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Hola, Diario por TadashiHamada

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Notas del capitulo:

Bueno, este capítulo sigue algo angst, pero así va la sucesión de hechos, ya vendrá la felicidad, no me maten, todavía tengo qué escribir otras cosas ;u;

 

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Recuerden, si necesitan ayuda por problemas emocionales de todo tipo, busquen grupos de 4to y 5to paso, ahí encontré yo el alivio a mi depresión, mis crisis de ansiedad (hace casi 3 años que no me dan ;u;) y mi neurosis uwu9

Busca ayuda ;3 <3

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Al día siguiente de la disculpa de Grace, pese a todo, salí a caminar temprano con Snow. Snow es un perro grande de raza Golden Retriever, estos perros peludos y de pelaje dorado, bastante amigables. Mi madre lo adora -a veces pienso que es para ella como un segundo hijo- y yo lo quiero también. Lleva cinco años con mi madre, irónicamente lo adoptó poco antes de que Matías y yo comenzamos nuestra relación y fue él quien provocó la situación. En fin, eso es algo que no quiero recordar de momento o me pondría a llorar.

 

Iba caminando tranquilamente por el parque con él, y cuando me refiero a “caminando tranquilamente”, quiero decir que él me llevaba casi a rastras. Aunque es muy fuerte, no es que yo sea un enclenque, pero no tenía ánimos de resistirme y me dejaba llevar a donde él quisiera ir. Él olisqueaba flores, árboles, personas, otros perros… Tuvimos qué correr un par de veces cuando se acercó a canes poco amigables, pero finalmente esa mañana pintaba para ser bastante tranquila. Nos detuvimos a comprar un par de hotdogs y él prácticamente devoró el suyo de un bocado. Me senté en una banca bajo la sombra de los enormes árboles que rodeaban el parque. El empedrado del sendero principal hacía resonar las pisadas de las personas que habían decidido salir aquella mañana a caminar, trotar, correr o simplemente pasaban por ahí por ser su ruta al trabajo.

 

Sí, sorprendentemente eran las ocho de la mañana y me habían dado ganas de salir. Quizá el asunto de que Grace estaba realmente triste por mí me había hecho replantearme las cosas un poco.

 

Eché la cabeza hacia atrás y miré largamente las copas de los árboles que se movían con la brisa. El ambiente era fresco y tranquilo, e invitaba a relajarse y olvidarse de todo.

 

Snow comenzó a ladrar minutos después y sentí que daba un jalón a la correa. Me incorporé y le pregunté qué le sucedía para luego mirar hacia donde él ladraba. Le ladraba a la nada, o quizá a algo en el otro lado del parque. No quise prestarle mucha atención, pero él comenzó a correr hacia lo que sea que estaba viendo y se soltó de mi agarre, llevando a rastras la correa. 

 

Me apresuré a alcanzarlo, pues temía que se perdiera. Mi madre jamás me lo perdonaría si eso pasara, así que corrí lo más rápido que pude y cuando lo alcancé, él se había abalanzado sobre una persona que estaba sentada en una banca igual a la que yo ocupaba sólo un par de minutos atrás.

 

Esa persona murmuraba algo que yo no podía entender mientras se aferraba a mi perro, que agitaba su cola como si estuviese feliz de verle. Snow era empático incluso con los extraños, por lo que no me tomó por sorpresa, así que esperé un poco a que el hombre lo soltara.

 

Pero parecía que no pasaría pronto. Él comenzó a sollozar bajito y me preocupé, no sabiendo qué hacer. Me sentía raro de estar ahí solamente, parado, mirándolo, así que me senté a distancia prudente mientras él se desahogaba con Snow.

 

Ese perro tiene la capacidad de comprender el dolor ajeno, de abrazarte y hacerte sentir mejor…

 

-Perdón… por un momento creí que era mi perro… - murmuró aquella persona de repente y yo volví mi mirada hacia él, pues había preferido mirar hacia otro lado para no incomodarle -. Ah, eres tú…- murmuró y esbozó una sonrisa después de limpiarse las lágrimas con la manga de su playera.

 

Mi cerebro tardó un par de segundos en procesar la información y caí en cuenta de que era Craigh Harrison, el ex cuñado de Grace. Lucía bastante demacrado y vestía ropa deportiva algo descolorida. Si no supiera quién era, habría pensado que era un sintecho, pero hasta donde Grace me había contado, él tenía un departamento en algún punto de la ciudad.

 

No supe qué responder, así que él acarició la cabeza de Snow y le hizo cariñitos.

 

-El perro del que te conté, es exactamente igual… Bueno, la diferencia es que el mío está muerto - lo miré de reojo, no entendiendo cómo era que podía decir aquellas cosas así, sin más -. Grace me dijo que te hice sentir mal - murmuró -. Lamento eso - soltó sin despegar la vista de Snow, que se dejaba hacer.

 

No sabía si decirle que ella también había hablado conmigo y que ahora que conocía un poco su situación me sentía mal por él. Quizá lástima, quizá empatía, no sé… Pero alguna de esas cosas me hizo pedirle aquello.

 

-¿Quieres ir a tomar un café? - pregunté sin pensarlo dos veces, aunque después de preguntar aquello pensé que sería mala idea pero no podía echarme para atrás.

 

-¿Estás seguro? ¿Sabes? Yo tiendo a hacerle eso a la gente, a veces es sin querer, en serio… Es mi talento especial…-bromeó.

 

-Descuida - negué con la cabeza.

 

-Grace te habló de mí… - fue más una aseveración que una pregunta.

 

-Algo…

 

-No me tengas lástima, aunque sé que provoco eso y cosas peores, pero… -suspiró -. No soy una persona desvalida, sólo… no he sabido cómo lidiar con esto… - agachó la mirada.

 

-Te entiendo… -le sonreí comprensivamente -. A veces no tengo ganas de salir ni de mi habitación…

 

-Igual yo, he llegado a pasar semanas enteras en mi casa - respondió con algo de vergüenza.

 

-¿Qué te hizo salir hoy? - pregunté, curioso.

 

-Hoy me sentí mejor y tuve ganas de tomar aire fresco. El departamento está hecho un asco y llamé a alguien que lo limpiara, así que aproveché para salir - encogió los hombros.

 

-El mío debe estar horrible - murmuré, recordando que el departamento donde Matías y yo vivimos antes de que él falleciera, llevaba todo ese tiempo cerrado.

 

Fue aquella tarde que estábamos en la sala jugando videojuegos y que él se levantó para ir por las palomitas mientras yo ponía el tercer juego que probaríamos. Habíamos comprado varios esa mañana al ir al centro comercial, como hacíamos cada dos o tres meses cuando ya habíamos terminado el resto de los juegos.

 

Era domingo y siempre pasábamos ese día juntos, nos levantábamos a la hora que queríamos, comíamos chucherías, a veces hacíamos el amor en cualquier parte de la casa, tomábamos una ducha juntos, salíamos a recorrer las tiendas o los garajes en busca de cosas interesantes, íbamos a comer a algún restaurante de comida rápida, volvíamos a casa y nos acurrucábamos en el sofá o nos poníamos a jugar como ese día; al anochecer nos íbamos a la cama y hacíamos el amor o simplemente nos acurrucábamos y platicábamos hasta quedarnos dormidos… Era nuestro día especial de la semana, era maravilloso…

 

Y ese día, después de colocar el CD en la consola y que apareciera el título del juego en la pantalla, oí un estruendo en la cocina. Me apresuré, pues no oí el típico “¡Mierda! ¡Lo siento, yo lo recojo!” que siempre lanzaba él cuando tiraba algo. 

 

Quizá fue un presentimiento…

 

Ahí estaba él, intentando incorporarse, sujetándose de la barra americana. Me acerqué y le rodee el torso con mis brazos para alzarlo. Era delgado y como vivíamos juntos y nos veíamos diario, no noté que había comenzado a perder peso hasta que lo cargué hacia el sofá…

 

-¿Qué te pasó? -le pregunté mientras lo llevaba en brazos - ¿Estás bien? - le besé la sien.

 

-Sí, estoy bien - pegó su cabeza a mi pecho.

 

Cuando lo senté en el sofá lo noté… De su nariz salía sangre... Por un instante pensé que se habría golpeado esa área y por ello salía aquel líquido rojo, pero él pareció nervioso y se pasó rápido la manga de la camisa para limpiarla.

 

-¿Te has sentido mal y no me lo has dicho? - pregunté algo dolido.

 

-No quería que te preocuparas - murmuró.

 

-¡¿Cómo quieres que no me…?! -me callé al ver su rostro con una mueca de agobio. Le tomé el rostro suavemente - Mi amor… No importa qué tan pequeño sea tu malestar, siempre debes decírmelo, yo quiero que estés bien… - le pedí suavizando el tono de mi voz.

 

Él sólo asintió en silencio y yo lo abracé, sintiendo su menudo cuerpo dar un par de espasmos debidos al llanto.

 

No perdimos más tiempo, llamé a un amigo médico y acudió a la casa de inmediato. Nos dio instrucciones para hacerle algunas pruebas, pero no nos dijo nada más ese día hasta estar seguro.

 

-... ¿Leucemia? - pregunté yo luego de oír el diagnóstico del Oncólogo con quien nos había referido mi amigo de urgencia.

 

-Sí… Procederemos con el tratamiento… - me dijo -. Pero debo decirte algo… La leucemia en adultos suele ser muy agresiva…

 

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas mientras veía a lo lejos la puerta del consultorio donde Matías esperaba.

 

-...vamos a hacer todo lo que podamos…- fue lo único que logré rescatar de todo lo que me había dicho sobre el procedimiento y el tiempo, experiencias con otros pacientes y resultados.

 

Ese día Matías y yo nos quedamos en el hospital, él en aquella camilla y yo a su lado sentado al borde de la cama. Lo abracé todo el tiempo que me permitían y sentía su cuerpo temblar. Sus ojos castaños se llenaron de lágrimas y su rostro, cuyo color natural era ligeramente bronceado, ahora lucía aún más pálido que últimamente.

 

Justo como el Oncólogo lo dijo, la leucemia fue agresiva y el tratamiento aún más. Matías se quedó sin un solo cabello en todo su cuerpo con el pasar de las quimioterapias, sus pestañas negras y espesas dejaron de existir sobre aquellos hermosos ojos castaños que cada vez tenían menos brillo, sus uñas adquirieron ese tono morado-azulado..

 

Yo veía cómo lentamente se apagaba y no podía hacer nada más que sostener su mano, pero ni siquiera podía tocar su piel, tenía qué usar esos guantes de látex y un traje especial, pues por la gravedad de todo y sus defensas inexistentes, le habían confinado a aquella habitación estéril.

 

No podía besarlo… acariciarlo… 

 

Y no quería llorar, no frente a él. Yo no podía ser débil ante él, yo tenía qué darle palabras de ánimo, un abrazo a través de aquel traje, besos que no lograban plasmarse en su piel…

 

Y él siempre sonreía lo mejor que podía para mí… Hasta el último de sus respiros…

 

Grace, William, mi madre y mi padre… Nuestros demás amigos, todo el tiempo estuvieron al pendiente, pues Matías era alguien especial, muy querido por todos. Bromista, idealista, sincero, de un corazón enorme… 

 

-Lo siento… no hay más que podamos hacer, ahora depende de él… - fueron las palabras del médico mientras yo me abrazaba a mí mismo en aquel frío pasillo. Mis ojos se inundaron de lágrimas y él me palmeó el hombro, mirándome con tristeza.

 

Abrió sus brazos y yo no pude más. Me aferré a él con fuerzas mientras ahogaba mi llanto contra su bata y maldecía a Dios por estarme quitando lo que más amaba en el mundo.

 

Cuando me calmé, fui a lavarme la cara y a tratar de recomponerme. Quería volver cuanto antes con él, no perder ni un valioso minuto más…

 

-¿Estás… bien? - preguntó con dificultad, con el respirador cubriéndole buena parte del rostro. Alargó su mano hacia la mía y yo la tomé suavemente para pegarla hacia mi pecho y sonreírle con tristeza.

 

-Sí… 

 

-Mi amor… No importa qué tan... pequeño sea tu malestar… siempre... debes decírmelo... yo quiero que... estés bien…-usó aquellas mismas palabras que yo había dicho -. No intentes... cargar solo... con esto… Te va... a hacer daño… Si quieres llorar… llora…-me pidió.

 

Yo sólo pude pegarme a su pecho y llorar. No me preguntó nada, quizá él ya lo sabía…

 

Era julio y hacía calor fuera de ahí, pero en esa habitación la temperatura estaba controlada. Matías amaba las estaciones cálidas, pues le gustaba salir a pasear, a nadar, hacer deportes… 

 

El médico me dio permiso de sacarlo al patio aquel día casi al final del mes, en la silla de ruedas, cosa que me alegró pues Matías parecía haber mejorado un poco de repente, estaba más despierto de lo normal. Aún estaba débil, pero podía respirar por su cuenta, podía hablar más fluidamente pero no demasiado porque se cansaba.

 

-Sabes que te amo, ¿verdad? - preguntó mientras veíamos a la gente que también descansaba en el jardín.

 

Le sonreí y me incliné hacia él para besarlo suavemente en los labios.

 

-¿Tanto como yo a ti? - le pregunté, contento de verle así.

 

-Sí… - agachó la mirada, sonriente. No había color en sus mejillas, pero si hubiera podido sonrojarse, seguro que su cara se habría puesto como un rubí -. Te amo… demasiado… Pero quiero que sigas adelante…

 

-Matías… No digas esas cosas, vamos a salir de esto - le tomé la mano y lo miré, pero él seguía con la mirada gacha, así que le alcé el rostro con mi mano libre -. Vamos a lograrlo - le dije, convencido.

 

-Te amo y quiero lo mejor para ti, siempre… - me acarició la mejilla con su mano libre, sonriendo con nostalgia.

 

-Y yo para ti, te amo como nunca he amado a nadie en este mundo… -llevé mi mano hacia la suya, que aún estaba en mi mejilla, y la tomé para besarla.

 

-Prométeme que pase lo que pase, vas a esforzarte…

 

-Te lo prometo… - le respondí, queriendo verle feliz.

 

Nos quedamos en el jardín unos minutos más, hasta que me pidió ir dentro, pues él comenzaba a sentir frío a pesar de que hacía calor ahí… 

 

Quizá debí saber que esa era una señal… No lo pensé en ese momento…

 

-Buenas noches mi amor… - le dije mientras le arropaba y le besaba la frente y luego los labios.

 

-Buenas noches mi amor - me respondió y sonrió débilmente -. ¿Duermes conmigo? - preguntó y se hizo hacia un lado, con algo de esfuerzo, dejando espacio suficiente para mí.

 

Asentí y me metí bajo sus mantas para abrazarlo. Él colocó su cabeza sobre mi pecho y cerró los ojos luego de alzar su rostro para besarme la barbilla.

 

-Tu barba me pica…- murmuró divertido por mi barba de cinco días.

 

-Me afeitaré mañana…- le prometí y besé su cabeza donde no había una sola de sus hebras azabache -. Te amo…

 

-Te amo…-murmuró.

 

Me quedé despierto hasta muy entrada la noche, oyendo su respiración acompasada, sintiendo sus latidos contra mi torso, acariciando su espalda suavemente...

 

A las seis de la mañana me despertó aquel beep… un beep largo, infinito… Vi a mi costado y la máquina que custodiaba sus signos vitales tenía aquella línea verde, horizontal, sin un sólo pico… Sus latidos, su presión y sus respiraciones eran ceros… 

 

 Lo llamé con voz temblorosa… Lo sacudí ligeramente… Lo seguí llamando cada vez más desesperadamente por eternos segundos, hasta que dos enfermeras entraron corriendo y bajé de la cama, pero sin soltar su mano. El oncólogo entró rápidamente y me miró con pesar por una milésima de segundo antes de ir hacia mi novio y tratar en vano de reanimarlo.

 

Todo era como una película en cámara lenta… 

 

Yo comencé a gritarle a Matías que despertara… Que no me dejara aquí solo… Que lo necesitaba y no podría vivir sin él…

 

Una de las enfermeras me tomó por los brazos y me sacó de ahí al verme en aquella crisis. Fui hacia la ventana y traté de ver qué pasaba, pero los tres obstruían mi visión.

 

Me derrumbé, literalmente, sobre mis rodillas, clavando las uñas en la pared con desesperación. Me abracé a mí mismo y me recargué en la pared.

 

A los pocos minutos salió el médico y me puse en pie para ir hacia él y saber qué había sucedido.

 

-Fue un paro respiratorio…- me dijo y se quedó en silencio por eternos segundos -. Lo siento mucho - me palmeó suavemente el hombro. Las dos enfermeras salieron de la habitación y yo corrí hacia dentro.

 

Lo vi ahí, tendido, cubierto por la sábana hasta la cabeza…

 

Todo se nubló…

 

Cuando recuperé la conciencia, mi madre estaba a mi lado, con su mano sujetando la mía. Ella lloraba en silencio, pero se limpió las lágrimas con rapidez al verme despertar.

 

No me dijo nada, sólo me abrazó. Y yo lloré como jamás en mi vida había llorado…

 

Fue un 24 de julio de 2015… 6:02 de la mañana…

 

Mi padre se hizo cargo de avisar a la familia de Matías, consistente en una hermana que vivía en California. Era lo único que tenía, pero se habían distanciado hacía años. Aún así consideró que debía saberlo.

 

Él hizo el papeleo y todo lo necesario. Yo no recuerdo gran cosa de esos dos días. Supongo que sólo me quedé en modo automático mientras recibía las condolencias de todos nuestros amigos y conocidos en aquella fría sala donde lo velamos mientras su hermana cruzaba el país para venir a darle el último adiós.

 

Cruzó palabras conmigo, pero realmente recuerdo poco, sólo sé que me agradeció por haber cuidado de Matías con tanto amor y me abrazó durante un buen rato, como queriendo recuperar algo de su hermano, arrepentida por el distanciamiento por una razón que en ese momento recién le pareció ridícula.

 

¿Era real? ¿Estaba pasando? Esas preguntas me rondaban la cabeza todo el día. Sentía como si aquello fuese una pesadilla y cuando despertara, vería a Matías ahí, junto a mí, sonriente y feliz. Le oiría decirme “Buenos días, mi amor” y me daría un beso. Le haría el amor… se lo haría hasta quedar exhaustos; comeríamos cereal frente al televisor y veríamos caricaturas antiguas; iríamos al parque a pasear, visitaríamos a mis padres al otro lado de la ciudad, iríamos al cine, volveríamos a casa a hacer el amor hasta quedarnos dormidos… Haríamos eso durante el resto de nuestras vidas…como habíamos prometido...

 

Ver el ataúd bajando a aquella fosa tan profunda me hizo sentir un gran vacío… pero a la vez sentía que ese de ahí no era Matías… Matías llegaría en cualquier momento y me tomaría la mano, me diría algo como “ya volví” y nos abrazaríamos mientras veíamos cómo enterraban aquel ataúd…

 

Sentí un brazo rodearme la espalda y una mano pequeña tomar mi mano. Grace y William se mantuvieron ahí conmigo, en silencio…

 

No sé cómo llegué al auto de mis padres… No sé por qué llegamos a su casa… No sé por qué de repente ya estaba acostado en mi cama de cuando era aún estudiante y vivía con ellos… Mi madre me arropó y mi padre se quedó junto a ella en la puerta, ambos mirándome como si fuese un niño pequeño.

 

-Descansa, hijo… - me dijo ella.

 

-Si necesitas algo, llámanos - me dijo él.

 

No cerraron la puerta y sentí cierto alivio. No quería quedarme ahí en la oscuridad…

 

Por estúpido que parezca, me levanté al poco rato y fui a buscarlos. Ellos ya estaban en su habitación, metidos en la cama, en silencio con sus rostros llenos de tristeza.

 

Mi madre extendió sus brazos desde ahí, al verme en el umbral de la puerta, y me aproximé a ella, sintiéndome como cuando tenía cinco años y acudía a ellos después de una pesadilla.

 

Dormí con ellos esa noche y las siguientes…

 

No sé cuánto tiempo pasó así, pero un día pude dormir solo en mi habitación y pasé a encerrarme en ella durante días, sin probar a veces bocado. Ellos se preocuparon… Fueron los peores días para ellos… Con el tiempo mejoré un poco, pero llegué a este estancamiento del que creía que no saldría jamás.

 

Y ahí me hallaba yo, con ese sujeto que recién conocía, contándole por qué había dejado mi departamento durante un año y cuatro meses sin siquiera ir a abrirlo. Grace fue un par de veces a él para recoger cosas mías y llevarlas a casa de mis padres, sólo lo indispensable y la almohada favorita de Matías que aún conservo y con la que duermo siempre.

 

Yo, en todo ese tiempo no había podido ir ni siquiera cerca de la cuadra. No podía… simplemente no podía…

 

-Me haces sentir que mi caso es patético…- soltó Craigh -. No me lo tomes a mal, luego de oírte, siento que yo estoy haciendo un berrinche, pero no logro sentirme mejor…- aquella sinceridad era algo molesta pero a la vez refrescante.

 

Supongo que me había cansado de oír a todo el mundo a mi alrededor suavizar las cosas para mí…

 

-Lo siento… - murmuré por respuesta.

 

-Has dicho esa frase demasiadas veces…- señaló.

 

-Lo sie… lo sé… - corregí.

 

-Llámame loco, pero… quizá es la forma inconsciente que tienes de disculparte porque sientes que fallaste… - lo miré a los ojos cuando dijo aquello, sintiendo que tenía razón -. Pero tú no fallaste… Hiciste lo mejor que pudiste, todo cuanto estaba en tus manos… La vida es una perra… - miró hacia Snow -. Sin ofender… - le dijo y le acarició la cabeza -. A veces te da algo… A veces te lo quita porque viene algo mejor… A veces nada más porque es una perra y odia verte feliz… -encogió los hombros -. Es un asco lo que le pasó a tu novio… Pero si él te pidió que siguieras adelante es porque te amaba lo suficiente como para querer que fueras feliz aunque fuera sin él… 

 

-No podría… nunca…

 

-Bueno… no es ahora, ni mañana… cada quien se cura a su ritmo… -suspiró -. Ya sé, suena hipócrita de mi parte, pero… Hoy me siento con ganas de animar a alguien... 

 

-Gracias... 

 

-Vamos por ese café… - me sonrió y ambos nos pusimos de pie. Él tomó la correa de Snow y le permití ser quien llevara a mi mascota por ese rato, seguramente le traía recuerdos.

 

Él dijo que había un pequeño café donde tenían espacio para dejar a las mascotas mientras los clientes tomaban café y algún postre. Snow se quedó bebiendo agua y comiendo croquetas mientras Craigh y yo tomábamos una mesa.

 

Noté sus ojeras al tenerlo de frente, su cabello despeinado, sus ojos algo irritados aún por el llanto de minutos atrás… Craigh debía tener treinta años aproximadamente, aunque con ese aspecto lucía mayor. Me pregunté si yo me veía de esa forma, aunque no me importaba mucho lucir mal, pero seguramente mi tristeza me había afectado visiblemente, pues todo el mundo me miraba con cierta lástima siempre.

 

Comenzamos a hablar de cosas banales, ya no de los temas que nos entristecían. Era una persona sincera, directa -a veces demasiado-, algo cínica o quizá daba esa impresión… Me causaba curiosidad, quería saber más sobre él, pero temí meterme demasiado en su vida, así que le dejé contarme sólo lo que él quiso.

 

Él trabajaba en el Departamento de Bomberos de la ciudad hasta que su vida comenzó a ir en picada. Me era difícil imaginarlo dedicarse a eso, pero llevaba un par de fotografías en la cartera, también un par de su hijo y de Hachi, su perro.

 

-¿Casarme de nuevo? Mierda, ¡no! - soltó divertido luego de que le sugerí aquello - ¿Te gusta ver sufrir a la gente? - inquirió, irónico - El matrimonio es una mierda - soltó despectivo -. Bueno, en ciertos casos… - supongo que notó mi mirada acusadora. Luego sus ojos viajaron hacia mi mano izquierda, donde tenía la alianza de matrimonio de Matías. Nos habíamos casado en California al poco de vivir juntos, sabiendo que éramos el uno para el otro.

 

Por instinto coloqué mi mano derecha sobre la izquierda, cubriendo mi alianza, como protegiéndola.

 

-Si es con la persona indicada, te apuesto a que puede ser lo más maravilloso del mundo…- sonreí levemente y acaricié aquel anillo en mi dedo anular.

 

-Sí, tal vez… - apoyó el codo sobre la mesa, pensativo -. Pero a veces… simplemente no te toca estar con esa persona… -encogió los hombros.

 

-Si es para ti, el destino los va a unir…- le dije, convencido… 

 

-Destino… ¿crees en esas tonterías? - preguntó, mirándose las uñas, incrédulo.

 

-Lo viví... Fue corto, pero fue hermoso… Y vale la pena… - por un instante sus ojos verdes se fijaron en los míos y aparté la mirada, incómodo.

 

*-*

 

Hola Diario:

 

Hoy me topé por casualidad con Craigh en el parque… Después de una larga plática, ya no me parece ni muy malo, ni muy miserable como lo pinta todo el mundo. Es agradable siempre y cuando no dice cosas crueles o muy directas… Bueno, es que estoy sensible…

 

Quedamos de salir mañana, pues parece que le ha tomado cariño a Snow. Snow también parece tenerle confianza, así que confiaré en su intuición.

 

Aunque los ojos de Craigh son muy fríos, contrario a los de Matías, que siempre eran cálidos. Me da  escalofríos cada que me mira fijamente, pero si Snow confía en él ha de ser por algo...

 

Estoy cansado, dormiré temprano hoy.

 

Hoy fue un buen día, creo que después de todo hablar sí me hace bien… Quizá vaya al grupo que me dijo Grace. No le llamé, se me olvidó… Tengo cuarenta llamadas perdidas suyas de ayer en la noche. Terminó llamando a mi madre y ella le dijo que yo estaba dormido, supongo que me regañará tarde o temprano por no haber ido ayer al grupo.

 
Notas finales:

Espero que les haya gustado *u*


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