?
Te amo a pesar de todo lo que me hiciste.
Tengo las esperanzas de que algún día pueda sacarte de mi corazón y olvidarme de ti.
Espero hayas disfrutado la fiesta de promoción.
-Con cariño, “La Rara”.
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Una mano alargada, perfumada y adornada con una preciosa pulsera de plata, cogió aquel sobre que se encontraba encima de su mesa asignada. Era un sobre de color café y de aquel se percibía un olor a vainilla, como si hubieran bañado al sobre en perfume. La morena pudo identificar su nombre en aquel sobre, curiosa, abrió con cuidado de no arruinar el papel. Dentro había un papel crema doblado en cuatro que claramente se podía ver la tinta negra del lápicero. Sacó aquella carta y la desdobló, haciendo que el perfume a vainilla se volviera intenso.
Se podían ver en los ojos de aquella chica como se agrandaban en señal de asombro y de sus manos se resbalaban sutilmente aquel sobre café con la carta, hasta llegar al suelo alfombrado.
El perfume a vainilla había desaparecido.