Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando la vida es peor que la muerte (Jack Skellington x Victor Van Dort) por Shir285

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aproveché para subir el tercer capi...

Al día siguiente despertó cuando su nariz detecto un delicioso aroma que venía de la cocina. Se incorporó y miró hacia esa dirección y se encontró a Sally cocinando quién sabe qué cosa. Sólo sabía que olía muy bien.

–Buenos días –le saludó Victor antes de levantarse y poner la almohada y la manta en una esquina para que no estorbaran.

–Hm, hola –respondió Sally luego de darle una pequeña probada a lo que estaba cocinando–. Justo a tiempo, ya casi está lista la sopa.

–Huele delicioso, ¿de qué es? –preguntó el azabache mientras se acercaba. A pesar del aroma, cuando vio el mejunje verde que hervía en la caldera pensó en que no lucía para nada apetitoso.

–Verruga de gusano –respondió la chica como si nada–. Y un poco de aliento de rana, sólo para aderezar.

Al oír eso Victor palideció (más de lo que puede estarlo un cadáver) y se alejó de ahí. Tal vez lo mejor era no comer nada, de todas formas, no lo necesitaba.

–No pongas esa cara, es muy rica –dijo la muñeca mientras servía dos cucharones en un plato hondo de porcelana. Sumergió una cuchara de madera en la sopa y le tendió el plato a Victor, quien no tuvo otra opción que tomarlo y dirigirse a la mesa. No lo obligaría a tomársela toda, ¿o sí?...

Sally se sirvió un plato y se sentó junto a él en la mesa.

–Buen provecho –dijo la chica antes de darle un sorbo–. Hm, no es por nada, pero me quedó estupenda. Anda, pruébala.

Victor intentó disimular su asco cuando alzó la cuchara y se dio cuenta de lo espesa y viscosa que era la sopa, pero no tuvo otra opción que probarla. Se llevó la cuchara a la boca y sólo tocó su contenido con la punta de la lengua, pero al no encontrarse con el horrible sabor que estaba esperando, probó un poco más.

–Tienes razón, ¡es buenísima! –dijo para su propio asombro antes de comerse la sopa con una rapidez asombrosa, como si su brazo se negara a detenerse–. Quiero enviarle mis felicitaciones al chef –bromeó cuando se la terminó.

Sally soltó una risita.

–La chef se lo agradece mucho –dijo siguiéndole el juego antes de darle los últimos tragos a la sopa. Cuando se la terminó tomó el plato de Victor y el suyo propio y se dispuso a lavarlos–. Oye, hoy pasaré el día trabajando –dijo mientras señalaba con la cabeza la parte de la casa en dónde había instalado su sastrería–. Así que te aconsejaría que salieras por la ciudad o algo.

Victor negó con la cabeza.

–No, no hace falta. Me gustaría hacerte compañía, y quizás ayudarte un poco –dijo mientras se encogía de hombros.

Sally se emocionó mucho al oír eso, pero intentó disimularlo a toda costa. Sonrío ampliamente sin apartar la mirada del plato que estaba lavando, y cuando terminó se giró a Victor, mientras que trataba de que la sonrisa no fuera tan evidente.

–¡Eso me agradaría mucho! –exclamó. Luego se apresuró a aclararse la garganta–. Sí, sería un placer –dijo con un tono un poco más calmado.

Aunque a Victor le pareció adorable eso, no podía dejar de pensar en lo mismo con preocupación. «Que no le guste, que no le guste». Le había tomado un gran cariño a Sally, y evidentemente ella había sufrido mucho por culpa de Jack, así que no quería hacerle pasar por otra gran decepción. Pero claro, ¿quién le obliga a Sally a enamorarse de puros homosexuales?

Finalmente llegó la hora de que Sally abriera su negocio, y en menos de lo que canta un gallo, ya estaba lleno de personas. Nuevamente Victor se sintió incómodo, pues más de uno lo miraba con bastante recelo. Él sólo se limitaba a sonreír con nerviosismo y a decir un tímido “perdón por lo que dije” a todos los que lo miraban mal.

Mientras que Sally iba de un lado a otro en su silla, atendiendo a dos o incluso a tres clientes a la vez, Victor se ocupaba de llevarle las cosas que ella le pedía. “Pon esos carretes en la mesa de allá, por favor” y él lo hacía, “Por fa, pásame esas tijeras”, y él lo hacía, “Se cayó la cortina en el probador, ¿puedes volver a ponerla, por favorcito?” y él lo hacía. No pasaron ni dos horas cuando el chico ya estaba fastidiado. Por suerte, Sally lo notó, pues no se sentía con el derecho de dejarla plantada.

–Anda, yo me encargo de todo –le dijo con una sonrisa. El azabache se había ofrecido a ayudarle sin pedirle nada a cambio, y cada favor que le pedía lo hacía sin rechistar. No podía estar más satisfecha–.Quizás ya sea tiempo de ponerme a contratar gente para esto –comentó mientras se encogía de hombros.

–Está bien, pero volveré pronto –le aseguró Victor. No quería pasar un segundo más ahí, pero tampoco quería dejar que Sally se ocupara de todo por mucho tiempo, después de todo de no ser por ella no tendría en dónde quedarse.
Sally asintió, indicando que se podía retirar.

Victor bajó las escaleras con rapidez, aunque casi se llevó a unas cuantas personas por delante. Una vez afuera, recibió el calor del sol sobre su piel muerta con gratitud, y se puso a caminar sin rumbo fijo. Por lo visto ahora ese sería su nuevo pasatiempo. La ciudad era bastante pequeña, de todas formas todos se conocían ahí, así que sería sencillo recorrerla en su totalidad a pie, y eso era justo lo que quería hacer. Sus planes de pasar los siguientes once meses oculto bajo una roca ya estaban desechados, así que lo mejor que podía hacer era conocer bien el lugar.

Mientras más conocía la ciudad, peor se sentía consigo mismo por haber dicho esas cosas el primer día. Es decir, cierto que las criaturas del lugar eran bastante aterradoras, pero después de todo era la ciudad del Halloween, ¿no? Eso era más que lógico. Además, viéndola bien, tenía algo que le recordaba a su propia ciudad, allá en Inglaterra. Aunque claro, esta era mucho más animada.

Al hacer la comparación, no pudo evitar pensar en sus padres. ¿Qué habrán dicho al enterarse de su muerte? ¿Les habría importado o se habrían alegrado de tener todo el dinero para ellos? Conociendo lo ambiciosos que eran, no podía saberlo. Después de todo, nunca tuvo algún hijo con Victoria, ni tenía ningún otro familiar al que dejarle sus cosas, y a su corta edad de veinticinco años ni se le habría ocurrido redactar su testamento. Además, ya los Everglot no tenían nada que ver con él, pues Victoria y él se habían separado hacía más de un año.

Y justamente fue ella en quien centró sus siguientes pensamientos. Su relación terminó de forma cómica, pues ambos habían estado engañándose mutuamente por unos cuantos meses, así que no se tenían rencor alguno por eso y aún eran muy buenos amigos. Tenían tiempo que no se veían, pero no podía dejar de preguntarse cuál había sido la reacción de la chica al saber que lo habían asesinado. Obviamente se habría entristecido, pero tal vez no tanto, pues ella sabía perfectamente que de todas formas Emily lo estaría esperando del otro lado.

Pero ese era precisamente el mayor de sus problemas. Seguramente Emily lo habría esperado, claro, pero al final terminó en un sitio totalmente diferente. Así que no le quedaba más remedio que esperar hasta el octubre siguiente para salir de Halloween Town y poder buscarla en alguna de las otras festividades.

Joder, cómo odiaba al tipo que lo había matado por haberlo hecho justamente en noviembre.

Mientras estaba sumido en su introspección, y tal vez de forma inconsciente, sus pies terminaron llevándolo nuevamente hacia la casa de Jack. Los músicos callejeros que estaban instalados junto a esta, lo miraron con curiosidad.

–Por si lo buscas, Jack salió –dijo el que estaba tocando el acordeón que estaba hecho a partir de un pez muerto.

Victor salió de sus pensamientos al oír aquello.

–¿Uh? –preguntó antes de mirar hacia la torre que se extendía ante él, para luego mirar hacia el músico–. No, no, yo no… –¿O sí? «Que no». Sí, claro–. Sólo estoy de paso.

Los músicos intercambiaron unas miradas un tanto sospechosas. Bien hecho, Victor, ¡hasta los extras notan que te pasa algo raro! Y tú sigues sin querer pensar en ello. Al ver que los músicos volvieron a centrar su atención en los instrumentos, el azabache se alejó de ahí, aún un tanto confundido por la conducta de estos.

Siguió caminando sin saber adónde. Pronto su tour por Halloween Town se convirtió más bien en un receso para encerrarse en su propia mente. De hecho, estaba tan concentrado en sus pensamientos que ni siquiera apartaba la mirada del suelo, y chocó más de una vez, ya sea con una persona, una pared, o algún otro objeto.

Cuando se puso a pensar con detenimiento en su vida pasada, le invadió la nostalgia y la melancolía que le debió de haber invadido desde el primer día. Pero había estado tan ocupado con la avalancha de información que nunca se detuvo a pensar en que nunca más volvería a ver a sus padres, a sus amigos o incluso a volver a tocar el piano. Es decir, ciertamente podía subir a la superficie el día de Halloween, pero ¿para qué? ¿Para ver cómo las personas se espantarían al verlo recorrer las calles cuando debería estar enterrado tres metros bajo tierra?

Además, estaba casi seguro de que ninguna de las personas que había conocido en vida se animaría a pasar la vida después de la muerte en la ciudad del Halloween. Todos los que conocía eran muy “correctos” como para disfrutar de esa festividad. La mayoría pensaba que era algo que sólo estaba dedicado para los niños, y los otros eran demasiado religiosos o supersticiosos como para aprobar algo así. La única esperanza que tenía era cambiar de festividad apenas pudiera salir de ahí.

Y entonces, crack, volvió a chocar. Esta vez se estampó justo frente a un árbol. Entre quejidos se sobó la frente y miró a su alrededor.

Sintió una extraña emoción, mezclada con preocupación, al ver que se encontraba en el mismo sitio al que había llegado al morir. Lo único diferente era que, mientras que cuando llegó por primera vez no había ningún sol visible, esta vez todo estaba claramente iluminado por el sol con forma de calabaza. A no ser… que no fuera el mismo lugar.

Siguió caminando unos metros más allá y se dio cuenta de que no estaba solo. Podía oír a alguien tararear en voz baja, y cuando se acercó casi le dio un ataque al ver que se trataba de Jack. Estaba parado en medio de las puertas que daban a las otras festividades, y se veía muy concentrado anotando cosas en un diario.

Victor estaba apunto de dar media vuelta y alejarse, pero para su desgracia el otro notó su presencia antes de que pudiera irse.

–Hola, Victor. ¿Buscando como salir? –preguntó sin apartar la mirada de su diario. Anotó unas cuántas palabras más mientras observaba la puerta que seguramente daba a Thanksgiving Town y cerró el cuaderno marcando la página con el lápiz.

–Hola… uh, no, yo sólo estaba recorriendo la ciudad y... llegué aquí….ah…

Jack soltó una pequeña risa que le provocó un escalofrío al azabache.

–¿Será que podré hablar contigo sin que balbucees tanto? –preguntó, obviamente poniendo a Victor aún más nervioso.

–¿Qué? No, es sólo que… –Sólo que ¿qué? ¿Qué le vas a decir si ni siquiera tú sabes por qué intimida tanto? Podrá ser el rey del Halloween y todo, pero tampoco es que dé tanto miedo.

Jack se acercó a él y apoyó el antebrazo del árbol cuya puerta era un trébol de cuatro hojas.

–Déjame adivinar: te enteraste de que soy el rey y ahora tienes miedo de que te haga algo por todo lo que dijiste la otra noche –dijo alzando una ceja. Bueno, no tenía cejas, pero se sobreentendía el gesto.

Victor le agradeció internamente que le haya hecho esa suposición. De todas formas, en parte así era.

–Ya te dije que no te haré absolutamente nada –continuó Jack ante el silencio del contrario.

–Sí, pero es que no puedo evitarlo –se apresuró a decir el azabache–. Me siento muy mal por todo lo que dije. Además, he estado recorriéndolo y… este lugar no está tan mal como pensé. Con cada segundo que pasa me siento más idiota por lo que dije. Porque no sólo fue una grosería, sino que lo dije ¡delante de todo el pueblo! Nunca me había avergonzado tanto. –Eso último en parte no era cierto, pues si había algo que lo tenía más apenado aún era el hecho de haberse comportado tan estúpidamente delante de Jack.

Cuando terminó de soltar todo (o más bien, casi todo) lo que pensaba, miró a Jack directo a sus cuencas vacías y volvió a sentirse avergonzado. Prácticamente todo lo había dicho mirando hacia cualquier dirección menos a él, y hasta se le olvidado que el esqueleto le estaba escuchando, así que cuando cayó en la cuenta de esto bajó la mirada a sus zapatos y volvió a su conducta de ardilla asustada.

–No te preocupes por eso, ya pasará. Además, estamos bastante acostumbrados a ese tipo de reacciones. Muchas personas han entrado a Halloween Town por error, y se marchan apenas el reloj da las 12 am del 31 de octubre –dijo Jack para tranquilizarlo mientras se encogía de hombros. Como Victor no dejaba de mirar hacia el suelo, hizo algo un tanto atrevido: lo tomó del mentón para que alzara la mirada.
Y sí, eso fue el colmo para Victor. Se puso tan nervioso que por un instante se le olvidaron todas las palabras que sabía.

–Ah… a-ajá –asintió como un idiota. Tenía razón, este tipo necesita que le golpeen con un tubo en la cabeza. Jack soltó una risita, que no era más que una sonrisa sonora, y lo soltó antes de volver al núcleo de las puertas y continuar con su investigación–. Eh… –Victor se aclaró la garganta, recobrando el autocontrol–. Tengo una duda… –comenzó aunque tenía ganas de volver a salir corriendo. Esta vez no lo haría, e intentaría entablar una conversación como una persona normal.

–Claro, dime –dijo Jack mientras se agachaba delante de los huevos de Pascua que estaban frente a la puerta que representaba dicha festividad y tomaba uno para examinarlo.

–¿Por qué no se puede salir de Halloween Town? –preguntó. Podría sonar como una pregunta estúpida, pero si no se podía ¿entonces por qué estaban ahí esas puertas? Sin que Jack se diera cuenta, tomó el pomo de la puerta con forma de gallina, pero entonces se dio cuenta de que la gallina sólo estaba pintada sobre él árbol, y que el pomo era un simple adorno.

–En realidad, antes sí se podía –respondió el Rey Calabaza con un suspiro mientras dejaba el huevo de Pascua en su sitio. Victor se apresuró a soltar el pomo.

–¿Antes? ¿Y por qué ya no? –preguntó Victor mientras se sentaba a un costado del árbol que tenía la puerta con la forma de un árbol de Navidad y recostaba la espalda de la madera.

Jack se incorporó y guardó el pequeño diario en algún bolsillo de su chaqueta. A simple vista se notaba que no le gustaba hablar del tema, pero Victor tenía demasiada curiosidad como para decirle que lo olvidara.

–Por mi culpa –dijo el esqueleto mientras se sentaba al costado del árbol con la puerta del día de Acción de Gracias, para de ese modo quedar frente a Victor–. Fui un terco y un egoísta, y lo arruiné todo –se quejó con un pesado suspiro–. Verás…

Y entonces comenzó a contarle la historia que ya todos conocemos. Desde el momento en el que comenzó a aburrirse de la misma rutina en Halloween Town, hasta el instante en el que rescató a Sally y a Santa Claus del Oogie Boogie, pasando por la forma tan garrafal en la que había arruinado la Navidad. Victor mantuvo silencio durante todo el relato, conteniendo la lengua aunque se le ocurrieron unas cuantas preguntas.

–Y desde entonces, tal vez gracia a alguna clase de magia, ya nadie puede abandonar la ciudad de su festividad a menos que sea su día. Nadie puede salir de Christmas Town a no ser que sea 25 de diciembre, nadie puede salir de Valentine Town a no ser que sea 14 de febrero, nadie puede salir de Halloween Town a no ser que sea 31 de octubre… etcétera, etcétera, etcétera. Y por si te lo preguntas, el 31 de octubre no sé si podamos ir, además de al mundo de los vivos, a las otras festividades. Honestamente, lo dudo mucho.

Esa era la única duda que le había quedado a Victor luego de escuchar la historia, aunque no le extrañó la respuesta. Pero aún así se sentía muy desilusionado, pues la única razón por la que no le había temido a la muerte estando vivo era Emily. Y ahora había un noventa y nueve por ciento de probabilidades de que no volviera a verla nunca más.

–Lo siento. –Eso sí que sorprendió sobremanera a Victor, que dio un respingo al oír esa inesperada disculpa–. Me temo que por mi culpa no podrás reencontrarte con tu novia.

–¿Novia? No, ella no… o sea, sí, una vez estuvimos casados pero no… –Ante la confusión que vio en el rostro de Jack, él también comenzó a narrar su propia historia, sobre cómo se casó con un cadáver por error. De todas formas, ya no se sentía tan nervioso como antes y por lo menos podía hablar con fluidez.

No le sorprendió que cuando apenas llegó a la parte en la que le puso el anillo a la “raíz” que sobresalía del suelo, Jack no pudo evitar soltar una carcajada, la cual le contagió a Victor. Realmente toda la situación había sido demasiado absurda.

–Y nada, al final ella se fue, yo me casé con Victoria y fin de la historia. Quizás lo más irónico de todo es que no pasaron ni dos años y ya Victoria y yo nos habíamos divorciado.

–¿Qué? –preguntó Jack con una risotada–. ¡No puede ser! ¿Y cómo reaccionaron sus padres?

–No les importó mucho eso, pues igual los Everglot habían conseguido el dinero que necesitaban y nosotros ya teníamos toda la aristocracia que siempre quisi… no, que mis padres siempre quisieron. A mí nunca me importó eso –dijo Victor mientras se encogía de hombros–. Ahora no puedo dejar de preguntarme en dónde está Emily, pues el sitio en dónde estuvimos no tenía un aire muy festivo, si sabes a qué me refiero.

–Hm… –Jack se quedó mirando a ningún sitio en particular, con aire pensativo–. Por como describiste el lugar, creo que se trataba de Valentine Town. Según he oído, Valentine Town se divide en dos: a un sitio van los que han tenido una vida amorosa exitosa y muchos buenos amigos, ahí es en dónde está Cupido y toda la cosa, y en dónde se hacen los chocolates y las flechas. Pero del otro lado, están los que siempre han querido tener un hermoso romance, pero que… no triunfaron en ello, por decirlo así. O también los que nunca a tenido algún amigo o alguien que realmente los haya querido. Por lo que sé, ese sitio se parece a Halloween Town, ya que tiene un aire bastante oscuro, pero ahí la gente se preocupa más por las cuestiones amorosas que por otra cosa. Tal vez ella está allí. Después de todo, dijiste que su novio la mató antes de casarse para robarle sus joyas, ¿no?

Victor asintió, realmente tenía mucho sentido. Le pareció curioso que Jack conociera tanto de Valentine Town sin haber estado ahí antes, y no tardó en preguntarle. Resulta que poco después de que él descubriera las puertas, muchos habitantes de Halloween Town sintieron una mucha curiosidad. De modo que unos conocieron Valentine Town, otros Thanksgiving Town, otros Easter Town y así sucesivamente.

–Ya veo. Aunque no me es de demasiada utilidad saberlo ahora –dijo con suspiro mientras alzaba la mirada hacia el cielo. Entonces notó que ya había anochecido. Desde hace rato lo había hecho, y él había roto la promesa que le había hecho a Sally de volver pronto para ayudarla con la sastrería–. ¡Maldita sea! –exclamó mientras se levantaba a toda velocidad–. Lo siento, tengo que irme ya. Fue un placer, Jack. Nos vemos luego.

–Sí, yo también debería volver –dijo el Rey Calabaza levantándose también–. Aún tengo muchas cosas que hacer.

Entonces ambos comenzaron el camino de regreso a la ciudad.

–¿Puedo saber qué es eso en lo que tanto trabajas? –preguntó Victor con curiosidad, pensando en las luces que salían de la casa del esqueleto la noche anterior.

–Estoy buscando alguna forma de hacer el Halloween más atractivo sin dejar de lado su esencia terrorífica. Es decir, nunca me importó mucho lo que digan los demás, y aquí todos se divierten mucho con nuestra forma de hacer las cosas, pero hace falta que más gente venga a Halloween Town al morir –explicó el Rey Calabaza mientras sacaba el diario en dónde había estado escribiendo durante la tarde–. Intento averiguar qué es lo que tienen las otras festividades que las hacen tan llamativas, para aplicarlo al Halloween.

Victor asintió mientras intentó fisgonear que era lo que Jack había anotado en el cuaderno y este al darse cuenta se lo dio para que lo ojeara. Ahí tenía un montón de páginas dedicadas a la Navidad, pues era la única a la que conocía de primera mano. Las demás festividades sólo tenían unos cuantos datos, recolectados de las puertas y de lo que le habían dicho algunos de los habitantes de Halloween Town que habían salido.

–No sé –dijo el azabache mientras cerraba el diario para devolvérselo a Jack–. Pero me parece que el Halloween es perfecto así. Aunque una excelente forma llamar la atención sería que, además de dulces, se diera alcohol. Así sí que sería un éxito –dijo con sarcasmo. Jack soltó una risa–. Pero en serio, para mí ya ere… –Carraspeó, dándose cuenta a tiempo de lo que estaba a punto de decir–. Es muy atractivo, el Halloween.

«¿Qué demonios fue eso?», pensó. De haber estado vivo, se habría sonrojado hasta las orejas.

–Eso lo dices ahora –dijo Jack, al parecer sin darse cuenta del desliz del contrario–. Pero cuando llegaste… –Dejó la frase en el aire e hizo una mueca.

–Tienes razón –asintió Victor. En ese momento llegaron a la casa de Jack–. Bueno, ahora sí. Hasta luego –le dijo al Rey Calabaza antes de que este fuera a abrir la reja.

–¿Ya tienes dónde vivir? Porque sino, no tengo problema con que te quedes aquí –se apresuró a decir Jack, antes de que Victor diera media vuelta para irse.

–De momento me estoy quedando con Sally, y le dije que volvería –dijo el azabache. Al ver la expresión que se adueñó del rostro de Jack, supo que estaba arrepentido por lo que le había hecho a la muñeca de trapo–. Pero tampoco quisiera abusar. ¿Tal vez podría venir mañana? –preguntó. Jack asintió.

–Sería un placer. Buenas noches, entonces.

–Buenas noches –se despidió Victor con una sonrisa.

Jack dio media vuelta y comenzó a subir las escaleras hasta llegar a la puerta de la casa, y Victor no le quitó los ojos de encima en todo el rato. Cuando el Rey Calabaza estuvo a punto de ingresar en la casa, se volteó y sorprendió a Victor mientras se despedía de él con un gesto de la mano, pues había sentido ese cosquilleo en la nuca que le indicaba que estaba siendo observado. El azabache dio un respingo y le respondió el gesto mientras que una sonrisita estúpida se apoderó de su rostro.

Entonces notó que los músicos de siempre habían dejado de tocar. Cuando se volteó vio que los tres sujetos los miraban a él y a Jack, pero se apresuraron a continuar su lúgubre canción cuando Victor posó sus ojos en ellos. Nuevamente sintió ese calor en las mejillas que indicaban el sonrojo, y agradeció internamente el que la sangre de sus venas ya estuviera coagulada y no fuese capaz de colorearle las mejillas.

Regresó a la casa de Sally sin dejar de tararear la misma cancioncilla que había estado tarareando Jack en la tarde cuando se lo encontró, aunque ni siquiera sabía cómo se llamaba o cuál era la letra. Cuando subió las escaleras vio que todo estaba impecablemente ordenado, y la muñeca de trapo estaba recostada en su cama leyendo un libro.

–¡Hola, Victor! Hoy sí que te entretuviste allá afuera, ¿no? –le dijo cuando lo vio. No se veía molesta porque al final Victor no hubiese vuelto. En realidad, nunca esperó que lo hiciera.

–Ay, perdona por no haber vuelto antes –se apresuró Victor a disculparse. Sally soltó una risita–. Es que me encontré con Jack y pasamos la tarde hablando.

–No te preocupes por eso. Ni que trabajaras para mí. Igual te agradezco que me hayas ayudado en la mañana –dijo con una sonrisa–. Así que saliste con Jack, ¿eh?

Victor abrió los ojos de par en par al oír eso.

–¿Qué? No, no, sólo estuvimos conversando y… eh… sólo… –Silencio. Otra vez olvidándote de cómo hablar, ¿eh, joven Van Dort?

Sally rió.

–¡No me refiero a eso! Sólo a que pasaste la tarde con él.

–Bueno, sí. Me contó toda esa locura de la Navidad y “Sandy Claws” –dijo haciendo comillas con los dedos–. No sabía que te había salvado a ti y a Santa Claus –comentó mientras se sentaba en una de las sillas del comedor.

–Sí, lo hizo. Pero eso no borra lo que me hizo después –dijo la muñeca de trapo cruzándose de brazos.

–Tienes razón, no lo borra. Pero creo que está arrepentido por eso…

–¡Si realmente lo está, por lo menos que se disculpe! Y como comprenderás, Victor, no quiero hablar de eso. Buenas noches –sentenció antes de dejar el libro en la mesita de noche y apagar la luz para luego desaparecer bajo las sábanas. Realmente se había enfadado.

Victor suspiró y fue a buscar la almohada y la manta. Se acostó pensando en lo mucho que le gustaría ayudar a mejorar la relación de Sally y Jack. Ellos eran los únicos amigos que tenía en todo Halloween Town, no quería que se llevaran mal.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).