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Unexpected love. por Miss Lehnsherr-Xavier

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El flash de la cámara iluminó el cadáver que estaba tendido en el suelo. Raven Darkhölme se inclinó hacia adelante, y procedió a examinar el cuerpo de manera rápida.

-¿Causa de la muerte? -Preguntó una voz tras ella.

La chica rubia se dio media vuelta para observar al hombre caminar hacia ella. Era de mediana estatura, de piel blanquecina, increíble ojos azules y unos labios rojos, no era el típico inglés.

Charles Xavier detuvo sus pasos al lado de la forense.

-Herida de bala. -Dijo.- Un disparo en el pecho. Parece que nuestro asesino se andaba con prisa a la hora de matarle.

-Definitivamente lo que causó la muerte del hombre fue la bala. -Coincidió Raven, levantándose del suelo y quedando al lado del inspector.- Entró por el pecho y salió por la espalda, perforando la vena aorta, por lo que la víctima se ahogó en su propia sangre. Pero este no es el lugar del asesinato. -Charles alzó la cabeza, pues la había inclinado levemente para observar el cadáver, y miró a la forense, intrigado.- No hay casquillo de bala, no hay ninguna huella en la pared y la herida hace horas que ha dejado de sangrar. Este no es el escenario del crimen. -Raven hizo un gesto y dos ayudantes se acercaron con una camilla para el cuerpo.- Mañana a primera hora comenzaré a hacer el exámen y para entonces tendré la identidad de la víctima y algo más que pueda dar con el asesino.

Charles se limitó a asentir y se hizo a un lado, dejando vía libre a los hombres para que pudieran llevarse el cadáver al depósito. Nunca le había ocurrido un caso como aquel: sin identificación de la víctima, encontrado en un lugar donde no había ocurrido el asesinato y sin ninguna clase de pista, sin testigos, sin cámaras de vigilancia y de noche. El joven inspector emitió un pequeño resoplido, para ser sinceros, ya había tenido bastante por aquel día, persiguiendo a pequeños delincuentes que se creían inalcanzables y después largas y largas horas de interrogatorio que lo único que le había producido era un fuerte dolor de cabeza. Lo mejor que podía hacer era irse a casa y descansar bien, para que al día siguiente pudiera estar con las pilas cargadas y así poder avanzar en su nuevo caso.

Se despidió de Raven y se encaminó hacia su coche, puso las llaves en el contacto y condujo derecho hacia su casa. No estaba muy lejos, sólo tuvo que conducir un par de minutos. Aparcó en la gran explanada, andó hacia las escaleras que llevaban a la entrada, metió las manos en su bolsillo, sacó las llaves y abrió la puerta.

El característico olor de su casa impregnó sus fosas nasales, definitivamente no había nada mejor que llegar a casa, después de una larga y agotadora jornada de trabajo.

Su primera parada fue en la cocina, necesitaba tomarse un té con urgencia, lo único que quería en aquellos momentos era un poco de paz y de tranquilidad para él. Mientras dejaba que la tetera fuera hirviendo, caminó con paso perezoso hacia su habitación. Nada más llegar, se quitó los zapatos, desabrochó su camiseta, los pantalones y dejó que las prendas se deslizaran por su cuerpo delgado pero fibroso hasta caer al suelo, fue a darse una ducha de agua fría y mientras las gotas de agua resbalaba por su piel trataba de ocupar su mente en otras cosas que no fueran el trabajo.

Un cuarto de hora después estaba sentado en el cómodo sofá del salón, la tele encendida y con una taza humeante de té en la mano.

Se disponía a ver los programas que ponían a aquellas horas, ya que últimamente no lograba dormir bien, cuando el teléfono al lado suyo comezó a sonar. Al principio pensó que se trataría de Raven, conociendo como él conocía a la forense, habría comenzado a examinar el cadáver del hombre y habría descubierto alguna pista útil para el avance del caso.

Con lentitud, dejó la taza de té en la mesa, agarró el teléfono y le dió a descolgar.


-Raven, ¿no has podido esperar hasta mañana para avisarme de los avances que hayas hecho? -Preguntó, mientras que dejaba que su cabeza se apoyara en el respaldo del sofá.

-Lamento que esté tan cansado, señor Xavier. -Replicó su interlocutor.Los ojos azules de Charles se abrieron de par en par e inmediatamente su cuerpo quedó sentado en el sofá y se tensó. Esa no era la voz de Raven, ni de ninguno de la comisaría. Era una voz firme y gruesa, que inmediatamente le hizo sentirse como un niño pequeño e indefenso.

-¿Quién es usted? -Preguntó, con toda la calma de la que fue capaz, y se pegó el teléfono aún más a la oreja, como si así escuchara con mayor claridad la voz ajena.

Por su parte, el desconocido se limitó a soltar una profunda carcajada, que hizo que la piel de Charles se erizara.
-No han encontrado ninguna pista del asesinato cometido esta noche, a seis manzanas de la comisaría, ¿verdad? -¿Cómo demonios sabía aquel individuo lo que había ocurrido? El cerebro de Charles, si ya de por sí aquella noche no funcionaba como debía, ahora mismo estaba en completo desfuncionamiento. Para cuando éste dedujo que la persona anónima con la que estaba hablando era el asesino, el hombre soltó otra carcajada, esta vez más sonora.- No debe sulfurase, inspector Xavier, todos los casos que se le han presentado los ha resuelto con mucha presteza y esta vez no va a ser distinto.

-¿Cómo sabe esas cosas del caso y de mi? -Consiguió hablar Charles, poniéndose de pie como un resorte.

-Esté alerta, inspector, puede que el asesino aparezca más pronto de lo que cree. -Y con aquella enimágtica frase, el desconocido colgó el teléfono, dando por finalizada la conversación.

Charles expiró varias veces, nervioso y se dejó caer de nuevo en el sofá, ¿qué demonios acababa de pasar?

**********

 

Al otro lado de la línea cortada, el desconocido observó unos minutos más las ajetreadas calles de Nueva York, para luego darse la vuelta y andar hacia el interior de su apartamento.


Se colocó delante de un tablón de corcho, donde tenía colgadas varias fotos de personas, direcciones de Internet, sitios frecuentados, teléfonos móviles, emails...El hombre dio un trago hasta acabarse el whisky que se había echado, cogió un rotulador rojo e hizo una cruz sobre el rostro del cadáver que había dejado en la calle para que la policía lo descubriera.
Ya le quedaba menos para llegar a su verdadero objetivo.
Sus ojos, de un color verde pálido se posaron sobre una foto del inspector Xavier. Lo había visto en varias ocasiones, aunque claro, él siempre estaba oculto, y debía admitir que sentía cierta...fascinación por aquel hombre que le resultaba atractivo, una persona que era entregada en su trabajo, que no tenía miedo de enfrentarse a cualquier situación. Tal vez había llegado la hora de volver el juego más interesante.

Cerró el tablón con unas ventanas que había colocado a los lados y con una media sonrisa en sus labios, se dispuso a dedicar las siguente horas a planear su siguiente movimiento

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