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Coffee Bitter. por Lex Kehen

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Notas del fanfic:

Bueno este es mi primer trabajo más ligero, por así decirlo, espero llegue a ser de su agrado.

Hasta hace aproximadamente 30 minutos había salido de su segundo trabajo de la madrugada y cuarto de todo el día, caminaba agotado dejando sus hombros caer hacía adelante en una postura bastante divertida que denotaba su  cansancio físico.
 
Eran las 4:30 de la madrugada y al fin estaba en la puerta de su casa, entro a esta con gran desespero, pero intentando meter el menor ruido posible, se paseó por las vacías habitaciones y como  esperaba ver, su abuela y sus hermanos estaban ya dormidos.
 
 
"Descansen.." Susurró con una pequeña sonrisa antes de deslizarse fuera, camino a su habitación la cual no muy a diferencia de las otras estaba igual de vacía, lo que más ocupaba lugar eran los libros tirados por todas partes.
 
Miró la hora en su celular y suspiró con resignación, lo mejor era dormir, le quedaban 3 horas antes de ir al instituto y ese día estaba más que muerto como para estudiar, así que lo dejaría para el día siguiente. 
 
Sin más se tiró prácticamente contra un colchón que estaba en el piso y arrastrando su cuerpo como un gusano extendió su brazo en busca de un par de mantas, las cuales tiró sobre su cuerpo, cubriendo apenas este de las bajas temperaturas.
 
"Buenas noches." Y tras decir esto se durmió con una pacifica sonrisa en sus labios. 
 
 
Así era generalmente la vida de Sam, un joven normal, con una vida normal. O eso quería creer, puesto que sobre sus hombros recaía una responsabilidad muy grande, con apenas 17 años se veía en la obligación de mantener a su pequeña y rota familia. 
 
Su abuela era una mujer bastante anciana, con la cual había vivido toda su vida y había sido su más grande apoyo en los momentos difíciles, por otro lado estaban sus dos hermanos pequeños, a los cuales adoraba con todo su ser y esperaba que jamás les faltara nada. 
 
Pero su situación económica estaba por el piso, no ganaba lo suficiente tomando en cuenta que apenas era un estudiante y además menor de edad, le costaba muchísimo encontrar un trabajo decente, ya tenía cuatro de medio tiempo y estaba en la búsqueda de uno más, que le diera lo suficiente para al menos poder satisfacer los caprichos de sus pequeños. 
 
 
A la mañana siguiente su móvil emitió el característico ruido de la alarma a las 7:00 en punto. Se levantó de un salto con todo su cabello alborotado y una expresión somnolienta en su rostro, para haber dormido la nada misma estaba más que satisfecho, pegó un gran bostezo y se levantó, cubriendo sus hombros con una de las mantas. 
 
 
"Veamos...Que les daré de desayunar hoy..." Se decía a si mismo mientras avanzaba a la cocina, en la nevera no había prácticamente nada, sólo un pote de mantequilla y unas verduras. "Dios, debo comprar algo para la cena de esta noche." 
 
 
No les pudo dejar demasiado, sólo unas tostadas y dejó un par de billetes sobre la mesa, esperando la anciana estuviese de buen humor (Como siempre en realidad) para poder ir a comprar una caja de leche para los niños y algo para ella, ahora apresurando más su paso, se fue directo a la ducha. 
 
Él poseía un cuerpo delgado para nada trabajado, de hecho si perdía un par de kilos más cualquiera diría que era un anorexico. Tenía facciones muy bonitas, casi parecía una chica, más con ese cabello ligeramente largo y desordenado, su flequillo le cubría la vista aveces, cosa incomoda. 
 
 
 
Tras terminar de ducharse corrió al instituto ya con su uniforme puesto. Le quedaban exactamente 10 minutos para llegar y estaba a cuatro calles, el cuaderno en sus manos no le ayudaba para nada a evitar los obstáculos, ¡Tenía examen y lo había olvidado! , ¿cómo pudo ser tan torpe?. 
 
Esperaba llegar sin ningún accidente, sin embargo al doblar en la siguiente esquina fue lo primero que sucedió..Su cuerpo se vio impactado contra el de un desconocido, logrando que ambos cayeran al piso, Sam miró al sujeto muy avergonzado, acercándose inmediatamente para tenderle la mano. 
 
 
"Lo siento señor, no vi por donde iba." Se excusó, hablando casi sin respirar, las palabras salían atropelladamente de sus labios. 
 
"No pasa nada niño." Respondió el hombre con el ceño fruncido, sujetando la delicada mano del niño frente a él. "Debes tener más cuidado a la próxima."
 
"S-Si...No pasará otra vez." Sam había quedado ligeramente encantado con el sujeto frente a él, a pesar de que jamás se había interesado en una persona, este le había movido algo, quizá sólo físicamente. "¡Diablos el examen!."
 
 
Y de pronto lo recordó, dejando de imaginar cosas con aquel extraño bien vestido tomó su cuaderno del piso y se echó a correr sin decir nada más, el sujeto que había sido atropellado miro al jovencito de cabello negro y tez blanca correr como si su vida dependiera de ello con una expresión de confusión, pero siguió con su camino. 
 
 
 
 
"3...2..1." Y Sam entro al salón, nuevamente atropellando a un par de compañeros, con la respiración agitada y el cabello alborotado como si hubiese venido de un concierto de Rock. "¡Gane!, me debes tres billetes."
 
"Malditasea." Le respondió un muy molesto joven a la chica de coleta frente a él, quien le tenía la mano y agitaba a la espera de su dinero. "Nunca más volveré a apostar contigo." Y tras entregar el dinero el chico refunfuñante se devolvió a su lugar en la parte de atrás.
 
"Encantada de hacer negocios con usted." Soltó la ambiciosa chica con una divertida sonrisa, pronto su compañero de banco se acercó a ella, parecía un muerto viviente, pero siempre feliz. "¡Sammy!, ¿cómo está mi inversión favorita?."
 
"Pues viviendo, estoy agotado.." Su cabeza impactó contra la mesa, pero pronto la levanto de golpe. "Espera, ¿me has dicho inversión?."
 
"Claro, últimamente eh estado apostando por la hora en que llegas."
 
"Ajá.."
 
"Y como soy tú mejor amiga lo sé todo." 
 
 
La chica sonreía feliz, Sam volvió a golpear su frente contra la mesa. Aquella chica se llamaba Riley y era sumamente adorable y linda, pero una sin vergüenza de primera y además su mejor amiga desde la infancia, Sam tenía una buena relación con casi todo el mundo, su solo ser era atrayente sin hacer demasiado.
 
 
 
"¿Sabes algo?." Comenzó a contar el chico, corriendo su flequillo con su mano. "Hoy creo que atropellé al amor de mi vida." Claramente lo comentaba como broma, pero Riley lo miraba incrédula.
 
"Nooooooooooo..." La boca de la chica casi caía.
 
"Pues no." Reía divertido, la chica le encajó un golpe bastante duro en el brazo. "Como puedes siquiera creerlo, en primer lugar esas cosas no son lo mio y en segundo..Jamás lo volveré a ver."
 
"Pero...¿Era guapo?."  
 
 
Las mejillas de Sam se sonrojaron al instante, que podía decir...Realmente si era bastante guapo, le ponía sus 25 años, alto, cabello castaño bien peinado, se veía delgado (pero musculoso) facciones masculinas, pero tenía una expresión dura y cansada. 
 
Evitó contar demasiado detalle sobre esto a Riley, tenía claro que la chica lo usaría para chantajearlo en algún momento. ¡El examen estuvo realmente horrible!, detestaba las matemáticas con todo su ser, ¿había alguien en el mundo que podía disfrutarlas?, además...Aún tenía que encontrar un trabajo para después de clases, todo estaba yendo horrible. 
 
"¿Sabes algo?." Le comentó la chica mientras bebía su caja de jugo en el receso. "No creo que llamando a números de un periódico de hace dos semanas consigas algo." 
 
 
Sam la hizo callar, a pesar de que tenía bastante razón, probar no le costaba nada. Estuvo marcando números por  un largo rato y nada, o era muy joven o el cupo había sido ocupado, se estaba rindiendo ante la desgracia, tampoco podía encontrar uno demasiado lejos puesto que él se manejaba más en bicicleta que en transporte publico.
 
 
"¡Debería caerme un milagro del cielo!." Exclamó con frustración a un lado de la banca donde estaba su amiga, la otra alzó sus hombros y arrojó sin cuidado la caja al bote de basura.
 
"Lo único que te caerá del cielo..Será popo de pájaro." Sam la miró mal. 
 
"Gracias por tú..."
 
 
Y antes de que pudiese siquiera decir algo más, su móvil comenzó a emitir el ruido característico de una llamada,  por un instante esperaba que fuese de un trabajo o algo por el estilo, por ello lo sacó a una velocidad increíble, sin embargo sólo resultaba ser Joseph, con un bufido contestó.
 
 
"¿Qué?." 
 
"¿Qué?, estoy bien gracias, ¿y tú?. ¡Oh!, pero yo también te eh extrañado mi adorado Sam, no podría vivir un segundo sin ti." Joseph siempre era bastante payaso en eso de ser sociable, cosa que al chico le subía los ánimos. 
 
"Bueno bueno, lo siento, ¿querías algo?." Se daba un paseo turístico por el patio, alrededor de Riley mientras hablaba. 
 
"Si, bueno no para mi exactamente, sino para ti, eh sabido que buscas trabajo, ¿verdad?." 
 
"¡Claro que si, lo necesito con urgencia!."
 
"Estás de suerte...."
 
 
 
 
Nunca en su vida creyó que una llamada de Joseph lo iba a hacer tan feliz, él se podía considerar un amigo de la infancia, al igual que Riley, sólo que a este lo conoció gracias a sus difuntos padres, era él hijo de los amigos de ellos y a pesar que el otro era 5 años mayor se llevaban bastante bien.
 
Al salir del instituto se dirigió hacía las coordenadas que había recibido por parte de Joseph, decía él que una cafetería estaba a punto de abrir ahí y que solicitaba trabajadores, le quedaba cerca de su casa y la paga no estaba mal, el problema era conseguir el trabajo... Aún tenía presente lo que el otro le había dicho: 
 
"El dueño es un amigo mío, muy cascarrabias... Él esta contratando chicas, sólo chicas, pero si le insistes y le dices que vas en mi nombre lo conseguirás." 
 
Bueno debía al menos intentar, ¿verdad?, no perdía demasiado.
 
 
Como decía Joseph el lugar le quedaba cerca, sería soñado trabajar ahí, se notaba  que apenas iniciaban por que dentro había  una cantidad grande de cajas y mesas en desorden. Ingresó con lentitud consiguiendo que la campanilla del lugar acusara de su ingreso. 
 
Inmediatamente la mirada de 6 muchachas y un hombre se posaron en él, quiso que la tierra de lo tragara cuando se dio cuenta de quien se trataba aquella persona y al parecer el hombre estaba tan sorprendido como el mismo de tenerlo ahí. 
 
 
"Usted es es que atropelle en la mañana.." Susurró, el otro frunció el ceño ante aquello. "Digo, el señor con el que choqué." 
 
"Así es. ¿Quien eres tú?." Su voz sonaba masculina y autoritaria, podía ser que...
 
"Busco al señor Trey Barton." Expuso, el otro comenzó a caminar hacía el, con lentitud casi asechandolo, las chicas estaban a la expectativa.
 
"Yo soy Trey Barton, ¿quién eres tú?." Tan y como Sam se lo esperaba, ahora su plan se ponía en marcha.
 
"Soy Sam Kennedy, vengo en nombre de Joseph Ducan." Inmediatamente la expresión del hombre frente a él se ablando por el asombro. "¡Por favor, déjeme trabajar aquí!." 
 
 
Aquello había resultado más inesperado de lo que pensaba, no sólo Trey estaba impresionado, sino las chicas ahí también, las reglas eran claras y estaban establecidas. Con un suspiro miró el rostro decidido y avergonzado de Sam para volver a fruncir el ceño, como la costumbre le señalaba. 
 
"Esta es una cafetería para doncellas, no puedo aceptar a un chico."
 
"¡Por favor!, puedo ayudar en lo que sea, no me verán siquiera." Haría lo que fuese para conseguir aquel trabajo.
 
"Eh dicho que no."
 
"¡Por favor!."
 
"No."
 
"Si no me deja, no se librará de mi con facilidad."
 
"Haz lo que quieras."
 
"¡Por favor!."
 
"¡No!."
 
 
Definitivamente Sam no se daría por vencido, lo conseguiría de una u otra manera.

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