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Cuando la vida es peor que la muerte (Jack Skellington x Victor Van Dort) por Shir285

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Notas del capitulo:

Autora verdadera:

Ay, no puede ser. ;;
Después de tanto tiempo sin continuar esto (porque siendo sincera, lo había olvidado asjahdg :'v) me encuentro con unos comentarios tan lindos. Me hicieron mi día, en serio. Muchas gracias.
Pero ahora por culpa de los mismos me siento bien culpable(?, así que haré un esfuerzo por continuar este fanfic. Además, en Halloween vi NBC y justamente hoy vi TCB, así que me inspiré un poco juju.
Lamento que este capítulo sea muy cortito en comparación con los anteriores, pero es como para ir encendiendo los motores nuevamente. (?)
Y repito, gracias por sus comentarios. uvu

Y aclarando algunas cosas:
Acá omití el final de TCB. Es decir, haré como que Emily no se "liberó", por así decirlo (o sea, que no se deshizo en mariposas) sino que volvió al mundo de los muertos conservando su forma corpórea.
Y no sé si haya hard, realmente no sé cómo podría hacerlo tomando en cuenta que Jack es un esqueleto xD... pero bueno, las fujoshis nos las arreglamos con todo. (???)

Ahora sí, el capítulo~.


Al día siguiente despertó por el ruido de voces y pasos que provenían del otro lado de la habitación. Abrió los ojos y se encontró con una fila de personas que esperaban a que Sally los atendiera, y no sólo ella, pues por lo visto había contratado un par de personas más el día anterior. Eso hizo sentir a Victor menos culpable, ya que pensaba que como Sally le dejaba quedarse en su casa, su deber como caballero era ayudarla en su negocio, pero con esa nueva ayuda no se sentía tan obligado a hacerlo.

Se levantó y guardó la cobija y la almohada, preguntándose desde hace cuánto que estaría esa gente ahí, pues no le agradaba mucho la idea de tantas personas viéndolo dormir, pero lo lógico era que no debía de haber pasado más de media hora de que Sally abriera… eso, o es que en serio tenía el sueño pesado.

Para su suerte, nadie le prestó atención. Al parecer ya el asunto de la asamblea había quedado en el olvido, aunque aún sentía que se le revolvían las tripas al recordarlo. Inevitablemente al pensar en ese incidente pensó también en Jack, y recordó la propuesta que le había hecho la noche anterior de quedarse unos días en su casa, y que él le había asegurado que iría “mañana”. Bueno, ya mañana era hoy.

–¡Buenos días, dormilón! –le saludó Sally cuando pasó junto a él en su silla de trabajo.

El azabache dio un respingo, ya que no la había visto acercarse por estar muy concentrado mirando hacia la nada y parado en medio de la sala como un pasmarote.

–Buenos días –respondió–. Oye, veo que ya conseguiste ayuda aquí –dijo el chico señalando a las personas a quienes Sally había contratado.

–Sí, ya me hacía falta –asintió la muñeca con una sonrisa. Victor iba a decir algo, pero ella se le adelantó como si le hubiese leído la mente–. No, no me molesta que te vayas. Total, este es mi trabajo, no quisiera tenerte aquí en contra de tu voluntad –dijo riendo levemente.

Eso el facilitó mucho las cosas al joven Van Dort.

–Está bien. De hecho, ya debería ir buscándome una casa propia, no quisiera seguir importunándote aquí…

–¿Importunarme? –preguntó Sally deteniendo su silla delante de Victor, antes de soltar una estruendosa carcajada–. ¡De ninguna manera! Me encanta que vivas conmigo. Aunque si quieres tener tu propio espacio, lo entenderé.

–Me alegra oír eso. De todas formas, quién sabe cuanto tarde en conseguir donde quedarme. –¡Esa es la mentira más cochina que has dicho en tu vida! Si te descuidas un poquito, Jack te tendrá enrollado alrededor de su dedo meñique, ¡y lo sabes!–. Así que voy a salir a probar suerte, aunque es probable que vuelva en la noche.

–¡No hay problema! –asintió la chica–. Buena suerte, entonces –le deseó con sinceridad antes de seguir con su trabajo.

Victor le dijo un débil “gracias” antes de bajar las escaleras. Aunque sus piernas querían salir corriendo hacia la casa de Jack, su cerebro tuvo que ponerlo todo en orden. Su brillante plan consistía en dar vueltas por la ciudad como un niño perdido durante unas cuantas horas para luego llegar casualmente a la casa de Skellington. Sí, este chico es un genio para ocultarse a sí mismo lo que quiere.

Primero se dirigió a la parte de la ciudad que menos conocía, la cual estaba pasando un puente. Cuando estaba cruzándolo dirigió la mirada hacia el río que corría debajo, y le asqueó profundamente el hecho de que el agua (si es que se le podía decir así)era verde y espesa. Se apoyó de la baranda de madera y se quedó mirando la corriente, pues era un espectáculo tan desagradable como impactante, y realmente le costaba quitar la mirada de ahí.

–Sólo espero que no estés pensando en saltar –comentó una voz a sus espaldas con tono burlón. Victor dio un respingo, pero no le hizo faltar voltear para saber que se trataba de Jack.

–Rayos, no –negó el azabache con una risita–. Es asqueroso –dijo sin dejar de mirar el río con desagrado.

–Dices eso ahora, pero seguro que ya has tomado de esa agua y todo –dijo el esqueleto mientras se apoyaba en la baranda junto a Victor, quien hizo una mueca de auténtico horror. Lo único que se había llevado a la boca desde que llegó ahí fue la sopa de Sally, y bueno… la sopa a veces puede llevar agua, ¿no?–. Sólo bromeo –dijo con una risa mientras le palmeaba la espalda al azabache.

–Ja, ja, muy gracioso –dijo Victor con sarcasmo mientras rodaba los ojos–. Por poco vomito hasta los intestinos.

–Mentiroso, los muertos no pueden vomitar –dijo Jack sin abandonar su tono burlón, y por eso se ganó un pequeño golpe en el brazo–. ¡Eh!

–Veo que estás de muy buen humor hoy, ¿eh? –comentó Victor alzando una ceja, pero tampoco pudo evitar que una pequeña sonrisa se apoderara de sus labios.

Jack se volteó para apoyar los codos de la baranda mientras le daba la espalda al río.

–Sí, desde hacía tiempo que no me sentía tan animado –dijo con un suspiro–. Y se podría decir que es gracias a ti.

Y es aquí donde Victor vuelve a agradecer el estar muerto, porque de lo contrario, los latidos de su corazón se habrían acelerado hasta casi salirse de su pecho.

–¿Por qué lo dices? –preguntó, sorprendiéndose de que haya logrado articular la pregunta sin tartamudear. De repente el río que corría bajo sus pies le pareció más atractivo a la vista, pues era la mejor excusa que tenía para no mirar a Jack directamente a los ojos-- bueno, a las cuencas.

–Por lo que me dijiste anoche. Tenías razón, ¿para qué cambiar el Halloween? –Esa respuesta le calmó los nervios a Victor, pero no pudo evitar sentirse algo desilusionado. Muy en el fondo estaba esperando que dijera otra cosa.

Pero claro, no se lo admitiría ni así mismo.

–Uh, sí, mal por quien no le guste lo suficiente –respondió el azabache con naturalidad mientras se encogía de hombros. En ese momento Jack soltó una carcajada, y Victor lo miró alzando una ceja–. ¿Qué?

–Nada, es que me parece muy irónico que digas eso después del show que hiciste el primer día.

Victor tragó saliva. O al menos lo habría hecho si sus glándulas salivales aún funcionasen.

–Sí, bueno… perdón –dijo sinceramente, aunque sin atreverse a mirar a Jack a sus cuencas vacías.

–Ya te dije que no importa.

Victor se encogió de hombros, no muy convencido. Se quedó mirando el asqueroso río correr debajo de ellos, encerrado en sus pensamientos.

–Eh, te estoy hablando –se quejó Jack mientras se acercaba a él. Para cuando Victor reaccionó, sus rostros estaban… alarmantemente cerca.

–Y yo te estoy oyendo –dijo, buscando mantener la mirada en otra cosa que no fuera el esqueleto. Fue entonces que miró más allá del puente, justamente hacia el lado de la ciudad que había estado pensando en visitar–. Es sólo que me gustaría conocer mejor la ciudad.

Vaya, el muchacho se está volviendo un tanto hábil con las excusas.

Sarcasmo.

–Oh, en ese caso yo podría servirte guía –se ofreció Jack–. Ya sabes, soy el Rey. Creo que no encontrarás a nadie que te cuente los secretos y misterios de esta ciudad mejor que yo.

Victor se separó de la baranda del puente, y a la vez, de Jack. Por alguna razón comenzaba a sentirse un poco nervioso estando en compañía del otro, lo cual era absurdo. Es decir, ya lo peor había pasado, ¿no? Hasta le había perdonado el desliz que había tenido el primer día. No es como si corriera peligro.

A no ser…

–Nah, no hace falta. –Y para cuando estaba pronunciando la última palabra ya se estaba palmeando la frente mentalmente. Qué ganas de hacerse el rudo, la verdad–. Es decir, como Rey ya debes tener otras cosas mucho más importantes que hacer.

Jack rió. ¿Tal vez había notado el nerviosismo barra estupidez del joven Van Dort? Victor no quería ni pensar en esa posibilidad.

–No, faltan aún trescientos sesenta y un días para el siguiente Halloween. Créeme cuando te digo que no tengo nada mejor que hacer.

Victor suspiró.

–Bueno, pero… ¿y qué hay de tu investigación? Digo, según entendí es algo muy importante para ti y… –En ese momento se calló. ¿La razón? Había pasado todo el rato mirando hacia el suelo, y de repente Jack guió su esquelética mano hacia su mentón con la intención de hacerlo levantar la mirada–. Y…

–¿Acaso intentas evitarme? –inquirió, con una seriedad que dejo a Victor en una sola pieza. Y sí, de haber estado vivo, probablemente se habría desmayado ahí mismo.

–¿Q-qué? No, yo…

Y el esqueleto volvió a reír mientras lo soltaba. Para ese momento literalmente lo único que cabía en la mente de Victor era: “¿¿¿???”

–Vaya que eres miedoso. No estoy hablando en serio –dijo Jack sin poder dejar de reír. Ahora sí que el agua espesa y verde del río se le hizo muy provocativa a Victor, pues sintió unas enormes ganas de brincar para ir a su encuentro.

–Oye, ¿qué? –se quejó el azabache, tratando de parecer indignado. Cuando en realidad estaba ridículamente nervioso–. Perdona por mantener la guardia en alto en una ciudad llena de monstruos.

No lo había dicho en serio, claro, pero digamos que el nerviosismo le inhabilitó un poco la habilidad comunicacional conocida como sarcasmo. Y por un momento temió que Jack se lo hubiese tomado a pecho.

–Vamos, relájate. –Y la palmada amistosa que le dio en la espalda le dio a entender que no había sido así–. Entonces, ¿vamos o no? –preguntó, mientras señalaba con la cabeza hacia el otro lado de la ciudad.

Luego de par de segundos de duda, Victor finalmente accedió.

Aunque, esperen un momento.

¿Acaso eso contaba como una cita?


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