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Cuando la vida es peor que la muerte (Jack Skellington x Victor Van Dort) por Shir285

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Notas del capitulo:

Segundo capi...

¡Ehhh!

Al día siguiente, Victor despertó cuando Sally aún seguía roncando quedamente en su cama. Y no era para menos, pues ni siquiera había amanecido. El joven se levantó y dejó la manta y la almohada que la muñeca de trapo le había prestado y las colocó junto a su cama para luego acercarse al gran ventanal de cristal, que le daba la vuelta a toda la estancia.

Se quedó ahí mirando todo el pueblo aún siendo bañado por la oscuridad, pensando en todo lo que había sucedido en tan poco tiempo. Es decir, se supone que cuando alguien muere dicen que está “descansando en paz”, pero Victor no hallaba nada de paz en su interior desde que llegó a Halloween Town. De repente recordó al sujeto de la asamblea de la noche anterior, el que había resultado ser nada más y nada menos que el rey del lugar, y sintió que se le revolvía todo. Se sentía cada vez peor por la actitud que había tenido para con él, sobre todo considerando que Jack no tenía la culpa de la estupidez que él había cometido.

Perfecto, estaba decidido. Entonces Victor pasaría los siguientes once meses escondido en algún agujero para evitar el contacto social con cualquiera de los habitantes de Halloween Town, sin otro pasatiempo que lamentarse de haber ingresado por la puerta equivocada. Si iba a pasar la eternidad solo, ¡por lo menos lo habría hecho en Christmas Town! Es decir, era mil veces preferible convertirse en un elfo navideño a estar atrapado en esa ciudad del horror. Incluso hasta se ofrecería a disfrazarse de reno, no importaba.

Mientras se quejaba mentalmente de lo mismo, comenzó a amanecer. El sol anaranjado y con forma de calabaza se adueñó del cielo, el cual era de un tono sepia bastante deprimente. Pero Sally tenía razón, la vista del faro era impresionante al amanecer. Fue el único momento en el que Victor realmente vio algo de vida en Halloween Town, pues la forma en como los cristales de las ventanas reflejaban la opaca luz del sol daba la impresión de que toda la ciudad brillaba. Como si emanara esa luz por sí misma.

Fue entonces cuando se animó a salir. De todas formas, las criaturas de la ciudad preferían mil veces la noche al día, así que las calles estaban desiertas. No tendría ningún encuentro incómodo con ningún monstruo, o al menos eso esperaba. El problema era que como la noche anterior había insultado toda la ciudad y lo que representaba sin reparos, ahora tenía miedo que alguno de sus aterradores habitantes quisiera devolverle la jugada.

Caminó con lentitud hasta las escaleras, evitando hacer algún ruido que pudiera despertar a Sally. Apenas hubo bajado los primeros cinco escalones y dejó de oír los ronquidos de la chica, terminó de bajar prácticamente corriendo. Por suerte la puerta no estaba cerrada con llave, pero cuando la abrió soltó un espantoso chillido como señal de que necesitaba algo de aceite urgentemente. Victor se quedó congelado en ese instante, esperando no haber despertado a la muñeca de trapo.

Como no oyó ningún sonido, soltó un suspiro y salió con tranquilidad, aunque esta vez cerró la puerta con rapidez para evitar que chillara nuevamente. Cuando estuvo a unos milímetros del umbral, la cerró con cautela. Se volteó y respiró hondo, aspirando el frío aire de la mañana. Ahora que era un cadáver y no necesitaba respirar, el simple hecho de sentir el aire por sus fosas nasales le resultaba muy agradable.

Comenzó a caminar por la calle mirando a su alrededor como un niño perdido, en parte para poder apreciar todo lo que le rodeaba como para asegurarse de que no había ninguna persona mirándolo de manera hostil o con malas intenciones, pero los únicos que estaban en la calle eran un trío de músicos que tocaban una melodía terriblemente deprimente y melancólica.

–¿Pensando en cómo escapar, nuevito? –preguntó uno de ellos con sarcasmo, el anciano que tocaba el saxofón.

Victor lo miró con la culpa reflejada en su rostro.

–No yo… no importa, lo siento. –Fue lo único que dijo antes de alejarse de los músicos.

Luego de pasar un buen rato caminando sin rumbo fijo, se sentó para recostarse contra un muro de piedra que estaba junto a la reja de una de las curiosas casas de la ciudad, sin dejar de mirar hacia el cielo pensativamente. Pasó unos minutos así, hasta que casi se quedó dormido, pero entonces el sonido de la reja al abrirse lo sobresaltó. Abrió los ojos y para su desgracia se encontró con nadie más ni nadie menos que Jack Skellington.

«Maldita sea», fue lo único que surcó por la cabeza del joven Van Dort. ¡Rápido, hazte el muerto! Oh, espera…

–¿Qué haces ahí? –preguntó el Rey Calabaza al verlo ahí tirado. Victor se sintió como un imbécil, aún más que hace unos minutos.

–Eh, yo… nada, sólo estaba viendo la ciudad, y… ah… –Hermoso, Victor, insulta a todo el pueblo en una sola noche y al día siguiente olvídate de cómo hablar. ¡Gran idea!

–Hm, ya veo –asintió Jack con algo de sarcasmo en su voz mientras se cruzaba de brazos–. Con las cosas que dijiste anoche, pensaba que te esconderías bajo una roca hasta el próximo Halloween.

Definitivamente que lo peor era que, a pesar de todo, Jack seguía siendo increíblemente amable con él. Cierto que su voz mostraba descontento, pero en ningún momento demostró estar tan molesto. Era muy comprensivo y paciente, y eso sólo hacía que Victor se sintiera más culpable aún.

–No, no –se apresuró a decir el azabache mientras se levantaba–. ¿Cómo podría? No –dijo con una risita nerviosa. «¿Qué tanto te cuesta hablar bien, pedazo de idiota?», pensó mientras se aclaraba la garganta–. Escucha, lo siento. Lamento todo lo que dije anoche, no pretendía… –Silencio. Que alguien por favor me diga qué rayos le pasa a este tipo.

–Eso ya no importa –dijo el esqueleto con una calma que no hizo más que irritar al contrario–. No viniste para acá porque realmente lo quisieras, sólo querías encontrar a tu amiga. Es entendible que la primera impresión no haya sido la mejor.

Era justo eso lo que molestaba a Victor. «Joder, ¡deja de ser tan amable y golpéame con un tubo en la cabeza! Eso sería mucho más fácil».

–¿Sucede algo? –preguntó Jack ante la evidente incomodidad de Victor quien, de aún haber tenido sangre fluyendo por sus venas, se habría sonrojado.

–No, no, en lo absoluto. No quiero seguir distrayéndote de tus asuntos así que… mejor me voy… y… lo siento, de nuevo –dijo, sintiéndose más estúpido con cada palabra que decía. Y, sin siquiera darle tiempo a Jack de responder, se marchó. Aunque sería más apropiado decir “salió huyendo”.

Jack lo miró alejarse con la confusión marcada en su esquelético rostro. «Vaya que es extraño», pensó, pero cuando el azabache salió de su campo de visión se encogió de hombros y le restó importancia al asunto.

Mientras tanto, luego de correr como un idiota durante un rato, Victor ralentizó el paso para comenzar a caminar como si nada. Rayos, ese tipo sí que lograba intimidarlo, no era de extrañar que fuese el Rey del Halloween. «No me importa lo amable que sea y lo dulce que sea su voz, ese sujeto me sigue dando muy mal rollo», pensaba. «Espera, ¿dulce? ¿De dónde salió eso?... Nah, sólo estoy viendo las cosas con objetividad, nada más». Sí, claro.

Unos quejidos lo sacaron de su ensimismamiento, y cuando se volteó vio a un tipo de extraño aspecto que estaba sentado en una silla de ruedas, que estaba halando a una persona del brazo en contra de su voluntad. Cuando se acercó, vio que se trataba de Sally y del que probablemente era su creador.

–¡Tú te vienes conmigo, niña malcriada! –se quejaba el doctor Finkelstein, con una voz un tanto graciosa.

–¿Me dices malcriada cuando tú mismo me criaste? Curioso –dijo la muñeca de trapo con tono burlón, cosa que enfureció al científico.

–¡Basta! –Finkelstein haló a Sally hasta que el rostro de la muñeca estuviera a su altura, y antes de que ella pudiera reaccionar, le había puesto un pañuelo en la cara. La chica se desmayó en menos de un segundo–. Tienes que aprender modales –comentó aún sabiendo que Sally no podía oírlo. La recostó en su regazo y se alejó de allí.

Victor pensó en ayudar a su nueva amiga en ese instante, pero no le pareció prudente, pues con el efecto del cloroformo ella no podría moverse por su cuenta, cosa que dificultaría la situación. Así que se limitó a seguir al doctor Finkelstein hasta su casa sin que este se diera cuenta, para luego esperar el momento adecuado.

Siguió al científico hasta que llegó a una casa de un aspecto bastante curioso. Cuando el viejo entró, se dio cuenta de que no cerró la puerta con llave, así que se pegó a ella para escuchar como el zumbido de la silla de ruedas mecánica se hacía cada vez menos audible a medida que el doctor se internaba más en la casa. Una vez dejó de oír el sonido, abrió la puerta con cautela, esperando que esta no chillara.

Para su suerte, las bisagras estaban bien aceitadas, así que pudo colarse sin que Finkelstein se enterara de ello. Victor miró a su alrededor y vio una rampa que llevaba hasta el primer piso, en donde se escuchó como el sujeto cerraba la puerta de la que supuso era la habitación de Sally mientras que no dejaba de quejarse en voz baja. Evidentemente, la muñeca de trapo seguía inconsciente.

Cuando vio que Finkelstein se dirigió a otra rampa que llevaba a un segundo piso entre murmullos y refunfuños, Victor aprovechó para subir la primera rampa con rapidez. Claro que la puerta del cuarto de Sally estaba cerrada con un montón de seguros, pues obviamente la muñeca había tenido siempre muy arraigada la costumbre de escapar.

Victor miró a su alrededor mientras pensaba en alguna forma de ayudar a Sally, y se le encendió el foco cuando divisó una escalera de peldaños de madera unidos por un par de sogas arrumbada en un rincón. La tomó y bajó corriendo a la planta baja para salir de ahí cuando escuchó que la silla de ruedas de Finkelstein volvía a zumbar, pero esta vez para bajar.

Logró salir justo antes de que el doctor pudiera verlo. Se dirigió a la parte de atrás de la casa y encontró una enorme ventana que supuso tendría que ser la de Sally. Junto todas las fuerzas que tenía y lanzó la escalera, esperando que la chica ya hubiera despertado. Como no vio que se asomara, supuso que aún seguía bajo el efecto del cloroformo, así que soltó una maldición y haló la escalera, pensando en volver más tarde. Pero para su suerte, la escalera se había sujeto firmemente a algo, así que podía subir sin problemas.

Una vez arriba comprobó que la ventana estaba cerrada al igual que la puerta, y que la escalera sólo había podido ingresar gracias a que la reja era muy amplia. Sin embargo, no lo suficiente como para que cupiera una persona por ahí. La única forma de abrir la reja era con una llave…

–¿Victor? –La voz de Sally lo devolvió a la realidad–. ¿Qué haces aquí?... ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué pasó? –preguntó mientras se levantaba del catre en donde había estado durmiendo.

–Finkelstein te durmió con cloroformo –le dijo Victor–. Y vine a ayudarte a escapar. ¿Por casualidad tienes alguna idea de en dónde guarde sus llaves?

Sally se acercó a la ventana.

–Sí, claro, está harto de que no deje de escapar y me va a decir en donde guarda sus llaves. Tiene tanta lógica –dijo con sarcasmo.

–Hey, sólo trato de ayudar –se quejó Victor apoyándose en la reja de la ventana.

–Lo sé, gracias –asintió la muñeca de trapo con una sonrisa–. Aunque… hay un lugar…

–Dime, soy todo oídos.

–La última vez que cociné para el doctor encontré en un tarro vacío de verruga de gusano unas llaves. Tal vez una de ellas sea la de la ventana.

–Justo lo que quería oír. Ya regreso –dijo el azabache mientras se apresuraba en bajar la escalera.

La muñeca lo miró bajar, esperando que el plan tuviera éxito. Ya no soportaba pasar más tiempo en esa casa, ¿qué tanto le costaba a
Finkelstein entenderlo? Ella ya no era una niña. De hecho, había dejado de serlo hace siglos, y el anciano se empeñaba en tenerla encerrada como si fuese una bebé. Cierto que le estaba muy agradecida por haberle unificado todas las partes del cuerpo cuando llegó a Halloween Town, así como también haber reemplazado algunas partes perdidas por tela, hojas y relleno. Pero eso no le daba derecho a tenerla como una prisionera.

–¿Sally? ¿Ya despertaste? –Se oyó claramente la voz de Finkelstein del otro lado de la puerta. La muñeca rápidamente tiró la escalera y se acostó en el catre para hacerse la dormida. Cuando el doctor ingresó en la habitación, la encontró justo como la había dejado. Soltó un pesado suspiro al verla aún inconsciente–. Algún día entenderás que hago esto por tu bien –dijo en un susurro mientras negaba con la cabeza y le acariciaba el cabello a la chica. Después de tantos años, no podía evitar verla como una hija.

Se quedó unos instantes viéndola dormir, mientras que ella internamente rogaba por que Victor no regresara antes de que el doctor se marchara. Cuando el científico abandonó la habitación cerrando la puerta tras de sí, Sally abrió los ojos y su rostro adoptó una mueca de tristeza. Por alguna razón ese pequeño gesto por parte de Finkelstein la había hecho sentir culpable.

Unos segundos después, la escalera volvió a infiltrarse en su habitación y ella se apresuró en agarrarla para evitar que se cayera y la amarró a la reja.

–Tuve que tirar la escalera, el doctor entró hace poco –dijo Sally cuando Victor subió nuevamente, antes de que el azabache pudiera decir algo.

–Vale, aquí tengo las llaves –dijo el chico mientras le mostraba tres llaves. Se las pasó a Sally para que las probara.

La primera no entraba en el cerrojo. La segunda entraba, pero no giraba. La tercera… era la adecuada. Victor bajó y Sally desamarró la escalera para poder abrir la reja, y cuando lo hizo aseguró la escalera a una de las patas de la mesa que tenía en la habitación. Unos minutos después, ya era libre.

–Muchas gracias, Victor –le dijo mientras lo abrazaba–. Te debo un millón.

–Nah, considéralo como pago por esto –dijo el chico señalándose costura de la mejilla–. Vámonos de aquí antes de que "Frankie" vuelva.

Sally asintió y se largaron de ahí con rapidez, momentos antes de que se escuchara un estruendoso “¡¡SALLY!!” que seguramente se habría oído por toda la ciudad. Cuando escuchó la voz de Finkelstein, Sally no pudo hacer otra cosa que soltar una risita entre dientes.

–¡Rayos! ¿Será que luego de pasar siglos encerrada en ese lugar tengo que pasar el resto de la eternidad escondida en el viejo faro? –se preguntó con evidente molestia cuando se hubieron alejado unas cuantas calles y habían dejado de correr.

–Pero ¿qué le sucede a ese hombre? –preguntó Victor mientras se apoyaba contra una pared–. ¿Acaso no puede hacer otra muñeca o algo?

–Ese es el problema –dijo Sally, comenzando a caminar hacia el faro. Victor la siguió–. Yo sólo soy un cadáver remendado, por decirlo de alguna forma. Sólo que con el tiempo las partes que se me han ido cayendo, él las reemplaza con otro material. Él no me creó desde cero.

–Pero era estás totalmente hecha de trapo, y aún sigues siendo la misma Sally de siempre, ¿no? –dijo Victor, confundido.

–No, aún conservo mi corazón y mi cerebro. Y él necesita las mismas cosas si quiere hacer otra creación como yo. La última vez, creó a una mujer bastante parecida a él, y él le dio la mitad de su cerebro.

Algo le sonó mal a Victor.

–¿La mitad de su cerebro? –repitió, confundido.

–Bueno, el doctor Finkelstein puede abrirse la cabeza… supongo que tendrá que ver con la forma en la que murió, hace ya un montón de siglos. El punto es que se agarró la mitad del cerebro y la colocó en la cabeza de la muñeca. Al principio fue todo un éxito, hasta salió con ella. Pero no pasó mucho tiempo para que ambos comenzaran a verse afectados por sólo tener medio cerebro, y la falta de corazón en ella al final la hizo menos resistente, por no decir que menos buena.

Luego de caminar un par de calles, ya habían llegado al faro. Por la luz, se notaba que dentro de poco iba a anochecer, pues la odisea de rescatar a Sally les había llevado casi todo el día. Entraron y continuaron su conversación en las escaleras.

–Entonces… ¿eres la única que realmente funciona y por eso está empeñado en mantenerte encerrada? –preguntó Victor, sorprendido ante tal injusticia.

–Sí –asintió ella subiendo los últimos escalones–. Aunque a veces simplemente me gustaría conversar con él, e intentar arreglar las cosas entre nosotros. Después de todo, es como un padre para mí, y yo soy como su hija. Luego de tanto tiempo ya no recuerdo a mis verdaderos padres, y seguramente ellos tampoco me recuerdan a mí allá en la festividad en donde hayan escogido quedarse. –Se sentó en una de las sillas del comedor y Victor la imitó.

–Entonces es un asunto bastante delicado, ¿no? Deberían hablarlo, en lugar de continuar con este jueguecito del gato y el ratón –comentó mientras apoyaba el mentón en su mano derecha.

–Es complicado –dijo Sally encogiéndose de hombros–. En fin, ¿qué estuviste haciendo hoy? ¿Recorriste un poco la ciudad? –preguntó para cambiar de tema, pues estaba comenzando a deprimirse un poco.

Victor soltó un suspiro y se recostó del respaldar de la silla. Oye sí, la chica acaba de contarte todos los problemas que tiene con su creador y tú aún sigues haciendo como que te ocurrió una tragedia en la mañana.

–Sí, salí apenas amaneció –asintió–. Aunque tenía bastante miedo de que alguien quisiera hacerme escarmentar por lo de anoche. Realmente los habitantes de aquí me dan muy mal rollo. –Cuando dijo eso lo acompañó con un pequeño estremecimiento, que le sacó una risita a Sally–. ¡De verdad! Sobre todo el tal Jack.

–Ah, ¿viste a Jack hoy? –preguntó la chica, con el tonito de molestia regresando a su voz.

–Sí, resulta que me había sentado junto a la puerta de una casa a descansar, y terminó siendo la puerta de su casa –dijo, recordando la incomodidad de ese momento. Se sentía mal cada vez que recordaba su conversación con Jack, pues sentía que se le revolvía el estómago de vergüenza–. Pero no lo entiendo, a pesar de todo lo que dije ayer, nunca dejó de comportarse amablemente. ¡Cómo habría querido que me insultara a gritos mientras me caía a golpes! Eso habría facilitado mucho la situación.

Sally soltó una carcajada.

–Es que además de ser el rey, sabe que más de uno lo tiene como ejemplo a seguir, por decirlo de alguna forma. Si no se comportara de la forma en que lo hace, la ciudad ya estaría sumida en un caos –dijo encogiéndose de hombros mientras se cruzaba de brazos.

Victor asintió, realmente tenía mucho sentido.

–Entiendo. Oye –dijo, pues tenía una duda que comenzaba a carcomerlo por dentro. Sally asintió con un “¿Hm?”–, ¿y no hay alguna reina?

Sally volvió a carcajearse, pero esta vez de forma sarcástica.

–No la hay, nunca la ha habido y nunca la habrá –dijo tajante. Claramente había algo en relación a ese asunto que le molestaba–. Y si llega a tener un consorte, no será una reina.

Eso dejó a Victor bastante confundido.

–Me temo que no entiendo a qué te refieres –dijo alzando una ceja.

–Es homosexual –aclaró Sally, fastidiada.

–Oh, ya veo –asintió Victor, con una sonrisa tan pequeña que seguramente ni él mismo se habría dado cuenta de que la había esbozado–. Pero ¿no me habías dicho que saliste con él una vez?

Sally se levantó y volvió a cruzar los brazos delante del pecho mientras caminaba hacia la ventana. Para ella ese no era el mejor tema de conversación, pues aún le tenía cierto rencor al Rey Calabaza por lo que le había hecho hacía unos cuantos años.

–Pues sí. Al principio todo fue muy lindo y tal, y yo estaba como en un ensueño porque había pasado años enamorada de él en secreto.

–Comprendo –dijo Victor para animarla a continuar, pues la muñeca se había quedado en silencio por un momento mirando por la ventana.

–Pero luego nuestra relación se puso extraña. Sí, no hay otra forma de describirla. Cuando estábamos en público no dejaba de repetirme que me quería mientras me abrazaba, pero cuando estábamos a solas me trataba más como una amiga que como su novia. O peor, como una hermana. Cada vez que intentaba besarle me rehuía… te imaginarás lo mal que me sentí, pues pensaba que yo había hecho algo malo, y que él estaba tan molesto que no quería ni decirme qué era. Luego fue que descubrí que no, yo no había hecho nada, sólo que durante ese tiempo yo sólo había sido una tapadera mientras que él se escabullía de tanto en tanto para verse con otros hombres.

Hizo una pausa, y cuando Victor iba a decir algo, continuó.

–Fui una estúpida por no darme cuenta antes. Es decir, casi nunca había hablado con él antes, era más como un amor platónico. Esperaba pasar unos meses enamorada y que luego se me pasara… pero cuando se dio cuenta, mágicamente me correspondió, aunque si acaso sabía mi nombre. Y todo lo que él quería era a una chica que lo ayudara a esconder su sexualidad. No tengo problema con eso pero, ¡no tenía que engañarme así!

»Habría preferido que me hubiera dicho desde el principio “oye, me gustan los hombres pero no quiero que nadie se entere, ¿te harías pasar por mi novia?”. Claro que me habría negado, pues no iba a estar en una relación falsa estando enamorada voluntariamente, no soy masoquista. Pero al menos me habría dolido menos que el haber sido engañada de esa forma.

Victor se mordió levemente el labio inferior y bajó la mirada. Realmente no sabía qué decir en ese tipo de situaciones, y no tenía idea de cómo subirle los ánimos a la muñeca de trapo.

–Qué mal… pero intenta convencerte a ti misma de una cosa: aún si fuese heterosexual, él no te merece, y todos esos años que pasaste enamorada de él sólo fueron una pérdida de tiempo. Enfócate en el ahora y en lo que pueda pasar, y ya encontrarás a alguien que sí merezca a una chica tan linda y tierna como tú –le dijo con una sonrisa. Sally se volteó y le devolvió el gesto con ternura mientras volvía a sentarse frente a la mesa. Oh, oh.

–¿Linda y tierna, dices? –preguntó. ¡Oh, oh!

–Bueno, sí… uh, mira la hora. Mejor nos vamos a dormir –dijo Victor, aunque ni siquiera había algún reloj en la habitación.

La verdad es que sólo le había dicho eso para hacerle sentir mejor, nada más. La chica le caía muy bien, y a pesar de sus numerosas costuras y remiendos seguía siendo bonita, pero aún así nunca podría verla de esa forma. ¿La razón? Básicamente la misma por la que le había puesto fin a su relación con Victoria. Pero al parecer Sally había malinterpretado su comentario.

–Si tú lo dices –asintió ella alzando una ceja, antes de soltar una risita–. En fin, buenas noches –dijo mientras se levantaba y se dirigía a su cama. Para suerte del azabache, la muñeca se durmió casi al instante en que tocó la almohada.

Victor se levantó y tomó la almohada y la manta que al parecer iba a usar durante un buen tiempo, por lo menos antes de que pudiera conseguir un buen lugar donde “vivir”, obviamente no en el sentido literal. Sólo esperaba que pasara lo que pasase en ese lapso de tiempo, Sally no llegara a sentir algo por él.

Le dio un par de golpecitos a la almohada para esponjarla y se acostó en la alfombra mientras se arropaba con la manta. Intentó dormir, pero por más que trataba no podía pegar un ojo, así que optó por levantarse y recorrer la habitación hasta que por fin le diera sueño. Apenas se puso de pie se encaminó hacia la ventana y apoyó los codos en ella mientras miraba la ciudad, pensando en que tal vez las cosas no estarían tan mal. Por lo visto su comentario fuera de lugar de la noche anterior ya estaba cayendo en el olvido. Sus ojos se centraron en la torre en donde vivía Jack, no muy lejos de ahí, y sintió una gran curiosidad cuando vio que desde su interior salía un resplandor rojizo intermitente. Unos segundos brillaba, al siguiente se apagaba y luego volvía a brillar aún con más potencia. Quién sabe qué tendría el Rey Calabaza en mente.

Se quedó mirando en esa dirección por quién sabe cuánto tiempo, y vio que la luz cambiaba de roja a verde, de verde a blanca, de blanca a amarilla y así hasta que se apagó definitivamente. Pudo ver con claridad la silueta de Jack cuando este se asomó por la ventana, y no pudo evitar agacharse para que no lo viera. ¿Por qué había hecho eso? Sólo estaba mirando por la ventana, no tenía nada de qué culparse, ¿entonces por qué no quería que Jack lo viera? Ni que lo estuviera espiando o algo así.

Victor se sobó el puente de la nariz mientras suspiraba, sin dejar de insultarse a sí mismo mentalmente. Recordó cuando se había cruzado con el esqueleto esa mañana y volvió a sentirse avergonzado por su conducta. Finalmente se levantó y volvió a mirar por el cristal, y para su suerte lo único que se veía en la torre era oscuridad. Aunque inconscientemente había esperado que Jack siguiera asomado.

Meneó la cabeza, como queriendo deshacerse de cualquier pensamiento que tuviera que ver con Jack, y volvió a acostarse. Se cubrió hasta la cabeza con la manta y se quedó dormido a los pocos segundos.

Notas finales:

Saben, sería genial si hubieran más fics sobre esta rara pareja (XD)


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