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Después de la alambrada (AyaKane) por hakkirkland

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Notas del capitulo:

Bueno, es un gusto estar de vuelta. La verdad dude un poco en subir este fanfic dado que en mi one-shot que había subido hace dos días no ha tenido muy buena llegada. Primero que nada, me disculpo con mis lectoras por haber abandonado amor-yaoi por un tiempo. En realidad no fue un buen 2016 para mi. Intente escribir varias veces Ayakane pero no logre hacerlo. Ahora, no tenía idea del tema de las disputas que han habído en esta pagina. Me contaron de ellas, pero nunca me hablaron dele tema de que yo estaba metida en el cuento. Aun no entiendo bien. Pero mi fanfic lo borre por error, y como mencione por problemas personales las ganas e inspiración no me acompañaron por largo tiempo. 

Aunque me culpen, un montón de personas, les dire algo. No siento que sea hipocrecía, hasta el momento no he hablado con ninguna Ayakane shipper que se haya victimizado. Así que conciedero que insultar de esa manera (las que me dejaron comentario) estan siendo irracionales porque no iba a cuento. 

Segundo, estaré subiendo fanfic pero como me echaron del instituto mis padres no me dejan estar completamente metida en línea. Pero de todo corazón, les digo que muchas gracias por aun acordarse de mis fic. También resubire los antiguos que borre por error (Esto tendrá que esperar un poco porque la pc en la que tengo los respaldos me la deben arreglar). Y mis lectoras, en serio, si algo he aprendido es que es mejor no meterse con las otras OTP. No hay que pasar malos ratos después de todo esto se trata de disfrutar y estar feliz. 

Las personas que gusten de mis escrituras, las invito a escribir AyaKane, no importa si no son canon ni en anime o manga, o todos prefieren los otros (Todos tienen derecho a tener su gusto, creo) ship que existen, pero ayudemonos a nosotras mismas con material de estos dos. Realmente son mi pareja favorita del Fandom y me vale si a la otros fans no les gusta. Con los poquitos que somos basta. Así que no se amarguen con otros y vamos a disfrutar de nuestra OTP. 

Eso. 

 

Gracias por todo su apoyo

Gracias por amar el AyaKane 

 

Cualquier cosa, les dejo mi cuenta de rol en la que me pueden encontrar si necesitan preguntar algo o decirme algo: 

https://www.facebook.com/kanekithecentipede.shironekiken


Las historias antiguas relataban como el mundo era diferente a la actualidad, un mundo donde podías caminar sin temor a que la muerte te envolviera con sus brazos y llevase consigo. Originalmente no existía solo un pueblo donde los últimos supervivientes del antiguo mundo luchaban por mantenerse con vida, si no, miles de ciudades con enormes edificios donde los seres humanos hacían sus vidas con normalidad. La comida era fácil de conseguir. Por los cielos surcaban grandes aves de metal que llevaban a las personas a diferentes partes del mundo. Hablaba sobre el océano, un lugar donde el agua no tenía fin y abrazaba cada zona de tierra que existiera. Su agua no era como la de los pozos del pueblo, su sabor era salado y por él navegaban grandes barcos pesqueros.


 


Para Ken aquellas historias siempre fueron fuente de su curiosidad. Todo había sido escrito en aquel pequeño diario que cargaba siempre con él. Lo último que quedaba de su familia era aquel libro escrito por un antepasado cuando el retorno en que los caminantes habían tomado total poderío del mundo.


 


"La muerte camina entre nosotros. Esperando para devorarnos, pero no podemos rendirnos, sé que aun podemos mantenernos con vida. Siempre ha sido así, la vida se abre camino. Los humanos hemos sobrevivido a muchas cosas a lo largo de la historia, epidemias, guerras, y la violencia misma. Aquellos muertos no pueden eliminarnos. Sé que no es lo único que queda. Sé que no podemos solo quedarnos en este lugar salvado por redes, no esta bien, el mundo era maravilloso... hay tantas cosas que ver"


 


Era una de las palabras que había escrito Kaneki Kakeru, aquel que decidió plasmar la vida antes del retorno. Y para el albino aquellas palabras eran ciertas, Kaneki no podía creer que fueran los últimos. Desde que era un niño los altos cargos habían dicho aquellas palabras "Somos los últimos humanos. Nosotros debemos luchar por la sobrevivencia no por ir a nuestra muerte" ellos implantaban aquella regla en las cabezas de los más jóvenes desde que tenían uso de conciencia. Les mostraban lo que había allí fuera, al otro lado de la alambrada. Solo muerte. Los caminantes esperando devorar la carne de aquellos que osasen intentar escapar del pueblo con ilusos sueños de algo mejor. Es por ello que aquel libro no podía ser visto por nadie. Aquel libro donde habla del antiguo mundo estaba prohibido. Era la razón por la que sus padres habían muerto. La razón de que su vieja casa hubiera sido quemada con todos los escritos y evidencia de un mundo que no existía.


 


La mirada grisasea se elevo de aquel diario y se dirigió hacia la alambrada, observando aquellas manos putrefactas que luchaban por traspasarla, los horribles gemidos guturales, que parecían romper sus gargantas llenas de dolor por el hambre que jamás podría ser consumida, provistos de recuerdos de una vida anterior a estar muertos. Clamando por su carne. Los caminantes. Desde la muerte de sus padres el estar allí era un ritual, sentado en aquella piedra cerca de lo único que lo separaba de la muerte, esperando a verlos una vez más, inclusive si habían pasado diez años desde aquel suceso.


 


—¡Oe, idiota! ¿Qué mierda estás haciendo? —Preguntó molesto la voz de un chico de cabellos azules. La vista del albino se desvió al recién llegado antes de dedicarle una ligera sonrisa.


 


—No deberías estar aquí, Ayato. —se encogió de hombros—. Ya sabes, siempre vengo aquí... es un poco, relajante, supongo.


 


—¿Ah? ¿Qué demonios? Esta jodida mierda no es relajante. Es molesta. Mira a esos putos muertos gimiendo. —bufó—. Sigues siendo malditamente raro, Parche.


 


Suspiro ante el apodo que uno de sus amigos de infancia siempre usaba.


 


—Aunque lleve este parche no significa que me agrade ese apodo, creo que ya te lo había mencionado antes. —Ayato frunció el ceño antes de hacer una mueca al ver lo que portaba el albino.


 


—¿Por qué aun sigues sacando esa maldita cosa? —gruño—. Vas a conseguir que te maten.


 


—Es lindo que te preocupe por mi, Ayato.


 


—Tch... No me importa si te matan, hijo de puta. —Soltó chasqueando la lengua, pero sus mejillas fueron cubiertas por un ligero sonrojo al ser descubierto. Kaneki sonrió al ver aquella expresión. Sabía que el chico no era expresivo, odiaba demostrar que se preocupaba por el resto, pero no era alguien provisto de sentimientos, incluso si es lo que deseaba aparentar.


 


Desde que conocía a Ayato este había sido de aquella manera. Odiaba demostrar sus sentimientos, sentía que aquello lo hacía débil ante lo que estaba allí fuera. Pensaba que si demostraba aquella debilidad se volvería como su padre, alguien que había muerto por creer que podría salvar a todos rompiendo su promesa de protegerlos.


 


—Claro, si decir eso te hace sentir mejor. —Dijo restando importancia al asunto. Su mano dio unas palmaditas a la piedra en la que se encontraba sentado para que el peliazul se sentara a su lado—. ¿Quieres que te lea un poco? —preguntó con una ligera sonrisa divertida al ver que este se acercaba para hacer caso de su petición.


 


—No es como si me importara toda esa basura... —murmuró sentándose al lado de su amigo. Su vista se dirigió hacia el cielo azul viendo como pequeñas aves volaban, tan libres—. Háblame de los... —esta vez bajo su voz a un gruñido—. Aviones.


 


—Entonces los aviones... —rió por lo bajo.


 


—Tch... no te burles maldito mierdaneki. Tu fuiste el que te ofreciste, así que cierra la puta boca si no vas a hablar de los aviones.


 


—No me estoy burlando de ti. —Soltó con voz calma—. Pero desde que eramos niños, siempre te ha gustado pensar en volar. Nunca me has dicho la razón.


 


—Mhh... es un secreto. Ahora deja de interrumpir o me largo. —bufó de mala gana.


 


No le dio mucha importancia a la amenaza. Sabía que no lo haría, Ayato no se iría de su lado, siempre era así. Su relación era extraña. La mayor parte del tiempo solían estar discutiendo, pero de alguna razón, podían estar de aquella manera. Hablando de todo con normalidad. Busco en el diario las paginas donde estaban relatada las historias de los antiguos pájaros metálicos preparándose para leer.


 


"No sé porque estoy escribiendo esto. Tal vez solo añoranza. Estoy atrapado en estas alambradas y no sé cuanto duraran. Me siento aprisionado. Es lamentable. Ahora pienso en todos los lugares que me hubiera gustado conocer. Por los cielos surcaban aviones todo el tiempo, era increíble imaginar que la humanidad pudiera crear tal cosa, eran como pájaros enormes y metálicos en los que podías subir y ir a donde quisieras. Me pregunto si ahora me subiera a uno ¿Sentiría la misma libertad de un pájaro? Ahora mismo me siento como si me hubieran enjaulado. Mis compañeros se niegan a salir de este lugar a menos que sea para conseguir alimentos. Dicen que aquí podríamos asentarnos. Pero realmente daría todo por un avión, viajar a parís y comer un croissant recien preparado con mantequilla derritiendose en la masa, o el frío de las calles de inglaterra, incluso viajaría a Tokyo por sus hermosos carnavales. Ahora mismo se me hace tan difícil creer que alguna vez existiera un avión, y que en pocas horas estuvieras en un punto del mundo que jamás imaginaste. Si alguna vez la humanidad acaba con este caos, realmente ansiaría poder subirme una vez más en un avión. Volar y olvidarme que un mundo como este existió alguna vez..."


 


Cuando las palabras cesaron Kaneki pudo sentir como su corazón latió con fuerza. La cabeza de Ayato se había posado en su hombro como si buscara descansar. No pudo evitar mirarle de reojos ¿Qué estaría pensando? Entonces lo vio, la mirada azulina de su compañero estaba fija en los muertos. Parecía estar meditando, su respiración parecía tan calmada y en paz que no pudo hablar. Kaneki sabía que no quería perder la visión de aquel rostro. Desde hace meses se había dado cuenta de esto. La razón por la que en la cosecha no había elegido a una de las chicas de su edad. La razón por la que no podía estar con alguien era este chico.


 


—Kaneki...


 


—¿Qué sucede? —preguntó cuando la voz de Ayato se había hecho presente una vez más.


 


—¿Crees que algún día todo esto se acabara?


 


—¿El qué...?


 


—Los muertos... ese tipo, tu tatara... bueno, esa mierda, hablaba de que algún día todo podría acabar. Pero desde que empezó todo han sido más de cien años... Realmente crees que sea posible... —frunció el entrecejo con cierta molestia—. No es nada, maldita sea, que molesto...


 


—Ayato...


 


—¿Hmmm...?


 


—Vas a cumplir dieciocho...


 


—¿Qué importa? —preguntó con cierta confusión—. No es como si fuera importante, tu ya los cumpliste hace un año y no estabas preocupado...


 


—Pero... No es nada, es mejor que nos vayamos.


 


—¿No los viste, verdad? —preguntó por lo bajo, captando la atención del albino.


 


—¿Eh?


 


—Tus padres... —murmuro—. Hide me lo contó. —se encogió de hombros mientras desviaba la mirada con un ligero sonrojo.


 


—No, no los he visto desde hace nueve años... —Dijo con cierta voz neutral, aunque la pregunta le había sorprendido, no era algo que gustase hablar—. Debemos irnos... Touka estará preocupada por ti.


 


—¿Ah? No necesito que nadie me cuide maldito parchado de mierda. No soy un jodido niño que necesita que su estúpida hermana lo este vigilando. —gruño volviendo a su actitud de siempre ganándose una risilla burlona de parte del mayor.


 


—Como digas, niño. —bromeo. Esta vez se gano una patada de parte del más joven—. No seas agresivo con tus mayores.


 


—Ja, solo es un puto año. En poco cumpliré la mayoría de edad y vas a cerrar tu bastarda boca.


 


—Aunque sigues estado pequeño para tu... —cerro su boca al ver la mirada fulminante de su acompañante—. Yo... no dije nada.


 


Kaneki no pudo evitar dedicar una mirada hacia el ajeno. Para los hombres no era fundamental el casarse a temprana edad, pero habían chicos como Ayato que desde niños habían estado prometidos a alguien. Su corazón dolía al pensar en ello. Ayato a penas cumpliera la mayoría de edad, en la próxima cosecha debería prometerse legalmente con la chica que habían elegido para él. Así era el mundo ahora. Sus sentimientos eran enfermos, no era correctos. La realidad de esta humanidad, donde la escasa vida de la humana peligraba debían esforzarse por preservar la raza humana. Y la única forma, la que desde niños le habían enseñado, era un hombre y una mujer. Era lo correcto. Era como debía ser.


 


Por un momento pensó en la vida de antes, allí no había problemas de mortalidad ¿Existía alguien con sus mismos sentimientos enfermizos en esa época? ¿Qué pensaría Ayato de este sentimiento tan asqueroso? El que lo deseara en su vida ¿Lo aceptaría?


 


—Oe parche, estas más raro de lo usual... —escucho


 


—Estoy igual que siempre, no te preocupes.


 


—Ya te dije que no estoy... —Las palabras de Ayato se vieron interrumpidas por la sirena de la aldea. Sus ojos se cruzaron por un segundos, entonces, lo único que pudieron hacer fue correr. correr hasta que sus alientos quemaran sus gargantas y sus músculos dolieran. El terror afloro cada fibra de sus cuerpos. Algo estaba mal. La sirena solo presagiaba dos cosas, un simulacro (El cual no estaba programado) Y la muerte entrando a devorarte. El corazón de Kaneki sabía que esto cambiaría sus vidas, algo se lo decía, de una u otra forma en ese momento todo se haría pedazos para siempre.


 
Continuara...

 


 


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